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¿POR QUÉ RECUPERAR EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO DE LIMA?

El territorio que ocupa actualmente Lima Metropolitana encierra un rico y basto acervo arquitectónico prehispánico que abarca más de 5,000 años de historia1 En este espacio florecieron diversas y complejas culturas formadas por gentes procedentes de diversos puntos del país que se asentaron al margen de los 3 valles que la forman: el valle del Rímac, Lurín y Chillón. Desde épocas pretéritas este espacio territorial fue un crisol de culturas en donde se mezclaron y fusionaron cultos, costumbres, tecnologías y cosmovisiones que en el avatar histórico enriquecieron esta tierra y, a su vez, supieron irradiar su cultura a otros puntos del país creando identidades propias. Por lo tanto, vivimos en un territorio que fue un lugar de encuentro y fusión de gentes de la sierra y costa, del norte y del sur, del este y del oeste, quienes interactúan hasta hoy en día.

Esta riqueza cultural quedó plasmada, entre otras cosas, en los monumentos arquitectónicos que como mudos testigos nos han llegado. Pocas veces los turistas y los propios limeños piensan en Lima como una ciudad milenaria con cientos de pirámides “embutidas” en ella. Este privilegio, único en el mundo en donde una urbe de casi 9 millones de habitantes encierra más de 355 monumentos arquitectónicos, nunca fue ni entendido ni asimilado por sus habitantes. Si tal es nuestra riqueza precolombina arquitectónica, ¿por qué tanta desidia en cuidarla y por tantos años o décadas? La respuesta es compleja. Por una parte, no se valora lo que no se conoce, y por años nuestro patrimonio arquitectónico precolombino ha estado “oculto” bajo un manto de arena, basura y poco conocimiento tanto de los propios pobladores que vivían cercanos a ellos ─la mayoría inmigrantes que se apropiaron del territorio sin saber literalmente en dónde estaban situados─, y por otra parte, de las autoridades edilicias que ante la negación a entender lo que era el monumento arqueológico, en la mayoría de los casos no los hacían formar parte de su catastro.

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Un dato curioso es que en el 2012 mientras revisábamos los planos del Parque de Las Leyendas ─el cual encierra más de 50 monumentos arquitectónicos precolombinos─ vimos con sorpresa que en el plano topográfico del Parque que manejaba la Municipalidad de San Miguel no habían considerado los monumentos arquitectónicos precolombinos del Parque como tales, sino como áreas baldías. Gracias a la intervención de la dirección de arqueología del Parque de Las Leyendas ─el cual depende de la Municipalidad Metropolitana de Lima─ y en coordinación con el Ministerio de Cultura, a finales del 2012 se empezó una campaña de registro de todos los monumentos arquitectónicos precolombinos del Parque, de tal manera que para finales del 2014 se espera que estarán los 53 registrados con el levantamiento georreferencial y visado por el Ministerio de Cultura. Esto que a simple vista no parece de gran importancia sí la tiene, pues si no estuvieran registrados estos 53 monumentos arqueológicos, literalmente se podría haber pasado un Caterpillar2 por algunos de ellos y en su lugar se habría construido, por ejemplo, un parque de diversiones estilo Hollywood con casinos u hoteles: toda una barbaridad que se permite al no tener los monumentos registrados. Hay personas que en vez de reconocer los monumentos como patrimonio cultural los ven como terreno para construir edificaciones “más rentables”.

Cuando los especialistas tenemos que solicitar fondos y presentamos presupuestos bien estructurados al MEF o a cualquier organismo público o privado, nos enfrentamos a un calvario en donde, a nuestro entender, los más sólidos argumentos se desvanecen porque estas instituciones ven al patrimonio como un “gasto sin retorno” y no como una inversión que dará réditos tanto económicos como políticos.

¿Pero de que réditos estamos hablando?

Desde los grandes pensadores griegos como Aristóteles (384-322 a.C.) hasta el filósofo norteamericano Arthur Danto (EE. UU., 1924), el tema de cómo la cultura o el arte afecta o no a los ciudadanos ha sido tema de debate. Aristóteles comentaba que el arte 3 “es un válvula de escape de las emociones. No hace falta que sea útil sino que dé felicidad”. Siglos más tarde, el poeta, dramaturgo y filósofo alemán Friedrich Schiller (1759-1805) comentaba que “El arte no puede mejorar de manera inmediata a las personas pero puede devolverles la “posibilidad” para lo bueno convirtiendo lo necesario y eterno en objeto de sus impulsos”. Para muchos pensadores el arte o la cultura no puede “asediar en vano sus máximas morales pero puede influir en sus ocios”. (Schiller). Es decir, la cultura nos puede ayudar en nuestra manera de ser y pensar.

Tenemos ejemplos muy claros en Medellín (Colombia) y en Madrid (España) en donde la cultura ha cambiado barrios enteros. Teniendo esto en mente, la Gerencia de Cultura de la MML junto con el Ministerio de Cultura desarrolla desde hace tres años programas de puesta en valor de monumentos arquitectónicos precolombinos, en donde el principal esfuerzo se centra en que los vecinos y vecinas de estos se apropien de los mismos porque, a la postre, serán ellos quienes de manera efectiva se proclamarán sus guardianes. El camino es lento pero una vez iniciado, ya no hay retorno. La Huaca Palomino en el Cercado de Lima es un claro ejemplo. En el 2012 la Municipalidad Metropolitana de Lima a través de la Gerencia de Cultura lo puso en valor y lo que antes fue un basural con casas circundantes que mostraban su rostro más precario, es ahora un lugar que los vecinos y vecinas están orgullosos de mostrar, que consideran parte de su historia y que fortalece su pertenencia a una tierra. En el sentido más “económico” sus predios han duplicado o triplicado el precio, aunque por desgracia, son sus cocinas y no sus salas las que miran a un monumento iluminado y cuidado.

La Gerencia de Cultura viene desarrollando programas educativos tales como “Vamos a las Huacas” y “el Patrimonio no está Pintado”, en los que participan colegios de toda la ciudad. Además, en el programa “Talleres de Arte y Arqueología” participan colegios aledaños a los sitios arqueológicos, cuyos docentes son capacitados y reciben publicaciones sobre cómo replicar dichos talleres de manera gratuita.

Estas publicaciones son compartidas también en la Web de la Municipalidad Metropolitana de Lima para su libre descarga. Por otro lado, un número de iniciativas privadas para la conservación del patrimonio monumental arqueológico poco a poco va surgiendo y extendiéndose por diferentes distritos, tales como el Colectivo Colli en Comas o la Asociación Cultural “Salvemos las Huacas”. Las iniciativas municipales y privadas se han dado cuenta de que salvando nuestro patrimonio arqueológico nos salvamos a nosotros mismos de perder nuestra historia y de caer en su pérdida de memoria por nuestros hijos. Además, nuestro patrimonio nos ayuda a comprender de dónde venimos y hacia dónde vamos, a querernos más como un pueblo que encierra una historia ancestral de la cual nos sentimos orgullosos y, en definitiva, a ser mejores personas. ¿Cómo cuantificamos económicamente ser mejores personas y sentirnos un pueblo orgulloso de nuestra historia? Quizás algún pensador del siglo XXI pueda ayudarnos a dar un razonamiento lógico a esto.

PALOMA CARCEDO DE MUFARECH Es historiadora, museógrafa, curadora y especialista en metalurgia andina y gestión cultural. Doctora Summa Cum Laude en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, España y Master en Museum Studies por la Universidad de Nueva York.

Ha sido docente desde 1987 hasta el 2007 de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Directora General de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura. Actualmente ejerce la docencia en la Universidad de Lima y es Subgerente de Patrimonio Cultural, Artes Visuales, Museos y Bibliotecas de la Municipalidad Metropolitana de Lima.

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