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Tres lenguajes para transmitir el Evangelio hoy

Por: César Javier Uribe Jaramillo, SJ

He asistido en 74 años a cambios de lenguaje. He vivido tres cambios en el mundo diferentes. Me ha tocado adaptarme a la comunicación de manera inteligente para poder expresarme de forma adecuada. Nací cuando la Iglesia celebraba en latín, la Eucaristía se llamaba MISA, y se contestaba amen, cada que el padre terminaba algo de lo que decía y nadie entendía. Una ceremonia como para desentendidos. Cuando era niño aprendí a querer a la Iglesia desde los cantos, desde la catequesis, desde una infancia con lenguaje religioso y enredado que me inculcaron en la casa y en el colegio los jesuitas de la época. Un lenguaje de devociones, de rezos, de “concéntrese en Dios y la Virgen…”. Con todo y eso, aquello me llamaba profundamente la atención. Algo desplegaba en mi corazón. Así atisbo que sigue gente con esos afanes por escuchar el mismo discurso y la letanía de oraciones y devociones, cantos y procesiones, imágenes y medallas. Era una relación con la Tierra como centro del universo. Donde el Sol salía cada mañana a realizar un trabajo de alumbrar, calentar y mover el mundo. Y la Luna hacía ese otro oficio de noche. Éramos ignorantes y prepotentes, encabezados por una jerarquía eclesial que nos hizo creer que todo giraba en torno a la Tierra, como centro de la vida. Lo que la Iglesia dijera lo creíamos a pie juntillas, aún en contravía de la ciencia. Hasta hace poco éramos campesinos y rurales, nuestras familias provenían, en su mayoría, del campo y eran agricultores y pastores de ganados, vivían en la naturaleza viva y en los pueblos. En la década del 60, el mundo hizo un cambio fuerte y pasó a ser industrial, se llenó de máquinas y de factorías, de empresas y maquilas.

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Nací cuando la Iglesia celebraba en latín, la

Eucaristía se llamaba MISA, y se contestaba amen, cada que el padre terminaba algo de lo que decía y nadie entendía

Cambió la relación de los tiempos y los espacios, transformó el lenguaje por uno más adaptado al ser humano y la Iglesia siguió con su mismo lenguaje. No aclaró los enredos que generaron los padres de la Iglesia de los primeros siglos, esos problemas de ellos para explicar a los griegos de la época, si Dios era Dios, si Jesús era humano hasta dónde y dónde empezaba lo divino. Si estaba injertado en el Hijo, si el Espíritu Santo es distinto o la mezcla de ambos, problemas que las gentes no entienden y el Credo pretende que lo recitemos para tenerlo como fórmula de creencia y marco referencial para la vida y

apuntar a su proyecto de la existencia como camino espiritual. Era un mundo geo-céntrico. Este lenguaje religioso-devocional no solo no me gusta, sino que ya no lo puedo pronunciar. Quedó anclado en un mundo que ya, definitivamente, no existe.

2.

Por la década del 60 dejamos de alguna manera el discurso devocional, pío, afectuoso con el niño Jesús, con la Virgen María, con las sensaciones que sentir no apuntaba a una relación de fe, seria y humana. Muchos empezaron a sospechar que había otra manera de vivir la Fe, que la propuesta religiosa debería cambiar. Algunos entraron a un discurso lleno de las Escrituras, a enganchar a la vida los relatos bíblicos. Hicieron consideraciones para juntar los libros Sagrados y aplicarlos a la vida. Eso ayudó un poco. Esto ha perdurado desde las décadas del 80. A muchos les ayuda esas contemplaciones entre vivir de los relatos y juntarlos con la vida. Segundo lenguaje de adaptación. Allí permanecen muchos. Una socio-política de la religiosidad. Ya se asoma la ESPIRITUALIDAD, otra forma de abrir la mente y organizar posiciones espirituales y trascendentes. Esto para no hablar de discursos politiqueros y socialistas que degeneraron en una cantidad de sacerdotes que quisieron mezclar los problemas sociales con la biblia del Éxodo y otras lecturas.

Con el libro del EXODO, iluminaron la teología de la Liberación y muchos sacerdotes se embarcaron ahí en ese vehículo...

Estas mezclas de Biblia con apuntes personales y sociales dicen poco y no interesan a las gentes no solo por el enredo, sino porque no ayudan a la real interpretación de las gentes y de muchas formas el lenguaje es “frio y anestesiante”. Con el libro del EXODO, iluminaron la teología de la Liberación y muchos sacerdotes se embarcaron ahí en ese vehículo y sufrieron mucho los embates de obispos y gentes. Otros se salieron de sacerdotes y siguieron las luchas de otras maneras. Hasta aquí la iglesia ha predicado pura DOCTRINA, llena de ángulos exteriores que poco apuntan a una dimensión humana para que los creyentes crezcan en la Fe y la Esperanza. Apuntando a lo externo, a la religiosidad, los marcos referenciales bastante judíos. Y acuñado por unas eucaristías ritualistas y saturadas de liturgia, donde lo importante es lo externo y poco la interioridad. La Eucaristía se volvió pesada, repetitiva con muchas lecturas que nadie le pone cuidado y que hacen del ritual algo lejano. Parece que no se celebrara la vida; se repite, en cambio, un evento frio, con una arquitectura vacía de contenidos.

La Eucaristía se volvió pesada, repetitiva con muchas lecturas que nadie le pone cuidado y que hacen del ritual algo lejano.

Hace un tiempo me vengo preparando a cambiar mi discurso por uno más realista y sobre todo que sea escuchado por las gentes. Es un discurso humano, recurriendo a la reflexión del mundo y de la

literatura que ha avanzado desde hace muchos siglos hablando y sintiendo los problemas humanos. A eso apunta la teología de la calle, de la vida real. Un discurso que sea entendido incluso por jóvenes. Unas palabras con giros que asombren y causen curiosidad en las gentes, que no sean monotonías recurrentes y obvias, como repetir el Evangelio o la lectura, algo así como si las gentes no hubieran entendido al leer-escuchar; y como si la explicación del sacerdote “remarcara la diferencia”.

A eso apunta la teología de la calle, de la vida real. Un discurso que sea entendido incluso por jóvenes. Unas palabras con giros que asombren y causen curiosidad en las gentes

Un discurso con mitos, leyendas humanas, logros y frustraciones de la humanidad, sus dolores y ensoñaciones que tengan en esta tierra sus habitantes. Que exalten la literatura y la poesía donde están narrados los momentos históricos y humanos de los que habitamos esta tierra esplendorosa pero salvaje que tenemos. Que describen las epopeyas y dolores de la humanidad que unas veces avanza en la majestuosidad de la vida y otras veces se arrastra por sus laberintos y miserias. Esas mismas narraciones son parecidas a las del pueblo arameo del desierto y son los mismos dramas de hace tres mil años. Me pregunto: ¿por qué entonces no hablar en idioma moderno, actual, vivo? Ellos narraron su historia, nosotros la nuestra. Ellos contaron su literatura, la de nosotros también vale. Ellos eran poetas, nosotros tenemos rimas y prosas envidiables. Ellos describieron sus guerras y frustraciones por no haber vivido bien en la “tierra prometida”, nosotros aún no alcanzamos la convivencia fraternal. Ellos tuvieron lideres grandiosos con momentos lamentables y fallaron, nosotros padecemos las mismas miserias humanas. Ellos tuvieron un árbol que les enseñó la maldad y los llenó de CULPA, nosotros tenemos otro ÁRBOL que nos señala las ramas de la corrupción y la raíz de la violencia. Ellos padecieron unas pestes y unas plagas, nosotros sufrimos una pandemia por un virus malévolo. Ellos creyeron para sufrir, nosotros sufrimos para creer.

Ellos padecieron unas pestes y unas plagas, nosotros sufrimos una pandemia por un virus malévolo...

Para todo esto hay que cambiar no solo el discurso sino los rituales. Nos acostumbramos a unas ceremonias frías, repetidas, caducas, completamente sin sentido. Llenas de lecturas, repeticiones, cantos, ceremoniales ritualistas y ante todo unas liturgias sin vida. No se si valdrán la pena los devocionarios, las procesiones, las ceremonias para conmemorar lo de siempre.

Fui abriendo unos caminos más amplios y sin tanto enredo: me he dado cuenta que “NO ESCO-

GEMOS lo que pensamos, sino que pensamos lo que vivimos, lo que podemos pensar de lo aprendido.”

3.

Por fin me desprendí de una serie de conceptos lúgubres que intentó otra teología para incrustarse: la divinidad fría, la concepción, la anunciación sin humanidad, la transustanciación, la resurrección milagrosa de una, en un amanecer de domingo, la segunda venida, el infierno o el seno de Abrahán que explora el credo tan espantoso que tenemos y nadie entiende y que pareciera que la misa, se empeña en repetir. Ya no quiero pensar en la divinidad substancial de Jesús, en los milagros tan complejos, en el fin del mundo y en el más allá. Prefiero conversar en mi predicación que es fácil ser humano-cristiano, que hay que hacer unas cuantas cosas y unos cambios de procedimiento sencillo y acorde con nuestra humanidad. Que seguir a Jesús es convertirse cada día en un ser bondadoso, peleando contra el egoísmo, la codicia y las tendencias animales. Que Jesús, se traduce con gestos bondadosos y humanos para acercarse al prójimo sin tratarlo como extraño o enemigo de clase. Que cualquier PARÁBOLA es para ponerla en movimiento, en acción, en ejemplo de vida. Que todo en el universo es transformación para hacerme persona, en la medida que me acerque a las gentes para verlas como vecinos de camino.

Tuve la intuición que es en la tierra el lugar donde me sacralizo y hago teología. Que es desde la tierra con humanidad que puedo alcanzar el cielo. Que no hay ninguna distancia entre sagrado y profano...

Me enseñaron que lo SAGRADO estaba por encima de lo profano. Que se podían juntar de vez en cuando. Hasta que aprendí que es en lo profano donde vivo la espiritualidad. Tuve la intuición que es en la tierra el lugar donde me sacralizo y hago teología. Que es desde la tierra con humanidad que puedo alcanzar el cielo. Que no hay ninguna distancia entre sagrado y profano, que lo material es propio de convertirse en espiritual cuando el ser humano le dé la dimensión. No hay pues distancia entre los dos campos: todo está sacralizado desde la encarnación. A lo profano lo sacralizo con mi presencia, oración y compasión. En el primer lenguaje, el cielo era el punto de tensión. En el segundo lenguaje, la clave era la tierra. Es en este lugar donde todo apunta al ser humano y todo lo que haga por él para quererlo, respetarlo, mirarlo en su dignidad y acompañarlo en su soledad, es la única manera que tengo de ser salvador y de realizarme como persona.

Resumiendo, en el primer lenguaje, cuando era niño, lo importante era caminar hacia el cielo. Más tarde descubrí que era aquí en la tierra donde debía desempeñar alguna labor. Hoy me doy cuenta de que el lugar de transformación es la persona humana.

...lo importante era caminar hacia el cielo. Más tarde descubrí que era aquí en la tierra donde debía desempeñar alguna labor...

Es por allí por donde avanza el mundo lleno de teología, de reflexión variada como ella misma, porque la conduce con la ILUMINACION que da el Espíritu Santo y aclara en todo momento. El Espíritu conduce por los caminos del DISCERNIMIENTO, de guiar según las circunstancias a cada individuo y cada corazón a lo que más le conviene, según sea el camino que debe recorrer. Cada ser humano es distinto en toda ocasión y por ser interlocutor habla y escucha de manera diferente todo el tiempo. Dios se manifiesta por todos los canales. Que la vida avanza desde los desamores y dolores, tragedias y frustraciones, que me hago amoroso, que aprendo a vivir con otros sin juzgar ni condenar, que es en medio de la compasión y la comprensión que avanzo por entre espinas. Que es sirviendo, alimentando, perdonando, predicando y acompañando a los humanos que necesiten, que me transformo.

...que es en medio de la compasión y la comprensión que avanzo por entre espinas.

Las gentes y los jóvenes no se asoman porque nuestro discurso es lastimero, de frases de cajón, inoperante, de repeticiones que poco animan, lleno de lugares comunes y sin sorpresas. Nuestras respuestas ni siquiera alcanzan a generar vida. Todo pareciera como si efectivamente hubiera ocurrido “La muerte de dios”, tal como lo declaró Nietzsche. Hoy, para hacer teología de la calle, hay que reflexionar sobre literatura, antropología, física cuántica, cosmología, bioenergética, psicología, neurociencias y otros muchos aspectos de la realidad humana; para predicar y animar al ser humano no solo vacío y carente sino necesitado de fe.

¿Cómo acercar a los jóvenes con nuestras predicaciones “desencarnadas” y repletas de dogmas?

¿Qué significa la fe, en un mundo amenazado como para que le hablemos de un credo desconectado de la realidad? ¿Cómo acercar a los jóvenes con nuestras predicaciones “desencarnadas” y repletas de dogmas? A ellos no les interesa esa creencia ni la postura religiosa. No les dice nada de nada. Su desinterés es total. ¿Cómo preparamos niños para recibir los sacramentos, con unas cargas de contenido que no entienden? Cuando los sacramentos son para traducirlos en nuestra propia vida y no un parlamento doctrinal.

Cualquier religión que deje de inspirar ya no tiene sentido y debe renovarse. La maldad en el mundo dibuja unos continentes revolcados, llenos de caos y de miseria, la maldad humana y su traducción en violencia es espantosa. Pero la Fe en nuestra trascendencia será un bote de salvación en la medida que inspire de formas nuevas y la compasión se asome a las gentes.

Por eso este cuadro lleno de flores nuevas para que la humanidad tenga un nuevo amanecer después de esta pandemia dolorosa que estamos soportando.

...para que la humanidad tenga un nuevo amanecer después de esta pandemia dolorosa...

Mientras, celebro con la emoción de la primera eucaristía cuando en 1992 monseñor Nel Beltrán me ordenó Sacerdote y con la sensación de profundo agradecimiento y mucha vergüenza celebro la Eucaristía con pena, porque el sacramento me desborda, pero la emoción alcanza.

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