El enigma de leonardo

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El enigma de Leonardo JOSÉ HERRERA PEÑA* 1. GENIO MALOGRADO. De Leonardo dijo uno de sus rivales: "Es un hombre que emprende toda clase de cosas y jamás termina nada". Cierto. Sin embargo, fue uno de los más grandes hombres del Renacimiento. Su obra de pintor fue escasa, frágil y ha sido mal conservada; la de escultor se perdió casi por completo, y sus trabajos arquitectónicos nunca se realizaron. Por otra parte, la mayor parte de sus obras filosóficas, científicas y tecnológicas se perdieron, unas se dispersaron y las demás empezaron a publicarse hasta dos o tres siglos después de su muerte. Sus inventos, intuiciones y antelaciones –paracaídas, helicóptero, tanques de guerra, aeroplano con tren de aterrizaje retractable, submarino, equipo de buceo, etcétera-, han sido ampliamente superados.1 Otros hombres de su época fueron quizá mejores que él en sus respectivas especialidades. Sin embargo, su nombre sobresalió entre esos gigantes porque convirtió el arte en ciencia y la ciencia en arte. 2. SU TESTAMENTO. El 23 de abril de 1518, al hacer su testamento, dio y concedió “a meser Francisco de Melzi, gentilhombre de

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Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana. 1

El primer salto en paracaídas desde una torre de Francia ocurrió en 1783; el primer helicóptero para cargar una persona fue diseñado y probado por Paul Cornu en 1907; los primeros tanques de guerra fueron usados durante la Primera Guerra Mundial, en Cambrai, en 1917; el primer aeroplano con tren de aterrizaje retractable fue construido en 1933, y el primer equipo para respirar bajo el agua fue inventado por Jacques-Yves Cousteau y Emile Gagnon en 1943.

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Milán, en agradecimiento de servicios que le prestó en el pasado, todos y cada uno de los libros que el dicho testador posee ahora, y otros instrumentos y dibujos concernientes a su arte y a su profesión de pintor”. No sabemos exactamente qué libros, instrumentos y dibujos le legó. En cuanto a los instrumentos, su rastro se perdió. Por lo que se refiere a sus dibujos, imposible identificarlos, a menos que se entiendan como tales La Gioconda, La Virgen, Santa Ana y el Niño, y San Juan Bautista, que no son dibujos sino pinturas y estaban en su estudio en sus últimos días. Pero en tratándose de sus libros, sabemos algo. 4. SUS LIBROS. Los había de dos clases: manuscritos e impresos. En su época, los impresos eran raros. La imprenta acababa de nacer, su tosca existencia se mantenía en secreto y sus logros eran rudimentarios.2 La mayor parte de sus libros, pues, eran manuscritos, y estos, a su vez, eran de dos clases, los de diferentes autores y los de él. No se sabe qué pasó con los de los otros autores; pero sí con los de él.3 Leonardo escribía de todo y en todo momento, sin seguir orden, método o clasificación alguna. "Todo esto –escribió en 1508, nueve años

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El alemán Mentelin, impresor de Estrasburgo; Pánfilo Castaldi, médico italiano, y Lorenzo de Coster, de los Países Bajos, además del bien conocido Gutemberg, ya se habían aventurado a imprimir algunas obras, pero éstas eran todavía de muy pocas páginas. 3

De la lectura de sus obras se han identificado los siguientes títulos y autores, que probablemente tenía en su biblioteca: Plinio, (1476); La Biblia, (edición veneciana de 1471); "De re militari"; "Piero Crescencio", (De Agricultura); Donato, (1499); Justino, (1477); Giova di Madivilla, (Milán, 1480); "De onesta volutia"; Manganello; Cronica Desidero; Pistole d'Ovidio, (traducción de 1489); Pistole del Filelfo, (traducción de 1484); "Spero", Cosmografía; De Chlronlantla; Formulario di postole; Fiore di virtú, (Venecia, 1474); Vite di Filosophi, (Diógenes Laercio); Lapidario; Della conservatio della sanita. (Arnaldo de Villanueva); Ciecho d'Ascoli; Alberto Magno; Rettoricha Nova; Cibaldone, (Tratado de Higiene); Esopo, (Fábulas); "Salmi"; De Inmortallita d'Anima, (Marsilio Figino); Burchiello, (Sonetos); Driadeo, (Poemas); Vitruvio, (Arquitectura); "De Calculatione"; "De Coelo et Mundo", (Alberto el Grande); Poemas de Dante.

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antes de su muerte–, constituye un conjunto de muchos pliegos, esperando clasificarlos en su oportunidad, tomando en cuenta la materia de que tratan". Este orden, durante su vida, nunca llegó; a su muerte el desorden aumentó, y en nuestra época, la tarea de ordenación y clasificación aún no concluye. La historia de sus papeles es dramática. Los que legara al conde Francisco Melzi -su joven amigo y discípulo- pasaron a su muerte a Horacio Melzi, hijo del legatario, y éste, sin sospechar su valor, los abandonó en un maltrecho granero, así que la lluvia, los vientos, la humedad y las ratas destruyeron buena parte de ellos.

Después vino el período de dispersión. El joven Melzi regaló unos, vendió otros; los nuevos dueños los cambiaron por favores o por dinero, y así sucesivamente, hasta que los últimos fueron transferidos. a diversas bibliotecas de Europa, en las que actualmente se encuentran.4

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Al descubrir los libros en el granero de Horacio Melzi, su preceptor, Lelio Gavardi d'Isola, le pidió en regalo trece de ellos, que ofreció en venta al gran duque de Florencia, pero al fallecer éste, viajó a Pisa e intentó venderlos a su amigo Mazzenta. Su amigo se lo reprochó y lo conminó a que los restituyera a

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5. ASPECTO EXTERIOR. En las páginas de estos libros alternan texto e ilustraciones, con la aclaración de que no son las ilustraciones las que apoyan al texto, sino el texto lo que explica las ilustraciones. Por eso, la caligrafía está a veces junto a los dibujos, y a veces, en páginas aparte. Además, hay dibujos sin explicación alguna, quizá porque están vinculados a textos que acaso se perdieron.

su dueño. Arrepentido, los devolvió. Entonces Mazzenta viajó a Florencia, fue a ver a Horacio Melzi, le pidió los trece libros así como otros que estaban en su granero y los obtuvo. Al saber lo anterior, otros de sus amigos y conocidos, entre ellos Pompeo Aretino Leoni, le pidieron los demás y se los dió. Al mismo tiempo, éste ofreció a Mazzenta una banca en el Senado de Milán a cambio de sus trece manuscritos. Al comprender su valor, Horacio Melzi exigió a Mazzenta que se los devolviera. Y aunque éste se negó, sus negociaciones concluyeron en un punto medio: Mazzenta le devolvió siete y conservó seis, que no tardó en vender: tres a Pompeo Leoni, que son los que constituyen la base de la colección llamada "Códice Atlántico"; el cuarto -en el que está el "Tratado de la sombra y de la luz"- al cardenal Borromeo; el quinto, al pintor Figgini, y el último al duque de Saboya. Al fallecer Pompeo Leoni, su heredero Cleodoro Calchim vendió el “Códice Atlántico” en 300 escudos al conde Galeazzo Arconati, y éste, además de rechazar 600 que le ofreció el duque de Saboya, lo donó –con otras nueve coleccionesa la biblioteca Ambrosiana, en la cual, después de varias vicisitudes, permanece hasta la fecha, lo mismo que el “Tratado de la sombra y de la luz”. Por otra parte, Lord Arun adquirió en Madrid los papeles que quedaban en poder de la sucesión de Pompeo Leoni y los donó al Museo Británico y a la Biblioteca de Windsor, en donde se hallan en la actualidad. En 1796, las colecciones de la biblioteca Ambrosiana pasaron a la Biblioteca Nacional de París y aquí se conservan hasta hoy. Otra colección está en la biblioteca del Vaticano. En 1876 Lord Lytton compró unos legajos en Viena y los donó al South Kensigton Museum, que son los que constituyen los tres volúmenes que se conservan en su catálogo. En 1967 fueron descubiertos otros dos códices en la Biblioteca Nacional de Madrid; en 1994 Bill Gates adquirió el llamado códice Leicester por veinticinco o treinta millones de dólares, y en 2002 alguien compró en una subasta de Londres el dibujo de un jinete de Leonardo en diez millones.

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Bien sabido es que Leonardo era zurdo y que en vez de escribir de izquierda a derecha, lo hacía de derecha a izquierda, como los orientales; pero a veces alternaba la escritura con líneas de izquierda a derecha, como lo hacemos los occidentales. Al vivir antes que Galileo, se sospecha que empleaba este sistema para sustraer sus escritos a la Inquisición. Pero esta hipótesis es endeble. Sus contemporáneos sabían que disecaba cadáveres de hombres, mujeres y animales. Si la Inquisición hubiera querido formarle proceso, lo habría hecho con manuscritos y sin ellos.5

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La anatomía artística de Leonardo partía de una base científica, no del conocimiento instintivo de la figura humana desnuda, en acción o en reposo, como lo hizo el escultor griego. Este conocimiento no podía forjarse más que en la mesa de disecciones. Leer a Galeno era insuficiente. Leonardo tuvo que ser su propio profesor. Dibujó cerca de 750 esquemas separados de músculos; corazón; pulmones; vasos cervicales, torácicos, abdominales y femorales; huesos y nervios con profunda disección de las vísceras y secciones transversales del cerebro en distintos planos. Realizó estudios notables de los huesos del cráneo, la columna vertebral, las válvulas, músculos y vasos del corazón, moldes de los ventrículos, la inyección probable de los vasos sanguíneos, y la única y exacta posición normal del feto en el útero. Estudió con modelos hechos de tela los músculos antagónicos e investigó la hidrodinámica de la corriente sanguínea. Sin embargo, nunca pudo reunir en un solo libro las miles de observaciones que hizo en esta materia, a pesar de los planes que hizo con Marco Antonio della Torre para tal efecto. Vale la pena reproducir su humilde conclusión: “Aunque el ingenio humano logre infinidad de inventos, nunca podrá hacer ninguno mejor, más sencillo y más directo que los que hace la naturaleza, a los que nada les falta y en los que nada es superfluo”.

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También se ha sugerido que lo hacía para evitar que sus máquinas y numerosos inventos pudieran serle robados. Pero esto también es ficción. Sus aparatos y máquinas siempre los mostró a sus alumnos y los propuso a sus príncipes.

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Luego entonces, nada hay de "secreto" ni de misterioso en su escritura. Poniéndola en un espejo es perfectamente legible. En realidad, no era secreta sino sólo invertida. La originalidad de sus rasgos es la expresión de su originalidad.6 6. SU CONTENIDO. Por lo que se refiere a su contenido, de los ciento veinte o más títulos que cita, solamente nos han llegado siete, ninguno concluido, a los que se ha llamado tratados o códices: •

"De la pintura".

"De las sombras y de la luz".

"De la anatomía".

"De los pájaros".

"Del movimiento del agua".

"De la geometría".

"Libro IV del Mundo y de las Aguas".

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El espejo era uno de sus principales instrumentos de trabajo. Lo usaba para reflejar tanto el objeto como el boceto, los comparaba y, si era conveniente, hacía modificaciones. Recomendaba a sus alumnos que siguieran este método.

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Al morir, sus papeles fueron apreciados por sus dibujos; pero el valor filosófico, científico y tecnológico de sus textos pasó inadvertido.7 Fue un hombre solitario, sin interés en el sexo opuesto, y cuando decidió vivir acompañado, lo hizo con amigos o discípulos. Lo desconcertante e irónico de Leonardo es que, siendo un hombre tan dulce, especialmente con niños y ancianos, enemigo del maltrato a animales, vegetariano, músico, sencillo, afable, bromista y amante de la verdad, la belleza y la paz, haya puesto su talento al servicio de la guerra, la muerte, la destrucción y el dolor.

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En el campo de la anatomía estudió la circulación sanguínea y el funcionamiento del ojo; en meteorología y geología, conoció el efecto de la luna sobre las mareas, anticipó las concepciones modernas sobre la formación de los continentes y conjeturó el origen de las conchas fosilizadas. Fue uno de los inventores de la hidráulica y del hidrómetro. Su programa para la canalización de los ríos todavía posee valor práctico. Inventó un gran número de máquinas conforme a principios científicos que tuvo que deducir, etcétera.

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7. LOS MEDICI. Nacido en 1452, su juventud la pasó en Florencia (hasta 1481); su madurez en Milán (hasta 1499), y su vejez errante la concluyó en Francia (hasta 1519). En esa época había dos comunidades paralelas, la de los gremios y la de las universidades, con análoga organización. Los aprendices de la Universidad tenían que estudiar latín; los de los gremios, teoría para la práctica. Un latinista podía ser abogado, canonista, médico o teólogo, y un agremiado, pintor, ingeniero o arquitecto. Unos y otros eran de análogo nivel social; pero si el príncipe convertía al letrado en asesor político, jurídico o religioso, y al pintor, en asesor técnico, civil o militar, los escogidos, ascendían. Durante su juventud, Leonardo pasó diez años en Florencia, en el estudio de Verrocchio, llevó una vida licenciosa, se convirtió en maestro y, además, en músico reconocido. Como pintor produjo varias obras, de las cuales dos son magistrales: La adoración de los reyes magos y San Jerónimo, entre los 29 y 30 años de edad, que dejo inconclusas; pero esos años, en realidad, fueron de una asombrosa preparación técnica y científica.

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8. LUDOVICO EL MORO. La prueba de su múltiple talento está en que al presentarse a Ludovico Sforza, duque de Milán, en 1482, como músico, Leonardo agregó que también era pintor y escultor en mármol, bronce y terracota, y además, ingeniero militar, inventor de obras hidráulicas, puentes portátiles muy resistentes, equipos de asalto, obuses y cañones ligeros, barcos blindados, vehículos acorazados, catapultas y otras máquinas de guerra, y por último, arquitecto con capacidad para construir grandes monumentos públicos y privados en tiempos de paz. El duque, en efecto, le encargó no sólo diversos trabajos en sus numerosas empresas militares sino también una gigantesca escultura ecuestre, en bronce, de ocho metros de altura, para perpetuar el nombre de su familia; pero las setenta toneladas de bronce acumuladas para ello se utilizaron para fundir cañones en la defensa de Milán, asediada por las tropas francesas.8

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En 1999 una fundación privada financió la fundición de un caballo de ocho metros de altura, en Nueva York, conforme a los planos de Leonardo, y fue donado a la ciudad de Milán, donde se encuentra actualmente.

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Su estancia de 18 años en Milán fue pródiga en descubrimientos científicos e invenciones de uso civil y militar. Leonardo profundizó sus estudios anatómicos y concibió la bomba centrífuga; el cañón que se carga por la culata; el tornillo cónico; la transmisión con correas; las dragas para la construcción de canales; las cadenas de eslabones; los tornillos sin fin; diversas clases de compás; el aparato para bobinar y torcer la seda; el huso; la lanzadera; el tubo de lámpara; la bicicleta, etcétera; pero muchas de estas cosas quedaron en papel, las pocas que realizó las destruyó la guerra, y al poco tiempo, todas fueron olvidadas. Como pintor, realizó en esta etapa varias obras monumentales, de las cuales quedan dos: La virgen de las rocas y La última cena, aunque esta última está ya prácticamente desaparecida. 9. CÉSAR BORGIA. Al salir de Milán, Leonardo regresó a Florencia y César Borgia lo hizo su asesor civil y militar; pero todo lo que hizo fue destruido por la guerra, salvo algunos de sus cuadros, aunque a la postre muchos de ellos se perdieron con el tiempo, como la batalla de Anghiari, que pintó en esta época.

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Las cosas que emprendía en otras materias casi nunca las terminaba. Los señores le encargaban obras artísticas y le exigían que pusiera manos a la obra, pero de nada servía. Para arrancarle un cuadro o un simple dibujo era necesario tener una gran paciencia, multiplicar los ruegos y esperar años. Isabel de Gonzaga, por ejemplo, después de suplicarle reiteradamente que decorara una de las salas de su palacio, escribió a un amigo que obtuviera de él, por lo menos, una pequeña pintura de la Virgen; pero éste le contestó: "La vida de Leonardo e varia et indeterminata forte. Parece que viviera a giornata". En otras palabras, parecía vivir al día y dedicarse a cosas que le hacían perder el tiempo. “Desde que llegó a Florencia –prosigue-, no ha realizado más que un cartón. Dos de sus alumnos pintan retratos y de vez en cuando pone mano en sus trabajos. Está completamente entregado a la geometría". Las palabras anteriores pintan a Leonardo de cuerpo entero y explican su aparente desaprensión al trabajo físico. Era reclamado por sus dones geniales de artista; pero su verdadera vocación era la de geómetra.

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Non mi legga chi non e matematico. “Que nadie me lea si no es matemático –escribió- porque yo siempre lo soy en todos mis principios”.9 La geometría, la matemática, la música y la astronomía eran las artes mayores. Formaban el quadrivium. Artes liberales, según los antiguos, porque las ejercían los hombres libres, a diferencia de las artes mecánicas, propias de los esclavos. La pintura, en cambio, que había sido un arte manual, propia de siervos, ya era un oficio noble en la época de Leonardo; pero de todas maneras, aunque no carecía de poesía, sí de sustento teórico.10 De allí la necesidad de elevar su nivel científico, nutriéndola de matemáticas, anatomía, geometría, física, óptica, perspectiva, etcétera. Hacía falta, pues, según Leonardo, un tratado filosófico de la pintura.11

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“No puede haber certitud en una ciencia que no aplica las matemáticas”, dijo Leonardo. En 1509 el matemático Luca Paccioli publicó De divina proportioni con ilustraciones de Leonardo, entre ellas, como parte de sus abundantes estudios sobre la cuadratura del círculo, el Hombre de Vitrubio, cuyo ombligo es el centro de la imagen y sus pies descansan en la base de un cuadrado y, al mismo tiempo, en las cóncavas líneas de un círculo. La proporción divina de Paccioli era llamada proporción áurea por Leonardo. 10

Leonardo partía del principio de que la pintura debía convertirse en un instrumento de conocimiento que vinculara la búsqueda especulativa con la verificación visual, es decir, una forma nueva y más eficaz de filosofía, una filosofía pictórica o una pintura filosófica, que captara el exterior y el interior de las cosas. 11

El Trattato, nunca concluido, comprende las siguientes secciones: 1. El cuerpo humano (proporciones, anatomía, movimiento, postura, expresión, decoración y cortinajes). 2. Descripción de la naturaleza (luz, distancias, atmósfera, niebla y humo, agua, horizonte, montañas, plantas y árboles). 3. Práctica del maestro pintor (ética, evaluación de trabajos, advertencia a los jóvenes pintores, vida del pintor, el estudio, ayudantes, la pintura sobre muros, invención y composición, alegorías y emblemas). 4. La ciencia de la visión en la pintura (propiedades del ojo y de la luz, color, perspectiva del tamaño, color y desaparición, luz y sombra o chiaroscuro, y perspectiva linear). El manuscrito inconcluso terminó en la biblioteca Urbino, de Federigo da Montefeltro. A la muerte de éste su biblioteca fue montada en la biblioteca del Vaticano bajo el nombre Codex Urbinas Latinus 1270 o simplemente Codex Urbinas. En 1651 Rafael Trichet du Fresne hizo publicar en París una copia manuscrita del Trattato, por Langlois, en suntuoso infolio, que contenía también los tratados de pintura y escultura de León Bautista Alberti, y en 1817 Guglielmo Manzi publicó en Italia el manuscrito del Códex Urbinas.

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Para el mundo, sus incomprendidas observaciones científicas le hacían perder su tiempo como pintor; pero para él, pintar por encargo le hacía perder un precioso tiempo que necesitaba dedicar a sus observaciones científicas, entre ellas, por qué vuelan las aves, lo que lo llevó a diseñar aparatos para el vuelo del hombre. En este marco mental y espiritual, a los cincuenta años de edad, además de proyectar numerosos instrumentos musicales, pintó en Florencia La Gioconda y otros cuadros que se han perdido. Al regresar a Milán, antes de irse a Roma y luego a Francia, diseñó el Jardín de las Maravillas para el Palacio d’Amboise y pintó dos piezas magistrales: La Virgen, Santa Ana y el Niño, y Leda y el cisne. 10. FRANCISCO I. En Francia fue nombrado “primer pintor, ingeniero y arquitecto del reino”, recibió de Francisco I un tratamiento de príncipe y produjo su San Juan Bautista, cuyo rostro es el mismo que el de Baco. A estas dos últimas obras les tuvo particular aprecio. En sus últimos años viajó con ellas y contemplándolas murió. Francisco I compró

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la Mona Lisa a su heredero, unos dicen que por cuatro mil y otros por doce mil piezas de oro, y hasta la fecha se conserva en el Louvre.12 Algunos de sus contemporáneos que lo admiraron como artista, también presintieron su grandeza como teórico, científico e inventor.13 Sin embargo, sus propuestas científicas y tecnológicas no recibirían plena atención sino hasta la llegada de los nuevos tiempos, esto es, hasta que empezaron las grandes preocupaciones en la materia, en la Ilustración, ya entrado el siglo XVIII. Humboldt, en el segundo tomo de Cosmos, dijo que había sido “el más grande físico del siglo XV, un hombre que, dotado de extraordinarios conocimientos matemáticos, unió a ellos en grado sorprendente la facultad de hundir sus miradas en las profundidades de la naturaleza”.

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Algunos críticos han puesto de manifiesto que el rostro de Santa Ana, la virgen y Leda es el mismo; que el de Baco y San Juan Bautista son idénticos, y que los de aquéllas y los estos son prácticamente iguales entre sí, lo que les ha permitido sugerir que la mujer, en sus distintas manifestaciones, es Catalina, la madre de Leonardo, y el hombre –en forma de niño o de adulto- es el pintor él mismo. 13

Melzi, el heredero de Leonardo, hizo algunas copias manuscritas sobre El tratado de la pintura y vendió una de ellas a Benvenuto Cellini por quince escudos de oro, quien después de leerla, escribió: "No creo que haya existido hombre más grande en el mundo jamás". Siendo un tratado sobre física, más que sobre pintura, mandó la copia a Serli para que la publicara, pero éste "no puso en claro en materia de perspectiva más que lo poco que pudo comprender". Tres años antes de su muerte, el secretario del Cardenal de Aragón lo visitó en su estudio en Francia. "Leonardo me dijo que hizo la disección de más de treinta cadáveres de hombres y mujeres de todas las edades y que había escrito sobre la naturaleza del agua. Ha llenado infinidad de volúmenes con dibujos de máquinas y otras muchas cosas, que explica en lengua vulgar, y dice que una vez publicados resultarán de gran utilidad y del mayor encanto".

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“El artista coronado de gloria –dice Humboldt- se había entregado al estudio de la meteorología, tanto como al de la hidráulica y de la óptica. Ejerció influencia durante su vida mediante sus grandes creaciones artísticas y el prestigio de su palabra, pero no por sus escritos. Si las ideas de Leonardo da Vinci sobre la física no hubieran quedado sepultadas en sus manuscritos, el campo de la observación abierto por el nuevo mundo hubiera sido explorado científicamente antes de la gran época de Galileo, Pascal y Huyghens”. Lo mismo que Francis Bacon y por lo menos un siglo

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antes que él, Leonardo sostuvo la inducción como único método legítimo en las ciencias de la naturaleza; decía: Dobbiamo cominciare dall'esperienza, a per mezzo di queste, scoprire la ragione. (Deberíamos comenzar por la experiencia, y por medio de ella, descubrir la razón) 11. ESTUDIOS, RETRATOS Y PROYECCIÓN. Los estudios y biografías sobre Leonardo se han multiplicado desde fines del siglo XIX y, conforme pasa el tiempo, nuevos investigadores siguen descubriendo otros aspectos de su obra. Sus trabajos sobre el subconsciente y sus adelantos en materia de psicología de la libido, de la represión y de la expresión inconsciente en el amor y en el arte, todavía están por analizarse. En materia de desplazamiento aéreo y espacial aún no se captan todas las alusiones y consecuencias de su obra. Además del automóvil impulsado por varios muelles, el salvavidas y los intercomunicadores, están estudiándose los robots e incluso fórmulas para crear plásticos naturales. Y así sucesivamente. Por tal razón, ofrecer una bibliografía sobre él sería tarea poco menos que imposible.

La abundancia de estudios sobre su obra contrasta con lo poco que se conoce sobre su apariencia física. Leonardo no fue pródigo en

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autorretratos. Sólo existen dos sobre su vejez: el de la Galería de los Ufizzi –que no es totalmente de su mano– y la famosa sanguina de Windsor, obra de su discípulo, más que de él, de la cual existe copia en la biblioteca Ambrosiana.14 Vasari, que lo conoció personalmente, escribió: Sin hablar de la belleza de su cuerpo, que nunca podrá ser suficientemente ponderada, llevaba en cada uno de sus actos una gracia más que infinita. Su talento era tan grande, que resolvía sin esfuerzo cualquier dificultad. Su fuerza física era enorme –doblaba una herradura con los dedos- y corría pareja con su destreza. Su espíritu y su valor tuvieron siempre un carácter real y magnánimo. Y la fama de su nombre se extendió a tal punto, que no sólo fue célebre en vida, sino que, después de su muerte, su gloria se ha acrecentado. Pero ni los retratos, ni las descripciones, ni los estudios sobre él pueden darnos idea de lo que fue ese gran hombre, raro y misterioso, sino acaso sus escritos. "Lo mismo que la naturaleza –escribió–, procedo naturalmente". Quizá en estas pocas palabras resida el secreto de su ser. Leonardo era una fuerza natural arrolladoramente destructora, como la de los terremotos o las tempestades, y conmovedoramente creadora, como la de los amaneceres y crepúsculos que nacen y mueren entre los viejos 14

Durante años se creyó que la cabeza de anciano que existe en la Biblioteca Real de Turín era su propia cabeza. Hoy se sabe que, si bien es obra de su mano, no reproduce sus rasgos fisonómicos. Aparte de sus dos retratos, unos creen que su efigie está en la figura del Platón en la "Escuela de Atenas", de Rafael; pero esto no pasa de ser una especulación.

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horizontes, eternamente nuevos; pero en uno y otro caso, siempre en forma espontánea, auténtica y por encima de la razón o la justicia. Fue una fuerza natural expresada con perversa e inocente sonrisa, que lo mismo inmola, destruye y duele, que encanta, seduce y fascina. Cuando Leonardo puso esta sonrisa en labios de La Gioconda, imprimió a su rostro, de claridad helénica y lucidez renacentista, profundos misterios góticos. Y al imprimirle historia, no sólo le dio una perspectiva espacial sino también temporal, es decir, conjugó en esa imagen las dimensiones del tiempo con las del espacio.

Por eso la sonrisa de Mona Lisa es de tristeza, ironía y esperanza; una tristeza como la que dejan la sabiduría o la ignorancia; una ironía como la de aprender a vivir, sin sospechar que es aprender a morir, y una esperanza como la que despierta el nacimiento de las ideas, de las cosas y de los seres, porque cada vez que algo o que alguien nace, nace el mundo otra vez… Esta insinuada y enigmática sonrisa es la de Leonardo.

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Bibliografía Leonardo da Vinci, Tratado de la pintura, Espasa-Calpe S.A., 2005. _______ Escritos literarios, Tecnos, 2005. _______ Profecías, Ediciones de la tempestad, 2004. _______ El códice sobre el vuelo de los pájaros, Giunti Marzocco, 2003. _______ Aforismos, Planeta-De Agostini, 2003. _______ Apuntes de cocina, Distal, 2002. _______ Ecrits et dessins, Drawings and notes, éditions l’instant durable, 2002. _______ Codex Madrid (5 v.), Planeta-De Agostini, 2001. _______ Dreams, schemes and flying machines, Prestel-Verlag, 2000. _______ Cuadernos de notas, Edimat Libros, 1999. Leonardo da Vinci a través de sus textos, MRA creación y realización editorial, 1996.

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