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UNA DANZA QUE SE VA ENCONTRANDO
Cada vez que me piden escribir un artículo sobre danza contemporánea, lo primero que me viene a la mente es la necesidad de explicar qué es; sin embargo, suele ser un poco complejo definirla y más aún encontrar ejemplos concretos que la engloben.
En lo personal, siempre tuve una relación un poco conflictiva con ella. Creo que en el imaginario de la gente cada vez que uno dice que se dedica a la danza, la primera reacción es “qué lindo”, y no se quiere arruinar esa ilusión. Pero la verdad es que no es tan así. Esta es una relación de amor-odio, es como vivir siempre con ganas de más: más tiempo para bailar, más maestros, más alumnos, más producciones, más espacio, más sueldo, más público, más, más y más. Será que uno se ha pasado tanto tiempo cultivando una fantasía respecto a ella que, al final, termina siendo el gran motor de la vida y se sueña con que algún día llegará esa situación ideal. Puede parecer un poco frustrante la relación, pero, en realidad, es como una fuente inagotable de deseo, que siempre se alimenta de momentos maravillosos y de tal contundencia que solo reafirman la convicción de querer practicarla toda la vida.
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Sin embargo, el otro lado de la moneda de esta relación idílica es que la realidad –o sea las producciones de danza con todo lo que ello implica- se acomoda fácilmente a las circunstancias tal cuales son, es decir, no exige, se conforma con lo que hay. Termina uno colocándose en un lugar cómodo y seguro que conoce, incluso, el hacer algo “raro” sigue estando en una zona cómoda: muchas veces está siendo hecho para uno mismo, lejos de la exigencia de un público “que no entiende”.
Volviendo a la pregunta: ¿qué es danza contemporánea?, o ¿qué la diferencia de otras danzas? Resulta difícil responderla, quizás la historia nos dé pistas.
Alrededor de los años 30, surge un personaje muy importante en el ballet, George Balanchine, padre del neo-clásico, quien afirmó: “Lo importante en el ballet es el movimiento en sí mismo. Un ballet puede contener una historia, pero el espectáculo visual... es el elemento esencial”. Con él surge la abstracción en la danza, el valor del movimiento por el movimiento. Este principio se desarrollará plenamente en la danza moderna del siglo XX, manteniendo un vínculo directo con el ballet y la creación de formas de movimiento por el movimiento.
Por otro lado, en la misma época, tenemos a Mary Wigman, pionera de la Tanztheater (danzateatro) alemana, en donde la danza es una expresión del interior del individuo, haciendo hincapié en la expresividad frente a la forma.
Ambos hechos históricos son fundamentales para entender dónde estamos parados ahora. Si bien la abstracción abre un nuevo camino, la expresividad del movimiento también da otras posibilidades. Las dos están relacionadas pero cada una plantea una visión totalmente distinta en cuanto a la concepción del espectáculo. Por un lado, prima la plástica, la música, lo visual, la habilidad física del bailarín y por otro lado, prima el contenido, la historia, el personaje, así como la habilidad emotiva del bailarín.
Otro factor constitutivo de la danza contemporánea es el quiebre con la herencia clásica del movimiento. El peso del cuerpo y su relación con la gravedad se vuelven modos de experimentación, por eso muchos suelen definir a la danza contemporánea como una en la que la gente se arrastra por el piso. La línea de las formas clásicas se rompe y aparece la “no línea”, el cuerpo ya no busca elevarse, busca encontrar modos más orgánicos de movimiento, más en relación a su anatomía y las fuerzas físicas. El foco se empieza a desplazar a la comodidad y placer del moverse, por encima de hacer un diseño para un público.
La pregunta que se desprende inmediatamente: ¿dónde queda el público y el espectáculo?, ¿es una danza de laboratorio? ¿Cuáles son los elementos que la definen y por tanto dan estructura?
Esta, quizás, es la gran tarea y el gran reto de la danza contemporánea: encontrar una manera más clara de definirse, más allá de la antítesis con las formas clásicas y modernas.
No hay arte sin forma, si perdemos eso de vista, empieza a suceder que la explicación de las obras se hace más interesante que la obra en sí misma. Es entonces cuando reina el cualquiercosismo justificado por un discurso.
Quizás algo que es muy cierto es que la danza contemporánea es un gran híbrido de técnicasformas y que, para llegar a tener una forma propia, hace falta recorrer un camino muy largo. Es casi como encontrar un lenguaje propio y casarte con él para poder definirlo. La gran ventaja de esto es que le permite al artista una experimentación sin restricciones técnicas.
De todos modos, creo que en nuestro contexto nos enfrentamos a una gran dificultad para dicha búsqueda y me refiero a la estética predominante en nuestro medio.
Recuerdo que, en mi formación de bailarina, una de mis metas era ser flaca y levantar la pierna alto, solo así podría ser reconocida como bailarina. La estética de la danza clásica muchas veces es la que predomina y determina la expectativa de alumnos, bailarines, directores y público. Si bien la danza clásica, que se inició en cortes y que ahora es un arte masivo, es extraordinaria, hay algo que el contemporáneo descubrió que no está en lo clásico y sabe que las piernas elevadas son accesorias, no indispensables. Difícil definir algo en donde no haya nada indispensable.
Definirse, en la absoluta libertad, implica un profundo trabajo sobre sí mismo, un reto precioso para el artista, pero que demanda mucha madurez. Son muchos los coreógrafos que consideran que un bailarín de contemporáneo empieza a dar frutos a partir de los 30 años, edad en la que quizás lo físico ya no está en su mejor momento, pero hay una persona que ha vivido y tiene más cosas para decir antes que para demostrar.
Me surge otra pregunta: ¿cuál sería la técnica del contemporáneo?
El aprendizaje técnico de un bailarín de danza contemporánea debe centrarse en la adquisición de herramientas para la investigación del movimiento, no de pasos para ser repetidos. Es, de esta manera, que la danza contemporánea se nutre de muchas formas de movimiento, entre las que podemos hallar a las artes marciales, las danzas folklóricas, el circo, el teatro, prácticas rituales, etc. Hay un reto importante en el contemporáneo y este será un proceso largo, porque no sólo se trata de crear espectáculos de mejor calidad, interés y comprensibles para el público, sino que, además de la producción artística, hay un discurso en torno al cuerpo que aún necesita madurar y encontrar la forma de comunicarse.
Necesitamos pensarnos y asumir retos hacia afuera, mas no seguir esperando al mecenas que nos mantenga el capricho, asumamos la responsabilidad de hacer algo atractivo para los demás y dejemos de estar encapsulados haciendo danza para los entendidos y así tener un compromiso no solo con el deleite de la práctica de los propios bailarines.
MÓNICA SILVA
Máster por la Universidad de Nueva York en Danza - Educación. Practica la danza contemporánea, desde hace 20 años, como bailarina y coreógrafa. Ha participado en festivales nacionales e internacionales. Actualmente, se desempeña como maestra y consultora en la facultad de Artes Escénicas de la PUCP.