c u r r e n t Healing and Impeachment from the previous page
needs to be removed before the damage becomes even deeper and perhaps permanent. Without impeachment and conviction, Trump could continue to use the party platform to raise funds, intimidate leaders, spread new disinformation, inspire more conspiracies, work for re-election, demonize more law abiding public servants, connive with enemies of our country, and incite further rebellion and mayhem. The Republican Party cannot be restored as a responsible actor in our society while the menace of the Trump cult remains, and the cult can only be excised by removing its head and the potential for pardon. The belated reaction of social media by banning Trump’s access to their platform finally also recognizes the damage that his repeated lying has done to society. Many leading corporations have also withdrawn their support from Trump and the Republican Party because of their desire to avoid the taint of association. More still active Republican leaders, such as Senators Toomey and Sasse, have also joined in to condemn Trump’s role in the riot and express willingness to consider punishment. The explicit public recognition of Trump’s responsibility for inciting the riot has risen rapidly from about six in ten Americans to at least three out of four and will rise further, especially among his former voters, when the full horrors of his actions are exposed. The problem now is that not enough Republicans yet realize that Trump needs to be removed from the body politic in order for the nation to heal and their party to recover its balance. Too many Republican leaders are again saying that Trump learned his lesson, as they did in response to his first impeachment. Thus they oppose further action against him. Clearly, their fear of his continuing political influence impresses them more than their recognition that impeachment alone did not dissuade him from repeating the same type of phone call when he tried to twist the arm of the Secretary of State of Georgia “to find him 11,780 more votes.” Perhaps we Americans also need to be reminded that the failure after the Civil War to debilitate the leadership of the Confederacy helps explain why some of the rioters waved Confederate flags as they invaded the Capitol, not to mention that it also enabled them to reinstitute the quasi slavery Jim Crow system for nearly another hundred years. The United States also needs to learn from the experience of other nations whose pretend democratic leaders have used their popular bases of support to transform their societies into autocracies and dictatorships. It can hap4 Joaquín january 2021
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a c t ua l i da d
pen here, too. Trump’s obvious attraction to authoritarians such as Putin, Erdogan, Orbán, and Kim Jong-un show his true longing. We should recall Venezuela’s tragic story of the last thirty years. Hugo Chavez also organized a coup that failed and was convicted of sedition and imprisoned. However, his still loyal cultists argued that he had learned his lesson and won him a pardon that enabled him to return to politics. He then lead his populist movement back to political power, destroyed Venezuela’s democracy, transformed the richest country in Latin America into one of the poorest, and led over four million of its people to flee the tyranny he established. Not surprisingly, foreign observers of the assault on our capitol and the gun-toting thugs who have been openly intimidating leaders in Michigan, Georgia, Wisconsin, and other states have begun comparing the United States to a banana republic. The FBI has also warned us that right wing groups who were involved in organizing the Washington attack are now threatening violent action in state capitols across the country. The crucial preventive measures needed against such a continuing threat is to disenfranchise its leader, hold his chief enablers accountable, and concludes on page 26 punish the already Reconciliación y Destitución viene de la vuelta
Enmienda a la Constitución es demasiado tarde y demasiado poco. Trump ya ha transformado a una parte de sus partidarios, posiblemente cientos de miles, en un radical culto que amenaza a la nación y continúa viciando al Partido Republicano y el juicio de muchos de sus líderes y simpatizantes. La fuerza que ha transformado a muchos congresistas y senadores en serviles de un tirano —como lo demostraron la noche del miércoles por medio de su continua connivencia contra los resultados electorales— debe ser eliminada antes de que el daño sea aún más profundo y quizás irreparable. Sin juicio ni condena, Trump podría seguir utilizando la plataforma del partido para recaudar fondos, intimidar líderes, difundir nuevas falsedades, inspirar más conspiraciones, trabajar por la reelección, demonizar a más servidores públicos que respetan la ley, connivencia con los enemigos de nuestro país e incitar más rebelión y caos. El Partido Republicano no puede ser restaurado como actor responsable en nuestra sociedad mientras persista la amenaza del culto a Trump, y ese culto solo puede eliminarse quitando a su líder y el potencial que reciba un Perdón Presidencial. La tardía reacción por las redes sociales de, finalmente, prohibir el acceso de Trump a sus plataformas también reconoce el daño que
sus repetidas mentiras le han hecho a la sociedad. Muchas corporaciones líderes —buscando evitar mancha-por-asociación— también han retirado su apoyo a Trump y al Partido Republicano. Los líderes republicanos aún más activos, como los senadores Toomey y Sasse, también se han unido para condenar el papel de Trump en el motín y expresar su disposición a considerar el castigo. El reconocimiento público explícito de la responsabilidad de Trump de incitar a los disturbios ha aumentado rápidamente, desde aproximadamente seis de cada diez estadounidenses a por lo menos tres de cada cuatro. Y aumentará aún más —especialmente entre sus votantes mayores— cuando se conozcan todos los horrores que resultaron de su acción. El problema ahora es que aún no hay suficientes republicanos que reconozcan que, para que la nación se recupere y su partido recupere el equilibrio, Trump necesita ser eliminado del escenario político. Son demasiados los líderes republicanos vuelven a decir que Trump aprendió la lección, como lo hicieron en respuesta a su primer juicio de destitución y, por ello, no quieren nuevas acciones en su contra. Claramente, el miedo a su continua influencia política los amedrenta más que admitir que el anterior juicio de destitución por sí solo no lo disuadió de repetir el mismo tipo de llamada telefónica cuando trató de extorsionar al Secretario de Estado de Georgia para que “le encontrara 11.780 votos más”. Quizás nosotros, como estadounidenses, debiésemos recordar que el fracaso en debilitar el liderazgo de la Confederación después de la Guerra Civil es la razón por la que algunos de los insurrectos ondearon banderas confederadas cuando invadieron el Capitolio. Eso aparte que también lo primero les permitió restablecer el sistema de cuasi-esclavitud “Jim Crow” por casi cien años más. Además, los Estados Unidos necesitan aprender de la experiencia de otras naciones cuyos supuestos líderes democráticos han utilizado sus bases populares de apoyo para transformar sus sociedades en autocracias y dictaduras. También puede suceder aquí. La innegable atracción de Trump por autócratas como Putin, Erdogan, Orbán y Kim Jong-un muestra su verdadero anhelo. Debemos recordar la trágica historia de Venezuela de los últimos treinta años. Hugo Chávez también organizó un Golpe de Estado que fracasó y fue condenado por sedición y encarcelado. Sin embargo, sus seguidores aún leales argumentaron que había aprendido la lección y le había granjeado un perdón que le permitió volver a la política. Luego dirigió su movimiento populista que lo instaló en el poder, destruyó la democracia de concluye en la pág. 26
