La vuelta al mundo del osito Poah

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La vuelta al mundo del osito Poah

Las aventuras del osito Poah Tomo I 1


Poah, Poin y Love El osito Poah vivía en la copa de un árbol a las afueras de Londres. Llevaba allí por lo menos seis años, aunque él no lo podría asegurar, ya que no sabía contar. De pequeño, estuvo encerrado con sus padres y su abuelita en el zoológico de Birmingham, hasta que se hartaron del cautiverio y decidieron escapar. Una noche, le robaron las llaves de la jaula a un guardián y huyeron del zoo sin que nadie los viera. La familia de plantígrados anduvo toda la madrugada por caminos asalvajados., Finalmente, rendidos, se tumbaron bajo unos árboles en un bosque próximo a Londres. Poah se quedó profundamente dormido tras la larga caminata. Al despertar, comprobó con horror que sus padres y su abuelita habían desaparecido. ¡Papá, mamá, abuela!- gritaba por todas partes. Nadie respondió. 2


Ya por la tarde, encontró una correa que su madre siempre llevaba anudada al cuello junto a un charquito de sangre. Dedujo entonces que algún malvado cazador los habría asesinado. El osito Poah se quedó solo en el mundo.

Pasaron algunos años y Poah hizo de las ramas de un árbol su modesto hogar. Pero el bosque estaba lleno de taimados lobos que siempre se burlaban del osito. ¡Osito Puag, osito Puag, no vales ni para hacer climogramas! 3


Los lobos le hacían la vida imposible. Le robaban todos los frutos que recolectaba, le zarandeaban como a una pelota de criquet o lo despertaban a media noche con sus aullidos insoportables. Cierta mañana de primavera, Poah se levantó, como siempre, antes del amanecer, ya que era el momento en que los lobos se quedaban dormidos. Vio entonces al pie de su árbol a un ser extraño: Hola, osito. Me presento. Soy el pinguino Poin. Pingüino, querrás decir- respondió extrañado el osito. No- respondió Poin-. Soy un pinguino. Los lobos me robaron la diéresis. ¡Malditos lobos! ¿Y qué narices hace un pinguino o un pingüino en estas latitudes?

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La verdad, poca cosa.

Ambos conversaron durante todo el día, almorzaron juntos y se contaron sus respectivas vidas. En realidad, Poah se inventó la mitad; al quedar huérfano tan joven apenas sabía nada de sí mismo: ni dónde había nacido, ni cómo terminó en el zoo de Birmingham ni qué sucedió la noche en que su familia desapareció. Solo sabía que vivía acosado por los lobos. ¡Esto no puede continuar así!- exclamó Poin mientras la luna comenzaba a mostrar su triste rostro--. Debes demostrarles a esos carniceros que eres un ser valeroso. 5


¿Yo valeroso? De repente, desde detrás de un árbol retumbó una risa cavernosa. Era el malvado lobo Love, el líder de la panda de alimañas. ¡Ja, ja, ja! Conozco patatas y cebollas más valientes que este osito. En su vida saldrá de este bosque. ¿Cómo que no?-respondió Poin-. Te apuesto el pico y media pata a que Poah es capaz no solo de salir del bosque, sino de dar la vuelta al mundo. ¿Yo, la vuelta al mundo?- preguntó el osito avergonzado. Pues sí. Demuéstrales a estos lobos que bajo tu pinta de oso tontaina habita el mayor de los héroes. No solo vas a dar la vuelta al mundo, sino que lo harás en 80 días. Hoy es 2 de octubre, así que te esperamos de vuelta en este mismo árbol el 21 de diciembre a las 20,45. ¡Y sé puntual, que me he jugado el pico y me6


dia pata! Toma el sendero de las flores amarillas, que te llevará hasta Londres, y comienza allí tu aventura. Sin más remilgos, el pinguino Poin le dio una patada en el trasero y Poah comenzó su viaje. Mientras caminaba, no podía dejar de hacerse algunas preguntas ¿Cómo demonios me he metido en este lío? ¿Sobreviviré a esta aventura? ¿Cómo voy a dar la vuelta al mundo en 80 días si no sé contar? ¿De dónde vienen los limones? La luna vertió algunas lágrimas sobre la casita de Poah.

Babelius K. Protón

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El osito Poah en Londres Después de recorrer el largo sendero del bosque, el osito Poah llegó a Londres, la capital de Inglaterra. Allí conoció a Clara, una muchacha pecosa de ojos claros y rápidamente se hicieron amigos. Fueron juntos a una cafetería. Eran las cuatro de la tarde. El osito Poah y su nueva amiga tomaron un café y charlaron un rato. El osito Poah le confió las causas de su viaje Clara le preguntó si le gustaría visitar los principales monumentos de Londres. Al osito le pareció una idea magnífica, pero como estaba tan cansado, decidieron dejarlo para el día siguiente. La cafetería se encontraba enfrente de Hyde Park, uno de los parques más grandes de Londres y el osito Poah decidió que sería un buen lugar donde pasar la noche. Ya por la mañana, a las ocho en punto, el osito se desperezó y comió algunas bellotas que vio tiradas 8


sobre la hierba. Se lavó un poco la cara en un gran lago que había en medio del parque y llegó a las nueve en punto al Big Ben, donde había quedado con Clara.

- ¡Andando! -le dijo su amiga-. Te voy a enseñar en primer lugar el palacio de Buckingham, que pertenece a la familia real y es uno de los lugares más bonitos de toda Inglaterra. Después de visitarlo, le dijo su amiga: 9


- Vamos ahora a visitar London Bridge, el puente más famoso de Londres. Una vez finalizada la visita, Clara llevó a Poah al London Eye, una enorme noria desde donde se podía contemplar toda la ciudad. El tiempo estaba un poco nublado y corría una ligera brisa. Sin embargo, al montarse la brisa se convirtió en un amago de huracán y la noria tuvo que detenerse justo cuando Clara y Poah estaban en el punto más alto. Poah comenzó a temblar de miedo y, al estallar el primer trueno, su cabina comenzó a balancearse. Poah se tropezó con la pierna de su amiga y se cayó de la cabina. Clara lo sujetó por el brazo mientras centenares de personas observaban atemorizadas al osito, que colgaba a cien metros de altura. Sacando fuerzas de no se sabe dónde, Clara consiguió alzarlo e introducirlo de nuevo en el interior de la noria. Los mecánicos lograron poner el mecanismo en marcha y rescataron a los dos amigos. 10


Después de tan arriesgada aventura, Clara llevó al osito a su casa.

- Vamos a divertirnos un poco. Se tumbaron en un sofá y pasaron la tarde viendo la película favorita de Clara, una película de un mago que luchaba contra las fuerzas del mal. Al finalizar, Poah miró por la ventana y recordó todas las cosas que le habían ocurrido ese día. Clara se acercó al armario y cogió una bufanda. 11


- Toma, Poah. Si quieres dar la vuelta al mundo, debes ir más abrigado. El osito decidió que debía continuar su travesía y se despidió de su amiga. Se montó en el capó de un autobús que le llevaría al aeropuerto para dirigirse a su nuevo destino: París.

María Sánchez Fernández y Fernando Lavado Sánchez

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El osito Poah en París El osito Poah viajó de Londres a París, su primera gran ciudad para recorrer el mundo en 80 días. Cuando ya estaba en París, se acercó a una cafetería porque tenía hambre. Se pidió unos dulces típicos parisinos, un croissant y un macarons. Se imaginó en Disneyland Paris, pero pensó que perdería mucho tiempo.

Por eso, cuando terminó de comer, se dirigió a la torre Eiffel. Una vez allí, entró en el ascensor. Había un hombre llamado Laurent, que iba con una mochila 13


que se le cayó. Salió muy rápido del ascensor. El Osito Poah cogió la mochila y le siguió para dársela. Cuando se la devolvió, Laurent y Poah se hicieron amigos y entre ellos nació una gran amistad. El Osito Poah se despidió de Laurent y este le dio una guía de monumentos para que no se perdiese por la capital de Francia. El osito siguió esa ruta. Su siguiente parada sería el Arco de Triunfo. El Osito Poah preguntó a un guía: . ¿Por qué se ha construido este monumento tan extraordinario? El guía respondió: Es uno de los monumentos más famosos de la capital francesa y probablemente se trate del arco del triunfo más célebre del mundo. Fue construido entre 1806 y 1836 por orden de NAPOLEÓN BONAPARTE para conmemorar la victoria en la batalla de Austerliz. 14


Más tarde, Poah visitó el Palacio de los Inválidos, reconocido también como uno de los monumentos más importantes de París y donde está enterrado Napoleón. Poah se lo pasó muy bien y aprendió un montón de cosas. No se arrepintió de venir a París. Poah visitó otro monumento que estaba en la guía de Laurent: el Museo del Louvre. Pero el museo era tan grande que temió perderse.

El osito Poah se acopló a un grupo cuyo guía explicaba las obras más famosas del recinto. Cuando estaban en la exposición de cuadros, a Poah le 15


entraron ganas de ir al baño. Cuando salió de hacer lo que tuviese que hacer, el grupo se había esfumado. Estaba anocheciendo y el osito Poah tenía un gran problema, porque al día siguiente tenía que coger un vuelo para su próximo viaje y no había reservado hotel. Se quedó toda la noche bajo unos árboles del Jardín de las Tullerías y se comió el último croissant que le quedaba en la mochila. Trató de mantenerse despierto para no perder el avión del día siguiente, que despegaba a las 11,30. Pero poco antes del amanecer se quedó dormido. Al despertar, comprobó que eran casi las once. No le daría tiempo a llegar a pie. Pero entonces vio que justo enfrente del árbol donde había dormido había un autobús con un letreto: AEROPUERTO CHARLES DE GAULLE. Sin pensarlo dos veces se encaramó al techo del vehículo. Al llegar, un guardia de seguridad le dijo: - ¿Qué haces tú aquí solo? Y respondió: 16


- Iba con un grupo y me perdí. Después me quedé dormido en un parque enorme y ahora no sé si me dará tiempo a coger el próximo vuelo. Debo ir a Italia. El guardia no se lo pensó dos veces. Lo cogió de la mano y consiguieron comprar el billete dos minutos antes de despegar del avión. Poah, ya relajado, echó el asiento hacia atrás rumbo a Brindisi.

Aya Zarouki Nsseri y Nuria Molina Redrejo

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El osito Poah en Brindisi El osito Poah no sabe contar El Osito Poah acababa de llegar de París. Hacía dos horas que el avión había aterrizado y estaba cansado de tantas historias. Se coló en la habitación de un hotel y se tumbó en el sofá. En la televisión ponían El Padrino. - ¡Soy todo un genio! -gritaba orgulloso mientras daba miles de vueltas por el sofá de la habitación-. Seguro que si me picotean el cerebro sale extracto de genio. ¡Quiero ser un Corleone, un mafioso! Así nadie se reirá de mí. Se lavó su carita, el morro y las patas Recogió todas sus pertenencias de la habitación y salió a la calle. Vio a una joven y le dio su bendición. Eso hacían los mafiosos. Quiso viajar a Roma, pero estaba petado, así que no le quedó más remedio no le quedó más remedio que 18


permanecer en Bríndisi, una ciudad que no conocía ni el tato, pero con una historia particular y entretenida. Como no conocía a ningún mafioso, decidió formar su propia mafia. No sabía mucho de esos temas porque era o muy tonto o muy ingenuo. Se instaló en un hotel de Palazo Virgilio, valorado en 4 estrellas porque era todo un finolis. Lógicamente, se coló por las tuberías del alojamiento, porque en su mochila apenas llevaba unas monedas. Apareció en una habitación de lujo y encontró debajo de la cama un fajo de billetes. Sin duda, debía de pertenecer al anterior inquilino, algún maleante que guardaría el dinero de sus fechorías bajo el colchón y habría tenido que huir a toda prisa al ser perseguido por los carabinieri. Poah no sabía contar bien. Tampoco sabía tomar decisiones por sí mismo, Su familia y amigotes siempre decían lo que era mejor para él.

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Pero no le debía de importar pues estaba seguro de que iba a poder conseguir hacer aquello por su propia pata. Se fue a una tienda de disfraces a comprarse una camisa ancha,, una americana marrón y un bonito fedora,. Se vistió luego en el hotel con mucho gusto, pero al mirarse al espejo se estresó. Su aspecto no intimidaba.

Una de las características más importante de los mafiosos era la dominancia,, la delicadeza y esa forma 20


especial de intimidar, Poah miró algo triste sus patitas y hocico. No daba miedo. Se esforzó por hacerse pupitas en su mejilla para lucir más guerrero, pero solo terminaba siendo un cachorro herido, Dio un paseo por las antiguas callejuelas de Brindisi. Llamó a gente peligrosa que aparecía en los carteles de SE BUSCA, entre ellas había un cura,, un motorista y una adolescente que parecía algo ida. Un par de horas más tarde se reunieron en una trattoria y el omnívoro se puso a contar sus planes. Trataron de robar un banco, pero al oso le traicionó su alergia y comenzó a estornudar por las flores de la entrada. Después fueron a un museo para intentar robar un cuadro de Tiziano. El osito tocó el cuadro con curiosidad, se cayó estrepitosamente contra el suelo y saltaron todas las alarmas. 21


Finalmente, unos sicarios los contrataron para secuestrar a un importante político ruso. Les darían 5 millones de euros como recompensa. ¡Por fin lo lograron! Consiguieron hacer pupa a un colega de Putino. Cuando concluyeron su trabajo, aclararon las cuentas muy animados. El osito sentía que por fin servía para algo. Hasta que . .

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Sus colegas mafiosos se repartieron el dinero, pero el oso. NO SABÍA CONTAR. Alguna extraña intuición le hizo sospechar que los siete billetes pequeños que le entregaron no era la parte que le correspondía. Al darse cuenta de aquella estafa entró en una depresión diagnosticada, dejó el sueño de la mafia y aprendió la importancia de las matemáticas. Harto del psiquiatra, se fue llorando como un niño pequeño a su siguiente destino: Suez..

María Morales García

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El Osito Poah En Suez Tras el desastre de viaje asqueroso que tuvo (no por nada, sino porque en transporte se gastó todo el dinero que le dieron en la calle solo porque les daba pena) llegó a Suez, ciudad de Egipto. Suez era un lugar que no conocía ni dios; seamos sinceros: cuando alguien lee Suez, lo primero que piensa es: ¡ME ESTÁS INSULTANDO, QUÉ POCA VERGÜENZA! Dejando aparte el tema de que Suez es un insulto, el osito Poah fue a una farmacia a comprar antidepresivos -que tenían una bendición súpermágica-increíble-amazing-preciosa-milagrosa a la que le daría un 10 sobre 10-, que le hizo curarse de todo lo triste. Estando más feliz que una papaya en pleno verano comprando pepinos, fue a darse una vuelta por la ciudad y se paró en la heladería Ice Pan, que se encontraba cerca de la mezquita.

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Paseando por los alrededores, se encontró una desfachatez del tamaño de una casa, un colegio exclusivo para mujeres. Solo hay que pensar en todas esas manifestaciones de mujeres por la calle que hacen destrozos por el derecho de la mujer y, de repente, un colegio exclusivo de mujeres en el que enseñan, por ejemplo, a fregar el suelo con un cepillo de dientes. El osito Poah llamó a una amiga de twitter, @ErizaAnastasia_MuerteMachirulo, a quien había conocido por internet en la travesía desde Brindisi, y que es una misándrica de cuidado. Le contó a la muchacha lo que pasaba en Suez, y la mujer, indignada, llamó a todas sus amigas para hacer una revolución en Suez. El osito Poah se fue tan pancho para su hotel, se dio un baño de agua calentita, cenó y se tumbó en la cama riéndose de lo que sucedería al día siguiente en las mismas calles que en las que estuvo. Era por la mañana. El osito Poah se levantó con ganas de parranda cuando, de repente, la llamó 25


@ErizaAnastasia_MuerteMachirulo diciéndole que estaba en el aeropuerto. El osito Poah salió de su cuarto y se vistió mientras bajaba por las escaleras. Cuando llegó a la calle, ya se encontró a su grupo (a ver, vamos a explicar los hechos, sé que parece estúpido e ilógico que en menos de 5 minutos llegase un grupo que estaba en el aeropuerto a un hotel, pero como el osito Poah no conocía Sindy Nero tuvo que alojarse en el hotel que se sitúa frente a su próximo avión para no irse a la chucha). Las muchachas de entre 14 y 19 años le dieron pancartas y demás cosas al osito Poah y este las agarró sin rechistar. No tardaron ni 15 minutos y ya estaban creando revuelo por las calles de Suez. El osito Poah, al ver tanta gente, se agobió y se fue al puerto y se coló en un barco a Bombay. Moraleja: No metas a misándricas en Suez xd porque tiene palo.

Pollo 26


El osito Poah en Bombay El barco en que viajaba como polizón el osito Poah atracó en Bombay después de atravesar el Canal de Suez y todo el mar Arábigo. Una nueva aventura le esperaba. El osito estaba nerviosísimo por descubrir su tan esperado viaje a las cuevas de las Islas Elefanta, uno de los sitios más misteriosos y fascinantes de Bombay. Le habían hablado muy bien de ellas y quería disfrutar del lugar. -Perdone, ¿me podría decir dónde está el barco para ir a las Islas Elefanta? -le dijo a un hombre de mediana edad; claro, que lo había hecho en hindú. -Qué casualidad, hablas con la persona correcta. Yo soy el guía de las cuevas. Dentro de dos minutos zarpamos. Es el segundo barco a la derecha. -Muchas gracias señor-, contestó dulcemente.

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Poah se dirigió adonde le habían indicado. El trayecto fue agradable y corto; llegaron a las islas en dos pestañeos. -¡¡Por aquí!!-. gritó el muchacho de antes moviendo los brazos para ser visto. El grupo ya estaba reunido con el guía. Les introdujo un poco la historia: que si portugueses invasores, irlandeses, portugueses otra vez… Todo ese rollo que para unas personas puede ser curioso, pero para otras la historia solo les sirve para dormir. Un par de bostezos más y podrían entrar, por fin, en las cuevas. Y así sucedió. Poah tomaba fotos y escuchaba lo que significaba cada estatua presente en cada sala. Solo había disponibles tres, las otras dos no eran accesibles para el grupo. Al rato, se formó un tapón en el cual Poah era el más indefenso. No dudó en salir del barullo. Entró en otra sala. Por cada paso que avanzaba, todo se volvía más oscuro. Ya no se veía nada. El oso solo confiaba 28


en sí mismo y siguió andando en línea recta. Su cabecita comenzó a funcionar y recordó que tenía un par de linternas en su mochila. Las sacó. Alumbró al frente: una enorme estatua con tres caras estaba delante de él. Un poco más abajo, unos grandes signos se agrupaban en el suelo. El oso sacó la guía turística y buscó en la sección de estatuas.

Estatua de tres caras: Se trata de los tres dioses; Brahma es el creador, representado con un gesto bondadoso. Vishnu, es el conservador, de gesto amable y sereno. Shiva, el destructor con rostro cruel y violento.

Tras leer el texto, el pitido del reloj del oso sonó, indicándole que era hora de marcharse a su nuevo destino. Pero tras echar un último vistazo a la estatua 29


de las tres caras sintió un escalofrío, una sensación extraña, algo así como la llamada de la sangre. Una voz interior, o quizás una voz que provenía de la estatua, le impelía a abandonar la isla. En su cabeza empezó a distinguir con claridad una ciudad de siete letras: Calcuta. Salió de las cuevas y, movido por un sentimiento irracional, se dirigió a la estación para tomar el primer tren a la capital de la Bengala Occidental.

Claudia Joaquina Rodríguez Illana

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El osito Poah en Calcuta El osito Poah llegó en tren a Calcuta tras recorrer la India de parte a parte. Después de descansar un rato a la orilla del río Hugli, decidió visitar varios monumentos y museos famosos. Por la tarde, en el Indian Museum, uno de los museos más importantes de la ciudad, se encontró con una mujer que trabajaba allí. A él le pareció muy interesante, así que quedaron para montar en elefante y de esta manera el osito Poah podría conocer más la vida de esa mujer.

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A la mañana siguiente, montados en el elefante, hablaron un poco de sus vidas. Por pura casualidad, se dieron cuenta de que eran familia. La mujer era ni más ni menos que la abuela del osito Poah. Entonces el osito le contó que era huérfano. Ella, entristecida, le confesó que también lo era. Al día siguiente, ella le invitó a su casa y le ofreció un té. Cuando fue a prepararlo, el osito se quedó solo en el salón y vio una foto de sus padres partida a trozos. Él se temía un terrible secreto, así que empezó a investigar. Mientras la señora calentaba el té, se puso a remover todo el salón. Encontró un diario donde estaban escritos muchos de los secretos que sus padres le habían ocultado; por ejemplo, que había nacido en el Japón y que una banda de malvados cazadores furtivos los habían apresado para confinarlos en un zoológico de Birmingham. De repente ¡no se lo podía creer!, descubrió... descubrió... ¡que la señora había matado a sus padres! Los había envenenado con bayas 32


tóxicas para que el pobre Poah sintiese la misma pena que ella sintió al quedar huérfana. Quedó tan impactado que se largó de allí a toda prisa. Preparó un plan de venganza; al fin y al cabo, algo había aprendido de la mafia italiana. Cuando menos se lo esperase, Poah invitaría a su abuela a tomar el té y la mataría con las mismas bayas con que ella mató a sus padres.

Llegó el día señalado. Se sentaron en una casa de té próxima a un templo hinduista, donde de nuevo vio la 33


estatua con tres caras que tanto le sobresaltara en las cuevas de Isla Elefanta. Cuando la abuela se giró para sacar un abanico, Poah vertió las bayas dentro de la infusión. El efecto fue fulminante y la anciana cayó desplomada. Justo en ese momento, dos sacerdotes salieron del templo y atendieron a la abuela de Poah. - ¿Qué has hecho, maldito? -le recriminaron. - Ella mató a mis padres y me he vengado- contestó envalentonado el osito. - ¿Poah? - Sí, soy yo. ¿Cómo sabéis mi nombre? - Esta señora a la que has intentado matar es mi madre -dijo uno de ellos-. - Entonces, tú eres mi padre. Pero no entiendo nada... ¿no estabais...? - No, cuando escapamos del zoológico nos apresaron unos guardas forestales y nos vendieron a tu abuela, a 34


tu madre y a mí a unos traficantes de osos. Conseguimos escapar y, desde entonces, tu madre y yo hemos vivido escondidos en este templo mientras fingíamos ser sacerdotes. A tu abuela le dio por trabajar en un museo. - ¿Y por qué la abuela escribió en su diario que os había asesinado? ¿Y por qué tenía fotos vuestras hechas trizas? - ¡Oh, Poah! La abuela lleva años trastornada. De repente,, el otro oso se despojó de sus atuendos y Poah observó la carita dulce de su madre. - ¡Hijo mío! Los tres se abrazaron y lloraron un buen rato. Pero entonces, el padre de Poah se dio cuenta de que la abuela estaba agonizando. Fue corriendo a buscar al Gran Brahmán, cuyos poderes curativos eran conocidos en toda Bengala.

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Poniéndose las manos sobre la cabeza, recitó unas oraciones y mandó que la anciana reposara toda la noche. La abuela se despertó bien entrada la mañana. Estaba observando a los tres osos en la habitación, sin acordarse de nada. El hechizo del Gran Brahmán había sido muy potente y se había reencarnado en la Madre Teresa de Calcuta. Para celebrarlo, se fueron todos a comer pollo al curry. Pero Poah debía seguir su camino, de ahí que, tras despedirse de su familia, tomase un avión hacia Hong Kong.

Laura Bejarano Rodríguez y María Iglesias Durán 36


El osito Poah en Hong Kong El osito Poah, tan aventurero como siempre, vuelve a visitar otra gran ciudad, Hong Kong después de su viaje un avión.

. Continuaba su gran aventura, después de haber pasado por Calcuta, menos mal que aún no sabe lo que le espera aquí, en China. 37


El osezno recorría la carretera en un taxi. Contempló la gran masa de personas acumuladas a las orillas de la desembocadura del río. Poah era demasiado curioso, con lo cual no pudo resistir la tentación de acercarse. Por su “gran” tamaño, no podía estar muy al fondo, así que se posicionó en el frente. Llegó a contemplar una enorme figura aterradora. Era enorme, alargado, tenía bigotes de casi dos metros. Pero además de eso, resaltaba aún más por sus variados y atractivos colores. El oso tenía miedo, demasiado, a decir verdad. Su cuerpecito no dudó en echar a correr. Unas lágrimas le saltaron de los ojos por el pánico. Envidiaba a la gente que podía bailar y festejar alrededor de estas monstruosidades. - Mamá, vamos a ver al gran dragón. Le decía un pequeño niño todo mellado a su madre, la cual aceptaba la sugerencia amablemente. Poah 38


sintió más ganas de alejarse de allí y no volver jamás a esta ciudad. Y menos cuando se enteró de que: ¡HABÍA DRAGONES! La música se alejaba más y más, dando a entender que se encontraba lejos del río. Tomó aire llenando sus pulmones y sacudió sus piernas llenas de polvo. De repente, sintió un fuerte dolor en su barriga: alguien lo había agarrado. Por su mala suerte, la música iba aumentando al igual que los gritos animados de las personas. Tuvo que subir por una fina plancha de madera. Cuando por fin pudo darse cuenta, su mareo aumentó; se encontraba en el lomo del monstruo. Todas las personas tenían remos que usaban, obviamente, para mover la barca. No lo hacían con tranquilidad, todo lo contrario, estaban compitiendo. Definitivamente, el osezno echó todo lo que llevaba dentro; en resumen, vomitó. Gracias a esta acción, pudo darse cuenta de que no era tan malo estar 39


montado ahí. Más que de bestia horrenda, el dragón se asimilaba a una carpa muy bonita. ¡Victoria! Su barco había ganado aquella carrera. El osito Poah pudo degustar unas tremendas bolas de arroz rellenas de atún y cubiertas de algas. Era lo más rico que había probado en todo su viaje, después de haber sufrido tanto al principio, es lo más justo obtener una recompensa, ¿no? O no, era hora de marcharse a su nuevo destino y embarcarse en su nueva aventura…

Carmen Morcillo Sosa y C.J.

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El osito Poah en Shanghai El osito Poah llegó a Shanghái, una populosa ciudad en el extremo oriental de China, después de una tortuosa travesía en barco por todo el mar de la China. Fue a visitar el jardín Yuyuan y allí encontró un hermoso gatito, pero desgraciadamente, como tenía chapa, lo tuvo que dejar escapar. Más tarde, el osito Poah se fue a cenar a un restaurante muy conocido de la ciudad. De repente se chocó con Carlos Right, un cantante bastante famoso. Ambos se comenzaron a hablar y decidieron quedarse a cenar juntos. Carlos se tenía que ir antes de lo esperado porque tenía que dar un concierto y le ofreció al osito que fuera con él y este claramente aceptó. ¡Se lo pasaron fenomenal! Al día siguiente, el osito se despertó, desayunó y siguió haciendo turismo por Shanghái. Sin darse cuenta ya daban las dos en punto, así que se dirigió al restaurante más cercano que encontró. Allí fue a 41


probar el increíble y majestuoso “Hot Pot” (Olla Caliente). Cuando se lo llevaron y fue a probarlo, se le puso la lengua más roja que un tomate. No veáis la que lio… tiró todo lo que había en la mesa, destrozó todas la demás cosas de los otros comensales… El responsable del restaurante le obligó a pagar todos los destrozos que había causado.

Después de todo, el osito Poah descubrió que se dejó la cartera en el hotel, así que no le quedó más remedio que hacer un simpa. ¡Suerte tuvo, pues no le pillaron de milagro! 42


El osito Poah, desesperado, se fue corriendo y sin darse cuenta… ¡le atropelló un coche! Recibió un golpe bastante fuerte y se quedó en el suelo inconsciente y con la cabeza ensangrentada. Rápidamente el joven conductor se bajó de su coche e fue a ayudar al osito. Llamó a una ambulancia, que apareció unos minutos después. Se lo llevaron al hospital y el osito Poah entró en coma durante una semana. Al final, después de esa semana, el osito Poah aún en coma, se encontraba acompañado del conductor que lo atropelló, llamado Xiao y también estaba su amigo Carlos, que en cuanto se enteró de todo lo que había sucedido, inmediatamente fue al hospital. Ambos hablaban animadamente, cuando entró en la habitación una enfermera muy guapa y bastante conocida por todo el hospital, Alba Reche. Ella conversó un momento con los dos y después se dirigió a ponerle los medicamentos al osito. Se le quedó mirando fijamente y se le puso cara de 43


enamorada. El osito, poco a poco, fue abriendo los ojos y la enfermera se alejó un poco; se encontraba bastante sonrojada. Los chicos estaban felices porque por fin había despertado. El osito se fijó en la enfermera, le sonrió y le preguntó a los chicos qué hacía allí. Se lo explicaron con detalle. Pasaron unos días. Xiao, Carlos y el osito Poah se hicieron íntimos amigos y Alba y el osito se convirtieron en pareja… Pero ambos sabían que su relación no podía durar mucho. El osito debía seguir con su viaje. Llegó el día de la separación. Alba, Carlos, Xiao y el osito caminaban por el Bund de Shanghái, lugar donde el osito cogería el barco para llegar a su próximo destino. Todos estaban bastantes tristes, sobre todo Alba. Cuando llegó el momento de la despedida, todos se abrazaron fuertemente y la enfermera rompió a llorar. En esos momentos sonó una alarma que indicaba que los pasajeros debían subir al barco. Alba y el osito se abrazaron por última 44


vez, prometiendo volver a verse y estar juntos para siempre. Xiao y Carlos los miraban con una sonrisa y ahora sĂ­, el osito se subiĂł al barco, con destino Yokohama.

Samuel Garrido Pacheco y Claudia Chaves Alzate 45


El Osito Poah en Yokohama El Osito Poah acababa de llegar de Shangai, Había viajado en barco y tras la fatigosa travesía se sentía muy mareado. Llegó una tarde de abril, en la época del sakura y del ume, que representan el comienzo de la primavera. Pétalos de cerezo y ciruelo chino por todas partes; era precioso, pero no podía disfrutarlo por su alergia. Se tomó las pastillas para la alergia y siguió su camino. Decidió ir a “China Town”. Allí le ocurrió algo temible. Se encontró a los Yakuzas, la mafia japonesa. Estos le llevaron a “Yokohama landmark tower”. No sabía por qué, pero le empezaron a contar la leyenda de “Baby coin locker”. Como el osito Poah era tan miedica, empezó a temblar, porque… Cuenta la leyenda que dos madres abandonaron a sus hijos en los casilleros de la estación de Yokohama. 46


Los Yakuzas le dijeron que iba a acabar como esos niños. Encerrado en los casilleros de la estación de Yokohama, decidió echar a correr en cuanto se dieran la vuelta. Eso hizo, pero empezaron a perseguirlo. Él no tuvo mejor idea que meterse en el Festival Pikachu de Yokohama.

Al entrar, encontró un par de pikachus de su talla y, como era de esperar, se lo uno de ellos. Menos mal, ¡los había despistado! Siguió andando y, después de media hora, se quitó el traje. 47


Una vez superado ese bache, decidió ir al parque Sankei. Estaba cansado. Se tiró la tarde entera allí. Cuando se dio cuenta de que ya había pasado dos veces por ese lugar, salió del parque y se dirigió al hotel. Al llegar estuvo viendo qué iba a hacer al día siguiente. Decidió regresar al Yokohama landmark tower, pero sin quedarse solo en ninguna parte. Eso hizo. Estuvo toda la mañana esperando para entrar hasta que lo consiguió. Era precioso, pero no tenía mucho tiempo, porque en unas horas saldría su avión para San Francisco.

Carmen Martín Ríos y Berta González Fernández

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El osito Poah en San Francisco -Atención, en unos minutos se procederá al aterrizaje en el aeropuerto de Santa Marta -dijo la azafata del avión entusiasmada. Poah, preparado para salir, pensaba en qué le depararía ese viaje. No le convencía mucho ir a un puente rojo en el que habían perdido la vida miles de personas…

-Pueden bajar del avión- dijo la azafata un poco cansada. Poah bajó del avión y rápidamente buscó un taxi que le llevara hacia el hotel donde se hospedaba, 49


pero no encontró ninguno disponible, así que la única opción era ir en el autobús urbano. Pero Poah no quería ir en autobús porque tenía un mal presentimiento… A la una y media de la tarde, el autobús salió rumbo a Los Santos (una avenida cerca del Golden Gate Bridge). Cuando circulaba por el puente, se empiezaron a escuchar de repente unos sonidos extraños. Se trataba de tres avionetas aproximándose sobre el puente. Los copilotos comenzaron a disparar con M16's hacia los coches, cundiendo el pánico entre los pasajeros de todos los automóviles en el puente. Un coche explotó y obligó a los demás a detenerse. Poah, en ese momento, estaba muy asustado, y sin nada mejor que hacer al respecto, se puso a pensar en un plan para poder salir vivo de aquella situación. 50


Los aviones aterrizaron de forma brusca, bloqueando las dos salidas del puente. Un hombre extraño, vestido de negro con una mascara de gorila que le ocultaba el rostro, tomó un megáfono y comenzó a hablar a voces.

-Buenas tardes, al habla el cabecilla de este asalto. Como podréis comprobar, estamos armados. Si alguien se niega a obedecer, lo acribillamos. No queremos hacerle daño a nadie, por lo que puede que hagamos la vista gorda en algunas cosas. 51


Permaneceréis en el vehículo en el que os encontréis, y no vais a salir, porque hay un infiltrado en algún vehículo que os fusilará sin daros cuenta. ¿Estamos? – dijo el cabecilla del grupo con el poder en sus manos. Desde ese instante, todos los viejaros del autobús se preguntaban si el infiltrado estaba entre ellos en el vehículo. Poah tenía un plan, pero no podía llevarlo a cabo hasta que se despistasen un momento. De repente, el conductor del autobús dijo lo siguiente: – Atención, que nadie se mueva del autobús, yo soy el topo. Como alguien se levante del asiento va a tener un agujero en la frente. Si os estáis calladitos, será mucho mejor para vosotros. Poah se levantó y corrió hacia el conductor del autobús. Rápidamente, le colocó la cabeza sobre el volante, agarrándole fuertemente las manos hasta que se desmayó de dolor. Poah se sintió algo más seguro, 52


ya que había salvado al autobús y probablemente al puente entero. -Señoras y señores, tengo un plan contra esta gente, y vamos a salir de aquí. El plan es el siguiente: - dijo Poah con aires de jefe - Uno de nosotros ha de ser el cebo de los asaltadores, poniéndose a bailar en mitad de la multitud de coches. Yo me voy a vestir con la ropa del infiltrado y voy a hacer como que lo detengo. Iré hacia las avionetas y, una vez allí, asaltaré el avión y nos fugaremos. Cada cual se refugiará en su casa y yo partiré a mi siguiente destino. -¿Y qué hay de los dos otros aviones? -dijo una pasajera. – -Una vez en el aire, les dispararemos con las armas que encontremos y los destrozaremos. – dijo Poah 53


con una sonrisa de oreja a oreja. Los demás aceptaron y se pusieron manos a la obra. Un pasajero se bajó del bus y comenzó a bailar. Poah, ya preparado, recibió un mensaje por walkie del asaltante. -Tenemos a un objetivo a vuestro lado, repito, a vuestro lado-. Poah cargó una pistola que tenía el topo en su bolsillo y se bajó del autobús cogiendo de la camiseta al hombre que bailaba. -Me aproximo a vosotros, repito, me aproximo a vosotros. - Le dijo al jefe por el walkie. Se acercaron a la avioneta, y comenzó a disparar a bocajarro. Todos los del autobús salieron a correr y, finalmente, se metieron en la avioneta.

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-El plan ha salido a la perfección-, dijo Poah muy contento con el resultado.

Una vez dentro, derribaron las demás avionetas y los coches pudieron retomar su marcha. Poah dejó a los viajeros en la puerta de un edificio, se encaminó a la estación de trenes y se coló en una locomotora rumbo a Chicago.

Sergio Miranda Guerrero y Miguel Ángel Navarro

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El osito Poah en Chicago El osito Poah iba camino de New York para continuar su viaje. Estaba muy contento y entusiasmado por ir a New York, era una de sus ciudades favoritas. El avión en el que viajaba era un poco inestable, ya que la linea era poco fiable. De un momento a otro el avión empezó a descender hasta el punto en el que se encontró con que el avión estaba aterrizando en un descampado cerca de una carretera. El osito Poah, se encontró un poco despistado, ya que los demás pasajeros se empezaron a marchar de la escena. Poah, se dirigió hacia la carretera para intentar que alguien se apiadase de él y lo llevase consigo. Hizo rápido un cartel con las cosas que llevaba en la maleta y se puso manos a la obra. Estuvo allí durante horas sin descansar. Nadie se paraba a ayudarlo. No sabía qué hacer, hasta que, de repente, un furgón negro con letras rosas y blancas se frenó delante de él. 56


Al momento, el conductor de ese enorme furgón bajó la ventanilla, y dijo: - Hola, ¿qué haces aquí en medio de la carretera? ¿Te has perdido? - No, no me he perdido, es que mi avión ha aterrizado en medio de un descampado y no sé a dónde ir, ¿y tú quién eres? - Yo soy Ronald, el conductor del furgón de la gira de Operación Triunfo, ¿Te subes? - ¿En serio? ¿En serio puedo subir? ¡Sería alucinante! Yo soy el osito Poah, encantado de conocerte. - Igualmente, venga vamos, sube al furgón. El osito Poah subió al furgón con todos los concursantes de OT . El furgón era enorme, tenía una especie de cocina con muebles pequeños pero bonitos, con una mesa espaciosa, que le gustó mucho; al lado se encontraba el baño, era mucho más grande que la 57


cocina, tenía muchas toallas en un banco en el centro de la sala, muchos lavabos y una sola ducha; fue a dejar su maleta en el dormitorio, era grande y espacioso, como las dos anteriores salas que vio, se quedó una litera que estaba al lado de la puerta a la cocina. Estaba en un sueño, estaba en el furgón de OT, ¡era impresionante! El furgón arrancó dirección a Chicago. Poah se encontró con algunos de los integrantes de la gira, 58


otros se encontraban en la sala de grabación ensayando para su primer concierto en Chicago. Habló con muchos de ellos de a dónde habían ido de gira esos últimos meses y de qué tal su vida después del concurso. Le contestó un simpático llamado Miki: - Pues venimos de San Francisco y vamos para Chicago que tenemos un concierto en el estadio de los bulls en el primer descanso. A lo que el osito Poah contestó: - ¿Cómo, a Chicago? Yo pensé que nos dirigíamos directos a New York. - Pues claro, vamos a New York. Solo nos quedaremos esta noche para tocar en el partido y nos iremos al amanecer. - A vale menos mal… - Bueno, entonces, ¿te vienes? 59


-Vale, encantado. El autobús con destino a Chicago estaba listo para empezar el camino. Durante el trayecto, el osito Poah fue curioseando las habitaciones de aquel lujoso camión de gira. Era enorme, había una gran habitación situada en el medio del camión con todo el equipo necesario para los ensayos; también había una espaciosa habitación-dormitorio repleta de armarios y camas; luego, había una cocina con una alargada mesa y doce sillas para todos los integrantes de la gira; y por ultimo un baño con un gran yacuzzi y un retrete. El osito Poah se fue al salón de ensayos para ver a los cantantes en acción. Al cabo de una hora, llegaron al estadio de los Bulls. El osito estaba emocionado, fue un espectáculo emocionante. Durante el partido, Poah estaba expectante, todavía no se creía dónde estaba. Pero lo más emocionante fue cuando al final del concierto le 60


dijeron que subiera al escenario y le dedicaron las siguientes palabras: -Gracias a ti Poah, porque tú eres quien que nos ha inspirado estos últimos días, por eso queremos que sigas con nosotros.El pequeño Poah rompió a llorar en ese mismo instante, pero tuvo que rechazar la oferta ya que tenia que proseguir su viaje rumbo a Nueva York.

Edivia Díaz Pérez-Zubizarreta y Paula Calvo García

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El osito Poah en Nueva York Después de que nuestro valiente Osito Poah visitara Chicago fue a New York. Se coló en el hotel Hilton a través de las tuberías. Tardó mucho tiempo en deshacer su maleta ya que llevaba muchos abrigos porque era diciembre y hacia mucho frió. Después de media hora, el Osito Poah salió del hotel y alquiló una bicicleta con la que fue a Central Park. Había flores de muchos colores a las que nuestro osito tenia alergia, le picaba mucho la nariz, soltó una mano para rascarse y se cayó de la bicicleta. Una osita fue de inmediato a socorrerlo, aquella osita se llamaba Osita Rosita, y se se enamoró de ella en un segundo. La osita le llevo al hospital donde estuvo varias horas. Al despertar el osito no pudo darle las gracias porque se había ido. El osito Poah la buscó y la buscó para darle las gracias, pero fue en vano. 62


Volvió al parque y cogió su bici para visitar la Estatua de la Libertad, desde donde vio las maravillosas vistas de Nueva York: todos los edificios, las montañas a lo lejos y todos los parques nevados. Más tarde visitó Time Square y se quedó alucinado con toda la cantidad de pantallas que había en aquel sito. Ponían anuncios de tiendas y algún que otro programa de televisión. En una pantalla vio un anuncio de un restaurante donde estaba su comida favorita: la pizza de beicon con miel. De inmediato lo busco en Noepmac Maps para ir a comer allí. Cuando llegó pidió una pizza de beicon con extra de miel y una jarra de agua para acompañarla. Tras la comida el osito Poah siguió caminando por Time Square cuando vio un puesto de algodón de azúcar que era una de sus chuches favoritas, así que se compró uno azul y rosa, sus colores preferidos. Al día siguiente, eloOsito Poah tenía muchas ganas de visitar mas sitios. Se enteró de que había un lago que cada año en esa fecha se congelaba y se podía 63


patinar. Él no tenía patines, pero con sus pezuñas podía patinar bien. Lo intentaba hacer lo mejor posible.

Después de un par de horas se cansó y decidió comer en el hotel un poco de fruta y cereales. Al rato el osito se fue a un museo cercano para ver los dinosaurios y los cavernícolas, ya que era de historia natural, y allí se le hizo de noche. Sus últimas horas en New York las gastó en comprar un poco de comida para el viaje, preparar su mochila 64


y su maleta para regresar a Londres. El trayecto sería muy largo, ni más ni menos que cuatro días y nuve horas en barco. Nuestro Osito Poah se dirigía ya de regreso a Inglaterra.

Lidia López Andújar y Carla Jiménez Mato 65


El osito Poah en Liverpool Después de cuatro días y medio en barco y varias vomitonas, el osito Poah llegó a Liverpool. Se había aburrido tanto durante el viaje que simplemente pisar tierra firme ya era para él motivo de diversión. Tras un buen largo camino por fin encontró un hotel digno para sus finolis posaderas y se coló de nuevo por las tuberías. Cómo un osito se pueda colar una y otra vez por las tuberías es cosa que la ciencia aún no ha podido descifrar. Por la mañana el osito Poah desayunó, se lavó los dientes y se duchó para salir bien guapo a la calle. No sabía qué aventuras le esperarían en Liverpool y ya estaba cerca de completar la vuelta al mundo. Si habían trascurrido o no ochenta días era cosa que ognoraba, pues como es bien conocido, Poah no sabía contar. Sobre las doce y media fue a una tienda y compró unos recuerdos de Liverpool para tenerlos en su casita 66


del árbol. Después de ir esa tienda el osito Poah siguió su camino yendo hacía el centro de esta maravillosa ciudad porque escuchó que allí las personas hacían obras de teatro, magia y concursos de baile y canto tal y como a él le gustaban. Precisamente en la Plaza del Ayuntamiento, había un espectáculo de magia. Un mago con una chistera azul y unos zapatones verdes hacía las delicias del auditorio con sus trucos inverosímiles. Al ver al osito Poah lo tomó como conejillo de indias. Y ahora voy a hacer que desaparezca este este osezno. El mago cubrió a Poah con una manta y recitó su hechizo:

Sándala Mándala cuéntala trágala sáltala mágala fluye al ostrálaga Retiró la manta. El osito había desaparecido ante el jolgorio de los espectadores. 67


El osito estuvo viajando por el limbo sin saber muy bien dónde se encontraba. De repente, apareció en un lugar que parecía Hogwarts. Estaba rodeado de todo tipo de extraños artilugios. Un señor muy amable se le acercó y le preguntó si deseaba algo. ¿Dónde estoy? Está usted en Mooshy La La, una de las tiendas de antigüedades más conocidas de Liverpool. Por cierto, que estamos buscando un nuevo dependiente y su peculiar aspecto nos viene al pelo. A Poah le pareció una idea magnífica, ya que el lugar era encantador; sin embargo, dos causas le echaron para atrás. En primer lugar, debía completar su vuelta a mundo. En segundo lugar, la tienda estaba llena de flores y no paraba de estornudar. ¡De nuevo la maldita alergia! El pobre osito no conocía el Aerius ni el Rinoebastel. No obstante, el osito vio en la tienda una magnífica estatua, una reproducción de la estatua que viera en la Isla Elefanta: la estatua de las tres cabezas. Preguntó 68


por su precio, pero era carísima. Entristecido, el osito se echó a llorar. La estatua le había recordado a sus padres y a su abuelita, a quienes quizás no volvería a ver. El dependiente se apiadó de él y le dijo: No te la puedo rebaar de precio ni regalar, porque es de bronce, pero tengo un molde en escayola, más pequeñito, que quizás te guste. El amable dependiente se lo enseñó y el osito sonrió de oreja a oreja. Pondría esta escultura en lo alto de su árbol.

Una vez acabada esa aventura sobre las ocho de la tarde el osito Poah se dirigió al estadio de fútbol del 69


Liverpool también conocido como: "Anfield", ya que dentro en media hora se jugaba el partido contra el Chelsea, un equipo inglés muy importante. El partido terminó con la victoria del Liverpool por tres a uno. Al final del encuentro, el osito Poah se coló en los vestuarios y se hizo una fotografía con el líder del Liverpool, llamado Mohamed Salah. Una vez ya oscurecido el día el osito Poah se dirigió al hotel donde se alojaba. Se duchó y se preparó para bajar al buffet, donde probaría la mejor comida que ha probado hasta el momento. ¡Y eso que dicen que la comida inglesa es mala! Al día siguiente sobre las ocho y media de la mañana el osito Poah preparó su maleta para ir a la estación de tren y regresar a Londres.

Rubén Rodríguez Gómez

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El osito Poah en Londres Después de viajar varias horas en tren desde Liverpool, el osito Poah llegó por fin a Londres. Caminaba agotado por las calles cuando le empezó a entrar un sueño terrible y, como era tan dormilón, comenzó a pensar en una cómoda camita. Vio a lo lejos una casa enorme. Estaba cerrada a cal y canto y custodiada por dos guardianes con extraños sombreros, pero como Poah era capaz de colarse por cualquier rendija, consiguió entrar en una de las habitaciones del castillo. Pasado unas cuantas horas, el osito se despertó. Aún con los ojos entrecerrados, contempló que le estaban mirando dos personas con una corona cada uno encima de la cabeza. De repente, el osito se dio cuenta de que se había dormido en la habitación del rey y la reina. ¡Estaba ni más ni menos que en el Palacio de Buckingham! 71


El osito Poah salió de allí corriendo mientras los guardianes del Rey le perseguían con sus lanzas afiladas. El osito había dormido tan bien en los aposentos reales que se sentía muy descansado y sus patas se movían a toda velocidad. Jamás se había echado en una cama tan cómoda, ni siquiera cuando se coló en el hotel de Bríndisi. Por eso, consiguió escapar de los guardianes después de más de dos hora de persecución. Agotado después de tanto esfuerzo, se tumbó a la orilla del Támesis y nuevamente se quedó dormido. El osito madrugó y, antes de salir el sol, tomó el camino del bosque. A su espalda se dibujaba la silueta del Big Ben. Era 21 de diciembre.

Claudia Cabezas Barragán y Lucía Márquez Manchón 72


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