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COMO UNA ESPADA EN EL AIRE 1: LA ESTELA HOMENAJE A CÉSAR VALLEJO*

En Lima, abril de 1960: Jorge Oteiza (España, 1908-2003), figura clave en la vanguardia europea, anuncia el fin del arte contemporáneo. Pero su escrito, para una exposición en Madrid 2 , a la par que manifiesto resulta el testimonio personal de uno de los artistas más incisivos y polémicos del siglo XX despidiéndose de la escultura desde la capital peruana.

“Se nos acaba la escultura y empezamos a recordar hacia delante, a vivir de otra manera. El arte contemporáneo ha terminado como todo lo que empieza verdaderamente, tiene también verdaderamente un final. Estoy hablando desde el punto de vista estético. Como teoría y experimentación. Continuará, como decía Valery, desde una poética. Es decir, como un ejercicio romántico y popular, como una prolongación secundaria, que es lo que ya es el arte contemporáneo ahora”.

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El escrito es elocuente, Oteiza es un artista en su mejor momento, ganador del Primer Premio de Escultura de la Bienal de Sao Paulo en el año de 1957. También es radical, Oteiza abandonaba la escultura para embarcarse en un nuevo inicio desde el cual debía encontrar otras formas, otros sentidos tras cerrar un ciclo de intensa creatividad desde el metal. El mismo artista daba fin y reinicio a su expansión. “Al afirmar que abandono la escultura quiero decir […] que me paso a la ciudad —resumiendo todo conocimiento estético en Urbanismo y diseño espiritual— para defenderla de la ocupación tradicional de la expresión 3” .

Lima es el espacio donde el debate sobre las nuevas artes empezaba, y desde donde Oteiza se expandía hacia otras búsquedas. Su presencia acontece en años decisivos tanto para la ciudad como para sus artistas, cuando marca territorio en el corazón pulsátil de la capital: a tres cuadras de la Plaza de Armas, en la Plaza San Agustín, la espléndida estela funeraria dedicada a César Vallejo, considerada la primera escultura pública abstracta.

CESAR COLOMA PORCARI Economista, dedicado a la investigación histórica, ha publicado libros y artículos sobre el patrimonio cultural del Perú. Fue Director de Cultura de la Municipalidad de Lima Metropolitana, Director del Museo de Arte Italiano, Director del Museo Nacional de Historia, Director General del Centro Nacional de Información Cultural y actual presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo. Tuvo a su cargo la formación de la Biblioteca del antiguo Museo de la Nación (hoy Ministerio de Cultura).

* El presente texto se halla compuesto de diversos fragmentos de uno mayor, titulado: Ondas expansivas. Indagaciones en torno a la escultura peruana en metal.

1 “Porque mi patria es hermosa / como una espada en el aire…”. Palabra de Guerrillero, Javier Heraud (1942-1963).

2 El final del arte contemporáneo texto para el catálogo de la muestra J. Oteiza y N. Basterrechea, exposición conjunta, realizada durante abril y mayo de 1960 en la desaparecida Sala Neblí, de Madrid, junto al escultor Néstor Basterretxea, gran amigo de Oteiza y destinatario del escrito mediante una carta.

3 OTEIZA, Jorge. El final del arte contemporáneo. Lima, 1960. Traducido como The end of contemporary art. En: Oteiza’s selected writings. Edited by Joseba Zulaika. Center for Basque Studies. University, of Nevada, Reno. 2003.

BULTO, TÓRNATE ESPACIO UNA ESTELA

Es temprana la relación entre el Perú y Oteiza. En 1935, motivado por el estudio de la iconografía prehispánica, inició un largo periplo por países como Bolivia, Colombia, Argentina, Perú y Chile. En 1947, año en que la Galería de Lima y el grupo Espacio son fundados, llega invitado por la Asociación Nacionales de Escritores y Artistas-ANEA para dictar dos charlas 4 , la primera, Investigación estética de una estatuaria matriz andina, ofrecida la noche del 10 de febrero de 1947 en el Salón de actos de la institución y en la que ubicó su producción como una “interpretación estética de las culturas americanas”, anunciando ya “un nuevo renacimiento a base de una restauración del ser estético” 5 .

Al día siguiente, Oteiza dictó su segunda conferencia, Orígenes europeos de un arte americano 6 . Su estadía en esta ocasión fue corta, pero útil para tomar contacto con artistas y miembros del futuro Instituto de Arte Contemporáneo. En dicho encuentro se hizo manifiesta la admiración del artista por la poesía de César Vallejo dejando abierta la posibilidad de donar a la ciudad una escultura en su homenaje.

A fines de marzo de 1960, Oteiza retorna a Lima invitado por el IAC a sustentar la maqueta del prometido proyecto cuya inicial ubicación fue prevista en el Parque Universitario junto al Panteón de los Próceres. “Ha llegado la hora de que la escultura deje el bulto, y se torne en espacio” 7, sostiene apenas llegado de Montevideo.

Entrevistado, menciona por vez primera la estela funeraria titulada España, Aparta de mí este cáliz, expresando su deseo de que sea instalada frente al cementerio El Ángel, recientemente construido 8 . “La estela que he proyectado […] consiste en ‘dos láminas terrestres’ –como dice el poema– que se cortan entre sí. En el centro de la primera hay un círculo, una suerte de eucaristía, que se parte en dos con la lámina principal. Eso da el sentido de la angustia de la poesía vallejiana de la soledad en que el hombre está en el trance de su redención humana y social”.

Oteiza sustentó su maqueta el 8 de abril de 1960 en el local del IAC del jirón Ocoña 174. Entre el nutrido grupo de asistentes se observó al escritor y crítico Sebastián Salazar Bondy quien anticipó el carácter confrontante de la futura escultura 9 . La conferencia de Oteiza fue escrita un día antes, el 7 de abril, casi al mismo tiempo que El fin del arte contemporáneo.

4 En este viaje es nombrado Miembro de Honor de Investigaciones Científicas de la Universidad de Trujillo y pronuncia una conferencia en los cursos de verano de la Universidad de Lima: Técnica de colores térreos sobre engobe blanco para los alfares de Cuzco

5 Conferencias. Sobre problemas de estética disertó ayer en la ANEA Jorge de Oteiza. Diario El Comercio, Lima, martes 11 de febrero de 1947.

6 Conferencias. Segunda Conferencia del escultor Oteiza. El Comercio, Lima, miércoles 12 de febrero de 1947. p.9. Ed. Mañana.

7 Artista español Oteiza hará una estela en homenaje a Vallejo. Diario El Comercio. Lima: miércoles 30 marzo de 1960. p. 17.

8 “…mi trabajo recordatorio que bien podría ubicarse, si no hay oposición, frente al nuevo cementerio…”. “El escultor español J. Oteiza entregará ‘Estela’ de Vallejo”. Diario La Prensa Lima: martes 29 de marzo de 1960. p.14.

9 SALAZAR BONDY, Sebastián. Oteiza y el arte receptivo. Diario El Comercio. Lima: jueves 14 de abril de 1960. p.2.

Es más, durante su disertación limeña hace este anuncio: “Mi conclusión experimental: que el arte contemporáneo ha terminado, como expresión en el movimiento. Como receptividad en obra.” 10

El artista retornó a Montevideo con el compromiso de que la escultura sería vaciada y fundida en Lima tras colecta pública, en la realidad: una serie de aportes de socios y cercanos al Instituto. Más de un año después, el 7 de noviembre de 1961, la Municipalidad de Lima emite un pequeño comunicado respecto a la ubicación definitiva de la pieza, aclarando que es el IAC quien planteaba la Plaza San Agustín como lugar para su instalación. “La Municipalidad […] propuso la sugerencia al Comité Consultivo de Arquitectos del Concejo Provincial de Lima […] quienes encontraron oportuno el sitio para tal monumento” 11

La ciudad continuaba develando placas, estatuas y alegorías, pero no una obra tan particular y próxima a la Plaza de Armas; no una escultura abstracta en medio de una plaza colonial confrontada ante una iglesia como la de San Agustín, de orgulloso estilo barroco churrigueresco del siglo XVI.

“Muy hermosa es la estela […] en honor de Vallejo, pero sin duda poco acorde con el ambiente que aún predomina en ese rincón limeño para insistir en un conflicto de estilos que no beneficia a nadie” 12.

El 7 de febrero de 1962, la prensa cultural se concentró en la inauguración de la Fuente de la Tradición en el Parque de la Exposición, homenaje al escritor Ricardo Palma y compuesta de tres esculturas en bronce representando a la marinera y a la tapada limeña, a cargo de otro español: Manuel Piqueras Cotolí. Singular resulta mencionar la pileta para confrontar lo tradicional de su origen con lo sucedido un día después, el 8 de febrero, cuando sin formalidad alguna la estela funeraria de Oteiza, fundida por los artistas Joaquín Roca Rey y Jorge Piqueras 13, es trasladada e instalada en el centro de la plaza San Agustín.

“La estela que he proyectado […] consiste en ‘dos láminas terrestres’ –como dice el poema– que se cortan entre sí. En el centro de la primera hay un círculo, una suerte de eucaristía, que se parte en dos con la lámina principal. Eso da el sentido de la angustia de la poesía vallejiana de la soledad en que el hombre está en el trance de su redención humana y social”.

8 de noviembre de 1961. p.5.

12 “Homenaje a César Vallejo”. Cultura Peruana. N°157-158. Lima: julio-agosto de 1961.

13 MUÑOA, Pilar. Oteiza: La vida como experimento. Editorial Alberdania. España: Enero de 2006. p. 166.

Un An Nimo Cr Tico

Con sarcasmo, el conservador diario La Prensa, testigo de su traslado, aprovecha en preguntar a algunos miembros del instituto por el significado de la obra, quienes “[…] lo ignoraban. Pero sí dijeron que se trata de un monumento moderno”. 14

Finalmente, el jueves 29 de marzo de 1962, la escultura de Oteiza es inaugurada en una sencilla ceremonia con la presencia del Alcalde de Lima, del presidente del IAC, de familiares del poeta y de “un reducido grupo de representantes del mundo artístico limeño” 15 . La Prensa, nuevamente, recoge algo ocurrido durante aquella jornada y que destaca el espíritu ya derrotado de una mirada adversa con la que la urbe acogería la obra: “…la estela funeraria no fue del agrado de un crítico anónimo que con tinta negra inscribió encima de la placa conmemorativa frases que en síntesis decían que la escultura era poco menos que un adefesio. La inscripción fue borrada apresuradamente”.

La Plaza San Agustín cayó muchas veces en el abandono. Durante la década de 1980 era usual ver los metales de Oteiza recubiertos de graffittis y la base, utilizada como letrina. Varios fueron los intentos por rescatar el entorno, incluso de una reubicación 16

Actualmente, el espacio urbano ha recuperado el cuidado necesario. Aquella gran obra se yergue con estremecedora y metálica vigencia, como una clara señal y signo de cómo nuestra sociedad ingresó a nuevas fases: se trata de un signo epocal, pulsador del momento y de nuestra historia. Lo que culminó fue la escultura como estatua, para muchos artistas los pedestales de museo y galería empezaron a quedar de lado y el discurso hierático del objeto como monumento se convirtió en algo imposible de asimilar, de justificarse, de engranarse por sí mismo en las búsquedas del arte peruano contemporáneo.

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