A CIEGAS Un nuevo libro en SoopBook
ELBA GERTRUDIS MAZZEO
Sobre este libro Este es un libro creado en SoopBook.es Si quieres ver el libro en formato web y poder disfrutar de las opciones ampliadas como comentarios, mapa de navegaci贸n, etc. puedes hacerlo a trav茅s del siguiente enlace: A CIEGAS Licencia: cc-by-nc-nd Generado el 29 mayo 2013
Autor:
ELBA GERTRUDIS MAZZEO ESCRITORA POESIA Y NOVELAS,PROFESORA DE PIANO,MAESTRA JARDIN DE INFANTES,COMERCIANTE,JUBILADA.
Presentación "A CIEGAS", ES UNA NOVELA DE CORTE DRAMÁTICO SIN SEMEJANZA CON LA REALIDAD EN CUANTO A NOMBRES DE PERSONAS Y LUGARES GEOGRÁFICOS. FICCIÓN Y DRAMA. TODA COINCIDENCIA SERÍA CASUAL.
PRÓLOGO Este nuevo libro al que titulo “A CIEGAS”, es imaginario. No tiene relación alguna con la realidad, así
como sus nombres fueron elegidos al azar. Si bien es una historia que bien pudo suceder, todo es creatividad. Esta novela relata los devenires de una joven, que como bien lo dice el título, se enfrenta sin saber a hechos que perturbarán su vida. Todo ser humano nace “a ciegas”. Ignoramos porqué vinimos al mundo y, al crecer, vamos recorriendo la vida como el que no ve que tiene por delante. Los planes que el hombre elabora para cumplir su destino, muchas veces se ven
trastocados por sucesos que cambian el rumbo, sin saber a ciencias ciertas, si lo por venir, será mejor o todo lo contrario. La vida en sí es un permanente desafío. En cada paso que damos nunca vemos más allá y tropezar, caer y sufrir, son parte del crecimiento del ser. En esta historia se verán los destinos de varios personajes, donde el amor, no siempre será correspondido y en muchos casos, se encuentra en lo no visto. ELBA MAZZEO
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SOFÍA Y CAROLINA SOFÍA Y CAROLINA El barrio de Ramos Mejía, residencial y con un centro comercial importante, no distaba mucho de la Capital Federal de Buenos Aires. Antes de las vías del ferrocarril, la arteria más larga del mundo, Avenida Rivadavia, cortaba a la Avenida de Mayo, amplia y luminosa. El paso del tiempo había convertido en modernos edificios torres lo que fueran residencias solariegas, pero en sus calles aledañas, las viviendas mantenían sus estilos lujosos y parquizados. La estación primaveral pintaba de hermosos colores los jardines, con sus macizos de petunias, alelíes, siemprevivas y rosales primorosos. La noche descendía muy azul cuando Sofía escuchó que llamaban desde el portero eléctrico. Su hogar era poseedor de una bella construcción; amplio, con grandes ventanales enrejados, techos a dos aguas a los que denominaban chalets, estaba rodeado desde la vereda, también cercada con altas y macizas
rejas, por un precioso parque iluminado por farolas diseminadas con buen gusto. Hacia uno de sus lados, una fuente conteniendo a una ninfa marmolada, mostraba dentro de su blancura, la mata de flores rojas y amarillas en un cantero circular en su base. De la estatua brotaban hilos de agua que al caer sobre la fuente, semejaban destellos dorados reflejados por las luces del hermoso jardín. Era imposible que algún transeunte no se detuviese a mirar tanta belleza. Cuando escuchó el llamado, un, “ya te abro”fue toda su respuesta. Observó por el mirador de la maciza puerta de cedro, las precauciones estaban a la orden del día. La delincuencia tenía en vilo a los ciudadanos, ricos o pobres, jóvenes o ancianos. Era menester serciorarse muy bien antes de darle paso a quien fuera, ya nadie era confiable. No hacía mucho le habían arrancado la cámara de seguridad colocada para observar la entrada a la propiedad, sin que hubiese logrado encontrar explicación alguna, algo que aumentaba sus miedos. A pesar de las penumbras del anochecer, vió a su
mejor amiga, Carolina, siempre elegante y bonita. Sofía oprimió el pulsor que abría la puerta exterior, construída en rejas artesanales de consistencia maciza, dándole paso a su amiga. Luego, mientras la joven recorría el sendero de piedras laja hacia la casa, abrió la puerta de cedro, recibiendo de sus manos un gran bulto de confitería. -¡Qué sorpresa! No me avisaste que vendrías a esta hora, me alegra verte, ¿y tu coche? -Lo dejé al resguardo de un garage, prefiero pagar unas horas de alquiler y no arriesgar que me lo roben o estropeen algo, ¿viste? ¡Feliz cumpleaños! Perdóname, sabes que no lo olvidaría. -No, no… gracias… es que… este año ando sin ganas de festejos Carol, ¿tengo que explicarte…? -Bueno… nadie mejor que yo sabe lo tuyo. Lo mismo te quedan los amigos Sofía, hoy me llamaron los del grupo preguntando que hacíamos, querían que te lleve a cenar y darte la sorpresa de vernos juntos… pero yo sé como te sientes…
-Carol… hacen quince días sepulté a mis padres… semejante accidente, no lo puedo superar aún. ¿Cómo me acostumbro a vivir sin ellos? - Porque te entiendo frené a nuestros amigos, pero tienes a Alex, tu hermano, él te ve como a su hermana mayor así se lleven un año, llámalo y compartimos la torta juntos. Supongo que tienes algo para brindar. ¡Arriba ese ánimo Sofía! No será una fiesta, algo entre los tres, nada más… Sofía la miró desorientada… ¿cómo explicarle que su hermano había desaparecido.
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comentario SOFÍA Y CAROLINA
LA CÁMARA La plaza desbordaba de niños jugando y riendo como gorriones alborotados entre los árboles. Las madres, abuelas o niñeras, vigilaban a sus criaturas descansando en los bancos de granito, esperando que se hiciera la hora del regreso a sus hogares. Entre ellos, un joven alto y delgado de cabellos rubios, gatillaba su cámara fotográfica buscando un gesto gracioso en los rostros infantiles. Algo pareció molestarles a un par de señoras que lo interpelaron con aspereza, preguntándole “con permiso de quien tomaba esas fotografías.”
Sin inmutarse y con una tímida sonrisa, Alex Pereyra les mostró su credencial, donde figuraba ser fotógrafo profesional de una renombrada revista popular. Frente a la insistencia de las mujeres en saber para qué serían dichas fotos, el joven completó su breve diálogo, explicando que la revista editaría un artículo infantil, sobre niños jugando en la plaza. Frente a las miradas desconfiadas, algo intimidado por la situación que afectaba su temperamento depresivo, optó retirarse pidiendo disculpas. Alex Pereyra había salido de una larga recuperación de su dolencia como drogadicto. Largo y penoso fue su tratamiento, pero al fin, volvía a integrarse a la familia y, gracias a su
hermana, había conseguido ese trabajo, que era algo que sabía hacer. Pensó que al menos había logrado varias fotos interesantes, y serían suficientes para la revista, de lo contrario, lo mejor sería sugerirles que consiguiesen una autorización para entrar a algún jardín maternal, o de infantes. Inmerso en sus pensamientos cruzó la plaza para abordar su Corsa rojo, cuando otro vehículo frenó bruscamente cerrándole el paso. -¿Alex? ¡Vaya! ¡Qué chico es el mundo! ¡Alex Pereyra! De pronto desapareciste gusano, ¿olvidaste tu deuda? ¡Nosotros no! El rostro asomando por la ventanilla le
decía a las claras de quien se trataba. Algo más viejo tal vez, pero sus gafas oscuras no lograban ocultar la cicatriz de su mejilla. No le cabían dudas, ese hombre era Alfonso Valdez, el mismo que años atrás le proveyera la droga y lo intimase a distribuirla por lugares específicos. Un malestar profundo le recorrió el cuerpo, más, cuando el individuo descendió del coche acompañado por otros tres, que lo rodearon amenazantes. -Yo… yo… – atinó a balbucear. – Estuve muy enfermo… mis padres me internaron… no tuve oportunidad de salir… hace muy poco me dieron el alta. Estuve mucho tiempo internado… lo
siento… -¡Já! También para nosotros pasó mucho tiempo esperando el dinero. ¿Dónde escondiste el vuelto hermano? -No, no… no recuerdo… yo deliraba, sólo recuerdo eso… me lavaron el cerebro y ni sé si me pagaron en realidad… -¡No nos vengas con cuentos, nos debes cien mil más los intereses de estos años! Diría, a ver… ciento cincuenta mil. -Estuve preso Alfonso, entiéndeme, me detuvieron con la merca encima pero no dije nada, me quitaron lo que llevaba y me pusieron entre rejas, ¿a quién le iba
a cobrar?Lo único que recuerdo fue que estaba como loco. Mis viejos me sacaron bajo fianza y me internaron en una clínica para drogadictos. No saben lo que fue pasar días y noches sin consumir… -No nos vengas con letanías marica. Por ahora tomaremos tu camarita en parte de pago. ¡Último aviso! Sabemos donde vives con tus papis y tu preciosa hermanita, los estuvimos rastreando. Para este sábado que viene, a las nueve de la mañana, aquí mismo te vienes con los cien mil. Si abres la boca con la cana serán boleta primero tus padres, luego la periodista y sigues tú. 2
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ANGUSTIA ¡No… la cámara no! ¡Es mi trabajo por favor! – Un puñetazo y varias patadas lo abatieron. Ahí quedaba tendido junto a su coche y el cordón de la vereda. Mientras tanto, el otro vehículo con los cuatro agresores, emprendía su fuga por calles inciertas. Al verlo tirado en la acera como muerto, varios transeuntes se detuvieron sin animarse a tocarlo. Era más poderosa la curiosidad, que servir de ayuda a la víctima, hasta que alguien dijo: “llamo al 911.” Con un esfuerzo sobrehumano logró ponerse de pie. Su cabeza giraba y no creyó tener fuerzas para salir de ahí. -¡No, no…! Deje señor… ya pasa, me robaron la cámara de fotos, nada más… Ahora mismo haré la denuncia personalmente… gracias, gracias… – dijo sentándose al volante.
Miró como los curiosos se alejaban con una forzada sonrisa. Sostuvo su cabeza por unos minutos, estaba mareado, las patadas podían haberle roto una costilla tal vez, pero no iría a la policía, eso era lo que menos deseaba. “¿Qué diré en casa…?” pensó al verse en ese estado y sin la cámara. “¿De dónde saco ese dinero? ¿pedirle a mi padre? No, le daría otro disgusto peor…” Sin saber como arribó al garage de la vivienda, metió el coche y a hurtadillas, entró por la puerta de los fondos hasta llegar a su cuarto. Su ropa estaba sucia y varios moretones aparecían por su cuerpo desnudo. Fue directo a su baño para ducharse y cambiar su vestimenta. No bajaría a cenar. Durante dos días deambuló por su cuarto como perdido. No quería que su familia descubriese el moretón azulino en su rostro y, cuando golpeaban a su puerta para que fuese a comer, se disculpaba diciendo no tener apetito. Frente a la insistencia de la familia, pidió le dejasen algo en la heladera, que en cualquier momento bajaría a comer, porque tenía demasiado trabajo.
A sus padres y la hermana no les extrañaba mucho su actitud, ya que consideraban verlo muy bien en relación a unos años atrás. Comprendían que Alex estaba pasando por la etapa de readaptación al círculo familiar, y, por consejo médico, lo mejor que podían hacer por él, era dejarlo tranquilo el mayor tiempo posible.
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LA RESENTIDA Sofía era la primera en levantarse por las mañanas. Mientras se ocupaba de su arreglo personal, su padre se dedicaba a preparar el desayuno para compartirlo con ella, antes que saliera hacia su trabajo. Como su madre remoloneaba un poco más en la cama, ella subía a su dormitorio para despedirse dándole un beso en la mejilla. Su padre nunca dejaba de acompañarla hasta la puerta para dejar su beso de despedida, deseándole un buen día laboral. Cuando la veía subir a la camioneta de un compañero de trabajo, que todas las mañanas pasaba por ella, los saludaba con una amplia sonrisa y un gesto de su mano, pensando en que su hija podía formalizar una linda pareja con el muchacho. -Buen día señorita. – Le dijo con gentileza Francisco Rosas, joven periodista con quien compartía su trabajo y sus intimidades.
-Cómo estás Fran… buen día para tí también. – Respondió acomodándose a su lado. -Te veo muy linda esta mañana, ¿tuviste alguna alegría? ¿regresó tu peor es nada? -¡Por favor Francisco! Ni lo nombres… ¿cuántas veces tengo que decírtelo? Ya sabes que no deseo recordar el pasado y basta de hombres… -¡Mala! No puedo ilusionarme con que llegues a quererme ni un poquito, ¿verdad? - Fran… tú sabes cuanto te quiero como amigo, no quiero que esto cambie, eres mi confidente y si insistes… puedo llegar a odiarte… No arruinemos algo que es hermoso para mí. - Para tí, claro… -No sé si los años harán que olvide a Diego, él me quitó la fe en el amor de pareja, es una realidad dolorosa para mí. ¡Perdí cinco años de mi vida por él! Casi frente al altar vine a enterarme que tenía mujer y cinco hijos Fran… ¡Por favor…!
-Sabes que lo siento, no puedo evitar decirte que siempre serás mi amor imposible… -¡Basta Francisco! ¡Terminarás alejándome para siempre de tí! Un silencio cargado de angustia, se instaló entre los jóvenes hasta llegar a la editorial. El amor incondicional de Francisco prefería tenerla así, muy cerca suyo y lejana a la vez, antes que no volverla a ver. Sofía, resentida y sufriendo su insistencia, valoraba su amistad, su actitud solícita, la confianza que le inspiraba ayudándola en todo. Sin dudas que hubiese preferido amarlo de otra forma. Francisco merecía lo mejor y ella guardaba demasiada desconfianza en su corazón. La palabra infidelidad le golpeaba el cerebro. Para ella el amor debía ser total, único, una entrega para toda la vida. Sin secretos, sin traiciones…
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EL SÁBADO Por más que pensaba no tenía a quien recurrir. Encerrado en su cuarto, Alex padecía su incertidumbre viendo pasar las horas con lentitud. De ningún modo le pediría tanto dinero a su padre, aun sabiendo que poseía una abultada cuenta bancaria. Su padre era un importante empresario conocido por su prestigio y honor, y demasiados disgustos le había ocasionado ya. ¿Qué hacer…? Se preguntó una y mil veces. Ni su costosa cámara estaba en su poder, ¿cómo se presentaría a la editorial? ¿diciendo, “me la robaron”? Eso implicaría una denuncia policial que lo involucraría en su pasado delictivo, algo que sin dudas, perjudicaría hasta a su hermana. Su hermana… pobre y querida Sofía… La escuchó llamando a su puerta que había cerrado con llave, para evitar que su familia entrase y lo viera con el rostro moreteado. -No me siento bien Sofía, excúsame en la editorial.
-¿Por qué no me dejas pasar? ¿qué te sucede? -Nada, creo que estoy engripado y necesito dormir, diles que voy la semana próxima. -Bueno… pero deja que al menos te alcancemos un té o llmemos al médico. -No insistas, estoy mejorando, luego bajo, vete ahora. Como un león enjaulado vió llegar el sábado. Miró el reloj sobre un mueble. Marcaba la hora que le indicara el temible Alfonso Valdez. ¿Qué hacer…? No podía ir a su cita con unos pocos pesos en sus manos y, lo más factible sería, otra paliza o una certera puñalada. Confundido en sus tribulaciones escuchó a su madre detrás de la puerta. -Hijo… ¿me escuchas? Hacen tres días que no sales de tu cuarto… ¿qué te está pasando…? ¿Por qué no me dejas entrar? ¿Estás bien? -Sí mamá, no me estoy drogando si es lo que temes…
-Alex… por favor… baja y almorzamos todos juntos hijo, preparé las pastas que tanto te gustan, vamos… mira que te esperamos ¿eh? -Está bien, al mediodía estaré en la mesa mami, no te preocupes… – le respondió sintiendo un profundo dolor por ellos y por él mismo. Fue hasta el baño observando el golpe en su rostro, no se notaba tanto ya. Si dejaba que su cabello callese sobre el ojo, no lo notarían para nada. En el peor de los casos les diría que se marcó durmiendo sobre su puño y ellos creerían la excusa. Una charla trivial unió a la familia alrededor de la mesa en un momento inolvidable. Nadie hizo preguntas sobre el estado de Alex, respetando el consejo médico de no presionarlo en nada. -Alex… – dijo en un momento el padre, – mañana es domingo por si no lo recuerdas, sabes que el tío Rafael siempre nos espera en su casa del country Las Praderas, por una vez, ¿no quisieras venir con nosotros?
-Discúlpame papá… – respodió dubitativo, – no me siento cómodo entre todos los parientes. Ya sabes que pasa, comienzan con sus preguntas… me miran como bicho raro… espera que pase el tiempo y veremos. Hace poco que salí de la clínica y… bueno… prefiero no tocar el tema… -Pienso que exageras, pero bueno… es tu decisión. -Gracias papá, vayan tranquilos y diviértanse, les hace bien un día de campo. Supongo que es un lugar muy lindo. -¡Precioso! Y no imaginas los asados que prepara tu tío. Ahí sí que hay paz. Mira, sólo ves arboledas, césped delante de las residencias, flores, pájaros enormes y un aire puro que te deja nuevo. Te haría bien venir con nosotros… -No, no se enojen… vuelvo a la cama, tengo que terminar trabajos y quiero descansar.
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SANGRE Aquella noche de sábado llovieron invitaciones para los jóvenes hermanos. Alex, entusiasmado por Sofía, aceptó acompañarla a un boliche bailable de la zona, “Pinar de Rocha.” Ahí se encontraron con varios jóvenes y chicas más amigos de su hermana que suyos, que lo recibieron con simpatía. Ocupando una mesa, el volúmen de la música disco resonó en el local. Reguetón, salsa, cumbia… todo era disfrutado por la inmensa concurrencia de gente que gozaba bailar en la noche. -¿Cerveza para todos? – preguntó Francisco, el amigo enamorado sin esperanzas de Sofía, en medio del jolgorio y la música estridente. -Para nosotros sólo gaseosa Fran. – Dijo Sofía conciente que Alex tenía prohibido el alcohol por sus medicamentos. Los dos hermanos resaltaban del grupo por su
parecido e increíble belleza. Altos, delgados, de ojos claros entre celestes y grises, el cabello rubio hasta la nuca en él y llegando a la cintura en ella, los pintaba como a mellizos idénticos. El año que le llevaba Sofía a su hermano no hacía la diferencia. Francisco les acercó su bebida cola admirado de su parecido. ¡Si hasta la misma forma de sonreir tenían! -Ven, baila conmigo. – le fijo a Sofía que accedió de buen agrado, mientras que Carolina entraba en confianza con Alex. -Tú eres… -¡Carolina! ¿Ya me olvidaste? Fuimos muy amigos de niños. Con tu hermana carne y uña, yo la adoro, es mi mejor amiga. -Sí claro… cambiaste mucho, te encuentro desconocida… -Pasaron años, pero ¿cómo me ves? ¿más linda o más fea?
-¡Mira lo que dices! Te veo preciosa, por eso tal vez no te recordé bien. Me parece verte como a una pelirroja pecosa y traviesa… -Creo que me estás confundiendo con otra, ¡no importa! Mejor vayamos a bailar. -No, no lo tomes a mal, prefiero observar como se divierten los demás, ve tú. Larga y divertida fue la noche, hasta que, llegando casi el amanecer, hombres y mujeres pasados de copas comenzaron a buscar la salida, siendo muchos los que continuarían sus divertimentos en el lecho de algún hotel cercano. Sofía y Alex se despidieron de sus amigos, alegres pero sobrios. El Corsa rojo del muchacho los esperaba junto a la acera, para regresar al hogar. Un leve resplandor en el cielo, anunciaba que el nuevo día estaba por dejar aparecer al sol en su espacio infinito. Entraban a su calle cuando Sofía advirtió un coche oscuro frente a su casa.
-Espera Alex, mira ese auto ahí, ¿no te parece sospechoso? Hay gente adentro… Alex tembló pensando en Valdez. Él no había cumplido con su exigencia y era posible que lo estuviesen esperando toda la banda de mafiosos. -No me gustan nada Alex, pon el coche marcha atrás, mira si nos asaltan cuando abramos el portón levadizo. ¡Uh! Justo viene un patrullero, apresúrate ahora y entremos. La mañana los encontró durmiendo en sus cuartos profundamente, después de la ajetreada noche de baile y risas. Los padres, madrugadores, se aprestaban para salir con su Toyota blanco hacia el acceso oeste rumbo a la ciudad de Luján, donde los esperaba la familia. Alegres y portando una cargada cesta con alimentos para compartir, subieron a su coche. Con su esposa a su lado, el hombre accionó el portón levadizo mientras encendía el motor, saliendo hacia la calle. Una ráfaga de balas arremetió contra la luneta delantera, tiñendo de sangre la blancura del vehículo.
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Si lo deseas puedes ir a la web para ver el capĂtulo online, votarlo o aĂąadir un comentario SANGRE
MUERTE La estridencia de las sirenas de patrulleros policiales y ambulancia, aturdieron la calle en esa apacible mañana de domingo. El tiroteo no había llegado a oídos de los hermanos Pereyra, profundamente dormidos después de la trasnochada. Al alboroto del siniestro se sumaban los gritos de muchos vecinos, que aterrados, miraban el accidente de sus conocidos del barrio, sin terminar de entender qué les había sucedido. Nadie respondía al llamado del portero eléctrico, hasta que comenzaron a golpear con fuerza la puerta interna del garage que lo conectaba con la casa. La primera en despertar con sobresalto fue Sofía. Los tres dormitorios se encontraban en la planta alta de la vivienda, algo que hacía difícil recibir los ruidos de la calle. Los golpes desde el garage retumbaban en su cabeza, pensando que todavía escuchaba el volumen de la música del boliche bailable, hasta que, en medio de la inconciencia del sueño, se percató
de los golpes viniendo de la planta baja. Miró su reloj, advirtiendo que apenas si había dormido un par de horas, sólo que también advirtió con mejor nitidez, los llamados violentos y el ulular de las sirenas. ¿Qué estaba pasando? Se preguntó adormilada. Por pura curiosidad se asomó por la ventana que daba a los jardines y la calle, suponiendo que algo le estaba pasando a algún vecino. Estupefacta vio el coche de sus padres estrellado contra un poste de alumbrado público, rodeado de patrulleros, ambulancia, morguera y vecinos en un ir y venir desesperado. ¿Acaso sus padres habían tenido un accidente al salir de su casa? Se vistió con rapidez corriendo hacia el cuarto de su hermano que, por suerte, no había puesto llave a la puerta. Sin otra solución, tuvo que sacudirlo para que despertara y decirle con cierta parcimonia lo que terminaba de ver. -¡Alex! ¡¡Alex despierta!! No… no te asustes mi querido, pasa algo…
-Qué… ¿qué te pasa…? -Escucha… ¿oyes los golpes? nos están llamando desde la calle… creo que algo malo les sucedió a papá y mamá… Lo vi por la ventana… el coche… el coche de papá… está estrellado contra un poste. ¡Levántate! ¡Vamos! ¡Tienes que vestirte rápido y bajar conmigo Alex! ¡Tengo mucho miedo! Conmocionados, recordando que esa mañana ellos saldrían temprano hacia la casa del tío Rafael, bajaron enardecidos. Varias cintas blancas con rayas rojas cercaban el lugar del siniestro. Policías, bomberos y médicos hablaban como en secreto, alejando a los curiosos. -¡Déjennos pasar, es el coche de nuestros padres! -¡Un momento! Son sus hijos entonces… bueno, lamento darles una mala noticia – dijo un oficial, – esto no se trata de un choque, las víctimas fueron… acribilladas a balazos, parece que el señor perdió el control del volante y se estrelló contra el poste, pero… siento decirles que… están sin vida… los bomberos están tratando de sacarlos. Están
incrustados contra el parabrisas y pudimos ver que tienen varios impactos de bala en sus rostros… -¡¡¡Nooooo!!! – el grito de Sofía paralizó a los allí presentes. Los paramédicos debieron asistirla en su caída vertiginosa causada por la impresión. -¡Sofía! – gritó Alex sintiendo que su cuerpo también tambaleaba. Sin saber de donde le nacieron las fuerzas resistió el embate de su propia desesperación. – Qué desastre oficial… no me explico… mire, yo quiero verlos… -Venga, pero su hermana mejor no… es un cuadro impresionante. – Alex jamás olvidaría aquella escena.
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REMORDIMIENTOS Los crueles momentos vividos habían transcurrido como en una pesadilla. Alex y Sofía se encontraron despidiendo a sus allegados, después de la inhumación de los restos de sus padres. No hubo quien no se ofreciera para hacerles compañía, pero ellos agradecieron, con el único deseo de regresar a la casa para llorar a solas su desolación. Cada cual entró a su cuarto sin decir palabra. Quitáronse las ropas del velatorio arrojándolas con asco sobre el piso. Sin verse, los hermanos parecían manejados por las manos invisibles de un titiritero, que coordinaba sus movimientos. Sólo deseaban dejarse caer sobre sus lechos tapados hasta la cabeza, con la angustia que no podían controlar. “¿Por qué a mis padres…?” Se preguntó Sofía antes que el sueño sometiera a su mente.
En el otro cuarto, Alex mordía su almohada para no gritar… Los remordimientos le gritaban sin piedad. ¡Era su culpa! Su maldita culpa por cobarde y no confiarle a su padre lo sucedido en la plaza días atrás. “Tus padres serán boleta.” Habíanle dicho si no cumplía con su deuda, que pasó por alto el sábado anterior no presentándose en el lugar indicado con el dinero. “Por mi culpa mis padres están bajo tierra ahora… ¡Mi mano fue la asesina! ¡Mi maldita mano y mi maldita cabeza que no quiso razonar! ¿Y ahora…? ¿Cómo seguiré junto a Sofía sin decirle la verdad?” El agotamiento de pasar varios días sin dormir, hacer declaraciones en la comisaría, soportar los gemidos de aquellos que se habían acercado a los féretros cerrados, por no mostrar esos rostros desfigurados y azules, lo vencieron. Un sueño vertiginoso lo envolvió en la oscuridad de la misma muerte. Ninguno de los dos supo cuanto habían dormido… Tal vez Sofía fue la primera en despertar ignorando la hora y el día. Con dolor recordó la realidad.
Tendría que asumirla. También le cabía la obligación de hacerse cargo de su hermano, con sus secuelas de largos años tratando sus dolencias por causa de la droga. Haciendo un esfuerzo se dio un baño y se vistió. Bajaría a preparar el desayuno como lo hacía su padre, mas el agregado de sus lágrimas. Desencajada, llegó con la bandeja hasta el cuarto de su hermano. -Pasa… – dijo el joven oyendo los golpecitos pidiendo permiso para entrar. -Hola Alex… desayunemos juntos, ¿quieres…? -Sofi… no deseo nada… me quiero morir… -No digas eso por favor… deja que nuestros padres descansen en paz… sufrirán más que nosotros si nos ponemos así. Debemos seguir… soportar esta mala suerte… estamos viviendo tiempos de mucha violencia y nadie piensa que le puede tocar en carne propia. Todos los días muere gente inocente y en este país nadie hace nada para frenar la
delincuencia. -¿En este país Sofía? El mundo va de mal en peor… -Bueno… basta de lo mismo… tomemos el desayuno como lo preparaba papá… será como si estuviese a nuestro lado… Consolándose mutuamente, tragaron sus lágrimas intentando probar los alimentos, que ya no tenían sabor.
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EL DUELO
El encierro y la apatía flotaban en la casa. La doméstica había llegado como de costumbre, tratando de recomponer el desorden de esos trágicos días. Degreñada y pálida, Sofía permanecía apoltronada en un sillón meditando en como haría para manejar el hogar, siempre regido por sus padres. Otros se habían ocupado de todo, ella fue la niña mimada, estudiosa y buena hija, muy lejos de saber disponer del control de una familia. Con su flamante título de periodista, licenciada en ciencias sociales, un amplio panorama se había abierto para su futuro. La pérdida de sus padres lo complicaba todo, más aún, si pensaba en la tortuosa vida que traía de arrastre su hermano. Alex era por lo tanto, un agregado más a sus obligaciones, no podía dejarlo a la deriva, expuesto a caer en el vicio que costara tanto a sus padres intentar sanar. Ella lo amaba, era su hermano menor, así parecieran
mellizos con sus veinticinco y veintiseis años que no se advertían en la apariencia. En esos aciagos días había perdido toda voluntad por algo. No deseaba ni ver a la doméstica, que realizaba sus tareas en silencio para no molestarla. Tampoco quería escuchar sonar el celular o el teléfono de línea, por lo que desconectó todo, sintiendo una tremenda necesidad de hartarse de ausencia, de vacío interior. -Perdón señorita Sofía, ¿qué hago con el cuarto de su hermano? No quiere que entre a limpiar… -Déjelo, no lo moleste… si terminó puede marcharse… Sus palabras indiferentes resbalaron en la mujer, al fin no era su drama, pensó retirándose con un escueto saludo. Así pasó uno y otro día. Horas opacas,sin deseos, sin esfuerzos por retomar sus compromisos con la editorial. Por decisión de Alex no se habían levantado las persianas de los amplios ventanales lindantes al
jardín. Una lámpara aquí o allá, iluminaban con su luz macilenta los ambientes impregnados de tristeza. Deambulando como fantasmas, Sofía creyó escuchar al cartero. -Salgo a ver, pueden ser cuentas para pagar servicios Alex… -¡No, no, no! ¡Quédate aquí! ¡Voy yo! – Le ordenó temeroso de encontrar a Valdez y sus secuaces merodeando la casa. Sofía no entendía su actitud. ¿Acaso Alex pensaba dejarla encerrada para siempre junto a él entre esas paredes? Su instinto de supervivencia afloró sin premeditarlo. Debían controlar el duelo y volver a sus trabajos. La vida de ellos continuaba… Lo vio salir y entrar con varios sobres en las manos. Tras cerrar con rapidez la puerta de calle le mostró a su hermana, diciendo que sí eran cuentas a pagar. -Está bien, luego las miro… ven Alex, siéntate a mi lado… tenemos que hablar…
-¿Sobre qué…? -Bueno… pienso que no podemos seguir encerrados por siempre querido. No es sano… -Tienes razón… pero pasa algo grave Sofía… -¿Grave…? ¿Más grave que lo de nuestros padres? ¿Qué estás queriendo decir? -¿Te sientes en condiciones de escuchar…? -Me estás asustando, pero sí, dime lo que sea, ¿volviste a la droga? ¿dejaste tus medicamentos? ¿qué, qué…? -No se trata de eso… ¿recuerdas cuando estuve encerrado en mi cuarto tres días antes de la muerte de nuestros padres? -Por supuesto, ¿qué hay con eso? Un hondo pesar se reflejó en el rostro del joven. Avergonzado, mirando el piso y su rostro entre las manos, fue relatándole aquel funesto encuentro con
Alfonso Valdez, cuando dejaba de sacar fotos a los niños de la plaza.
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EL ADIÓS
No faltó un detalle. La amenaza contra su familia, el arrebato de la cámara, el puñetazo y las patadas recibidas, la suma de dinero que no pudo entregar el sábado a la hora indicada… -¡No te puedo creer…! – Exclamó Sofía al final de su confesión. – ¿Por qué no se lo dijiste a papá? él te hubiese ayudado… ¡Mira lo que conseguiste! -¡No me hace falta que tú me culpes también! ¿Piensas que yo no me siento culpable? ¡Sí… fue por “mi” culpa, maldito sea! ¿Sábes? No puedo seguir viviendo así, temo por tí, dijeron que si no les entregaba ese dinero primeros eran “boleta” ellos, luego tú y al fin yo… no me importa mi vida Sofía, es por la tuya que temo… -Ahora entiendo… por eso vivimos encerrados en un
duelo que parece eterno, ¿verdad? ¡Qué locura! Así no se puede Alex. Tengo que reintegrarme a mi trabajo, también tú. Compraremos otra cámara, eso es lo de menos… también pediremos custodia policial… -¡No! ¡Tú te los estás buscando! ¡Ellos son narco mafiosos y no perdonan! -Este duelo ingrato termina acá Alex, en este mismo momento. Quiero que te cambies, también lo haré yo y salimos ahora mismo por otra cámara, para mañana presentarnos en la editorial. Hablaré con el abogado que tiene mi jefe antes de hacer la denuncia sobre la agresión y amenaza que sufriste. No sabes cuanto te agradezco que me hayas depositado tu confianza, vamos a estar prevenidos… -No sé si hice bien en contarte todo… yo los conozco… seguir juntos es lo peor que podemos hacer… -Deja de preocuparte tanto, tendremos custodia, ya verás. Vayamos a cambiarnos para salir, estamos
muy desarreglados para mostrarnos en la calle, vamos… Sin demora bajaron al garage. El vacío que dejara el Toyota blanco de sus padres les hirió el corazón. Una mirada triste se cruzó entre ellos cuando pulsaron el portón levadizo enfocando a la calle. La tarde luminosa y tibia de primavera, los recibió con el alboroto de gente yendo y viniendo por las aceras. Sentados en el Corsa rojo, iniciaban su primer salida después de varios días de encierro. La compra había resultado exitosa. Alex volvía a tener otra cámara de fotos, tal vez superior a la que le robaran sus temibles enemigos. Sofía se había hecho cargo del pago, debitándolo de su tarjeta sin reproche alguno hacia su hermano. Su preocupación por él quedaría reprimida en su interior, tenía que alentarlo, incitarlo a continuar con su trabajo. Sin esperar respuesta, lo tomó del brazo haciéndo que entrasen juntos a una coqueta confitería, con la excusa de celebrar la adquisición bebiendo un capuccino, acompañado con la porción de torta preferida del muchacho. Alex la miró como diciéndole: “¿te volviste loca?” Pero la sonrisa cálida
de Sofía cambió el gesto contrariado, y se dispuso a disfrutar el momento, su hermana lo merecía. Sofía no podía evitar pensar que su hermano estaba magnificando las cosas. Aquellos traficantes que él recordaba de un tiempo algo lejano, sólo serían una jugarreta de su mente enferma. Algún “ratero,” o ladrones al paso, le habrían sustraído su cámara y golpeado, así como la tragedia con sus padres, pudo ser un intento de atraco a domicilio, tan común en los tiempos difíciles por los que pasaba la ciudad. -Sofi… recuerdo cuando regresamos del baile y vimos aquel coche oscuro frente a nuestra casa… -Sí, tal vez estaban estudiando el terreno… o nos esperaban… alguien pudo dar el dato de nuestros movimientos, nunca se sabe… Yo desconfío hasta del personal doméstico, siempre escuchan lo que se habla en familia y… no lo sé, mamá confiaba mucho en la gente que trabajaba para ella, pero yo… -Nuestra casa llama mucho la atención, es demasiado suntuosa…
-Tienes razón Alex. ¿Qué te parece si hacemos la susesión y la vendemos? Un mono ambiente para cada uno sería lo más práctico para los dos. -Buena idea hermana, papá te dejó un poder para todo lo que fuere necesario, aun para que te hagas cargo de mí si ellos llegasen a faltar… parece mentira… -Si… mira, llegamos y no hay nada raro a la vista. Entra rápido el coche. ¿Te parece que miremos un poco de televisión antes de irnos a preparar para el trabajo de mañana? -Como quieras, subo un momento a mi cuarto a preparar mi cámara y ya estoy contigo. Dentro de su habitación, el rostro de Alex cambió radicalmente. Por ese día había convencido a Sofía que todo andaba bien, pero no se cruzaría de brazos a esperar que matasen a su hermana. Así lo sintiese en el alma, alejarse lo más posible era su única solución. Esa misma noche preparó su mochila, cargándola
con todo lo que creyó más necesario. Su flamante cámara iría en un estuche camuflado, para evitar otra tentación de robo. Saldría al amanecer, antes que despertara su hermana y así, evitar explicaciones. Y pasó la noche… Amanecía cuando lo sorprendió Sofía bajando la lustrosa escalera de nogal tallado. -¿Ya te levantaste? – le preguntó algo incómodo de verla. -Sí, tenía que arreglarme un poco más. No puedo presentarme en la editorial con aspecto lastimoso, ¿no te parece? -Siempre estás linda… ¿viene a buscarte Francisco, no? -Sí, saltó de alegría el pobre cuando lo llamé anoche. ¿Te dije que está re enamorado de mí? Me apena, no pienso volver a tomarme compromisos amorosos, además no lo amo. -Ya te llegará el verdadero amor y ahí te quiero ver hermanita.
-No te daré ese gusto… -Tengo que irme… lo siento… abrázame fuerte, fuerte… eres lo mejor de mi vida Sofi… -Parece una despedida para siempre, ¿por qué tiemblas? ¿No llevas mucho peso en tu mochila? ¡Al fin sólo vas a la editorial! Dame otro abrazo grande y suerte para hoy…
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FRANCISCO Sofía y Alex trabajaban en diferentes sectores de la editorial, por lo tanto, la joven no había visto llegar a su hermano. Sus compañeros la recibieron con cariño, omitiendo hacerle preguntas que la mortificaran, al reintegrarse al trabajo después del duelo de sus padres. Antes de comenzar su tarea fue directo a la oficina de su jefe, estaba obligada a relatarle la historia que le contara Alex, para que la pusiera en contacto con el abogado de la empresa. Su jefe, un señor maduro y bondadoso, muy amigo de su difunto padre, la escuchó con cariño y respeto, explicándole que el requerido abogado se encontraba de viaje y a su regreso, los pondría en contacto. Bastante intranquila por la espera, le agradeció su atención dispuesta a continuar con su trabajo. -Espera Sofía, tengo un trabajo importante para tí, puede que sea en México o Brasil, veremos, siempre sobre turismo, tú sabes…
-Primero necesito resolver lo de mi hermano, no puedo dejarlo solo. -Está bien, no tardes en contestarme porque necesito ese informe. Cavilando entre su trabajo, su hermano y todo lo que debía poner en orden tras la muerte de sus padres, llegó a su escritorio. Ahí estaba Francisco sentado en su silla, cruzado de brazos, sonriente y con un pimpollo de rosa blanco entre los dientes. -¿Qué haces en mi lugar? -Vine a traerte esta flor, una flor para otra flor, de bienvenida digo… no te la di cuando pasé a buscarte porque no me dirigiste la palabra… -Te saludé… -¡Claro! Con un ¡hola! Si ni me miraste… tenía este pimpollo entre mis labios pensando en hacerte reir. Me dije que soy un tonto, por eso no te lo di, bueno, si te gusta lo dejo.
-¿Qué tenía que mirarte…? ¿Eres conciente de mi realidad? -Está bien… perdóname… ¡ah! ¿quieres que te lleve a la salida? -Como quieras… y… gracias por la flor… – respondió sintiendo pena por aquel joven, que no cesaba en demostrarle todo el amor que sentía por ella. Sin pérdidas de tiempo se abocó al trabajo atrasado, olvidando en esas horas sus tristes problemas de familia. Así llegó la hora de salida de la editorial y sin demoras, Francisco corrió a su encuentro como lo hacía cada día. -Llegamos y no me hablaste para nada otra vez. ¿Por qué no me invitas a bajar y tomamos una cerveza juntos? Te acompaño un rato y me voy… -Perdón Francisco, estoy cansada, quiero ver si llegó Alex que no lo vi en todo el día, necesito un baño e irme a dormir. Será otro día, no lo tomes a mal.
-Siempre tan esquiva tú, gracias por tu cortesía. – Respondió el joven arrancando con furia su vehículo. Con un dejo de tristeza Sofía entró a la casa. Se reconoció injusta con ese hombre tan gentil y paciente, siempre dispuesto para con ella. No era mucho lo pedido, un vaso de cerveza, algo sobre que conversar, hacerle un poco de compañía… ¿Cómo explicarle que no deseaba compromisos de ningún tipo en esos momentos? Ya bañada y en pijamas, preparó dos sandwiches, uno para ella y otro para su hermano. Con una botella de cerveza y su plato, fue a sentase en el sillón del living para mirar televisión mientras cenaba, al fin estaba muerta de hambre, cuando había pasado el día con sólo una manzana, agua y dos caramelos ácidos. “¿Por qué tarda tanto Alex?” Se preguntó preocupada. “Debe estar con alguno de sus amigos… pero nunca habló sobre ellos… es raro…” Su cansancio y el litro de cerveza que había bebido, desataron otra vez sus lágrimas. Tanta soledad…
las voces de sus padres flotando en el ambiente… su hermano que tardaba en llegar… Sin notarlo se durmió profundamente.
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Si lo deseas puedes ir a la web para ver el capítulo online, votarlo o añadir un comentario FRANCISCO
¿DÓNDE ESTÁ ALEX? El timbre del portero eléctrico la sobresaltó. Miró a su alrededor sin entender que hacía en pijama, durmiendo en el sillón del living. El televisor continuaba encendido con el sonido bajo, transmitiendo su programa mañanero. El plato con algunas migas de pan y la botella vacía, yacían tirados sobre la alfombra. -¡Ese timbre! – protestó aturdida queriendo terminar de despertar. Tambaleante, llegó hasta la puerta y observó por el visor. ¡Ya estaba Francisco esperándola! No lograba entender que había pasado de la noche a la mañana y ni estaba vestida para ir a la editorial. Sin pensarlo dos veces corrió hasta la verja, donde su amigo la esperaba impaciente. -¿Qué haces en pijama? ¿piensas presentarte así en el trabajo?
-No… no sé… te juro… me quedé dormida y bueno… que voy a hacer… vete, no pierdas tu tiempo por mí. Todavía no vi a mi hermano, desde anoche no lo veo, también él debe haberse quedado dormido. Lo despierto, me cambio y salgo con él. -Está bien dormilona, no tardes, les diré alguna mentira…¿qué se te ocurre? -Diles que me dolía una muela, que se yo… -¡Te queda lindo el pijama preciosa! -¡Qué tonto! – exclamó Sofía viéndolo partir, mientras entraba corriendo a su casa llamando a su hermano a los gritos. Nada, ni un murmullo llegó a sus oídos. Sin detenerse llevó el plato y la botella vacía a la cocina, pensando que antes de vestirse iría por Alex a su cuarto. Grande fue su sorpresa al ver que el sandwich que había preparado para él la noche anterior, estaba sin tocar. “Alex… no puedo creer que anoche no hayas venido a casa sin avisarme.”- Pensó corriendo escaleras arriba, suponiendo encontrarlo en su cuarto muy
dormido. -¡No está! – gritó despavorida advirtiendo que faltaban muchas de sus cosas. Para serciorarse fue hasta el garage, ¡tampoco estaba su coche! Una crisis de nervios la invadió. ¿Dónde estaba Alex? Con el gran cariño que sentía por su hermano, a sabiendas de su adicción que creyó superada, sumando el episodio que Alex le había confesado y ella dudó de su veracidad, la desesperación puso alas en sus pies. Sin saber como se vio vestida y dentro de un remís rumbo a la editorial. -No, no llegó aún. – Le dijeron mirándola con pena. Fue Francisco, su fiel amigo quien se ofreció volver a salir para localizarlo. -No contesta al celular, la voz grabada dice que está fuera del área de cobertura o está apagado. Ignoro donde puede estar Francisco. Anoche no vino a casa y se llevó el coche. La última vez que lo vi fue ayer a la mañana antes que pasaras a buscarme.
Te confieso que lo noté raro… me pidió que lo abrazara fuerte y lo sentí tembloroso, como conteniendo las ganas de llorar… ¿dónde puede estar? -Ni idea… volvamos a tu casa, tal vez haya regresado cuando saliste. -¡Cuidado Francisco! ¡¡Cuidado!! ¡¡Se te cruza ese coche!! -¿Quéeee? ¡Nos están apuntando con un arma! ¡Agáchate Sofía! En un impulso por protegerla, Francisco frenó bruscamente mientras sujetaba el cuerpo de su amada sobre sus piernas. El impacto de varios disparos atravesaron el parabrisas y su cabeza. Los criminales habían emprendido su fuga después del atentado. -¡Francisco! ¡Francisco…! – El grito ahogado de Sofía reflejó su terror. Con esfuerzo logró desprenderse del abrazo inerte que la protegiera de los disparos destinados a ella.
Otra vez patrulleros y curiosos a su alrededor hacían preguntas. -Querían llevarse el coche. – Escuchó decir. Sólo ella sabía que, su mejor amigo, su enamorado sin esperanzas, había dado su vida por ella.
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PERDIDO Ocultando las lágrimas de su silenciosa despedida, Alex comenzó a conducir su Corsa rojo rumbo al noreste del país. No tenía mucha noción sobre rutas y lugares. Sus largos años de drogadicto, mas los tratamientos siquiátricos para rescatarlo de la demencia, le habían robado la posibilidad de instruirse. Sofía fue la que siempre le dedicó parte de su tiempo, para informarle sobre cosas de la vida y ya era tarde para él. Ella le había enseñado a conducir y le resultó fácil aprender. Luego le mostró su vieja cámara de fotos y se apasionó por el arte de la fotografía, motivo que aprovechó su hermana, para introducirlo en la editorial como fotógrafo para la revista. ¡Qué alegría sintió cuando Sofía le regaló aquella flamante cámara profesional! Viajaría sin destino, lo más lejos posible. Si los narco querían encontrarlo, tendrían que perseguirlo hasta el fin del mundo. Haría lo imposible para
desaparecer. Dentro de la monotonía de su viaje recordó a su hermana. ¡Pobre y querida Sofía! Debió ser terrible para ella advertir su desaparición. Peor si daba parte a la policía… pero… ¿qué hubiese podido decirle? “Me voy para salvar tu vida.” Ya había tratado de explicarle su conflicto, aquella mañana en la plaza. Ella simuló creerle y a él le asemejó que no, Sofía no le había creido. ¿Qué le faltó decirle? ¿Ven conmigo…? Tampoco era una buena idea. La banda de mafiosos que lo había acosado no tardarían en saber que él ya no estaba en Buenos Aires, perderían interés en Sofía si no querían arriesgar su propio pellejo. Seguro que se conectarían con la red de narcotraficantes para ponerlos en alerta contra él, buscarlo hasta encontrarlo y matarlo, si es que podían. Había viajado todo el día sin descanso, llegada la noche, un pueblo desconocido le abrió sus puertas. Se hallaba en la provincia de Corrientes. El hambre y la sed lo hicieron buscar algún lugar donde comer. Un bar de campo le salió al paso y no dudó en bajar. Ansiaba beber cerveza. Por años su vida había sido regida por dietas médicas, donde tenía prohibido el alcohol. Ya nada se lo impedía…
-Puedo ofrecerle minutas, milanesas, huevos y papas fritas, pizza o un sandwich del fiambre que quiera, usted ordena. – Dijo la mesera. -¡No, no! Traiga lo primero, milanesa con huevos y papas fritas y una cerveza de litro bien helada… Devoró su cena y fueron dos las botellas de cerveza que bebió, sintiéndose de momento muy feliz de hacerlo. Abonó la comida y se levantó tambaleante para regresar a su coche. Manoteando el volante buscó un lugar sombrío para dormir. Lo despertó el clarear del amanecer y el canto de pájaros. “¿Dónde estoy?” Se preguntó sintiendo que su vejiga estaba por reventar con tanto líquido retenido. Abrió la portezuela del vehículo orinando hacia afuera. No se veía a nadie por los alrededores. Un sendero lo había dejado muy cerca del río Paraná y a cierta distancia, divisó casas y arboledas. Un fuerte dolor de cabeza lo aquejó por unos momentos, y recordó la cerveza de la que había abusado. Necesitaba beber café, pero no recordaba el lugar donde había cenado la noche anterior. Encendió el motor y retrocedió hasta la
calle que lo había dejado cerca de la playa de tierra arenosa. Tenía que encontrar un bar… -Quiero una taza bien grande de café con muy poca leche y cuatro medialunas, ¡ah! un analgésico también. -Como no señor, ya le traigo. – Le respondió un jovencito que atendía las mesas. Más que rápido llegó con lo pedido y un periódico del día. -Una pregunta, – le dijo Alex – ¿qué pueblo es este? -Está en Itatí señor… -¿Itatí? ¿Dónde queda? Ciudad, quiero decir. -Provincia de Corrientes… ahí nomás tiene el río Paraná y… ¿ve esa cúpula desde la ventana? -Sí, ¿qué es? -No se pierda de visitarla, es la Basílica de Nuestra Señora de Itatí, nuestra virgencita de los cabellos negros. Es preciosa y hace milagros…
-Voy a pasar, no me iré sin verla, gracias. – respondió sin advertir que en un sector de la página del periódico, anunciaban su desaparición. Terminado su desayuno pidió permiso para entrar al baño. En un pequeño espejo advirtió cuanto le había crecido la barba, pero no había bajado del coche sus implementos para afeitarse, por lo que se conformó con asearse un poco. Antes de retirarse, el joven que lo atendiera lo saludó afectuoso, recomendándole pasar a saludar a la virgen. Convencido por su insistencia, condujo su Corsa que ya no estaba tan rojo y brillante por la tierra de los caminos, hasta llegar frente a la Basílica. Observando su solemne edificio exterior, sintió una extraña atracción por bajar y ver por dentro. Sin pensarlo dos veces estacionó en una calle lateral, caminaría hasta la entrada al templo. Nunca había entrado a una iglesia, apenas si sabía algo sobre Dios en tiempos lejanos, y ahí estaba su madre, apareciendo de milagro en su triste peregrinar. Las cuatro columnas blancas delante del pórtico, le asemejaron altos guerreros protegiendo a su
reina. Un frío extraño corrió por su cuerpo al atravesar el umbral de entrada, en un círculo perfecto bañado de sombras y silencio, hileras de bancos de madera y altares con estatuas apenas iluminadas, invitaban a la oración. Muy lejos estaba aquel mundo de la droga y hospitales, en aquel recinto se respiraba la pureza y la paz. Caminando entre los bancos llegó al altar. La virgen estaba de espaldas y lo estremeció. -Quiero verla… – murmuró siendo escuchado por un sacerdote que se arrodillaba junto a él, lo miró, y le señaló un cartel al costado de la pared: “Camarín de la Virgen de Itatí,” señalaba al visitante peregrino. Como niño perdido se dirigió sin saber que encontraría. Varios escalone lo llevaron hasta el pequeño templo, “el camarín de la Virgen”. Una monja oraba de rodillas frente al altar. Levantó sus ojos y la vio. Pequeña, hermosa… la cubría un manto del color del cielo, bajo el que asomaban sus enrulados cabellos negros. La miró a los ojos… ella le devolvió la mirada… un mensaje penetró en su mente, un ruego de madre piadosa… un reclamo de cordura y bondad…
Alex cayó de rodillas pidiendo perdón… sus lágrimas purificaban su alma, deseando seguir por el camino de ese Dios, que no supo encontrar a tiempo.
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EL TRUEQUE La brisa tibia junto al río renovaba sus energías. No recordaba haberse sentido tan fuerte y sano en mucho tiempo. Sentado sobre una gran piedra, miraba correr las aguas tranquilas, que se abrían en mil brazos antes de desembocar en el Río de la Plata, muy cerca de su ciudad natal. El recuerdo de su hermana surgió latente, ¿qué sería de ella…? Tratando de no dejarse llevar por la nostalgia, regresó a su coche. Su flamante Corsa rojo había perdido el color, cubierto de barro y polvo desandando caminos. Encendió el motor marchando otra vez hacia el pueblo. ¿Hacia dónde ir? Se preguntó deteniéndose junto a la plaza. A su lado, un anciano pasaba caminando sosteniendo a un perro por la correa y supuso que podía orientarlo. -Disculpe abuelo, creo que estoy perdido, no sé como cruzar para llegar a Porto Alegre en Brasil, ¿usted tiene idea…? -¡Ah! Sí, sí, mire… mucho no sé, creo que siguiendo por la ruta llega a Uruguayanas, ahí cruza por el
puente el río Uruguay y ya está en Brasil. Creo que le espera un largo viaje, tengo entendido que Porto Alegre está a pasos del Atlántico… -Sí, entiendo… gracias señor, perdón, otra pregunta, ¿hay alguna estación de servicio cerca? -A un par de cuadras hay una, siga derecho… Alex siguió las indicaciones del anciano y bajó a comprar algún alimento y bebida para el viaje mientras cargaban su tanque de combustible. Otra vez rodaba por la carretera, esperando llegar a alguna parte donde aparcar. Después de mucho andar, un cartel señalaba la distancia que faltaba para llegar a Uruguayanas y el consabido mensaje: conserve su mano, policía caminera a 20 kms. Si algo no deseaba era toparse con ningún policía. Seguro que su hermana había reportado su desaparición y ya estarían buscándolo por todo el país. De improviso, un pueblo perdido en los campos surgió a la vera del camino, con su infaltable gomería de primeros auxilios para los viajantes. Fue entonces cuando surgió la idea, su coche era un bien
muy preciado por él, pero tenía que sacrificarlo. Un hombre morocho y robusto dejó de lidiar con unas llantas cuando lo vio acercarse. -¿Qué necesita? – le preguntó cruzándose de brazos. -Mire, sé que le parecerá ridículo, pero necesito vender mi coche. Es cero kilómetro le digo, está impecable y tengo todos los papeles en regla. No es robado. ¿Sabe si alguien querría comprarlo en el pueblo? -¿Y por qué lo vende? ¿piensa quedarse a vivir acá? -No, no… tengo un problema, soy fotógrafo periodístico y debo tomar fotografías del otro lado del río sin ser visto. No quiero pasar por la aduana, ya lo ve, debo dejar mi coche de todos modos. -Qué cosas raras dice, no lo entiendo. Y bueno, son cosas suyas. ¿Cuánto pide por el coche? Le aviso que nadie le va a pagar lo que vale…
-Lo que sea, lo que puedan darme… y… ¿si hacemos un trueque? -¿Un trueque? Ni sé de que habla muchacho. -¿Usted tiene algo de dinero? -¿Yo…? No sé si llego a mil pesos en la caja… -Mire, yo le dejo el coche y me firma un recibo como que se lo dejo en guarda. ¿Puede llevarme con su camioneta hasta cerca de Uruguayanas? No quiero toparme con los gendarmes… -¿Qué le pasa amigo? ¿Anda traficando algo? Mire que no quiero líos ¿eh? -No, revise si quiere, acá está mi mochila y la cámara de fotos. Nada de valor. Pero temo que me quiten la cámara… Lo único que te pido es el dinero que puedas darme. -Quiere los mil pesos y que lo lleve hasta por allá… ¿Y por qué tengo que hacerle ese favor?
-¿No me entendiste? Te dejo mi coche que vale mucho más. En cuanto pueda regresar te devuelvo el doble, dos mil por tu servicio y me llevo mi auto. Si quieres puedes usarlo o venderlo y después arreglamos. Tanto embarulló Alex al hombre, que tentado por la oferta, aceptó el trueque. Mientras Alex entraba su vehículo dentro del galpón, el gomero limpió sus manos demasiado sucias, con un trapo más mugroso que ellas, dispuesto a poner en marcha su camioneta. Al apagar el motor, una secuencia de imágenes cruzaron por la mente de Alex. Recordó a sus padres, tan felices estaban llevándolo de vuelta al hogar con el alta médica… Aquella misma mañana su padre le había entregado las llaves del Corsa rojo, con aquel perfume a nuevo, brillante, impecable… De manos de su hermana recibió su primer cámara… luego fue la que ahora llevaba con él. No fue suficiente, que hasta le consiguió trabajo donde ella estaba como periodista, siempre dispuesta a ayudarlo en todo. Tanta era la alegría de su familia por su regreso. Todo quedaba atrás, sepultado con la muerte de
sus padres. Si aquellos malandras no lo hubiesen reconocido… Por puro formulismo buscó un blok dentro de su mochila, garabateando el trueque que hacía con el hombre. Estampó una firma cualquiera, dejándole el poder al afortunado que, sin imaginarlo, recibía un obsequio inesperado. Alex sintió que hacía bien, era preferible perderlo de ese modo, antes que dejarlo abandonado en algún pastizal. Si descubrían su lindo Corsa rojo seguirían sus pasos y no tendría paz. Con su mochila al hombro y su cámara profesional, unos pesos más en sus bolsillos y el translado del gomero en su camioneta, hasta las cercanías de Uruguayanas, nadie volvería a saber sobre su paradero.
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CRUZANDO LA FRONTERA Avanzaba el mediodía, cuando las señales del camino anunciaban los kilómetros que faltaban para llegar a Uruguayanas. No habían tenido comunicación alguna durante el trayecto. El hombre manejaba concentrado en la ruta y, como a las perdidas, se volvía para mirarlo. Lo vio inofensivo y no pudo evitar pensar que el muchacho estaba loco. Tal vez por verlo inofensivo le siguió la corriente, él no tenía mucho que perder si su Corsa había quedado en la gomería. Faltaba un kilómetro cuando Alex le pidió detener la camioneta. -Mira, sé que te resulto extraño, pero desde acá sigo a pie. Tratarté de encontrar algún camionero que quiera llevarme hacia Brasil o Paraguay, no sé…
-¡Vaya que eres difícil! Ya no sé que pensar de tí… en fin… cada cual hace lo que quiere con su vida. Seguro que algún camionero se prestará a llevarte. ¿Bajas aquí? -Sí amigo, gracias por el favor y cuida mi coche… -¡Já! tu oferta valió la pena, mis parientes no van a creer que lo pagué mil pesos, y te lo voy a usar, no te quepan dudas… -Disfrútalo y cuídalo, puede ser que vuelva por él. -¡Claro! ¡jejejeje! – contestó suponiendo que si el joven hacía eso, era porque estaría escapando de algo muy sórdido y no volvería más por su pueblo, él había hecho su negocio, y Alex se perdía de su vista cargando su mochila al hombro. Por un momento se detuvo a observar el panorama. Campos, arboledas, algún que otro caserío disperso… No muy lejos divisó a los gendarmes. Escurriéndose entre matorrales, supo como llegar al otro lado de la ruta. Se acercaba un camión y le hizo señas para que se detuviese.
-No sé hacia donde quieres dirigirte pibe, yo voy a Paso de los Libres. Ahí cruzo un puente sobre el río Uruguay para llegar a Uruguayanas. Te aviso que la aduana no te da paso sin mostrar tus documentos y te toma nota, ¿los llevas? -Mire, sí tengo mis documentos, lo que pasa es que no quiero dejarles rastros a mi familia, tengo problemas con ellos y quiero ir donde no puedan encontrarme nunca más. Si la gendarmería tiene mis datos los pondrán sobre aviso y ya no tendré paz, ¿quiere ayudarme a escapar? -No imagino que clase de problemas puedes tener con tu familia pero me das pena… te ves enfermo, ¿seguro qué deseas alejarte de ellos? -Estoy decidido, si supiera la historia me daría la razón, pero para qué… ¿me lleva o no? -Y… si quieres tendrás que aguantar escondido entre las bolsas de soja, te aseguro que no estarás muy cómodo. -Le ruego que no me delate…
No le resultó fácil hacerse un lugar entre el cargamento. Le faltaba el aire sintiéndose apretado entre las pesadas bolsas. ¿Resistiré? Se preguntó advirtiendo detenerse al camión. Las voces le llegaban algo difusas. Eran los gendarmes revisando la cabina del conductor y luego el acoplado con la carga. Si salía de esa era un milagro, pensó conteniendo la respiración. -¡Adiós muchachos! – Le escuchó decir al camionero mientras cerraba la puerta de un golpe arrancando su motor. Habían avanzado un trecho, cuando nuevamente notó que el camión se detenía. -¡Sal de ahí, vamos! Pasamos lo peor, pero te juro que otra vez no me juego por nadie. Siéntate adelante y te aviso que te bajas en el primer pueblo que crucemos. ¿Hacia dónde quieres llegar? -No tengo idea… al Brasil si es posible…
-Ya estamos en Brasil, fíjate, si no lo sabes, este país no es un pañuelo, es”moucho grandi,” – le dijo imitando el acento carioca. – ¿A que parte del país piensas ir? ¿Tienes idea que andamos por el sur? -No… ¡qué voy a tener idea! ¿vamos hacia la costa? -¡Jajajaja! Y… ¿qué quieres que te diga? Sí… no sé porqué me das tanta lástima pibe, te voy a terminar de ayudar. Yo termino mi recorrido en el próximo pueblo, pero tengo un amigo ahí, él viaja siempre a Porto Alegre y si le pagas el viaje tal vez te acerque. ¿Tienes dinero? -Sí, sí… dígame cuanto le debo a usted… -No, no, no, yo te hice un favor que te lo juro, nunca más lo volveré a hacer, ni así sea mi madre. Si los gendarmes te encontraban, el que estaría en problemas hubiese sido yo. -Lo siento… no sabe cuanto se lo agradezco… -¡Palabras…!
-Entonces cóbreme y será medio favor… -Mira que dices estupideces ¿eh? -¡Por favor…! -No hables más, eres un desastre… con esa cara de inocente no quisiera imaginar que le hiciste a tu familia. -¿Quiere que le cuente? ¿Tiene tiempo de escuchar una triste historia? -Basta ya, te deseo suerte, te hará falta… ven, vamos al encuentro de Borja. Con su desánimo a cuestas, Alex siguió al camionero hasta una cantina donde estaba “el amigo.” Unas palabras, un trato… y arrastrando su cansancio emprendería otro viaje.
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LLEGANDO A PORTO ALEGRE
Rolando Borja era un hombre gordo y de raza negra africana. No hubo mayores problemas en cerrar el trato, y así como descendía del camión que transportaba el cereal, subió a la cabina del otro cargado de cerdos rumbo a Río de Janeiro, según le entendió decir en su cerrado idioma portugués. El viaje largo y tedioso lo indujo al sueño, hasta que el hombre detuvo la marcha para descansar. -¡Eh! ¡Tú! – Gritó en sus oídos para invitarlo a cenar con él a la vera del camino. Para Alex era imposible entender el idioma del camionero, asintiendo a todo lo que el hombre parloteaba con un gesto de su cabeza.
En una hornalla portátil calentó un guiso, mientras de una heladera de viaje extraía dos latas de fresca cerveza, con lo que convidó al muchacho. Después de un largo día de ayuno, Alex recuperaba sus fuerzas. Sintió que el olor de los cerdos era asqueroso, pero al camionero parecía no molestarle. Borja no paraba de hablar, pero Alex entendió que deseaba descansar un par de horas antes de continuar el viaje, en una bolsa de dormir donde apenas si entraba. Sin pensarlo dos veces, se acomodó dentro de la cabina del camión para retomar el sueño. Estaba profúndamente dormido cuando sintió el barquinazo. Borja conducía en medio de la oscuridad de la noche, volteándolo hacia un costado en el asiento. -Ahí tienes un termo con sabroso café de mi país. – Le entendió decir, más por las señas que le hacía. Así vio llegar el amanecer, escuchando que el hombre no cesaba de hablar, relatando fuera a saber que historias.
Alex sintió su cuerpo entumecido, habían viajado muchas horas y ya deseaba una cama y un buen baño. -Mira, estamos llegando a Porto Alegre. Acá descargo una parte de los cerdos y luego sigo hacia Río, ¿qué quieres hacer? ¿sigues o te quedas…? Mira, esa ruta bordea la costa, es la “rua BR 101″ y te lleva donde quieras. Tienes Florianápolis, Curityba, San Pablo, Río de Janeiro… -¡Ah! Bueno sí… bajo y veo que haré. Quiero un hotel para descansar y darme un baño. -Eres joven, busca trabajo. -Claro… trabajo… sí… lo pensaré luego que descanse lo suficiente, una agencia de fotos sería lo ideal. – Dijo mientras Borja lo despedía con un abrazo que olía peor que los cerdos, después de la paga por el viaje. Alex divisó las playas doradas por el sol de la tarde, entrando a caminar siempre hacia el norte rumbo a lo desconocido. A su izquierda reconoció los
“morros,” con sus laderas pobladas por las “favelas”, muy similares a las villa miseria argentinas y se encaminó hacia el centro de la ciudad. Le resultaba imposible entender el idioma como hacerse entender. Cansado de caminar buscando alojamiento, se encontró con un hombre joven atendiendo un puesto callejero, donde vendía cacharros. -Disculpa, soy argentino y no entiendo este idioma, busco un cuarto para dormir… -¿Eres argentino? ¡En buena hora amigo, yo también! Si me esperas media hora junto todo y voy para mi casa. Tengo una cama vacía y no va a costarte nada, ¿qué te parece? -No… busco una pensión, o un hotel económico… -Para que vas a gastar, después arreglamos. No imaginas que alegría encontrarme a un compatriota. Te noto cansado, ¿viajaste mucho? Te veo un hombre fino y mugroso, jaja. -Así es, estoy que apesto y no me dan más las
piernas, necesito un baño pero no quiero darte molestias, si ni me conoces… -Somos paisanos viejo, si estás aquí por algo será y me gusta ayudar a un desgraciado como yo… no sabes lo que fue esto para mí. ¡Vamos, anímate!
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CONSEJOS Cuando Carolina se marchó, Sofía sintió que su situación era insostenible. Sobre la mesa, indiferente, la preciosa torta de cumpleaños permanecía sin casi haberla tocado. Había cortado dos trozos para no desilusionar a su amiga, que acompañó con una botella de champaña que recordó, quedaba en el refrigerador. Los dos platitos con el postre no fueron tocados, no tenía sentido frente a tanta desventura saborear el dulce manjar. En cuanto a la bebida… sin darse cuenta vaciaron la botella. -Es demasiado Carolina… hace tan poco tiempo que mataron a mis padres… luego desaparece Alex… ¡me vuelvo loca! como si fuese poco casi me asesinan y matan al pobre Francisco… No puedo sobrellevar tanta desgracia… -Basta de llantos Sofía. No voy a repetirte cuanto lo
siento, pero hoy eres tú… dime, ¿hablaste con el abogado de la editorial? -No, pronto regresa de sus vacaciones, pero el jefe me acompañó para denunciar su desaparición… ¿qué hago…? -Mira Sofía, nadie te comprenderá como yo. Si quieres un consejo, en tu lugar yo viajaría como te indicó tu jefe. Aléjate del país, de tu casa, de todos tus miedos… Lo de Francisco es irreversible como lo sucedido a tus padres. Sobre tu hermano… bueno… si lo está persiguiendo una banda de mafiosos, debe estar muy bien escondido vaya a saber donde. Además, la policía estará buscándolo como desaparecido o secuestrado. Piensa, ¿qué lograrás encerrada entre estas paredes? No sé… terminarás tú misma con tu vida -Te agradezco los consejos amiga, ¿te parece que estaré mejor en un país extraño? -No irás sola, te acompañan un fotógrafo y tu asistente. Son gente que conoces y siempre estaremos comunicadas.
-Debo pensarlo muy bien Carolina. La ausencia de Alex es lo último que pudo sucederme. Mi hermano era como un hijo para mí. Tú sabes todo lo que pasamos con él desde que era un niño casi. ¿Cuántos años tendría cuando comenzó a drogarse? ¿doce, trece…? Papá le daba dinero para golosinas y Alex lo gastaba en drogas… creo que lo probó todo… así quedó, parecía enfermo, demente… fueron años en que de pronto desaparecía y nos volvíamos locos buscándolo. Ni hablar de los estudios, creo que hasta reprobó la primaria. Cuando nos dimos cuenta papá le habló y dejó de darle dinero. Ahí estalló. Se unió a los que le vendían y comerció con ellos. Les vendía para consumir él… hasta que lo descubrió la policía con una carga importante entre sus ropas… A mi padre le costó una fortuna sacarlo de la cárcel y otro tanto para internarlo en el mejor hospital neurosiquiátrico. Alex estaba perdido, loco total… tenía veinte años y cuatro internado. ¿Cuánto hace? ¿Un año que volvió a casa? Parecía estar bien, un poco depresivo y apocado, pero
medicado y controles médicos periódicos… ¿qué será de él? -¡Ay Sofía! No se como decirte cuanto lo siento, Alex es un joven bien parecido, se lo ve frágil por su extrema delgadez, su mirada triste… -Nos queríamos tanto… hice lo imposible para ayudarlo. Dos cámaras fotográficas profesionales le compré para que trabajase en la editorial. Ahora todo escapa de mis manos… ¿cómo ayudarlo si no sé dónde está? -Insisto que ahora pienses en tí. Vete de viaje y despójate de tus preocupaciones, si vuelve sabrás a que atenerte por más cariño que sientas por él. Te ayudo a guardar el postre en el refrigerador y me marcho, no quiero andar sola de noche por la calle. -No… deja… yo lo hago… te acompaño hasta la salida… gracias Carol… Al cerrar la puerta tras el adiós afectuoso de su amiga, Sofía dio rienda suelta a su pesar.
Ya ni podía esperar al amigo enamorado en las mañanas para ir al trabajo.
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¿QUÉ HACER CON SU VIDA? La mañana la encontró acicalándose para ir al trabajo. Se miró al espejo dándose por vencida, el maquillaje no borraría la tristeza que reflejaba su bello rostro. Como fuera debía salir de su casa. Demacrada, vencida por el dolor, o así fuera arriesgando su vida. Los malvivientes podían estar acechándola en el lugar menos pensado para asesinarla a ella también, pero ya todo le daba igual… Tomó su bolso con las carpetas de trabajo y objetos personales, el taxi estaría por llegar. Nunca más el pobre Francisco tocaría a su puerta para transladarla en su coche hasta la editorial. Evocar a su enamorado sin esperanzas le llenó los ojos de lágrimas. “No”, se dijo a sí misma,”no puedo llegar a las oficinas otra vez con mis párpados hinchados de tanto llanto.” Trató de serenarse escuchando que el
coche la esperaba. Antes de cerrar la puerta de su casa, sintió el frío de mil espectros queriendo devorarla. La soledad del hogar era deprimente. Ya no quedaba nadie. Con la desaparición de su hermano no quiso mucama ni jardinero, nada valía la pena… Mientras el chofer la conducía hacia su trabajo, volvió a pensar que un departamento pequeño era suficiente para ella. Tampoco necesitaba trabajar con la renta que le dejaran sus padres al morir. ¿Qué hacer entonces con su vida…? ¿Vegetar hasta que le llegase la muerte? Recordó su edad, veintiseis años… y se sintió anciana… Arrastraba el peor desengaño amoroso, sus esfuerzos para lograr su título de periodismo, las angustias por la vida perdida de su hermano, las angustias recientes… Carolina tenía razón, a pesar de tanto sufrimiento debía comenzar con un cambio de vida. Conocer otras gentes, otros mundos… Tal vez la propuesta de ese viaje a México no llegaba en su mejor momento, pero todo era tomar una decisión. Como dubitativa entró a la editorial con su inevitable
aspecto de dolor. -¿Qué tal Sofía? El jefe preguntó por tí. – Le anunció una compañera. -Hola… sí, ya voy para allá. – Respondió saludando a su paso a sus buenos amigos. Dejó sobre su escritorio el bolso que traía y sin pérdida de tiempo fue a presentarse con su jefe y gran amigo de sus padres. -Permiso… me dijeron que me buscaba y aquí estoy… -Me alegra verte Sofía, – dijo el hombre dejando un beso en su pálida mejilla. – Mira hija, tienes que decidir si aceptas el viaje a México. Necesito abrir una página sobre turismo y cultura de ese país y tengo hechos todos los contactos, sólo falta poner una fecha… -Bueno… creo que sí… pasa que tengo que resolver problemas, ya sabe, lo de Alex me desespera.
-Mira querida, esto puede llevar años… no resolverás tú el misterio. -Entiendo, de todos modos primero quisiera hablar con el abogado para la susesión y poner en venta la casa. Si es necesario le dejo un poder para todo trámite. -Con gusto voy a ayudarte. Nuestro abogado llegó de sus vacaciones, ve a verlo, está en su despacho. Cuanto antes resuelvas el viaje mejor para nosotros y para tí. -Voy y luego seguimos con lo del viaje, veré que me dice el doctor Daniel. Mientras se dirigía al encuentro del abogado no dejaba de pensar en su desdicha. ¿De qué forma encararía su destino? Ni la esperanza de volver a enamorarse sentía después del mal que le hiciera Diego. No quería ni pensar en que otro hombre la besara como él la había besado, su amor apasionado, sus encuentros por años planeando una boda que fue una terrible mentira del hombre… ¡Cuánta desilusión! ¡Qué falta le hubiese hecho en
estos cruciales momentos…! ¿Qué sería de ella de ahora en más? Sí… trabajo y más trabajo. Esa sería la única forma de continuar viva… si un disparo perdido no le paraba el pobre corazón.
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FAVELAS Anochecía cuando el hombre terminó de cerrar su puesto callejero. Alex descubrió como el cielo parecía descender sobre la costanera, con su intenso color azulino bañado de estrellas. Sin más esperas, advirtiendo el cansancio del muchacho, el hombre cargó sobre un pequeño carro sus baratijas, emprendiendo la retirada seguido por Alex. -¿Sábes que no nos hemos presentado, verdad? Mi nombre es Sebastián López, ¿tú? -Yo… eh… – lo que menos deseaba Alex era divulgar su verdadero nombre, nadie debía conocer su identidad. – Yo… mi nombre es… Sergio… Sergio Correa… -Bien Sergio Correa, no te asustes ni sientas temor viniendo conmigo, no te dije que vivo en las favelas… por hoy aguántate si no te gusta el lugar. Yo tengo mi casucha y es todo lo que puedo ofrecerte.
-¿Vives en las favelas? – Le preguntó sorprendido, por tener ya una semblanza de aquellos lugares de dudosa fama. -Sí, gracias que conseguí ubicarme por medio de un amigo, es mejor esto que nada, al menos tengo un techo para bañarme y dormir por las noches. Son asentamientos precarios, medio similar a las villa miseria de nuestro país, con la diferencia que se levantaron sobre los morros, nosotros diríamos cerros, sierras… montañas bajas ¡bah! Tenemos muchas cosas a favor, estar cerca de zonas turísticas por ejemplo, los empleos, el comercio, equipamientos urbanos… pero carecemos de infraestructuras básicas, que se puede hacer hermano, hay que conformarse hasta levantar cabeza y algún día poder alquilar algo regularcito en la ciudad. -Sí claro… pero esto mete miedo… apenas si se ve por donde andas caminando. – Le respondió sintiendo la fatiga de subir por rústicas escalinatas empinadas y sinuosas, que Sebastián parecía conocer muy bien.
-Las favelas son así. A la luz del día verás el colorido del villorio. Aquí viene a parar la gente pobre, sobran prostitutas y revendedores de “merca”. -¿Merca…? - Sí… todo lo que sea droga lo venden en la playa los de aquí, se las rebuscan para darse un gusto. Me ofrecieron vender, tal vez me enganche… pero yo no consumo ¿viste? Quisiera sólo para hacerme un capital y cambiar de ambiente, ando dudando… -Yo no lo haría… – respondió Alex recordando su pasado. -Te quiero ver cuando sientas la miseria en carne propia, algunos que conozco ya se fueron de aquí, vienen de visita a reponer sustancias y están en la gloria… -Me dejas sin palabras… se me ocurre que andar en esas es grave… ¿falta mucho para llegar a tu casa? -¿Estás agotado, no? Mañana me contarás tu
historia. Ya estamos llegando… -Oye guapo, ¿quieres unos masajes de Yuyiña? – dijo una mulata saliéndoles al paso. -Déjanos en paz garota. – Contestó Sebastián apartándola del cuello de su reciente amigo. – Acá se entregan por monedas las cariocas, total, te regalan enfermedades. -Te aprendiste bien su idioma… -Es pegadizo, si te afincas también tú lo aprenderás. -Mejor que así sea porque no entiendo nada… encontrarte parece un milagro… -Mira, llegamos. Adelante, te presento mi residencia de lujo. – Con asombro Alex vio la estrechez del lugar. Dos colchones de una plaza, uno sobre el otro, los esperaban sobre un piso de ladrillo. Hacia un costado, un divisorio señalaba el precario baño, pegado a unos cajones que sostenían un calentador y varios utensillos de cocina apilados. Una heladera a hielo conservaba apenas latas de cerveza,
mientras una ventanuca era todo lo que había para ventilación. Considerado, Sebastián le ofreció ir primero por una ducha. Algo enlatado tendría para cenar, luego se tenderían en los colchones, estaba cansado.
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ADAPTARSE El cuarto de baño era tenebroso. Por inodoro se abría un gran pozo cubierto por una tabla de madera, que emanaba un olor fétido insoportable. Una ducha en la pared, descargaba el agua que supuso vendría de algún tanque sobre el techo de la vivienda, si a eso se le podía llamar vivienda. Su ducha fue rápida, al menos Sebastián tenía agua y jabón. Pensó en afeitarse dentro del cuarto, ya estaba informado sobre una palangana y un espejo, colocados sobre varios cajones apilados. Todo lo que fuese para apoyo eran cajones de verdulería, no había otra cosa, además de los dos colchones. Desnudo y húmedo fue en busca de una toalla y un bóxer en su mochila, no veía el momento de tenderse sobre el colchón y dormir. -Aquí tienes una lata de atún, unas galletas y cerveza en lata bien fresquita, cena mientras voy yo por un baño. – Le dijo Sebastián con aspecto cansado.
-Si quieres te espero y cenamos juntos. – Respondió Alex. -No te hagas problema, come tranquilo y después elige el colchón que quieras, no son de lujo, pero pienso que mucho mejor que dormir sobre el piso duro. -No sabes cuanto te agradezco Sebastián… -No tienes que agradecerme nada, devuelvo lo que una vez alguien hizo por mí. Alex devoró su cena para luego caer profundamente dormido, tanto era su cansancio. Al salir de su ducha, el hombre lo obsevó sobre uno de los colchones, durmiendo en posición fetal. Era muy delgado y se veía desvalido. No tardó también él en echarse a dormir, lo esperaba otro duro día de trabajo y, por la mañana, vendría a primera hora el repartidor de hielo para recargar su heladera, que no era más que un cajón de gruesa madera forrado por dentro en chapa de zinc. Ahí conservaba sus latas de cerveza, porque sus comidas eran siempre productos enlatados o algún sandwich cuando
estaba en su puesto. Así paso esa noche, dos hombres jóvenes durmiendo muy cansados. El llamado del hielero por la mañana despertó a Sebastián, que somnoliento, recibió y abonó el hielo que con presteza colocó dentro de su heladera. Los ruidos extraños despertaron al joven Alex, que de inmediato se sentó sobre el colchón desconociendo el lugar. No tardó en tomar conciencia de su situación, y fue hasta una pequeña pileta para lavarse la cara y mojar sus rubios cabellos. -Buen día Sebastián, – dijo viendo al amigo preparando café. -Buenos días para tí Sergio (Alex), desayunemos algo y vayamos saliendo que debo atender mi puesto, si quieres puedes quedarte. – Dijo algo nervioso. -No, no amigo, voy contigo, también yo tengo que buscarme un trabajo… -¿Quién te apura? Primero llena tu panza. Aquí tienes alguna fruta, galleta y queso. El café está
bueno, es café brasilero, muy rico… ¿Tienes algún oficio? -Soy fotógrafo profesional, en el estuche llevo mi cámara. -Tuviste suerte que no te la robasen si viajaste tan mal como me contaste. -Si… es mi bien más preciado… ¿sábes? me la regaló mi hermana. -No entiendo, si tienes familia allá, ¿para qué viniste a este país así? -Estaba estancado y… quise largarme al mundo para probar suerte. ¿Conoces alguna casa de fotografías para recomendarme? -En el centro comercial vas a encontrar varias, ¿vamos saliendo? Si te dejo bajando solo por el morro te perderás y no sabes con quien te toparías.
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EL NUEVO TRABAJO Luego de vestirse tomaron sus bártulos, emprendiendo el descenso por las intrincadas escalinatas de piedra rústica de la favela. El caserío acinado estaba por donde mirase, con sus toques de miseria y color. Al andar se sintió observado, tanto por hombres como por mujeres. Un hombre tan rubio y blanco como la nieve, era extraño en aquel lugar. A su lado, Sebastián arrastraba el pequeño carro con la mercadería, semejante a un changuito de supermercados. Alex, cargaba al hombro su mochila y sobre el brazo su cámara enfundada, sin dejar de observarlo todo a la luz del día. Le costaba creer el largo camino que habían recorrido la noche anterior. Al fin, llegaron al puesto donde Sebastián vendía sus misteriosos cacharros. -Deja que te ayude. – Dijo Alex viéndolo apresurado en acomodar los objetos. -No, no, no, mejor lo hago solo, tú ve por tu trabajo.
Mira, haces dos cuadras hacia allá y encuentras un local de fotos. Te deseo mucha suerte. -Gracias Sebastián, en cualquier momento me vengo para acá. Bastante desorientado pero renovado por el aseo y el buen desayuno que le ofreciera su amigo, Alex emprendió la marcha observando los locales. Mucha gente deambulaba a sus costados, algunos como turistas tal vez, otros… fuera a saberse, tal vez cumpliendo menesteres del diario vivir. El ambiente tropical le levantó el ánimo, todo era bullicio y alegría en ese país. No tardó mucho en localizar la casa de fotos. Entendieron su idioma y vieron su cámara, por lo que no dudaron en cerrar el negocio. Le señalaron el lugar de la playa donde tenía que trabajar, colgándole del cuello una credencial de la firma y entregándole un talonario de recibos, para que la gente luego pasara por el local para abonar y retirar sus fotografías. -Te aconsejo que uses sombrero de playa, estás
muy pálido para el sol de Porto Alegre, el sol quema en la playa. – Le dijeron antes de verlo salir. Alex agradeció la sugerencia, conciente que había salido poco preparado para eso. No sólo un sombrero o una gorra le hacía falta, también gafas y protector solar. Regresó hasta el puesto de su amigo pidiéndole la custodia de su mochila, de donde sacó algo del dinero que llevaba, para comprarse lo necesario. Para su suerte calzaba zapatillas, algo que le facilitaba caminar por la arena caliente, pero su pantalón de lona le ardía entre las piernas. El calor arreciaba. Varias botellitas de refresco fueron su alimento del día, pero se sintió compensado al poder vender varias fotografías. Caía el sol cuando entregó el trabajo con sus tiquets de recibos, prometiendo regresar al día siguiente. Así, tal vez sufriendo los efectos de tanto sol de golpe, con su estómago retorcido de hambre, fue al encuentro de Sebastián, que ya lo esperaba para volver a su pocilga en las favelas. -¿Cómo te fue amigo?
-Demasiado bien por ser el primer día, pero a la miseria por el sol y tanto calor en la playa. Casi no puedo caminar de tan escaldadas que siento las entrepiernas. -Dame tu mochila que la llevo con mis cacharros… -Siempre me sacas de apuros… eres un gran amigo… -Si pudiese… no sabes que haría si pudiese…
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comentario EL NUEVO TRABAJO
EL POZO Caminaban juntos mientras la noche descendía sobre los morros. Alex sentía que tanto andar durante el día, le habían quitado la fuerza de sus piernas. Pero no era sólo eso… -Te pegó duro el sol hermano, estás rojo como un tomate. ¿No te parece que abusaste de caminar por la playa? No te extrañe si te levanta fiebre y te llenas de ampollas… -Sí, lo peor son mis brazos y la cara, no sabes como me arden… ¿pero qué podía hacer? quería lucirme con mis fotos desde el primer día con la gente que me contrató. No quiero ni pensar en las llagas que debo tener en los pies y entre las piernas… -Bueno, ya está… te aconsejaría que mañana te quedes descansando en mi casa, por un día que no trabajes no pasa nada… cuando lleguemos voy a
darte un ungüento que te calmará el ardor y una aspirinas. -Con gorro y lentes de sol me asiné lo mismo, parezco un monstruo… -Es que eres muy blanco, tienes piel sensible y para peor te toca esta subida… -Al menos cargaste mi mochila en tu carrito, no sé para que la traje. -Insisto en que mañana te quedes descansando y, si se te ocurre seguirme, déjala allá, nadie entrará a robarte nada. Aquí serán malandras pero no entre vecinos. Cuando menos lo pensaron, la casita de Sebastián apareció frente a ellos. Despojándose de todo lo que traían puesto, repitieron la rutina de la noche anterior. Alex tuvo el privilegio de ir primero por su baño, advirtiendo como tenía su cuerpo lastimado. -No podré vestirme Sebastián, me matan el ardor y los dolores…
-Toma, aplícate este ungüento, te aliviará. Te preparé unos huevos revueltos, ahí tienes cerveza y después tóma esta aspirina, dormirás como un lirón. – Le dijo para continuar con su propio aseo. Alex no tardó mucho en dormirse. Se veía despatarrado, muy diferente a su posición fetal de la noche anterior. El cansancio y sus lastimaduras, reposaban profundamente con la pastilla que le diera su ocasional amigo. Sebastián se ocupó en dejar los utensillos limpios, para luego lavar la ropa de ambos tirada sobre el piso, tendiéndola luego en una soga que pendía al frente de la casa. Se dijo a sí mismo que tendría que ofrecerle alguna de sus bermudas, si acaso él no traía ninguna en su equipaje. Cansado, se dispuso para echarse a dormir, cuando golpearon con furia a su puerta derribándola. Sin darle tiempo a reaccionar, Sebastián los vio entrar con cara de pocos amigos. Los tres hombres lo rodearon amenazantes, mientras él trataba de apaciguar la agresión. -Bueno… cálmense… no los esperaba esta noche. –
Dijo en perfecto portugués. -No te vengas con cuentos hombre, ya te esperamos demasiado. Devuélvenos la droga que te dimos para vender o entrega el dinero. – Le ordenaron, mientras Sebastián recordaba como llevaba ocultos en sus cacharros, los pequeños envoltorios con las sustancias, que vendía en su puesto a los sometidos a su dependencia. Novato en esa actividad, inexperto en los códigos mafiosos, subestimó los rostros amenazantes, volviendo a negarse, objetando no tener en ese lugar lo que pedían. -¿A quién quieres engañar? ¡Queremos ya mismo lo que nos debes! – Dijo uno tomándolo por el cuello. -¡Suéltame loco! – Gritó Sebastián al tiempo que, alertado por tanto alboroto, despertaba Alex confundido sentándose sobre el colchón. -¿Y este quién es? ¿tu hembra? ¡Entreguen el dinero o son hombres muertos! – Amenazó otro apuntándoles con su arma, mientras Alex gritaba
que soltase a su amigo. -¡Calla Sergio (Alex)! ¡Déjenlo salir! ¡Él no tiene nada que ver en esto! Dos disparos certeros acallaron las súplicas de los amigos. Sin pérdidas de tiempo revisaron y tomaron todo lo que había en aquel cuarto de valor. En el pozo ciego quedaban sepultados esos dos cuerpos jóvenes, perdidos en las favelas de Brasil.
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DESPERTAR Un clima adverso se había desatado en aquella primavera de Buenos Aires, corría el año 2012… Sofocantes calores y descomunales tormentas azotaban la ciudad. La densidad de la atmósfera abatía a sus habitantes, que viendo acercarse los festejos del fin de año, se debatían dentro del problema que les significaba organizar sus reuniones familiares, con los pronósticos de mal tiempo cada cuatro días. Sofía descubrió las luces de los arbolitos navideños asomando por las ventanas, con la consabida nostalgia. Había comenzado el mes de diciembre… De algún modo, el mundo se preparaba para ese tiempo espiritual, con mil ilusiones que tal vez, fueran cumplidas para muchos. Sintió que los sueños de ese año, no habían sido lo deseado por ella, pero todo era irreversible ya. Nada le hacía suponer que su querido hermano estaba muerto y sepultado en un pozo ciego, dentro de una de las chozas perdida
en una de las favelas de Porto Alegre. Jamás lo sabría. Alex quedaría perdido por esos caminos de Dios para ella. No dejaba de imaginarlo a salvo, lejos del acoso de la banda de narcotraficantes, y llevando una vida simple y serena, fuera a saber donde… Huyendo de su calvario por la drogadicción, Alex había encontrado una muerte injusta a manos de otros, que sin saberlo, andaban en lo mismo. Heroína, paco, marihuana, cocaína… corrían por el sendero más inesperado. Nada le hizo suponer que su reciente y bondadoso amigo Sebastián, estaba en deuda con una banda de mafiosos. Así fueron sorprendidos aquella noche y abatidos sin piedad. Intentaba despertar cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo. Su hermano aparecía en sus sueños… Sin entender, una luz intensamente blanca la envolvía. Ahí estaba Alex… podía verlo… escuchar su voz… “adiós Sofía… estoy en paz…” Despertó en un sobresalto, preguntándose si había sido una simple pesadilla, o una aparición real. Ya
no era la misma, algo la impulsaba a continuar con su lucha, a seguir con su vida, que tal vez, le depararía sorpresas insondables. Con inhabitual entusiasmo se levantó de su lecho para vestirse y salir hacia el trabajo. Le confirmaría a su jefe que aceptaba el viaje a México, con la condición de llevar a Carolina como su asistente, que por cierto, se llevaría una gran sorpresa. Ella era su mejor amiga, no podría rehusarse después de insistirle tanto que aceptara ese viaje. Carolina significaba su mayor apoyo en aquellos momentos. Se conocían de toda la vida, habían estudiado juntas, compartido secretos, amores y pesares también. Su jefe no podía negarle ese pedido, al fin, para él significaba lo mismo que fuese una u otra de sus empleadas. Lo que más le importaba era ella y su capacidad de trabajo, bastante descuidado los últimos tiempos. Pondría alma y vida en esta empresa, sus nuevas energías la impulsaban a no aflojar, y ese viaje a México, le pareció como caído del cielo. Conocer, conocer… pisar otras tierras, ver sus culturas, sus
gentes… Lágrimas de agradecimiento a Dios brotaron de sus ojos. El mensaje de Alex había iluminado su vida al fin…
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PASAJES ABIERTOS No hubo quien no se diera vuelta al verla entrar. Sofía caminaba por los pasillos de la editorial más linda que nunca, con su sonrisa brillante saludando a sus compañeros. Decidida, llegó hasta la oficina del jefe que no pudo menos que notar su cambio. -Vaya… parece que nos levantamos de buen humor hoy… buenos días señorita Pereyra, así me gusta verla. ¿Trae buenas noticias? – Por un instante, el recuerdo de Alex enturbió su mirada, pero el propósito efervecía en su mente y no deseaba seguir mostrándose depresiva en su lugar de trabajo. -Supongo que sí, serán buenas noticias para usted jefe, ¿sacó los pasajes para México? -¡Al fin! No lo puedo creer… son pasajes abiertos y puedes tomar el vuelo cuando gustes, ¡qué alivio me das! Desde allá me preguntaron varias veces
cuando llegaba mi corresposal. -Algo quiero pedirle, deseo que Carolina venga en lugar de mi asistente. Rosa no se enojará porque no le gusta viajar en avión. -¡Ningún problema! El pasaporte ya lo tienen del último viaje que hicieron a Chile meses atrás y Raúl también tiene sus papeles en orden… -¿Cuándo partimos? -A ver… espera que llamamos a Carolina y Raúl… Sin dilaciones los dos jóvenes llegaron a la oficina del jefe. Grande y feliz fue la noticia, dejando que las amigas hicieran sus propios planes para el viaje. Temeroso de que Sofía desistiera a último momento, el jefe comprometió la partida para el día 11 de diciembre a las 22hs. desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, siendo él mismo quien los acercaría al lugar. -Aquí tienes Sofía, destino, Aeropuerto Internacional
Benito Juarez del Distrito Federal de México. Un pasaje para cada uno con regreso abierto. No se queden a cvivir allá ¿eh? pero tómense el tiempo necesario y envíen mucho material para la revista. Ya está todo en orden con la empresa que les enviará un guía para recibirlos en el aeropuerto. Es un asesor en seguridad llamado Joaquín Valdomar. ¿Llevan sus Not book? -Por supuesto, también las carpetas con el material que nos pidió. Esperemos poder visitar Acapulco o tal vez ese señor que nos acompañará, nos derive hacia otras ciudades, espero que sea confiable. -Quédate tranquila Sofía, te reconocerá enseguida porque les envié tu fotografía y llevas tu credencial igual que ellos, pídele la suya a Valdomar. -Jefe… quiero pedirle algo… – dijo Sofía conteniendo las lágrimas, – cualquier noticia sobre mi hermano hágamela saber… -No te preocupes y cuenta conmigo. ¡Vamos! ¡Vayan que están llamando a los pasajeros! ¡Pásenla bien!
¡Los quiero muchoooo! ¡Adiós! Ya ubicados en sus asientos, Sofía y Carolina tomadas de las manos, escucharon el silbido de las turbinas del avión poniéndose en marcha. El carreteo sobre la pista fue la antesala de un despegue sereno, hacia el país del norte de America Central. -¿Están bien? – les preguntó Raúl que no podía dejar de sentirse muy enamorado de Sofía. ¡Quién podía no sentirse atraído por la bella Sofía con su rostro melancólico! Intentaron dormir sin lograrlo. Carolina no cesaba de hablar, apabullándolos con sus comentarios. Un aterrizaje sereno los depositaba en México.
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JOAQUÍN VALDOMAR Luego de un breve trámite para retirar el equipaje, los tres periodistas, con Sofía Pereyra a la cabeza, Raúl Ortiz fotógrafo, y Carolina Flores, periodista asistente, los tres se dirigieron a la sala de espera, donde estaba programado el encuentro con su guía asesor de seguridad, que los conduciría a su hospedaje, para luego organizar las visitas a museos o lugares turísticos destacados del país. -Espero no sea un gordo y pelado como nuestro jefe – dijo Carolina entre risitas. -¡Ay Carol! ¿Qué importa eso? Lo principal será que haga bien su trabajo, además, después que nos marque un itinerario a seguir, veré de desligarnos de él. -Tienes razón, ¿para qué lo queremos? No somos niños de pecho para que un mexicano viejo y sin dientes nos diga que hacer…
-¿Señorita Sofía Pereyra…? – preguntó un hombre de unos cuarenta años, de aspecto recio y porte elegante, que más parecía un guardaespaldas. Los tres se volvieron a mirarlo advirtiendo a través de sus lentes, unos lindos ojos que inspiraban respeto y confianza. Sin empacho lo observaron desde los pies a la cabeza, casi incrédulos del buen mozo que venía por ellos. Vestía jeans, camisa impecable blanca y sobre ella, un saco de vestir oscuro. Sobre el bolsillo, su credencial en broche dorado, decía su nombre: Joaquín Valdomarasesor. Sofía observó su rostro de rasgos marcádamente mexicanos, tez morena y cabellos cortos renegridos, que contradecía la imagen que esperaba encontrar. Se mostró cordial al presentarse esbozando una sonrisa amiga, al tiempo que se estrechaban las manos. Carolina, lo miró como embobada sumándose al saludo, lo mismo que Raúl. -Síganme por favor, mi coche está a unos pasos. Los conduciré hasta el hotel Plaza donde están
hechas sus reservas. Descansen y luego me contactan para comenzar su trabajo. Con un “gracias” repetido, los tres jóvenes no atinaron a iniciar una conversación. -Llegamos, – dijo deteniendo el vehículo con Raúl sentado a su lado, que se apresuró en ayudar a descender a sus compañeras. -Venga Raúl, ayúdeme a desempacar las valijas de la baulera y vamos entrando. Un ambiente confortable se presentó a los ojos de los viajeros. Sus vidas entraban en otra dimensión. Sin preámbulos, Joaquín Valdomar se despidió deseándoles una feliz estadía. Sofía y Carolina compartirían el mismo cuarto, con dos camas separadas, mientras que Raúl otro, a pasos del de ellas. -Vamos a descansar un par de horas Raúl, luego salimos a comer algo y conocer los alrededores – dijo Sofía.
-De acuerdo chicas, nos hace falta un baño y estirar el cuerpo. – Cerrando sus puertas acomodaron sus valijas y materiales de trabajo, para luego ducharse y procurar descansar. Mientras las dos mujeres procuraban conciliar el sueño, en el cuarto vecino Raúl se preguntaba como encarar a Sofía para declararle su amor. Ella era tan indiferente y lejana como una estrella para él, pero tal vez… sí… tal vez compartir ese viaje, hiciera el milagro…
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comentario JOAQUÍN VALDOMAR
LA CENA La noche los vio salir renovados. En el hall del hotel los esperaba Valdomar, que los guió para conocer los alrededores. Caminaron admirando la ciudad, hasta que sintieron que debían detener la marcha para ir a cenar. El mexicano les recomendó un lugar internacional muy acogedor. Cada cual eligiría su menú, sin verse obligados a probar platos típicos que tal vez no se adaptaran a sus costumbres. -En mi país se dice que ustedes acostumbran comer comidas muy picantes, – le comentó Raul a Joaquín. -Es cierto… – respondió el hombre, que sin sus anteojos de sol mostraba un par de ojos
pícaros, en distonía con el aspecto serio de su figura. – Estamos acostumbrados, no lo notamos y son ricas comidas. -Nosotros no tanto y menos las mujeres que siempre estamos a dieta, – dijo Carolina mirándolo como embelesada. -Les aconsejo olvidar las dietas porque los haré caminar mucho, – respondió Joaquín admirando a la bella joven. La cena fue amena. Carolina y Raul acapararon la charla con el nuevo amigo, que no dejó de observar el rostro retraído de Sofía. Las dos jóvenes le parecieron hermosas y muy inteligentes, pero la frescura de Carolina, contrastaba opacando a su amiga.
-¿Y tú? ¿te encuentras incómoda? No comentaste nada sobre tu vida… – se animó a demandarle. -Es que… no creo que mi historia sea apropiada en este momento… perdí a toda mi familia, ¿sábes lo que es eso? No tengo más que algunos amigos… por suerte estos dos. -Las dos son solteras por lo que voy entendiendo, no están atadas a nadie, ¿me equivoco? Mientras Carolina saltaba como una chispa asegurando que no quedaba ningún amor en su país, Raul miró a Sofía preocupado. Conocía muy bien el drama de Sofía y no le parecía bien poner el dedo en la llaga. Miró a Joaquín como retándolo a no indagar más,
mientras le devolvía la pregunta. -¿Y tú Joaquín? ¿eres soltero? ¿tienes familia? cuenta algo de tu vida ahora… -¿Yo…? Jajajajá… todavía no encuentro a la mujer de mis sueños y sigo viviendo con mi madre viuda y mi trabajo que me ocupa demasiado, así es la vida amigo. -Si no lo toman a mal, deseo volver al hotel, – interrumpió Sofía sintiéndose incómoda. – Debo enviar mis notas al jefe y se hizo tarde. -Voy contigo, – se apresuró a decir Raul, mientras que Carolina resolvió quedarse con Joaquín, con la excusa de llevar el itinerario que el guía tenía para ellos al día siguiente.
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JUGARRETAS DEL AMOR Carolina no se inmutó por quedarse a solas con Joaquín. El hombre le inspiraba ser todo un caballero, haciendo que la sobremesa se tornase íntima y más que agradable. Con sencilla actitud, en un determinado momento extrajo un papel del bolsillo de su saco, desdoblándolo frente a los ojos de Carolina que lo miraba como hipnotizada. -Mira… – dijo el hombre. – Preparé el itinerario de visitas a museos y lugares interesantes. Todo está con sus horarios adecuados, no tendrán que preocuparse por nada, sólo dejarse llevar. Según el tiempo que dispongan podremos visitar lugares
turísticos… -La que maneja los tiempos es Sofía, tenemos pasajes abiertos y deduzco que nos quedaremos lo necesario, vinimos por cuestiones laborales no de esparcimiento… pero me encanta lo que voy conociendo y me quedaría para siempre… que locuras digo… -No, ¿por qué? la que no demuestra estar muy a gusto es tu amiga, no quisiera ofender… me parece una resentida social. -Es que no la conoces y no se deja conocer… vive atada a sus pesares. Yo pienso diferente, la vida hay que llevarla lo mejor posible, ¿no te parece? -Pues claro, a eso le llamo ser una mujer
inteligente. – Dijo sujetando su mano sobre la mesa mientras la miraba a los ojos. Carolina experimentó una extraña sensación. Joaquín era sin dudas, un hombre encantador… el ideal con que había soñado toda su vida. Con un gesto seductor oprimió su mano entre sonrisas y copas. Sus intimidades afloraron rodeándolos de promesas ambiguas… -Creo que se nos hizo tarde Joaquín, tengo que notificar a Sofía y Raul sobre el itinerario de mañana. ¿Te parece que vayamos saliendo…? Carolina subió al coche de Valdomar en silencio. Algo flotaba entre ellos como un ansia contenida. No cabía duda que ambos se atraían. A pasos del hotel Joaquín detuvo
el vehículo buscando su mano. -¿Me harás bajar aquí…? – preguntó ella presintiendo. -¿Estás muy apurada…? Quisiera… – alcanzó a decir cuando la sintió entre sus brazos. Besos apasionados fueron la introducción al romance. Al entrar al cuarto de hotel su amiga la esperaba sentada sobre la cama con su notebook entre las manos. El vertiginoso relato de Carolina sobre su nueva experiencia amorosa desorientó a Sofía. -¿Tenías que mezclar un romance con el trabajo Carolina? – Le preguntó molesta, mientras la chica dejaba entre sus manos el papel del itinerario a seguir, con una sonrisa
de felicidad.
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DESILUSIONES Llegada la mañana Sofía tuvo que sacudir a Carolina para que despertase. La joven saltó de la cama esmerándose más que nunca en su arreglo personal, mientras aturdía a Sofía con sus felices comentarios de la noche anterior. Al fin, junto a Raul y su cámara, fueron al encuentro de Joaquín que ya las esperaba en la recepción del hotel. Para Sofía, el encuentro con el hombre se tornó más distante aún, observando la íntima relación en que se había enredado con su amiga. Con el paso de los días, la tirantez con ella se hizo más notable, al ver que la pareja organizaba sus propias citas, algo con lo que Sofía ni hubiese imaginado.
-Te noto muy molesta Sofía… – le dijo Raul en una ocasión, notando su expresión de fastidio. -Sí Raul… quiero regresar a nuestro país. No veo que nos quede mucho por hacer en México. Tendrás que volver conmigo y ella… que haga lo que quiere… -Por supuesto que me voy contigo Sofía… pero… ven, siéntate tranquila unos momentos y hablemos con calma. No te enojes, pasa que no entiendo porqué te molestó tanto que Carolina y Joaquín se enamorasen súbitamente según tú. Hay amores así… y de los otros… los que se prolongan en una espera. -¿Qué es este juego de palabras Raul? De lo único que soy conciente es que viví a
ciegas… creyendo, confiando… y mi mejor amiga me abandona por un mexicano. ¿Ahora qué? ¿Tengo que obligarla a regresar con nosotros…? ¿Dejarla y olvidar que fue mi mejor amiga? ¿Cómo puedo confiar que estará bien junto a ese hombre en un país extranjero? -Perdón, pero eso no te incumbe Sofía. Será tu mejor amiga, pero es su elección, si se equivoca… piensa que todos vivimos a ciegas, tú, ella, yo… no me mires así… ya sé que nunca viste cuato te amo y espero. -¿Tú…? -¿Por qué no Sofía? Llevo años ocultando el amor que siento por ti… tú… lejana, indiferente… no me importa tu pasado… yo vivo el hoy y siento que puedo hacerte feliz
si me amaras un poquito… -Raul… – balbuceó sorprendida por tan insólita declaración de amor. Mirándolo a los ojos por vez primera vio al hombre. Ya no era el fiel fotógrafo siempre a su lado en un correr interminable por el trabajo, ahí había un hombre respetuoso y gentil… – Raul… – repitió clavando sus bellos ojos en los que tan amorosamente la obsevaban. -Mi vida está en tus manos, te amo… – respondió en un abrazo trémulo. Raul no deseaba apresurar el desenlace, había dado el primer paso… todo tendría que fluir naturalmente y sentir la cabeza de Sofía apoyada en su pecho, alimentaba su esperanza.
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EPÍLOGO PARTIR… Los tres amigos, Sofía, Carolina y Raul, decidieron que necesitaban tener una íntima conversación. Fue Sofía quien propuso reunirse en la tranquilidad del cuarto de hotel, algo que los otros aceptaron gustosos. -Carol… – dijo Sofía iniciando el diálogo, – necesito que nos sinceremos… sabes que nuestro trabajo aquí llegó a su fin… debemos regresar a nuestro país… no sé… tu situación me desorienta… ¿qué harás? ¿te quedas o vienes con nosotros…? -Lo siento Sofía… no voy a seguirlos… está demás que te diga que estoy muy enamorada de Joaquín y… él lo está de mí.
Me prometió un trabajo y vivir juntos con su madre, me llevó a conocerla y no te lo dije porque noté cuanto te molestaba mi situación… ella es como él, dulce y afectuosa… me siento muy feliz junto a ellos… siempre seré tu mejor amiga, así sea a la distancia… supongo que nos visitaremos, el mundo no se termina por esto… quiero que me entiendas, encontré al amor de mi vida y voy a quedarme en este país… -Debo aceptar tu seguridad y desearte mucha felicidad Carol… no puedo engañarte, te extrañaré demasiado… fuiste una luz en la oscuridad de mi vida y temo volver a quedar a ciegas sin saber que rumbo tomar… yo… tengo que ser fuerte y dejar que resuelvas tu porvenir. Nunca olvides cuanto te quiero amiga y… espero
no me necesites tanto como yo a ti. – Un abrazo cuajado de lágrimas las unió por un momento, hasta que Raul se plegó a ellas formando un manojo de amistad y cariño. El aeropuerto les pareció diferente. Dijeron de común acuerdo, que la despedida sería sin lágrimas y así fue. Alejándose del brazo de Raul, Sofía se volvió para mirar otra vez a su querida amiga. Allá quedaba Carolina contenida en el abrazo de Joaquín Valdomar, moviendo sus manos en el saludo del adiós. Aquel viaje había marcado el destino de cuatro vidas… Juntos, sentados ya en el avión, la mano cálida de Raul tomó la de Sofía. Ella acercó su rostro al del hombre ofreciendo su boca…
FIN 29
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