Habrá derecho a un cuerpo torcido

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Habrรก Derecho A Un Cuerpo Torcido 1


1 Habrá Derecho A Un Cuerpo Torcido Habrá el derecho a enfermar de una patria si nuestra fragilidad nos concede sangrar sus banderas, echarnos un yugo nuevo al cuello y una mochila de ardores militares a la espalda. Habrá derechos de cuerpos torcidos, defectuosa pausa de tumbas y caballos de piedra con idéntica deriva. Aún ahora que canta un ebrio marinero sufre su alma a punto del vómito fácil resbalando en el muelle. Habrá plomo súbitamente esclarecido para admitir viejos juramentos, o para renegar de himnos temblorosos, cómodos o contrarios a la guerra. Habrá que ser parte del delirio dice el sin techo, apenas hoy la patria nos alimenta, ni importa de donde procedemos esta vez. Habrá derecho a un cuerpo torcido de nueva patria. 2 Un Pequeño Llanto En La Entrega Apenas oigas al infinito deslizándose como un intruso, las tristezas inocentes serán un para siempre corto y no tan punzante, ¿qué creías? Tus arañas de pico y plata ya no tienen visitas cada noche, ni retienes asumirte, ya sólo te inmovilizas, te aceptas y te encadenas al olvido. La piel del párpado, como la piel del mar, se vuelve polvo en contacto con los sueños. Ciega de espuma perdiste tu cuchillo contra ti y contra todo. Apenas oyes al más allá, tan dulce que asusta, invitándote a bailar cegueras y chirriar bisagras. Cuando oigas que llega el momento deja de preguntar de que se trata y por qué oscureces madrugadas. Apenas las palabras de otra hora sin leña, otro cuerpo sin luna, otro dolor sin limpia herida, mientras, más batallas sigan y presientan tu nombre. Resistes cada embestida con goznes de bellas siniestras. Apenas la condena final atrae dibujos de arena, sendas rotas, caminos sin estrellas, señales sin misterio; avanzas a ciegas. Siempre gritan golondrinas en momentos así, lo esperaba entumecido encogido en tu garganta sin música, lo esperaba sin valor para cuando llegara el gemido con su retardo de malos vientos.

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3 En El Confín De Nuestras Botas La seca casa sin corrientes enferma de cadenas y efímera condescendencia, acepta del árbol de agua la madera para buques que surcan colinas. Presiente un jardín sin sombra al marinero jubilado, el que perdió a su amante pero salvó su charca de arroz y de soja. Pendiente de un hasta ahora en suspenso, agua servil dispuesta para bañar siluetas, ojos capaces de hacer naufragar una tormenta, sombra de estrella, locura odiseas que lo volvía figurita de porcelana en cada muelle. Vuelve a su jardín sin sombras, le quema en la garganta la sal marina y acumula soledades en su pecho. A punto de fundirse el plomo de la galaxia, nadie espera si nadie vuelve, nadie vive de mi, ni de todos. Marineros de otro mundo corrompen el filo que les amarga el pulmón. Suspiro y aliento. Visión de viajeros y de partidas. Me estremece que no sientas la travesía de nadar desiertos de amor al roce de una página, de un índice o un acento suspendido, lunático y flor de amenaza.

4 Para Celebraciones, El Viento Divino Hoy, menos inercias disputan y empujan la incertidumbre; debe ser cosa de ir acostumbrándose a esta somnolencia. Se van los sueños como los niños hacen equilibrios en las terraza de los bares a medianoche, y un clérigo distraído ya no puede con ellos ni con el destino. 3


Contenidos de primeras heridas, de yagas nunca sanadas: nada puede distraernos de lo que no sabemos, de lo que duele a sombra drástica y arrogante. La impaciencia de las palabras, eso no nos salvará, pero al menos no se corrompen ni huyen a solas. Nos internamos en la atmósfera transparente de la enfermedad última de su mano, porque ella no le teme a los espejos. La voz ha muerto, ya no engaña la inmóvil invasión del silencio. No sorprenden los hombres incapaces de rezar y de llorar, en realidad, ¿qué más da, cómo se espera? Ninguno enlazará una explicación que lo tranquilice, no se emocionan, no fluyen, no respiran las olas. Ni el profundo mar sabe doler como el miedo, ni el vacío siente la gloria espiritual del ahogado cuando al fin se entrega a los amaneceres submarinos. Golpea la flor al muerto con nuevo clima, un lenguaje que sólo se sabe después de la nada. Hoy, menos caricias aprenden los días de las olivas y la tierra dura. Se van las horas, se aceptan nuevas condiciones en el vinagre del último lecho. La última botella de jerez.

5 Menos que nunca una prueba reitera la cabeza fusilada. Penetrante condescendencia. Sólo desde nuestra ignorancia podemos aceptar semejante resultado sin cuestión, sin protesta, sin un balazo de vuelta. Estamos de acuerdo, congeniamos con los gusanos.

6 La Imprudente Invasora Ama el aire que lo eleva, la verdad del cuerpo y la carne desgarrada por dientes ajenos que lo martirizaban. Vendrá confundido de alas de cuervo, sangrado cartílago y hueso, feliz del umbral inocente y requiebro de brisas. Volar a nube de vientos, caer a suelo enlosado. Ella lo vio distrayendo la fronda del árbol numeroso, 4


llenándolo de pájaros de cartón, sonámbula de oportunas jaulas y correas, se entregó para un largo cautiverio. Lo sintió tras sus pasos, y supo que era él, para acompañarla, para consolarla y para estrellarse contra el suelo cada vez que lo pidiera. Volar, alas negras, media oración.

7 De Poemas Sin Montura Conozco que nos han hecho tragar sapos, hacia ese pesar y la asombrada angustia dirigidos. Sin calma, he dado el salto de mi, una versión de mis temblores. Los cuidados de un frase sin atributos como respuesta a las peores amenazas de los mayores. Pagaré por ello, por escribir con la prudencia de un trueno, sin apellido asumible, ni procedencia aceptable, ni voz humilde. Reconozco en la inmensa visión de las consecuencias, paralizado, constituido en otro cuerpo, la imagen a través de los párpados. Algunos versos crecen de un temblor, sin identidad; los hostiga la nostalgia. Otros, piadosos, siguen su camino, de cada pulgada: nosotros. La primavera.

8 Infinito Público Todavía en las ranuras, el instante puede ser atravesado, durante su metamorfosis melindrosa. Corre, corre, te anima el asustado arbusto, barba de anciano, axila febril de un preciso segundo. Conejo de madera, voy a por ti 5


y tu sala de prensa. Se expresa un viento lluvioso, temor de mares; navegan nuevas ideologías y se consumen estridentes en las madrigueras. Todavía en el infinito, nada está escrito. En vano nos manifestamos en favor de la fraternal caricia; la punta de otros cuerpos, Jesucristo escrito en la batalla, donde todas las parábolas son sordas. La impúdica señal de Alicia señala al salvaje, al indefenso tripulante de hambre humana, ¿de qué nos sirve tanta vana retórica? Ruge en mi cara la misma noche que os arrulló en vuestra infancia, genocidas amores se celebran en la multitud. Hierven los últimos dolores; crece una fila seccionada de estrellas desamparadas en la carretera. Sé que una de ellas nos mira y asume el poder emergente de su influencia inocente. El universo parece tener una foto con mensaje para toda esa niebla torturada, para todos los hombres libres de tierras que buscan refugio, para los que huyen de un mal instinto en un bombardeo. 9 La Mano En La Moneda Ahora, transcurridos los ojos ciegos, aún puedo decirle a la montaña como me tuercen sus mañanas. Elegí la única infancia posible, engañando mariposas. Derramado en esa estrella, capaz de dormir en el canto de una brisa, la que se rodea de abetos y cipreses del lago. A favor la sospecha, indolente en primavera, intoxicado de rocío y nubes bajas, sobreviviendo, contaminado, pasa el brío de las muletas en invierno y las postales en primavera.

10 La Ciudad Crujiente 6


Aspirar a encender un pitillo en la ciudad de madera, cada vez que bailan los extranjeros, estremece las tablas del techo. Entonces miro las rosas que nacen de los tablones, ¡serán de plástico!, le digo al portero que se ríe sin gana. Todo puede arder tan rápido como se desaloja un cine, llueve horizontes, crece una piedra de hielo en la nevera, y nada parece tan real como la guitarra que suena más allá de la ventana. Cuando termine de escribir no tendré excusa para seguir despierto, y ese músico callejero seguirá soñando que puede caer en el regazo mutilado de la luna Todo puede atardecer sin permiso en una ciudad sin reglas, que se deja pero no se entrega, se acostumbra pero aún añora.

11 Revuelta En Los Arrecifes De Marte Sin apenas venas, la luz cuya viveza nos alcanza, mantiene la ruta de plata a través de la agónica galaxia. La perla, a todo aire, gira sobre sobre su cuello sin volver a sentirlo. Ahora corre hacia el diente impuro y oculta la anemia de sus planes. ¡Masacre!, gritan los condenados. ¡Marte a muerte en nuestra colonia!, gritan los más atrevidos. Presienten el flujo de una tierra que descansa y de un mineral cautivo. Las piernas de la mujer se inclinan y caen pétalos de camelias sobre los tobillos. Las refulgentes velas de la nave se pliegan y una sinfonía los alcanza hasta los ríos submarinos, los cañones de luz y las reservas de mapas. Los amantes de Marzo tuvieron una criatura de humana sonrisa y ya a nadie le importa. Si por el rey fuera no volverían a cantar los jilgueros, es el espíritu de la distancia, el edicto de las alfombras doradas. Nada saben los mendigos del vapor en las chimeneas extrañas, pero los boletines que prohiben la lluvia en Marte ya han sido proclamados por los interventores de palacio. Ellos saben que no les importa.

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12 Ardor De Poeta La adorable simiente, la tierra esparcida, el rosal retirado del muro sombrío. El ardor del poeta se esconde entre el ruido de sus pensamientos. Se alivia de costumbres, sucumbe, añora vivir de amores y humanas pesadumbres. Al clima le digo que no detendrá tanta dulzura, la niebla de tanta embriaguez, ni la tormentosa tolerancia, lamentación de sus recuerdos. Ni una lluvia torrencial podrá parar la lujuria de un mundo de embaucados propósitos. A nadie sirve tanto cambio de postura. Entonces, llega ella, como siempre, se hizo esperar: asume su importancia de musa. Perdió su insistencia sin músculo porque se atreve con tanto. Lo desafía, palidece, lo admira, lo glorifica, lo seduce, lo despierta de sus ansias y amarguras. Alguien más debe ganarse un suicidio, o dejar que se amen las crisálidas, o que compartan sus verrugas, que luchen por un sueño hasta romperse los huesos. Ante el menor signo de retirada, rehusa, asistido por un pasional injerto resbalaban los clarines del adorable relámpago de la musa. Al morir de amor sigue vibrando la tierra, por un tiempo retumban los cimientos. Los ojos azules ya no no construyen metáforas ni ascienden sudores por la mujer pagada en púrpura. A veces, solo así, detrás de las cortinas, 8


se abrazan luciérnagas. La primavera, se mueve en el vacío, vigila golondrinas.

13 Están cantando cucarachas Suave como los pelillos de su cabeza cuyos sensibles movimientos son capaces de descubrir cualquier movimiento de luz o de aire. Suave como la conjetura romántica de un insecto en su palacio, como el incansable sol y la tierra reseca, como el envoltorio de una chocolatina o el corcho de una botella de vino. No es vacío el amor de las cucarachas, hacen un sonido vibrante, imposible de registrar, casi un silbido. Si la hembra se duerme, los machos se ahogan en los charcos o lloran bajo la lluvia caprichosa. Entonces, su canción parece dudosa, cubierta de orgullo pero también de desprecio. Cuando hacen el amor, lo que más temen, es morir incinerados en una hoja de periódico arrugada, la hoja que alguien tomó para aplicar el mechero y encender con ella la estufa. Si todas estas circunstancias se dan, su canto se vuelve dramático, sin esperanza. Intentarán volar, pero lo único que realmente podrán hacer en ese momento de abandono, es seguir cantando hasta que las llamas le quemen las antenas. Los labios, la lengua, la boca y la garganta.

14 Ayer Ayer, ante la tumba del viejo recordé que ya no siento, que me secó la nieve acogiéndome 9


en la escama. Llegó el momento para los dos, como se hacen las despedidas, donde todas las cosas descienden hasta viejos sueños, se apagó el pulmón y ascendió el cuerpo, levitó hasta tocar el techo con los ojos. Me pareció cruel hablarle a unas vísceras que ya no están y me dejé consumir por la niebla, porque ahora soy yo el que acepta la enfermedad, la inquietud del contagio, la incertidumbre de ceñir las cenizas. Algo de lo que queremos no se somete a lo inmortal, se columpian divinidades y a lo lejos se acerca un carro con tres nuevos distantes ataúdes. Ha llegado el momento, te van a levantar, necesitan espacio. El vasto hueso se les cae y lo recogen; ayer hablamos lo necesario y hoy ya desapareces del todo.

15 Nosotros Incrustados Nuestra vida nos llega de una amargura, nos perturba ser el destino de lo que fuimos y vivimos encogidos. Nada sabe el asesino de sobrevivir a un nuevo y limpio solsticio. Nos contemplamos como la manifestación de un fracaso. Cumplimos una tarea temporal interrogados por la resignación a la que tal fuerza nos somete. A las orugas también las indigestan las ficciones. A los amantes le agradan la astucia de las palabras. A la oportunidad le incomodan los hombres pacientes. Es un misterio la controversia de tanta emoción desvanecida, de tanta ansia vencida y tanto tedio impuesto. Es humillación tanta atención distraída, tanta conclusión consentida y tanto final sin ardor.

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16 La Luz La luz más rápida es un juego de orillas; allí mueren todas las promesas. A esa fuerza de nieblas sobre el mar respondían mis pesares. A toda fosa, de estrellas y caracolas respondían mis poemas, con fuerza sin articular de largo reflejo, de lánguido lamento de perro ahogándose y naipe sin suerte. Así respondías tú, que creías que no encontrarías alambradas en el misterio y que te recibirían con himnos sagrados y pétalos de rosa. Asciendes desmontando la vieja superstición escrita con cuernos y truenos. Te envenenas con placidez atardecida, para aceptar tu espíritu descompuesto y así desbocar todas las lenguas. Tú, que lamentabas no ser inmortal en otro tiempo, ahora eres tierra de nuevos romances, paganos adioses impuros, discreto en tu lecho, capaz de dormir a pesar del viaje inminente.

17 Si No Estallan Las Metáforas Nadie nos va a explicar la permanencia, porque el tiempo vuela ajeno a toda conjetura. Distinguidos profetas han vuelto de sus pies sin raíz ni bisagra, para decir con sus labios sabios, que al desconcierto le agradan, dioses impacientes y musas pervertidas. Religiones siempre habrá para muertos insurrectos dispuestos a la oda al menosprecio. Hemos asistido al estrecho engaño 11


de nuestras libertades con la indiferencia de quien pierde el canto púrpura de una mariposa, como quien acepta con amabilidad su propia agonía. Pero nuestras mujeres tenían clavos en lugar de pezones, y bajo la piel de su pecho escondían un corazón polvoriento; eso nos pareció suficiente. Salieron engordando la primavera y todavía vuelven, entusiastas palomas, para escribir revoluciones sobre el rocío, y se rebelan contra el hastío de aquellos que aún rezan empuñando coronas.

18 Que Vengan Cabalgando Que vengan cabalgando las dagas de la historia cuando enfermen los perfumes y se alejen en el libro los lamentos de los hombres y sus cicatrices. Que son negras las cosechas de profusa poesía, de siempre vientos en los valles y de fuegos que no ardían. Sigues la duda, si aún no careces de merecer la luna. En parte alguna, si te pareces a otra imagen y como ella eres impura ya nadie te prestará ayuda. Desmayada, sigue en tu seno abierto la caracola, fatigada en tu retiro, despeñada en la llanura.

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Que se claven en mi espalda los versos más antiguos y hermosos, de tu arte te perviertan, de tus penas venosas te pervivan, las que mordiendo la tierra besan en el tiempo, y encuentran en sus manos, en estrellas que aún alumbran al asesino, de algún benefactor secreto, la luz de otro paralelo significado. Surcas con tus labios el cuerpo que comparten los moribundos, con ellos convives, se aferran a los féretros y, peor aún, deciden no tocar el suelo si no te arrastran consigo. Nadie sobrevive a los sueños. Tan sólo un año resiste rebelde a los cimientos de esta gracia. Y después... el olvido. No persigues la duda de los cánceres, no buscas perdurar, ni entender lo que está destinado a traspasar tus límites. Viniste, y eso ya te consagra como una melodía. Me llevas contigo.

19 La Acetona Del Cadáver Literario Algo me impide detestar a los ilustres literatos, a la inapropiada semejanza que demuestran con la oportunidad física, con la mano que aprovecha cada dedo. No puedo culpar a la mujer que se dormía en su regazo ofreciendo toda su vejez a sus humedades aún vivas. En esta clara medida de la tarde, me resisto a creer que algo aún les complace en sus relucientes ataúdes, en los podridos parpadeos de unos ojos vacíos, 13


o que algo tenso encuentran avanzando en la encuesta de su ceguera. No puedo creer en la perseguida finalidad de la trascendencia, la que que alimentan sus discursos sin discípulos, si tengo la sensación de las carencias de la carne o desconfío de un vaso incombustible. Demasiado formal el paraíso para contrariar a los germinados halagos de hombres sin risa ni a esforzados artistas sin tinta en las venas. Sobre el fuego bailan gemidos que ellos desconocen, las nieblas tiemblan sobre el mástil vacío y esponjoso. No pueden más que tragar gusanos y yo no debo hacer más agujeros disparando a cubierto, sobre la bandera de insaciables premios. Algo me impide respetar al hombre que aprende reverencias, invocando la traición literaria por no preferir la noble ciencia del que aprende a ser linterna. 19 Melancólica Atravesada De Simiente El secreto sigue en ti como un pasajero, en los vendajes sólo se intuye la verdad de heridas heredadas, no las tuyas. Después de la intuición te generas sobre sospechas, celebras la juventud, la eterna sin conciencia. En un humo como este nos busca la tarde, dejaste al invierno tembloroso, huérfano de ascendientes, por eso aceptas la condena, triturada tortura, perpetuo engranaje. Perdiste los zapatos cuando murieron tus padres y ya nadie volvió a ser el mismo.

20 La Densidad Del Destino, La Primavera Bajo Tierra A tu manera manejas la jaula y el vino atento a la postura de relucientes luciérnagas. Igual te incitan iluminadas, que volando sobre la fuente del olvido. Te atraen sus disputas pero te desagradan cuando permanecen sentadas en sus orines, o clavadas en el vidrio, acechando los tatuajes de un marinero o las uñas negras de pies enfermos, 14


de podridas pieles nucleares de un científico. La subterránea mata atómica sobrevive sin luz, se alimenta de ruegos y lamentos, aquí donde la lana ahoga y se murmura que habrá otro derrumbe de roca helada. Otros sobreviven con ella; deslumbrados de banderas y asesinos de ideologías. La boca abierta y el hambre escasa son tus emblemas. Eres prudente del mundo y te amaneces de ti, lejos de que eso aún te fuera suficiente. Nunca oíste un disparo, ceguera de topo la tuya, peligro de lluvia, hacha seca, filtración venenosa. Todo eso que a otros los ahoga hasta el zarpazo en tu músculo se llena de muerte y primavera, entre tuberías inagotables y frascos de gasolina, entre lápidas, laberintos y magma incandescente. Hay palabras que nunca decimos, esas palabras de las que sabemos mucho pero que pronunciamos poco, y otras palabras que sólo habremos pronunciado una o dos veces antes de morir. Nos enterrarán para que custodiemos los residuos radiactivos de un mundo gangrenado, y en ese mundo de tinieblas seguiremos buscando la liturgia del vocabulario, sólo eso nos ayuda a interpretar nuestros sueños y nos consuela.

21 Arrepiéntete Sin Mí Que la tierra encuentre obediencias de manos consentidas en la caricia del asesino. No por tener la fórmula, ni por un salario, ni por una promesa indigna han caído los cadáveres de tu estirpe clemente. Así lo creíste hasta que esparcieron el polvo de los huesos de otros hijos invisibles, nunca concebidos ni deseados. Que la tierra encuentre sus muertos como asiste a la semilla, pero que no exija un viento perpetuo, existencias errantes, ni una nueva generación de interminables matronas. Abandónate de mí, no por tener mi lengua tan abierta mientras me deshago en temblores, 15


ni por la decadencia de tus fiestas, ni por el castigo de tus amenazas, sino por el porvenir sin un propósito de vida. Ahí cuelgo la pasión, sobre una roca sentenciada, de pie sobre la mordaza de los siglos que nadie escribe. No por los gestos sino por los que se entregan. Desángrate de mí; mientras le abren el vientre a la criatura redentora, ha crecido impío el silencio conjurado al abandono nuclear. Desintégrate de él, que no haya más mundo, ni generaciones, ni vida alguna. Evasiones habituales, abandonos asilados, contemplaciones, futuros, y finalmente el mundo se detenido, que no pueda más, ya no escribe historias. 22 Herida La Sepultura Enterramos palabras ciegas, sin esperanza: inservibles gozaron hasta helarse. Así evitaban los profetas que se descompusieran del todo. Nuestros dedos podían sentir el crujir obsoleto del Universo y sus soledades, y ellas, ahí, incapaces. La naturaleza humana es capaz de rascar el cielo si la tiniebla de las palabras les es negado. Y en ese viaje, languidecieron las estrellas que no eran mapas de energía sino luces trastornadas. ¿De qué les servía conocer los secretos de la escritura si apenas conocían el corazón de los hombres?

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La Baldosa Rota Nosotros estuvimos en aquel encuentro, sostuvimos cada choque como un crecimiento desolado. Militantes de gestos, corrimos 16


cada hora esperándonos sin matemáticas, ausentes de cálculos o números razonados. Hay una noche para el compromiso, para ser audaces, para perros callejeros. Nosotros participamos de cada momento, sin soberbia, dominados por otras tramas. Nos vimos suicidas felices de la libertad de Rimbaud y nuestros brazos se confundieron entre la multitud. Todo lo que conocemos se lo debemos a lo que participa y perdura. Entonces, cuando terminaba la noche, ni la sucia maldición de la gitana pudo con nuestras visiones. Hemos llegado al núcleo del consuelo, nadie lo adivinó, después de todo somos dignos de lo que merecimos.

24 Aire Y Ceniza A vosotros que esperáis que os desahucien con una religión, que os deshacéis en plegarias pero no pasáis de aduladores, que os duermen con sueños para que perdáis toda esperanza y os pudráis por miedo a los jueces, la noche insegura os reclama su tierra. A vosotros, comprensivos de vuestras creencias, ni los tacones del segador os puede seguir los pasos. Debéis saber que una misma materia os une, y el hambre de vuestros antepasados ya no sospecha de vuestras razones. Os propongo, como a una misma flor submarina: dejaros acunar por las corrientes, y si así lo hacéis, ir más allá de vuestros inmortales aullidos, de vuestra fantasía al pedir justicia, de la deseada resurrección sin aire de los jubilados. Me dirijo a los que resistís la comedia sindical y a los millones que confiasteis en ellos. Hoy, he pensado en vuestra piedad y en como habéis llegado hasta aquí a través de los gobiernos corruptos, 17


los dictadores, traidores a la clase obrera y las mentiras que os contaron. No pueden venceros y lo saben. Sois mejor que el aire y la ceniza, más realidad que los que persiguen utopías, lo habéis resistido todo cuando os han amenazado con el abismo. Sin vosotros, ya no se venden las horas al saldo de los barrios ni compiten las mariposas. Mi análisis no puede ser otro, habéis decidido resistir siempre y en ese punto os siento, promesa de ocasos y trascendencias. Estimados y honorables.

25 Algunas Luces Las palabras, a veces son terribles, invenciones perfectas. Desde la posición en la que nos habíamos situado estábamos a punto de caer por la ventana. Ambos nos soltamos lo que flotaba en el aire como si lo hubiésemos respirado, nos lo dijimos todo en un intento inútil de soltar peso. Eso nos ocupó todo el día por eso estoy aquí escribiendo sin apenas luz. ¿A qué viniste sin tu arma? Un grito no detiene un corazón por muy infectado que haya nacido. 26 La Potra Ciega Los sueños éramos nosotros, corriendo por avenidas que nos respiraban. Una traquea, profundamente clavada en el pulmón estéril, nos vigilaba. En esos lugares, los animales domésticos nacían muertos. Por sólo darles la vuelta con la punta del pie, 18


panza arriba, se sacudían los gusanos, pulgas y vísceras. De niños nos sentábamos en la torre de la iglesia para ver a los perros despanzurrados bajo las ruedas de los caballos de madera. Entonces, las ninfas se abrían paso entre los camioneros, y de allí llegaba a sensación agónica de un luto caudaloso. Aprendimos pronto que las luces dibujaban pasos imposibles de franquear con la simple e inesperada transición de una lluvia, con la imprecisa canción de una nueva pasajera, con el brillo húmedo de un impermeable, con el chorro espeluznante de una voz de flor y de agua. Hubo entre ellas un errar de palomas del que supimos por los periódicos al día siguiente. Creímos que eso nos pasaba por imprudentes, por comernos los cables de las farolas,y, a veces, nuestras propias plumas. Cuando empezaban las vacaciones de verano, una potra ciega se dejó atropellar por sus dolores y por la lástima que todos sentían por ella. Cambiamos un día de playa por algunas caricias sin respuesta, después de todo, no había nada mejor en el contrato de compra y venta. Supimos así, que no era igual un “sin mí que me cesas”, que un golpe violento de mala suerte, por la acometida de un chófer que cubre pasatiempos. En septiembre se nos vino un abandono del clima, porque en eso no teníamos nada que perder. El sueño lo fuimos nosotros: no es para sentirse orgulloso, pero aún así, lo fuimos, sin cobertura y sin cobardía.

27 Avenida De Carriolas Ahora, precisamente cuando empezaba a estar seguro de esta conspiración de literaturas, va la vida y se me aparece. No hay resumen que lo simplifique tanto. Lo que quiero aún se manifiesta sin miedo, con otro tipo de clemencia diferente a la que necesito. Perdido en este aparcamiento de minutos, viendo como todo se derrumba, esperando mi propio tropiezo, 19


procuro pequeñas deudas que eviten la obsesión. Ahora, precisamente ahora, que los médicos ya no dan recetas de pócimas contra el amor, se me quedan cortas las oraciones de los que rezan por mí y por mis rebeldías. “En lugar de seguir lamentándote, deberías hacer algo porque las cosas mejoren”, me aconsejan esos desde sus poltronas y sus periodos de inseguridad. No me ofrecería para el sacrificio si no supiera que nada dura, esa fue la trampa de Jesús, preocupado por su reloj de minutos extranjeros. No queda nada cotidiano en aquellos que ves morir, en la puerta de un auto que se cierra de golpe, en la radio que se queda sin batería, en alguien que espera que abra una cafetería, en ponerse unos zapatos o en tomarse las pastillas para la artrosis. Creemos que en la vida nada sucede sin aviso, y es cierto que lo hemos visto venir, pero nos negábamos aceptarlo. Me encuentro bien, en serio, no hay para tanto. He sido bien acogido en periodos de juventud, fotografiado como un incansable caminante, aunque eso tampoco era del todo cierto. Mientras me hacía viejo se mudaban cada año golondrinas, y acerca de esto también puedo decir que los acontecimientos de periodos naturales siempre me superan. Cosas como el clima, las migraciones, la piel que se muda, los hongos, o el amanecer, son misterios que me llevaré conmigo para tener algo en lo que entretenerme. ¿De dónde nos sale esta autoestima que a ratos nos convierte en invencibles? Acepto que no somos peor que los peores pensamientos, pero, sinceramente lo digo, hacer planes no va a evitar lo que tenga que venir, y eso sí, en algún momento, me puede llegar a atormentar la enfermedad y la vejez. De lo pasado, cada cual tiene su punto de vista. No hay ejemplo que sirva, ni siquiera el de aquel que hacía cola en el trampolín, esperando el momento de arrojarse al vacío confiando en que alguien se hubiese acordado de llenar la piscina. Me ha resultado un acierto no haberme dejado llevar por la pesadumbre, ni siquiera no haber sido tan realista que en vez de verlo todo con ojos de poeta despistado, hubiese aceptado la derrota de antemano y hubiese dejado de comer hasta morir. A veces, me he deprimido, pero he evitado la venganza. La vida está hecha de lágrimas de plomo y eso nadie lo puede cambiar.

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