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Crónica de un partido picante (L. Rossotti)…………………………..Pág

Crónica de un partido picante

El éxito no es un accidente. Es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, sacrificio y, sobre todo, amor por lo que estás haciendo o aprendiendo a hacer.

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Pelé

A las 12:00 del mediodía llegaba a la cancha. Hacía un frío que te astillaba el cuerpo, se sentía como ir a esquiar sin campera. El viento te soplaba en la espalda. Un día horrible se creía, al menos para jugar un partido de futbol. Cuando entrás por el portón, lo primero que ves es una tribuna, la cancha y humo, un humo que parecía niebla, que pasaba por los pies y que, de una forma, hacía que no se viera nada. A medida que se camina más se siente el olor, ese olor nostálgico, ese olor que cualquier argentino tiene que haber olido, ese es el olor de una parrilla, el olor de un asado un domingo con tu familia, algunos pueden pensar distinto, pero quien no haya probado una hamburguesa de cancha no puede opinar. Antes de entrar a la tribuna principal, la más grande, al lado de la parrilla, había una tribuna más chica, comparada con la principal. Esta última era alta y ancha, con asientos de plástico, como si fuera una cancha de primera, aunque había pocos lugares para sentarse. Después, era todo escalones, como la mayoría de las canchas del futbol tresarroyense, sin contar a la de Huracán. Y luego la otra tribuna, la más chiquita, de asientos de madera, pintada con los colores blanco y rojo. Cuando la ves, tenés la sensación de que se va a romper, pero aun así está buena para ver el partido. A medida que pasaba el tiempo, alrededor de la 13:00 de la tarde, iba llegando el equipo de Villa del Parque, que en ese momento iba en el tercer puesto de la tabla de la liga de Tres Arroyos (categoría 2007). Hoy jugaba contra Quilmes, que iba primero, pero a pocos puntos. Era como si le estuviera pisando los talones. El equipo de Villa llegaba en tiempo y forma, algunos con las respectivas camperas de ese característico color

verde y azul, otros de ropa casual. Venían hablando, algunos se los veía felices, a otros nerviosos, era una mezcla común antes de un partido. Se sentaron en la tribuna más chica y siguieron hablando. Más tarde, el equipo de Quilmes pasó por atrás de la tribuna, miraron de reojo y con mala cara, parecía que algunos se conocían, pero ya te daba la espina de que iba a ser un partido duro. Mientras seguían hablando, salió la categoría 2008 a la cancha, que no iban muy bien en la tabla, pero aun así lo tenían que ganar. El partido comenzaba, los 2 equipos estaban parejos, aunque Villa parecía jugar un poco mejor. Antes de que alguno de los 2 equipos metiese gol, llamaron a los jugadores de la tribuna a que entren al vestuario. A ese espacio se entraba por atrás de la tribuna más grande, por una puerta roja, era frío y oscuro, parecía que la luz solo entraba cuando había sol. Las baldosas estaban rotas, las paredes y los pisos estaban congelados, había bancos de madera con una maderita arriba para colgar tus cosas. Las duchas estaban rotas, había una camilla en el centro del vestuario y una pizarra blanca pequeña colgada en la pared. Cuando llegaron, algunos se sentaron y otros pusieron música, en un momento llegó el técnico con las camisetas, todos se sentaron y agarraron su respectivo número según les dijera él. Ya cambiados, salieron, pero no por la puerta roja, sino por otra puerta que daba a la cancha. Cuando Villa salió empezó a aparecer el sol. Lo que antes era un escalofrío ahora es una transpiración. Algunos habían ido de térmica y estaban sufriendo. Cuando salieron, empezaron a hacer un medio, un juego típico del futbol, antes de un entrenamiento o partido. Mientras que Quilmes jugaba lo mismo, pero al otro lado de la cancha, la cual estaba horrible. El pasto estaba mal cortado, había barro y lo cubrieron con arena. Cuando terminaron el medio, fueron hacia atrás de la cancha, como a un descampado. Los dos equipos empezaron a calentar y entrenar. Villa por su parte empezó a hacer pases y control con la pelota, luego corrieron, saltaron y pasaron por algunos conos, después volvieron con trote al

vestuario. Cuando llegaron se sentaron y el técnico empezó a dar la charla, habló sobre quienes jugaban, con qué formación y cosas de cómo había que presionar al rival. Cuando terminó de hablar todos se levantaron y dieron una charla entre jugadores, antes de salir a la cancha. Cuando terminaron de hablar, salieron y cada uno se puso en su respectiva posición. El árbitro tocaba el silbato, el partido comenzaba, Quilmes jugaba a lo toques, rápidamente, con sus pases desordenaban al equipo de Villa. Poco después, Quilmes daba el primer susto, la gente en la tribuna gritaba y reclamaba todo. Villa parecía querer jugar como siempre juega, a los toques hasta llegar al arco, parecía controlar un poco la situación, pero el número 10 y 9 de Quilmes lo hacían difícil. De un momento para otro Quilmes vino al ataque, que agarró desprevenida a la defensa de Villa. Estaba muy abierta, los jugadores no se entendían, y dejaron un hueco que Quilmes aprovechó, el delantero quedó solo contra el arquero, lo que terminó en gol. La tribuna lo cantaba y gritaba, el técnico lo felicitaba, el partido estaba 1-0. Después no pasaría mucho tiempo y se le daría una falta a Quilmes, que el 10 patearía muy bien y no perdonaría, poniendo rápidamente el 2-0. El equipo de Villa se venía abajo. Más tarde, en una jugada, un jugador de Villa caía tendido en el suelo. Un jugador que venía de una lesión. El técnico hizo rápido el cambio, lo fueron a atender a la cancha y cuando llegó al banco de suplentes se echó a llorar. Qué dolor habría sentido, no por el golpe sino por saber que entrenaste duro, toda una semana, que volvías de una lesión. Debe ser no solo un golpe físico, sino también mental. Terminaba la primera mitad, volvían al vestuario, unos contentos y otros desolados. El equipo de Villa, al llegar, se sentó en silencio. El técnico empezó a hablar sobre el comportamiento adentro de la cancha, corrigió algunos aspectos como la presión y los pases seguros. Él solo quería ver reflejado lo trabajado durante la semana. Los jugadores se

sentían motivados, querían ganar el partido. Cuando salieron de nuevo a la cancha se acomodaron en sus respectivas posiciones. Empezaba la segunda mitad, Villa parecía jugar más tranquilo, con menos nervios, se veía un partido parejo hasta el momento. A la par de este, en otra cancha se jugaba otro partido y se escuchaban gritos de gol. Era un ida y vuelta, los jugadores corrían todo el tiempo. Un rato después como a los 50 o 55 minutos, Quilmes metía el tercero, el partido se ponía 3-0. Ya por los 60 el técnico mandó a calentar a algunos jugadores para que entraran en los últimos minutos. Poco después caería el cuarto gol, la tribuna estaba eufórica, Quilmes ponía el 4-0. Después de un empujón, el capitán de Quilmes empujaba al de Villa. Ya casi por el final, la pelota le queda a un jugador de Villa, por un rebote que dio el arquero de Quilmes. Quedaba el arco solo, y convertía un gol, que no servía de mucho, pero aun así ayudaba un poco al resultado. El partido poco después terminaría a favor de Quilmes en un 41. Partido bochornoso, pero bueno, a veces se gana y otras se pierde. Quilmes quedaba arriba en la tabla, en la punta del campeonato. Los jugadores al terminar se saludaron y fueron al medio a aplaudir. Se fueron al vestuario, se cambiaron, se prepararon y se fueron para sus casas. Cuando los jugadores de Villa salían del vestuario algunos los miraban con mala cara, y otros hacían jodas con el resultado. Al final, la cancha se vació, el sol se mantuvo casi toda la tarde y todos se fueron de Quilmes.

Lorenzo Rossotti

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