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TÍTULO III CRISTO SACERDOTE EN EL LUGAR SANTO DEL SANTUARIO CELESTIAL CAPITULO I LA IGLESIA APOSTOLICA La segunda parte del Plan de Redención, se caracteriza, porque se adoró a Dios sin ofrendas ni sacrificios de animales, sino por medio de Jesús, a través de la fe, en verdad y en espíritu. Es un periodo largo, de la permanencia de Cristo en el Lugar Santo del Santuario Celestial, representado por el lugar santo del santuario terrenal. “El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario detrás del velo”, “representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo” (CS: 473). En el año 31 de nuestra era “no entró Cristo en el suntuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (He 9: 24). Cristo estuvo de Sacerdote en el Lugar Santo del Santuario Celestial, desde el 22 de junio del año 31 d.C., hasta cuando dio inicio a su ministerio celestial, el 22 de octubre de 1844. En esta última fecha concluyó “las dos mil trescientas tardes y mañanas” de Dn. 8:14. La segunda parte del Plan de Redención está representado desde la entrada al santuario terrenal, hasta el velo del lugar santo de dicho santuario. Tuvo una duración de 1813 años. En este periodo se desarrollaron la iglesia apostólica, la iglesia católica, la iglesia ortodoxa y las iglesias protestantes, llamada actualmente iglesias evangélicas. La adoración a Dios, en verdad y en espíritu y sin ofrenda de sacrificio de animales fue revelado por Cristo a la mujer samaritana: “mujer créeme, le dijo, que la hora viene” “cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad porque también el Padre, tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4: 21-23). El sacrificio de Cristo en la cruz, el año 31 d.C., derribó para siempre el exclusivismo de la nación judía como pueblo de Dios. Nos enseña que “toda nación, tribu, lengua y pueblo” ya no tenían, ni tienen impedimento alguno, de raza o idioma o de otra índole para adorar a Dios donde se encuentren. Porque con la muerte de Cristo, los cristianos que “en espíritu y en verdad” adoran al Padre, son su pueblo. En el tiempo de la iglesia apostólica, Cristo reveló (Mt 24:1-51), las señalas relacionado a su segunda venida. También sobre las pruebas de sufrimientos, persecuciones y tribulaciones, que iba a pasar su iglesia, en el transcurso de los años hasta el fin de la historia de esta tierra. “Cuando los cristianos de Tesalónica, agobiados por el dolor, enterraban a sus amados que habían esperado vivir hasta ser testigos de la venida del Señor, Pablo, su maestro, les recordaba la resurrección, había de verificarse cuando viniese el Señor” (M: 10). Esta iglesia cristiana, empezó a adorar a Dios en verdad y en espíritu, pero no adoró a Dios en la Trinidad, porque en ese tiempo la creencia de la Trinidad y otras que contradicen a la Biblia, no existía. Las falsas doctrinas entraron a esta iglesia después que corrompió su fe, uniéndose al paganismo. A los que no aceptaban sus nuevas doctrinas los persiguió, llamándoles herejes. “Desde la cárcel, la hoguera y el patíbulo, donde los santos y mártires dieron testimonio de la verdad, llega hasta nosotros a través de los siglos la expresión de su fe y esperanza” (M: 10).


La pureza de la verdad bíblica, en la iglesia primitiva, duró aproximadamente hasta el siglo II de nuestra era, ya en el siglo III entró la apostasía, anunciado por el apóstol Pablo en 2 Ts. 2:3. “Ya en aquella época vio cómo se introducían subrepticiamente en la iglesia los errores que habrían de preparar el camino para el desarrollo del papado” (HR: 342). Tal es así, que en el siglo IV vemos que se adoptó la creencia del domingo, como día del Señor (año 321) y la Trinidad como el Dios creador (año 325). Los efectos nocivos que ha producido son notorios. En los evangélicos, para no guardar el sábado dicen que Cristo clavó la ley en la cruz. Los trinitarios para no aceptar a Cristo como Hijo de Dios, antes de la creación del Universo, dicen que Cristo, no es criatura divina de Dios Padre.


CAPITULO II LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA Y LAS IGLESIAS PROTESTANTES 1. LA IGLESIA CATOLICA Como consecuencia de la unión del cristianismo con el paganismo, la profecía revela, que surge la Iglesia Católica romana, dirigido por el papa, “enseñando doctrinas, que están en pugna con las declaraciones más claras de las sagradas escrituras” (CS: 439). De esta potencia religiosa fue profetizado: “Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará” (Dn 7:25). La iglesia católica enseña, que el Papa es Vicario de Cristo, que la misa reemplaza la santa cena, que el domingo es día del señor y no el sábado, que Dios es la Santísima Trinidad y no Jehová, que las indulgencias deben practicarse a través de prelados y obispos, que debe aceptarse el infierno, donde están ardiendo los impíos, que deben santificarse las fiestas, que debe practicarse la penitencia, que debe adorarse a las imágenes de Jesús, de María y los santos de la iglesia, que debe aceptarse la inmortalidad del alma. Asimismo: “muchas otras doctrinas sin fundamento, ritos supersticiosos y ceremonias idolátricas, se incorporaron a su fe y su culto. A medida que los seguidores de Cristo se unían con los idólatras, la religión cristiana se corrompió y la iglesia perdió su pureza y su poder” (HR: 339). “La Biblia exalta a Dios y pone al hombre finito en su correcta ubicación, por lo tanto sus sagradas verdades deben mantenerse ocultas y mejor suprimidas, esa fue la lógica adoptada por la Iglesia de Roma. Por cientos de años, impidió la circulación de la Biblia. Se prohibía la gente que la leyera, o que la tuviera en sus hogares y sacerdotes y prelados carentes de principios, interpretaban sus enseñanzas de manera que apoyaran sus pretensiones. De esta manera el Papa, llegó a ser casi universalmente reconocido como representante de Dios en la tierra, dotado de autoridad suprema sobre la iglesia y el estado.” (HR: 344). 2. LAS IGLESIAS PROTESTANTES De la Iglesia Católica, en el siglo XVI, surgieron las iglesias protestantes “que un tiempo fueron puras y luego se han corrompido”. Según la profecía, la Iglesia Católica es conocida como “BABILONIA LA GRANDE MADRE DE LAS RAMERAS” (Ap. 17: 1,5), que en su frente tiene escrito “MISTERIO” (el misterio de la Santísima Trinidad). Las iglesias protestantes son las “rameras”, hijas de Babilonia, porque “se atienen a sus doctrinas y tradiciones y siguen su ejemplo sacrificando la verdad y la aprobación de Dios, para formar alianza ilícita con el mundo” (CS: 433). Lógicamente, en su frente también llevan escrito la palabra “misterio”, que es la doctrina del misterio de la Trinidad. Si bien es cierto, que los protestantes abandonaron las creencias tales como que el papa no es vicario de Cristo, no aceptan las indulgencias, no aceptan la adoración de imágenes, que la salvación es por la fe en Cristo. También es cierto, que todavía siguen practicando otras creencias católicas que los unen en su defensa, no importando que sean contrarios a la Biblia. Las doctrinas que los une y son más resaltantes, es el día domingo como día de Señor y la adoración de la Trinidad, como si fuera el Dios vivo. Sus orígenes de los protestantes se remontan hasta Martín Lutero, quien en el siglo XVI impulsó la Reforma.


“El reformador tenía una gran obra que hacer al reflejar sobre los demás la luz que Dios había permitido que resplandeciera sobre él, pero no recibió toda la luz que se debía dar al mundo. Desde esa época hasta ahora continuamente ha estado brillando nueva luz sobre las Escrituras, y se han ido desarrollando constantemente nuevas verdades”. “Lutero y sus colaboradores llevaron a cabo una noble tarea en favor de Dios, pero como salieron de la Iglesia Católica, como habían creído ellos mismo sus doctrinas y las habían defendido, no se podía esperar que descubrieran de golpe todos sus errores. Su obra consistió en quebrar las cadenas de Roma y dar la Biblia al mundo; pero había importantes verdades que no descubrieron, y graves errores a los que no renunciaron”. “La mayor parte de ellos continuaron guardando el domingo junto con otras festividades católicas. Es verdad que consideraron que su observancia no se basaba en autoridad divina alguna, pero creyeron que había que guardarlo por ser un día de culto generalmente aceptado”. (HR: 370). Es de verse, que “Dios tiene una verdad especial y una obra especial para su iglesia en cada generación” (PVGM: 56). De ahí que, no se puede juzgar alegremente en nuestro tiempo, la conducta que ellos asumieron frente a la verdad o error de su tiempo. En cuanto al día sábado en época de la reforma protestante no era una prueba para el pueblo de Dios. De acuerdo a la profecía, la prueba del sábado debía de empezar al fin de los 2300 años de Dn 8:14. “Por lo tanto, los cristianos que durmieron antes que se abriese la puerta de acceso al santísimo cuando terminó el clamor de medianoche, el séptimo mes, en 1844, sin haber guardado el verdadero día de reposo, descansan ahora en esperanza; porque no tuvieron la luz ni la prueba acerca del sábado que tenemos ahora desde que la puerta se abrió” (PE: 42). De igual modo, Dios juzgará a los que en el pasado creyeron en el Dios Trinidad, sin lograr entender que ese “ídolo filosófico” fue creado por la bestia, en su Concilio de Nicea el año 325 d.C. Ellos, no tuvieron la luz ni la prueba acerca del versículo 1 Jn 5:7, que no escribió el apóstol Juan. Tampoco tuvieron la prueba que el Libro de Mateo, el apóstol lo escribió en Hebreo y de éste los que tradujeron al griego, al Cap. 28:19, le agregaron “bautizándolos en el nombre del Padre del Hijo y de Espíritu Santo”, para sustentar la fórmula trinitaria. En cambio, los que vivimos en estos últimos días de la historia de la tierra, responderemos por la luz que nos alumbra del otro ángel de Ap. 18.1. En razón que, “habría una luz especial para el pueblo de Dios. Otro ángel vendrá del cielo con un mensaje y toda la tierra será iluminada con su gloria” (ETF: 148).


CAPÍTULO III LA GLORIOSA PREDICACIÓN DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO Cuando Jesús se despidió de sus discípulos y se fue al cielo, nos dejó la esperanza, que vendría con poder y gloria, a llevar a los que se preparan para recibirle, en las nubes del cielo. Él dijo: “vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn 14:3). “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12). Sobre su segunda venida, profetizaron los profetas de Dios y proclamaron los apóstoles que escribieron el Nuevo Testamento de las Sagradas Escrituras. Como consecuencia: “Una de las verdades más solemnes y más gloriosas que revela la Biblia, es la de la segunda venida de Cristo para completar la gran obra de redención” (M: 11). “La doctrina del segundo advenimiento es verdaderamente la nota tónica de las Sagradas Escrituras. Desde el día en que la primera pareja se alejara apesadumbrada del Edén los hijos de la fe han esperado la venida del Prometido que había de aniquilar el poder destructor de Satanás y volverlos a llevar al paraíso perdido” (M: 11). 1. GUILLERMO MILLER Y SU COLABORADORES Por los años de 1831 a 1844, el norteamericano Guillermo Miller, después de investigar por más de diez años la Biblia, comenzó a predicar el tiempo, cuando vendría Jesús por segunda vez. Su mensaje empezó entre los protestantes de su tiempo, que para refutar su enseñanza le decían: “el día y la hora nadie lo sabe”, le repetían las palabras del Salvador fuera del contexto en que lo dijo. No obstante, no se amilanó, primero anunció que Cristo vendría en el verano de 1843, la segunda vez señaló para el 22 de marzo de 1844 y como tercera vez, ayudado por sus colaboradores, señaló que vendría el 22 de octubre de 1844. Lo cierto es que, pasaron esas fechas y Jesús no ha venido todavía a la tierra y esto, debe alegrarnos, porque si hubiese venido yo no habría escrito este libro y tú tampoco estarías leyendo estas líneas. No existiríamos sencillamente, porque todo habría terminado antes que existiéramos nosotros y el mundo que nos rodea. Razón por la cual, pienso que no, debemos ridiculizar la investigación de este predicador, como ridiculizan, los que piensan que Cristo nunca vendrá. Al contrario, debemos dar gracias a “Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Co 1:3), porque nosotros que vivimos en esta última generación, tenemos la oportunidad para ser salvos por la fe en el Señor Jesús, “porque en su infinita misericordia posterga su venida para darle al mundo un mayor periodo de tiempo para arrepentirse” (EDTF: 495). Guillermo Miller al anunciar las fechas de la segunda venida de Cristo, se basaba en la profecía que refiere: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Dn. 8:14). Si bien esta profecía, no habla específicamente de la segunda venida de Cristo, a la tierra, cabe demostrar que este hombre al equivocarse tres veces, hubo alguna razón. No comprender el cómputo de los 2300 años, ni entender que significa el santuario y la naturaleza de su purificación, estaba cumpliendo los designios de Dios.


Así está escrito, la mano de Dios “encubrió un error cometido al computar los periodos proféticos”. “Dios quiso que su pueblo tropezase con un desengaño”. “Pasó la fecha señalada y quienes habían esperado con gozosa expectación a su Salvador quedaron tristes y descorazonados, mientras que quienes no habían amado la aparición de Jesús, pero por miedo habían aceptado el mensaje, se alegraron de que no viniese” (PE: 235). La revelación enseña, que cuando Miller y sus colaboradores señalaron la venida de Cristo para el 22 de marzo de 1844 y no vino, los ángeles de Dios movieron a estos hombres a continuar profundizando sus estudios. “Nuevamente se les indujo a escudriñar en la Biblia los períodos proféticos. La mano del SEÑOR SE APARTÓ DE LAS CIFRAS Y ECHARON DE VER EL ERROR. Advirtieron que los periodos proféticos alcanzaban hasta 1844 y que la misma prueba que habían aducido para demostrar que los periodos proféticos terminaban en 1843 demostraba que terminarían en 1844”. (PE: 236). La predicación de la segunda venida de Cristo, por parte de Miller generó un movimiento, que representa la labor del primer ángel de Ap. 14: 7, que proclama: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. Desde el 22 de marzo, hasta el 22 de octubre de 1844 se predicó nuevamente, la segunda venida de Cristo. En ese lapso de siete meses, se generó un movimiento llamado del sétimo mes y, representó la labor del segundo ángel de Ap. 14: 8, que predicó: “Ha caído, ha caído Babilonia la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación”. Babilonia era “el mundo religioso” (PP: 163) protestante de ese tiempo y el “vino” eran “las falsa doctrinas” (CS: 439), que habían aprendido del catolicismo, de donde salieron. Los que aceptaron el mensaje de la venida de Cristo, “fueron expulsados de las iglesias; pero Jesús estaba con ellos y se regocijaban a la luz de su faz. Estaban dispuestos a recibir el mensaje del segundo ángel” (PE: 237). “Jesús no vino a la tierra, como lo esperaba la compañía”. “Jesús entró en el lugar santísimos para purificar el santuario al fin de los días. La equivocación de ellos consistió en no comprender lo que era el santuario ni la naturaleza de su purificación” (PE: 243). Como consecuencia, sufrieron otro gran chasco y burla de toda clase de los protestantes, que no anhelaban la venida de Cristo. Sin embargo, el chasco que sufrieron los adventistas milleristas, no fue de la magnitud del chasco que sufrieron los apóstoles, cuando vieron a Jesús, que siendo Hijo de Dios, no asumía el trono de David, sino que moría como un vil delincuente. Los que se sobrepusieron al chasco, fue un pequeño grupo de milleritas, donde se manifestó el don del Espíritu de Profecía, en la persona de ELENA G. DE WHITE. Ella, recibió el “don” (1Co 1:7) del Espíritu Santo, entonces declaró que Dios había revelado que el santuario de esta profecía de Dn 8:14 representa al santuario celestial y a la iglesia del Señor, en la tierra. Así mismo, que en esa fecha, Cristo si vino, pero al Lugar Santísimo del Santuario celestial, ante su Padre “el anciano de días”, para dar inicio a la purificación del santuario, porque “la hora de su juicio ha llegado” (Ap. 14:7).


No obstante, la labor de Guillermo Miller y sus colaboradores no fue en vano, porque entre sus aciertos y errores ellos, cumplieron los designios de Dios, para su tiempo. Incluso está revelado, que cuando venga Cristo por segunda vez, al fin de la historia de esta tierra, en “la primera resurrección” de los redimidos, resucitará Guillermo Miller y los fieles que proclamaron su segunda venida, como Rey de reyes y Señor de señores. Los pastores Carlos Fitch y Levi F. Stockman colaboradores de Miller, pero que murieron files a Dios, antes del 22 de octubre de 1844, resucitarán en la gran muchedumbre. En el futuro, en el cielo, la mensajera del Señor se encuentra con ellos y detalla su encuentro: “Todos nos ubicamos bajo el árbol, y nos sentamos para contemplar la gloria de aquel paraje, cuando los Hnos., Fitch y Stockman, que habían predicado el Evangelio del reino y a quienes Dios había puesto en el sepulcro para salvarlos, se llegaron a nosotros y nos preguntaron qué había sucedido mientras ellos dormían” (PE: 17). Hablando de Guillermo Miller, el Espíritu de Profecía expresa: “Dios permitió que cayese bajo el poder de Satanás, o sea el dominio de la muerte, y lo ocultó en la tumba para resguardarle de aquellos que procuraban constantemente apartarle de la verdad. Moisés erró cuando estaba por entrar en la tierra prometida. Así también, vi que Guillermo Miller erró cuando estaba por entrar a la Canaán celestial, al permitir que su influencia se opusiese a la verdad. Otros le indujeron a esto; otros tendrán que dar cuenta de ello”. “Pero los ángeles velan sobre el precioso polvo de este siervo de Dios, y resucitará cuando sea tocada la última trompeta.” (PE: 258). Empero de aquellos, que se burlaron del mensaje, está revelado que han de resucitar en la “segunda resurrección” para ser “lanzados al lago de fuego” (Ap. 20:15). Lugar donde será arrojado Satanás y sus demonios, conjuntamente con todos los impíos, y los que no vivieron el evangelio de salvación.


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