el bosque de niebla Fotos José Luis Aranda Adentrarse en sus recovecos es como explorar un bosque encantado: los musgos cubren el suelo como alfombra, el cansancio desaparece, el aire refresca, los rayos del sol bañan las hojas y los pájaros cantan para avisar la llegada de un visitante. Entrar al bosque de niebla es hablarse de tú con la naturaleza. t r av e l+l e i s u r e
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Para observar aves hay que caminar en silencio, sin que crujan las hojas secas del suelo. Así caminan los venados. Entonces debemos caminar como venados para ver aves. Pero para ver al quetzal hay que merecerlo, hay que ser bueno con la naturaleza, hay que tener suerte y hay que rezar. No como aquel señor que cazaba por miedo y ahora, por más que quiere, el quetzal sólo se le aparece en las hojas que se lo recuerdan. 106 d i c i e m b r e
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Hace mucho que no vemos a esta zorrita gris en el campamento. ¿Se la habrá comido un felino, la habrán cazado? Ojalá no, ojalá haya tenido crías y esté ocupada. Que sólo se haya mudado de colonia. Ojalá se haya vuelto invisible, entre las mil y un formas de los árboles. Y que esté ahí detrás de la corteza, observándonos. t r av e l+l e i s u r e
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El bosque de niebla estaba en todas las cimas de Chiapas, Oaxaca y Veracruz, pero lo hemos transformado en café, maíz, frijol y queso. Así que cada trago de café sabe un poquito a este bosque; cada tortilla de nixtamal, cada frijol con queso y crema. Por eso sabe tan rico todo. Lo bueno es que guardamos suficiente para que no se nos vayan los sabores. Para que cada bocado nos siga sabiendo a bosque y cada trago, a niebla. 112 d i c i e m b r e
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