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Justicia de Barrio

Ese día, Tony y yo decidimos ir al río como lo habíamos hecho tantas veces antes. realmente no teníamos planes para ese día y, probablemente, solo haríamos rebotar piedrillas en el agua o nos sentaríamos en el caballete del ferrocarril y veríamos pasar nadando a las carpas. Desde River Road, un camino de tierra llegaba hasta la orilla del agua, donde empezamos a tirar piedras al otro lado. El de tony aterrizó en la otra orilla mientras que el mío se hundió en el agua a unas tres cuartas partes del ancho. Era un cálido día de verano y no se podía ver un alma en el río. un par de gallaretas hurgaban entre los matorrales de la orilla opuesta. El sonido de los coches en el puente de la Calle 9 resonaba entre los árboles. Pequeñas bolas de algodón de los muchos sauces flotaban perezosamente río abajo. De repente, se nos acercaron dos okies (blancos vulgares), el mayor de unos 16 años y un chico más pequeño de unos doce. De la nada, el okie grande comenzó a burlarse de nosotros, enfocándose en tony —probablemente porque era más grande que yo. El más chico no dijo cosa alguna y se paró valientemente detrás de su amigo más fuerte.
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A diferencia mía, Tony no tenía miedo a pelear con quien fuera, incluso con su hermano mayor, Ramón. Una vez, estábamos recogiendo albaricoques con su papá en Fruitvale, cuando Tony le dijo algo a ramón que lo molestó.
“Retira lo que dijiste”, exigió Ramón. “¡Retíralo!” Sus puños se doblaron. “¡Oblígame!” desafió Tony. “¡Vas a ver! ¡Retíralo!” “¡Hazme!” Y con dos brutales golpes en la cara, Tony se desplomó en el suelo. Como un boxeador que no sabe cuándo quedarse abajo, Tony se levantó de nuevo. “¿¡Vas a retirarlo ahora!?” “¡No! ¡No lo hago!”
Así que Ramón lo tiró al suelo otra vez. A Tony le sangraba la boca, pero desafiante se puso de pie tambaleándose.
Pensando que su hermano ya tenía suficien- continúa a la vuelta
