ARTURITO ESTEFANCANY - VOLUMEN 2º ELBA GERTRUDIS MAZZEO VISTIENDO DE REY - 2º VOLUMEN Arturito Estefancany era un jovencito de extraña prestancia. Alto, de aspecto mas bien delgado, resaltaban en su cuerpo sus bien conformados músculos. Su rostro poseía la belleza del que deja de ser niño, para comenzar a ser adulto. Sus cabellos negros y enrulados, escondían la incipiente corona de rey, con que lo había ornamentado el Hada Bondadosa. El joven no sentía su peso sobre la cabeza, de tan efímera que era, pero a corta distancia se advertían los destellos del fino recamado en oro y piedras preciosas. Entre sus ensortijados cabellos se filtraban sus destellos como rayos del mismo sol. Arturito se sorprendió al verse frente al espejo, que el Hada había hecho aparecer con su varita mágica. No tenía puesta tampoco una simple remera como le había pedido. Una lujosa casaca negra, con detalles en rojo y bordados en oro, cubrían su torso. Toda su imagen era la de un príncipe en batalla. Observó su figura reflejada en el espejo, hasta llegar a sus botas. ¡Qué bien le quedaban…! Pero… ¿qué hacían aquellas pequeñas alas pegadas a sus talones? -¿Qué me hiciste Hada? – Le preguntó extrañado Arturito. -Menos de lo que yo hubiese deseado para tí. Te ves precioso así vestido. -Mira… tú opina como quieras, entiende, eso sí, que necesito ciertas explicaciones. ¿Por qué esta chaqueta tan llamativa, los destellos en mi pelo, las alas en mis botas…? -¡Ay Arturo! Siento que tendrás que acostumbrarte… si vistes de harapos nadie va a considerarte como rey de este pueblo. Sólo tú tienes el poder mientras la esfera de cristal que te legó tu abuelo esté en tus manos. -¿Y para que me diste este lazo de oro? ¿Qué haría con él? -Es un obsequio que te hago. Yo sé que nunca lucharás contra el enemigo con armas de guerra y con él, podrás capturar a los malvados sin herir a nadie. No lo quites de tu cintura de no ser necesario, ya verás cuantos poderes tiene. -¿Podrá cambiar la mente de los malos y volverlos buenas personas? -Tal cual. Entre el lazo y las alas de tus botas, podrás elevarte cuanto quieras, o tomar velocidad… ¡y hasta desaparecer si lo COMO EL CAMALEÓN El Hada Bondadosa lo notó preocupado. Arturito Estefancany no terminaba de asimilar cuánto poder quedaba entre sus manos. Por supuesto no sería tarea fácil la suya, pero tenía las virtudes necesarias para transformarse en un buen rey para aquel pueblo, que de su mano, tenía que volver a despertar a la vida normal. Así fue que lo escuchó preguntarle. -Dime Hada… ¿estás segura que yo podré con esta misión? Mira… déjame hablar… despierto después de haber dormido cinco años y de pronto ya soy casi un adulto. ¿Sábes qué recuerdo? -No… dime… -Me parece verme abrazado a las piernas de mi abuelo escuchando sus cuentos de aventuras… y… sus palabras, las tuyas… ¿no será mejor que siga siendo un niño? Me siento algo confuso, crecer de golpe no me parece lo mejor… ¿Haré bien lo que tenga que hacer…? -Estoy segura que sí. Para tí nada resultará difícil, tienes todas las virtudes, te sobra inteligencia y recto corazón…
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-No entiendo todavía como puedes estar tan convencida, pero si tú lo dices… algo más Hada… no es que yo quiera hacerte enojar, pero… ¿es obligación que lleve siempre puesta la misma ropa? -No, ésta la usarás en ocasiones como ahora, por ejemplo. Tienes que despertar a todo el pueblo y deben verte desde el principio como a su rey. Yo hubiese agregado una gran capa sobre tus hombros para impresionarlos. -¡¿Qué?! ¡Ni se te ocurra! ¿Quieres que me enriede en ella y haga el ridículo? -Está bien… no insistiré, voy a darte un nuevo poder… podrás cambiar tu ropa cuando quieras. Toma, colócate esta pulsera en el brazo. Es mágica y lo que le pidas te lo concederá en cuanto a tu vestuario. Serás como el camaleón, “cambia de colores según la estación”. Podrás camuflarte cuando sea necesario… pero siempre serás el rey, no lo olvides. Un rey justiciero, paladín de la raza de los genios buenos. -Pierde cuidado Hada, nunca olvidaré todo lo que hablamos, así como recuerdo las enseñanzas de mi abuelo, el Rey Arturo Estefancany, paladín de los genios. Sus palabras bullen en mi mente como si estuviese a mi lado. Gracias Hada… fuiste realmente muy bondadosa… SU PRIMER HAZAÑA Cuando Arturito Estefancany le agradeció al Hada Bondadosa, ésta le señaló que ya era llegada la hora de emprender su lucha para despertar al pueblo. También le dijo que debía regresar al Paraíso que la esperaba en la cima de la montaña, junto a sus inseparables haditas, compañeras de todo menester. Venían haciendo un árduo trabajo en estos años para alimentar y cuidar de tanta gente, estando convencida que era tiempo de tomarse un merecido descanso. -No olvides que nunca te abandonaremos… tampoco dudes en llamarnos si es necesario, Arturito Estefancany… ¡Rey de los Genios! ¡Lider de la justicia! ¡Adiós y adelante! Como si una brisa le rozara el rostro, así partieron… Observó a su alrededor sintiéndose demasiado solo frente a semejante gentío, que le asemejaban andar a la deriva como sonámbulos… ¿Encontraría al fin a su madre? – pensó – ¿lograría reconocerla? Resuelto dio unos pasos decidido a comenzar, ¿qué podía perder si no lograba despertarlos?. Apartando las dudas se dijo a sí mismo que todo intento era válido. Si lo lograba con uno, ya era tarea cumplida. Cada cual despertaría a otros dos. Y comenzó a caminar… -¡Reconozco a ese hombre! – gritó como si pudiesen escucharlo, – ¡aquellos! ¡cuántas caras conocidas! – continuó exclamando sin saber por quien comenzar. – ¿Dará resultado mi esfera de cristal? Bueno… tengo que intentarlo… Resuelto se paró frente a Juan. Él era el señor que tenía un negocio donde vendía pan y galletitas y su mamá lo enviaba cada día para hacer la compra. Siempre le regalaba un caramelo, era muy buena persona… ¿lo reconocería ahora? Sin esperar más, acercó su esfera de cristal al rostro somnoliento, diciendo sus palabras mágicas. -¡Yo, Arturito Estefancany, paladín de la justicia y el poder… ordeno al Genio del Bien despertar a este hombre!
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Un destello de luz dorada cubrió a Juan. Todo él cambiaba de forma asombrosa. Su palidez, el brillo de sus ojos, su cuerpo doblegado… Juan regresaba de entre las sombras en que lo sumiera la hechicera Carlota, aquel día que secuestró a Gustavo, el padre de Arturito. El gesto de impotencia suplicando lo dejara, aun se reflejaba en su rostro… -Tú… tú… me recuerdas al rey Gustavo… – dijo al verlo, – pero no puede ser… si eres casi un niño… ¿quién eres…? ¿qué nos sucedió? -Tranquilízate Juan… yo soy su hijo, Arturito Estefancany… ¿me recuerdas? Tengo el poder que me legó mi abuelo, su esfera de cristal y con ella los salvaremos a todos. ARTURITO LE HABLA A SU PUEBLO Luego de escucharlo, Juan se quedó anonadado. ¿Ese jovencito gallardo como un rey era el pequeño que le compraba el pan de cada día? ¿Ese era el hijo del descarriado rey Gustavo? Le estaba hablando como un hombre seguro y bondadoso y no lo podía creer… -¿Qué te sucede Juan? ¿Te sientes bien? – le preguntó Arturito mirándolo a los ojos. -Sí… sí… sólo que no logro entender… -Ya entenderás… cuando despierten todos les daré cuantas explicaciones quieran. En estos momentos necesito tu ayuda. Mira Juan, mientras yo sigo despertando a otros, tú tocarás las manos de dos más, a quienes podrás devolverles la lucidez. Les dirás lo mismo que acabo de decirte. Cada uno que despierte debe hacerse cargo de otros dos, para que sea más rápido el despertar de nuestro pueblo. ¡Fuerza amigo! ¡Fuiste mi primer triunfo! ¡Apréstate que son muchos! -¡Claro que sí! ¡Gracias! ¡¡Mil veces gracias Arturito Estefancany!! ¡Ya te voy recordando! ¡Eres la fiel imagen de tu abuelo, el Genio Bueno! ¡Viva! ¡Viva! Contagiando su alegría fueron despertando hombres, mujeres y niños. El aire se llenó de sorpresa y alboroto. Entre lágrimas y sonrisas, las familias fueron reencontrándose, sin dejar de preguntarse, cuándo se había detenido el tiempo y porqué. Pasada la primera emoción, el recuerdo fue aclarando aquella mentes sepultadas durante cinco largos años. Advirtiendo lo desconcertados que estaban muchos y cómo lo acosaban con mil preguntas, Arturo ordenó a su esfera de cristal incitarlos al silencio, era la única forma de hacerse escuchar. En cuestión de segundos la euforia general fue cediendo paso al recogimiento. Unidos en afectuosos abrazos, se dispusieron a prestar atención a lo que les diría su héroe. Arturito, queriendo que nadie lo perdiera de vista y pudiesen escucharlo, quiso trepar sobre un alto cerco, pero era casi imposible. Fue cuando recordó las pequeñas alas de sus botas y les ordenó volar. Frente a la sorpresa de los más cercanos, Arturito llegaba veloz a subirse sobre el muro. -¡Amigos! ¡Me siento tan feliz como ustedes por verlos vueltos a la normalidad! ¡Algo fatal sucedió hacen cinco años, por culpa de la malvada hechicera Carlota! ¡No tenemos culpas de lo que hizo mi padre! ¡No encuentro a mi madre todavía! ¡Quiero que sepan que tengo los poderes que me legó mi abuelo, Rey de los Genios Buenos y, gracias a las Hadas de la cima de la montaña que nos cuidaron todo este tiempo, hoy puedo yo volverlos a la vida. El trono humilde de mi abuelo
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vive en mí y yo velaré por ustedes. Nadie entrará a este pueblo para hacer el mal! ¡Volved a vuestros hogares y costumbres! Un ¡VIVA! pleno de fervor, brotó de aquellos que habían sobrevivido al silencio eterno… EL REGRESO A CASA Largo fue el día con los saludos y preguntas entre unos y otros. No hubo alguien que no quisiera saber algo más, pero al joven le resultaba imposible conformarlos a todos. Con una simple frase trató de convencerlos, “con el tiempo todas las preguntas tendrán respuesta.” El mismo Arturito Estefancany ignoraba que habría sucedido durante aquellos cinco años perdidos para ellos. Con sólo salir de entre las sombras, aquel día era un renacer a la vida y, sin dudarlo, todos debían poner manos a las obras para reordenar hogares y ocupaciones de trabajo. Los vio dirigirse a cada cual hacia sus respectivos hogares, donde les esperaría bastante para hacer. Pero… ¿y su mamá…? ¿por qué no había aparecido como todo el mundo? Abrumado, sus pasos lo llevaron hacia el lugar donde se levantaba su hogar. ¿Y si ella lo esperaba dentro de la casa? Pensó apresurando el paso. En su recorrida por las calles, advirtió el deterioro de casas, jardines y plazas, tan abandonados durante esos cinco años donde el pueblo entero, permaneciera adormilado por el hechizo maligno de la bruja Carlota. Todo había envejecido menos la gente. Ni los niños que habían sido sus amigos. Ellos continuaban con su edad de entonces, no como él, que había crecido esa mañana, cuando despertó frente al Hada Bondadosa. -La esfera de cristal que me regaló mi abuelo me despertó e hizo crecer… todavía desconozco su poder, claro… de seguir como un niño de diez años, nadie hubiese creído en mí… ¿estará en casa mi mamá? – Fue su monólogo solitario mientras llegaba. – ¡Mamá! ¡Mamá! – Gritó desde la cerca del jardín. Nadie respondió a su llamado. Su casa aparecía abandonada y sucia, con matorrales de yuyos resecos, donde hubiera un bello jardín colmado de flores. Parado frente a la entrada, sintió el desconcierto de si entrar o no a la vivienda. A sus oídos llegaban las voces felices de los vecinos llegando a sus hogares. Tomando coraje avanzó por el caminito que lo llevaba hacia la entrada principal. La suciedad acumulada le repugnaba a la vista. Telarañas, bichos deambulando sobre los pisos y los muebles opacos por la mugre… ¡y ese olor nauseabundo a humedad y encierro! – ¡Mamá! – volvió a gritar, mientras sólo le respondió el silencio. Para su alegría, sobre la mesa de la cocina halló una linda bolsa repleta de alimentos y un mensaje del Hada Bondadosa. Decía así: “Arturito, en cada hogar dejamos una bolsa como esta, ya que les costará organizarse otra vez. Con tu esfera de cristal podrás conseguir que tu casa vuelva a lucir como antes, tú solito no podrías. Te amamos, las Hadas.” CONOCIENDO A UN DUENDE Arturito Estefancany realizó su propia hazaña. En cuestión de segundos, su hogar, surgía de la nada más bonito que antes. Hasta el jardín había reverdecido, desplegando preciosas flores que invadieron el aire con sus aromas. Feliz del cambio, recorrió los ambientes admirando las blancas cortinas de las ventanas, que translucían los vidrios brillantes y límpios. Los muebles estaban relucientes con los adornos que tenía su
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mamá. Nada había cambiado. Todo estaba como recordaba, pero renovado, luminoso, y el perfume del jardín, se filtraba haciendo todo más acogedor. Su alegría duró poco cuando recordó que su mamá no estaba tampoco en su casa. Algo cansado, buscó los alimentos que el Hada le había dejado y tomó un poco de leche con unas galletas. El refrigerador estaba colmado de alimentos y refrescos, por lo que un sabroso pote de helado lo tentó a probar algo más. Al fin, ni recordaba como lo habían alimentado las hadas en aquellos cinco años, cuando junto a su pueblo, entró en un sueño profundo. Desconsolado por la ausencia materna vio llegar el anochecer. Al día siguiente debía continuar con su búsqueda y era mejor que fuese por un baño, para luego recostarse en su cama y dormir. La pulsera que le regalara el Hada Bondadosa para controlar su vestuario, relucía en su brazo y no dudó en usarla. Toda la ropa que guardaba en el placard de su cuarto era muy chica para él ahora y necesitaría un pijama y ropa interior de su medida. Recordó que el Hada no le había dado explicación alguna para convocar la ayuda de la pulsera… pero aquellas palabras… “Cambiarás de colores como el camaleón.” No terminó de pronunciar la frase, cuando un diminuto duende, vestido de verde y largas orejas punteagudas, surgió de la nada. Lo sorprendió verlo sobre su mano mirándolo con ojos picarescos y, que con mohines graciosos, le preguntó: – ¿Qué traje deseas mi amo? -Umm… yo… yo… esteeee… un pijama bien cómodo para irme a dormir… -¡Listo! Aquí tienes tu ropa de noche, ¿te gusta el color? -Azul… bueno sí… es lo de menos, pero dime, en la mañana, ¿puedo pedirte otre ropa? -Los cambios de ropa los hago una sóla vez a la semana, salvo… una emergencia. Tendrás que seguir luciendo lo que te dio el Hada varios días más, luego se verá… adiós amigo… – Con gesto picaresco el duende desapareció en un segundo y Arturito fue desvistiéndose para darse el tan deseado baño, y luego irse a descansar. Pulsera, lazo, botas con alas y su amada esfera, quedaban depositados dentro del placard, bien cerrado para mayor seguridad. PESADILLA Cuando Arturito Estefancany salió del baño era otro chico. No se había encogido ni se había agrandado; al no tener el traje de rey ya no se asemejaba a un guerrero, se veía como un joven común en pijamas azules, con una ligera corona de oro y piedras preciosas que no pudo quitar, entre sus cabellos húmedos aún. Sin demoras fue hacia su lecho, que lucía limpias y blancas sábanas, con cobertor en variados tonos de azul. Sobre su mesa de luz encontró la manzana que había recogido del refrigerador momentos antes, y se dispuso a saborearla mientras ojeaba un libro que dejara sobre la misma mesa, ¡vaya a saber cuando! Agotado por lo vivido aquel día, se durmió dejando rodar de entre sus manos, tanto la fruta a medio comer, como el libro de su infancia. Fue en lo más profundo de su sueño que hizo su aparición el anciano abuelo. -”Arturito…” – le susurró sin desear asustarlo, – “¿me escuchas pequeño…?” -Abuelo… ¿eres tú…? – balbuceó el joven entre sueños. -Nietito… que grande te veo… tan lindo… tan valiente hoy despertando al pueblo… tengo que advertirte algo mi querido, algo que no te expliqué en
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ese día, porque no sospeché que sucederían tantas cosas y me las llevé a la tumba… pero hoy necesito advertirte… no abuses de los favores de la esfera de cristal que te obsequié aquella vez… perderá su potencial y… cuando tal vez, más la necesites, no funcionará como lo deseas… déjala para casos extremos… hoy le diste un uso excesivo. Porque arreglaste tu casa y tus jardines, no lo hagas con todos… para eso está la mano del hombre… tú estás solito, está bien… desde mañana cuídala, restríngela, tienes otras armas y tu inteligencia Arturo… Mañana te espera una gran batalla al despertar… -Abueloooo… aaaabueeelooo… ¿dóoondeee estaaá mi… maaamaaaaá…? – preguntó somnoliento Arturito, que no lograba despertar de su pesadilla. -Tu mamá está… Respirando con agitación y sudoroso, Arturito saltó de la cama. No podía creer que su querido abuelo hubiese aparecido en sus sueños para aconsejarle. “¿Por qué no dijo dónde está mi mamá…?” – se preguntó angustiado. – “Bueno… al fin fue sólo una pesadilla… pero tendré en cuenta lo que me previno sobre la esfera… – pensó tratando de retomar el sueño. Dando un par de vueltas sobre la cama, la preocupación no lo dejaba dormir. Pensó en el Hada Bondadosa… evocarla lo tranquilizaba y al poco rato quedó otra vez dormido. UN ENCUENTRO AL AMANECER Las primeras horas del día lo encontraron remoloneando en su cama como cuando era un niño. Le costó tomar conciencia de la realidad. El silencio reinante se intensificó al recordar la ausencia de su mamá, motivo para que surgiera aquella congoja que no podía evitar. Arturito se sentía abatido… el hogar feliz de otros tiempos ya no existía… En medio de su somnolencia, la voz del abuelo en sus sueños lo volvió a la realidad. “¡Claro que sí!”Pensó reaccionando. Ya no era el pequeño aquel… esta personita era el joven Arturito Estefancany, Rey del pueblo que se extendía a los pies de la montaña. Con espíritu fortalecido bajó de la cama. En cuestión de minutos ya estaba vestido, como lo dejara el Hada Bondadosa y hasta había ordenado su cuarto. Un buen desayuno completó su buen aspecto, mientras no dejaba de pensar por donde comenzaría a buscar a su mamá. Antes de salir de su casa, sentado en medio de la sala, tomó la esfera de cristal entre sus manos para observarla en profundidad. No lo había hecho antes. Todo fue tan vertiginoso, que aun no lograba reaccionar con lo sucedido. En aquello que le supo a pesadilla mientras dormía, recordó la advertencia de su abuelo. Le pedía no abusar en pedirle soluciones, que bien podían ser resueltas con el esfuerzo personal. Desde ese momento, la esfera de cristal, viajaría junto a él guardada en el más oculto de sus bolsillos. Nadie la vería y así, tampoco estaría obligado a dar explicaciones.Al disponerse a salir, tras cerrar la puerta de calle,vio su jardín renovado y florido, llenando de aire fresco, puro y mañanero sus pulmones. En ese momento sólo le quedaba comenzar a recorrer el pueblo, buscando a su mamá. -¡Qué madrugador Arturito! – Le dijo a modo de saludo un vecino. – ¿Encontraste a tu mamá? Creo que es la única que no apareció en el pueblo, que raro… -No… ¿sabes que no?… a eso salgo, quiero encontrarla… si alguno la ve, por favor, llévenla a mi casa y le dicen que me espere, que no salga para nada hasta que yo regrese.
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-De acuerdo Arturito, yo mismo pregonaré en el pueblo tu pedido, todos te ayudaremos… pero dime… ¿cómo hiciste para dejar tan rápido así de lindo tu jardín? -¡Ahhhh…! Y… sí… es que… trabajé toda la noche. -¿Tú sólo? Mmmm… parece más bien una de tus magias… -Bueno… recuerda que por algo soy el Rey de los Genios Buenos… herencia, nada más… -¿Y por qué no arreglas todos los jardines entonces? -Todos tienen buenas manos y brazos fuertes para hacerlo… Adiós amigo… PELIGRO EN EL RÍO Observando a todos lados y sin detener su marcha, Arturito Estefancany se encontró al fin, al pie de la montaña. Elevó su mirada pensando que en lo alto, allá, en la cima, las hadas descansarían tranquilas, seguras que en el pueblo todo había recuperado su normalidad. En su andar dinámico, siguió por la vera de un arroyo de aguas cristalinas que corría entre las piedras, hasta transformarse en un río correntoso que a lo lejos, desembocaba en una laguna. El paisaje le pareció más bello que cuando era un niño, sólo que el hecho de no encontrar a su mamá, lo entristecía hasta las lágrimas. Siguió caminando entre las piedras sin encontrar una solución a su problema… tal vez las hadas supieran algo… o la esfera de cristal… pero las palabras del abuelo en sus sueños lo obligaba a ser el propio artífice de sus necesidades. Él, sólo él tendría que luchar por encontrarla. Así andaba, un poco a la deriva, cuando de pronto escuchó gritos y lamentos viniendo desde una arboleda cercana. Sin dudar un segundo corrió hasta aquel barranco y los vio. Varios niños clamaban por ayuda. -¿Qué les sucede? – les preguntó Arturito. -¡Mi hermanita! ¡La más pequeña! – Exclamó una niña de unos diez años qué él recordaba muy bien. -¿Tú eres Matilda, verdad? -¡Sí… sí… tú…! ¡Oh! Ayer te ví… cómo has crecido… no entiendo, pero… ¡mira, mira! ¿ves el río? ¡Mira… la corriente se lleva a mi hermanita! ¡Aldana… la más pequeña! -¡Termina con tus lamentos y corramos para hacer algo tonta! ¡Se va a ahogar! – Protestó Alejo, otro de los hermanos. Sin pensarlo dos veces, Arturo corrió impulsado por las alas de sus botas mágicas, en un vuelo rasante sobre el caudaloso río. La niñita apenas si podía sujetarse a un tronco que flotaba a la deriva. Doblado como en cuclillas, en un despliegue de todo su poder, tomó a la pequeña entre sus brazos, que se aferró a su cuello entre ahogos y llanto. -Cálmate Aldana, estás a salvo… -Yo… yo… quie… ro… a… mi… mi… mu… muñe… ca… – dijo con su voz entrecortada por el llanto. -Bueno… si se perdió compraremos otra, vamos con tus hermanos que ya están bastante preocupados por tí. – Fueron las palabras que se le ocurrieron a Arturito, mientras regresaba donde el grupo de niños, lo aplaudían contentos. TRAVESURA DE NIÑOS Con poco esfuerzo Arturito fue enderezándose sobre sus piernas. Las alas de sus botas mágicas lo sostenían flotando sobre las aguas turbulentas, con Aldana que no cesababa de llorar, abrazada a su cuello. Con la misma velocidad que había salvado a la niña regresó a la orilla, para ir al
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encuentro del grupo de niños que lo esperaban, para acosarlo a preguntas. -¡Gracias Arturito! ¡Salvaste a mi hermanita! – Exclamó Matilda mientras recogía entre sus brazos a la pequeña. -Queremos saber algo más de tí, – dijo Geremías, uno de los niños del grupo. – ¿Cómo si somos de la misma edad te hiciste así de grande? -¡Sí, sí, sí! Tú, él y mi hermana Matilda eran de la misma edad, ¿cómo cambiaste tanto? ¿Cómo haces estas cosas que acabamos de ver? – Preguntó Alejo. -Si ayer no prestaron atención cuando le hablé al pueblo, hoy les digo a ustedes que soy su rey, tengo el poder de los Genios Buenos y debo reprenderlos por el peligro que corrió esta niña. ¿Olvidaron que les tenían prohibido acercarse al río sin sus mayores? -Fue una travesura Arturito… No pensamos que Aldana caería en las aguas tras su muñeca… – se justificó Matilda. -¡Mi muñeca! ¡Quiero a mi muñeca! – Gritó recordando que el río la había arrastrado junto a ella. Con su agudeza visual, Arturito divisó unos trapos entre los juncos acuáticos que se hallaban más adelante sobre el río y del mismo modo que lo hiciera para salvar a Aldana, fue a recogerlos. Ahí estaban ya, entre las manos de la pequeña, tan mojados como ella. -¡Mala Aldana! Eres traviesa y mala por darnos este susto. ¡Casi se ahoga por una muñeca de trapo que se le cayó al río! Si no hubieses llegado a tiempo tú, Arturito Estefancany… no sé… ¡Qué le hubiésemos dicho a nuestros padres! -Escucha Matilda… pienso que vuestros padres estarán muy ocupados con sus tareas, será mejor que no les digan lo que sucedió. No vuelvan a acercarse a esta parte del río y los más grandes, aprendan a ser responsables cuando lleven a un niño pequeño. Y tú, chiquita, nunca te apartes de tus hermanos, buen susto te llevaste, ¿entendiste? -Sí Aturito… te quero muto… – dijo en su media lengua la pequeña Aldana, mientras él desaparecía como si se lo hubiese tragado la tierra. FINAL DEL VOLÚMEN 2º DE ARTURITO ESTEFANCANY LLEGAMOS AL FINAL DE LAS PRIMERAS AVENTURAS DE ESTE JOVEN REY DE LOS GENIOS BUENOS. MÁS AVENTURAS ENCONTRAREYS EN PRÓXIMOS LIBROS. FIN ELBA MAZZEO
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