LAS LLAVES RELATOS ORIGINADOS EN HISTORIAS DE LLAVES
ELBA GERTRUDIS MAZZEO
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Autor:
ELBA GERTRUDIS MAZZEO ESCRITORA POESIA Y
NOVELAS,PROFESORA DE PIANO,MAESTRA JARDIN DE INFANTES,COMERCIANTE,JUBILADA.
Presentaci贸n Historias breves sobre llaves. Relatos que pueden ser reales, imaginarios, divertidos o dram谩ticos, dedicado a mi gran amigo y maestro Jorge Mercado.
LA LLAVE PRINCIPAL
Cada vivienda tiene una llave principal, la de la puerta de calle o de entrada. Las personas
poseen varias, que saben para que las usan. Hoy recorrí mentalmente las casas vecinas a la mía. Mi barrio es simple, tranquilo… Casi todas son casas de planta baja, con o sin jardines. Conozco a los vecinos de toda la vida; recuerdo a los que se mudaron, a los que murieron… En estos últimos meses dejaron este mundo dos vecinas muy queridas. Una tenía ochenta y cinco años… se puede decir…vivió. Luego se fue Silvia con sus cincuenta y siete años… Durante dos años padeció esa “penosa” enfermedad. Una larga agonía… Junto a su esposo tenían un comercio frente a mi casa. Su llave cerró las puertas por varios días. Dentro del local quedó su imagen, guardando su recuerdo con otra llave que se llevó al partir. La casa contigua es la de Clelia. Casi la vi
nacer, crecer, casarse, divorciarse y formar una nueva pareja. Tendrá cincuenta años… Trajo al mundo tres hijos, los dos mayores de su primer matrimonio, el tercero, un adolescente de su último compañero. Un coche negro propio y otro rojo del hijo mayor, los estacionaban junto a su vereda. Un mal día desapareció el coche negro y también su segundo esposo, que eligió vivir con otra mujer. Clelia cayó en terribles depresiones. Alguna vez la vi salir de su hogar, parecía un espectro. La llamé, le ofrecí compañía, ayuda… dijo no tener consuelo porque lo amó demasiado. Asomada a la ventana viendo pasar la vida lo vi llegar. Bajó de su coche negro jugueteando con las llaves de… ¿su casa? Desaparece… va… viene… y ella ¿qué…?
Detrás de las cerraduras de las puertas de cada hogar, las llaves principales conocen las ignotas historias de sus moradores. Ellas tienen todo el poder. Autorizan o niegan el paso. Cerrando las puertas se cuecen historias… afuera… también. La llave principal representa la vida misma. No es bueno perderla… nunca hay que prestarla…
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LAS LLAVES ETEREAS La conozco desde hace tiempo. Sara es una mujer que siempre tuvo muchos problemas de salud… y de los otros… no obstante, fuerte como un roble. Superó sus dolencias sin postergar sus actividades, luchando con su organismo y la vida misma, que la castigó con pérdidas irreparables. Tantas veces caía, tantas otras se volvía a levantar siguiendo con su lucha diaria. Sus metas eran simples, cuidar de su hogar. La familia estaba siempre primero, así ahogara su pasión por las artes. De niña había estudiado violín y le apasionaba escribir poesías y cuentos. Toda su vida fue aprovechar los momentos libres para dedicarse a la práctica del instrumento, o llenar hojas con su bolígrafo escribiendo lo que su mente le inspiraba. Para todos pasan los años, para Sara
también y, un buen día, sus piernas dejaron de sostenerla en pie. La enfermedad la obligó al reposo, un bastón y silla de ruedas para levantarse de la cama. Tan sólo una persona estuvo a su lado… había perdido todo, fatalidad… destino… vaya a saber… Fui a visitarla y me dijo: “hasta la inspiración me abandonó…” Entonces fue diciéndome que si al menos pudiese escribir como en otros tiempos, llenaría sus horas vacías. Después de un tiempo volví a verla. Con su bastón sí, pero de pie y erguida, dinámica como siempre lo había sido. -Tuve un extraño sueño… – me dijo. – Una figura muy angelada vino hacia mí con dos llaves etereas en sus manos, preguntándome cual quería. ¿No pensarás que estoy loca, verdad…? – Agregó mirándome dudosa. Le respondí que de ningún modo
pensaría algo así y continuó con su relato. -”Te ofrezco las llaves que abren las puertas de la inspiración”, me dijo, “tu cerebro está bloqueado por tantos sufrimentos, pero según la llave que elijas, la magia de la creatividad volverá a ti. Toma sólo una.” Recuerdo aquel sueño como un mensaje amiga… eran dos llaves… una grande y otra pequeña… translúcidas… brillantes… de pronto se hizo la oscuridad y pensé que había demorado mucho en tomar una decisión. Dejé de verlas y recuerdo haber gritado en sueños reclamando la llave que abriese las puertas de la inspiración, me conformaba con la más pequeña, poco, antes que nada… -Fue un milagro… por la mañana me puse de pie sin ayuda… bueno… tomé mi bastón por precaución, los dolores habían menguado… volví a caminar y mil ideas vinieron a mi mente. ¡He vuelto a escribir amiga! ¡La inspiración me
acompaña nuevamente! ¡La pequeña y eterea llave de mis sueños abrió sus puertas sagradas! ¡Ah! También pude volver a poner manos a la obra en mi hogar… ¡Qué bello es poder cocinar y escribir! La dejé feliz, yo también lo estaba… una llave eterea de sus sueños, había hecho el milagro de abrirle las puertas para una vida mejor… ¿Qué si hubiese elegido la llave grande?
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EL MANOJO DE LLAVES La hora temprana anunciaba un día apacible. Desde los amplios ventanales de su linda cocina, Liliana podía deleitarse mirando el verdor de su parque, sus matas de flores y la cercana y frondosa arboleda. Preparaba el desayuno para sus hijos, ya dispuestos a salir hacia sus estudios, cuando con sorpresa, vio que se detenía frente a su casa el automóvil de su hermano. “¿Daniel a esta hora?”. Pensó extrañada saliendo a recibirlo. El hombre, pocos años mayor que ella, bajó del vehículo con visible cara de preocupación. -¿Cómo estás Lili? – Le preguntó siguiéndola hasta la cocina. -Yo bien… pero… me extraña tu presencia a esta hora, ¿no deberías estar en tu trabajo? y esa cara… tu
expresión… dime, ¿pasa algo malo…? -Para mí terrible… no creerás lo que me pasó. -Bueno, si te das cuenta estás asustándome… – contestó al tiempo que con manos temblorosas le servía una taza de café humeante. -¡Hola tío! ¡Qué sorpresa! – Lo saludaron sus sobrinos que bajaban a desayunar. -Qué suerte encontrarlos a ustedes también, quiero decirles que perdí el llavero de la abuela, ¿acaso alguno de ustedes lo tiene por error? -¿El llavero de la abuela? – preguntaron en coro muy asombrados. -Daniel… no me digas que viniste buscando el llavero de mamá. Yo vi que te lo dio antes de salir de viaje para que le cuides la casa. Te hizo mil
recomendaciones… -Es que no lo tengo Lili… me volví loco buscándolo y si nadie lo tiene de los que fuimos a despedirla, es que lo perdí. ¡Qué estúpido soy! -Bueno… cálmate, pero la hiciste buena… tendrás que llamar a un cerrajero, te ayudo con el gasto si quieres, hasta tenía las llaves del sepulcro de papá, era un manojo de llaves… -Pobre… quiso hacer ese viaje para despejarse un poco y yo le sumo este problema… -¡Ni se te ocurra decirle nada si llama por teléfono! Dejemos que disfrute el viaje… al fin, la pérdida de papá fue más grave que lo del llavero Daniel. Mira, yo te vi guardarla en tu bolsillo, ¿revisaste bien? -Por todos lados, la perdí… ¡qué
mala suerte! Daniel se marchó dejando preocupada a su hermana y la familia. Regresó a su hogar, sin dejar de revisar cada rincón junto a su esposa, pero del llavero… ni noticias. -Perdiste el día de trabajo y ni probaste bocado Daniel. – Le dijo su mujer, – no me mires así, no fue mi culpa. Tal vez se las llevó el espíritu de tu padre porque dejaron que tu mamá viajara sola. ¡Nadie quiso acompañarla teniendo tantos nietos! -¡No digas idioteces! Nuestros hijos son pequeños para dejárselos a cargo y los de Liliana… ellos nunca pueden… están ¡muy ocupados con sus estudios! -Hubieses ido tú… o Lili… al fin te pasarás la semana ocupado en esto. -¡Basta! ¡Me voy! ¡No quiero seguir escuchándote!
-¡Fíjate por donde caminas! ¡Ah! ¡Es hora de retirar a Tomy del jardín de infantes, no vayas a perder a nuestro hijo también! Furioso como estaba, advirtió que no quedaba casi espacio para estacionar. La calle estaba atestada de vehículos qué, en su mayoría, eran de los que venían en busca de los pequeños infantes. Caminó por la vereda cabizbajo pensando en su pobre madre y el maldito llavero, hasta que alguien lo sacudió avisándole que lo llamaba la directora. -¡Dios! ¡Lo único que me falta es que le haya pasado algo a Tomy! – dijo corriendo. -Señor Peralta, ¿usted perdió un llavero? -¿Qué…? ¿Cómo lo sabe? ¿Acaso lo tenía Tomy…? -No, no… un señor mayor lo encontró
junto al cordón de la vereda, se le habrá caído cuando trajo a su hijo. Como tiene la foto de Tomás con nuestro uniforme, lo trajo. -¡Qué suerte! ¿Sabe donde vive para ir a agradecerle? -No… lo dejó y se fue, era un hombre mayor. – Daniel pensó en su padre…
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LAS LLAVES La casa de Carmela es de aspecto sencillo y bonito. Varias ventanas dan a sus jardines cerradas con rejas. Por todos lados hay rejas… por seguridad. Dos puertas de calle parecen blindadas y ya no saben como hacer para protegerse de los bándalos, que no sólo se llevan lo ajeno… también matan. Carmela podía haberse quedado tirada en su cama, en el sofá de su living… tal vez, en una de las sillas junto a la mesa… pero eligió un banquito auxiliar para sentase frente a una de las paredes. Apoyando su cabeza sobre ella, se echó a llorar… -Soy claustrofóbica. – Le dijo Carmela a la pared. Le hablaba a ella porque nadie estaba en su casa, solas las dos… – No le tengo miedo a la
soledad, sólo el sentir que no pueda entrar y salir de mi casa es lo que me aterra. -No me parece que seas claustrofóbica, si tú misma te encierras con doble vuelta de llave en las puertas, y sumas candados por todas partes. -¡Qué saben ustedes paredes de cemento! Si una demoledora les cayese encima ni se inmutarían… -Así somos… inconmovibles… por más que nos maten clávandonos los clavos con que sostienen sus cuadros. ¿Por qué sufres si quedas encerrada entre nosotras? -Quiero el llavero en su lugar, nada más… -¿Por qué no? Además es el lugar de las llaves y deben estar siempre al alcance de tus manos, lógico… las llaves
están hechas para que el dueño de casa asegure las entradas y salidas del hogar… son como la piel de vuestros cuerpos, pegaditas deben estar a tus dedos y saber donde las guardas… -No siempre fue así… en otros tiempos dormíamos con las puertas abiertas… Los niños y las visitas entraban y salían sin esperar que les abriesen las puertas… – dijo volviendo a llorar. -¡Por qué se perdió esa costumbre Carmela? -Creo que lo peor fue la delincuencia, no sólo roban… ahora matan… -Si es por eso, creo que a los ladrones no les hacen falta cerraduras herméticas, escuché que a tu amiga Celina le entraron por la claraboya del baño.
-No me hagas acordar…¡flor de susto se llevó! Por no encender la luz y la descubriesen los truanes, no podía encontrar la llave para salir de su casa y pedir auxilio… -Estoy de acuerdo, las casas son cárceles al fin… – razonó la pared. -¡Igual yo amo mi carcel… casa quiero decir! Pero quiero mis llaves… -A ver si te entiendo… te gusta vivir prisionera entre tus paredes, pero a la vez quisieras salir volando como un pajarito… -¡No tanto! La cuestión no es escapar, me asusta el exterior… prefiero estar aquí, pero con mis llaves en las manos… -¡Y dale con tus llaves! No me vengas con que no sabes donde las dejaste…
-¡Peor! ¡Mi marido se fue al trabajo y de tan distraído que es, se llevó las suyas y las mías!!!! -Ahora entiendo… eres claustrofóbica.
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LAS LLAVES MELLIZAS No sé cual de las dos nació primero. Alguna vez advertí que estábamos colgadas de un aro de metal muy juntas y ella parecía muda o dormida. Un buen día el hombre me introdujo en una cerradura y mi melliza quedó colgando resignada. Así estuvimos hasta que un señor entró a la cerrajería, y nos llevó envueltas en papel de diario. Cuando colocaron la cerradura al portón, el dueño de casa nos separó y no volví a ver a mi melliza. A mí me colocó en un lindo llavero junto a otras que no conocía, hasta que después de un tiempo, se le ocurrió vender su coche, y dejó de abrir y cerrar el portón del garage. Pocas veces el hombre salió por el garage, por lo tanto, era como que yo no hacía nada, sólo estar aburrida en su llavero. No duró mucho aquella situación, cuando de pronto, con sus lindas manos, me quitó del llavero para
entregarme a otro señor. “¿Quién es éste?”, me pregunté asustada. Después fui entendiendo, era un vecino que le pedía el garage en alquiler. Ahí comenzó otra historia para mí. Sus manos no eran las mismas a las que me había acostumbrado, como tampoco su voz era igual. Mi nuevo dueño me metió sola en un bolsillo de su pantalón que olía diferente… Entonces recordé a mi melliza… ¡seguro recurriría a ella si quería salir por el portón del garage alguna vez! ¡Le escuché relatar tantas historias viajando en su bolsillo! Al menos mi primer dueño hablaba poco… a veces, hasta me hacía reir… éste, bueno… creo que era un pobre desgraciado que luchaba contra el cancer que se estaba llevando a su mujer a la tumba. Así fue que una noche, abríamos el
portón para guardar su coche, pero al salir… en vez de guardarme en su asqueroso bolsillo, el ignorante me dejó caer al piso. ¡Ay! Grité, pero ya se entiende, ni me escuchó. Dormí toda la noche a la intemperie, preocupada sólo de pensar que cualquiera que pasara por la vereda podía descubrirme, abrir el portón, saquear la casa, o robarse el coche. Así pasé la noche… Llegó la mañana, salió el sol, y también el dueño de casa. ¡Cómo se sorprendió cuando me vio tiradita sobre la vereda!!! ¡No lo podía creer! Me levantó con sus lindas manos para comentarle derechito a su señora. -¡Qué suerte que la encontré yo! – Le dijo a ella. Y sí… para ellos fue una suerte… El inquilino me tomó como si nada cuando mi dueño volvió a entregarme. – No me di cuenta… – dijo metiéndome otra vez en su oscuro bolsillo, y yo… que
puedo decir… estoy condenada y envidio a mi melliza, porque sé que ella, ahora está en el lindo llavero de mi legítimo dueño.
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SOÑAR, LA LLAVE DE ENTRADA A MI MUNDO DE ESCRITOR Soñar, la llave de entrada a mi mundo de escritor por Antonio Murguia Cuando eres niño sueñas cualquier cosa. A todas horas pasan por tu mente todo tipo de imágenes y todo tipo de ideas. Todas ellas son realizables, las crees. ¿Quién no soñó de niño que podía volar? ¿Y cuántos pensamos que lo podíamos lograr con la ayuda de un sencillo paraguas o atándonos una capa de Superman? Soñábamos con los juguetes que nos traerían los Reyes Magos, que podíamos hacernos invisibles, convertirnos en otra persona, conocer con anticipación las preguntas de un examen, adivinar los números de la
lotería, viajar a Marte y muchos otros. Nuestros sueños no tenían, nunca tuvieron limitación alguna. El sueño nos acerca la esperanza y nos vuelve creativos; nos permite crear cosas, personajes, lugares y situaciones nuevos en nuestra mente; superar nuestros viejos hábitos y costumbres y transformamos en lo que queremos o nos imaginamos ser, sea posible o no; recorrer lugares y sitios, reales o imaginarios; y abandonar, por lo menos temporalmente nuestras ideas y nuestra forma de pensar y transformarnos para encontrar un nuevo “yo”. Soñar es diferente a definir una meta o un propósito, que siempre se dirigen hacia un “deber ser” o un “deber hacer”, a partir de nuestra realidad. Cuando soñamos, definimos la visión que tenemos de la vida y de ese mundo ideal al que aspiramos. Y cuanto más soñamos, más cerca estamos de precisar lo que queremos y ponemos toda nuestra energía
para hacer de nuestros sueños una realidad . Plasmar mis sueños en palabras y en imágenes es lo que busco y disfruto cuando escribo. Soñar, por ello, es mi invaluable llave de entrada a mi mundo de escritor.
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LA CASA DE LAS LLAVES LA CASA DE LAS LLAVES por JORGE MERCADO Por lo general, en toda casa hay un llavero. ¿Qué abren esas llaves? ¡es otra cosa! Pero en mi casa ¡hay muchísimos llaveros! ¡manojos de llaves! de muchos calibres, colores y sabrá de qué tantos materiales. La explicación podría resultar un tanto obvia si se considera que mi casa ha sido la casa de más de tres generaciones por parte de mi madre. Pero además, como una de las aportaciones excéntricas de mi tatarabuelo, contamos con una considerable e interesante colección de llaves, que a mi me parecen medievales, y que ocupan un buen espacio de la “sala de colección”.
PERO ADEMÁS, también están las propias de la casa, de las puertas, vivas y difuntas, porque las últimas ya se desecharon; están las de los cofres, de los armarios, de las gavetas, de los candados de mi bicicleta, del cuarto de herramientas, de las maletas, del maletín del abuelo y del veintiúnico auto familiar, con su llave para la guantera y para el maletero. Así que de llaves ¡ni me digan!, no por nada en mi cole me dicen “el chico de la casa de las llaves”.
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LAS LLAVES ESQUIVAS LAS LLAVES ESQUIVAS – JOSÉ ORLANDO BRIZZI ¿Dónde están? ¿Dónde las dejé? ¿Por qué se esconden? ¡Las perdí…! Me las olvidé en la puerta, ¿en qué bolsillo?, ¿cuál cartera? ¿Tantas opciones nos dan las malditas… llaves? pero a la vez, cuánto nos cuidan, qué nos guardan… Unas se abren para gloria y gozo, llegar a tu hogar luego del trabajo, llegar ¡del cole!, reencontrarnos con los seres queridos. Quizás sí deberíamos preocuparnos de no perderlas, cuidarlas, ya que sin
ellas no entramos ni salimos de donde debemos. No queremos la “sorpresa” de encontrar la casa abierta o el auto vacío, perder las cosas que atesoramos o son imprescindibles para nuestro diario vivir. Documentos, dinero, recuerdos, fotografías… o nuestras máquinas, hoy tan necesarias para sentirnos más felices y comunicados. En este punto llegamos a la conclusión que necesitamos de las llaves. Precisamos de sus servicios, pero no le damos la importancia debida. Nos distraemos, las dejamos en cualquier parte. Son tan necesarias pero no las consideramos, son una “cosa” casi ignorada y de ahí, nuestros olvidos. Dónde, cuándo, para qué las usamos. Quince minutos por día “gastamos” en abrir, cerrar puertas, armarios, arrancar el auto, poner candados, trabas… en fin, la lista es interminable. Nuestra preocupación se extiende más allá de su uso, organizarlas en grupo, tal o cual, si salimos en auto o a pie. Si nos afecta pensar que podemos perderlas, hay que hacer duplicados.
Cuidémoslas… cuidándonos somos las unas para el otro. Llaves y personas, un objeto sí, pero dignas de respeto, amor por lo que nos cuidan. Por eso… ¡gracias a “las llaves”!
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LAS LLAVES DE LA INFANCIA Suele decirse que de boca de los niños y los locos salen todas las verdades, no lo sé… El mundo adulto cree saberlo todo acerca de los pequeños. Padres, pediatras, sicólogos, maestros… Creo que no. Los niños son como cofres cerrados guardando sus secretos, con llaves invisibles a los ojos. En tiempos lejanos llegó el día en que mis padres me ingresarían a la escuela primaria. Fue entonces cuando descubrí otro mundo que no era mi hogar. Aquella escuela era inmensa, casi hermética con sus paredes que parecían de piedra gris. Tenía dos plantas. En la baja estudiaban los niños menores y en la alta los grados superiores. Un gran patio para los recreos y galerías cubiertas por si llovía. El primer y segundo grado me parecieron aterradores.
¿Cómo podían ser tan severas las maestras? Me encontré rodeada de montones de niños desconocidos, buenos y malos, que agredían libremente. Conocí la disciplina escolar tan austera de aquellos tiempos, donde siempre se debía levantar la mano para pedir permiso para cualquier necesidad; no se podía hablar en clase, y rebalsaba el reto de la maestra diciendo:”cállese la boca si no quiere ir al rincón.” Hasta un bonete de burro supo exhibir algún alumnito algo travieso en el rincón de las penitencias, si además, cometía algún error. Esmerarse era el mérito al premio: recibir “la buena nota”, a costa de educarnos basados en una disciplina colmada de miedos. Llegando al cuarto grado me subieron de piso junto con mis compañeritas. Teníamos diez inocentes años. Nos sentíamos importantes al compartir el área de las chicas grandes, así fuésemos las más pequeñas. Muchas cosas iban cambiando, al menos se iban
formando grupos entre las niñas y, las maestras, así la disciplina seguía siendo autoritaria, tenían mejor modo de comunicarse en las clases. Fue en esos grados en que comenzaron a elegir a una niña como ayudante, a la que llamaban “monitora”, y por lo bajo, también las tildaban de “chupamedias de la señorita”. Hay cosas que no se olvidan… Todas querían ese puesto menos yo. Pensaba: “¿para qué, para atrasarme en la clase cuando la maestra mandaba a su ayudante a llevar el registro a la dirección, u otros menesteres?” Nunca entendí por qué en esos últimos años las maestras siempre eligieron a la misma niña. No sobresalía en nada, ni en su aspecto de morochita insulsa, que jamás traía su guardapolvos impecable como el resto de las alumnas. No la dejé de lado por eso, nos hicimos amigas. Pasadas un par de semanas cierto día la vi con el manojo de llaves de nuestra maestra y le pregunté qué hacía con ellas.
“Le guardo sus carpetas y libros en el armario después de hora, o le alcanzo lo que me pide.” Pensé cuándo haría sus deberes esta niña… hasta que una tarde me invitó a quedarme con ella, para mostrarme todo lo que la maestra guardaba en su armario. “Hasta los resultados de las pruebas que nos va a tomar en el examen están y puedes copiarte.” Me dijo asintiendo que ella lo había hecho. Por pura curiosa acepté quedarme con ella después de clase. En la escuela quedaba la portera y los que limpiaban las aulas, por lo que si nos apresurábamos, no tendríamos problemas de salir, siendo ella la “monitora”, conocida por el personal. Lidia, así se llamaba ella, conocía a la perfección cada llave de las gavetas del armario y me indicó las carpetas con lo que nos tomaría en las pruebas para yo copiar, mientras ella abría una gran caja que contenía
elementos de geometría, ocultando varios en su portafolios. -¿Qué estás haciendo? – le pregunté sorprendida sin siquiera haber mirado las carpetas. -Siempre me llevo algo para que jueguen mis hermanitos, puedes tomar el que te guste… ni se dan cuenta… -No… – le dije sintiendo que todo aquello era indecente por más pobreza que hubiese en su casa. Mi familia también era de condición humilde, pero mi guardapolvo estaba siempre inmaculado. -No se te ocurra abrir la boca sobre esto o lo pagarás caro.- Me amenazó.
Lo primero que hizo mi madre cuando llegué a casa, fue preguntarme porqué había llegado más tarde. -Tuve que ayudar a ordenar el aula, –
le mentí asustada. Flor de reto me hubiese dado si le contaba la verdad. En el cofre de mi mente cerré con llaves invisibles la triste experiencia. La que creí una amiga, me había engatusado para hacerme cómplice de sus tontas picardías. Recuerdo que puse distancia entre nosotras, bajo su mirada amenazante. “Le digo a la maestra que lo hiciste tú.” Me dijo por lo bajo repetidas veces. La ignoré. Del cofre de mi mente infantil, nadie encontraría la llave para descubrir mis secretos.
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LAS LLAVES DEL AMOR LAS LLAVES DEL AMOR. POR ANTONIO MURGUIA Una llave, según lo define el diccionario, es un instrumento que se usa para abrir y cerrar las cerraduras incorporadas a objetos que se pretende proteger de accesos no deseados. Y efectivamente, una llave en su sentido popular, es un simple instrumento de metal que nos sirve para abrir lugares que deseamos acceder. En el sentido figurado, la palabra llave tiene también varias ascepciones. Escuchamos con frecuencia que le hicieron entrega de las llaves de la ciudad a algún visitante distinguido; también se utiliza la frase “Las llaves de San Pedro” para describir la función del Santo, como guardián del cielo; y otras más. Yo quiero referirme a “Las
llaves del amor”. En las historias de amor siempre existe una llave, pequeña o grande, que tiene el poder de abrir el corazón del ser amado. Se trata de un detalle que abona y multiplica el amor hacia el ser amado, que permanece durante toda la vida y que se vuelve definitivo para la existencia y subsistencia del amor. Algunas historias comprueban la importancia de una llave, de un elemento de inicio para la subsistencia y permanencia del amor y, con él, de la pareja. El apasionado amor que siempre tuvo Bach, Juan Sebastián Bach, hacia su segunda esposa Anna Magdalena Bach, mujer diez y seis años menor que él, apasionada de la música y que fue madre de trece hijos del compositor (siete de los cuales murieron siendo pequeños), se consolidó el día en que el compositor transcribió en su honor algunas de sus
piezas más significativas en dos cuadernos conocidos hoy en día como “Los Cuadernos de Anna Magdalena”. En éstos, el compositor hace entrega de lo más preciado que puede tener un autor, un compositor, que es su obra, su creación artística, a favor de su mujer amada. El regalo, a primera vista, pudiese parecer trivial, sencillo o sin valor. Sin embargo, no hay que olvidar que para un artista, su patrimonio más valioso es precisamente su obra. Transcribirla en una manera simplificada para que su esposa pudiese cantarla como “soprano decente” (tal y como opinaba Bach de las cualidades artísticas de su mujer), fue un acto único y un verdadero acto de amor, una auténtica llave. Otro ejemplo maravilloso, que no trata de una llave sino de un verdadero llavero del amor, fue el de Dalí y Gala, su esposa de más de 50 años. Ellos se conocen en 1932. En ese año elabora los primeros cuadros inspirados
en ella. El primero de ellos, muy famoso, se denomina: “Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro”. En la explicación que daba Dalí sobre este cuadro, justificando su profundo y eterno amor, dice que en lugar de comerse a Gala prefirió comerse un par de costillas crudas. La producción de Dalí inspirada en Gala continuó año tras año hasta finales de los años setenta con un famoso cuadro en el que aparece Gala en el centro de un espacio cuadriculado, cuya visión se transforma, al alejarnos, en el rostro de Abraham Lincoln. Este cuadro se llama “Lincoln en Dali-visión” El amor de Dalí hacia Gala era total y eran muchas las llaves que utilizaba para hacerlo crecer. Dijo Dalí en alguna ocasión: “Gala ha construido todo el éxito de mi vida”. También dijo: “No me he vuelto loco porque ella ha asumido mi locura”.
La presencia de Gala en la vida de Dalí es fundamental, tanto en su mundo como en su obra. Y las llaves que Dalí le entregó hicieron magia en ella, lo que le permitió crear una unión de pareja indestructible. Fue tan intenso su amor que firmaba sus obras como GalaDalí, en vez de Dalí simplemente. “Gala me ha dado, en el verdadero sentido de la palabra, la estructura que faltaba en mi vida. Ciñéndome a Gala he encontrado una columna vertebral y, haciendo el amor con ella, he rellenado mi piel. Firmando mis cuadros como Gala-Dalí, no hago más que dar nombre a una verdad existencial, porque yo no existiría sin mi gemela Gala” La relación de Gala con Dalí fue más allá que la de una simple esposa. Fue ella quien, tienda por tienda vendió los maniquíes y los objetos surrealistas diseñados por Dalí; le organizó su tiempo para que él pudiera ejercer su oficio de creador artístico; lo ayudó, más que nadie, en sus primeros pasos en
París; le animó y convenció para que fuera a Nueva York; le obligó a trabajar sin descanso y muchas otras manifestaciones que reflejaban un amor correspondido. Gala vio en Dalí a un ser llamado para el éxito y se unió a él. Lo sedujo y lo cautivó. Los cincuenta años de estabilidad de la pareja muestran que fue para Dalí un alma gemela, la parte femenina de sí mismo. Su apoyo invaluable a un hombre de éxito. Un último ejemplo que nos muestra el poder de la palabra escrita como una poderosa llave del amor, es de alguien que fue más conocido por su desempeño como político y por las difíciles y complicadas decisiones que tuvo que tomar: Sir Winston Churchill. Su matrimonio con Clementine Hozier, quien luego fue la Baronesa Spencer Churchill, duró 56 años. Es difícil entender cómo pudo mantener un amor intenso sin leer las constantes cartas que le enviaba a su “Clemmie”, como cariñosamente le llamaba. En una de sus múltiples giras
le escribe “En tu carta desde Madras me escribiste algunas palabras muy queridas por mí, sobre cuánto enriquecía tu vida. No puedo expresarte qué placer me dio esto, porque me siento siempre de forma aplastante tu deudor, si es que puede haber cuentas en el amor. Lo que ha sido para mí vivir todos estos años en tu corazón y compañerismo ninguna frase puede transmitirlo. El tiempo pasa velozmente pero, ¿no da felicidad ver cuán grande y creciente es el tesoro que hemos recolectado juntos, en medio de las tormentas y de las tensiones de tan agitados y en cantidad trágicos y terribles años?. Tu amante esposo”. En el amor una llave viene a ser un instrumento que se usa no sólo para abrir y cerrar el corazón y protegerlo de accesos y situaciones no deseados, sino también para ser correspondido por el ser amado.
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LAS LLAVES DE LA MUERTE Estas llaves no siempre las tiene ella. Sólo a veces, cuando la fatalidad cercena la vida. Esa llave está guardada en un cofre misterioso dentro del cerebro humano.
A ésto podemos sumarle el destino, los propios deseos de vivir, la mala suerte… pero en todos los casos, es nuestra la decisión de cederle la llave de la prolongación de nuestras vidas a la oscura señora. El deseo de vivir es poderoso. El de morir… lamentable… Desde que nacemos se nos acorta la vida, que en ciertos estados se nos hace larga, y en ocasiones se hace corta. A medida que pasa el tiempo solemos
mirar hacia atrás y hacia adelante. El pasado fue, estuvo, ya es recuerdo… El futuro… un devenir que con cualquier programación, siempre será impreciso, por las volteretas con que el medio ambiente nos sorprende a diario. Creemos pisar firmes y se abre la tierra bajo nuestros pies cuando perdemos nuestras armas, los valores humanos o materiales, nuestra salud, las energías… En ese lugar se esconde el misterio para desafiar a la muerte y no permitirle se apodere de nuestra llave interior para que se meta en nosotros. Si no quiero morir no moriré, al menos, me resistiré a la entrega, no como muchos cansados de la vida por las luchas y los devenires. Un cerebro confuso y debilitado desintegra el cofre y ella, siempre dispuesta, toma la llave de la vida para llevársela por ocultos senderos… Muchas veces desafié a la muerte. No le
temo. Valoro y amo la vida. Mi deseo es permanecer hasta lo que parezca imposible. Le entregaré mi llave a la muerte cuando sienta que ya no quede nada por hacer y nadie por quien vivir. Sé que revolotea por el mundo llevándose incautos… a seres inocentes, niños y jóvenes que aun no aprendieron a vivir… También sé que juega con los depravados, estos carecen de cerebro, por eso la llave la tiene ella, que se divierte observando sus inniquidades mientras los sumerge en alucinaciones previas, antes de atraparlos en sus redes. CONSEJO: “amar la vida, recorrerla sanamente, no entregar la llave de nuestra existencia frente a un traspié. Vivir es maravilloso”
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