DR. JOSÉ HERRERA PEÑA NATALICIO DE MORELOS 251 ANIVERSARIO 29 SEPTIEMBRE 2016 CENTENARIO DE LA UMSNH
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DR. JOSÉ HERRERA PEÑA NATALICIO DE MORELOS 251 ANIVERSARIO 29 SEPTIEMBRE 2016 CENTENARIO DE LA UMSNH
DR, MEDARDO SERNA GONZÁLEZ RECTOR DE LA UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO DISTINGUIDOS MIEMBROS DEL HONORABLE CONSEJO UNIVERSITARIO HONORABLES MIEMBROS DEL PRESIDIUM. DISTINGUIDOS PROFESORES Y ALUMNOS. DAMAS Y CABALLEROS. 1. CENTENARIO DE LA UNIVERSIDAD Es un honor haber sido invitado a pronunciar unas palabras con motivo del 251 aniversario del natalicio de don José María Morelos, Siervo de la Nación, en vísperas del centenario de la fundación de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Un inmerecido honor que agradezco sincera y profundamente, señor Rector de la Universidad, Doctor Serna González. ¿Quién fue Morelos a la luz de la coyuntura actual. ¿Cuáles fueron sus vínculos con esta bella ciudad? ¿Qué ideas tuvo de carácter educativo, político y social, que fueron adecuadas para otras circunstancias, pero que podrían aprovecharse en éstas? No es ocioso hacer tales preguntas, porque la mayor parte de sus biógrafos sostiene piadosamente que su vida fue la Tierra Caliente; que fue un marginado social, un estudiante gris, un cura "de poco latín y menos griego", y un político sin éxito, aunque con destellos de genialidad. Primero, ¿cómo era antes de morir? Según el acta que se levantó en el tribunal de la Inquisición, era un hombre "grueso de cuerpo y cara, barba negra poblada y un lunar entre la oreja y el extremo izquierdo". Vestía lo que llevaba en su morral al ser capturado. !2
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"Trae en su persona —agrega el acta— camisa de Bretaña, chaleco de paño negro, pantalón de pana azul, medias de algodón blancas, zapatos abotinados, chaqueta de indianilla fondo blanco, pintada de azul, mascada de seda toledana y montera negra de seda". Ahora bien, el mejor biógrafo de Morelos fue él mismo. Al preguntarle los jueces inquisidores cuál fue el curso de su vida, la resumió con cincuenta palabras. Es cierto. Tuvo que vivir muchos años fuera su amada ciudad natal; la primera vez, a los catorce años de edad, para irse a Apatzingán; la segunda, a los treinta, a Uruapan, y la tercera, a los treinta y dos, un año a Churumuco y once a Carácuaro y Nocupétaro. De aquí salió a los cuarenta y cinco años de edad en busca de nuevos horizontes de libertad, independencia, democracia y justicia para la Nación. 2. APATZINGÁN Así, pues, declaró que "nació en Valladolid —según el acta— y se mantuvo hasta la edad de catorce años, y que de allí pasó a Apatzingán". ¿Por qué no inicio sus estudios medios y tuvo que abandonar su ciudad natal? Él nos habla de dos acontecimientos nefastos: la separación de sus padres y el fallecimiento de su abuelo materno. En 1775, Manuel Morelos, su padre, "un honrado menestral en el oficio de carpintero", según sus propias palabras, emigró a San Luis Potosí, llevándose consigo a Nicolás, el primogénito de la familia, a la sazón de unos doce años. Dejó en Valladolid a su esposa Juana, a su segundo hijo José María, de diez años, y a una recién nacida, María Antonia, para hundirse en las oscuras profundidades de las minas de San Luis Potosí, no por espíritu de aventura, sino por necesidad, ni para abandonar a la familia, sino para buscar un futuro que la reuniera. Al año siguiente falleció su abuelo materno. ¿Quién era él? Según Morelos, "el padre de mi madre tenía escuela en Valladolid". Era un profesor propietario de una escuela. Al estallarle el corazón, a los 50 años de edad, la escuela cerró sus puertas. !3
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Juana Pavón, madre huérfana y esposa abandonada, sin remesas, sin ingresos, quiso inscribir a su hijo José María en el Seminario para que hiciera sus estudios medios; pero no pudo pagarlos, ni consiguió una beca. En 1779, doña Juana llevó a su hijo a las bajas llanuras de la Tierra Caliente de Michoacán, a trabajar en la hacienda de Tahuejo, propiedad de Felipe Morelos y Ortuño, primo hermano de su marido. Allí vivió once años. El trabajo del adolescente sirvió para dos propósitos: sostener a su familia y ahorrar para pagar el costo de sus estudios futuros. Tiempo después, al abolir la esclavitud de los negros, porque "el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento", propuso "que se eduque a los hijos del labrador y del barretero (es decir, del albañil y del minero) como a los del más rico hacendado". Su ideal era que todos fueran libres e iguales en derechos y que todos tuvieran acceso a la educación, sin importar su procedencia social. 3. VALLADOLID Luego, según la declaración que produjo en el tribunal, "volvió a Valladolid y estudió”. Sus biógrafos suelen repetir que, sin saber cómo, ni por qué, dejó la agricultura y se internó en el Seminario para obtener "al vapor" los hábitos del sacerdocio. Nada más falso. Al regresar a Valladolid no ingresó al Seminario, sino al Colegio de San Nicolás. Ya no era un adolescente sino un joven maduro de 25 años de edad. No buscó una sotana clerical, sino un birrete universitario. Lo que ahorró el labrador de la Tierra Caliente, como ya quedó expuesto, sirvió no sólo "para mantener a su buena madre" —en frase de Bustamante— sino también para pagar sus estudios —medios y superiores— en el instituto académico a cargo del rector Miguel Hidalgo y Costilla. Al celebrarse en unos meses el centenario de la fundación de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y considerando los dolorosos embates que ésta ha padecido desde que se iniciaron los cursos, nada mejor que centrar esta disertación en el mundo académico de Morelos. !4
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¿Es cierto que pasó “de noche” por las aulas? Júzguese el desempeño de sus actividades académicas. Cuatro semestres de idiomas; cinco de Filosofía, y cinco de Teología. Catorce semestres en total; nueve en el Colegio y cinco en el Seminario. Siete años consagrado a los libros, las cátedras y la investigación; al rudo y difícil trabajo de pensar, a las agobiantes tareas de memorizar y de expresar sus ideas en varias lenguas, no es tarea fácil y menos en esos días. 4. CERTIFICADO DE ESTUDIOS En esa época, los estudiantes, los profesores y el rector vivían internos en los colegios, como en un convento o un cuartel. En sus amplios claustros se oían las cátedras y en sus ricas bibliotecas se leían los libros. El colegio estaba sujeto a la más estricta disciplina académica. No se toleraba una falta, ni siquiera un retardo. Un centro de estudios que no se somete al más riguroso y estricto orden académico, nunca llega a formar profesionistas de calidad, ni a promover una avanzada investigación científica, ni a difundir las más altas expresiones del arte y la cultura. En ese tiempo, el latín era el único idioma permitido en las aulas. Además, se aprendía el griego y el hebreo. Durante cuatro semestres, el estudiante de tiempo completo leyó a los clásicos, Platón y Séneca, Aristóteles y Cicerón, Padres de la Iglesia, Quintiliano, Tomás de Aquino, etcétera, en su propio idioma. Entonces, vale reiterar la pregunta: ¿estudiante poco brillante? Conozcamos el dictamen de su maestro. Por su particular aplicación, "consiguió verse exaltado a casi todos sus demás condiscípulos". Al final del curso, "en atención a su aprovechamiento y recto proceder —sentencia el maestro— tuve a bien conferirle que fuera premiado con la última oposición de mérito en el aula general, con la que se observa premiar a los alumnos de esta clase..."
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Vestido con manto y bonete, aquél que durante sus cursos se viera "exaltado a casi todos sus demás condiscípulos", y que "por todos los referidos méritos" se le confiriera la alta distinción de "ser premiado en el aula general", sustentó su oposición con orden, claridad y elegancia, dejando grabada una buena impresión en el auditorio, pues "la desempeñó —siempre según su maestro— con universal aplauso de todos los asistentes". En este evento académico, el talentoso rector Hidalgo y Costilla se sumó de buena gana al sonoro aplauso del público, recordando quizá, con una sonrisa complaciente, haber ganado exactamente el mismo premio, en el Colegio de San Francisco Javier, muchos años atrás —veinticuatro años—, cuando apenas tenía 13 de edad... 5. FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA Los siguientes cinco semestres, Morelos estudió Filosofía. Todo ese tiempo estuvo consagrado al estudio, siete días por semana, sin perder una sola hora, ni un solo minuto. Esos cinco semestres se mantuvo permanentemente a la cabeza de sus colegas y esta vez sobrepasó, no "a casi todos", como en los cursos anteriores, sino "a todos sus demás condiscípulos". Nadie lo superó. Su profesor lo llamó por primera vez "don", no sólo por su edad (sobrepasaba los 29 años) sino también por su recia integridad académica: don José. ¿Qué dice su certificado de estudios? "Don José María Morelos —hizo constar su maestro— acabó sus cursos de Filosofía, en los que sacó el primer lugar". Primer lugar en Filosofía. De más está decir que ni aquí, ni en China, la Filosofía ha sido una disciplina fácil, y que obtener el primer lugar no ha sido, ni es algo común, ni en el Colegio de San Nicolás, ni en ninguna otra parte, ni entonces, ni en nuestros días... Al concluir los nueve semestres de estudios intensivos en idiomas, Literatura y Filosofía, Morelos se trasladó a la Ciudad de México a fin de obtener en la Real y Pontificia Universidad el grado de Bachiller en Filosofía, también llamado Bachiller en Artes, cuyo examen realizó el martes 28 de abril de 1795. !6
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A su regreso inició sus estudios en el Seminario, ya no como estudiante interno, sino externo. Se acabaron los rigores conventuales, pero se mantuvo la disciplina académica. Al finalizar el primer semestre, el Bachiller Morelos fue enviado a Uruapan, siempre como alumno externo, donde también ejerció la cátedra de latín. Venía a Valladolid a presentar sus exámenes y regresaba a la risueña ciudad que se asienta a las orillas del Cupatitzio. Durante cuatro semestres, fue y vino. Tenía 32 años de edad cuando recibió la orden de presbítero en la catedral vallisoletana. 6. LA TIERRA CALIENTE Los próximos doce años —los mejores de su madurez, que corren de los 33 a los 45 de edad—, el Bachiller Morelos se dedicará a ejercer la profesión para la cual estudiara intensamente los siete años anteriores. Su vida, equilibrada y tranquila hasta entonces, da un vuelco inesperado. Hace a un lado los voluminosos libros y vuelve a enfrentarse al mundo torturado de la Tierra Caliente. De ella ha venido. A ella volverá. En Churumuco enferma mortalmente su madre. En Carácuaro y Nocupétaro forma una familia. Sin embargo, nunca dejará de pensar en su ciudad amada, ni de regresar a ella constantemente. Y así como antes, en Uruapan, había ido y venido, ahora, del mismo modo, vivirá con un pie en Carácuaro y Nocupétaro, y el otro en Valladolid. A los 36 años de edad compra su casa en esta ciudad, de una sola planta, y en los años siguientes le agregará un segundo piso. 7. VALLADOLID, SEDE EL CONGRESO Durante sus últimos cinco años de vida, de los 45 a los 50, se lanzará a la lucha por la independencia. A los 48 es electo Generalísimo por el congreso nacional instalado en Chilpancingo; congreso que necesitaba, según él, una sede digna de su decoro y majestad, una ciudad culta, rica y bella. ¿Con qué derecho podía aspirar a algo grandioso, si se le hubiera estado cayendo lo que tenía? !7
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Lo intentó porque sabía que podía lograrlo. Después de dominar totalmente las provincias de Oaxaca y Tecpan (hoy Guerrero); parcialmente las de Puebla, Veracruz y México, e influir en las de Guadalajara, Valladolid y Guanajuato, pensó que la mejor sede del congreso sería esta ciudad, su ciudad natal. Desplazó a su Ejército del Sur hasta las lomas de Santa María, que dominan el valle de Guayangareo, y del 21 al 23 de diciembre de 1813, lo lanzó al asalto de Valladolid para convertir esta ciudad en capital de la nación insurgente y sede de su primer congreso constituyente; pero los resultados le fueron adversos. 8. LA SUERTE DE LA GUERRA Así es la guerra. A veces se gana. A veces se pierde. En este caso, el congreso, en lugar de apoyarlo, lo despojó del poder ejecutivo, le retiró el mando de armas y lo nombró diputado por Nuevo León. Al promulgarse el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana en Apatzingán, el 22 de octubre de 1814, dejó de ser diputado y fue electo vocal de un triunvirato de gobierno; pero el congreso ya no le daría mando de armas, ni le permitiría participar en ninguna otra batalla. Valladolid fue su ruina. Atreverse a querer lo mejor para el congreso le costó caro. Al perder la batalla de esta ciudad, lo perdió todo. Sin embargo, a pesar de que el congreso lo nulificó, siempre se sometió a sus decisiones, por equivocadas que fueran. El congreso era el señor y él un siervo, el Siervo de la Nación, y “cuando el señor habla”, según él, “el siervo obedece. Así me lo enseñaron mis padres y maestros”. Cuando lo capturaron en Temalaca, una población a las orillas del Balsas, era comisionado de las marchas de los órganos del Estado de Uruapan a Tehuacán, no el jefe de una columna militar. No participó en la batalla que se libró en ese lugar. Lo único que pudo hacer fue poner a salvo a los diputados del congreso y a los magistrados del tribunal, aunque él quedara expuesto.
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A veces, en lugar de apoyar lo que el país necesita, lo debilitamos. El doctor José María Cos se rebeló contra el congreso dos meses antes de la tragedia de Temalaca. El coronel Manuel Mier y Terán lo disolvió mes y medio después. Morelos fue ejecutado el 22 de diciembre de 1815. Una semana antes, el 15 de ese mes, las instituciones del Estado ya no existían. SEÑOR RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DISTINGUIDO AUDITORIO A pesar de que actualmente no estamos en guerra, se tiene la percepción de que vivimos en una gran inseguridad. Morelos sabía que la primera obligación del Estado es garantizar la seguridad de la población. En el esplendor de su gloria, la garantizó en sus dilatados dominios, a pesar de que él sí estaba en guerra. No dividió a los individuos, ni a los grupos, ni los enfrentó entre sí para ser más fuerte que todos. Al contrario. Fortaleció a todos y los unió alrededor de una causa común. Millones de pesos pasaron por sus manos, según lo reconoció ante los tribunales; millones de esa época, en que un peso valía veinticinco mil veces más de lo que vale un peso actual, a pesar de lo cual, cuando lo capturaron, no tenía más que su morral con ropa limpia. Para él, todo Poder Público no sólo dimana del pueblo, sino, lo que es más importante aún, se instituye para su beneficio. La Nación no está para servir, fortalecer y enriquecer a sus representantes, sino al contrario, sus representantes para enriquecer, fortalecer y servir a la Nación. A pesar de que le dieron el título de alteza serenísima, él no quiso aceptar otro que el de Siervo de la Nación. El corazón de su filosofía política palpita con fuerza en el artículo 12 de los Sentimientos de la Nación. Declaró que la ley es superior a todo hombre, independientemente de que éste sea rico o pobre, poderoso o débil, gobernante o gobernado, culto o ignorante, representante o representado, blanco o negro, y se sujetó a ella. !9
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Pero no bastaba la ley, a secas. Era necesaria la buena ley, el buen gobierno y el buen juez; era necesario lo bueno, no sólo en el sentido de su eficacia, sino también de su nobleza. La buena ley no se propone hacer más ricos a los ricos, ni más pobres a los pobres, más ignorantes a los ignorantes y más injustos a los injustos. Es la que se promulga para "moderar la opulencia y la indigencia, mejorar las costumbres, aumentar el jornal del pobre y alejar la ignorancia, la rapiña y el hurto”. Si los pueblos son esclavos de las costumbres, mejorar sus costumbres es mejorar a los pueblos. El propuso “que se aumente el jornal del pobre” para alejar las tres calamidades de su país. La peor de ellas es la ignorancia. Un pueblo ignorante es un pueblo débil. Los pueblos ignorantes forman naciones sometidas, pobres e injustas. La segunda calamidad es la rapiña, el robo o el saqueo de las riquezas públicas desde el poder, ante lo cual un pueblo ignorante se encuentra en estado de indefensión. Y la tercera es el hurto, quitar subrepticiamente a alguien lo que le pertenece, que es lo que entre los ignorantes los pobres hacen a los pobres. Pero quizá la parte más importante de su planteamiento político es el tema de la bondad, de la ética. Cierto, propuso un Estado republicano fuerte, formado por tres Poderes fuertes. Si uno de los poderes es débil, el Estado será débil. Tres poderes fuertes forman un Estado fuerte. Sin embargo, su pensamiento político no descansa sólo en la razón sino también en los sentimientos, en la emoción. Su propuesta constitucional no la tituló “Razones de la Nación” sino “Sentimientos de la Nación”. La justicia, por ejemplo, es un sentimiento, un valor, un ideal, al que se aspira llegar por la vía del Derecho. Es un bien ético, no jurídico. Un objeto ligado a la bondad. Por eso el Derecho, según los clásicos, es el arte de lo bueno y de lo equitativo.
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El Estado, según Morelos, debe ser justo y bueno. Las dos cosas a la vez. Por eso habla de la buena ley, del buen gobierno, del buen juez. Pero los órganos del Estado deben girar alrededor de la justicia, porque Morelos aprendió en San Nicolás, al leer a Agustín de Hipona, que un reino sin justicia no es más que una pandilla de ladrones. Amad la justicia, vosotros, los que gobernáis la Tierra, se lee en los Libros de la Sabiduría. Los Proverbios señalan que los tronos se afirman por la justicia. Luego entonces, la injusticia es lo que los hace tambalear. SEÑOR RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DISTINGUIDO AUDITORIO Al celebrar el centenario de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, probablemente sea útil reexaminar las tesis de Morelos para reincorporar con prudencia los valores éticos a la política; la idea de que el fuerte no está para explotar o atropellar al débil, sino para ampararlo, protegerlo y levantarlo; la necesidad de encontrar métodos para redistribuir la riqueza social en forma más equilibrada y justa; en suma, la conveniencia de reintegrar la bondad y la justicia a las decisiones del Estado. Pero se admita o se deseche esta propuesta, lo que importa es que se abran los ámbitos académicos para que se discuta. No cerremos puertas, ni levantemos muros. Pensemos en puentes que unan, no en vallas que separan. Si nos interesa formar parte de la Universidad, permitamos que ésta se abra, no que se cierre: que se abra y que esté siempre abierta al mundo de las ideas, de la investigación científica y de la cultura. Muchas gracias.
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