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Un mundo ajeno (J. Kristensen)………………...…………………….Pág
Un mundo ajeno
Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan.
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Christof (Ed Harris), en The Truman Show
Llegar a la plaza e introducirte en ella es como sumergirte en un mundo completamente diferente del que rodea esa manzana. Es hacerlo en un mundo de emociones, de amistad, de nervios, de risas, de dolor, de secretos, de amor. Pero especialmente, te estás sumergiendo en miles de historias que no pudieron ser contadas. O en las de amor que empiezan ahí. O en memorias de recuerdos inolvidables, y también los olvidables. La cuestión es que en esas manzanas pasan millones de personas con sus millones de historias y algunas de ellas quedan impregnadas allí. En la plaza San Martín a las 16:40 de la tarde el 27 de junio, era lunes. Eran 20 minutos antes de la hora pico normal, llama la atención cuantas personas había ese día y a esa hora. Hacían exactamente 16°C, pero verdaderamente no se sentían así, no era un frío de invierno, era uno cálido que rondaba en el ambiente, ese que normalmente aparece en primavera. El frío no tan frío característico de la 4ta estación del año, aunque estemos en la 3ra. El sol pegaba no tan fuertemente en sectores específicos de la manzana, ese sol que está pero a la vez no. El que brinda luz, pero no calor, por estar un poco rato, pero, que si te sentás un buen tiempo allí, podría empezar a escarbar en la piel, logrando sacarte del mundo gélido (algunos momentos por lo menos) en el que parece que se vive por unos 6 meses aproximadamente. Había un grupo de chicos sentados en la estatua, deberían tener entre unos 15 y 16 años, se veían unidos, estaban riendo entre ellos, estaban pasando un buen rato. Un rato que probablemente en
unos años se olvidarán que existió, se olvidarán de la felicidad que tenían en ese momento. Se olvidarán de la calidez que se producían los unos a los otros y se olvidarán de la comodidad que sentían cuando reían juntos.
Los autos iban y venían por el medio de la plaza, pasaban a toda velocidad, hacían recordar a “Cars” (se podría decir “Rápidos y furiosos”, pero de furiosos no había nada en ellos). Parecía que todos estuvieran corriendo una carrera sin saber que la corrían, querían llegar al semáforo lo antes posible para que no se cortara y se pusiera en rojo otra vez. No se puede juzgar, todos lo hacen, lo hicieron y lo van a seguir haciendo cada vez que vean esta señal de transito. Es como un instinto natural de las personas. El foco fue directamente al símbolo patrio izado en lo más alto del mástil (para que, justamente, se pueda destacar entre las demás) en aquella plaza: la bandera nacional. Flameaba como nunca antes, era todo un fenómeno de ver y apreciar. El sol pegaba directamente en la cara del astro dibujada en el estandarte. A medida que este flameaba, a un compás y patrón desastrosamente perfecto, por acción de todo el viento que danzaba junto a él (porque sí, esa es la manera de describir el juego que ponen en práctica la brisa y el emblema al juntarse), la sombra se escondía, encajando perfectamente, con la estatua de uno de los próceres mas importantes de la Argentina: San Martín. De un momento para el otro se sintió cómo el frío y lo mojado del agua, chocaban contra todo lo que había alrededor: la fuente. No solo ella, sino que el viento era lo que también provocaba esto, en esta situación, uno no podría hacerlo sin el otro. Pero el asunto está en cómo el aire le susurra al agua para fusionarse y crear un rocío en diferentes direcciones, a medida que el primero va rotando entre los diferentes puntos cardinales. También está la cuestión de por qué estos dos elementos totalmente diferentes se complementan tan bien a la hora de combinarse. Es probable que sea así, ya que se pueden mezclar de
una manera tan catastrófica como en un tsunami y un huracán, para destruir todo a su paso. O también, en una bella forma que demuestre cómo uno lo puede ayudar al otro, y viceversa, y así hacer las cosas más bonitas.
Al terminar de observar todo alrededor, se pudo percibir por fin las instalaciones exteriores a la plaza. Se observó cómo la Escuela N° 1, ahora operaba como Instituto Superior. Había un par de personas fuera, alumnos, a juzgar por las aparentes edades y los libros y/o cuadernos que llevaban sujetados a su pecho. Probablemente estaban aguardando a que se haga la hora de entrar a sus respectivas clases. Capaz, alguno estaba por rendir su primer parcial. Seguramente alguien por rendir el último. No se sabe. Y es por todo esto que se habla de sumergirte en un mundo totalmente a parte de la realidad, un mundo ajeno. En este poco tiempo que se pasó ahí, se vieron muchísimas formas de ella. Historias de las cuales se podría hablar, historias del clima, historias de amigos, historias de carreras, historias de patria, historias de polos opuestos pero de alguna manera complementarios al mismo tiempo, historias inciertas, historias de futuro, historias propias, al fin y al cabo. Historias que cada uno percibe de una manera diferente, historias que se pueden contar mil y una veces por mil y un personas diferentes. Y al final, esas historias serán distintas entre sí, por más que sean la misma.
Juana Kristensen Mengo