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HISTORIA DEL BALLET DEL TEATRO MUNICIPAL DE LIMA

El Ballet del Teatro Municipal de Lima nació de una gran frustración que tuve hace más de treinta años. Estando lista para presentar la función anual del Estudio de Ballet Lucy Telge en el Teatro Municipal, se me informó que no podía contar con el permiso para hacerlo porque había una nueva disposición municipal. Se había hecho un requisito formal para que cualquier espectáculo que se presentase en los teatros municipales, Segura y La Cabaña, contase con un elenco de categoría profesional. Los teatros municipales ya no podían ser utilizados por academias ni compañías amateur. No les faltaba razón, había que tener una mínima calificación de calidad, pero siendo estos los únicos teatros donde, por su infraestructura, se podían presentar los grandes ballets que yo había estado ofreciendo como Giselle, La Fille mal Gardée o Coppelia, no me podía quedar sin dar funciones y tenía que hacer algo al respecto.

En esa época, en el Perú, no existía una compañía profesional estable de ballet clásico. El Ballet Nacional, entonces dirigido por Vera Stastny, se dedicaba, exclusivamente, a espectáculos de danza moderna. Yo sabía que el Ballet Nacional de Chile se dedicaba a obras modernas tales como las nuestras, pero coexistía con el Ballet del Teatro Municipal de Santiago, dedicado a las obras del repertorio clásico. Me pregunté entonces, “¿por qué no hacemos, como ellos, una compañía clásica para el Teatro Municipal de Lima?”.

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Coincidió que hacía muy poco tiempo mis alumnos habían ganado nueve de los dieciséis premios que se otorgaron en el Concurso Internacional de Ballet que organizaba Stella Puga en Trujillo. Todos los buenos bailarines clásicos peruanos tenían que salir del país para poder desarrollarse profesionalmente. Estos premios pusieron en evidencia que yo tenía a bailarines de categoría en mi propia casa, y era importante que se queden en ella. Había que darles un sitio donde trabajar. En repetidas ocasiones, ellos me habían pedido formar una compañía y pensé que había llegado el momento apropiado para emprender una obra de tal magnitud.

Montar un ballet de repertorio es una tarea de gran envergadura: se necesita un elenco significativo de más de cuarenta bailarines para poder realizar un Lago de los Cisnes o un Cascanueces.

Hay que tener la coreografía, la música, la parte técnica del sonido y las luces, además de empezar a considerar los vestuarios, tocados, utilería, escenografía y las zapatillas de punta que no se fabrican en el país. Yo ya tenía todos esos recursos; los había ido adquiriendo con los 15 años de funciones de mi academia, con vestuario confeccionado por mi madre, Ina Luna de Telge, algunos de los cuales seguimos usando hasta ahora. Entonces, yo ya tenía un buen repertorio para presentar en el teatro.

Siendo una convencida de la necesidad de promover todo tipo de cultura en nuestro país, sobre todo, en lo referente a las obras clásicas, me propuse resolver mi impasse con la Municipalidad Metropolitana de Lima, formando una compañía de ballet clásico municipal. Todas las razones para formar un elenco profesional estaban presentes, como también lo estaban los medios para hacerlo. Ahora había que realizar este anhelo.

El alcalde de turno en la Municipalidad era Eduardo Orrego Villacorta, un arquitecto visionario de gran sensibilidad cultural. Compartí mis inquietudes con él, y pudo comprender que se había presentado el momento oportuno para que Lima cuente con un emblemático elenco de ballet clásico. Consciente de las limitaciones económicas que perpetuamente agobiaban a todos los gobiernos de esas épocas, no le pedí dinero. Le pedí que nos diera el nombre de “Municipal” para que la compañía pudiera llamarse “Ballet del Teatro Municipal de Lima”, y que nos facilite el teatro para realizar nuestras temporadas de espectáculos. El lujo de no pedir dinero me lo pude dar puesto que ya tenía a los bailarines, las obras y el compromiso de todas las personas que me rodeaban para ayudarme en esta empresa. Grande fue mi sorpresa cuando, al aprobar mi solicitud, me dieron una cantidad de dinero “para que comience su obra, Sra. Lucy”.

Finalmente, el 29 de marzo de 1983, salió la Resolución de Alcaldía N° 904, creando el Ballet del Teatro Municipal de Lima.

Listos para estrenarnos como la flamante compañía de ballet clásico en el Perú, nos encontramos con otra dificultad: el Teatro Municipal estaba en refacción. No nos íbamos a quedar a un metro de la orilla, así que dimos nuestra primera función en el Salón de los Espejos del Palacio Municipal. La Municipalidad habilitó el espacio con un tabladillo, y presentamos un espectáculo consistente de tres ballets muy bonitos y tradicionales. La acogida fue abrumadora; los asistentes llenaron la sala y los balcones, y muchos tuvieron que quedarse parados afuera, viendo el espectáculo, a través de las puertas de vidrio.

Cuando el teatro estuvo listo hacia fines de año, pudimos presentar nuestra primera función oficial abierta a todo público. Poco después, Mario Galizzi, gran coreógrafo y maestro de ballet, y Director del Teatro Colón de Buenos Aires me dio dos sabios consejos: que debía presentar ballets completos con un argumento, y que tenía que invitar a bailarines internacionales para atraer y formar un público aficionado. Él me decía que montar una de estas grandes obras era caro, pero que se debía tomar como una “inversión”, ya que el público gusta tanto de ellas y al poderse ofrecer repetidamente, llega a pagar los gastos y comienza a dar frutos. De esta manera, para no quedarse en palabras llevó su consejo al hecho, dejando montado el ballet “Cascanueces”, que seguimos desde hace más de 25 años presentando siempre en el mes de diciembre.

A lo largo de estos años, los contratiempos no nos han dejado de lado. Parece ser una vocación del ballet la de tener que luchar continuamente por su existencia. Hemos sobrevivido al terrorismo y al toque de queda que dejó vacíos los teatros por largo tiempo, hemos pasado el terrible incendio del Teatro Municipal y su reciente reconstrucción, hemos visto entrar y salir a varias administraciones municipales, algunas más generosas que otras. Varias veces he estado a punto de claudicar, pero los bailarines nunca flaquearon, su amor por el arte los ha llevado a trabajar en la compañía, a veces sin sueldo, compartiendo los ingresos de taquilla para poder seguir dedicándose a un arte que aman con pasión.

Hemos tenido momentos gloriosos, como las temporadas de Caravanas Culturales que hacíamos en un camión que se convertía en un escenario rodante y permitió llevar el ballet a conos alejados del teatro donde el público colmaba las plazas y aplaudía con gran entusiasmo premiando nuestras actuaciones. Hemos podido montar 18 ballets integrales y más de cincuenta ballets cortos; invitar a Mikhail Koukharev del Teatro Bolshoi de Moscú como maestro residente de la compañía; y a bailarines de la talla de Fernando Bujones y Jorge Esquivel para que bailen con nuestras primeras bailarinas. Hemos podido cumplir el anhelo de llevar el ballet a miles de personas que disfrutan de este arte, muchas de las cuales no sabían de su existencia.

A lo largo de esta historia, he tenido el apoyo incondicional de mis ex-alumnos, amigos y colaboradores. Hoy presentamos entre sesenta y ochenta espectáculos anuales divididos en cuatro temporadas exitosas en nuestra casa, el Teatro Municipal. Tenemos a cincuenta bailarines contratados con todos los beneficios de ley y un gran repertorio que nos hace ser buscados por bailarines de todo el mundo, quienes viendo nuestra página web, desean formar parte de nuestro Ballet Municipal. Este reconocimiento nos ha valido invitaciones que nos han llevado a diferentes países como Cuba, Colombia, Ecuador, Bolivia y Paraguay. Un nacimiento complicado de una compañía, que sigue fuerte, contra viento y marea, más de treinta años después.

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