La presa Castlereagh, vista desde el Ceylon Tea Trails Hotel. Página opuesta: monje budista en el templo de Dambulla, al norte de Kandy.
Sri Lanka fue uno de los primeros países del mundo en establecer un santuario de la vida salvaje, hace más de dos siglos. Y ahora se corona como uno de los lugares con mayor biodiversidad del planeta, donde se puede vivir un auténtico viaje de renovación. TEXTO y FOTOS • José Luis Ar anda
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Mundo verde El color del La Ahaetulla Nasuta, o víbora verde, mimetizada con las plantas. Centro: hojas de té recién cortadas. Der: flor aromática típica de la zona.
egún la cosmovisión budista, existen cuatro verdades: la existencia del sufrimiento,
la causa que lo provoca, la posibilidad de acabar con él y el camino para hacerlo. Pero ¿cómo aplicarlas mientras viajo en un autobús repleto que se detiene cada 200 metros, cruza curvas que me marean, y que no se detendrá hasta dentro de tres horas? Busco una salida al mareo y en la primera oportunidad me acerco a la puerta trasera, para que el viento me alivie y allí lo descubro, en el aire flota un olor que contiene otros miles: canela fresca, té recién cortado, pimienta madura, curry caliente, tierra húmeda. La espera eterna para que el viaje acabe parece evaporarse en el aire perfumado. Los libros sagrados recuerdan a Mahinda Thera, proveniente de India, como el primer predicador budista en Sri Lanka. Hace dos mil trescientos años, el rey Devanampiya Tissa decidió seguir el consejo de Mahinda Thera y así designar el área de Mihintale y sus alrededores como (sin saberlo, el primer) santuario natural, bajo un decreto que decía que allí se debía respetar el principio budista de no matar o lastimar ninguna forma de vida. Mihintale es ahora un monasterio y una reserva natural de casi mil hectáreas. Está situado a 15 kilómetros de Anaradhapura, la más grande e importante de las ciudades antiguas, que junto con Polonaruwa y Sigiriya, forman el triángulo cultural, reflejo sólido del esplendor de sus antiguos habitantes. Camino sobre la cima de las cavernas de Zambulla, a una hora al norte de Kandy, hasta encontrarme con un impresionante enjambre petrificado de rostros y cuerpos del Budha custodiados por las sombras, deshechas momentáneamente por el sol de occidente y el flash del grupo de turistas italianos que sigo a una sana distancia. La vista es limpia y amplia hacia la planicie central del norte, el corazón original de la cultura singalesa: el majestuoso Rajarata o Valle de los Reyes. Allí, si prestas suficiente atención, puedes escuchar las herramientas surcando la tierra o machacando un árbol entre voces singalesas o tamiles que se mezclan ya con aullidos y cantos lejanos. Justo en frente encuentro a Sigiriya, una roca de proporciones titánicas que, debo confesar, me hipnotizó desde el primer folleto turístico que cayó en mis manos. Alrededor de esta fortaleza natural, cuyas paredes fueron lienzo para frescos de artistas ahora olvidados, se extienden los más bellos jardines tropicales seguidos de pequeñas aldeas. Siguiendo las instrucciones de un aldeano doy con el Templo de la Roca, donde me encuentro con un monje con quien comparto una gran comida y la promesa de futuras cartas hasta que nos interrumpe un fuerte chaparrón. El monje me regala un paraguas, pero como evidentemente no resulta fácil andar en bicicleta con sombrilla me acerco a la gracia de un refugio compartido. Mis cómplices de grandes ojos me señalan las cuatro 78
Joyas locales Mariposa Mimo Rojo. Centro: comiendo del modo tradicional. Der: lirios silvestres.
Desde la tierra Orquídeas de Peradeniya. Centro: chiles srilankeses. Izquierda: un saltamontes en la vegetación.
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Mundo espiritual Uno de los tres Budas esculpidos de Gal Vihariya. izq: la presa Caslereagh, en Hatton.
Desde hace más de 2,000 años el área
de Mihintale es un santuario natural.
Valle de los Reyes Estatuas de las cuevas del tempo de Dambulla. Der: viajando por el norte del país.
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cascadas que derraman agua desde la cima de este gran templo natural. Cultivando viajes
En armonía Vista desde el centro de retiro Niebla Montaña, en Peradeniya. Der: recolectando hojas de té en Ella Tea Estate. Abajo, izq a der: la presa Castlereagh; un monje budista.
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La tierra y el agua dieron vida a una selva exuberante que por siglos ahuyentó a los más inquietos conquistadores de Oriente y Occidente.
Cuando llegué a Colombo aún llovía. Bajo el monzón recorrí una calurosa y bulliciosa ciudad repleta de tuk-tuk (mototaxis), mercados callejeros, templos irreales y autos lujosos. Esta ciudad parece no tener pies ni cabeza, más allá de su famosa identidad comercial. No pienso detenerme mucho tiempo aquí ya que a 500 kilómetros se encuentran mis próximos destinos: la ecléctica aldea de Pottuvil y la popular, surfera y muy musulmana Arugam Bay, donde los días transcurren con baños de sol y mar, y que fueran sorprendidas por el tsunami hace ya más de cuatro años. A los pies de las montañas del centro, en Belihul Oya, ha empezado el verano pero se han retrasado las lluvias. En las Llanuras de Horton y el Pico de Adán la neblina ha convertido esta región en un territorio autónomo gobernado por sanguijuelas. Poco más al suroeste, la reserva del Sinharaja vive desde hace dos meses un idilio de sol, pero en Kandy las cosechas están sedientas. Y todo esto en un radio de 150 kilómetros. Luego me enteré de que en esto no intervenía únicamente el cambio climático global, sino que estaba pisando el extremista territorio meridional de Asia central. Es la puerta al océano Índico, aquí se cruzan las corrientes del Mar Arábigo, el Golfo de Bengala y el resto de los vientos himalayos. Esta confluencia crea un tejido dinámico de microclimas que descansa y se revuelve sobre una formación sin fin de colinas tropicales. Así, tierra y agua dieron vida a una selva tan tupida, exuberante y llena de peligros que durante siglos ahuyentó a los más inquietos conquistadores de Oriente y Occidente, guardando celosamente en su vientre el reino singalés en la ciudad de Kandy. La selva dormía… hasta que llegaron los ingleses. Primero proliferó el café, pero después de una epidemia devastadora el terrateniente James Taylor decidió probar con el té. Las condiciones no podían ser mejores, un clima caliente y húmedo todo el año con variedad de altitudes y un terreno accidentado hicieron que la isla pronto produjera el té más fino del planeta. El sistema de cultivo en Sri Lanka se ha desarrollado desde hace mil quinientos años, y ahora, además de ser la fuente de ingresos de la población, se ha convertido en uno de los mayores atractivos de la isla para los viajeros. El agroturismo es un estilo de vacaciones que, básicamente, consiste en vivir un tiempo en el campo. Durante la visita, dependiendo del lugar, es posible ayudar con las tareas cotidianas, recoger frutas y verduras, andar a caballo, sembrar, cosechar, aprender y disfrutar de la vida local. Los niños que visitan las granjas a menudo nunca antes han visto un pato ni recogido el fruto de un árbol. Despierto con los primeros rayos de sol. Siluetas del bosque van y vienen en el techo de la enorme tienda de campaña en la que me estoy hospedando. Cuesta abajo y después de la
acequia comienzan las rocas a orillas del río Belihul Oya, todo dentro del River Garden Resort, mi hotel y la base de operaciones del EcoTeam. Mister Tilak es mi guía-naturalista, un multiexperto cuya historia contaré más adelante. Mientras tomaba un baño en el río, Tilak me cuenta que las libélulas de colores brillantes que en ese momento revolotean alrededor mío se acercan únicamente al agua más pura, la que “no está contaminada ni con la mirada”, por lo que sorbo un buen trago con confianza. El desayuno en la terraza con vista al sol que empieza a emerger desde detrás de dos montañas inmensas es indescriptible. Lo mismo que el paseo en bicicleta de montaña por los campos que rodean el resort. Con cada pedaleada nos adentramos en la misteriosa y cotidiana rutina del campo. Aunque es evidente que soy un extranjero, los campesinos que cruzan mi camino cargando leña se muestran muy amigables. Pero, al contrario de mis casuales compañeros de ruta, yo no me dirijo hacia el pueblo sino al monte. Muy pronto el paisaje se transforma y se convierte en un campo geométrico y armónico coloreado por todos los tonos de verde imaginables donde se cultiva arroz. Entre las terrazas de arroz logré ver a un granjero solitario, un hombre fuerte y de rasgos marcados por el sol que quitaba la hierba que crece alrededor de sus campos cultivados. Aunque en Sri Lanka se habla el idioma inglés, pues fue colonia británica por casi 150 años, en el campo no es muy frecuente, por lo que la comunicación gestual es la única posible a veces, y así me ocurrió con el granjero, quien con una alegre hospitalidad me invitó a pasar a su casa. La desconfianza tampoco es común en esta zona. Decidí seguirlo a través de un arroyo y dejarme llevar por esta improvisada visita. Al llegar, mi nuevo amigo subió a una palmera de la que cortó un par de cocos frescos. Al coco le dicen pol y es importantísimo en esta cultura. Existen varias especies en Sri Lanka, las más comunes son el Thambili o coco rey, de color amarillo naranja, y el Kurumba, verde y más tierno. Se le dan todo tipo de usos, sus cáscaras se apilan para contener la tierra al lado del camino o en la huerta de la casa, donde sus palmas pueden formar el techo y su madera, el soporte; las fibras se hilan para hacer cuerdas y costales, pero el uso más importante es en la comida, que es picante a morir. El pol sambol es un alimento endemoniado, mezcla de coco y chile; pero sin el picante se convierte en un dulce remedio: el platillo que más recuerdo es de frijoles negros con coco fresco rayado, una delicia que me abrió el horizonte. Y por supuesto está en la bebida, el arrak, que es el licor nacional y que resulta de la fermentación y destilado del néctar de las palmas del coco. Desde la sombra de la casa observé el jardín, que estaba lleno de especias, frutas, verduras y plantas medicinales. Cada persona del campo en Sri Lanka establece una relación directa con la tierra y su abundancia. En el home garden –como lo 83
Desde lo alto Una mujer hinduista. Abajo: atravesando Nuwara Eliya.
llaman– no puede faltar pimienta, clavo, frijol, coco, plátano, papaya, café, cardamomo, lechuga, jengibre, chile, tomate y hierbas medicinales, como la sábila. La gente las cuida pues sabe que les da sustento y conoce sus ciclos de cosecha. No es de extrañar que cada luna llena sea un día festivo y sagrado en todo el país. Conocen también las formas de secado y preparación; de hecho, las hojas que cortaba el granjero en el campo se usan para elaborar un aceite medicinal que desinflama, perfecto para una de mis rodillas que en ese momento pedían una tregua a tanto pedaleo. Tilak, mi guía, es un caso aparte. En su jardín tiene plantas medicinales con las que prepara antídotos contra el veneno de las serpientes más ponzoñosas, desde la cobra real hasta los cinco tipos de reptiles endémicos de la isla. Resultó ser que Tilak es especialista en serpientes, y cuando no está llevando a los visitantes de safari se propone dar cursos informativos en las escuelas para que los niños pierdan el miedo, tengan conocimiento y sepan cómo actuar si encuentran una en el camino. Salí de la casa del granjero luego de refrescarme con el agua de coco y, sin más ,nos saludamos como si fuéramos viejos conocidos, a pesar de la certeza de no habernos visto antes y de no volver a vernos jamás. El sabor del té
Cuando se trata de recorrer mayores distancias en Ceylán, como se conocía a este sitio antes de su independencia, nada marcha como el tren. Establecido para la exportación del té, sus vías recorren el corazón del país, desde la zona de las cascadas más admirables en Badulla y Belihul Oya hasta las vistas más lejanas en Haputale. El tren de las colinas termina su recorrido en Kandy, la capital cultural de esta nación, después de 120 kilómetros de recorrido. Llegué a Hatton en tren, y de ahí me transporté en el tuk-tuk más colorido que haya visto hasta el Ceylon Tea Trails Hotel, un glorioso complejo de cuatro bungalows restaurados, que antes sirvieron a los capataces ingleses de las plantaciones, y que ahora ofrecen una experiencia agroturística que envuelve el descanso, la inspiración, el lujo y la naturaleza alrededor de un solo y humilde motivo: el té. Empezar el día con una taza en la cama antes de inhalar el aire fresco y sus aromas silvestres es algo que no se olvida fácilmente. Un baño con jabón orgánico de té antes de un desayuno abundante en el mirador con vista al lago termina el protocolo del despertar en este sitio, y es más que suficiente para tomar fuerzas y partir rumbo a los campos. Nuestro guía, el señor Andrew Taylor, fue en el pasado el gerente de la plantación y es la tercera generación de expertos de té en su familia. El proceso del té comienza con la prodigiosa sensibilidad femenina para cortar las ramas con las últimas tres hojas del arbusto. Separar la más pequeña para el fino té blanco de puntas plateadas, y dejar el resto para extraer 40% de su humedad justo antes de la fermentación, es el paso más importante. Durante aproximadamente dos horas y media o lo que juzgue el gerente, dependiendo de la humedad y el calor del día, el té se tritura para activar la oxidación natural de sus hojas. Después, el secado detiene la descomposición, y finalmente se aplica el corte y la separación. De este modo es posible lograr las grandes variedades de té negro. Por la tarde llega lo mejor: se sirve una barra de las más exquisitas golosinas y una variedad de doce tipos de té, todos de la región. Nada más sugerente para el placer vespertino que un paseo por los elegantes jardines de cada bungalow. En la noche, después de la cena, la librería es el lugar para leer al calor de la chimenea o platicar con otros huéspedes. Ahí tuve la fortuna de conversar con Nick, quien resultó ser uno de los dueños del lugar, y que trata de pasar el mayor tiempo posible en alguno de sus bungalows. Nick y yo concluimos que, en este momento, el Ceylon Tea Trails Hotel es merecedor de dos estrellas verdes. La primera porque el bungalow de Norwood cuenta con una grandiosa huerta de la que, en la época de cosecha, se obtiene 90% de los vegetales de todo el complejo, lo cual lo hace casi completamente autosusten- (Continúa en la página 90) 000
Vista de Hatton desde los jardines del Ceylon Tea Trails Hotel.
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sri lanka
ciudad...
(Continuación de la página 84) table en esa área. Y la segunda, porque además de tener una política de ahorro de energía, la propia estancia trata de acercarse a la naturaleza, a las plantas y al ritual del té. Biodiversidad, la insuperable autopista
Llegamos al Parque Nacional Udawalawe, una de las doce grandes reservas salvajes de, según palabras de Marco Polo, la más magnífica de las islas de su tamaño. En este parque, que es conocido por su gran número de elefantes, en sólo dos días tuvimos encuentros con una cobra real, una pitón, muchos pavos reales, águilas calvas y de pecho blanco, búhos pardos, coco-
drilos, monos, tucanes, gallos salvajes, venados, pelícanos, búfalos, y una lista interminable de otras aves y mamíferos pequeños. Les pregunté a los guías si alguna vez habían caminado por el parque; ellos sólo rieron y contestaron que quien se bajara del jeep no viviría para contarlo. El parque Udawalawe es un gran refugio en donde el tiempo no pasa. Detrás de los fierros del camión se observa fugazmente la vida salvaje, no sin perturbar a los animales, que saben bien quiénes somos y a dónde vamos. Un par de días antes habíamos hecho una caminata de 12 kilómetros a través del prístino Sinharaja o Rey León, un bosque tropical oscuro, húmedo y misterioso tutelado por miles de sanguijuelas. Este microcosmos es hogar de las más increíbles especies de mariposas, flores e insectos. Caminar es un trance contemplativo del que sólo te sacan las indicaciones precisas de los guías al mostrarte insectos mimetizados al árbol donde se posan o plantas carnívoras que esperan pacientemente a su próxima víctima.
Los guías también te pondrán en alerta si aparece algún escorpión gigante o, por supuesto, las audaces sanguijuelas. Me pregunto si la sobrepoblación de sanguijuelas tiene que ver con un desequilibrio inusual de la vida en la selva. Aparentemente, la respuesta es no. Las grandes plantaciones de té, fascinantes y uniformes, con arbustos que no paran de producir desde hace 106 años, se han posado y multiplicado hasta el horizonte sobre un terreno que contenía cien veces cien la diversidad que ahora comprende, y si no es el té, es el arroz o el caucho. Sri Lanka es uno de los pocos países que todavía tiene más gente en el campo que en las ciudades, más en aldeas que en barrios, más personas que saben la diferencia entre un árbol de pimienta y uno de clavo. Muchos alimentos y productos no están industrializados y debido a su tradición budista, 38% de la población es vegetariana, lo que claramente se refleja en sus bajos niveles de cáncer, obesidad y colesterol. Hoy más que nunca, en la llamada lágrima de Asia retoña un oasis de biodiversidad, florece el agroturismo y se siembran los paisajes interiores con la rueda generosa del Dharma. ✚
GUÍA DE SRI LANKA VERDE
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enero − f ebrero 2 0 0 9 | t r a v e l + l e i s u r e
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CÓMO VIAJAR DENTRO DEL PAÍS Lo más recomendable Ikh Z[ 7i_W 9ebecXe >Wjjed F_ZkhkjWbW]WbW para grandes distancias es el tren o bien rentar IH? B7DA7 ?dZ_W un auto y recorrerlo a =Wbb[ tu tiempo, aunque un Ih_ BWdaW viaje en el tren de las colinas es imprescinprincipal del pueblo. Comida para dible. Los autobuses dos, 20 dólares. van siempre repletos y el viaje se hace eterno. Para el agroturismo, Curry Leaf lo mejor es rentar una bicicleta Uno de los mejores lugares de de montaña. comida srilankesa en Colombo. 2 Sir Chittampalam A Gardinier Quickshaws Tours Mawatha, Col 1; cena para dos, 3 Kalinga Pl, Col 5; quickshaws.com 20 dólares. EcoTeam Ceylon Tea Trails Hotel 20-52 Fairfields Gardens, Su tarifa incluye comidas del chef Colombo, 94-11/5333-0833; personalizadas tanto internaciosrilankaecotourism.com nal como local, variedad de vinos, EY Wde ßdZ_Ye
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barra de postres y carta de té de la región. Comida para dos, 50 dólares. Norwood Bungalow, Hatton, 94-11/230-3888; teatrails.com
mapa : oldemar
DÓNDE COMER Nescoffe Excelente lugar para el viajero alternativo, enclavado en el hermoso pueblo de Ella, entre cascadas y montañas. Darshanna, el dueño y gerente es el empresario más joven y próspero de la región. Comida internacional y srilankesa, con la especialidad del delicioso yogurt de leche de búfalo, ubicado en la calle
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Ceylon Tea Trails Hotel Una joya cerca de la naturaleza, situado en las faldas del Pico de Adán, en Hatton, este hotel es un lujoso y pacífico complejo de cuatro bungalows estilo colonial
Sigiriya Villge Cuartos lujosos con hermosa vista a la fortaleza de Sigiriya, piscina y un jardín orgánico para el autoconsumo. Habitación doble desde 100 euros; 94-11/223-1950; sigiriyavillage.lk
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DÓNDE QUEDARSE River Garden Resort Un ecohotel que ofrece tiendas de campaña estilo safari, bungalows o su exclusivo ecolodge. Tiene acceso al río Belihul Oya. Ubicado a una hora de Haputale, cerca de las cascadas Bmbarakanda y las Llanuras de Horton. Incluye bicicletas. Habitación doble desde 50 euros. 9411/228-0222; srilankaecotourism. com/belihuloya.htm
inglés restaurado y abiertos al público desde 2005. Cada Bungalow ofrece entre cuatro y seis habitaciones grandes con sala, comedor, jardín y vista al lago Castlereagh. Habitación doble desde 600 euros; Norwood Bungalow, Hatton, Sri Lanka 94-11/230-3888; teatrails.co
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CÓMO LLEGAR Las mejores opciones son volar vía Londres directo a Colombo, o bien de algún otro lugar de Europa con escala en Dubai, Emiratos Árabes, o en Mumbai, India. Sri Lankan Airlines vuela por ambas rutas conectando con Virgin, Lufthansa o Air France.
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