QUERIDO EXTRATERRESTRE

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QUERIDO EXTRATERRESTRE Un nuevo libro en SoopBook

ELBA GERTRUDIS MAZZEO


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Autor:

ELBA GERTRUDIS MAZZEO ESCRITORA POESIA Y NOVELAS,PROFESORA DE PIANO,MAESTRA JARDIN DE INFANTES,COMERCIANTE,JUBILADA.


Presentaci贸n UNA HISTORIA DE SUSPENSO Y TERNURA, CON SORPRESAS DE OTROS MUNDOS.


QUERIDO EXTRATERRESTRE --- NOVELA --—- QUERIDO EXTRATERRESTRE —NOVELA AUTOR: ELBA MAZZEO AÑO: 2012 — 2013 CUALQUIER SEMEJANZA CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.

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PRÓLOGO MENSAJE A LOS HABITANTES DEL PLANETA TIERRA Soy Nerín, explorador del espacio junto a otros eruditos en el sistema solar. Estuvimos muy cerca de ustedes y no lo advirtieron. Los estudiamos en cuerpo y alma para conocerlos mejor. Su modo de vivir, pensar y sentir. Estudiamos el comportamiento entre ustedes mismos, ya que para nosotros son una especie desconocida. Como nuestros principios se fundan en la lealtad, queremos dejarles un informe sobre la forma en que procedemos y nuestras costumbres. Para lograr entendernos elegimos uno de vuestros diversos idiomas. Somos viajeros del espacio buscando contacto con otras galaxias o mundos nuevos, dispersos en el universo. Habitamos el planeta Excelo, perteneciente a la galaxia Neruna. Ya hemos entablado contacto con otros planetas de diferentes sistemas solares. Nos reconocen como seres de máxima sabiduría. Dominamos la tecnología en grados dimensionales, así como la transportación a velocidad luz. Nuestro idioma universal es la comunicación telepática, asimilando cualquier forma de vida. Nuestro planeta gira alrededor del Astro Mayor, tal cual sucede en todas las constelaciones. Su color es blanco y así se refleja sobre nuestro planeta. Durante el tiempo de luz, el clima de Excelo es agradable, sin variaciones. Al oscurecer se vuelve muy frío. Estamos ubicados en quinto lugar de distancia del Astro Mayor como epicentro, después de otros planetas inhabitables. Nuestro planeta es sereno, carece de desniveles, pero sí, grandes espacios líquidos que purifican y energizan nuestra estructura celular. De las riberas de nuestros mares surgen millares de burbujas límpidas, a las que llamamos solares. El suelo es llano y fértil. Nuestros hermanos, a los que llamamos, “nutrientes”, son los encargados del cultivo de los alimentos, muy semejantes a los que ustedes llaman vegetales y frutas. Son distribuidos en los pueblos. No sufrimos de “enfermedades”, gozamos de una inteligencia privilegiada, vivimos sin hostilidades, y nuestro lema es el respeto y el amor. No somos multitud. Nuestras vidas son prolongadas y nuestros cuerpos casi transparentes. Nacemos cuando una esfera cósmica desciende hacia el planeta anidando en una, de las tantas burbujas que flotan en los solares de los espejos líquidos. Esta aleación será destinada al jefe de familia de menores miembros, buscando el equilibrio de grupos. Transportada a su morada, él la ayuda en su desarrollo hasta el momento de nacer. Cuando sucede, tenemos todas las aptitudes para valernos por nosotros mismos y podemos elegir en quedarnos con el grupo familiar, o iniciar un nuevo núcleo. 1

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Página 2 Nuestra capacidad intelectual es amplia, receptiva, pero igual somos incorporados a centros educativos y científicos para una evolución superior. Ancianos sabios nos instruyen en el “Sistema máximo del conocimiento”, para continuar con sus obras. Residimos en moradas o cúpulas, también llamadas hogares, con no más de siete seres armónicos. Dentro de ese ámbito se comparten alimentos, recreación y descanso. Dos serán científicos, dos nutrientes, y los restantes tienen el control de la morada. Estos últimos construyen viviendas o muebles con excelino, sustancia del suelo de nuestro planeta. Somos asexuados, de amor solidario. Avanzado el tiempo de vida, los ancianos se retiran a grutas subterráneas, donde sus cuerpos se disuelven uniéndose al suelo. En Excelo los colores son suaves, difusos. No existe el sonido, nos comunicamos con la mente, no sufrimos fuga de datos, por lo que nuestra memoria es un cúmulo de sabiduría. Nuestros cerebros superan lo que ustedes, terraqueos, llaman PC, porque poseemos retensores mentales alimentados por la energía absoluta y asociada del Astro Mayor, potenciada con la emanación cósmica. Buscamos la fraternidad entre planetas. Hay muchos en peligro de extinción por abuso de productos nocivos. En ocasiones fuimos agredidos al intentar un acercamiento. Así como Excelo, al que también nombramos como el “planeta blanco”, es de aspecto etéreo, sus habitantes también lo somos. Nuestros elementos mecánicos y de transportación espacial, son invisibles a los ojos de seres de otros planetas. Yo, Nerín, realizo mi tercer viaje hacia el Universo y esta misión espacial es dirigida por Taec, uno de los ancianos más calificados. El resto de la tripulación se compone de siete maestros superiores, siete aspirantes y veinte alumnos extraordinarios de los que formo parte. Nos dirigimos hacia la “Vía Láctea”. En nuesta previa investigación, descubrimos que su astro regente, a diferencia del nuestro, los sostiene con otro tipo de energía en color y calor, es una bola de fuego imposible de acercarse. Una serie de planetas y satélites giran a su alrededor, pero sólo el vuestro tiene vida. Ustedes lo llaman “Tierra”. Nos estamos acercando. Desde el panel de observación de nuestra nave, comenzamos a introducirnos en el tunel de vuestro tiempo. Esperamos reciban este mensaje y confíen en nosotros. EXPLORADORES DEL ESPACIO. GALAXIA NERUNA. PLANETA EXCELO.

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PLANETA TIERRA A LA VISTA -Nerín – dijo Taec poniendo su mano sobre mi hombro, – envía el mensaje de recepción para nuestra nave sin agresiones. -¿A quiénes le será entregado? – preguntó uno de los maestros superiores. -¿Quién será el mensajero? – indagó otro. -Enviaré a uno de los alumnos extraordinarios para que acreciente su sabiduría. – Respondió Taec con su serena autoridad. Todas las miradas cayeron sobre mi persona y así entendí que esa misión me era asignada. -No sientas temor Nerín, sabrás conducirte. Volveremos por tí en el momento justo, – aseguró Taec. – Primero observemos un poco este mundo. Así comenzamos con un rastreo minucioso del planeta Tierra. Descubrimos la diferencia de sus suelos. Llanuras, montañas, desiertos, bosques, ríos, lagos, glaciares, océanos… En el elemento líquido no existen las burbujas como en nuestros mares. Sus habitantes se concentran en lo que llaman ciudades, y sus moradas son edificios enormes, casas chatas o poblados. Vemos a sus gentes aglomeradas en las calles y, de forma extraña, grandes extensiones de campos deshabitados. Obsevamos agitación, inclemencia climática. Rebobinando su tiempo aparecen huracanes, tornados, diluvios, maremotos, sequías, granizo, nieve, hielo… Advertimos que vivieron entre guerras y no cesan en sus agresiones. No nos caben dudas, es un planeta hostil. Comparados a nuestro planeta son multitud. Se diferencian en dos clases, hombre y mujer, femenino y masculino. Llevan una evolución diferente, nacen como niños, luego se transforman en jóvenes, adultos, y algunos llegan a ser ancianos. Mueren a cualquier edad. Nacen de forma diferente a la nuestra. Hombre y mujer unen sus cuerpos para engendrar un nuevo ser. Ella lo cobijará en su vientre por nueve meses de su calendario, para luego expulsarlo con dolor. Los llaman hijos. De niños son seres inútiles. Sólo desean jugar y estudian obligados. Son inquietos, ignoran el peligro, suelen enfermar. También los adultos son enfermizos. Forman familias dispares. Sus ocupaciones son múltiples. Se alimentan de seres inferiores que llaman animales, aves o peces, pero también consumen frutas y verduras. Hablan diversos idiomas y son ruidosos. Se desplazan a pie o en vehículos increibles. Provocan accidentes. Alteran con sus malos hábitos la preservación de su especie. 3

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Página 4 Los habitantes de Excelo nos diferenciamos entre sí por un signo que traemos en la frente y nuestros cuerpos se asemejan a los humanos. Tenemos como ellos cabeza, tronco, miembros superiores e inferiores, pero somos etéreos, no sólidos. Descubrimos sus diferentes razas. Unos son blancos, otros trigueños, hay amarillos y negros. La mayoría tiene lo que llaman “cabello” en sus cabezas. Lo usan de diferentes formas y colores. Entre sí, no son iguales. Vemos gente alta, baja, gorda, y algunos muy delgados. Lindos, feos, buenos y malos todos mezclados. No desarrollan su inteligencia a la máxima potencia, pero hay gente sabia, no muchos. Distan de parecerse a nosotros. Son una especie extraña, nos inspira que este planeta es el basurero del universo, donde desde otras galaxias, arrojaron la escoria humana que les molestaba, de ahí que sean tan variados en su aspecto. Casi todos trabajan para subsistir. Algunos sólo dan órdenes. Otros contaminan el planeta. Suelen descansar en las playas de sus mares, pero el Sol, su astro regente, difiere mucho del nuestro que se expande como caricia, recargándonos de sabiduría, paz y amor. Los terraqueos viven acelerados, nerviosos y agresivos. No nos agrada su estilo de vida y pensamos en abandonar la misión. Los percibimos soberbios, peligrosos y perversos. Taec sugiere retirarnos. -No es conveniente un encuentro, nos destrozarían, tienen malos instintos. -¿Qué hacemos con el mensaje que preparó Nerín? – preguntó mentalmente uno de los alumnos. -Veamos, – dijo Taec, – habiendo llegado hasta aquí representaría un fracaso de nuestra parte no intentar algo. Observen el Hemisferio Sur del Continente Americano… sus suelos se ven bellos y serenos. Allá se levantan cadenas montañosas, bosques, ríos y lagos de extraordinaria belleza… -Cierto es, – asintió el grupo, reconociendo el lugar como poco poblado, ideal para descender a tomar muestras del suelo. Dispuestos a salir de la nave, nos descubren unos terraqueos que andaban por un sendero. -¡Cuidado! ¡Un OVNI! ¡Un OVNI! – Gritaron espantados echándose a correr. -¿Por qué nos dicen ovni? – le preguntamos a el maestro partiendo de inmediato. -Revisemos nuestro canal informativo del espacio alumnos. – Dijo Taec. 4

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Página 5 De inmediato nos abocamos a rastrear los términos usados con frecuencia en el planeta Tierra, y hallamos, “OVNI: Objeto Volador No Identificado.” -Para ellos somos eso. Seguro que ya otros habrán incursionado en su suelo. -Parece que naves de otras galaxias ya fueron detectadas. – Aseguró Taec. -No creo que sea motivo para no intentar un contacto. – Dije esperando ser bien recibidos. -No hay prisa Nerín, son agresivos y nosotros venimos en una misión pacífica. Pretendemos tan sólo estudiarlos y ayudarlos si es posible. Veamos si podemos aterrizar sin ser vistos. -Detrás de aquel cerro, – ordenó uno de los maestros superiores, – está alejado del pueblo y veo una planicie perfecta bordeando el lago. Nuestros equipos detectaban que la atmósfera exterior podía ser nociva, a menos que nos sumergiésemos en el lago para penetrar por una caverna submarina, y realizar nuestras investigaciones. Así lo hicimos y durante la inmersión nos deslumbró el panorama. Este planeta poseía grandes riquezas en su interior. Varias cavernas surgieron frente a nuestros ojos, que no estaban invadidas por el agua. -Podemos permanecer un tiempo aquí. El aire es compatible con nuestros organismos. Alguno de ustedes saldrá a explorar mientras hacemos ajustes a la nave. Taec daba órdenes que asumimos con respeto, mientras nuestra nave iba acomodándose dentro de una gran caverna. Muy seguro de sus actos, ordenó a los maestros aspirantes Jur, Slim y Kraus junto a mí, salir a explorar ese nuevo mundo tan fantástico y desconocido.

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EL TRONADOR Varias cavernas se abrían frente a nosotros mostrando sus rocosidades ricas en minerales. -Nerín, observa estas rocas, ¿qué te recuerda? – me preguntó Kraus. -Es un mineral similar al hallado en nuestro viaje anterior, crisoberilo, linda piedra verde amarillenta, aluminatode berilo con óxido de hierro. -No olvidas nada Nerín, mira, acá encontré lazulita, se dice mineral azul compuesto por silicato de aluminio, sodio y algo de azufre. Esto es turmalina roja, aquí hay rutilo y mica… llevemos pequeñas muestras. Me sorprende ver tantos minerales valiosos en las profundidades de este planeta. -Sí, pero vayamos que Jur y Slim se estan alejando mucho. Tratamos de alcanzar a nuestros compañeros por la oscura caverna, iluminando el lugar con nuestras varas de excelenio fluorescente. Las grutas eran varias, y se dividían en diferentes direcciones, despertando nuestra curiosidad. Fue entonces cuando sentí que el suelo se hundía bajo mis pies, cayendo hacia un abismo desconocido. Mi fluído aureólico amortiguó la caída, mientras con mi vara iluminé aquel confuso laberinto. Me detuve a observar tratando luego de comunicarme por telepatía con mis compañeros. Imposible. Mis mensajes rebotaban contra la roca retornando a mí, en ondas sonoras que no lograba soportar. Caí aturdido sobre una especie de arenilla, para entrar luego en un sueño profundo, aun estando protegido por el fluído que segundos antes, había utilizado para atenuar mi aterrizaje. No sé cuanto dormí. Al despertar me invadieron extrañas sensaciones, mi cuerpo ya no estaba tan liviano como antes y mi vara se estaba apagando. Del fluído aureólico sólo quedaba una escasa espumilla pegada a mi traje, y temí por mi vida. Advertí que el tubo de burbujas de aire estaba intacto, pero, ¿cuánto duraría? ¿cómo regresaría junto a mi gente en la nave? Miré hacia arriba divisando que, desde un punto lejano, se filtraban destellos de luz en forma de abanico. Observé a mi alrededor. Estaba rodeado de roca pura, que ascendía en forma de cono hacia la brecha iluminada. Debía trepar, salir de aquel horrendo agujero, sin noticias de mis compañeros. Temeroso de que se repitiera el rebote de mi voz dentro del cerebro y volver a quedar inconciente, intenté con una sola palabra, el nombre de Kraus. Lo hice…

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Página 7 Sentí como el violento golpe de una piedra en mi cerebro. Otra vez me revolcaba sobre la arenilla del suelo, sintiendo percutir el nombre en mi cabeza. ¡Kraus! ¡¡Kraus!! ¡¡¡Kraussss!!! Mi sistema auditivo cerebral se laceraba. El sistema telepático estaba muerto. De a poco, el silencio volvió a rodearme. Jamás había estado tan mal y débil, alimentarme podía ser la solución. Urgué en el cofre sujeto a mi cintura retirando una cápsula de alimento concentrado, mas una burbuja de líquido. Con eso me sentiría bien para intentar escalar la roca. Al ponerme de pie aumentó mi pesadez, pero no era mi intención quedarme. Me aferré con las manos y mis pies a la filosas y ásperas rocas dentro de aquella oscuridad, hasta que al fin, observé como el círculo de luz se agrandaba frente a mis ojos. En mi planeta todo derivaba del melitato, también mi traje de viajero del espacio. Era de alta resistencia, no en esa ocasión. En mis tres viajes nunca había pasado por una situación similar. La rispidez de la montaña había logrado rasgarlo de forma increible. La luz del Astro Sol se intensificó en mis últimos esfuerzos. El borde del abismo comenzaba a ser una planicie, sobre la que me extendí cuan largo soy. Extenuado, permanecí sobre el lecho de piedras y nieve boca abajo, oliendo un aroma desconocido para mí. “Estoy respirando la atmósfera de este planeta.” Pensé notando que el aire era similar al de Excelo. Giré mi cuerpo castigado por tanto esfuerzo quedando cara al cielo. Su color era muy celeste, el nuestro de un ligero tono alilado. Grandes nubes blancas se desplazaban calmas a mi alrededor, navegando por el espacio y ocultando la base del cerro. Yo, Nerín, me encontraba sobre las cumbres de un país llamado Argentina. Con el correr del tiempo iba a saber que había salido por la boca de un volcán apagado, al que los terraqueos llamaban el “Tronador”. Es uno más de los tantos cerros y volcanes que se encadenan formando la Cordillera de los Andes, en la provincia de Río Negro. Los rayos calurosos del sol templaban el clima en la altura cubierta de nieve. Nunca conocí el dolor, los excelinos somos sanos por naturaleza, tal vez por causa de la gravedad de la tierra y el esfuerzo de escalar, sentí todo mi organismo dolorido por primera vez. Con mi traje arruinado, noté escoraciones en mi cuerpo. Me lo quité y froté nieve sobre las heridas, que sanaron de inmediato. Tenía que bajar por la ladera y hallar mi nave.

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PÁGINA 8 A medida que fuí reanimándome quise descender del cerro, tenía suficientes cápsulas y burbujas para resistir un tiempo. Todo dependía de encontrar lo antes posible mi nave. Cuando comencé a movilizarme, advertí que podía rebotar como si mi cuerpo no sintiese la fuerza de gravedad del planeta. Dentro de la montaña, la imantación de algunos minerales serían la causa de mi debilitamiento, pero ya fuera, mi estado de levedad, propia de los seres de mi planeta, volvía a manifestarse. Ningún mensaje de Taec y mis acompañantes llegaba a mí. Podía observar la cadena montañosa pero no a ellos. La visión de los cerros graníticos e inamovibles, me transmitían la sensación de lo intemporal y eterno. Para mi admiración, el paisaje no era monofacético. Descendiendo como en un calmado vuelo, a mis costados emergían bosques de radales, con sus hojas lustrosas y flores blancas como copos de nieve. Observé cipreses y raulíes con su gran porte y frutos erizados, demarcando el pie de la ladera. Coihues y maitenes eran también parte de aquel escenario soberbio. En el espacio justo de tan maravillosa geografía, surgían bosques desafiantes, valles de quietud, nieve milenaria, armoniosos matorrales de flores húmedas… La figura estática, enhiesta y blanca, apenas manchada aquí o allá, por algún bosque de lengas enrojecidas, como incendios petrificados sobre sus laderas heladas, me sobrecogió de asombro. La silueta del Tronador multiplicaba su belleza frente al fragor de sus bloques de hielo, al rodar por sus laderas. Era un estruendo que estallaba en resonancias sobre el valle. De espaldas al Tronador, hacia el sur, divisé desiertos hospitalarios recorridos por lagos, casas de troncos y techos de tejuelas de ciprés, muy diferentes a mi planeta. No podían ser tan malos los terraqueos viviendo en aquel lugar tan bello. Nuestro panel visualizador de la nave, debió sufrir alguna falla en su investigación, se me ocurrió en ese momento de contemplación. De pronto me sentí perdido. ¿Cómo localizaría a mi nave? El sol terrestre se fue apagando y llegó la noche, con ella el frío. Sin mi vestimenta que me protegía de cualquier cambio de temperatura estaría peor. A pesar de todo seguí con mi descenso rebotando entre rocas y árboles como una pluma. A poca distancia divisé un pueblo y continué flotando hacia él. Una chacra se presentó frente a mis ojos que oradaban la oscuridad. El guijarral se sentía bajo mis pies desnudos, mezclados con pasto y el suelo de la tierra.

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PÁGINA 9 A poca distancia de la vivienda observé otro gran cuarto que luego supe, llamaban cobertizo o galpón. Estaba a oscuras y en silencio, contrario a lo que entendí como hogar, donde había luz artificial y detecté murmullos. Sin dudarlo me introduje como una sombra más. Cuatro caballos se inquietaron dentro de sus corrales. Penetrando en mis sensores mentales de recopilación de datos, supe qué, “el caballo”, era un mamífero ungulado y cuello arqueado, de orejas pequeñas y cola con largos pelos en su parte trasera, muy fuertes y mansos, al que los terraqueos dominaban como un animal casi doméstico, al igual que perros y gatos. El lugar era amplio. Sobre estantes apoyados contra sus paredes de madera, pude divisar bolsas con lo que serían sus alimentos, papas, cebollas y granos. Hacia un costado, tachos, canastos, palas y muchas herramientas rudimentarias, se reclinaban en las sombras. Una pila de bolsas de arpillera, me indujo a improvisarme un abrigo, hacía mucho frío para mí. A tientas encontré una parva de heno, donde elegí recostarme para descansar de mi larga travesía en ese mundo desconocido. En las investigaciones sobre los mundos recibidas en mi planeta, todo era muy vago sobre el hábitat del planeta Tierra. Apenas nociones, que de a poco fui comprobando. No me costó mucho entrar en un profundo sueño, a pesar de la aspereza de todo lo que me rodeaba. Nosotros poseíamos un cuerpo etéreo, sensible. Todo en mi planeta era terso y usábamos los trajes de melitato para los grandes viajes al espacio, pero ya no contaba con él. El silencio volvió al lugar cuando los caballos dejaron de relinchar.


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AÑO 2050 AMERICA DEL SUR – REPÚBLICA ARGENTINA – Prov. RÍO NEGRO El sol, tibio y luminoso, asomaba frente a la cadena montañosa tiñendo sus cumbres y valles de tonalidades rosadas y doradas. El pueblo lucía sus pintorescas chacras diseminadas por el valle, con sus sembradíos cara al cielo. Al pie del cerro, una casa construída con vigorosos troncos de raulíes, cobijaba a una familia simple y feliz. Estaba rodeada de rebosantes huertos, un antiguo molino de agua que funcionaba a motor de alta tecnología, un galpón, que hacía de granero y establo, más otra casa pequeña para uso del peón, que los acompañaba de toda sus vidas. Muchas ovejas y algunas vacas lecheras pastoreaban tranquilas en los campos. En un pintoresco gallinero, las aves picoteaban sus alimentos. Hacia un costado, pilas de leña permanecían amontonadas. Tampoco faltaban los canales de riego, sogas con ropa tendida secándose al sol, y algunas pelotas dejadas al descuido. Todo reflejaba la vida de una comunidad montañesa que continuaba con las costumbres de sus ancestros, que habían poblado el valle en tiempos lejanos. Con el canto madrugador de un gallo Eliseo despertó, a sabiendas que era hora de levantarse. Se enderezó en la cama procurando no despertar a su esposa que dormía profundamente. “Amor… trabajas tanto mi querida… duerme, duerme un poco más…”, pensó contemplando su bello rostro, sus cabellos rubios, su suave piel dorada por el sol montañez. Esa mañana no la llamaría para compartir el desayuno como de costumbre. Unas horas más de descanso no le vendrían mal, ya que luego no pararía un segundo entre atender a sus hijos, la casa, el huerto y los animales. Eliseo quería entregar sin falta la fruta recogida el día anterior, y esa mañana deseaba hacerlo con su caballo, el Guaco. Era poca fruta y con su animal se le haría más veloz su llegada hasta la fábrica de dulces en el pueblo, que con el carro. Al salir al patio de la casa, se cruzó con su peón y amigo que iba hacia el galpón. -Buen día Eliseo, ¿cómo amanecimos hoy? -Buen día Lisandro, bien, muy bien… tendremos un lindo día parece… -Así pinta ya de madrugada hermano… -Sí… ven, ayúdame a ensillar al Guaco – le pidió yendo hacia el galpón.

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Página 11 -Anoche escuché que los caballos estaban inquietos, ¿los oíste? -No viejo, trabajé tanto ayer que caí rendido. ¿Qué pudo pasarles? Son tranquilos… -Y, no lo sé… los escuché relinchar y patear el cobertizo, medio raro… -Espero que no hayan aparecido las ratas… -Tal vez alguna alimaña de los campos, entremos con cuidado por si acaso. Abriendo el portón del establo el interior se iluminó con la claridad del día. A simple vista todo estaba en orden, pero los cuatro caballos continuaban con su inquietud. -Mira Eliseo, ¿qué les estará pasando? -¿Les faltará agua…? -No, no lo creo, les dí de beber anoche. Vaya a saber… -A simple vista está todo bien. ¿Acomodaste bien la fruta? No quisiera que se me arruine en el trayecto. -Llené dos bolsas grandes, irás muy cargado amigo, ¿por qué no vas con el carro? Tardar una hora más o menos no te afecta en nada. -Esta mañana me levanté con ganas de correr un poco con el Guaco, él es veloz y fuerte, no es tanta la fruta para entregar, tal vez debí juntarla con la de hoy y llevarla toda junta mañana, ¿no? -Ahora ya está, si la dejamos en las bolsas se va a estropear, pero insisto, mejor te vas con el carro. Frente a la obstinación de Eliseo se aprestaron a sacar al Guaco del corral que, tras un relincho, se alzó en dos patas. -¡¡¡Epa!!! ¡Quieto amigo! ¿Qué le pasa a este animal? – exclamó el peón. -Se me ocurre que por aquí dentro anda algún foráneo, mejor revisemos… -Toma, llevemos palas por si hay que asestarle un golpe – dijo Lisandro. -¡Mira! Entre las bolsas se mueve algo, démosle golpes sin asco. – Así lo hicieron hasta que al fin, Eliseo ya partía con su carga hacia el pueblo. 11

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NERÍN Incómodo entre el heno, Nerín había buscado descansar sobre la pila de bolsas de arpillera amontonadas en un rincón del galpón. Tomado por sorpresa, apenas si atinó a escurrirse cuando entraron aquellos hombres que, preocupados por la inquietud de los caballos, habían descargado su furia golpeando justo el lugar donde él se hallaba aun dormido. “Menos mal que pude alejarme a tiempo, (pensó), ¡cuánta agresividad! palabra sabia la de Taec cuando nos advirtió que si nos tenían a mano nos despedazarían… los caballos presintieron que yo había invadido su territorio… parecen más inteligentes que los humanos…” En uno de sus veloces saltos, Nerín se había cobijado entre las vigas del techo, permaneciendo quieto en un lugar oscuro. El llamado Eliseo se había marchado al galope, mientras Lisandro no cesaba de moverse dentro del galpón, colocando trampas y cebos por si andaba algna rata o alimaña, que perjudicara algo de lo que ahí guardaban como alimentos. “Llevo mucho tiempo aprisionado entre estas vigas, me estoy entumeciendo, necesito moverme, alimentarme… tratar de localizar mi nave. Espero que este hombre salga pronto de aquí.” Así pensaba Nerín, cuando escuchó una voz diferente. -¡Lisandro! ¡Lisandro! -Ya voy señora Adela… estoy haciendo un poco de orden en el galpón ¿sabe? parece que anoche tuvimos visitas inoportunas por aquí. -¿Cómo…? ¿De qué visitas habla? -Nada grave, no se asuste… debe haber entrado algún bicho y asustó a los animales. Eliseo me pidió que ponga cebos, mire… mejor que los chicos no entren, digo… no sería bueno que toquen algo venenoso, ¿comprende? -Sí por supuesto, dígame, ¿sabe por qué Eliseo no me despertó esta mañana para desayunar juntos? -¡Ah! Eso no lo sé… creo que andaba apurado para entregar y volver rápido. Seguro que quiso dejarla descansar un poco más. Usted no para en todo el día señora. -Que se va a hacer Lisandro, tenemos que criar a nuestros niños y buscarles un porvenir. Ustedes dos no pueden con todo, tengo que ayudarlos… -Lo sé, Eliseo no quiere que sean campesinos como nosotros… 12

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Página 13 Ya los hermanitos entraban al galpón cuando Lisandro repetía su orden de no hacerlo por precaución. -¿Entendieron? Vamos que les sirvo el desayuno. – Dijo la madre. Oculto en un rincón en penumbras, Nerín la vio alejarse con sus hijos. Por las instrucciones acumuladas en su mente, supo que se trataba de una hermosa mujer y hermosos niños. Eran tan rubios y de ojos azules como el padre, que también catalogó como un hermoso humano varón. Admirado de la simpleza de aquella familia, Nerín pensó si no serían los adecuados para dejarles el mensaje que traía en su cofre. Mientras esperaba hallar a su gente, los estudiaría desde muy cerca. En aquella incómoda posición Nerín permaneció hasta el mediodía, cuando Lisandro dijo en voz alta a su patrona, que iba hacia su casa para almorzar. Sin esperar más, descendió del entretecho cual pluma balanceada por el viento, apoyando sus pies sobre el piso de ladrillos. Lo primero que hizo fue quitarse la bolsa de arpillera de su cuerpo que quedó al desnudo. A la luz del sol, su piel se veía transparente y azulada, alto y bello como las estatuas de los ángeles de una iglesia. Sus ojos eran grandes y serenos, sus gestos delicados… Como un sello, en el entrecejo una pequeña estrella despedía su propia luz, encerrando su energía de vida. Todos los excelinos llevaban ese sello en la frente, que se apagaba hacia el fin de sus tiempos. En su cuerpo translúcido podían observarse sus órganos, semejantes a las raíces de un árbol. Su aspecto era el de un ser delgado, como gelatinoso y aterciopelado a la vez. Mediría un metro ochenta, no menos, y no denotaba cabello alguno en todo su ser. Sobre su cabeza lampiña, una fugaz aureola dorada se expandía apenas. Comprobó que su cofre estuviese bien sujeto a su cintura con el cordón de excelenio, y volvió a alimentarse, para luego salir del galpón oculto entre sitios sombreados. “Si me descubren van a asustarse”, pensó viéndose a sí mismo. “Tengo que conseguir ropa de alguno de los hombres, por si me descubren y para proteger mi cuerpo”. Merodeando por el lugar vio una soga con ropa secándose al sol. Un pijama enorme estaba como a su espera y no dudó en tomarlo. En otro cuarto descubrió unas zapatillas algo desgastadas, que le venían ideales para sus pies, también una gorra, con la que protegería su cabeza. No se sentía cómodo con ese atuendo, no tenía poderes como la vestimenta de su planeta, pero era mucho mejor eso que pasar frío.

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Página 14 Con la levedad de su cuerpo, se desplazó hurgando las viviendas. Primero vio al tal Lisandro sentado junto a su mesa, comiendo cosas que en su planeta no se consumían. Luego se acercó a la casa grande y miró por una ventana a hurtadillas. La señora se alimentaba junto a dos pequeños que no cesaban de parlotear. También advirtió que ya no le resonaban estridentes los sonidos, como le sucediera en el fondo de aquella montaña. El recuerdo de sus compañeros de viaje lo estremeció. “Espero que no hayan perecido en las grutas… no sé que será de mí. Tengo que buscarlos, al menos intentar un mensaje con ellos.” Cerca de la vivienda detectó un bosque. Siempre veloz, ingresó entre los corpulentos abetos y cipréces, hasta llegar a la rocosa y nevada ladera de la montaña. “No hay nadie por estos lugares… intentaré conectarme con la nave.” Parado sobre una gran roca, Nerín extendió sus brazos y detuvo su respiración. En ese estado de ausencia total permaneció largo rato, dejando que el aire puro de aquellas montañas fortaleciera sus células. ¡Ahora sí regresaban sus emanaciones áureas otorgándole poder! Estaba seguro de que sus ondas mentales, traspasarían las montañas. “NAVE U. V. E. 5… NAVE U. V. E. 5… AQUÍ NERÍN LLAMANDO A TAEC… NAVE U. V. E. 5… NERÍN LLAMANDO A TRIPULACIÓN… CONTESTEN… NERÍN BUSCA CONTACTO CON NAVE…U. V. E. 5…” Después de insistir varias veces, un sonido ululante penetró en su cerebro. Conmovido, escuchó la voz conocida. ¡Eran ellos! “ALEGRÍA DE VERTE Y ESCUCHARTE NERÍN… AQUÍ TAEC… MENSAJE RECIBIDO… VISUALIZAMOS DONDE TE HALLAS… TE OBSERVAMOS VESTIDO DE FORMA EXTRAÑA… EXPLICA TU UBICACIÓN…” “ACÁ NERÍN… ESTOY FUERA DEL CERRO… ATMÓSFERA COMPATIBLE… NECESITO ORIENTACIÓN PARA REGRESAR A LA NAVE…” “LA NAVE ESTÁ DAÑADA EN EL FONDO DEL LAGO… NO ENCONTRAMOS SALIDA… DEBEMOS REPARARLA… NO TE ABANDONAREMOS NERÍN… VUELVE A CONECTARTE…” La fuerza síquica estaba agotada. Un frío helado lo volvió a la realidad, atardecía… Sólo le quedaba volver a guarecerse en aquel galpón, era el mejor espacio para él en aquellos momentos.

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EL FUNERAL -¡No! ¡¡No!! ¡Digan que no es cierto por favor! ¡Digan que es un erroooor! ¡No puede ser! ¡No puede ser ciertoooo….! El llanto desgarrador se confundía con los gritos de la mujer. Como enajenada, desfalleciente… miraba sin comprender el cuerpo yacente de su esposo. Lo habían traído cruzado sobre el lomo del Guaco, Martín Velazquez y su peón, al que llamaban el Juancho. Tieso como una tabla de madera, el cuerpo de Eliseo mostraba una profunda herida en su sien izquierda, más otro golpe en el cráneo. En ese estado fue depositado sobre el lecho matrimonial. Con los ojos desorbitados de espanto, Lisandro intentaba sostener a la inconsolable Adela, que no lograba controlar su angustia frente a sus pequeños, que observaban todo sin entender. -¿Qué fue lo que pasó? – Les preguntó Lisandro a los dos hombres. -Un accidente amigo… mire… nos estábamos cruzando por el cañadón, cuando vimos que su zaino se paró en dos patas como espantado y lo tiró con violencia. El pobre golpeó su cabeza contra las rocas y ahí quedó… – dijo Martín apretando sus puños. -Nos apeamos de los caballos para socorrerlo pero ya no respiraba el hombre, a su animal no se lo podía sujetar, encabritado estaba. – Explicó Juancho. – Luego le volvió la calma y así cargamos el cuerpo de Eliseo sobre su lomo para traerlo para acá. No se entiende que le pasó al Guaco para matar de ese modo a su amo… -Es una tremenda desgracia… terrible… era tan joven pobrecito… – dijo Lisandro llorando como un chico sobre el cuerpo del amigo. -Si… una verdadera desgracia… – recalcó Martín. – Mire Lisandro, del servicio fúnebre me encargo yo, usted contenga a la familia pobres… -Se lo agradezco don Martín… estoy destrozado… -Ocúpese del ataud, nada más, – dijo Adela entre sollozos – tendrá su tumba en su propia chacra… en la tierra que heredó de sus padres y cuidó sembrando y cosechando… criando a sus animales… construyendo este hogar… Eliseo seguirá vivo entre nosotros… así la muerte nos lo haya quitado físicamente… – Una nueva crisis de llanto descontroló a la mujer, que no lograba asumir la realidad. Su mente le gritaba que todo era una cruel pesadilla.

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Página 16 Cludio y Tito, con apenas ocho y cinco años, poco sabían sobre la muerte no siendo que, ocasionalmente, hubiesen visto la de algún animal o ave del campo. ¿Qué pasaba con su papá? ¿Por qué no se movía y todos lloraban…? -Lisandro… ¿mi papá está tirado así porque se murió? La pregunta formulada por Claudio no obtuvo una respuesta concreta. Junto a Tito, con mudo asombro pegados al regazo de la madre, observaban los ajetreos propios del velatorio, más la llegada de todos los vecinos cercanos. -Tito… ¿viste lo que hicieron? -¿Yo…? – preguntó con inocencia. -A papi lo metieron dentro de un cajón de madera porque no puede despertar. -No puedo verlo Clau… -Sube a una silla y lo verás. ¿Irá a dormir siempre así…? -Y que se yo… – respondió Tito encogiéndose de hombros, – tal vez cuando se canse de estar acostado se levante y venga a comer con nosotros. -Eres un tonto, ¿no ves que no puede despertar? ¿cómo va a levantarse si dicen que está muerto? -Y… que se yo… mira Clau, todos le traen flores. ¿Por qué no vamos al jardín y cortamos algunas para tirarle encima? Tal vez se ponga contento y se despierta… -Bueno… si te parece… pero dime, ¿para qué las quiere papi? -Y… que se yo… ¿serán para adornarlo o para que no se le vea fea la cara? Tiene color azul ahora, ¿viste? -Sí, bueno… ¿no nos hablará más? -Cuando mami la termine de llorar le preguntamos, vamos por las flores… -Ven Tito, salgamos que estas viejas me tienen loco con los abrazos y haciendo llorar más a mami. – Juntos salieron corriendo como si se tratase de un juego. La luna iluminaba el jardín mientras los niños buscaban la flor más linda para su papá.

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LA TUMBA Camuflado entre las vigas de madera del techo del galpón, Nerín observaba la extraña situación de los moradores de la chacra. Con su aguda percepción y su oído sensible, le resultaba fácil ponerse al tanto del trance por el que estaban pasando. “No me caben dudas que los terraqueos llevan una vida compleja por elección… las grandes ciudades son un disparate, pero acá, en este lugar casi desierto tan plácido y bello, no entiendo como un hombre joven y fuerte muere por caerse de su mejor caballo. Pobre mujer… está desesperada…” Mientras en su mente elucubraba esos pensamientos, Nerín resolvió pasar la noche dentro del galpón. Era el mejor sitio que había encontrado sin exponerse, para protegerse del frío nocturno. No le resultaba cómodo estar apretujado entre las vigas del techo, pero más lo abrumaba escuchar el ir y venir de vehículos trayendo gente, alterando el silencio de la noche. Desde su lugar, apenas si advertía cuando caminaban por el exterior, sí escuchaba sus voces con nitidez. Todo aquel entorno le hizo pensar que debía esperar que aquello terminase para regresar al bosque, desde el cual tenía la posibilidad de volver a conectarse con su nave. Nerín era conciente que tenía que marcharse de ese planeta lo antes posible. Lo único afín a su ser era la atmósfera, no así los alimentos y, lo que él llevaba en su cofre, no tendría duración prolongada. Se encontraba sumido en sus dubitaciones, cuando las voces de dos hombres entrando al galpón en penumbras lo sorprendió. -Por aquí deben estar las palas, será mejor que ahora mismo mande a los peones a cavar la tumba. No veo el momento de verlo enterrado a ese. -¡Qué ocurrencia la de Adela de querer hacerle la tumba en su propia chacra! -Así es, no sé para que están los cementerios… -Me va a molestar cuando ella sea mi mujer Juancho. -Y bueno, tendrás que acostumbrarte, total está bien muerto, eso sí, sería el colmo que después de haberlo matado ella no te diese lugar. -Va a ser mía a las buenas o a las malas, ya verás. -¿Sólo Adela? – preguntó socarrón el otro. -Lo sabes bien, ella con sus tierras que son las mejores del valle. Todo para mí, todo será mío muy pronto…

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LA TUMBA


Página 18 - Para los dos dirás, ¿no era que somos socios? -No se te escapa nada ¿eh? -¡Quién te acompañó a matarlo de una pedrada! -¡Ahhhh! Fue un honderazo perfecto, justo en la sien, pero se resistía a morir el desgraciado, tuve que darle un martillazo en la cabeza para dejarlo bien muerto. -Y sin dejar rastros, te lo dije. Si le disparábamos un tiro ahora estarían buscando al asesino, así no hay sospechas, lo tiró el caballo y se dio un mal golpe, un golpe fatal. -¡Jajajaja! Saltó de la silla de montar como un conejo con el honderazo, la piedra que le disparé fue mejor que una bala. Soy un experto en tiro al blanco con honderas. ¡Cómo nos costó cruzarlo sobre el Guaco! Mira que era grandote y pesado el Eliseo… -Bueno… mejor te callas que pueden oirnos y estaremos perdidos… -Acá no hay nadie, con el frío que se vino todos entraron a la casa, ¿lo ves? -Siempre serás un tonto, ¿olvidaste que afuera nos esperan los peones que pedimos para cavar la tumba? -Están muy entretenidos charlando, ¡cómo se tragaron el cuento! -Te recomiendo que no te tires como un desaforado con Adela, deja pasar un tiempo… -No me hace falta que me lo digas viejo… -Mejor así. Vamos saliendo, ya tengo las palas. ¿Hacia donde hay que ir? -A la entrada del bosque dijo ella, vamos con los faroles para allá, al oscuro y con este frío hay que tener ganas… -No hubo forma de convencerla de esperar hasta la mañana para hacer esto. Por un lado mejor, cuando más pronto lo saquemos del medio menos lío para nosotros, total, el trabajo de hacer la fosa lo tendrán los peones. -Lo mismo debemos hacerles las indicaciones, vamos, salgamos de una vez…

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SINIESTRA REALIDAD Nerín los vio salir sin poder creer lo que terminaba de escuchar. “No puedo imaginar seres más monstruosos. Dejaron a dos niños pequeños sin su padre, y a esa pobre mujer sin la protección de su pareja. ¿Es que son salvajes en este planeta? No soportaré lo que estoy viendo y escuchando, si son así necesito regresar urgente a mi mundo.” Sintió la necesidad de salir de su escondite. Por suerte la gente se había encerrado en la casa y los malos terraqueos estaban alejándose para cavar la fosa. Quiso distenderse, aliviar su carga mental. Ni el percance sufrido en las entrañas del cerro lo hizo sentirse tan mal. No podía hacer nada por esa familia y pensó que lo mejor era poner distancia. Más rápido que aquellos asesinos, Nerín llegó al bosque ocultándose entre los pinares. Hacía mucho frío… nada le impedía observar como aquellos humanoides cavaban con la pala sacando tierra, que dejaba a la vista un gran pozo. Supuso que ahí arrojarían el cuerpo al amanecer. La noche, como una cómplice más, ocultaba la sinietra realidad. Lentas y dolorosas pasaron las horas para Adela y sus allegados. Eliseo dormía su sueño eterno, esperando el momento en que su cuerpo fuese entregado a la tierra, dentro de aquel cajón de lustrosa madera. El canto de los gallos anunciaba el amanecer… los niños dormían… -Adela… te traje un poco de café, bébelo. No podrás aguantarte parada después de la noche que pasaste… -No, no… no deseo nada María Luisa… -Piensa en tus niños querida… te necesitan entera, fuerte… -Pienso en ellos… pobrecitos… parecen no entender… anoche los ví venir con un ramillete de flores del jardín mezclado con pasto… “son para papi má”, me dijeron… en sus caritas se leía la inocencia del que no vive la realidad… -Cálmate Adela por favor… vas a enfermar y será peor. -¿De dónde sacaré las fuerzas para hacer de madre y padre…? -No te desanimes… Dios te dará las fuerzas. Siempre fuiste una luchadora y tienes a Lisandro que era la mano derecha de Eliseo. Él te cuidará y va a ayudarte. Nosotros no te vamos a fallar, tampoco el resto de tus vecinos… -Es terrible, terrible… no puedo tomar conciencia de lo que está ocurriendo… déjame María… por favor… 19


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Página 20 Sus manos acariciaban el cabello claro y ensortijado del esposo muerto. Nunca más escucharía su voz, ni tendría su calor, su compañía, su sonrisa amplia, sus abrazos apasionados… Aquel amor que creyeron eterno, ahora estaría solitario en su corazón. En minutos se cerraría el ataud y nunca más volvería a verlo. Él se llevaría su río de lágrimas y el beso perdido que no se dieron en su última mañana, por no despertarla, para dejarla descansar un rato más. Quedaría su recuerdo, su fiel retrato en el rostro de sus hijos… Su vida quedaría sepultada junto a él… Todo el pueblo y los vecinos se acercaron a despedir sus restos. Nadie sospechaba siquiera que, entre ellos, marchaban dos miserables asesinos. A paso lento llegaron portando el ataud hasta la fosa, que lo esperaba como una boca hambrienta por devorarlo. Adela, marchaba apenas sostenida por su amiga María Luisa y otras mujeres, que la acompañaban con sus llantos de dolor sincero. Como un mural, el bosque respaldaba la tumba. La tierra amontonada a los costados del pozo fue cayendo, hasta cubrir el rostro de la muerte. Eliseo descansaba en paz. No quisieron llevar a los niños al entierro, todos dijeron que no sería prudente por ser demasiado pequeños, dejándolos al cuidado de una anciana que los entretuvo en el corral de los pollos. Adela sostenía el ramillete que sus hijos habían preparado para el padre entre sus manos… Un montículo de tierra señalaba el lugar rodeado de flores, pero sobre él, las flores de Claudio y Tito comenzaban a marchitarse. Terminado el responso ofrecido por un sacerdote del pueblo, todos comenzaron a retirarse cabizbajos. Adela quedaba acompañada por su amiga y Ramiro, el esposo de María, mientras Lisandro no encontraba consuelo. -Voy a quedarme hasta que te alivies Adela, necesitas descansar… -Gracias María Luisa… estoy destruída… -Ni falta hace que lo digas querida, yo me ocuparé de tu casa hasta que te pongas fuerte. -Mis hijos son buenos niños… no te darán trabajo… si preguntan por el padre, -No te preocupes, ya encontraré la forma de distraerlos. Pienso que cuando te repongas tú les hablarás mejor que yo, para eso eres su madre.

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CLAUDIO Y TITO El día pasó sin novedades. Lisandro y María Luisa se ocuparon de los niños, de acomodar el desorden en la vivienda causado por el velorio, y de atender a los animales que era lo más urgente. Adela apenas si había bebido un vaso de agua antes de entregarse a un profundo sueño. María, Lisandro y los niños, devoraron unos emparedados como única comida de aquella triste jornada. Para suerte de la mujer, Claudio y Tito no hicieron preguntas, entretenidos con sus juegos. María vio llegar la noche, sin que Adela diese muestras de querer despertar. Recostada a su lado, vigilándola todo el tiempo, la escuchó sollozar entre sueños. Con el amanecer del nuevo día, el alboroto de los niños ocupó la cocina que olía a desayuno. María ajetreaba entre tazas, pan y mermeladas, que ellos comían como si no lo hubiesen hecho en años. -Despacito niños, se van a atragantar si comen apurados. -Están ricas y él me dejará sin nada. – Dijo Tito mirándola con sus grandes ojos azules. -Él es el angurriento – dijo Claudio, – pasa que las hiciste más ricas que mi mamá. -No es así mi amor, tu mamá cocina muy rico también, vamos, tomen la leche antes que se enfríe. Pronto se vendrán muy grandes. -¿Cómo mi papá? – preguntó Tito. -Y sí tonto, si papá se fue al cielo como dijo doña Rosa, y no vuelve más, los dos seremos los hombres de esta casa, ¿entendiste? -¡Mira lo que dice mi hermano María Luisa! ¿Cómo vamos a ser los hombres siendo chiquitos? -¿Y quién cuidará a mami, eh? – protestó Claudio siendo mayor y más conciente de la situación. -¡Claro! ¡Tenemos que cuidar todo! ¡A los pollos, los caballos, las ovejas y seguro, a mamá también! -Olvidaste la huerta y los frutales nene, todo, todo. – dijo Claudio con la superioridad que le daban sus ocho años. -Basta de parlotear, terminen su desayuno y vayan con Lisandro que ya anda por ahí.- Ordenó María.

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Página 22 -¿Y hasta cuando va a dormir mi mami? – Preguntó Tito. -¿No está muerta como mi papá, verdad María? – dijo Claudio temeroso. -¡Qué niños! ¡Mira lo que se te ocurre Claudio! Ella está cansada y triste, pero pronto se levantará y seguirá trabajando como antes. Vamos, salgan a tomar aire, ¡vayan! ¡vayan! Ya salían corriendo, cuando Adela, como una sombra, entró a la cocina.. -Buen día querida, ¿cómo te sientes hoy? -Como puedo estar Mari… -Siéntate que desayunamos algo juntas, tus niños devoraron todo y tuve que mandarlos a tomar aire para que dejasen de hacer preguntas. ¡Cómo hablan! -Si entendieran en la situación en que quedamos… ¿qué será de nosotros…? ¿quién hará el trabajo de Eliseo…? -Se me ocurre que tendrías que contratar a otro peón… -No… no podría pagar un sueldo más. Tú sabes bien lo mal que nos fue con la cosecha pasada… ahora se suma el gasto del velorio. -Sí… muchos contratiempos Adela… ¡Ah! Martín Velazquez se ofreció a transladarte la fruta en su camioneta hasta el pueblo… -No quiero depender de nadie María Luisa. Si mi marido se hubiese preocupado en comprar una cuando se podía, esto no hubiese sucedido, al menos él estaría vivo hoy… -Vaya a saber… Lisandro dijo que Eliseo tenía ganas de correr con el Guaco, y nada te asegura que teniendo la mejor camioneta, lo mismo hubiese querido hacer lo que hizo Adelita. -¡Esos caprichos suyos! ¡Así terminó! ¡Él sin vida y nosotros a la deriva…! -Estás muy nerviosa Adela, no hables así… Eliseo era un buen jinete, vaya a saber que sucedió… fatalidad… sólo fatalidad… -Perdóname… es cierto que estoy muy nerviosa… no soporto la idea de no tenerlo más… estoy enojada con él, conmigo, con el Guaco, con la vida…

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Página 23 -Tu dolor calmará de a poco, tienes que seguir con el trabajo de la chacra por tus hijos y por tí misma Adela. -Sí… iré a ayudarle a Lisandro pobre… perdió a su mejor amigo, eran como hermanos… no soporto quedarme tirada en la cama… -Me parece buena idea, mira, te dejé el almuerzo preparado, sólo tendrás que calentarlo. Si te parece vuelvo a mi hogar, allá me espera una buena fagina, tú lo sabes. Lo mismo estaré para lo que necesites, no dudes en llamarme. -Sí María Luisa, no sé como agradecerte todo lo que hiciste… -¿Seguro que podrás arreglarte sola? -No voy a mentirte, será duro para mí, pero tengo que hacer el esfuerzo, somos mujeres rudas las campesinas. -Si necesitas algo de dinero podemos prestarte Adela, cuenta con Ramiro y conmigo para darte una mano. -Gracias… ustedes son mis mejores amigos. Tengo que devolverle el dinero del féretro a Martín, él se ocupó de todo pero yo no lo hubiese querido, ese hombre nunca me cayó bien. Estaba tan fuera de mí que no me di cuenta que estaban ustedes… ahora ya está… -Y bueno, si quieres se lo damos así te quedas tranquila. -Gracias pero no, no… entre Lisandro y yo lo juntaremos en un par de días de trabajo. Gracias otra vez y vete, ya me ayudaste demasiado. La mujer partió en un coche que enviara su marido con uno de sus hijos. Adela la vio alejarse con lágrimas en los ojos, hinchados de tanto llorar. Tratando de reponerse, se dirigió al corral donde Lisandro estaba ya, cumpliendo con sus menesteres. -Buen día Lisandro… -Buen día señora, ¿desayunó algo? -Sí, sí… con María Luisa, ya se fue… -La ví marcharse… ¡qué buena gente! -¿Usted desayunó Lisandro? 23


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Página 24 -¿Si desayuné? Es lo primero si queremos que funcione el cuerpo. Pan, huevos revueltos, una buena jarra de café negro y así aguanto hasta el mediodía. Tiene que hacer lo mismo para seguir fuerte señora. -Tendré que pensarlo… -Si quiere que saquemos adelante a esta chacra juntos, tiene que hacer como le dije, ponerse fuerte, alimentarse. No me gustaría que enferme… -Tiene razón Lisandro, de a poco iré cobrando fuerzas… -Ya junté la leche en los tambos para cuando llegue el camión a buscar los tarros. Si se anima ocúpese del gallinero y a la tarde recogemos la fruta. Ya ordené el cobertizo y ahora me voy a trabajar la huerta. -Para mañana temprano prepáreme el carro Lisandro, yo misma llevaré la fruta a la fábrica de dulces. Si nos detenemos se echará a perder y no estamos para tirar un centavo. -Señora Adela, me parece que ese trabajo es muy pesado para usted, voy yo… -Gracias Lisandro pero no, me hará bien moverme un poco, ver el pueblo… El hombre la vio alejarse con sus espaldas vencidas y la cabeza baja. Parecía haber envejecido diez años en dos días y sintió más pena de la que ya soportaba. Era tan diminuta, que pensó como sacaría fuerzas para conducir el carro cargado y sostener las riendas de dos caballos de tiro. ¿Cómo haría para controlar la chacra en toda su extensión, por más que él la ayudase? Si bien tenían de todo para vivir, la venta de leche, huevos y fruta, no era suficiente ganancia para solventar los gastos de la chacra. La lucha de Eliseo había sido ardua para controlar el precio de los productos, y él era conciente que toda su capacidad, residía en la rudeza del trabajo. Tampoco Adela podría lidiar con la parte comercial, no estaba acostumbrada confiada en su marido. Fue entonces cuando vio a Claudio y Tito, venir cargando unos cestos con frutas, y sufrió por su inocencia. Lucharía por esas criaturas a costa de su vida… Adela parecía un fantasma alucinado corriendo de tarea en tarea. Sin saberlo, usaba la mejor terapia para sobrellevar su dolor, trabajar… Cuando el sol comenzó a declinar, Lisandro la vio camino a la tumba bajo los cipreses. Iba con sus niños de la mano llevando flores frescas. Quiso seguirlos… pero algo le dijo que aquel momento les pertenecía sólo a ellos tres.

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ARREGLANDO LA TUMBA “Mañana me haré tiempo para arreglar la tumba de Eliseo.” Pensó como consuelo, por no animarse a compartir aquel momento de dolor con la familia. “Le diré a la señora que si está de acuerdo, le haré un pequeño jardín en la sepultura de Eliseo, voy a comenzar cargando esas piedra blancas en la carretilla.” Mientras Lisandro preparaba su obra para el día siguiente, Adela, junto a sus hijos, se detenía en el preciso lugar donde descansaban los restos de su esposo. Conteniendo su angustia por no asustar a sus hijos, se incó sobre la tierra acariciando los terrones revueltos la noche anterior. -Mami… ¿qué hay aquí? – preguntó en su ignorancia Claudio. -El cajón donde dormía tu papá… – apenas murmuró Adela. -¿Otra vez vas a ponerte a llorar má? – le volvió a preguntar el niño. -No hijo, no… me entró una tierrita en los ojos… ya pasa… -¿Y para qué le traemos flores al cajón? ¿adónde se fue mi papi ahora? -Papi se fue al cielo…muy, muy lejos… quiso conocer las estrellas… -¿Para qué? ¿No estaba bien aquí? Si quería conocer el cielo, ¿por qué no fuimos todos juntos…? – Era Tito quien preguntaba algo tan fuerte dentro de su inocencia. -No hijo… es un viaje muy largo y nosotros debemos cuidar la chacra… -Igual lo veremos pronto, ¿no mami? – insistió el pequeño Tito. -No lo creo mi amor, él si nos estará viendo… hay que portarse bien para que esté contento, papá nos quiere mucho… -Como lo queremos nosotros mami. – Agregó Tito. -Yo ya lo extraño má… – dijo Claudio empujando a su hermanito del regazo de su madre. -¡Más que yo no pibe! ¡Y deja de empujarme! -Basta chicos, en este lugar no hay que pelear… vengan, tiremos las flores secas y ponemos estas… -¿Y para qué le ponemos flores sueltas a una montaña de tierra má? -¡Qué tonto! No escuchaste que pusieron el cajón donde dormía papá en este lugar?

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Página 26 -¿Y el cajón para qué quiere flores? – preguntó Tito. -Retonto, son para papá, él está ahí. -¡Mentiras! ¡Papá no está ahí y tampoco quiere flores! ¡Tú eres un retonto! -¡Basta yá! Terminen de discutir por favor… estas flores le dirán cuanto lo extrañamos y lo queremos hijos… basta de peleas… -Sí mami… Clau… cuando yo sea grande como papá, iré a buscarlo entre las estrellas… pero anda sabiendo que a tí, ¡no te llevaré para nada! -¡Bah! A mí que me importa, yo voy a ser grande primero que tú y me voy a comprar una camioneta super modelo para ir a cualquier parte, y tampoco pienso llevarte. ¡Te embromé! Fuera de sí, Adela samarreó a Claudio que se puso a llorar alejándose de ellos. – No sé que voy a hacer con ustedes dos. – Protestó la mujer. -¿Saco estos palos mami? – preguntó Tito tomando con sus manos la cruz de madera que presidía la tumba. -¡No hijo, no! Es la cruz de Jesús… -¿Y para qué la clavaste en la tierra? -Presta atención Tito. Esta es la tumba de papi y en todas las tumbas se pone una cruz, para que Jesús lo cuide en su largo viaje hijo. Nosotros la vamos a arreglar y siempre le traeremos flores y rezaremos, ¿sí? -¿Y qué podemos rezar? -¿Qué te parece la oración que les enseñamos papá y yo? -¿La del angelito? -Sí, esa… -Espera que traigo a Claudio así rezamos juntos… Con cara de enojo, Claudio regresó para rezar juntos, luego, a su modo, dijo: papi, no te veo pero igual te digo que te quiero, hasta siempre… -Yo también te quiero pá, mañana te traigo una manzanita, ¿quieres?

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EL CAÑADÓN -Despierta Claudio, vamos… arriba… -Quiero dormir… déjame… – balbuceó entre sueños el niño. -¡Arriba, no lo repito! ¡A levantarse los dos yá! – Le dolía despertarlos tan temprano. Tampoco deseaba dejarlos solos, ni bajo la responsabilidad de Lisandro. Los vistió medio dormidos y un lavado de cara con agua fría, les abrió los ojos. -¡Ay mami, no me mojes más! -¡Yo no quieeeeroooo! – protestó Tito. -¡Listo! Vengan para acá que se tendrán que tomar rápido su leche. Lleven galletitas para el viaje. -Me quiero quedar… no me gusta ir al pueblo con todas esas viejas pellizcando mis cachetes. – Se quejaba el más pequeño. -A mí tampoco me da la gana de ir… – agregó Claudio. -Mientras terminan el desayuno voy a cargar el carro con Lisandro, no se duerman, luego lo hacen durante el viaje. – Les dijo mientras iba hacia el granero. Lo peor era subir los canastos y bolsas al carro, para bajarlos se encargarían los empleados de la fábrica de dulces. -Buen día Lisandro… -Buen día señora, deje, yo solo me las arreglo… -Entre los dos haremos más rápido. Recogimos mucha fruta ayer… -Como nunca, parece que maduró toda de golpe… le hubiésemos dicho a Martín, él se ofrecio a llevarla con su camioneta. -¡Ni loca! No quiero favores de ese hombre, no me gusta. Me arreglaré. -Cuídese entonces. No sé que me da que se vaya sola con los niños. Si la acompaño será mucho peso para los caballos. -No se preocupe, adelante el trabajo aquí. Conozco muy bien el camino. Terminaban de cargar el carro, cuando los hermanitos llegaron a la carrera. Adela, vestida con sus viejos pantalones, camisa a cuadros y saco negro, llevaba sus cabellos dorados atados con pañuelo negro también, en señal de luto.

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Página 28 -Suban hijos, les hice un lugar y puse la manta para que sigan durmiendo. El regreso lo calculo hacia el mediodía, no se preocupe si tardamos un poco Lisandro. -Les preparé unos sandwiches con salame y queso por si tienen hambre muchachos. – dijo entregándoles un rudimentario paquete. -¡Ay Lisandro! Si no fuera por usted… ni lo pensé… todavía ando medio mareada… -Se lo dije, no tendría que salir por esos caminos del cañadón, y con ellos… -Quédese tranquilo Lisandro, ire despacio… total… que apuro tengo… Con lágrimas corriendo por su rostro partió con su carga de fruta y huevos. Sus dos hijos jugueteaban a su lado, ignorando el dolor de la madre. El sol, asomaba tiñendo el valle en su perfil melancólico del amanecer. La cordillera eternamente nevada, recibía la paleta de colores que el astro rey desplegaba transmitiendo la sensación de lo intemporal, y lo eterno. Adela no veía los matices de aquel paraíso, los miles de colores jugando con la hierba, las corolas de tantas florecillas silvestres recién abiertas en aquella primavera, ni escuchaba el trino casi mágico de las avecillas de los montes. Frente a ella sólo estaba el camino de tierra y guijarros, que la conducían inexorablemente, hacia el lugar del accidente. Miró a sus hijos. Ellos continuaban como si nada hubiese pasado, sin imaginar que se acercaban al lugar donde su papá perdiera la vida. -¡Quietos! – ordenó frenando a los caballos. -¿Qué pasa mami? – preguntó Claudio. -¿Qué vamos a hacer acá mami? – preguntó Tito. - Nada… no se muevan de donde están, voy a revisar las ruedas ¡y no lo repito! Al que se le ocurra bajar le daré una tunda. Siempre quejosos, los niños obedecieron sin dejarla de observar. Adela bajaba del carro escudriñando entre el pedregullo y las rocas, en medio del cañadón solitario. En aquel camino bordeado por dos paredes de roca viva, había hallado la muerte Eliseo, y quería encontrar el lugar exacto. Recorrió el camino, revisó cada piedra, cada recoveco… hasta que un escalofrío le corrió por el cuerpo. “¿Qué es esto mi Dios?” Se preguntó recogiendo una piedra ensangrentada.

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Página 29 “Sangre… tiene sangre seca… esta es la piedra que golpeó a mi marido… hay sangre por todos lados… como si se hubiese arrastrado antes de morir… esta piedra no pudo haberlo matado si no le fue arrojada con fuerza… ¿qué pasó Dios…?” -¡Mami! ¡Mami!- Las voces impacientes de sus hijos la volvieron a la realidad y regresó al carro ocultando la piedra entre sus ropas. Los niños no debían enterarse de nada. -¿Por qué te fuiste lejos mami? ¿no dijiste que ibas a revisar las ruedas? -¿Se te perdió algo y lo fuiste a buscar? – preguntó Tito siempre ocurrente. -Basta de preguntas. Aquí tienen lo que les preparó Lisandro, coman en silencio. ¡Arre, arre! – gritó azuzando a los caballos, cuando sorprendida, vio a dos jinetes alejándose del cañadón. “Estuvieron observándome todo el tiempo y no lo noté, que tonta soy… si eran vecinos se hubiesen acercado. Espero no tengamos nuevos delincuentes por estos lados…” La cumbre del Tronador quedaba atrás. En los valles, los montes se multiplicaban como si la tierra hubiese querido florecer alegrando el paisaje. A lo largo del Río Azul, el caserío de “El Bolsón”, emergía entre lomas de intenso verdor. La fábrica de dulces estaba a la vista. Adela fue recibida con solemne respeto, brindándole toda la ayuda para descargar el carro. -Esta caja con golosinas es para ustedes niños, – dijo amable el encargado. -No era necesario, gracias igual, – respondió Adela. -Es poca cosa… ¿cómo se encuentra usted señora? -Como puedo estar… imagine… no puedo detener el trabajo porque es tiempo de cosecha, ¿me entiende? -Quien no, mire… el patrón me recomendó avisarle que enviará un vehículo a retirar sus frutas y los huevos. No le costará nada, dijo que debemos ser solidarios con usted. Sabe bien el aprecio que teníamos por Eliseo… -Esto no me lo esperaba, no imagina el favor que me hacen, gracias a todos. -Le enviaremos la camioneta día por medio para que junte más mercadería, ¿le parece bien?

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Página 30 -No sabe lo bien que me viene. Quisiera hacerle una pregunta, ¿vio gente extraña rondando por el pueblo? -Que yo sepa no… ¿notó algo raro? -Sí, un par de jinetes sospechosos por el cañadón, pero ando un poco transtornada todavía y con mis nenes en el carro… peor ahora que regreso con dinero… -Vaya tranquila, en estos pueblos nunca pasa nada. Pasado mañana le mandamos a retirar la mercadería. -Perfecto, le recomiendo el pago, tengo deudas que saldar… -No tendrá problemas, el patrón nos habló de su desgracia… es una gran pena para todos. No sabe como lo sentimos… dejó saludos para usted, no se encuentra porque salió de viaje. Negocios ¿vio? -Don Antonio es una excelente persona, dígale que le estoy muy agradecida cuando vuelva. Ahora lo dejo, no quiero que se me haga muy tarde, adiós. El joven la vio partir en el carro con los niños, admirando su extraña belleza, y su entereza para continuar el trabajo que hiciera su marido. El sol pegaba a pleno sobre el valle… Regresar justo al mediodía les resultó extenuante. También Claudio y Tito se veían cansados por el traqueteo. Ya atravesaban la tranquera de su chacra, cuando vieron venir corriendo a Lisandro. -¡Qué bien que ya están de vuelta! ¿Cómo le fue señora, todo en orden? -Cansados pero bien, ¿y por acá? -Vinieron por la leche y entregaron el dinero, ya se lo alcanzo. -Con eso y lo que traigo nos sobrará para pagarle el ataud a ese Martín, no me gusta deberle nada a nadie… -La felicito, me parece perfecto, vamos a arreglarnos muy bien, ya verá. Vayan a refrescarse y luego se sientan para almorzar, les preparé un guiso… -¡Cuánta molestia Lisandro! No sé que haría sin usted… -Quiero que se alimente señora, si se debilita entonces sí la pasaremos mal ¡ah! después duerman una siestita, yo me las arreglo con la fruta. -Media hora tal vez, luego le cuento las novedades que traigo…

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Página 31 Subido al carro para desenganchar los caballos, Lisandro observó algo envuelto junto al asiento, apresurándose para darle aviso a la mujer, que ya marchaba hacia la casa. -¡Señora Adela! Acá dejó un envoltorio, si lo precisa se lo alcanzo… -Que descuido el mío, deme y siga con los caballos que deben estar cansados también. – Dijo recordando la piedra ensangrentada que había envuelto en su pañuelo. Sin pérdida de tiempo fue hasta su dormitorio para esconderla, no deseaba que los niños la vieran y comenzasen con sus preguntas. La cocina la esperaba para saborear el guiso que, bondadoso, les preparara Lisandro para ella y sus hijos, que comieron como glotones que eran. Una misteriosa presencia observaba tras una de las puertas. Un ser extraño… un visitante de otra galaxia… -¡Qué rica comida hizo Lisandro mami! – dijo Claudio. -Cierto… veo que no dejaron ni la muestra, mejor así, después de la siesta se lo agradeceremos. -¿Dormir mami…? – preguntó Tito demostrando fastidio. -Sí… lavemos los platos sucios y nos vamos a descansar los tres, nos hace falta. -Yo no tengo ganas de dormir… ¡si dormimos en el viaje! – insistió Tito. -No importa, ahora nos iremos a descansar media hora, porque luego nos espera mucho trabajo, no quiero enojarme chicos, vamos…




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EL PRIMER ENCUENTRO -¡Ay, ay, ayyyyyyy! -¿Qué te pasa Claudio que estás armando tanto escándalo? -Me pinché todos los dedos mami… ¡ay! No quiero seguir recogiendo rosa mosqueta, quiero arrancar grosellas con Tito… -Está bien hijo, basta por hoy para los dos. Vayan a jugar… -¡Hurra! ¡Ven Tito, te juego una carrera! -¡No se alejen! – ordenó la madre mientras seguía con la cosecha. -¡Espera Claudio! – gritó Tito viendo que su hermano le sacaba ventaja, y en cuestión de segundos dejó de verlo. Acongojado, en su inocencia se echó a llorar. ¿Dónde estaba Claudio? Los matorrales superaban su altura ocultando la visual del lugar donde se habían metido. No estaba acostumbrado a corretear alejado de la chacra, sin la compañía de alguno de su familia y ahora… estaba perdido entre la maleza. Caminó y caminó sin rumbo llamando a su hermano. Nada… Sólo el trinar de pájaros lo acompañaba. Andando perdido fue cuando reconoció aquel lugar. -Llegué a la tumba de mi papi… ¿dónde estás Claudio? Ven que tengo miedo. -¿Por qué tienes miedo? – le preguntó una voz desde el bosque cercano. Asustado alzó su rostro observando sorprendido. Entre los árboles veía claramente la figura de su papá. -¡Papi! ¡Papi! – exclamó reconfortado por su presencia y corriendo a su encuentro. -Quieto… no avances por favor… quédate donde estás, – le ordenó la figura semi oculta por los árboles, mientras una fuerza sobrenatural le impedía caminar al niño. -¿Qué haces en el bosque y en pijamas papi? Quiero abrazarte… Ven a casa y te cambias ¿eh? Mira que mami se la pasa llorando y dice que fuiste a viajar por las estrellas y no volverías… Cuéntame papi, ¿cómo saliste de esa tumba? -Sí, ya voy a contarte, pero no quiero que tu mamá me vea todavía. No le digas nada aún.

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EL PRIMER ENCUENTRO


Página 33 -¿No quieres que mamá te vea…? ¡Se alegrará mucho papi! -No… quiero esperar y tú no le dirás que me viste. ¿Quieres jugar conmigo? -¡Sí, sí papi! ¡Juguemos a la pelota! ¿la voy a buscar? -No, no… no ese juego. Escucha, quiero que me prometas que no volverás a tener miedo… -No sé papi… Claudio me hace asustar a cada rato. Ahora me dejó solo en medio de los pastizales y me perdí. -No le hagas caso, para él es como un juego también, además no te perdiste, mira a donde llegaste… -Claudio es muy malo papi, ¿por qué no sales de atrás del árbol de una vez? ¿no te das cuenta que no puedo verte a la cara? Quiero que me alces en tus brazos como antes papi, quiero darte muchos besos… – No terminaba de hablar, cuando la voz de su hermano surgió interrumpiendo el tierno coloquio. -¡Tiiiitoooo! ¡Tiiitoooo! Aquí viene el monstruo para agarrarte… -¡Malo! ¡Otra vez me hiciste asustar! ¡Eres un tonto! -¡Jajajaja! ¡Tiene miedo! ¡El enano se orinó los pantalones! – Burlándose del llanto inocente de Tito, Claudio pegaba brincos de alegría por asustarlo. -Si te agarra papá te dará una buena tunda, ya lo verás… eres muy malo. – Dijo el pequeño entre sollozos, seguro que el padre vendría a retarlo. -¿Qué estás diciendo tontito? ¡Todavía no entendiste que él murió y no puede salir de esa tumba! -¡Mentiras! ¡Sí que puede! ¡Papi ven para que te vea Claudio! ¿Dónde te escondiste pá? ¡Papi, papiiii! -¿A quién llamas bobalicón? ¿A los árboles? -No… papá estaba ahí, detrás de ese pino con su pijamas a rayas, yo lo ví, dijo que quería jugar conmigo y llegaste tú… y se marchó… seguro no te quiere. -Eres un enano mentiroso y loquito, le voy a contar a mamá que dices disparates, ¡loco, loco!

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Página 34 -A mí que me importa, yo le voy a contar que papá está escondido en el bosque y estuvimos hablando. Él me quiere, a tí no, ¿viste que se fue cuando llegaste? -¡Qué idiota! Sólo hay árboles, árboles y más árboles, ¿cómo te lo hago entender? -Tú eres un idiota, papi está ahí, escondido entre los árboles y yo lo ví. – Tito llamó con toda su voz al que suponía era su padre, pero sólo le respondió el murmullo del viento entre las hojas. -¡Chicos! ¡Desde lejos se escuchan sus gritos! ¿Cómo llegaron hasta aquí? – Era Adela quien se aproximaba con un ramillete de flores en sus manos, seguida por Lisandro, que empujaba una carretilla cargada de piedras blancas, una pala y un rastrillo. -¡Mami, mami! – gritó Claudio adelantándose a su hermano. – Este tonto dice que vio a papá en el bosque y estuvieron hablando, ¿no es cierto que no puede salir más de ese cajón? Adela quedó paralizada por sus palabras. Miró a Lisandro buscando una respuesta, que él tampoco encontraba. ¿Cómo quitarle la ilusión al pequeño? Después de unos segundos, Adela buscó la forma más simple para que nadie saliese herido. -A ver chicos… hablen de a uno por favor… -Yo primero má – se apresuró a decir Claudio, con la autoridad que suponía le daba el hecho de ser mayor que Tito. -Ya te escuché y basta de disparates, ahora quiero que hable Tito, a ver… ¿por qué inventas esas historias? -No mamita, yo no inventé nada… yo lo ví a mi papi… estaba parado ahí, me habló y me preguntó si quería jugar con él… -Escucha amor… cuando la gente muere se va al cielo, alto… muy alto… no pueden volver con su familia ni al trabajo… Tu papá ahora vive con Dios, en esta tumba sólo se guarda su féretro, o el cajón como dice tu hermano, tal vez viste su alma hijo… y… eso es lindo, no temas… -Con él no tengo miedo mami, me gustó escucharlo… -Este está loco… – murmuró Claudio. 34

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Página 35 -¡Ay Dios! – exclamó Adela sintiendo que le faltaban recursos para manejar la situación, y Lisandro creyó conveniente intervenir. -¿Qué les parece si todos juntos nos ponemos a arreglar la tumba? Miren que feo se ve así. Vamos chicos, traigan una por una las piedras de la carretilla. Señora, – dijo por lo bajo – será mejor que los distraigamos con esto, ¿sí…? -De acuerdo Lisandro, pogamos manos a la obra. Con pala y rastrillo alisaron los terrones apilados al descuido el día de la sepultura. Bordeada con las piedras blancas, la tumba se destacaba en el espacio abierto. Hasta la cruz de madera lucía mejor, con su jarrón de flores frescas delante. -Nos falta poner una placa con su nombre, ¿no Lisandro? -Sí señora, yo mismo voy a tallar una linda piedra que tengo en mi rancho. -Atardece… será mejor regresar… me falta lavar ropa todavía y espero que Tito no siga con esa historia… -Creo que ya se olvidaron, mírelos subidos a la carretilla. -¡Qué imaginación tiene este chico! Me preocupa… -Son fantasías de la edad… al fin, tampoco los grandes queremos decirles todo sobre la muerte… ¡Eh! ¡Ustedes dos! ¿Quieren viajar en carretilla? Saltando de alegría, el entredicho parecía quedar en el olvido. Ya en la chacra, Lisandro se ocupó de entretener a los hermanitos llevando a los animales a sus corrales. Anochecía cuando Adela llamó a los niños para darles un baño, la cena y enviarlos a dormir. Lisandro nunca quiso compartir la mesa familiar, por respeto a la intimidad de Eliseo y su esposa. Sin molestar, vivía su libertad disfrutando de lo suyo, aquella pequeña vivienda heredada de sus padres. Ahora que Adela estaba viuda, con más razón se imponía el respeto con ella y la memoria del que fuera su mejor amigo. Siempre sería su peón, su ayudante incondicional… Nada más precisaba que ser útil para ellos y daría su vida si era necesario por protegerlos.

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LA HISTORIA DE LISANDRO Su modesta vivienda lo vio crecer junto al que fuera el hijo mayor de los padres de Eliseo, Pedro. No podía olvidar sus correrías de niños, a pesar del tiempo pasado. Él y Pedro habían llegado a ser grandes amigos. No tardó en nacer Raul y entonces, fueron tres los que corretearon felices por la chacra. Cuando con diferencia de días Lisandro y Pedro cumplían catorce años, nació Eliseo, y los patrones de la chacra eran muy dichosos con sus tres hijos varones. -¿Por qué no tengo hermanos yo también mamá? – Le preguntó cierto día Lisandro. -Nuestra casa es muy pequeña hijo, no hay lugar para más niños. – Le respondió ocultando tal vez otra historia. La amistad entre los muchachos crecía con los años, también el respeto y abnegación entre familias. Siendo Eliseo muy pequeño aún, su padre resolvió llevar a su familia de vacaciones. Querían conocer el mar… Lisandro recordó la alegría de Pedro y Raul, que querían llevarlo con ellos, algo que sus padres no aceptaron. Lisandro los vio partir con lágrimas en sus ojos. En su propio automóvil, el patrón llevaba a su esposa, y a sus hijos de dieciseis, catorce y dos años, Eliseo. Cruzarían la cordillera para llegar a Chile y recorrer sus playas. Veinte días le habían dicho, que Lisandro contaba esperando el reencuentro con sus amigos. Nadie imaginó la tragedia de regreso al hogar. “Un camión causó el accidente”, fue la cruel noticia. Después supo que entre los hierros retorcidos del coche, sólo Eliseo fue hallado con vida. Si bien la angustia de sus padres no tenía consuelo, Lisandro creyó enloquecer. Perder de aquel modo a sus más queridos amigos, Pedro y Raul, cercenaba todas sus alegrías de aquella amistad de hermanos. Para él, la vida se convirtió en ausencia y soledad. Sus padres lo veían tirarse en los rincones rechinando los dientes, uraño… taciturno… ni el pequeño Eliseo lograba distraerlo, hasta que, con su simpatía e inocencia, tan similar a la heredada por Tito, fue metiéndose en su corazón. Eliseo estaba al cuidado de sus padres y más que sentirlo como un hermano, comenzó a verlo como a su propio hijo. Advirtiendo como Lisandro se apegaba a Eliseo, sus padres le hicieron entender que ese niño, un día sería su patrón, ya que era el único heredero de aquel predio. Ellos serían sus tutores hasta su mayoría de edad.

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Página 36 La falta de capacidad del padre de Lisandro, para manejar los negocios de la chacra, alteraban su humor. Reconocía frente a su mujer sentirse incapaz. Él no era ni la sombra del que fuera su patrón, y no encontraba el modo de hacer buenos negocios con las cosechas. A su lado, Lisandro era su mano derecha trabajando la tierra, pero reconocía que detrás de un escritorio, sólo podía sentarse alguien con estudios suficientes. Un mal día Lisandro encontró a su padre muerto entre los manzanares. “Un infarto.” Dijeron los médicos, algo que su madre tampoco pudo superar, falleciendo poco después. A los treinta años, Lisandro se encontró solo en medio de aquella chacra que no le auguraba ningún futuro. Tenía que arreglarse de algún modo con unos pocos animales, malas cosechas y aquel jovencito de dieciseis años lleno de inquietudes. -Si no queremos perder estas tierras tendrás que dejar tus estudios Eliseo, lo siento, pero creo que si luchamos juntos hombro a hombro, podemos sacar adelante tu chacra. – Le dijo mirándolo de frente. -De acuerdo, ¿acaso no somos jóvenes y fuertes? Si cuento con tu ayuda trabajaré de sol a sol. Por mis estudios no te preocupes, seguiré de noche como pueda, creo que ya tengo bastante capacidad para los números… -¡Ese es mi muchacho! No te voy a defraudar, ya verás. No sin esfuerzo apuntalaron la chacra durante varios años. Eliseo traía el don de su padre para los negocios, y era increible escucharlo hablar, como trabajar la tierra. Ya no era aquel adolescente, en poco tiempo se había convertido en un hombre robusto y gallardo. Lisandro era más que un padre para él, era su mejor y fiel amigo. Cierto día, después de las arduas tareas, sentados juntos al frescor del atardecer, Eliseo le hizo una pregunta. -¿Sábes en qué estuve pensando? -¡Cuando no! ¿Qué será con lo que me sales ahora…? -¿Qué te parece si este sábado que viene nos vamos de una galopeada al pueblo? -¿Para qué…? -¿Cómo para qué? A divertirnos un poco amigo.

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Página 37 -Yo estoy viejo para esas cosas. -¿Viejo qué? Nunca te conocí una novia, una aventurita… ¿no se te ocurrió formar tu propia familia? -Con lo que me tocó vivir… -A todos nos pasan cosas Lisandro, la vida sigue… voy a contarte un secreto. -¡Qué avispado eres! ¡A ver con que te sales! -Me muero por contarte, ¡alégrate! ¡estoy enamorado! -¿Queeeeeé? ¡Já, mira al mozo! ¿Y de quién? -¿Recuerdas a la sobrina de la mujer que prepara los chocolates? La de la casa chiquita… al lado de la fábrica de don Antonio. -¡Ah, sí! La rubiecita de los ojos grandes y celestes… -Ayer cuando entregué las manzanas casi nos chocamos… me volví loco cuando la ví, me saltó el corazón. Es preciosa… -(Yo también vivo loco por ella, pero no soy nada a su lado… un viejo granjero, nada para ofrecerle.) – Pensó el hombre, sintiendo que ella era casi una niña para su edad. Sin advertir el gesto de Lisandro, Eliseo continuó su disertación sobre los detalles de aquel encuentro. -Se llama Adela, vive con la tía porque perdió a sus padres y bueno… hablamos… -Así se empieza… -La invité al baile que hacen este sábado en el pueblo y aceptó. No veo el momento de ir para allá, ¡qué llegue pronto el sábado! -Contéstame una pregunta, ¿para qué quieres que vaya yo? -Para que la conozcas, se hagan amigos y … por ahí consigues a otra chica para tí… -¡Te voy a matar! ¡Miren al señor buscándome novia! -¡Sería hora viejo! ¿Cómo seguirá tu vida, tipo monje?

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Página 38 Lisandro no sólo lo acompañó aquel sábado, sinó que también fue el padrino de la boda. Su amor por la muchacha quedaría sepultado en su corazón. Al regresar de la luna de miel en los valles y lagos de San Martín de los Andes, encontraron que el hombre había vuelto a instalarse en la pequeña vivienda de sus padres. No hubo forma de convencerlo de convivir en la gran casa juntos. Lisandro continuaba con sus obligaciones, en medio del respeto debido a “sus patrones”, como le dijeran sus padres cierta vez. Un buen día llegó Claudio a bendecir aquel hogar, y tres años después Ernestito, al que apodaron Tito. Eliseo, Adela y sus dos niños, formaban una hermosa familia, pero por otro lado, Lisandro sentía la impotencia de no ser él quien tuviese aquella dicha. Cuando Eliseo compró al Guaco, vio la alegría total reflejada en su rostro y fue feliz de verlo cumpliendo sus sueños, al fin, era como un hijo para él. Pero no todo sería felicidad. Vinieron las plagas, los animales morían cubiertos por las cenizas del volcán, se perdían las cosechas… Era como si el mismo demonio se hubiese instalado en el valle. Sentado junto a su mesa, cenaba su comida de hombre solo. Quiso apartar los recuerdos… ya nada sería mejor… Seguiría con su rutina, la de siempre, pero ahí, muy cerca, estaba esa bella mujer en la soledad de su viudez temprana. En la casa grande, Adela cenaba con sus hijos. La silla vacía gritaba la tristeza de la ausencia. Tito se movía en su lugar ansioso por preguntar. -Mami… ¿por qué papi se queda a dormir en el bosque? ¿no podía venir a cenar con nosotros y dormir en tu cama? -¿Otra vez Tito? Ya te dije que tu papá se fue al cielo… -¡Pero yo te aseguro que lo dejan salir! Tiene puesto sólo su pijama y tendrá frío. ¿Por qué no le llevamos un abrigo? -¡Estás realmente loco hermano! ¡No viste nada estúpido! -¡Basta! Los dos se van a acostar de inmediato y no quiero escuchar palabra. -Ví su cuerpo con el pijama, su cara no porque lo tapaba el árbol, pero me hablaba en la cabeza… -¡Qué tarado! Mejor te callas de una vez, vamos que mamá nos mandó a dormir. – Una mano muy suave acarició los cabellos de Tito, que durmió feliz. 38

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LA VARITA MÁGICA El nuevo día amaneció vistiendo de serenidad el valle y la montaña. No asomaba el sol cuando Lisandro y Adela, ya andaban atendiendo las faenas de la chacra. -Es una tranquilidad que vengan a retirar nuestros productos, ¿no señora? -¡Qué le parece Lisandro! Todavía no puedo asumir que Eliseo no esté más con nosotros… se me ocurre que anda por ahí… con sus labores… ¡qué desgracia la nuestra! No sé como me mantengo parada todavía… le juro… si no fuese por mis hijos me dejaría morir… -No hable así… yo me siento casi tan mal como usted… o peor, no sé… era mi mejor amigo, le diría, el único… usted no sabe… yo lo crié de chico y… basta, basta… no quiero echarme otra vez a llorar y ponerla peor a usted señora… -¡Mis hijos! ¡Ay Dios! Ya son las nueve de la mañana y no fui a verlos. Voy hasta la casa Lisandro, los despierto, les doy el desayuno y enseguida regreso. Hay tanto que hacer hoy… Lisandro la vio correr sintiendo una gran ternura y admiración por ella. Tan laboriosa, tan buena madre… Ya la imaginaba abriendo la ventana del cuarto de sus hijos para despertarlos. -¡Eh! Dormilones… es hora de levantarse, vamos… vístanse mientras les preparo el desayuno. -¡Mami! -¿Qué pasa Tito? -¿Sábes una cosa mami? -Anoche dormí muy bien porque sentí que papi me acariciaba la cabeza. -¡Qué lindo sueño mi amor! -Ya empezó desde la mañana este tonto… – murmuró Claudio, sin recibir comentarios de su madre, que lo miró con cierta seriedad para frenarlo. Listos para salir hacia la chacra, Adela envió a Claudio con las aves y a Tito a la huerta. -No hace falta que les diga que tienen que hacer, – dijo la madre – cada cual con lo suyo, no se distraigan, vamos… andando…

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LA VARITA MÁGICA


Página 40 El mayorcito de sus hijos ya era experto en recolectar huevos y acomodarlos en los cestos, así como ponerles alimentos y agua en los bebederos a las aves de corral, mientras que Tito, con sus florecientes cinco años, se entretenía cosechando frutillas o grosellas que estaban a su altura. Al dar por finalizada su tarea, Claudio fue directo al huerto donde se hallaba su hermanito, con la morbosa necesidad de criticar su trabajo. -¡Má! – Gritó alertando a su madre. – ¡Mira qué hizo el tonto de tu hijito! ¡Mezcló toda la fruta en un sólo canasto! -Grita un poco más, que los que están del otro lado de la cordillera no te escucharon Claudio. ¿No puedes comprender que él es chiquito aún? Vete, vete con Lisandro, ya lo hiciste llorar… -¡Es un tonto! ¡Un tontoooo! – Repitió alejándose y desoyendo a su madre. -No llores Tito, – dijo abrazándolo, – dice esas cosas para divertirse, verás que pronto se cansará de hacerte enojar. Mira, te dejo estas canastitas y despacito separas las frutas, aquí las frutillas y acá las grosellas. No sabes cuanta ayuda me estás dando hijito. -Te quiero mucho mami… -Yo a tí, pórtate bien mientras sigo con mi trabajo, ya vuelvo… La vio alejarse y no pudo evitar el recuerdo de las palabras de su hermano y su madre. “Soy un tonto… un tonto y también chiquito… por eso nadie me quiere…” Desanimado olvidó su tarea y comenzó a caminar sin rumbo. Sus ojos estaban fijos en el pedregullo blanquecino. Apenado, y sin advertir que retomaba el camino del día anterior, descubrió una pequeña rama brillando bajo la luz del sol, a un costado del sendero. Se agachó para tomarla entre sus dedos, mientras le habló a su padre como si él estuviese a su lado. -¿Te acuerdas papi cuando nos llevaste al circo del pueblo? ¡Vimos un mago! ¡Tenía una varita mágica parecida a esta rama y hacía aparecer cosas! ¡Qué lindo fue! ¿Y si yo hago lo mismo me aparecerán cosas…? Seguro que no porque Claudio siempre me dice que soy un tonto… Dándole órdenes a su supuesta varita mágica, cruzó los matorrales hasta llegar al claro que lindaba con el bosque, donde había tenido aquel feliz encuentro el día anterior. A pocos pasos se destacaba la tumba de su padre bordeada de piedras blancas. También estaba la cruz y el jarrón con flores que llevara su mamá. 40

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Página 41 Alerces y abetos parecían contenerlo en un abrazo íntimo desde la tierra que lo viera nacer. Tito se detuvo frente a la tumba que le dijeran estaba enterrado su padre, sin entender. No sentía ganas de llorar como su mamá, todo lo contrario, deseaba reir muy fuerte para que su papá supiera que él estaba ahí. -¡Hola papi! ¡Papiiii! ¡Vine a jugar contigo! – Dijo observando a su alrededor, procurando descubrir por donde podía aparecer. – ¡Mira que encontré papi! ¡Una varita igual a la del mago! ¿Viste? Voy a sacudir la varita sobre la tumba, y a la orden de uno, dos y… ¡tres! ¡Aparece yá! El silencio más profundo fue la respuesta, hasta que el tronar de una masa de hielo desprendiéndose desde los 3.554 metros de altitud del cerro, hicieron tremar la tierra bajo sus pies. Quiso huir, refugiarse entre los brazos de su madre, esconderse detrás del buenazo de Lisandro, o hasta pedirle protección a Claudio el malo, pero se sintió paralizado. -No temas Tito… – escuchó decir así estaba tapando sus oídos con sus manos. La voz venía desde el bosque oscuro y misterioso… No quería mirar… gritar… menos moverse… – No temas Tito… – repitió la voz que penetraba en su cerebro inocente. – Soy yo, tu amigo… -¿Mi amigo…? ¡Te descubrí! ¡Eres tú papito! ¡Viniste al fin! -No, no… soy tu amigo… -Mi mejor amigo pero eres mi papá, te escucho la voz y veo tu pijama papi. – Dijo el niño brincando de alegría. – Quiero que salgas de atrás de ese árbol papi, ¿escuchaste ese trueno? Me asusté pero viniste para salvarme ¿no? Papi… ¡qué feliz estoy! ¿Juguemos quieres? -No me animo Tito… -¿Y por qué? -Si te lo digo, ¿prometes no decirlo a nadie? -¿Ni a mi mamá? -No… ni a ella… -Y… no sé papi… ¿te hizo aparecer mi varita mágica?

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Página 42 -Puede ser… tal vez… -Sal de atrás del árbol pá, no me gusta jugar así… mira que si no vienes para acá voy corriendo y te agarro ¿eh? Ahí está muy oscuro y me da miedo… -Hagamos una cosa… -¿Qué cosa? -Si prometes no mirarme a la cara me siento al lado tuyo y te abrazo, luego hablamos de lo que quieras y después regresas a tu casa para que tu mamá no se asuste y de paso, terminas tu tarea con las frutas. -Bueno dale, yo me tapo los ojos. ¿Y por qué no te puedo mirar? -No quiero que me veas a la cara, eso es todo, de lo contrario me voy. - ¡No! Yo sólo te pregunto porqué no puedo verte a la cara papi. ¿Todavía te dura ese color azul que tenías en el cajón de muertos? Si es así te aviso que no voy a asustarme porque ya te ví ese día. -No importa, ahora no quiero, más adelante. -Y que se yo… quisiera verte ahora… -Entonces no, me voy ahora mismo. -¡No, no, no papito! ¡No te vayas, no me dejes otra vez solito por favor! -Tú decides… -Como quieras, me tapo los ojos ¿ves? Ya está, ven rápido dale… En un segundo Nerín estuvo a su lado. Lo sintió tan inocente, pequeño y débil que sufrió por él. Sin más esperas lo tomó entre sus brazos con amor. Era tan pequeño, tan liviano y suave… Nunca imaginó sostener contra su pecho a un niño terraqueo sintiendo tanta emoción. Todo era tan diferente en su planeta… Observó los rubios cabellos del niño pensando que, los habitantes del planeta Tierra, tenían seres muy bellos. -¿Me contarías un cuento como antes papi? -¿Qué cuento te gusta? -Mamá dice que te fuiste a vivir con las estrellas, ¿cómo es allá arriba?

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Página 43 -Allá se llama universo y mi planeta está muy lejos, tiene un sol parecido al tuyo, pero no quema… lo llamamos Astro Mayor. -¿Planeta? ¿Le dices planeta a las estrellas? ¿Y cómo se llama ese planeta? -Mi planeta se llama Excelo, el tuyo Tierra. -Excelo, Tierra… no entiendo nada papi. ¿Es lindo ahí? ¿No te gusta más acá? -Los dos planetas son lindos, entenderás cuando seas grande y estudies. Muy pronto debo volver a Excelo. -No quiero que vuelvas a irte, tienes que quedarte con nosotros. -¿Si quisiera llevarte vendrías? -¡Ayyyy…! Y yo que sé… ¿puedo abrir los ojos papi? -Te pedí que no quiero que me mires, ¿no tienes palabra de hombre? -No soy un hombre, mamá dice que soy chiquito. Me gusta como me tienes abrazado, te quiero mucho papito. – Dijo Tito feliz, cuando de forma inesperada unas voces familiares quebraron el tierno coloquio en la serenidad del bosque. -¡Tito! ¡Tito! ¿Dónde estás? ¡Tiiiiiitooooo! – Adela, seguida por Lisandro y Claudio, se acercaban a la carrera hacia el claro del bosque. -Tengo que dejarte amiguito. -¡No, no, no, no papito, sí, quiero irme contigo! -Volveremos a vernos, te doy mi palabra, no digas nada… hasta pronto… Lo hallaron llorando tirado sobre el manto de agujas de pino secas, que cubrían la tierra. Adela corrió a su encuentro. Lo tomó entre sus brazos con amor. Desde lo alto de un coihue, Nerín observaba. -¿Por qué me haces estas cosas hijito? – le reclamó llorosa su madre. -¡Quiero a mi papá! ¡Quiero a mi papá! – Repitió Tito convulsionado. -No sé que hacer con él Lisandro… no lo sé… -Démelo señora, lo cargaré yo hasta la casa.


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Página 44 Emprendieron el regreso soportando el llanto del niño que no entraba en razón para ellos. El sol del mediodía pintaba el valle con una cautivante sensación de dualidad armónica, de ambivalencia planificada… el todo era un desbordante escenario cantando la alegría de la primavera, ajeno al drama familiar. De a poco Tito se fue calmando… -Tira esa rama Tito, te vas a lastimar o me vas a sacar un ojo. – Dijo Lisandro. -¡Noooo! ¡No quiero, suéltame! ¡Esta es mi varita mágica y con ella hice venir a mi papá! ¡Déjame caminar solo Lisandro! -Qué rebelde está este chico… – protestó el hombre. -Démelo, creo que está afiebrado, yo lo llevo… -¡Está loco el tonto, yo te lo dije má! – Dijo Claudio con mordacidad. -¡Cuidado con tus palabra si no quieres recibir una buena tunda! – Le advirtió Adela cansada de tantas penurias. Ya en la casa, Adela advirtió que Tito estaba realmente afiebrado. Le dio un baño, un analgésico y lo acostó en su camita. -Permiso señora… ¿cómo está Tito? – La voz del hombre la sobresaltó, ya que nunca entraba a su hogar sin ser llamado. -¡Ah! Es usted Lisandro… se quedó dormido. Si no mejora llamaré al médico. -Anda raro este chico… no nos damos cuenta pero la muerte del padre debe haberle afectado mucho pobrecito, vaya a comer que me quedo a cuidarlo. Claudio almorzó conmigo y ahora está descansando en la hamaca bajo los árboles. Anda arisco el muchachito, que va a hacer, vaya, vaya señora… -Mírelo… no suelta su varita mágica… que imaginación la de Tito… En su pequeña mano, la rama encontrada en el sendero, era cómplice de la aventura del niño.

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VOLANDO CON NERÍN El revuelo causado por Tito había quedado atrás. Después del descanso el niño se levantó como si nada hubiese pasado, y el día continuó con su ritmo habitual. Otra noche oscureció las montañas… Madrugar era costumbre obligada, y el nuevo día amaneció tan luminoso como el anterior. El cerro Tronador parecía querer incursionar en las alturas, hasta alcanzar la indiferencia del sol matutino, que, con lentitud, bañaba con su resplandor el valle, los lagos y toda la cadena montañosa. La chacra de Eliseo ya entraba en actividad. -Chicos, salgan del sol y vayan a arrancar manzanas que ahí hay buena sombra. Tito, no arranques las que están verdes, ¿entendiste? -Sí mami… -Qué va a entender este… – dijo Claudio siempre provocador. -¡Claro que entiendo! ¡Mejor será que te cosas la boca! – Respondió el pequeño tomando su cesta, revisando entre las ramas bajas para encontrar las frutas. Su hermano no se hizo esperar para molestarlo otra vez. -¡Mira tontito! ¡Te estoy ganando, junté más que tú! ¡Siempre te voy a ganar dormido! – Le gritó observando que el niño optaba por alejarse sin responderle. – ¡Ven para acá! ¿Adónde se te ocurre que vas…? -Claudio es malo, Claudio es malo y me tiene cansado… – repetía corriendo hacia el galpón para alejarse de su hermano. Lo recibió un dulce abrazo y la voz que suponía de su padre… -Amiguito… -¡Papá! -No grites y no me mires, yo no soy tu papá, quiero que entiendas que soy un visitante de otro mundo y vengo desde el bosque para verte. -¡No y no! ¡Eres mi papito! ¿cómo se entiende que llevas puesto tu pijamas? -Está bien, como quieras… ayer estuviste enfermo pero hoy te encuentro repuesto, ¿qué te pasó? -Y… que se yo… me dolía la cabeza y mami dijo que estuve mucho al sol, yo no sé…

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Página 46 -¿Ahora te encuentras bien? -Sí papi, yo soy fuerte como tú, mírame. -Sí, sí, ya te veo… pero no te des vuelta. -¡Así no vale…! Yo quiero mirarte a la cara papi. -Mmmmmm… todavía no, ya voy a decirte cuando. ¿Quieres que juguemos a volar? -¿A volar…? ¿Y cómo vamos a volar? -Sí, yo puedo llevarte hasta aquellas vigas que sostienen el techo, ¿las ves? -¿Hasta allá arriba…? Eso está muy alto, nunca lo hiciste y podemos caernos. -¡Uy! ¡Cuántas preguntas! ¿Me tienes confianza? -Claro que sí papi. – Dijo Tito aferrándose a las piernas de quien creía era su padre. Sujetándolo contra su cuerpo, Nerín se impulsó con suavidad como si fuese un globo arrastrado por el viento. La amplia madera que le servía de escondite en la frialdad de las noches, recibía al sorprendido Tito, que no encontraba palabras para preguntarle cómo había logrado hacer eso. -¡Ay! ¡Qué alto estamos! ¡Me gusta, qué lindo, qué lindo! -No grites, si aparece tu mamá o los otros tendré que esconderme y bajarte… -¿No la quieres más a mami? -No se trata de eso Tito… no preguntes… ¿te gusta acá arriba? -Claro que me gusta. ¿Yo podré volar como tú? -¡No! ¡Ni se te ocurra trepar solo! ¿Entiendes? Sólo yo puedo dar esos saltos y llevarte volando, dime, ¿conociste el cerro Tronador desde arriba de todo? -¿Esa montaña grande que tira piedras de hielo y hace mucho ruido? -Sí, la más alta… -Pero papi, ¿no recuerdas que nunca fuimos? -Lo olvidé. ¿Quieres que uno de estos días te lleve hasta arriba de todo?


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Página 47 -¿Hasta lo más alto? -Sí, podrás tocar las nubes con tus manos… -¿Estaremos en el cielo? -No tanto… algo cerca nada más… -¡Qué lindo! Quiero darte un beso papi… Nerín sujetó la cabecita del niño para que no se volteara a verlo. Era muy inteligente, curioso, mas ignoraba dentro de sus poderes cual podía ser su reacción al descubrir su rostro, que en nada se asemejaba al padre. -¿Por qué no me dejas besarte? -Si te lo permito no querrás volver a estar conmigo. -No te entiendo, tú sabes cuanto te quiero… ¿por qué no puedo mirarte? -Es que ya no soy como me recuerdas… aprende a esperar. ¿Quieres que te columpie? – Dijo pretendiendo distraerlo. -¿No nos caeremos papi? -Si estás conmigo no. -¡Vámos entonces! ¿Qué esperamos? Como un mono paseándose por la jungla de rama en rama, Nerín comenzó a desplazarse de viga en viga meciendo a Tito por todo el galpón. Las carcajadas del pequeño llegaron a oídos de Lisandro, que quiso ver qué lo tenía tan divertido al pequeño. Sin pérdida de tiempo, Nerín, advirtiendo la cercanía del hombre, bajó a su amiguito que deseaba seguir jugando. -Debo despedirme por hoy, alguien viene y no quiero que me descubran. -¡No! ¡No te vayas otra vez! -Estaré cerca, te lo prometo. – Dijo desapareciendo de la vista de Tito qué, como de costumbre, se echó a llorar sin consuelo. -¿Qué haces acá? Recién escuché que reías a carcajadas, ¿y ahora lloras como un marrano? – le preguntó Lisandro.


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Página 48 Sin que Tito supiese como, el extraterrestre desapareció de la vista del niño. -¿Qué haces acá? Acabo de escuchar que reías a carcajadas y ahora no paras de llorar. ¡Mira que eres difícil hijo! -¡No soy tu hijo! ¡Quiero irme arriba con mi papá! – insistió el niño. -¡Ay Dios…! ¿Qué haremos contigo? Mira… tendrás que entender de una vez, que los muertos desaparecen y tú tienes que vivir con nosotros. ¡Termina de una vez con tus locuras nene! – Le reprochó Lisandro cansado de aguantar sus lamentos. -¡No y no! ¡Eres peor que Claudio! ¡Sólo dicen mentiras! ¡Yo estaba volando con mi papá dentro del galpón y se fue porque tú entraste! ¡Malo! ¡Vete que ya no te voy a querer nunca más! -¡Mocoso de porquería! ¡Con gusto te daría un sopapo! ¡Estoy harto de tus caprichos! – No terminaba de decir las crueles palabras, cuando un pesado rollo de soga cayó sobre su cabeza haciéndolo trastabillar dentro del galpón. -¡Maldito sea! ¡Te voy a dar si te alcanzo! ¡Parece maldición esto! -¡Eh! ¿Qué pasa aquí Lisandro? ¿Por qué Tito salió corriendo desaforado? -¡Ay señora! Que problema con este niño… -¿Qué quiere decir? -No lo sé señora… perdóneme, pero sigue inventando cosas sobre su padre que en paz descanse… ahora dice que estuvo volando aquí dentro con él y se fue cuando llegué yo… mire, yo los quiero mucho, pero pienso que a Tito le están haciendo falta un par de cachetazos para que se le vuelen los pajaritos de la cabeza… -¡Lisandro! Me ofende… ¿no entiende usted que Tito es casi un bebé aún? -Lo siento, debe ser el golpe que me dio un rollo de soga que me cayó en la cabeza… parece que perdí la paciencia… -Está bien… todos andamos mal, mire, está entrando Martín Velazquez con su peón, acompáneme y no diga ni una palabra sobre lo sucedido. -De acuerdo señora, vamos para la entrada…

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Página 49 -Me quedo cerca… mejor atiéndalos usted señora, no tengo buen ánimo hoy… -Buen día, pasen… -¿Cómo está Adela? ¿Los hijos y Lisandro? -Todos trabajando, no queda otra… -Andábamos cerca y le dije a Juancho, vamos a ver como anda esta gente… -Como podemos estar… Pero pasen, les sirvo algo fresco y de paso le devuelvo el dinero que me prestó para el sepelio de Eliseo… – dijo sin poder evitar el llanto que incomodó a los dos hombres. -No, no… andamos algo apurados hoy, en otro momento arreglamos… -A propósito señora, – intervino Juan – ahora que se quedó sola ¿no quiere vender su chacra? -¿Vender mi chacra? – preguntó Adela sobresaltada. -Y… no creo que pueda aguantar mucho este trabajo, tal vez en el pueblo viva mejor con sus hijos a cuestas. -No Juan, ni me pasa por la cabeza esa idea. Pienso seguir aquí hasta que me muera y cuando ocurra, quiero que me entierren junto a Eliseo. -Si acaso cambia de idea ya sabe… a Martín le interesaría comprarle. -Vamos Juancho, (lengua larga, dijo por lo bajo), volvemos dentro de una semana, no se preocupe y saludos a Lisandro, adiós… Los vio partir bajo el sol del mediodía en su camioneta. Hacía calor y sus hijos tenían que almorzar. Pensó en Claudio arrancando manzanas y sus pequeñas manos hinchadas de tanto trabajo. ¿Y Tito…? ¡Por dónde andaría ahora! -¡Claudio! ¡Ve a lavarte que es hora de almorzar! ¿Viste a tu hermano? -Iba hacia la casa mami… -¡Lisandro, deje usted también y vaya a almorzar, después seguimos! Un hermético silencio fue toda su respuesta, mientras la veía alejarse de la mano de Claudio.

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U. V. 5. LLAMANDO... Cada mañana Tito encontraba alguna excusa para escabullirse hacia el establo, donde el que suponía era su padre, lo esperaba para entretenerlo jugando a volar como pájaros del bosque, ya que siempre sacaban desde temprano a pastar a los cuatro caballos, y nada se alteraba con su presencia. Nerín disfrutaba de la compañía del niño mientras lo estudiaba, así pasaba su tiempo esperando un nuevo contacto con la nave. La confianza del niño con el extraterrestre aumentaba, por cuanto el excelino pensó que no tardaría mucho en decirle la verdad sobre su procedencia. Aquel galpón se había convertido en el lugar ideal, ya que si Tito era llamado por alguno de su familia, podía aparecer con rapidez. Antes de sus escapadas, Tito colaboraba recogiendo frutos jugosos y dulces, esperando el mensaje que le enviaba Nerín por telepatía, poniendo alguna excusa para abandonar el trabajo. -Má… – la voz de Claudió se escuchó tensa a oídos de su madre. -¿Qué sucede querido? -No mami… no sé… no te enojes si digo algo ¿eh? -No Claudio, dime lo que quieras… -¿Podrías explicarme porqué Tito no termina de decir que todos los días juega a volar con papá en el establo? Yo nunca más ví a mi papá, ¿y tú? -No por supuesto que no… es imposible hijo… -Entonces, ¿por qué mi hermano todos los día repite que juega con él? -Él lo imagina Claudio… Tito es chiquito para entender ciertas cosas, inventa, cree ver lo que no existe, todo es fantasía de su mente… déjalo, ¿qué mal hace? Ya se irá olvidando. ¿Por qué no vas por él y lo llevas a pasear en la carretilla que tanto le gusta? -Es que se encierra en el galpón mami… -Vé a buscarlo y hagan lo que te dije, pero sin pelear, ¿entendiste? Con su mejor disposición Claudio fue a buscarlo, pero grande fue la sorpresa al verlo trepado en el entrepiso del establo.

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Página 51 -¡No te sueltes! ¡Te vas a matar! ¡Estás colgando de las vigas! – Gritó el niño. -Estoy con papi y él me cuida, ¡vete! ¡vete de aquí…! Aterrado, Claudio salió corriendo a toda la velocidad que le daban sus flacas piernas, pidiendo por su madre. -¡Mami, mami! ¡Apresúrate que se va a matar! ¡Tito se subió hasta el techo! -¿Qué…? ¿Cómo que subió hasta el techo? – preguntó Adela angustiada mientras corría hacia el establo. -¿Qué te pasa mami? ¿Por qué vienes gritando? – preguntó Tito saliendo tranquilo del galpón. -¿Qué estabas haciendo? ¿Es cierto que subiste al techo? ¡Habla! ¿Cómo hiciste para subir y bajar…? -No tienes que enojarte así mami… -¡No me mientas! ¡Claudio dijo que te vio! -Yo no subo solito mami… fui con papi… todos los días me hace volar hasta el techo, jugamos y después me baja… ¡es divertido! -Escúchame bien hijo, no quiero, y óyeme de una buena vez, no quiero volver a escuchar esas cosas sobre tu papá, ¿entendiste? Y si tu hermano inventa, los voy a castigar a los dos. Salgan de aquí y jueguen sin peleas, vamos… -Sí mami. – Respondió Claudio pensando como habría hecho su hermano para bajar tan rápido. Cuando los niños se hubieron alejado, Adela entró al lugar de los hechos que estaba en penumbras, y encendió la luz. Observó cada rincón, detrás de cada objeto, todo estaba en orden, hasta que descubrió una escalera apoyada contra la pared. (Creo que voy entendiendo… este pícaro trepó, se encaramó por las caballerizas y de ahí alcanzó las vigas… podía haberse matado mi Dios…) Sin esperar un segundo puso la escalera fuera del alcance de los niños y cerró el portón. (Si Tito sigue así voy a tener que tenerlo atado a mis pantalones, ya no sé que hacer con él.) Pensó mientras salía para continuar con la huerta. La voz de Lisandro la sorprendió a sus espaldas. -¿Tiene algún problema señora…?

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Página 52 Ensimismada en sus reflexiones, Adela se sobresaltó al escuchar la voz del hombre que se detuvo junto a ella. -¡Ah! Es usted… estuve sacando los cajones para la fruta. -Deje, no haga tanto esfuerzo, yo me ocupo. -Mejor si lo hacemos entre los dos me parece… -Es que… sus manos… tanto trabajo rudo se las están arruinando… -¿Y qué le preocupa? -Bueno… usted es joven, bonita… tal vez pueda rehacer su vida… -¿Qué me quiere decir Lisandro? -Algo lógico, si quiere puede volver a casarse de aquí a un tiempo, y sería una lástima que descuide su persona… -¡Por favor! ¡Mire lo que me dice! ¡Ni se le ocurra repetir esas cosas! -Perdón señora… no quise ofenderla. – Murmuró el hombre mientras se alejaba cargando cajones y pensando en ella. Algo alejado del lugar, Nerín volvía a la gran roca al pie del volcán. Había percibido extrañas vibraciones, más el desprendimiento de grandes bloques de hielo rodando con estruendo por las laderas. El Tronador parecía querer volver a su época oligocena de fines del período terciario, preocupando a los pobladores cercanos. Era urgente comunicarse con Taec, el anciano más sabio del grupo. Ellos poseían los medios dentro de la nave para detectar lo que ya él sospechaba podía acontecer, pero tan sólo su maestro podía orientarlo. Nerín se detuvo sobre la roca alzando sus brazos hacia la cima del cerro, para luego adentrarse en la proyección de sus pensamientos. Logrado su estado de éxtasis, todo él eran emanaciones áureas, sus ondas mentales ya rastreaban el objetivo. -Nave U. V. 5… nave U. V. 5… Aquí Nerín llamando… conteste maestro… nave U. V. 5… Busco contacto con Taec… Contesten nave… mi posición sur este… cerro Tronador de frente… Nerín esperando…

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Página 53 Un profundo silencio, tenso e inquietante, se produjo a su alrededor. Esperó unos instantes… necesitaba conectarse con ellos… En otro esfuerzo sus ondas magnéticas oradaron la roca escudriñando la inextricable cordillera. -Aquí nave U. V. 5… Aquí nave U. V. 5… Atención tripulante Nerín… logramos contacto… Aquí Taec… Confirma posición… -Nerín responde… Recepción perfecta… Me encuentro al pie de un cerro que llaman Tronador… Limita entre dos países… uno Argentina y el otro Chile… posición sur este… lugar exacto provincia de Río Negro jurisdicción Parque Nacional Nahuel Huapi… en las cumbres hay hielos eternos… meseta de cuarenta metros de espesor, que desprende masas de hielo con sonido atronador… de ahí su nombre… situación confusa… detecto nueva erupción… requiero informes del interior del cerro… peligro inminente… -Taec respondiendo… mensaje claro… malas noticias… este planeta está al borde de un colapso… en poco tiempo su cordillera se partirá en dos… lava hirviente correrá por sus laderas… nos apremia alejarnos si no queremos perecer con ellos… -Taec… confirma tu posición… -Se pierde tu imagen… -Dame tu ubicación… -Sector paralelo al tuyo… sur oeste… territorio chileno… zona de mayor peligro… será succionado por el océano Pacífico… -Dime si este valle está en peligro… tengo amigos… -No tengo precisión… el año dos mil cincuenta de esta era terraquea será un caos… sus experimentos son nefastos… urge abandonar este sistema solar… -Cuando vienen por mí… -Nuestro transportador celular capta tu imagen… quédate conectado… -De acuerdo maestro… Después del alarmante mensaje con su nave, Nerín cayó abatido por el esfuerzo. No sólo pensaba en él, estaban su amiguito y su familia también.

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PELEAS ENTRE HERMANOS Al cruce del sol que abarcaba el espacio de cielo que cubría el valle, el ensordecedor fragor que producían los bloques de hielo cayendo por las laderas, aterraba a los pobladores cercanos al Tronador. “Pareciera que está por estallar”, pensó el extraterrestre. Con la velocidad de la luz, Nerín llegó al galpón en busca de Tito. Iba a llamarlo con su poder telepático. -Clau… -¿Qué quieres ahora? – Le preguntó su hermano. -No voy a jugar más… -Justo ahora que estaba por hacerte un gol me paraste el juego… -Es que… estoy aburrido… -¡Claro, porque te estoy ganando! ¡Toma, patea tú! -¡No! ¡No quiero! ¿Entendiste de una vez por todas? -¿Qué te pasa que estás temblando? ¿Piensas que voy a pegarte…? -Por supuesto que no me castigarás, mamá te mata… ¿escuchaste el ruido? -¿El de la montaña? ¿y qué? siempre lo hace… -No… hoy está peor… parece que está por explotar… mejor me voy con papi. -¡Otra vez con esa historia tú! -Sí, quiero estar con él porque me cuida y… me está llamando… -Voy a decirte algo, no sólo eres un tonto, eres ¡un gran mentiroso! Cuando se entere mamá te dejará encerrado en el cuarto por una semana, ya vas a ver. -¡No me interesa para nada lo que dices! ¡Mi papi puede entrar donde quiera así cierren la puerta con doble llave! ¡A mí me hace volar con él y a tí no! -Igual soy su hijo, ¿dime por qué no se me acerca entonces? -¡Porque eres peleador y chismoso, malo, muy malo! ¡No te quiero más! -¿A sí…? Ahora mismo le cuento todo a mami, tus malas palabras y que buscas peleas, ya vas a ver lo que te espera.


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Página 55 -¡Vete de una vez, no te tengo miedo! ¡Cuídate que a tí no te agarre papá! -¡Será difícil tontito, ya voy a contarle a mami lo que dijiste! Muy enojados entre sí, tomaron diferentes caminos. Claudio fue hasta los manzanares, donde cosechaba su madre, y Tito a encontrarse con el que creía ser su padre. Al llegar al establo comprobó que estaba cerrado con candado. Mientras tanto, Claudio se acercó angustiado a su madre. -¿Qué estás haciendo acá, no te dije que no descuides a tu hermano? -¡Es que comenzó otra vez con lo mismo mami! -No sé de que estás habando. – Respondió Adela concentrada en su trabajo. -Mami… lo que dice de papá… fue hacia el galpón porque dice que él lo llama para volar por el techo… -No te preocupes… no podrá entrar porque cerré con candado hijo. Vé para la casa y verás que tu hermano está allá. Debes tenerle paciencia… -¿Y si fue hacia el bosque…? -¿Al bosque…? -Sí mami, él es capaz de hacer eso, dijo que no me tenía miedo y por ahí… -Con el tronar que hoy nos regala la montaña no lo creo, seguro se escondió bajo la cama. Basta Claudio, deja de maquinar y cuídalo. -¡Ufa má! ¡Siempre me estás obligando sabiendo que no lo aguanto! -Claudio…te la estás buscando… si no me obedeces comienzo a los cachetazos contigo. ¡Vé con tu hermano! Antes que su madre le levantara la mano, Claudio salió corriendo. Por cierto que no andaría tras su hermano, en el huerto lo esperaba la hamaca para retozar un rato, gozando de un merecido descanso. Estaba seguro que si Tito no podía entrar al galpón, según su madre, volvería asustado como siempre. Ya descansando sobre la hamaca, no pudo dejar de estremecerse al escuchar rugir al volcán.

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LA GRAN AVENTURA Con sus pequeños puños golpeó la puerta del establo, en una fusión de impotencia y furia. -Papá… papá… – gimió frente al candado que le impedía entrar para encontrarse con el que creía su padre. -Tito… – escuchó con nitidez dentro de su mente. -¡Papito! ¡Yo sabía que estabas! ¿Cómo hago para entrar? Mamá cerró con candado, ¿viste? -No te preocupes, corre sin detenerte hacia el bosque, voy a estar esperándote. -Les tengo miedo a los truenos de la montaña papi… -Vé tranquilo, por hoy se quedará en silencio. -¿Y cómo saldrás de ahí papi? -Como siempre… volando por la ventana… ¿jugamos una carrera? – le preguntó Nerín, viendo que ya el pequeño corría como una liebre por el sendero hacia el bosque. -Ven aquí Tito… no temas… -¡Que suerte que ya llegaste! – exclamó el niño abrazándose a sus piernas largas, cubiertas con el pijamas de Eliseo. -¿Por qué tiemblas… qué te sucede…? -Mamá va a descubrir que escapé y vine para acá… me dejará una semana encerrado en mi cuarto dijo Claudio… -Deja de preocuparte, ya lo arreglaremos, tengo una sorpresa para tí. Hoy te dejaré ver mi rostro, ¿qué te parece? -¿Me lo dices de verdad? ¿Ahora mismo? -Espera… no hay prisa… primero tendría que contarte una historia… -¿Qué es una historia? ¿como un cuento…?

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Página 57 -Algo así… sólo que no es un invento ni mentiras… es mí verdad y te pido… que recuerdes siempre que te quiero mucho y… nunca te olvidaré… -¿Qué me quieres decir papi? -Es que no quisiera desilusionarte Tito. No deseo ponerte triste, pero… tengo la obligación de hacer que comprendas que… yo no soy tu papá. -¡Sí eres mi papá malo! -No Tito… no… cálmate y escucha… -¡No me mientas! ¡Yo veo bien que llevas puesto tu pijamas y me hablas con su voz! ¿Quién eres entonces? -Esa es la historia que te quiero contar si te calmas… yo soy un viajero del universo, vengo de un mundo muy lejano… -No sé de qué estás hablando, no te entiendo… -Claro… si me prestas atención voy a explicarte. Yo vivo en otro planeta. Está muy lejos de éste donde ustedes viven. -¿Y cómo hiciste para llegar hasta aquí? -Bueno, justo en eso comienza mi historia Tito… viajé en una nave que vuela más rápido que los aviones de tu planeta, muy diferente, ¿vamos entendiendo? -Muchas veces veo pasar los aviones por el cielo, no sé cual es el tuyo, pero dime, ¿qué es un planeta? -Supongo que a tu edad nadie te relató nada sobre el universo, a medida que crezcas lo entenderás, pero puedo decirte algo para que vayas comprendiendo, ¿viste que en las noches el cielo se pone muy oscuro? ¿Observaste las estrellas? -Sí, también veo a la luna… -Mira, tú y tu familia viven acá, en el planeta Tierra, a tu luna le llaman satélite y cuando la ves bien redonda, ahí te muestra como son todos los planetas, redondos, más grandes o más chicos y con algunas diferencias entre ellos. 57

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Página 58 -¿Te gusta mi planeta? ¿cómo es el tuyo? -Mi planeta es muy diferente a este, pero ahí tengo mi hogar… -¿Un hogar como mi casa? -Algo así… -Si no eres mi papá, al fin, ¿quién eres tú? -Mi nombre es Nerín y mi planeta se llama Excelo, como el tuyo Tierra… -Yo no entiendo nada de todo eso, nadie me contó algo así. ¡Ni Lisandro que siempre cuenta cosas de la montaña! Él no me quiere, ¿sábes? Me dijo que soy un mocoso de porquería y un montón de malas palabras, también quería pegarme una cachetada, es malo… -¡Ah! Sí… ya recuerdo… yo no podía intervenir… -¡Viste! ¡Viste! Ellos sólo hablan de vacas, ovejas, pollos, huevos, fruta… y que no les alcanza la plata. ¿Para qué quieren tanta plata? ¿En tu planeta tienen fruta? -No Tito, mi planeta es muy diferente. No hay nada como en la tierra. -Entonces son aburridos… ¿cómo hacen para vivir? ¿tampoco tienen bosques y pajaritos? ¿Sábes qué quiero ser cuando me venga grande? -No se me ocurre, nunca me contaste. -¡Te lo digo ahora! – dijo Tito abriendo sus brazos como para abrazar a la naturaleza entera, – ¡voy a ser guardabosques! Yo sé que en una escuela enseñan para ser eso, y voy a estudiar ahí cuando mi mamá me mande. Tú me contaste papi… a no… dijiste que no eres mi papá… él… él… siempre me contaba que hacen los guardabosques… decía que cuidan los árboles y a los animalitos que viven entre los pinos y si alguna persona se pierde la van a buscar… -Me parece maravilloso mi pequeño guardabosques… -¿Tienen pinos como en mis montañas en tu planeta? – preguntó el niño señalando hacia el cielo.

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Página 59 -No, sí tenemos alimentos que cultivamos cerca de los mares, los llamamos nutrientes. -¿A qué le dicen nutrientes? ¿Tienen papas, lechuga, tomates, manzanas como nosotros? -No… se trata de otra cosa… (pensó Nerín sintiendo que le sería imposible darle una explicación al niño). – Mira, me doy cuenta que al fin no viste mi rostro aún. -Y no ¿viste? todavía no te conozco si dices que no eres mi papá y vienes de otro mundo… Que se yo… no puedo imaginarte… ¿igual seguiremos siendo amigos, verdad? -¡Seguro! ¡Amigos para siempre! Digo… si no te asustas al verme. -¿Eres muy feo? No importa si lo eres, me gusta ser amigos para siempre como dijiste, eres muy bueno tú. ¿Juramos? -¿Qué es eso? -Si juras no te puedes arrepentir. -¡De acuerdo! ¡Juro ser tu amigo para siempre pequeño guardabosques del planeta Tierra! -¡Yo también juro ser tu amigo hasta que muera! Estrechemos nuestras manos. Nunca sabrás cuanto te quiero papi… bueno no… dijiste llamarte… -Nerín… ¿seguro que no te asustarás cuando veas mi rostro? Soy diferente. -Mira, Lisandro es feo pero no me asusto por eso, me asusta saber que es malo y me quiere castigar… -A ver si te entiendo, no lo amas porque es feo, sinó porque es malo contigo. -Claro, la gente puede ser fea pero no importa, con ser buenos está bien… -Y… ¿si te digo que mi color es diferente al tuyo? -¿El pelo…? -No… no tenemos pelos, se trata de nuestros cuerpos, somos del color de tu camisa…

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Página 60 -¿Azul? – preguntó Tito que continuaba de espaldas bajo el abrazo de Nerín. -Si tú dices que ese color se dice así de acuerdo, ¿te asusta? -¡Bah! Conozco a un chico del pueblo que es todo negro, pero negro, negro, ¿me entiendes? y somos los mejores amigos… Nerín sintió alegría frente a las ocurrencias del niño, que no terminaba de sorprenderlo. Le pareció muy coherente por la edad que aparentaba tener. -¿Cuántos años tienes Tito? -¿Yo…? Cinco, así ves… – respondió mostrando su pequeña mano con los dedos bien abiertos, luego de observar las manos que lo sujetaban. -¿Por qué te pones los guantes de trabajo de Lisandro tú? -Para no lastimarme, tu planeta es áspero para mí, en el mío por el contrario, todo es suave. Tomé estas ropas para protegerme porque perdí mi traje espacial dentro de la montaña. -Y…¿de dónde sacaste el pijama de mi papá? -Estaba colgado en una soga del patio de tu casa, yo tenía mucho frío… -¿Cómo dijiste que es tu nombre…? -Nerín… sólo Nerín… -Yo me llamo Ernesto dice mi mamá, pero para no decirme Ernestito porque soy chiquito, lo arreglaron fácil y me dicen Tito. Tú eres lindo Nerín… -¿Qué estás diciendo? Todavía no te dí permiso para que me conozcas. -Pero ya te espié… ¿sábes? Eres tan lindo como un angelito que tengo al lado de mi cama. -Entonces entendiste al fin que no soy tu papá… -Sí… pero me hablas igual que él, eres… eres… mi papá extraterrestre. -Bueno, se acabaron los secretos entre nosotros pequeño guardabosques. Necesitado del cariño paternal, Tito se dio vuelta entre los brazos de Nerín mirándolo de frente.

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LA PROPUESTA Nerín sostuvo al niño entre sus brazos, preocupado por el incierto destino de todos. ¿Qué podía hacer para salvarlos de lo que le vaticinara Taec? El tronar de un nuevo desprendimiento de bloques de hielo desde la cumbre del Tronador, estremeció a Tito. -¿Por qué cae tanto hielo papi? -No temas Ernesto, son avalanchas de nieve que se desmoronan a lo lejos. Se me ocurre que está haciendo demasiado calor en esta zona, se derriten los glaciares… un buen tiempo frío sería lo ideal, pero parece que en tu planeta está cambiando el clima. -¿Sábes qué me contó Lisandro una vez? -No se me ocurre, ¿qué te contó, a ver…? -Era así, él dijo que hacen muchos, muchos años… los indios mapuches vivían junto a ese volcán y vinieron para atacarlos un ejército de enanitos como cucarachas y entonces… ¡despertó Pillán! Ése, era el genio que vivía dentro del Tronador y… ¿sábes qué hizo? -Para nada, ¿qué pasó? -Les arrojó lava, fuego y piedras para convertirlos en cenizas… -¡Vaya, qué historia! – exclamó Nerín admirando su memoria de niño y la fluidez de sus palabras. -No, no es una historia, él dijo que era una leyenda. ¿Quieres saber cómo sigue? -Por supuesto amiguito… -A los dos jefes enemigos los convirtió en esos riscos que se ven allá arriba de todo y ¿quieres saber qué hacen? -Sí, continúa… -Se pelean todo el tiempo como Claudio y yo, eso dice Lisandro y lo repite y lo repite… dijo que se tiran piedras de hielo, por eso la montaña hace tanto ruido. Mi hermano y yo no, nos peleamos así nomás, nos decimos cosas feas, si nos golpeamos viene mamá y nos sacude de los pelos…

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Página 62 -Me gustó la leyenda, pero es cierto que tu hermano y tú no deberían pelear… en mi planeta nadie lo hace. -¿Tienes mamá, papá y hermanos? -No… vivimos en grupos donde compartimos todo con un jefe de familia. Nos tratamos como hermanos amigos, el jefe le deja su lugar a otro cuando le llega el momento de retirarse a las cuevas… -¿A las cuevas…? ¿qué hacen en las cuevas? -Se convierten en polvo y alimentan el suelo… -¡Ah! – respondió Tito sin haber entendido sobre lo que Nerín explicaba. -Me gustaría llevarte hasta la cumbre del cerro, ¿fuiste alguna vez? -¡No…! Mi mami no nos deja. Ni quiere que venga solo hasta aquí… si se entera que me escapé va a matarme, mejor me voy… -¿De verdad no quieres volar conmigo hasta la punta del cerro? – insistió Nerín. -Y… no sé… ¿si mi mamá nos descubre…? -¿Quién se lo va a decir? -Yo te lo digo, mira que mi mami adivina todo ¿eh? -No lo creo pero yo tengo que subir, ¿vienes o no? -¿Tardaremos mucho? -No, será un vuelo super rápido… -Pero… allá es muy alto… -Sí, pero olvidaste que iremos volando, ¿no? -¡Y bueno! ¡Vayamos juntos! Sin más, con el niño entre sus brazos, Nerín atravesó el bosque hasta llegar a la zona rocosa. En un impulso calculado, comenzó a elevarse deteniéndose de tanto en tanto sobre las salientes de granito o mantos de nieve.

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Página 63 De forma insólita para Tito, habían llegado a la cumbre del cerro. -¡Huy! ¡Estamos entre las nubes papi! -¿Qué te parece pequeño? ¡Míralo todo, no te pierdas de nada y dime si no ves cuan bello es tu valle! -¡Qué alto estamos…! ¡Me gusta que volemos juntos! ¿Dónde quedó mi casa? – Preguntó Tito abrazado a su amigo, mientras este observaba un bosque de lengas enrojecidas, prendidas como broches sobre las laderas petrificadas. -Por allá, algo lejos… -No la veo… abajo parece todo verde… -Sigamos un poco más que te hago ver el crater… -¿Y qué es un crater? -La boca del volcán, yo salí por ese gran agujero cuando mi nave quedó atrapada en el fondo de un lago… -No veo ningún agujero papi… esto parece un campo de hielo… -Muy buena observación pero no voy a bajarte, me parece peligroso, hay grietas… yo salí por una de ellas y si cayésemos, nos estrellaríamos en un hueco sin fin. Es por culpa de tener que trepar por dentro que se destrozó mi traje de melitato. -¿Meli qué…? ¿Tú saliste por ahí? ¿Qué hiciste con tu nave? -¡Epa! ¡Cuántas preguntas juntas! Me costó mucho salir, estaba cerca de mi nave revisando unas cuevas, cuando se produjo un derrumbe interno. Sobre la nave… eso quisiera saber yo donde está… si te bajo, ¿te quedarías sin moverte de mi lado? -¿Y por qué…? -Tito y tus porqué… mira… quiero intentar un contacto con mis compañeros, quiero que te vean. -¿Es que tienes celular ultra dimensión como en el pueblo? -¿Qué dices…?

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Página 64 -Yo no sé bien, pero en el pueblo tienen una Tablet donde ven al otro cuando se hablan, algunos, porque dicen que cuestan mucha plata. En mi casa no tenemos nada de eso, porque mis padres siempre dijeron que no les gusta la tecnoooo… tecnología… creo que se dice así. Siempre escuché decir que les gusta vivir a la antigua… tampoco entiendo que quieren decir. -¡Ah, sí! Yo sé de que se trata, pero en nada se parece a nuestros equipos. Nosotros nos comunicamos por telepatía, tampoco conoces esa palabra ¿no? Mira, tu hablas con tu boca, moviendo los labios y activando tus cuerdas vocales, nosotros lo hacemos con la mente, para tí sería lo que piensas y no lo pronuncias con sonido vocal. En la nave tenemos paneles de rastreo y podemos ubicarnos y contactarnos. Creo que todo esto es muy complejo para tí, sólo fíjate en como llega mi voz a tu cabecita sin que mueva mi boca. -Mmmm… sí que es difícil lo tuyo… lo mismo no olvidaré lo que me cuentas y, digo yo, porqué no pruebas en llamar a los de tu nave como sabes hacerlo… -Eres muy inteligente pequeño guardabosques, te adaptarías muy bien a vivir entre nosotros, si es que se produce el fin de este planeta. -¿Qué me estás diciendo papi? ¿me llevarías en tu nave? -¿Te gustaría viajar a Excelo con nosotros? -Creo que sí… pero mejor los llamas para conocerlos primero. -¿Harías un silencio absoluto y te quedarías muy quieto a mi lado? -Seguro, tu mandas y yo obedezco… Expectante, Tito observó la concentración de Nerín para comunicarse con los ocupantes de la nave espacial, sintiendo que por momentos tenía ganas de gritar pidiendo auxilio a su mamá. Sintió miedo, desazón, pero no le iba a fallar a su gran amigo y cumpliría la orden de permanecer quieto y callado. En su mente podía entender todo aquello que Nerín expresaba en su estado de entrega hacia el infinito, lo que no percibía, eran las respuestas. Con sus brazos en alto, tieso y como petrificado en medio de la nieve, Nerín clamaba la atención de su maestro y compañeros.

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Página 65 -Nave U. V. 5… Nave U. V. 5… Aquí Nerín… Nerín llamando a Taec… Conteste Nave U. V. 5… Ajusten imanes de rastreo… confirmen si hay visual en el panel de asimilación… -Aquí Nave U. V. 5… Taec en el control… te visualizamos Nerín… estás en la cima del cerro con una diminuta criatura a tu lado… -Sí Taec… es un niño terraqueo… amigo… intelecto superior… no es peligroso… es sano… fuerte… ¿cuándo salen ustedes a la superficie? -Pronto… reparamos la nave… la caverna se está expandiendo y la cadena montañosa está en proceso de su abertura total… intentaremos salir antes que el fuego en posible erupción de las profundidades del planeta nos expulse y destruya… -¿Cómo me rescatarán? -Nos desplazaremos hacia el sur por un tiempo de siete soles… necesitamos cargar ondas magnéticas para el regreso… no temas… te rescataremos como a Jur y Slim por medio del cono de imanes… -Qué sucede con Kraus… -Lo perdimos en un río de lava hirviente… lamentable… No sucederá contigo… ya te sujetamos al cono… no te alejes de la zona… este planeta está a escaso tiempo de su final… -Tal vez no esté en sus cálculos como podría defenderse por sí mismo… -La posibilidad de un desastre es notable… -¿Podemos llevar al niño y su familia…? -Es difícil que sean compatibles con nuestro planeta… somos diferentes… devuélvelo a su hogar… Un violento desprendimiento del suelo alteró la situación. Tito y Nerín sintieron que la nieve desaparecía bajo sus pies. -¡Papi! ¡Papi! ¡Me caigoooo…! -¡Titoooo! – Gritó Nerín tratando de alcanzarlo, mientras el alud de nieve y hielo se desbarrancaba por las laderas del cerro.

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BUSCANDO A TITO El revuelo en la chacra superaba lo habitual. Adela revisaba palmo a palmo las dependencias de la casa, mientras Lisandro recorría a caballo el exterior. Muy angustiado, Claudio seguía a su madre, que lo acusaba de la desaparición de Tito. Entre gritos y llantos, dominados por la histeria, los sorprendió el estruendo descomunal proveniente del cerro. -¡Mamá! ¡Mamá! ¡Tengo mucho miedo mami! – gritó Claudio aferrado a las piernas enfundadas en los holgados pantalones de lona. -¡Lisandroooo! El hombre escuchó el llamado entreverado con el rugir de la montaña, y azuzó a su animal hasta llegar donde la desesperada mujer lo esperaba junto a su hijo mayor. Frenó al caballo bajando con rapidez. -¿Qué está pasando Lisandro? Nunca escuché tanto estertor viniendo del cerro… -No lo sé… parece el fin del mundo… ¿apareció Tito? -No lo encuentro… ¿revisó por los alrededores de la tumba de Eliseo? Él solía escapar hasta ahí… -Revisé todo el perímetro de la chacra señora, ni un rastro hay… -¿Y si preguntamos en las chacras vecinas…? -¿Le parece que pudo alejarse tanto? -Con Tito nunca se sabe… voy a sacar a Guaco y vamos juntos Lisandro… -¡No mami, no me dejes solo aquí! – suplicó Claudio muy asustado. -Tiene razón el chico señora, será mejor si se queda con él, además piense que Tito puede aparecer de imprevisto y si no encuentra a nadie, el desbarajuste será total, siga revisando, puede que esté dormido en algún rincón. Cálmense, si no lo encuentro en alguna de las estancias me voy hasta El Bolsón, pudo haber trepado a algún transporte y sin darse cuenta viajó a cualquier parte… en el peor de los casos doy parte a gendarmería para que nos ayuden a encontrarlo. -¡Ni me pasa por la cabeza que esté perdido! ¡Todo por tu culpa mocoso!

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Página 67 Atrás quedaban Claudio llorando abrazado a su madre, que lo culpaba por la desaparición de Tito. Azuzando a su caballo, Lisandro salió al galope hasta perderse en el valle. Sumamente molesto resolvió primero revisar por el cañadón, preocupado en pensar el peligro que podía correr el niño si se hubiese acercado al lago Fonck. Con su mirada aguileña escudriñó los matorrales y senderos, mientras no cesaba de vociferar el nombre del niño. Fue entonces cuando dos jinetes le salieron al paso. -¡Eh, Lisandrooo! ¿Qué anda haciendo por estos lados gritando así? -¡Bueno…! ¡Una suerte encontrarlos! ¿Sáben que se nos perdió Tito? ¿Ustedes no lo vieron por ahí? -Para nada… ¿cómo puede ser? La madre los cuida tanto a sus hijos… -¡Qué se yo Martín! ¿Vio como son los chicos? Estaba jugando con su hermano y como de costumbre se pelearon, eso dijo Claudio. Tito debe haber salido a caminar y vaya a saber… cuando quisimos acordarnos no estaba por ningún lado. En la chacra revisamos todo y nada… -¡Qué peligro es ese mocoso! Como si fuera poco, ¿escuchó el estruendo de la montaña? -¡Como para no escucharlo! ¡Parecía que se venía el fin del mundo! Si a Tito le dio por ir hacia el cerro, ¡flor de susto se habrá pegado! No quiero pensar que lo haya atrapado el alud de piedra y nieve que desprendió el volcán, desde la chacra se veía. Les juro que ni sé por donde buscarlo… -No se alarme Lisandro, es chiquito y muy lejos no debe andar, lo ayudaremos a buscarlo… -Les agradezco, ahora iba a recorrer el lago… tal vez ande por esos lados… -Que Juancho lo acompañe, yo miro por la base del Tronador. Si alguno lo encuentra hacemos un disparo al aire. -Nunca porto armas Martín, – respondió Lisandro. -No hay problema, Juancho siempre anda armado, ¡nos vemos! – dijo saliendo al galope de su yegua, cambiando antes unas breves palabras con su amigo, para complotar una sórdida trama entre ellos.

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EL ACOSO Al trote lento, el jinete y su yegua atravesaron la tranquera que había quedado abierta. Al final del sendero que conducía a la casa principal, el niño reconoció al hombre que se iba acercando. -Mami, mami… mira, ahí viene don Martín… – dijo Claudio alertando a la mujer. -Buen día Adela, acabo de ver a Lisandro y me contó la mala nueva, ¿revisó el galpón? – dijo apeándose del animal para saludarla. -Sí Martín… cada lugar lo recorrí mil veces… ¡no está! -¿No se le ocurrió pensar que no sale porque está asustado? Insisto que vayamos otra vez a revisar el galpón, tú quédate ahí Claudio, si lo ves aparecer nos das un grito y venimos corriendo. De mala gana el niño miró a su madre, que asintió con lo dicho por el hombre. Sentado sobre el escalón de la entrada a su casa, Claudio los observó mientras se alejaban hacia el establo. -Nada, ¿ve Martín? Tito no está aquí… -No te alteres tanto Adela… – le murmuró ansioso al oído, – tendrías que preocuparte menos de tus hijos y más de tí. Adela advirtió el cambio en el hombre, cuando se tomaba una confianza que ella nunca le había otorgado. Lo miró sorprendida pensando si había escuchado bien, ¿cómo se atrevía a decirle que no se preocupase de sus hijos…? Sin esperar el consentimiento de la mujer por su insinuación, Martín la rodeó con sus brazos arrinconándola contra el muro. -¿Qué hace? ¡Suélteme transtornado! – Gritó ella forcejeando para desprenderse de su asedio. -¿Por qué? ¿No te parece que ya te está haciendo falta un nuevo marido? Siempre me gustaste… ando muerto de deseos por tí… – dijo en su arrebato febril mientras manoseaba su cuerpo, y estampaba un beso entre sus labios desprevenidos y asqueados. En un esfuerzo sobrehumano Adela soltó sus brazos aferrándolo por los cabellos en un tirón violento…

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Página 69 -¡Suéltame perra! – vociferó Martín dolorido, – hace tiempo que deliro por violarte y ahora no te me vas a escapar… ¡ven para acá! -¡Suélteme degenerado! ¡qué me suelte dije! – Le gritó ella entablando una lucha cuerpo a cuerpo, hasta que Adela mordió su brazo con furia y asco. -¡Ay!!! ¡Eres una perra inmunda! ¡Vas a pagar caro lo que hiciste! Rápida como una liebre, Adela tomó una pala blandiéndola como para acestarle un golpe en la cabeza. – ¡Salga de aquí o lo mato! -¡Ni se te ocurra levantar esa pala porque te disparo un tiro! – La amenazó Martín mostrando su arma en la cintura, – te mato a tí y después a ese maricón de Claudio que tienes por hijo, ¡no hay quién te defienda preciosa! ¡Hasta muerta te voy a violar! La respuesta fue un violento golpe de la pala sobre la mano que pretendía gatillar el arma, que por fuerza saltó lejos del alcance del hombre. -¡No necesito que nadie me defienda gusano! ¡Fuera! ¡Salga de mi propiedad antes que el próximo golpe le vaya directo a la cabeza! Masticando su fracaso, más el dolor de la mano fracturada, no ver donde había ido a parar su arma y la actitud violenta de Adela para defenderse, el depravado Martín corrió hacia su caballo saliendo a la carrera, mientras sostenía las riendas con una sola mano. Indignada, enervada por la desgraciada situación sufrida, Adela corrió hasta donde su hijo la esperaba sin advertir lo sucedido entre Martín y su madre. -¡Mami! ¿Qué te pasa? Te escuché gritar como loca ¿por qué? -Nada hijo, nada… un susto, después te cuento… ven… vayamos otra vez hasta el bosque, se me ocurre que tu hermano pudo haberse encaramado a algún árbol y no sabe como bajar… -Nunca lo ví trepado a un árbol mami, los del bosque pinchan… tal vez se escondió entre los manzanos… -Ya anduvimos por ahí y nada… no sé que hacer… -Bueno… volvamos a mirar por el bosque si te parece, tal vez aparezca…

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LA EMBOSCADA Con su mirada torba y su aspecto de hombre de bajos instintos, bien disimulados en un gesto risueño que no convencía a nadie, Juancho seguía a Lisandro montado sobre su tordillo. Andando en silencio fueron entrando por los bosques que rodeaban al lago Folk, sin dejar de vociferar de a ratos el nombre del niño. -¡¡¡Tiiiitoooo!!! ¡Soy yo, Lisandro! ¡Vuelve que nadie te va a retar! ¡Tiiitooo! Con marcada angustia, el preocupado chacarero reclamaba sin cesar la presencia del niño. Sin premeditarlo, fue internándose por parajes inhóspitos, montes y depresiones del suelo, hasta que inesperadamente el sol del mediodía desapareció, cubierto el cielo de nubes de vapor y densas cenizas. Zigzagueos de fuego surgían desde las alturas, acompañados de una lluvia de fragmentos graníticos que arrastraban bloques de hielo y nieve cubriendo el valle. Los caballos, con su instinto animal, relincharon parados en sus patas traseras como advirtiendo a sus jinetes, que el peligro acechaba. El temor hizo carne en Lisandro, cuando pensó en el pobre niño perdido fuera a saber donde. Le ardían los ojos oradando entre las malezas, que de a poco, iban cubríendose de un manto gris. Cuando sintió que casi no podía respirar, resolvió que lo mejor sería regresar a la chacra, ignorante del siniestro plan que urdiera su acompañante con Martín, pidiéndole abandonar la búsqueda. -¡No irás a ninguna parte imbécil! ¡Ya elegiste tu tumba! – Le gritó Juancho levantando el arma y apuntando a su cabeza, frente a la mirada atónita de Lisandro. El disparo se confundió entre los estallidos del volcán que rugía cual animal selvático, mientras Lisandro se desmoronaba quedando con un pie enganchado en el estribo de la montura. Asustado, el animal emprendió la carrera arrastrando al hombre. Sin amedrentarse, temiendo que llegase hasta la chacra, Juancho descargó otra vez su arma contra el animal. La pobre bestia, herida de muerte, caía sobre el cuerpo ensangrentado de su amo. -¡Jajajaja! ¡Adiós amigo! ¡Uno menos que obstruye el paso para quedarnos con la chacra de Eliseo! ¡Jamás te encontrarán en este desolado páramo! ¡Te pudrirás junto a tu caballo, sopenco! – Enfervorizado por la reciente matanza, Juancho aulló como los lobos…

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Página 71 Acosado por el aire irrespirable de cenizas cayendo desde el cerro, Juancho llegó a la carrera donde su patrón ya lo esperaba. -¡Al fin llegaste! ¿Y? ¿Qué hay sobre Lisandro? – Preguntó ansioso Martín. -Ese no cuenta más el cuento, él y su zaino quedaron para alimento de las alimañas en medio de un monte. -¡Por qué tuviste que matar al animal carajo! ¡Lo hubieses dejado suelto! -¡Claro! ¡Así regresaba a la chacra arrastrando al otro! ¡Desaparecieron los dos hermano y no hay rastros con las cenizas que están cayendo! -¿Con el pibe qué pasó? -A ese se lo tragó la tierra, no está por ningún lado. Listo, dos menos… ahora Adela está sola, será fácil quedarnos con su chacra, ¿la volteaste? -¡Qué voy a voltear! ¡Es una perra la guacha! ¡Mira como me dejó la mano! -¡Epa! ¿Por qué no me dijiste y te curaba enseguida? ¿Con qué te golpeó? -Me dio un palazo la hija de puta, no sabes la fuerza que tiene la mosquita muerta. Casi me arranca el cuero cabelludo y hasta me mordió el brazo. Con el palazo que me dio me hizo volar el arma, te juro que la mataba… a ella y a ese inútil de Claudio. No sé como le sacaremos todo ahora, pensé que aflojaría cuando la requerí de amores… -Tu mano está muy hinchada… tendría que verte un médico del pueblo… -¿Ahora…? Ayudame a vendarla mejor… Adela no me firmará ni loca que me vende esas tierras, tendremos que matar a ella y a su hijo y luego, enterrarlos juntito a su querido Eliseo. ¡Buaaaa! -El peligro estará cuando pregunten en el pueblo Martín… -Falsificamos su firma, ¿quién lo notará? Con Tito desaparecido y sin Lisandro, ¿qué ganas de quedarse tendría la desgraciada? Diremos que le pagamos buena plata y prefirió marcharse a la ciudad. Cuando esté bien enterrada con su hijo, revisamos la casa y nos apoderamos de los títulos de propiedad. ¿Viste que fácil? Lo haremos lo antes posible Juancho…

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LA SORPRESA Con Claudio de la mano Adela corrió hasta el bosque una vez más. No le entraba en la mente que su pequeño Tito hubiese desaparecido por tantas horas sin dejar rastros. Tan preocupado como ella, Claudio se dirigió a su madre para sugerirle algo que se le ocurrió en aquel momento. -Mami… ¿no quieres buscarlo tú por ese lado y yo por este otro? -¡No! ¡Ni se te ocurra alejarte de mí! Revisemos juntos árbol por árbol hasta la base del cerro, vamos… Anduvieron sin descanso en un inútil recorrido, hasta que Claudio, extenuado, volvió con sus reclamos. -Mami… ¿te diste cuenta que se viene la noche? Por más que gritemos su nombre no aparece y yo tengo miedo de estar en medio de este bosque los dos solos, má… -No hay de qué tener miedo hijo, no es tan tarde, apenas pasa el mediodía… -Pero el cielo se puso muy oscuro mami… -Debe estar por llover… -¡Es que no te das cuenta que está cayendo mucha ceniza y nieve! ¡Escuchá como truena la montaña mami! ¡Tiembla la tierra mamu, y tengo miedo! -No es la primera vez Claudio, ven, busquemos un claro para observar, entre tanta espesura del bosque no se puede distinguir nada… Corrieron hasta un descampado para quedar mudos de espanto. Un alud de nieve se demoronaba por la ladera del cerro arrasando todo a su paso. Peor fue advertir las lenguas de fuego, que estallaban en la altura despidiendo piedras y ceniza, trastocando al día en la noche más atroz. -¡La cordillera se está rompiendo mami! ¡Corramos hacia casa! -¡Dios! ¡Es cierto, esto es un terremoto! ¡Se mueve la tierra bajo mis pies! ¡La montaña está por estallar! ¡Es el fin del mundo!!!! – Presos del pánico, Adela y Claudio corrieron sintiendo como si el suelo estuviese por abrirse donde estaban parados. El trecho hasta llegar al hogar parecía no tener fin.

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Página 73 Tropezando y sofocados, se albergaron entre las sólidas paredes construídas con troncos de raulíes, por los padres de Eliseo y Lisandro largo tiempo atrás. Un repetido y estridente tronar viniendo del cerro estremeció la vivienda. Adela observó como varias piezas de su vajilla se hacían pedazos, así como se resquebrajaban algunos vidrios de las ventanas. -¡Mami, mami! ¡Mira por la ventana y verás rayos de fuego! ¡Mira mami, el cielo se puso todo negro! ¡Se está incendiando todo mami! ¡Ayyy! ¡Tengo mucho miedo mamá! -¡Santo nombre del Señor…! – Exclamó Adela al borde de un colapso de nervios, al ver la descomunal erupción del volcán, que desde tiempos lejanos se suponía apagado. -¿Qué nos va a pasar mami? – Dijo llorando desesperado el inocente niño. -No lo sé hijo… espero que tanto fuego no llegue hasta aquí… estamos bastante alejados del cerro pero… ¿qué será de nuestro pobrecito Tito? -¿Y Lisandro má? -¡Lisandro! ¡Ahora también él está perdido! ¡Qué haremos los dos solos! -Mami… ¿por qué no llamas a María Luisa por el celular? Puede ser que venga don Ramiro a salvarnos… -Buena idea Claudio, pero deja de llorar, me pones peor… Tal vez tu hermano y Lisandro estén con ellos en el pueblo viendo este desastre, voy a llamar… Tratando de controlar su nerviosismo para no preocupar más a su hijo, Adela marcó el número de los amigos. Nada, la línea estaba muerta… -¿No te contestan mami? – preguntó Claudio compungido. -No… no… algo no anda bien… -¡Ay mami…! -¿Qué te pasa ahora hijo? -Me… me duele mucho la panza… tengo como asco… -¡Claro! ¿Desde que hora estás sin comer nada? Ven siéntate y descansa…

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Página 74 -Sí mami, creo que tendría que comer algo… -Perdóname hijito, con tanto desbarajuste me olvidé de hacerte algo de comer, ya pasó hace rato el mediodía. Te preparo un sandwich ya mismo, toma, bebe mientras este vaso de leche… -¿Y por qué no comes algo tú también? -Es que… no puedo, siento que se me cerró el estómago… -¿Cómo se te cierra el estómago mami? -¡Ay, Claudio! ¡Deja de hacer preguntas tontas! Termina de comer y vete a tu cuarto a descansar, te hace falta. Cuando se calme la montaña te despierto y salimos otra vez a buscar a tu hermano, tal vez lleguemos hasta el pueblo… Sin mucha demora Claudio se quedó dormido. Había corrido sin parar junto a su madre soportando sus retos, y lo peor había surgido con el vibrar del cerro y su demostración de furia explosiva. Sin saber que hacer, Adela permaneció obsevando el exterior. Todo era una nube de cenizas cubriendo el valle, hasta donde alcanzaba a ver. No dejaría dormir a Claudio más de media hora, lo mejor sería usar el carro y tratar de llegar al pueblo antes del anochecer. -¡Mami! ¡Mami! Los llamados de Claudio sobresaltaron a la atribulada Adela, temiendo algo peor. ¿Tan pronto había despertado? Como inválida giró su cuerpo para ver que quería ahora su hijo, cuando lo vio. -¡Mami! ¡Sorpresa! ¡Mira a quién encontré! – gritó Claudio saltando de alegría mientras casi arrastraba a su hermanito medio dormido. -¡¡¡Tito!!! -¡Sí mami, es él! -¡Tito! ¡Tito! ¡No lo puedo creer! ¡Mi hijo querido! ¡Gracias Dios! ¡Gracias! – Adela abrazó a sus hijos bañada en lágrimas. En medio de su alegría, no cesaba de besar al niño y revisarlo todo el tiempo, hasta que juntos los tres, comenzaron a reir en medio de tanta zozobra.

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Página 75 Pasado el primer momento de emoción, con sus dos hijos sentados sobre sus rodillas, Adela comenzó con su interrogatorio. -¿Dónde estuviste Tito? ¿Cómo lo encontrasre Claudio? -Yo estaba dormido mami y uno de esos truenos me sobresaltó. De pronto lo vi durmiendo en mi cama… -Pero si revisamos el cuarto cien veces… -Sí mami, cuando me acosté él no estaba… no sé como apareció. -Todavía está medio dormido… Tito… despierta hijo, abre tus ojitos y cuéntale a mami por donde estuviste que no te voy a retar amor… Tito… por favor… -¿Qué pasa mami…? tengo sueño… -Quiero que me digas donde estuviste escondido hijito… -¡Ay mami…! – exclamó el niño desperezándose. – Si te digo la verdad no me vas a creer y te enojarás otra vez… -Te prometo que no Tito, cuéntale a mamá… -¿Seguro que no me retarás? -Te doy mi palabra. -Yo siempre estoy con papi má. Él me lleva a pasear y jugamos juntos, nos queremos mucho… soy muy feliz cuando estoy con él… -No entiendo Tito, ¿cómo repites una y otra vez lo mismo? -Es así mami, ahora que está muerto puede volar… hoy me llevó hasta arriba del cerro, estábamos tranquilos cuando comenzó el desastre. Se rompió la montaña… tembló todo y comencé a caer y caer con la nieve que no me dejaba ver… no podía ni respirar… ahí fue cuando llegó rápido mi papi y me abrazó como lo haces tú ahora… me sacó volando, él me salvó… -¡Hijo…! Ya no sé que decirte… no se me ocurre como inventas esas historias. -¡Viste que no me crees! Te digo la verdad, lo juro… él viene de otro planeta y sabe que el nuestro está por explotar, se viene el fin del mundo mami…

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LA CRUEL AMENAZA Un nuevo estertor sacudió al valle. Pensando que Tito deliraba, envió a los hermanitos a descansar sin más protestas. Al menos los tenía con ella. Todo se había vuelto confuso para Adela con lo que estaba sucediendo en la cordillera. El temor no cedía. No tenía forma de comunicarse con nadie y de Lisandro tampoco tenía noticias. ¿Acaso Tito tendría razón al decir que llegaba el fin del mundo? Los escuchó parlotear en el cuarto y pensó, si no estaban dormidos, lo mejor sería viajar con el carro hasta el pueblo con ellos, al menos se encontraría con los amigos… -Chicos… ¿qué les parece si salimos con el carro hasta la casa de María Luisa y Ramiro? -¿No tienes miedo mami? Parece que la montaña de verdad está por estallar como dijo Tito. Afuera no se ve nada, ¿cómo encontrarás el camino? -¡Ay mami! – lloriqueó Tito, – papi está esperando… cuando me trajo me dijo que descansara un poco y después te pregunte para darle una respuesta… -¡Basta Tito! ¡Termina ya con tus cuentos imaginarios! Muy ofuscada por la realidad que estaban padeciendo, Adela tomó a sus hijos de la mano resuelta a salir hacia cualquier parte. Ya fuera de la casa, observó que el volcán se mostraba más calmo y el cielo no estaba tan oscuro. El estado fumarólico, humo y un denso vapor, eran como el anuncio de algo peor… -El tiempo de crisis crucial de la erupción parece haber vuelto a su estado de latencia… – les dijo a los niños, que no llegaban a comprender. Pero Adela no se equivocaba, ya que el magma había dejado de ascender por la chimenea interior del cerro, así las cenizas continuaban cayendo, cubriendo al valle en un paisaje de opacos grises. -Mejor nos quedamos a esperar a Lisandro, si no nos encuentra será peor… -Déjale una nota en un papel mami, mejor que nos vayamos al pueblo. – Dijo Claudio deseando alejarse de aquella soledad. -¡No, no y no! ¡Yo me quedo con mi papi! – Gritó Tito como enloquecido. -Tito… cálmate por favor… no iremos a ningún lado por ahora. Debes estar famélico, ven que te doy algo de comer. Por momentos renació la calma. Tito comía mientras Claudio dormitaba sobre un sillón y Adela ordenaba los objetos caídos y rotos…

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Página 77 -¿Escuchaste galopear mami? ¿No será Lisandro? – Le comentó Tito mientras devoraba su alimento. Poco duraría la calma de Adela cuando vio venir por el camino a dos jinetes, Martín y Juancho. Desesperada, cerró la puerta de salida con cuanta traba encontró a mano. El recuerdo del mal momento vivido esa mañana, con el atrevido de Martín, aun perturbaba su mente. -¿Qué te pasa mami, te pusiste nerviosa? – Le preguntó observador como siempre el pequeño. -No… nada… vé a tu dormitorio que yo llevo a Claudio que se quedó dormido sobre el sillón. Descansen juntos, les hace falta… – Después de verlos acostados salió del cuarto cerrando la puerta, mientras escuchaba la voz de Martín golpeando como desaforado pidiendo entrar a la casa. -¡Será mejor que me dejes entrar Adela! ¡Te ví cuando te asomaste! ¡¡Abreee!! ¡No me provoques perra! ¡Si no lo haces te incendiaré la casa! -¡Márchense! ¡Está llegando Lisandro y tendrán que vérselas con él! – Les gritó con furia, pensando en el peligro que corrían sus hijos. -¡Jajajaja! ¡Lisandro! ¡Dice que Lisandro vendrá a salvarla de nosotros! -¡Abra de una vez y nos firma la venta de su chacra! – Vociferó Juancho, – si espera a Lisandro está en el horno preciosa. ¡Le disparé un tiro en la cabeza y me reí mientras caía por un precipicio desparramando sus sesos entre las piedras! -(No puede ser… Lisandro también muerto… ahora sí que estamos perdidos…) Pensó sollozando la pobre mujer… -¡Te lo digo por última vez Adela! ¡Accede a ser mi mujer y no les haremos daño! ¡Mira que la puerta ya está por derribarse! ¡Abreeeee! -¡Jamás! ¡No vendrá Lisandro pero ya están por llegar los gendarmes y verán ustedes dos como terminan! ¡Fuera de mis tierras! -¡Te lo buscaste! ¡Lo primero que haremos será matarte a Claudio, al otro ya lo perdiste y se lo estarán comiendo las alimañas! ¡Tendrás que firmar o entregarnos los títulos de propiedad si no quieres morir! -¡Váyanse locos! ¡Estas tierras son mías y de mis hijos o no serán de nadie!

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CREYENDO LO INCREÍBLE El griterío despertó a los niños que se levantaron del lecho muy asustados. Sin imaginar siquiera, se abrazaron a la madre preguntando lo que no lograban entender. -¿Qué pasa mami? ¿Quién grita y nos golpea la puerta así? – Preguntó Claudio mientras Tito observaba en silencio. -Esto parece una pesadilla… estoy sola con mis hijos pequeños a manos de un par de asesinos… ¿qué hago? ¿qué hago…? Tal cual Tito se lo relatara a su madre sin ser creído, Nerín lo había salvado de la avalancha de nieve en uno de sus prodigiosos saltos. La criatura casi no respiraba cuando lo tomó entre sus brazos, pero sin dudarlo, le transmitió su propia energía por medio de su signo vital, la luminosa estrellita que portaba en el centro de su frente. Tan grande era su amor por el niño, que no le importó entregarle las pocas reservas de su propia vida. Al verlo reaccionar, su sonrisa fue su recompensa y sin demoras, lo transladó hasta dejarlo junto a Claudio cuando este dormía. Nerín ya estaba por alejarse cuando se desataron los hechos de violencia entre los dos asesinos contra Adela. No podía abandonarla en ese trance, así ella se asustase más aún de su presencia. -Señora… – murmuró en su sistema telepático, – no tema por favor… ¿me está escuchando verdad? Yo soy el extraterrestre que le menciona Tito… ese que confunde con su papá… él nunca le mintió ni inventó nada… no tema… me encuentro en su planeta por una expedición accidentada… vinimos en son de paz… quiero ayudarla… -¿Qué? ¿Quién me habla? ¡Es que me estoy volviendo loca! -¡Mami! ¿Qué te pasa mami? me das miedo… – dijo Claudio alarmado. -Mami… ¿viste? es… es… mi papi… no, no… mi amigo Nerín, está aquí ¿lo ves? Míralo… es lindo… -¡Tito! Sólo estamos tú, yo y tu hermano, me estás volviendo loca hijo… -¡Basta Tito! ¡No ves que la estás asustando con tus mentiras! – dijo Claudio. -¡Será mejor que te calles! ¿Viste papi que no nos creen? Me parece que no te ven porque te quitaste el pijama…

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CREYENDO LO INCREÍBLE


Página 79 -Se me rompió al caer Tito, tuve que quitármelo… -Míralo mami, está a tu lado… -Oigo una voz pero no veo a nadie hijo… no entiendo que pasa… -Tranquilo Tito, creo que sólo tú tienes la virtud de verme… -Es que sin el pijama pareces una botella transparente… -¿Qué disparates dices Tito? – preguntó Adela más desconcertada aún. -Señora… – dijo Nerín, – usted no puede verme porque somos seres etereos, le aseguro que es admirable que este pequeño lo haya logrado, ¿pero me oye verdad? -Si… no es una voz corriente… lo escucho dentro de mi cerebro y… no sé… -¿Y tú Claudio, puedes oirme? -Mami… alguien me está hablando pero no lo veo, tengo miedo… -No tienen nada que temer… -Quien usted sea, ¿cómo pretende que no tengamos miedo? ¿No escucha las amenazas que vienen de afuera? ¡Me estoy enloqueciendo! ¿Qué debo hacer para verlo? – preguntó Adela temblorosa. -Primero creer todo lo que le dijo Tito y luego lo que le diga yo. -Es que… me cuesta creer si no veo, esto es alucinante… -La entiendo, no estaba preparada para conocerme, necesito que me de algo de ropa para cubrirme, perdí mi traje original y siento frío, puede ser algo de su esposo… -¿De Eliseo…? ¿Usted es de su talla? -Parece que sí, debemos apurarnos en alejar a esos mafiosos… -Claro… sí, sí… ¿escuchó que quieren matarnos y quedarse con la chacra? -Lo sé todo y… lamento decirle que fueron ellos quienes mataron a su esposo. -¡¡Nooooo!! – exclamó Adela aterrada.

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Página 80 -Reconozco sus voces. Yo estaba guarecido en el galpón aquella noche en que murió su esposo. Los ví entrar buscando palas, y se jactaban de como lo habían ultimado. Usaron un método muy antiguo para no dejar rastros, le dispararon con una honda un piedrazo fatal, como lo hiciera David para derribar al temeroso gigante Goliat, según mis investigaciones sobre su planeta. Quisieron asegurarse que estuviese bien muerto, por eso se le acercaron dándole otro golpe con otra piedra en su cabeza. Les hicieron creer que lo tiró su caballo y pegó contra las rocas del cañadón… -¡Canallas! Yo tengo la prueba del delito. Fui hasta el cañadón aquella vez y encontré la piedra ensangrentada. La tengo guardada… malditos asesinos… -Ese Martín la quiere tener a usted, pero más desea sus tierras, los dos son de la peor calaña. -Usted no imagina lo que sufrí por su acoso esta mañana, ¡qué iba a imaginar sobre sus malas intenciones! -Perdóneme por lo de Tito, no pensé que todo se complicaría tanto… dudo que ahora quiera confiar en mí. -Es que… yo quisiera pero… ¿cómo si no veo ni su sombra? ¿escucha como golpean la puerta y amenazan con matarnos? -Para mí no serán un obstáculo si me cede algunas prendas de Eliseo. -Sí, sí, ya mismo le doy lo que él usaba… escóndanse hijos, están a punto de derribar la puerta. -No tema Adela, estando yo con ustedes nadie podrá hacerles daño. -¡Ese es mi papi! – Exclamó con orgullo Tito. -¡Siempre hablando estupideces este bocón! ¡No puedo creer que tú también mami! ¡Los dos están locos! ¡Aquí no hay nadie y menos mi papá! – protestó Claudio tomándose la cabeza. -Tito… – dijo Nerín dirigiéndose al pequeño, – tengo que lograr que me vean para creer. Tomaré mi alimento para materializarme al menos por unos momentos… -Se te están terminando papi…

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Página 81 Diciendo sus últimas palabras, Nerín sacó una de las pocas cápsulas que conservaba en el cofre aferrado a su cuerpo. Sólo Tito pudo apreciar su ritual como algo natural. De a poco, el cuerpo gelatinoso y azulado fue haciéndose visible dentro de la sala, dejando boquiabiertos a Claudio y su madre. -Es… hermoso… – susurró apenas Adela observando el rostro angelical, su aureola de luz, sus manos tersas y de movimientos sutiles cual palomas en vuelo. -Te… tenías razón Tito… – dijo Claudio mudo por la sorpresa, – perdóname por no haberte creído… que lindo es… ¿lo puedo tocar? – Con un gesto tierno el excelino lo levantó entre sus brazos, hablándole a su modo. -Claudio… quiero que me prometas que siempre le creerás a tu hermano, y lo cuidarás por ser mayor que él. -Sí, sí, sí… se lo prometo… – respondió exitado. -Tendrás que ayudarlo con su sueño de llegar a ser guardabosques, ¿sabías que eso es lo que quiere? -No… nunca me lo dijo… y… ¿sabe qué quiero ser yo? -Lo presiento pero me gustaría escucharlo de tu boca. -Quiero ser doctor y curar a la gente. -Lo serás, lástima que abandonarás este hermoso valle… es una pena… -¿Por qué? – Preguntó Claudio mientras Tito y Adela observaban en silencio, ignorando los golpes que iban en aumento. -No importa, el porqué te lo dirá el tiempo. -¿Quién es usted al fin? – quiso saber Adela. -Soy un viajero del espacio, en su planeta nos dicen extraterrestres… Hay otros, pero yo vengo del planeta Excelo, que se encuentra en la galaxia Neruna… Somos mensajeros intergalácticos de la paz. Nuestra nave sufrió un desperfecto que ya están solucionando mis compañeros. Necesito reposar por seis de sus días para partir con ellos, pero antes voy a encargarme de esos delincuentes…

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EL FANTASMA DE ELISEO Una sensación celestial fluyó en la sala. La serenidad se posaba en los corazones, que momentos antes latían conmovidos por la angustia. Como despertando de un ensueño, Adela le suplicó a Nerín que no los abandonase. -Por favor Nerín, quédese con nosotros. – Dijo la mujer mirándo sus tiernos ojos, que más le parecían dos luceros. -Sí papi, quédate a vivir con nosotros. – Rogó Tito mientras Claudio callaba. -Ya se los dije, serán sólo seis días más… sólo seis… Advirtiendo que Nerín temblaba de frío, Adela corrió hacia la habitación en busca de las prendas de Eliseo. Un pantalón, polera de lana, botas, guantes, gorro de montaña, y el mejor camperón de abrigo de su difunto esposo, llegaron a manos del extraterrestre con el más profundo de los cariños. -Es su equipo de nieve, lo usaba en los crudos días invernales cuando las nevadas cubrían el valle, me enorgullese entregárselo. – Le dijo Adela con lágrimas en los ojos. Los niños no se hicieron esperar para ayudarlo a vestirse, mientras afuera, las amenazas de Martín y Juancho crecían en violencia. -¡Ya encontramos dos hachas en el galpón, no habrá puerta que resista Adelita! – Vociferó Martín. -¡Verás lo que te espera desgraciada! – Dijo Juancho a voz en cuello, asestando furiosos golpes contra la puerta. Cuando Nerín terminó de vestirse, una exclamación de sorpresa escapó de los labios de Adela y sus hijos. Ese ser era el mismo Eliseo… Con su metro ochenta, erguido y robusto, les pidió observar sin temor. Con su rapidez habitual fue hacia la puerta destrabándola. Al abrirla, la luz difusa de aquel funesto día lo enfrentó a los depravados qué, atónitos, se quedaron tiesos. -¡Noooo! ¡Es el espectro de Eliseo! ¡El muerto revivió de su tumba! – Gritó Martín despavorido. -¡Yo no fui! ¡Yo no fui! ¡Él te arrojó la piedra y volvió a golpearte en el piso! ¡Él, sólo él tiene la culpa de todo! – Acusó Juancho mientras la figura se le acercaba amenazante. -¡Miente! ¡Fue Juan quien organizó todo! ¡Me voy, me voy…! – dijo mientras ambos huían despavoridos.

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Página 83 -¿Viste Claudio? ¿Viste que valiente es papá? – Dijo Tito orgulloso. -Salieron como si los persiguiera el mismo demonio y sin violencias… – agregó Adela sintiendo que le volvía el alma al cuerpo y a su mente. -Creo que ahora podremos volver a estar tranquilos, – comentó Claudio. -Es momento de retomar el aliento, fue un día difícil. – Dijo Adela sentándose en el sillón de la sala, invitando primero a tomar asiento frente a ellos al extraterrestre. – Yo… quisiera saber algo más de usted… -Está en su derecho, lamento tener que decirle que mi debilidad aumenta… necesito regresar a mi mundo, mis provisiones se terminan y ustedes carecen de los elementos que yo preciso para subsistir… Cuando Claudio desfallecía de hambre usted le preparó alimentos, lo mismo sucedió con Tito… usted no probó bocado y buscará alimentarse cuando sus energías la abandonen. En su planeta no hay nada para mí… Escuche… yo deseaba invitarlos a viajar hacia mi mundo, mi hogar es bello, nosotros somos siempre felices… vivimos en paz… a mi pesar, siento que cada ser debe permanecer con sus congéneres en su hábitat natural. Entiendo que no somos compatibles. Los excelinos somos seres asexuados, mientras ustedes tienen diferencia de género, son masculinos y femeninos… se necesitan entre sí para procrearse. Estos niños será difícil que me entiendan, con el tiempo se realizarán como personas. También usted Adela, es joven y debe rehacer su vida. Eliseo fue una parte de su historia que vivirá sólo en su mente, él no volverá, aprenda a desprenderse del recuerdo. En nuestro planeta no existe el apego, no conocemos el dolor como ustedes. Yo aprendí sobre sus sentimientos junto a Tito, con él conocí otra forma de amor, esa que necesita y extraña al ser querido. Me costará alejarme de ustedes… -Lo siento tanto Nerín… mi amor por Eliseo no volverá a repetirse, ahora sólo me importan mis dos hijos… -Nosotros también cumplimos un ciclo de vida, nacemos y morimos sin dejar tristezas… -Mami… – interrumpió Tito que mucho no entendía sobre el monólogo de Nerín, – él está cansado, se está borrando, tiene que dormir…

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Página 84 La observación de Tito hizo que mirasen al extraterrestre, advirtiendo que sí, su figura parecía cada vez más borrosa. Presurosa, Adela se levantó ofreciéndole su lecho. -Sígame por favor, recuéstese en mi cama que yo puedo dormir con mis hijos. -En este sofá estaré bien Adela, lo que necesito es protegerme del frío. -Por eso mismo Nerín, en esta sala están los vidrios rotos por los temblores del suelo y penetra mucho el frío por las noches, mi dormitorio será más reconfortante, venga… -Dame tu mano papi, yo te acompaño, – le dijo con amor el pequeño Tito. En un desfile casi místico, la familia lo acompañó hasta el lugar indicado. Los niños lo ayudaron a quitarse la pesada ropa de Eliseo, para luego cobijarlo sobre el blanco lecho de Adela. Entristecidos, veían como el querido extraterrestre iba diluyéndose entre las mantas. -Gracias Tito… ahora eres tú quien me proteje… -¿Por qué te estás volviendo invisible papi? -Será por la atmósfera de tu planeta, pequeño guardabosques… -¿Qué quieres decir? No entiendo… ¿no será porque no comiste nada? ¿quieres que mi mami te prepare algo? -No, no… sólo abríguenme y dejen que permanezca en mi letargo, eso me ayudará. Mañana volveré a alimentarme con mis cápsulas… debo espaciarlas porque quedan pocas… espero resistir hasta que mis compañeros vengan por mí… gracias a ustedes… -Chicos… no lo molestemos más, será mejor dejarlo descansar como pidió. En silencio madre e hijos salieron del dormitorio. Era Tito quien más sufría al pensar que muy pronto Nerín se alejaría para siempre, y ya no tendría la dicha de compartir con él sus juegos. -Vayan a darse un baño y se acuestan, reviso afuera y vuelvo con ustedes… -No mami… no salgas… mira si vuelven esos… -Con el susto que se llevaron ya se los debe haber tragado la tierra…

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MARÍA LUISA Y RAMIRO El grupo electrógeno no se había visto afectado tranquilizando a la pobre Adela, que se ocupó de encender alguna farola del exterior de la casa. Lo poco que alcanzaba a divisar se veía deplorable. ¿Qué habría sido de los animales…? ¿Y Lisandro muerto también? Como si fuera poco, tenía a un extraterrestre durmiendo en su cama, que tampoco mostraba esperanzas de sobrevida. El volcán seguía iluminando los alrededores con su fumarola de fuego, presagiando que su actividad permanecía latente. Todo estaba en el punto justo para que se sintiese a punto de un desmayo, hasta que recordó que no había ingerido alimento alguno en todo el día. Tomando conciencia de la necesidad de mantenerse viva por sus hijos, fue hasta la cocina y preparó leche con chocolate caliente. Los niños ya salían de darse un baño, dispuestos a ir hacia sus camas, cuando la vieron entrar portando una bandeja con los tazones de leche para los tres. -¡Qué rica mami, está calentita y le pusiste chocolate! – comentó Claudio. -Que lástima que papi no quiere probar nuestra leche… – se lamentó Tito. -No es tu papi, se llama Nerín, ¿cómo hay que hacer para que lo entiendas? -¡Basta Claudio! Yo lo veo igualito a él… -Está bien Tito, tú lo verás como quieras, pero los tres escuchamos todo lo que Nerín contó sobre su vida en otro planeta, eso sí, será nuestro secreto. Nadie va a creernos si lo contamos, ¿entendieron? -Como tú digas mami, no le diremos a nadie que mi papi es un extra… ¿extra qué…? -Cállate bocón, si ni sabes decir extraterrestre, duérmete y no molestes más. Adela los hizo callar, los arropó y tomó la bandeja con las tazas vacías para llevarlas a la cocina. Habían quedado dormidos al fin. Sintiéndose algo mejor, se disponía a recostarse junto a Tito, por ser el que menos lugar ocupaba en su cama, siendo tan pequeño. Casi no terminaba de recostarse cuando escuchó bocinazos fuera de la casa. No esperó un segundo para saltar del lecho y mirar hacia afuera por la ventana rota de la sala. ¿Quién podía ser a esa hora y el mal tiempo? Presurosa, se colocó un abrigo para asomarse a la puerta casi destrozada por los hachazos de los dos forajidos, aquella tarde. Frente a ella, corrieron abrazándola María Luisa con su esposo y un gendarme.

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Página 86 -¡Adela! ¿Están bien? ¿Y los chicos…? ¡Qué mal día tuvimos! – dijo María. -Entren que se levantó un frío impresionante, pasen, pasen… -¡Ay Adela! ¡No imaginas lo preocupados que estuvimos por ustedes! -Nos fue imposible salir de nuestra casa… – dijo Ramiro. – No funcionaban los celulares y quedamos todos aislados… cuando calmó el volcán lo primero que pensamos fue en venir para acá. Imagino el susto que sufrieron… -Sí, fue terrible… pero… perdón, no tome a mal la pregunta señor, ¿por qué un gendarme en mi casa? -Es lógica su pregunta señora, – dijo el gendarme. – ¿No le extrañó la desaparición de su empleado Lisandro? -¡Por supuesto! ¡Esos asesinos de Martín y Juancho hoy vinieron con amenazas, diciendo que lo habían matado! -Tranquila Adela, en este pueblo los delincuentes no tienen cabida querida, ya los apresaron, – agregó Ramiro advirtiendo su estado de angustia. -¿Y cómo se enteraron? -Lisandro no murió, lo hallamos arrastrándose por un sendero que lleva al lago Folk… estaba herido pero conciente. Lo cargamos y lo llevamos de urgencia hasta la clínica del pueblo. Está fuera de peligro, – aclaró el gendarme. -¡Esos asesinos! Ustedes no saben… pasado el mediodía llegaron hasta mi puerta amenazándome para que les entregase mi chacra. Querían que les firme no sé qué papeles de lo contrario nos venían a matar. Fue entonces cuando ellos mismos dijeron que ya habían asesinado a Lisandro… -Se salvó de milagro este hombre. Juan le disparó un tiro y lo dejó por muerto. Eso no le alcanzó y mató a su caballo que le cayó encima. Según el mismo Lisandro, hombre fuerte de verdad, logró zafar de la montura y se arrastró entre los matorrales. La bala le atravesó el hombro, pudo ser peor. La gendarmería me envió para anoticiarla y se quede tranquila. Nos encontramos con esta gente en el camino y vinimos juntos. Lisandro confirmó los hechos y esos dos ya están entre rejas…

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EL LUGAR DE SIEMPRE Con el regreso de Lisandro la chacra pareció renacer. En aquellas tierras el hombre había dejado su vida, y por nada del mundo querría apartarse. Antes del atardecer, una ambulancia lo traía desde la clínica del pueblo. -¡Mi lugar de siempre! – exclamó al ver venir corriendo a su encuentro a su querida Adela junto a sus hijos. -¡Basta chicos! ¡Lo van a tirar al piso y Lisandro está débil todavía! -Déjelos señora, no sabe cuanto los extrañé… ¿Cómo apareció ese pequeño bandido? No sabe lo preocupado que yo estaba… -¡Ay Lisandro! Pasaron tantas cosas… ya hablaremos sobre ese tema. No quiero repetir las cosas delante de ellos porque después inventan disparates. ¡Eh! ¡Vayan para adentro ustedes dos que se hace de noche y ya se siente el frío! Vamos para su casa y lo ayudo a que se acueste. -Puedo arreglarme solo señora, no fue tan grave… en aquel momento creí que ese loco me mataba. Ni sé como llegué al camino y suerte que esa gente me encontró sinó, hubiese muerto desangrado… ¿y qué me dice de la fiesta que se despachó el volcán? por todas partes me caían piedras de fuego… Sobre lo que no tengo consuelo es sobre nuestro querido Guaco… me lo mató sin piedad ese maldito Juancho. Ahora que se pudran en la carcel… -Perdimos mucho de golpe Lisandro… suerte que encontré a Tito y usted ya está aquí. -¡Ah! No me dijo donde estaba ese mocoso… -Parece que se asustó del cerro y se metió dentro del placard, después de horas lo encontró Claudio durmiendo en su cama. – Le mintió Adela para no informarle sobre el extraterrestre. -¡Como para matarlo a este chico! No… perdone… no quise decir eso… -No se preocupe, pensé igual en un momento. Prefiero que no se toque más ese tema Lisandro, no les diga nada a los niños. ¿Vio como quedó el valle? -Mañana temprano comienzo a limpiar, espero que no despierte otra vez el volcán. No recuerdo en mi vida algo semejante… -Ni se le ocurra, María y Ramiro me mandaron unos peones y ya hoy hicieron bastante. Usted descansa hasta que cierre bien la herida, voy a traerle su cena.

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Página 88 Adela salió de la casita de Lisandro dejándolo acomodarse en su lecho, mientras ella iba por la comida para él, que esperaba en su propio hogar. Su preocupación aumentaba. ¿Qué diría ese hombre si se enteraba que en su cuarto dormía un extraterrestre? Sólo Tito era su cómplice, pero era tan pequeño aún… No sabía como la chacra volvería a ser la de antes, como educar a sus hijos con temperamentos tan opuestos… ¿Y Nerín…? ¿Qué se avecinaría en su futuro y el de Tito…? Su cabeza daba vueltas cuando, al entrar a su casa, Tito se abalanzó sobre ella. -¡Mami, mami! ¡Dile a Claudio que no entre más a tu cuarto! ¡Le dijo a Nerín que era un muñeco disfrazado! -¡Por favor Claudio! ¿De dónde te nace tanta agresividad? – Le dijo apenada a su hijo mayor. -¡Ufa! ¡Acá están todos locos! ¡Ya van a ver, muy pronto me iré a vivir solo a la ciudad! ¡Bien lejos de ustedes! – Amenazó alejándose hacia su dormitorio. -¡Claudio! – exclamó Adela escuchando el desplante del niño. -Déjalo mami, él es así, no quiere a nadie ni cree en nadie, nunca cambiará. -¡Ay Tito…! Qué difícil se me hace todo… ven, ayúdame con la cena que debo llevarle a Lisandro, luego cenamos nosotros… ¿Cómo está tu amigo? -No lo sé mami, me parece que cada vez se le va más el color… -Quisiera pedirte algo mi amor… no te lo digo por egoísmo… no me gusta que duermas con él o te acuestes a su lado. Puede quitar sin maldad tus energías, transmitirte algo malo de su planeta, él mismo dijo que somos diferentes. Tito, siéntate en una silla a su lado si quieres, dijo que precisaba descanso… -Es que lo amo mami… me pone triste pensar que pronto no lo veré más. -Entiendo tu dolor, sueña que volverás a verlo algún día, ¿por qué no? Si vino una vez puede que regrese más fortalecido y preparado para vivir entre nosotros… no sufras cariño… -Sí… es lindo lo que me dices mami… para mí sigue siendo triste perderlo…

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LA TRISTEZA DEL ADIÓS Rápidos pasaron los días de Nerín en la Tierra para los deseos de Tito. Para tranquilidad de Adela, Lisandro no entraba a su casa de no ser por fuerza mayor. Inquieto y fuerte como siempre, se reincorporó a la fajina de la chacra, muy ocupado en quitar tanta ceniza de las plantaciones. Nada le hizo sospechar a quien ocultaban, ni los movimientos de la mujer, que entraba y salía todo el tiempo del hogar, el ceño enojado de Claudio, o el aislamiento del pequeño Tito, que según la madre, después del susto por la erupción del volcán, prefería permanecer en su cuarto. Fue el penúltimo amanecer cuando Tito escuchó a Nerín decirle a su madre, que sentía no poder llegar hasta la noche siguiente. -Adela… quiero pedirle algo… -Sí – respondió afligida la mujer, – lo que quiera… -Primero, su hijo Claudio debe quedar fuera de esto… no me aceptó como algo real y lo mejor será alejarlo. ¿Puede enviarlo a casa de sus amigos como para que se distraiga? -¿De María Luisa? -Sí, tiene hijos de la edad de los suyos, ¿verdad? -Varios sí… los mayores ya son guardabosques, le siguen en escalera tres varones más y una niña pequeña como Tito. Claudio se alegrará de ir y ellos de recibirlo. -Envíelo esta misma mañana, por la noche, cuando Lisandro duerma, usted y Tito me acompañarán hasta el claro del bosque. Hoy todavía me quedan algo de fuerzas para intentar llegar… mi vida se apaga… será difícil que mis compañeros puedan salvarme… -¿Sabe que en la noche hará mucho frío? -Sí Adela, Tito me dijo que en su galpón guardan una carpa… -¡Ah, sí! Salíamos de pesca con Eliseo y acampábamos cerca del río… -¿Sabrá armarla sola…? Lamento decirle que no podré ayudarla… -Seguro… Tito me ayudará, él aprendió rápido junto a nosotros. También llevaré un farol y linterna, ¡ah! comida para mi hijo, algo caliente para beber…

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Página 90 -Voy a necesitar la ropa de abrigo que me ofreció el otro día, siento causarle tantas molestias… Si mi nave no llega me desintegraré sobre esos suelos… -No lo diga… todo saldrá bien Nerín… -Mire, Tito se durmió sobre la silla, llévelo a su cama… luego se ocupa de Claudio, será mejor que no advierta los preparativos. Todo sucedió tal cual lo habían programado. Claudio feliz de alejarse por un par de días del hogar, y Lisandro comprendiendo que Adela quisiera un poco de intimidad con Tito, después de la angustia de creerlo perdido. Los preparativos concluyeron al atardecer. El tétrico paisaje cubierto de cenizas, esperaba las lluvias que no llegaban. -¿Qué hacemos Nerín, se anima a comenzar la partida? – Preguntó Adela frente a los ojos desorbitados de Tito, que ya no emitía palabras. -Sí… salgamos… – dijo dando una última mirada al hogar terraqueo que lo cobijara con tanto amor. Como un castigo, vinieron a su mente las últimas palabras de su maestro Taec, “…este planeta está al borde de un colapso. La cordillera se partirá en dos y la lava hirviente correrá entre montañas y valles arrasando los pueblos.” ¿Qué sería de las vidas de sus amigos…? Sus pasos eran lentos…tanto como jamás el viajero del espacio lo hiciera. Solícita, Adela lo ayudó a subir al carro, donde todo el peso sólo era el de las ropas de Eliseo. Después de acomodarlo sobre mantas en la parte de carga del carro, azuzó a los caballos para emprender el corto viaje. (Estoy comenzando a morir…) Pensó Nerín al sentir su flaqueza. Fue entonces cuando observó el dulce rostro de Tito sentado a su lado y recordó las aventuras compartidas… (Mi pequeño guardabosques… me creiste tu papi, dijiste que yo era lindo como un angelito que tienes junto a tu cama… si salgo de esta, nunca olvidaré la leyenda que me contaste sobre el cerro Tronador, tu inocente sapiencia sobre los árboles de tus bosques, los pájaros… fuiste lo mejor de este planeta para mí…) -Papi… -¿Qué sucede hijo…? -¡Me dijiste hijo!

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Página 91 -Y bueno… me acostumbraste… ¿te gustó? -¡Claro que sí! No quiero que te vayas… voy a extrañarte querido extraterrestre… -Yo también… no llores… quiero llevarme tu sonrisa de recuerdo… – Superando la emoción se abrazaron sin palabras, para que luego, Nerín entrase en un profundo sueño. -¿Falta mucho mami? – preguntó asustado Tito. -No hijo, ya veo el claro del bosque. Suerte que salió la luna llena para alumbrar el camino. ¿Cómo está Nerín? -Dormido… mejor no lo molestemos y preparamos la carpa en silencio… Con gran destreza en pocos minutos la carpa estaba en condiciones para ser ocupada. Tito volvió hasta el carro donde Nerín continuaba dormido y lo llamó con dulzura. -¿Papi… me escuchas? -Sí hijo… guarda silencio por unos minutos… estoy recibiendo mensajes desde la nave… me visualizaron e intentan recargar mis energías con su control molecular… silencio… Como petrificado del susto, Tito vio que el rostro de Nerín tomaba volumen y el color de los primeros días. Sus ojos permanecían cerrados, pero la estrella cobraba brillo otra vez en el centro de su frente. Una aureola de luz como la del arco iris, fue expandiéndose a su alrededor. Atraída por el resplandor que brotaba del carro, Adela se acercó para descubrir con asombro, la metamorfosis del excelino. -Esto es increible… – susurró. -Dijo que tengo que hacer silencio… también tú mami… La nave ya se encontraba muy cerca. Un poderoso cono imantado emitía ondas de energía para revivir al compañero caído en desgracia. Adela y Tito lo observaron levantarse por sus propios medios y descender del carro…

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Página 92 Otra vez Nerín se hallaba en pie. Su cuerpo, vestido con la ropa que le diera Adela, sólo dejaba al descubierto su dulce rostro que los miraba con amor. La estrella sobre su frente, aparecía más grande y brillante. -Llegamos justo a tiempo… mis compañeros están esperándome para transportarme a la nave, pero antes debo permanecer varias horas de su tiempo terrestre en el claro del bosque… -¿Puedo quedarme a tu lado papi? -Lo lamento guardabosques… lo que ellos harán por mí puede perjudicarte y eso no lo deseo. Adela, será mejor que busquen refugio dentro de la carpa, voy a pasar por un proceso de purificación para no transmitir ninguna bacteria nociva a mi nave, ¿se entiende…? -Sí, sí… como usted diga Nerín… -¿Y ya te van a llevar…? – preguntó Tito angustiado. -En veinticuatro horas de tus horarios hijo… lo que sucederá ahora es preliminar… será breve… luego iré a la carpa con ustedes y descansaremos. Mañana compartiremos un lindo día juntos. Debo pedirles que se alejen por favor… Refugiados en la carpa, Adela y su niño vieron como Nerín caminaba con decisión hacia el claro que se vislumbraba frente a la oscuridad de los bosques. -Déjame mirar mami… -Está bien, pero hagamos silencio… A Tito no lo sorprendió la expresión abstraída del extraterrestre, pero lo asombró ver como caían sus ropas sobre las cenizas del suelo, mostrando su cuerpo desnudo. -Mami… parece un árbol azul… se ve su interior como un manojo de ramas… ¡fíjate, fíjate! Verás como ahora alza sus brazos… Similar al ritual de la montaña, que Tito recordaba muy bien, volvió a repetirse aquella actitud de Nerín invocando a sus compañeros. Un rayo de luz descendiendo sobre el amigo, les anunciaba que la purificación había comenzado.

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UN ESFUERZO MÁS Adela y Tito permanecieron observando, hasta que un extraño sueño los venció. Madre e hijo dormían abrazados dentro de la carpa en una noche larga y fría. Llegado el amanecer, el primero en despertar fue el niño, que vio a su madre tendida sobre la colchoneta muy junto a él. Su corazoncito le dio un salto dentro del pecho al notar la ausencia de Nerín. Su llanto desesperado despertó a la madre que lo cobijó entre sus brazos. -Cálmate hijo… vayamos a ver… Abrieron el cierre de la carpa sintiendo que el sol apenas asomaba en un amanecer nublado. Grandes nubarrones parecían avisar sobre una posible y cercana tormenta. -¿Me buscaban…? – les preguntó en su idioma mental el excelino saliéndoles al paso. -¡Oh…! – fue la exclamación de madre e hijo al ver el nuevo aspecto de Nerín. -¿Les extraña mi nueva vestimenta, verdad? Aquí le entrego las prendas de su esposo Adela, las doblé lo mejor que pude y gracias… Ya me ven… este es mi traje de melitato, es lo que usamos en mi planeta. Ellos lograron teletransportarlo, me proteje del medio ambiente, aisla tanto el frío como el calor… -¡Qué bien luce Nerín! – dijo Adela sonriente. -No se deje llevar por las apariencias, para nosotros, según su vocabulario, me encuentro en “estado de coma.” -¿En estado de coma? ¿pero cómo… si está parado y parece lleno de vida? -No se pregunte Adela… nuestros sabios poseen métodos muy complejos, no quisiera asustar al niño con una explicación fatalista… lo más que puedo decirle es que se ignora si mis células resistirán la teletransportación. De todos modos es un riesgo que debo correr, aquí ya no me quedan posibilidades de sobrevivir… -¿De qué hablan mami? Yo no entiendo nada… -Nerín dice que logró comunicarse con la nave hijo, será su salvación. -Entonces ya te vas papi… ¿cómo voy a vivir sin tí?

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Página 94 -Tito… cálmate… no ahora… esta noche vendrán por mí… la nave está cerca… -¡¡No quiero que me dejes!! ¡¡No te vayas por favor!! – clamó con desconsuelo el pequeño. -Si pudiera evitarte este mal momento hijo… necesito regresar a mi mundo Tito, si me quedo un sólo día más igual me perderías porque necesito mis alimentos, en tu planeta no los tienen pequeño… no estaré a tu lado pero me llevarás por siempre en tu corazón, como yo a tí. -Yo sé que no volveremos a vernos… dijiste que tu planeta queda muy lejos, no regresarás nunca más… si acaso vuelves… ¿te quedarías para siempre? -Tal vez… o podría ser a la inversa, que ustedes vengan conmigo. Hoy no… -¿Puedo abrazarte…? -¡Cómo no, pero no me rompas mi traje nuevo, eh! – dijo Nerín tratando de arrancarle una sonrisa. Adela los vio unidos en tan profundo cariño, que deseó se detuviera el tiempo. Luego lo invitó a descansar bajo la arboleda, mientras ella y su hijo desayunaban, los tres sentados sobre suaves mantas colocadas sobre el pasto. -Gracias Adela, usted y su hijo embellecen el paisaje… -Lo admiro Nerín, si en su planeta todos son como usted, vivir ahí debe ser maravilloso. Una vibración interna le anunció al viajero del espacio que su organismo estaba colapsando. Nerín necesitaba con urgencia de sus alimentos y desde la nave, resultó imposible enviárselos. Sólo la energía cósmica de su traje de melitato podía sostenerlo. Echado sobre la manta sintió que en cualquier momento se convertiría en otro poco de cenizas junto a las de los alrededores, tal cual morían los ancianos dentro de las grutas en su planeta, llegado su tiempo… pero él era muy joven aún para terminar así. Adela y Tito vieron pasar el día en silencio, casi como velando el sueño del amigo. Llegado el atardecer, Adela resolvió levantar la carpa y guardar todo sobre el carro. La tristeza los envolvía…

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Página 95 -Al fin hoy tampoco llovió, ¿viste Tito? -Sí mami… ¿faltará poco para que se lleven a…? – dijo el niño evitando decir la palabra que su madre no quería escuchar, señalándolo con su dedo. -Creo que sí, está oscureciendo… no vuelvas a llorar hijo… Nerín alcanzó a verlos ajetrear cargando el carro y lamentó carecer de fuerzas para ayudarlos. Su hora se acercaba… morir o regresar a su nave. -Tito… – dijo casi como un gemido, – voy a dejarte algo de lo que nunca me he separado. -¿Qué… qué es? – preguntó intrigado y compungido. -Mi cofre… ahora será tuyo… consérvalo de recuerdo… ya no me quedan cápsulas ni burbujas… en la nave me tendrán preparado otro equipo. No lo abras hasta después que me haya marchado guardabosques… -Gracias… cuando regreses lo tendré para devolvértelo, tardes lo que tardes… Súbitamente surgió un cono de luz en el espacio. Ahí estaba… ya tocaba el centro del claro en el bosque y Adela fue la primera en descubrirlo. Advirtiendo el abrazo entre Nerín y su hijo, su grito quedó ahogado por la emoción del momento. -¡Nerín! – alcanzó a exclamar llamando su atención. -¡No, no! ¡No me dejes! ¡Yo te quiero! ¡Váyanse! ¡Váyanse hombres malos! Preso de una crisis de nervios, Tito se aferraba a las piernas de su querido extraterrestre. -Adela… ayúdeme a superar este momento… tome muy fuerte a su hijo y aléjese del cono de luz… ¡Gracias Adela! ¡Los amo! ¡Nunca los olvidaré! ¡Hasta siempre mi pequeño guardabosques! Y fueron segundos… aquel rincón del valle había sido bañado de luz ancestral y el más profundo silencio. Dos pares de ojos claros bañados de lágrimas veían, suspendida en el cielo, una nave extraña… Nerín había sido rescatado por sus compañeros de aventuras.

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EL REGRESO AL HOGAR En aquella noche ya no aparecía la luna alumbrando el sendero. La oscuridad cubría el valle. A la distancia, la fumarola del volcán seguía en actividad… -Mami… -Sí mi amor, ¿qué quieres? -Yo quisiera llorar mucho, ¿sabes? -No me extraña, me sucede lo mismo… fue muy triste, pero debemos comprender y seguir con nuestras vidas… él no era como nosotros hijo… cada cual pertenece a su mundo, a su especie… como los animalitos del bosque… -¡¡¡Pero por qué!!! – gritó el niño en una crisis incontenible. -Si te calmas voy a darte un ejemplo, ¿sí? Escucha… ¿me escuchas? -Sí mamá… -Mira… supón que tienes un pollito y quieres sumergirlo en una pecera para que viva con los pececitos de colores… ¿se puede? -No… no se puede… -Bueno… en la situación de Nerín fue algo similar, no encontró en nuestro mundo el tipo de alimentos que necesita y ya sabes que hay que alimentarse para vivir, porque de lo contrario… ¿qué pasa? -Se… se muere… -¿Te hubiese gustado verlo morir entre nosotros? Al menos tenemos la esperanza que su gente le salve la vida… ven, vayamos hacia el carro, debemos regresar a nuestro hogar y ordenar todo esto. -¿Dónde está la linterna Tito? -¿Para qué la quieres? ¿Acaso no conoces el camino de memoria? – le respondió Tito acariciando el cofre que le dejara Nerín. -Ven… siéntate a mi lado… – le dijo Adela abrazándolo con todo su amor de madre. -¿Puedo abrir el cofre mami?

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Página 97 Por unos momentos Adela quedó pensativa frente a la pregunta de su hijo.

¿Sería bueno o no para el niño…? -No sé… ¿él qué te dijo? -Que lo hiciera cuando ya hubiese partido. Entonces espera que lleguemos a casa, por este camino hay mucha oscuridad y podrías perder algo… no se ve nada… -¿Tendrá alguna cosita adentro mami? -Lo ignoro hijo… que te haya dejado su cofre ya es un privilegio para tí… Con su impaciencia infantil, desobedeciendo a su madre, Tito destrabó la tapa abriendo el misterioso cofre. Una estrella pequeñita les iluminó el rostro dejándolos atónitos. -Hijo… es la estrella que Nerín tenía en su entrecejo como signo de fuerza y vida… no es la misma que tenía al partir… esa era más poderosa… -Sí… esta se apagaba con su vida por falta de alimentos mami, como dijiste tú… y… me la dejó a mí… -¡Qué hermosa se ve así parece frágil! Tal vez no dure mucho más… -Sería una lástima ¿no? ¡Mira! Hay un papel dobladito también… ¿será una cartita para mí? Toma la linterna y léemela mami… -Sí… escucha, dice así… “Ernestito, mi querido guardabosques. Quiero dejarte mis deseos de paz y amor. Te aseguro que mi gente conocerá tu historia y lucharemos para que el planeta Tierra perdure por siempre. Tu valle es muy bello, serás un valiente guardabosques. Nunca te olvidaré. Te amo.” -¡Qué lindo mensaje hijo! Mira, acá dice “Nerín de Excelo, planeta de la galaxia Neruna – año terraqueo 2050″ -Yo no entiendo mucho que me quiere decir… -Algún día entenderás, volvamos a casa… -Mira mami… justo comenzó a llover. ¡Qué suerte! Tal vez nuestro valle reverdezca…

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Y LOS AÑOS PASARON... -Mira Claudio, pasaron veinte años y otra vez mamá va camino a la tumba de papá, no deja de llevarle flores cada día. -Sí… deben haberse amado mucho… -No te quepan dudas, yo tampoco lo puedo olvidar… -Pero eras muy chico cuando murió, creo que tenías sólo cinco años. -Siempre lo tengo presente, ¿tú no lo recuerdas? -No sé… me quedaron imágenes borrosas de la infancia, uno crece, estudia, trabaja, conoce gente, mujeres, haces planes… te olvidas de muchas cosas hermano. -Parece como que los años volaron, ¿verdad? -Y… sí… mira a nuestra madre, el cabello se le puso blanco… – dijo Claudio. -Pobre mami… al fin no es tan vieja… -¿Qué quieres? Se pasó la vida trabajando la tierra para darnos un estudio, y que creciéramos sanos… mucho sacrificio para ella. -Así es Claudio. A propósito… ¿estás seguro que quieres radicarte en la “gran ciudad,” como le dices tú? -Más que seguro Tito… no se te ocurra comenzar con tus sermones, ¿estamos? -No es por mí Claudio, es por ella… siente que te perderá para siempre… hablarle de la ciudad es como nombrarle el fin del mundo, además, acá hacen falta médicos, lo sabes. -No insistas guardabosques, es inútil, ¿acaso no me alejé para estudiar? -Claudio, ibas y venías, ahora hablas de radicarte. -¡Igual vendré a visitarlos Tito! ¿Qué quieres? Hasta mi novia es de allá, y ni le hables de salir de Buenos Aires. No le interesa el interior del país por más lindo que se lo pintes. -Una lástima, no sabe lo que se pierde… -Cada cual con sus gustos. Tú te aferraste a este valle con sus bosques, las montañas… pensamos diferente.

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Página 99 -No te quepan dudas, no nos parecemos en nada… yo sueño con una mujercita como mamá, simple, sencilla…tú prefieres a las mujeres de mundo, de nivel… -Los ideales no se discuten, valen tanto los tuyos como los míos. -Seguro, estoy orgulloso de mi hermano el “doctor”. -Gracias Tito, aunque nos pasamos la vida peleando, siempre serás mi hermanito, el “guardabosques”. – Dijo Claudio mientras se estrechaban en un abrazo fraternal. -¡Esto no se puede creer! – Exclamó Lisandro que venía llegando. – ¡Qué lindo verlos así! ¡Harán temblar al Tronador si los ve abrazados! -Mientras no estalle como cuando éramos chicos…¡Qué mal recuerdo! – Dijo Claudio dando unos pasos. -Muy triste… fue cuando perdí a mi padre por segunda vez… -Tito… ¿estás loco? No puedo creer que te duren aquellas alucinaciones de niño… -Nunca me entendiste Claudio, esa historia fue real y marcó mi vida… -A ver… ¿qué me perdí que no entiendo nada? – preguntó el anciano. -Nada de importancia Lisandro, ¿por qué no trae a mamá que se viene la noche? Ya sabe donde está… – dijo Claudio. -Ya voy, ya voy… ¡qué muchachos estos dos! -De chico sufrías de alucinaciones hermano. -No Claudio, fue realidad… tú no creiste… ahora observo y espero… -¿Esperas…? ¿qué es lo que esperas? – lo acució Claudio mientras el silencio se instalaba en el huerto por donde caminaban. – ¡Habla Tito! ¿Qué es lo que sigues esperando? -¡No te alteres Claudio! Es un misterio que arrastro en mi vida que no puedo evitar. Tú no me entiendes y hasta yo no entiendo… siento como si nuestro padre no hubiese muerto y habita en otro sistema solar… estoy seguro que un día volverá…

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Página 100 -¡Estás totalmente loco hermano! No entiendo como mamá no te hizo tratar. -Eres injusto Claudio, no me gusta que me hables así… -¡Tú y tu parcimonia…! Sigue con tus delirios si te hace bien, yo no puedo hacer nada por tí. Me cansé de escuchar tus disparates, voy a preparar las valijas y… ¡cuidado! no sea que te secuestren los extraterrestres cuando andas por los bosques, ¡jajajaja! ¡Cuidado guardabosques ermitaño! (Guardabosques ermitaño…) pensó Tito, mientras sufría una regresión a los sucesos vividos de niño. Levantó sus ojos viendo en la lejanía la imponencia del cerro Tronador. Montes, vidas vibrando en el unbroso ambiente de los bosques cordilleranos. En un mudo lamento bajó la cabeza. Su descreído e irónico hermano jamás lo entendería, era inútil insistir con ese tema. Aquel extraterrestre volvería alguna vez a su encuentro y en él, tendría al amigo y al padre perdido. -¿Se pelearon otra vez? – Lo sorprendió la pregunta de Lisandro. -¡Ah! ¿Eres tú…? ¿no fuiste a buscar a mamá? Bueno deja, voy yo… El sol de otoño doraba las serranías… A paso ligero, Tito llegó hasta la tumba de su padre, donde sentada sobre la roca, Adela lo vio acercarse. (Es el fiel retrato de su padre), pensó admirando su gallarda figura vestida con el uniforme de guardabosques. -¡Mamá, está anocheciendo y tú acá todavía! -¡Ay mi querido! Ven, siéntate unos momentos a mi lado… mira que linda puesta de sol… hay tanta paz en este lugar… – Sin hacérselo repetir, Tito se acomodó junto a su madre descansando su rubia cabeza sobre su regazo, para de inmediato hacerle una pregunta. -Se sincera madre, ¿por qué dejamos de hablar sobre Nerín? ¿Realmente sucedió aquello? ¿No habré sufrido alucinaciones como dice Claudio? Un silencio profundo se instaló por segundos. Adela cavilaba entre hablar, o enmudecer para siempre. Miró a su hijo y resolvió que era el momento justo. -Ya sabemos como piensa tu hermano… aquello fue real Tito… -¡Bueno! ¡Qué alivio! Al menos ahora sé que no estuve loco de chico…

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Página 101 -No… si fue una locura la sufrimos los dos hijo. ¿Quieres saber por qué dejamos de hablar sobre aquella historia? -Si madre, es lo que te estoy pidiendo… -Tuve miedo de que tus relatos se difundieran por el pueblo y sí, pensaran que eras un demente. Recordarás también cuanto me costó acallar a Claudio con sus groserías hacia tí, no quería verlos siempre peleando. Tuve que obligarte a no tocar más ese tema y obedeciste… eras muy pequeño y fue como que fuiste distrayéndote con otras cosas. -Maravilloso… te aseguro que nunca olvidé nada, callé porque te entendí y lo que menos deseaba era verte sufrir más mami… nunca olvidé a Nerín… -Tampoco yo puedo olvidarlo… fue un verdadero padre y amigo para tí, te hizo feliz el poco tiempo que compartió tu vida y nos salvó de aquellos asesinos, Martín y Juancho, ¿los recuerdas? - Recuerdo todo, pero tú me haces feliz ahora mamá, gracias… -¿Sabes que yo esperaba este momento? -Y yo que me contenía de preguntarte… -Ahora que ya eres adulto tienes derecho a saber todo hijo… -¿Hay más…? -Sí, para mí será muy lindo compartírtelo. ¿Recuerdas cuando Nerín partió, que te dejó su cofre? -¡Claro que lo recuerdo! Pero me dijiste que había desaparecido de forma misteriosa… no me digas que… -Sí, lo tengo… tuve que mentirte por temor a que tu hermano lo destruyera, sabes como era él… por suerte cambió mucho con los años. Es frío… -Es diferente a nosotros, nada más, tal vez por eso eligió esa carrera. -Especialista en cirugía mayor… mi hijo el doctor… -No nos desviemos del tema mamá, ¿qué hiciste con el cofre? -Lo tengo bien guardado en casa hijo, ya te lo devolveré, pero eso no es todo.

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Página 102 -¿Continuarás sorprendiéndome? -Tito… Nerín me dejó una carta… un mensaje para los habitantes del planeta Tierra, eso me dijo cuando me la entregó… -¿Te refieres a la carta que estaba dentro del cofre con la estrella? -No, esa también está… él me entregó otra… -¿Cómo esperaste tanto para contarme? -Me dijo que la leyera a solas y además, tú eras muy pequeño. La partida de Nerín te había afectado mucho y preferí comprarte libros de cuentos y juegos de armar, eso te distrajo bastante. -Es lo que creiste, nunca dejé de recordar mis aventuras junto a Nerín, al fin, nos engañamos mutuamente. -Bueno… así fue como dejamos de tocar el tema… Parece que volvemos a retomar la historia… será nuestro secreto, nadie podrá inmiscuírse ya que tu hermano se va. Espero que manejes con prudencia lo que sabemos. -No lo dudes por favor, quiero ver esa carta mamá. -Siempre la llevo en mi bolsito, está un poco ajada por los años, pero sus letras siguen impecables. ¡Vaya a saber con qué tinta escribirían en su planeta! -¡Dámela mami, no me hagas esperar más! -Aquí está, la guardo envuelta en un pañuelo de seda, tómala y ábrela hijo. Con manos temblorosas Tito recibió el extraño papel. Muy despacio, como temiendo dañarlo, lo extendió frente a sus ojos. Adela lo observó advirtiendo la expresión de desconcierto de su hijo, su ceño fruncido, sus ojos azules como desorbitados en su bello rostro. Una y otra vez Tito miró a su madre. Ella se veía serena, segura de lo que le entregaba… ¿Podían ser creíbles sus palabras? ¿Acaso no habrían enloquecido los dos por culpa de Nerín? ¿Cómo su madre decía haberla leído?

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EL SECRETO DE LA CARTA -Mamá… estos son geroglíficos… es imposible entender algo. -Muchas veces me relataste como hacía Nerín para comunicarse con sus compañeros de viaje, yo misma lo comprobé antes que la nave lo rescatara… Él realizaba una especie de ceremonia dentro de la quietud y el silencio. ¿Recuerdas cómo extendía sus brazos hacia el universo? Ya la tienes… ahora te aconsejo esperar la partida de tu hermano que por cierto, no me hace feliz se aleje tanto de nosotros. Podrás concentrarte con toda la tranquilidad del mundo cuando quieras entenderla. -¿Tú pudiste deducir qué dice? Perdona madre, pero me cuesta creerlo… -Por supuesto hijo, claro que usé otro método que el que te sugerí… quizás menos efectivo, no lo sé… puedo asegurarte que tuve respuesta… -¿Y qué hiciste? -Algo simple. Cierto día, en este mismo lugar, me recosté sobre la hierba al ladito de la tumba de tu padre… tenía la carta dobladita entre mis manos y no lograba entender nada… sólo veía garabatos extraños… entonces la puse sobre mi pecho y cerré los ojos… su voz me relataba cada signo en palabras claras, precisas… -¿Qué te dijo mamá? -Imposible que yo pueda repetírtelo hijo. Era un mensaje inteligente, lleno de sabiduría y amor… tal vez a tí te diga cosas diferentes, no sé… a mí me ayudó a seguir viviendo por ustedes. -Jamás lo hubiese imaginado… -Tenía esta deuda contigo Tito, me siento aliviada. ¿Regresamos a casa? Tu hermano se estará preguntando por donde andamos cuando él está por partir. Guarda bien esa carta mi querido… -Seguro mami, ven, tómate de mi brazo… está anocheciendo… Adela se estremeció con el frío del ocaso. Muy pronto el invierno vestiría de blanco al valle donde pasara su vida, y ella se sentiría más sola que nunca. Su querido y difícil Claudio se marchaba al día siguiente y, a pesar de estar acostumbrada a sus alejamientos por causa de sus estudios, esta vez, su partida, la dejaba perdida en un desasosiego inexplicable.

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EL SECRETO DE LA CARTA


Página 104 Caminaban tranquilos por el viejo sendero que los llevaba a casa. Atrás quedaba la tumba de Eliseo y los misterios del extraterrestre tan querido, que apareció en sus vidas como la nada. Ernesto llevaba bien guardada en uno de sus bolsillos la misteriosa carta, pero sabría esperar, como le pidiera su madre. -Estás temblando mamá… – dijo Ernesto abrazándola por los hombros. -No sé… de pronto sentí mucho frío, pero ya llegamos Tito. -Quisiera saber porqué Nerín no volvió a comunicarse conmigo… -Vaya a saber hijo, había dicho que su planeta estaba en un lugar tan remoto, que no puedo ni imaginar como su nave llegó hasta aquí. -Tienes razón, de niño nada me extrañaba, ahora me hago mil preguntas. ¡Cómo quisiera encontarlo otra vez y llevarlo a recorrer la cordillera, conociendo cada lugar como lo conozco siendo guardabosques! Creo que lo esperaré hasta que me muera… -Mira Tito, ahí está Claudio y parece enojado… -No cambia más… -¡Eh! ¡Ustedes dos! ¡Qúé diablos andan haciendo! ¡ Menos mal que me ayudarías a preparar las valijas madre! ¡Me cansé de esperarte! ¡Ya me vas a extrañar, verás! ¡Siempre del brazo con su nene! -Siempre grosero, no cambias más hermano. – Dijo Ernesto conteniendo el llanto de su madre. – ¡Mira lo que conseguiste! ¿No te das cuenta lo triste que está? -Perdón… siempre meto la pata… no quise herirte mami, es que soy demasiado impulsivo con ustedes… perdónenme los dos. Claudio abrazó a su madre, mientras Ernesto resolvía dejarlos en su intimidad, montando su caballo para hacer su recorrida de rutina por las cercanías. La noche avanzaba… El progreso de los años transcurridos había cambiado muchos aspectos en las chacras. Luces dispersas señalaban los senderos…

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ERNESTO Y SU COFRE Adela lloraba sin gemir con el rostro entre sus manos. Hasta el paisaje parecía enmudecer respetando su penar. El mayor de sus hijos había partido, buscando forjar su propio destino lejos del hogar materno. “Quédate tranquila mamá, sabes que vendré a visitarte.” Esas fueron sus últimas palabras en la despedida. El destino de Claudio estaba marcado por un accidente en la ruta, del que Adela muy difícil fuera a enterarse. Un trote lejano le anunció que su otro hijo se acercaba por el camino de pedregullos. Sentada en su sillón de mimbre bajo el alero, enjugó sus lágrimas. No deseaba preocupar a Tito, como seguía diciéndole desoyendo el pedido del muchacho, que ya siendo adulto y guardabosques, era llamado por todos por su nombre de pila, Ernesto. Lo vio descender de su caballo negro como el azabache, admirando su figura ataviada con el uniforme que le sentaba tan bien. La campera roja, sus botas negras y largas hasta las rodillas, aquel sombrero de alas anchas tan negro como el resto de su ropa ocultando sus rubios cabellos… no podía haber otro joven más gallardo que su Tito… Con paso ágil se acercó a su madre para levantarla entre sus brazos fuertes, con todo el amor de hijo que le profesaba. -¿Qué le pasa a mi novia triste? – le preguntó observando sus ojos enrojecidos. – ¿Acaso yo no seguiré durmiendo bajo tu techo? ¿Ya no me quieres? No quiero verte sufrir mami… -Lo siento hijo… algo me dice el corazón que esta vez no volveré a verlo más… es un presentimiento… -No divagues madre. Claudio vendrá pronto a visitarte… Creo que estás necesitando un poco de distracción, vives encerrada con tus recuerdos mamá… -Me siento cómoda así, ¿dónde iría si no tengo trato con nadie? -¿Y María Luisa? Ustedes eran muy amigas recuerdo. -No, no Tito… ella está muy ocupada con sus hijos y los nietos, no me gusta molestar… además, tengo mucho trabajo en la chacra. -¿Quieres decirme para qué pusimos peones? -Si no los vigilo hacen lo que quieren, lo sabes…

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Página 106 Había comenzado a caer una suave nevizca sobre el valle. Ernesto llevó a su animal, que en recuerdo del lejano caballo que fuera de su padre, bautizó con el mismo nombre, Guaco. Al entrar al galpón donde estaban las caballerizas, el lugar le pareció más sombrío que nunca. Como tantas veces, sintió que seres invisibles se movían en el lugar erizando su piel. Observó… todo estaba como siempre, cada cosa en su lugar. Miró hacia el techo divisando las vigas donde se columpiara con Nerín. Ya no le parecían tan altas… pero algo le hizo presentir al querido extraterrestre de su infancia. -¿Volviste papá? ¿Dónde estás…? Háblame por favor que siento tu presencia. Nerín… amigo… ¿ya no me conoces? soy Tito… tu pequeño guardabosques se hizo adulto… pero sigo siendo el mismo… No había en toda la chacra algo más extraño que aquel edificio con su oscura silueta. Si no encendía la luz, nada podría distinguir entre las sombras y los caballos se movían inquietos. Tenía que quitarle la montura al Guaco y dejarlo en su corral. Tratando de sobreponerse, iba a poner manos a la obra cuando escuchó decir su nombre a sus espaldas. -Titoooo… Se volvió sobre sus talones. Por el gran portón de madera apenas se divisaba el paisaje exterior. Con dos de sus largos pasos llegó al umbral. A lo lejos, apenas si distinguía picos nevados… luego fue un disco dorado girando veloz entre nubes plomizas… Como subyugado, creyó ver aludes como mar de lava y cenizas cayendo sobre el valle. El Tronador escupiendo su furia contenida por milenios… -Nooo… ¿qué me está pasando? El cerro está tronando como siempre… Salió del galpón cerrando con cuidado la entrada. Nadie andaba por ahí no siendo esa nevizca molesta que caía por momentos. Su madre lo esperaba con la cena… Los leños encendidos en el comedor, transformaban la lúgubre sensación del exterior. Adela había puesto la mesa con su mejor vajilla, pretendiendo tapar con lo agradable, la tristeza por la partida de Claudio. -Voy a darme un baño, me visto cómodo y ya estoy contigo mamá. -Dijo el muchacho pensando en otras cosas…

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Página 107 Adela sonrió escuchándolo, mientras daba los últimos toque a su cena. Al rato lo vió entrar perfumado y vestido con su pijamas. Tito pasaba el día metido en su uniforme de guardabosques, y no veía el momento de ponerse cómodo cuando llegaba al hogar. -¡Cuánto esmero mamá! Qué linda pusiste la mesa… ¿a qué se debe tanto derroche? ¡Qué rico lo que cocinaste! Esto parece un festejo… -Acertaste, es una fiesta que estemos juntos. -Eso debes repetirlo más seguido, me gusta. -Cuando contraigas matrimonio ya no te tendré de este modo hijo… perdóname, hablo como una egoísta. -Ya te lo dije cien veces, cuando te traiga una nuera viviremos contigo y te vamos a llenar de nietos. -Me gusta la idea, me suena a que ya hay una joven a la vista, ¿me equivoco? -Mmmmmm… es que no estoy seguro… si te lo digo te ruego no lo comentes. -¿A quién? -Bueno mira… se trata de Ayelén, la hija de María Luisa y Ramiro. -¡Qué bien Tito! Esa chica es ideal para tí. -Es preciosa… pero no me animo a decírselo… ¿si me rechaza? -No lo creo, eres el joven más buen mozo del valle. -¡Habló mi madre! -¡Vamos, anímate! Mira si aparece otro… después no hay lamentos que valgan… terminemos de cenar y vamos a tomar un chocolate calentito al living, te llevaré el cofre. -Quiero sentarme junto a la chimenea… – dijo Ernesto acomodándose en el viejo sillón. -Cuando miro mi casa que ya está medio destartalada y mi pelo canoso… no puedo evitar sentir que ya no me queda espacio en este mundo hijo… estoy muy cansada… el corazón parece querer detenerse a veces…

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Página 108 -No te me desmorones mami… hasta recién estabas feliz… mira, te tengo otra sorpresa. En estos días recibirás muebles nuevos para toda la casa, ya los reservé en el pueblo. -¡Nooo! ¡Eres un loco! ¿Cómo vamos a pagarlos? -Me dieron un buen aumento de sueldo y ya sabes que me gusta ahorrar, las cortinas las eligirás tú mamita. -Eres maravilloso hijo mío, como decirte gracias… -Poniendo el cofre en mis manos, ¿lo trajiste? -Lo tengo en mi dormitorio, tendrás que bajarlo tú porque en aquellos tiempos alcanzaba, pero ya no puedo estirarme tanto, ven… Al entrar al dormitorio de su madre una nueva emoción lo sacudió. Otra vez su mente le hacía una jugarreta, aquella voz lo estaba llamando… -¿Qué pasa hijo? – Preguntó Adela notándolo perturbado. -No lo sé… escuché que alguien me llamaba… -Te habrá parecido, a ver, fíjate en el estante de arriba del placard. – dijo despreocupada la mujer. Con sólo estirar su brazo lo alcanzó. Lo tenía entre sus manos tal cual lo recordaba, junto al cinturón con que Nerín lo sujetaba a su cuerpo. Ahí estaría su estrella también… -Parece un milagro mami… no lo abriré acá, ¿no te enojas? -Respeto tu privacidad y si no te enojas, quisiera irme a dormir, vete a tu cuarto hijo, mañana debemos madrugar y hay nevada por lo visto. Ya en su habitación, Ernesto depositó el cofre junto a su cama sobre la pequeña mesa. “No es aquí donde debo levantar su tapa, lo haré mañana al pie de la montaña, como lo hacía Nerín” – pensó acomodándose entre sábanas limpias y mantas tejidas por su madre. Dentro de tanta tibieza, Ernesto, siempre Tito para los suyos, se dormía profundamente…

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Página 109 La noche caminaba hacia un nuevo amanecer, cuando Ernesto apareció con su uniforme en la cocina de su madre. -Buen día mami, pero…¿por qué te levantas tan temprano? -Quise prepararte el desayuno Tito. -¡Pero mira que eres terca! ¡Cuántas veces habré de repetirte que me lo sirven en el cuartel! -El mío es más rico y de paso sales calentito, hace mucho frío afuera y tú… cabalgando entre esas montañas… ¿abriste el cofre? -No, aprendí a no ser impaciente, además, algo dentro mío me pide hacerlo al pie del cerro… siento que Nerín estará a mi lado… -Después me cuentas, yo tampoco soy impaciente, eso sí, cuídate por favor hijo mío. -Quédate tranquila mamá, vuelvo por la tarde, adiós… Después de dejar un beso en su mejilla, Adela lo vio alejarse montado en su caballo negro recién ensillado por Lisandro. A ella la esperaba su cocina repleta de vajilla por lavar. El valle cubierto de nieve quedaba tras la puerta. En la calidez de su solitario hogar, las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas. El recuerdo de Eliseo parecía lejano y presente. Hubiese sido su mejor compañía en la vejez… Sus hijos… cuando pensó en ellos se acercó al ventanal mirando el horizonte… Claudio y Tito, con sus veintiocho y veinticinco años respectivamente, ya eran hombres. Cada cual había elegido su profesión, el camino a seguir… En su soledad esperaría al menos noticias de Claudio, que nunca llegarían. Sus afanes de ser un inminente cirujano los había tronchado la fatalidad. Su querido hijo menor era toda su esperanza… una boda con Ayelén, nietos, un estrechamiento de amistad con María Luisa y Ramiro, muebles nuevos… Tantos cambios, ¿entrarían de hoy en más en su vida solitaria…? Lisandro, encorvado por los años, iba y venía junto a los peones…

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EPÍLOGO La noche había cubierto de nieve el valle, con sus bosques y montañas. Al trote lento del Guaco, Ernesto había llegado hasta el cuartel. El jefe de guardabosques había recomendado al grupo, emprender las recorridas en las motos de nieve de última generación tan flamantes, como que se las habían entregado poco tiempo atrás. Cada cual llevaba su itinerario a recorrer, dedicado al control de la fauna autóctona, que en ocasiones quedaba atrapada en la nieve. -¿Por qué sales con tu caballo Ernesto? – le preguntó su jefe. -Voy cerca y vuelvo, tengo algo que controlar por ahí, al regreso salgo con la moto de montaña. -Vé con cuidado, nevó mucho anoche y ya sabes que la nieve fresca no es buena para los caballos en la montaña. -No se haga problemas, conozco todo el lugar como la palma de mi mano. Ernesto tomó el camino por el cual supo andar con su lejano amigo. El silencio y la blancura del paisaje lo invitaron a apearse. Una gran roca cercana le brindaba asiento para intentar leer la carta que le entregara su madre. Quitándose sus guantes de cuero y piel de corderito para tomar con mayor cuidado aquello, que se asemejaba a un papel, lo abrió fijando su mirada. Todos esos garabatos no significaban nada para él… Cerró los ojos invocando al Universo, sólo quería un milagro que le hiciera entender… Fue entonces que algo sucedió. En medio del silencio, un sonido extraño y difuso penetró sus oídos hasta inmovilizarlo. Un lazo como de acero le oprimió el pecho, la garganta, las piernas… y conoció el terror.”¿Qué me está pasando?” Pensó desfalleciente. Un cono de luz lo arrojaba a metros de distancia sobre la nieve blanda… “El cofre… debo abrir el cofre… esto es anormal… debo sostener la estrella… él lo hacía así…” Con desmesurado esfuerzo levantó la tapa enmohecida. El hueco estaba vacío… – ¡¡Papá!! ¡¡¡Neriiiiiín!!! Su grito desgarrador se esparció en la inmensidad de la cordillera que comenzaba a estallar. El suelo desaparecía bajo sus pies… Unas manos invisibles lo levantaron en vilo. FIN ELBA MAZZEO 110

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