p u bl i c Revolving Doors
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was taking her place. Gunasekara was also founding the Energy 45 Fund, a non-profit “to promote the Trump energy agenda”4. Energy 45 is part of the CO2 Coalition, a “hard-core climate change denial organization” funded by the Kochs and the Mercer Family Foundation among others5. She joined her husband, Surya, also a member of Energy 45 Fund and a lobbyist for Capitol Hill Consulting Group representing the energy company, Ameresco. Prior to her appointment to the EPA, President Trump’s climate advisor, Senator James Inhofe, had appointed her as the Clean Aire Act and Climate Change counsel for the Senate Environment and Public Works Committee. According to Energy 45 Fund, she was the “chief architect” of Trump’s withdrawal from the Paris Climate Accord as well as a believer in “beautiful clean American coal” (Ibid). Of course, such devotion and myopia brought her back through the doors of the EPA where she became chief of staff for the EPA’s Andrew Wheeler. The continuity from Gunasekara to Wehrum has mirrored the transition from Bush to Trump —minus the Obama years. Under Trump, the EPA was at a twenty year low in staffing. 81% of participants in a survey from the Union of Concerned Scientists (UCS) admitted that the EPA was having an identity problem concerning the safeguarding of our environment and health and that 70% of respondents “Agreed or Strongly Agreed that agency leaders, picked from the very industries they are supposed to be regulating or who have a financial stake in deregulating those industries, have inappropriately influenced agency decision making.” For instance, the UCS found Trump officials, in and out of the EPA, had blocked the release of a government toxicology report on perfluoroalkys (PFAS) at the request of Dow Chemical, against the recommendations of the agency’s own scientists6. It was the Department of Health and Human Services who released that the chemicals, linked to cancers, developmental, reproductive, and immune system toxicity, and thyroid disease, was present in drinking water seven to ten times above what the EPA considered safe7. And, according to the Daily Kos, the EPA, under Trump, “is not going to regulate them, despite requirements that such chemicals be regulated under the Safe Drinking Water Act.”8 This politicization of the work of the EPA was a continuation of what happened during the Bush administration with mercury pollution which is still polluting the air we breathe at over 48 tons annually from power plants that 20 Joaquín january 2021
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burn “beautiful clean American coal”7; “EPA Ignored Science When Regulating Power Plant Mercury Emissions,” (2004 UCS report). Under the Bush Cap & Trade program, utilities were encouraged to retain coal rather than switch to natural gas and created “hot spots” of residues10 rather than reducing mercury emissions. Other programs saw cuts in pollution monitoring and the hampering of the agency’s ability to assess toxic emissions9. The Bush administration created more and new problems that ended in the courts, a precedent for the Trump administration. Puertas Giratorias viene de la vuelta
tar —reglas que, afirmó “serían derogadas”3. Desde esa reunión, Wehrum y Gunasekara básicamente han intercambiado lugares chocándose al encontrarse en esa puerta giratoria. Mientras Gunasekara renunciaba a la Oficina de Aire y Radiación de la EPA, Wehrum ocupaba su lugar. Gunasekara también estaba creando el Energy 45 Fund, una organización sin fines de lucro “para promover la agenda energética de Trump”4. Energy 45 es parte de la Coalición CO2, una “organización radical en el rechazo a la existencia de un cambio climático” financiada por los Kochs y la Fundación de la Familia Mercer, entre otros5. Thomas Block Gunasekara se unió a su Middlefield, OH esposo, Surya, también miembro del Energy 45 Fund e intemediario de intereses en Capitol Hill Consulting Group —representando a la compañía energética Ameresco. Antes de su nombramiento a la EPA, el asesor climático del presidente Trump, senador James Inhofe, la había designado como asesora en la Ley de Aire Limpio y Cambio Climático para el Comité de Obras Públicas y Medioambiente del Senado. Según Energy 45 Fund, fue el “motor” del alejamiento estadounidense al Acuerdo Climático de París por la Administración Trump, al igual que devota creyente en el “hermoso carbón limpio norteamericano” (Ibid). Por supuesto, tal devoción y miopía le abrieron las puertas de regreso a la EPA, donde Andrew Wheeler la convirtió en su jefe de personal en esa institución reguladora. Este juego de la silla entre Gunasekara a Wehrum ha sido la constante desde Bush a Trump —descontando los años de Obama. Bajo Trump, la EPA alcanzó un mínimo de veinte años en cantidad de personal. El 81% de los participantes en una encuesta de la Unión de Científicos Preocupados (UCS) admitió
pÚ b l i c a NOTAS/NOTES
1. Politico, 2/20/19 2. Sunlight Foundation, 12/4/14 3. New York Times, 8/19/18 4. Open Secrets, 2/13/19 5. Desmog, 11/8/19 6. PAN, 2/26/19 7. Catalyst, Fall 2018 8. Daily Kos, 1/30/19 9. C&EN, 12/22/08 10 “Health Going to Ashes,” Joaquin, Nov 2018
que la EPA tenía un problema de identidad con respecto a la protección de nuestro medio ambiente y salud y que el 70% de los encuestados “Estuvo de Acuerdo o Muy de Acuerdo en que los líderes de la agencia —las mismas industrias que se supone deben regular o que tienen un interés financiero en la desregulación de esa industria— han influido de manera inapropiada en la toma de decisiones de las agencias”. Por ejemplo, la UCS descubrió que funcionarios de Trump, dentro y fuera de la EPA, habían bloqueado la publicación de un informe de toxicología del gobierno sobre compuestos alquilo-perfluorados (PFAS) a pedido de Dow Chemical, contrario a las recomendaciones de los propios científicos de la agencia6. Fue el Departamento de Salud y Servicios Humanos quien reveló que las sustancias químicas — vinculadas al cáncer, la toxicidad del sistema inmunológico, reproductivo y del desarrollo y la enfermedad de la tiroides— estaban presentes en el agua potable entre siete a diez veces más de lo que la EPA consideraba seguro7. Y, según el Daily Kos la EPA, bajo Trump, “no los va a controlar, a pesar de los requisitos de que dichos productos químicos estén regulados por la Ley de Agua Potable Segura”.8 Esta politización del trabajo de la EPA fue una continuación de lo que sucedió durante la Administración Bush con la contaminación por mercurio —que aún contamina el aire que respiramos— proveniente de más de 48 toneladas anuales de plantas de energía que queman “carbón limpio, hermoso y norteamericano”7; “La EPA ignoró la ciencia al regular las emisiones de mercurio de las centrales eléctricas” (informe UCS de 2004). Bajo el programa “Cap and Trade (Límite e Intercambio)” de Bush, se alentó a las empresas de servicios públicos a seguir usando carbón en lugar de cambiar al gas natural y —en lugar de reducir las emisiones de mercurio— crearon “focos” de residuos10. Otros programas vieron una reducción en la supervisión de la contaminación y obstaculizaron la capacidad de la agencia para evaluar las emisiones tóxicas9. La Administración Bush creó más y nuevos problemas que terminaron en los tribunales… un precedente para la Administración Trump.