Los Movimientos PolĂticos Y Los Movimientos Sociales
1 De Europa A Los Ayuntamientos Se sabe bien que existe un poder de mercados, financiero y empresarial que hoy, enfrentándonos a la segunda década del siglo XXI, intentan poner a los trabajadores en situaciones de necesidad. Se rompe el contrato social que desde la revolución industrial establecía las reglas sindicales de horarios, de indemnizaciones, de antigüedad de los trabajadores en las empresas, libertad de expresión y manifestación, de respeto por los contratos de trabajo, en fin, el respeto necesario que defienda la dignidad de los trabajadores. Cuando este contrato se rompe, y los poderes políticos se ponen a las órdenes del poder empresarial, están proponiendo la inestabilidad social, y de nuevo llevan a la sociedad, de forma inconsciente, a un estado de convulsión necesario. Conocemos de primera mano, después de los últimos acontecimientos, hasta que punto el negocio, y sobre todo, el negocio ruinoso de algunos particulares supermillonarios, se entremezcla con la organización del Estado, y lo que es peor, con la hacienda pública -la que no consideramos en suficiente medida dinero de todos, y no defendemos como si así lo sintiéramos. Ni siquiera los gobernantes que con tanto despego y generoso favor hacia los poderosos, tratan estos recursos, consideran que también es un dinero que les pertenece. Y así las cosas debemos escuchar el refrán que nos avisa de la ruina, “es fácil ser generoso con el dinero de los demás”-. Por los primeros pasos dados por un nuevo equipo político liberal, podemos situar sus aspiraciones. La herencia de la burguesía se desmorona, para acceder a la educación hay que tener dinero porque las becas son insuficientes y no llegan a los hijos de los trabajadores, la apuesta por
una privatización parcial de la sanidad induciría a las familias a realizar seguros médicos privados, y del mismo modo, la reducción de las pensiones llega de la mano de la propuesta de que los obreros deben dedicar una parte de sus salarios a cubrir un plan de pensiones que compense las carencias que puedan tener en la vejez. Las cuentas son claras y los sueldos insuficientes. Parece, por lo demás, que esa misma clase política que propone vaciar los bolsillos de los trabajadores, desconoce sus necesidades, y lo que es peor el drama de los que no tienen nada y no son atendidos por su gobierno. Los gobiernos europeos deben discernir entre las propuestas capitalistas que nos llegan desde los USA, y aceptar su propia historia. No resulta fácil para los todopoderosos mercados aceptar que la esencia de la izquierda no residía en que cayera o no el muro de Berlín y con él, la CCCP, sino que esa esencia, que es libertad y dignidad, reside en el respeto que los empresarios le deben a los trabajadores. Las empresas no pueden tener a sus trabajadores como quien tiene perritos, y permitan que sea así de explícito, porque tener trabajadores es aceptar una responsabilidad con la seguridad en el puesto de trabajo, con la limpieza en lo que se refiere al pago de impuestos, seguridad social y sueldos (nunca en negro) suficientes para garantizar una relación laboral en paz - para mantener el poder adquisitivo de los sueldos y la paz sindical, la negociación colectiva es el medio que lo puede hacer posible. Y recordemos que también la negociación colectiva es uno de los puntos que los empresarios quieren hacer desaparecer de las relaciones laborales-. Creían los gobiernos europeos que les sería fácil olvidar que los movimientos obreros en Italia, Inglaterra, Francia, Portugal, etc. habían sido muy activos a principios del siglo XX, y querían crear una sensación de normalidad. Pero están llegando a la conclusión de que nada va a ser tan fácil como se prometían, y que la precariedad, no sólo de sueldos, también de derechos, de democracia y de políticas sociales, terminará por despertar el viejo espíritu marxista, que de momento parece contentarse con exacerbar la conciencia de clase de aquellos que están siendo maltratados. Muy pronto, como la conclusión de un proceso inevitable, la idea de que hay que hacer algo para proteger a los más humildes de los abusos del capital, tiene que extenderse hasta que la gente la haga suya y reaccione. En ese momento las urnas tendrán que hablar con claridad, y esa claridad tiene que ser suficiente para convertir en partidos marginales a aquellos que están gobernando para intereses espurios y ambiguos. La descomposición de los procesos políticos que sostienen la estrategia capitalista, llegará cuando seamos capaces de comunicar la conciencia de clase y expandir la visión que descubre sus affaires. En este contexto incomprensible para el pueblo inocente, bienintencionado y dispuesto a volver a votar a pesar de las promesas incumplidas, en ningún país de Europa de los que proponen un capitalismo controlador del derecho a huelga, pasará desapercibida una nueva sensibilidad que proponga reaccionar frente a los abusos. Ampliamente se debe expandir la idea de que es posible cambiar las cosas políticamente, apelar al sistema democrático y a la mayoría trabajadora que debe retirar su voto a la engañosa socialdemocracia, y votar a una izquierda verdadera que rechace las influencias capitalistas que interfieren y pervierten el sistema. Podríamos imaginar peores escenarios, más sacrificios y sufrimientos, ser arrojados a la indigencia, al paro, y que las pequeñas empresas fueran cerrando una tras otra por las subidas de impuestos y la negación de los bancos a conceder créditos, podríamos imaginar que los mercados desarrollaran sistemas para castigar a los pueblos que votan mayoritariamente a partidos de izquierda, y a pesar de todo no dejarnos paralizar por sus amenazas, pues, llegado ese momento, habría que nacionalizar la banca e ir cortando los lazos que someten la economía a la voluntad de entes tan poderosos como abyectos. Tendremos que volver a sopesar lo que significa saber que hemos nacido en la clase trabajadora y moriremos en la clase trabajadora. En el momento actual, y en la democracia burguesa de la que venimos de antes de la crisis, muchos que se creyeron capaces y merecedores de una clase superior, renegaron de quienes eran, de su origen, de su familia y de su infancia, más o menos humilde. Y justamente esos trabajadores, algunos funcionarios, que ostentaban cierta responsabilidad detrás de un mostrador, o a cargo de un ordenador, o de porteros en la puerta de algún edificio oficial, o ... acudían al trabajo cubiertos de joyas, relojes caros y prendas de ropa que nada tenían que envidiar a las de sus superiores jerárquicos en las empresas en las que trabajaban. Estos trabajadores
renegados, que compraban coches caros y estaban llenos de deudas, son los mismos que ahora, en muchos casos, no son capaces de pagar sus hipotecas y son desahuciados de sus pisos. Expandir la idea de que no se puede llevar con más orgullo ninguna otra cosa que ser fiel a la clase social de uno, que es lo mismo que comulgar con las costumbres de tus padres y tus ancestros, nos hará mucho más nosotros mismos y por lo tanto, más auténticos. Encontrar pues la diferencia entre la burguesía socialista que tanto se ha desarrollado y el proletariado de trabajadores y desempleados, que han sido abandonados a su suerte, nos hará comprender que hay una parte del oto de izquierda secuestrado por los liberales cuando pactan con la socialdemocracia. Yo no tengo dudas al respecto de la importancia de expandir una idea de justicia, por muchos esfuerzos que los liberales hagan por reprimirlo sólo consiguen que más y más gente simpatice con esa idea. Los gobiernos capitalistas, centrados en ofrecerle a sus socios poderosos cuanto les piden, no están en disposición de comprender que lo que cambia es el sentido social, el valor que la gente le da a su compromiso y la escala de valores. Hacen leyes para multar a manifestantes, reprimen con violencia manifestaciones pacíficas, intentan justificarse con propaganda barata que criminaliza y deshonra a los manifestantes, a los que tratan de antisistema, y sin embargo, la idea de libertad sigue expandiéndose. Algo parecido sucede al pez que muerde el anzuelo, cuanto más tira de él, más se lo clava en la boca. Cuando el pueblo encuentra una lucha justa y merecedora de ser llevada a cabo, simpatiza con ella, porque sabe y conoce, que no puede haber verdad en los que se oponen a ella. Es por esta razón que desprecia a los corruptos, prefiere sufrir y se enorgullece de sus carencias. Los ilustres intelectuales que han intentado dignificar el sistema tal y como venía sucediendo, se convierten a los ojos de la prensa libre en sórdidos “feladores” del presidente de turno, y los que renuncian a las comodidades que les ofrecen los dueños de la prensa burguesa, incluso los medios públicos en manos del gobierno, se expresan con virulencia contra todo lo que huele a antiguo, rancio o casposo; y eso el ciudadano también puede presentirlo, buscar la verdad y rechazar la manipulación. Sólo unos pocos de ellos podrán reconocer la inevitable influencia de esa expresión de libertad, que al fin es la idea de liberarse de la corrupción y la democracia control, y esos pocos tal vez sientan vergüenza, pero no podrán hacer nada por desligarse. Existe poca simpatía por parte del pueblo llano hacía sus gobernantes en este preciso momento, mucho menos hacia las élites que pretenden leyes que les den más y más poder. Pero es cierto, sin embargo, que se está comportando con extremada paciencia, algo que muchos no entienden. La terrible realidad de la corrupción, la crisis, el mal gobierno, los abusos, la represión, etc. se sobreponen en capas perfectamente ordenadas mientras la gente está a la espera, confiando en una justicia poética que nunca parece llegar. Es natural que se espere un resultado electoral mejor, una masiva respuesta que se enfrente a todo lo que se sabe y se poniendo sobre la mesa como vergonzoso e insoportable. Sobre todo se espera el momento de poder hacer justicia votando para cambiar un gobierno que hace lo contrario de lo que propuso en su campaña electora -seguimos sintiéndonos indefensos ante estos arribistas que llegan al poder prometiendo la mesura y se comportan como saqueadores de lo público-. Creemos que debe existir un mecanismo, una confirmación de que se cumple lo pactado y si no es así, si el gobierno rompe su contrato, poder votar para que deje el poder, ¿acaso si ustedes contratan un fontanero y no arregla la fuga de agua, sino que se pone a cambiar luces sin entender nada de eso, no lo echarían de su casa? Pues imaginen el destrozo que puede suponer un gobernante haciendo lo contrario de lo que prometió. Sólo con la razón será suficiente para combatir semejante despropósito, porque sabemos que privatizarán todo lo que puedan, restringirán los derechos laborales, facilitarán el despido, crearán pelotazos económicos por sectores que nos condenará al paro por décadas, y cuando se vayan lo harán tan contentos, algunos de ellos triunfalistas por haberle sido útiles a los poderosos, a la banca, a los mercados, a los empresarios y a los liberales europeos. Se irán y dirán “ahí os queda eso”, y los desempleados que habrán sido expulsados celebrarán su partida, pensando que un pueblo no debe consentir que nadie, ni un presidente, rompa el contrato que lo llevó al gobierno, para a continuación, romper todos los contratos sociales creados para proteger a los trabajadores y a los desempleados de los abusos de los que, con SUS leyes en la mano, sacan provecho del sufrimiento y las desgracias ajenas.
2 La Corrupción Política Se ha dicho y se ha demostrado que las sociedades no permanecen indiferentes a gobiernos invasivos e intolerantes con las creencias que les son ajenas. Esos gobiernos entran en las vidas cotidianas de la gente y las modifican sin que parezca que no necesitan un permiso para hacer tal cosa. Esos mismos gobiernos responden a ideologías que buscan desarrollarse cambiando las costumbres de la gente, poniendo el miedo como un elemento del juego que pretenden, y ponen a los más desfavorecidos en un estado de necesidad que pretende crear la sociedad de la intranquilidad y el desasosiego. ¿Estaríamos hablando de una tortura psicológica que algunas ideologías pretenden ejercer desde los márgenes de la política?, creo que sí. No sé si estos gobernantes son conscientes, pero desde luego, eso está sucediendo. Desde que estos gobiernos que pretenden dirigir el mundo de la mano de los banqueros y los empresarios, están en el poder, se extiende una corriente de pesimismo y desesperanza que intenta poner a los trabajadores contra las cuerdas. Son una amenaza psicológica que nos lleva a vivir sin seguridad en el empleo, y sin ayuda social cuando el empleo se pierde. Ya no sólo se trata de ser malos gobernantes, se trata de poner en práctica ideologías de una forma servil, que buscan la desesperanza y el desasosiego. Implícitamente nos están mandando un mensaje, nos dicen, “pierdan toda esperanza, somos sus amos y lo vamos a ser siempre”. Aceptar como irreparables las leyes que retiran ayudas sociales a los que pierden su empleo, es un gran error, porque no sólo es mentira que no existe esperanza para los más desfavorecidos, además debemos saber que los liberales sólo pueden llegar al gobierno si el pueblo se queda en casa y no va a votar, porque la mayoría es muy suficiente. Hay que contar con la buena voluntad de la gente cuando entienden de lo que se trata ser fieles a su clase social, y a las condiciones de vida que le son impuestas. Es posible que el miedo atroz halla paralizado a muchos, porque perder el trabajo, supone entrar en la deriva de perderlo todo, la casa, la familia y en algunos casos se pierde hasta la vida. Es por esto que jugar con el miedo, retirando las ayudas sociales es una política de indeseables, Es de directo interés para los empresarios hacer un análisis social desde el punto de vista del trabajo y los trabajadores, los ámbitos que pueden corregir en favor de la producción, recortando salarios, derechos de los trabajadores, y, en fin, poniendo la sociedad en función de sus necesidades y la forma de hacer más ganancias y ser más productivos. La inestabilidad insaciable del que acapara una gran fortuna los lleva a justificar lo injustificable en favor de seguir llenando y llenando cuentas en paraísos fiscales, como si eso fuera un objetivo social en si mismo. El dinero, si no se utiliza para darle forma a las ciudades, tal y como el pueblo lo utiliza -construyendo centros sociales, bibliotecas populares, comedores, guarderías, carriles para bicicletas, lugares de encuentro, plazas y casas populares-, no puede tener la expresión de riqueza, porque riqueza no son billetes, en todo caso, riqueza es: un pueblo dotado de los adelantos necesarios para que los ciudadanos se desarrollen e interactúen con imaginación en libertad. Y sobre todo lo anterior, el dinero ha de servir para crear empresas y trabajo, lo que no sucederá mientras se amontone en los bancos de los paraísos fiscales. Pero, al poner a la sociedad al servicio de los empresarios saltan todas las alarmas, ¿acaso no es eso darle al hombre un sentido muy restringido?, ¿es que el hombre sólo sirve para trabajar? No es extraño, llegados hasta aquí creamos comprender porque los gobiernos liberales demuestran tan poco respeto por la cultura y las expresiones populares más libres. Las costumbres de los pueblos, sus romerías, su gastronomía, sus supersticiones, si no los pueden utilizar para
atemorizarlos entonces los obvian, los pasan por alto, se dedican a promover la idea de que todo lo que se salga del hecho productivo o no es importante, o les supone una amenaza. Las leyes, pues, que los gobiernos liberales están creando van en ese sentido, y para que todo acabe de encajar necesitan la opacidad y la protección necesaria a sus intereses. La protección social debe dar a los trabajadores la tranquilidad necesaria para llevar una vida sin angustias. Seguir ampliando y desarrollando las ideas de una civilización sin crucificados, de intervenir para paliar el sufrimiento de los desfavorecidos, demostrar que la piedad es el arma más útil, frente a los que creen que ser piadosos los hace débiles y limita sus expectativas de producción, nos concederá una verdad que ellos desprecian. Los liberales no serían ellos, si llegaran a comprender la utilidad de la piedad, la solidaridad y las ayudas sociales. Es necesario que la gente comprenda cuales son las particularidades del capitalismo, lo que persigue y que su finalidad no es hacer una sociedad mejor, de mejores servicios y mejores personas. Destruir la bondad del individuo poniéndolo a competir por conseguir situarse en una clase superior, lo que nunca alcanzará, es una mezquindad, sólo imaginable por una mente mezquina. El miedo que primero ensayaron en las empresas, haciendo trabajar a la gente como si su despido dependiera de trabajar día a día al límite, ahora intentan llevarlo a una sociedad desprotegida. Es por esto que una de las primeras leyes que aprobó el gobierno que tenemos, fue la reforma laboral que ahonda en facilitar el despido y rebajar las indemnizaciones, y no pararán hasta que el despido les resulte gratis, porque buscan el miedo y tener un cierto control social por este medio. Animo a votar más a la izquierda de la socialdemocracia, pero sé que algunos los consideran partidos minoritarios, pero no va a ser así por mucho tiempo. En todo caso, una discusión que deberíamos plantear es si esperamos todo, o suficiente, de la política. Y creo que no, que la política es un sistema cerrado con limitaciones que puede ayudar, pero los cambios reales, los de profundidad, se hacen en las cabezas de las buenas gentes que construyen el país, y también en los trabajadores que los liberales ven como únicos hombres útiles a la finalidad productiva que plantean. La transformación de la sociedad no sólo pasa por la igualdad de oportunidades -educación, sanidad públicas, y pensiones para una vejez apacible y sin sobresaltos políticos-, sino que debemos observar y crear leyes que nos protejan de las trampas del capital. Los trabajadores consideramos trampas evadir impuestos, trabajar con dinero negro y tenerlo en paraísos fiscales, pero también, intentar cubrir dos puestos de trabajo con un trabajador aunque eso ponga en peligro su salud, o aunque el empresario exponga que está dispuesto a pagarle un poco más. Los trabajadores se esfuerzan por tener al día todas las exigencias del Estado y no le es posible hacer trampas, porque los impuestos se los descuentan de la nómina mes a mes, por desgracia la forma empresarial de jugar con el dinero es muy diferente. El resultado de las políticas liberales en las que los empresarios y los banqueros pretenden influir directamente sobre los gobiernos con los que simpatizan, ha provocado que cantidades ingentes de sobresueldos (así lo reconocen los jueces), hayan circulado por los grandes partidos en dinero negro. Este escándalo bastaría en sí mismo para que esos partidos quedaran ilegalizados, pero como ellos tienen el poder, eso no va a suceder. A través de semejante montaje, de amistades, conocidos que conocen a otros que pueden hacer favores, se crea este capitalismo de amiguetes que a su vez concluye en lo que se ha llamado, “la puerta giratoria”, que tiene que ver con altos cargos políticos que entran en grandes empresas, en las que cobran grandes cantidades, y que mientras estuvieron en política, tomaron decisiones que afectaron positivamente a esas empresas. Por medio de trucos muy baratos, pero muy efectivos, los políticos sin moral son capaces de conceder obra a cambio de comisiones, trabajar con empresar que general facturas falsas, y contratar eventos a pagar con fondos públicos de acuerdo con un empresario que se quedará con una parte, cediendo otra parte al político que les ha contratado. Son ejemplos de corrupción que todos conocemos, y que por lo que se conoce han llegado a las más altas instancias del Estado; y lo que es peor, en estos negocios llegaron incluso a proponer que el dinero recaudado era para causas humanitarias. La desvergüenza de estos personajes sólo pueden llegar a estos niveles, si creen que la impunidad les está asegurada. ¿Podemos establecer que existe una relación entre el poder económico y la política hasta los
extremos de la corrupción? A través de los años asistimos a procesos interminables en los que los jueces confundidos terminan incapaces de establecer en qué consistió el hecho corrupto, si realmente sucedió o si la ley es suficiente para condenar a algún político, y en ocasiones, si eso sucede, un nuevo gobernante les concede un indulto. Un sistema adecuado reaccionaría ante esta situación, pero no no está sucediendo, lo que pone en entredicho la capacidad de nuestra democracia para evitar los “viejos errores”. Los gobiernos que nos tocan no dan solución a las demandas ciudadanas, aunque, como suele suceder, lo prometen todo a la espera de tiempos mejores. Puede que votar a partidos nuevos nos hagan recuperar una cierta confianza en que la política puede reparar sus errores desde dentro de la política, pero la desconfianza está instalada en la sociedad y mientras eso sucede, debemos continuar haciendo crecer la idea de la conciencia de clase, en contra de aquellos que siendo trabajadores se creen señoritos o privilegiados (ahí radican todos los males de nuestra sociedad). A través de esta fórmula que extiende la conciencia de clase se avanzará en el control democrático de los corruptos, no debemos aceptar que nos digan que eso es imposible. La constancia en este proceso de mostrar a la sociedad la trampa capitalista de gobiernos al servicio de banqueros y empresarios, es crucial. Algunos dirán que se trata de una terquedad sin futuro, yo prefiero llamarle tenacidad y confianza. El empeño que pongamos en comunicar y el orgullo que supone permanecer en la clase trabajadora, nos serán devueltos con sobrada satisfacción. La libertad que se busca por encima de la represión tiene que ver con algún día deshacernos de una vez del yugo que supone soportar a los corruptos. La sociedad se vuelve mucho más irrespirable cuanto que se inventan fórmulas que impidan descubrir o denunciar sus excesos. Debemos convertir en lucha cada análisis de la realidad, particular o periodístico, la presión social en manifestaciones numerosas también es una parte importante de la denuncia, las organizaciones que se dedican a buscar por medios legales las infracciones y rastros que el movimientos de dinero y los favores suelen dejar, y también están los nuevos partidos políticos a los que se puede asumir como una extensión más de la lucha ciudadana -siempre que se ocupen de poner en evidencia, huyendo del corporativismo, los excesos de la política-. Indudablemente, hacer fortuna en política, no necesariamente tiene que ser un hecho delictivo, sin embargo, sabemos que algunos que llevan muchos años en política, se han montado grandes mansiones y que otros incluso tienen cuentas en Suiza. ¿Sorprendente? No lo parece, porque se han ocupado de acostumbrarnos a situaciones que son escandalosas. Algunos cobran varios sueldos por acumulación de cargos, otros cobraron sobresueldos, otros no saben decir de donde han sacado su dinero, y, mientras todo esto sucede, nadie convoca a todos los grupos parlamentarios para con el objeto de crear el consenso necesario para leyes que graven los delitos económicos, penas especialmente duras para los corruptos y exentas de indultos. La lucha proletaria debe nacer de propuestas razonables que pongan en manos de los jueces las herramientas necesarias para poder, al fin, encarcelar a los que se dejen corromper por los poderes económicos a cambio de favores políticos. Estos años de gobiernos liberales en asociación con los socialdemócratas, tanto en Europa, como en España, hemos aprendido que persiguen la eliminación de los derechos laborales y del sistema sindical. Pero también de que dejando a los trabajadores sin cobertura social, el miedo a perder el trabajo se multiplica y pone a los trabajadores de rodillas cuando desaparece la cobertura sindical. El miedo paraliza, a menos que seamos capaces de superarlo, y establecer las leyes necesarias que condenen la asociación de políticos y poderes económicos. Desde luego, que los presidente gusten tanto de sacarse fotografías con banqueros, presidentes de la patronal y los empresarios de las empresas más grandes, da mucho que pensar. Los grandes partidos han creído que haciendo crecer sus estructuras, sus sedes en ciudades y pueblos, sus asalariados y demás infraestructura, eso los haría poderosos, y ahora se encuentran que no pueden mantenerlo: espero que a ninguno se le ocurra aceptar favores que les solucione ese problema. Hasta la más intrépida asociación de trabajadores puede fracasar contra esa idea europea que subyace en la asociación de el Partido Popular Europeo, y los burgueses Socialistas que lo complementan. El hecho fundacional de la UE ha sido esa coalición, y parece, en tal situación, inútil ponerse a hacer cola en una urna con un voto
en la mano, porque la democracia se limita a uno de los dos, pero no debemos creer que es imposible darle la vuelta a semejante situación. Los movimientos obreros deben empezar a ganar terreno en los ayuntamientos (las elecciones serán antes de lo que suponemos), y es ahí donde debe dejarse ver con toda su fuerza. Hasta ahora los burgueses socialistas engañaron a la gente haciéndoles creer que eran izquierda, y el voto de izquierda quedaba secuestrado en esa formación, que finalmente llegaba a acuerdos con los liberales y les permitía avanzar en sus políticas en contra de los trabajadores. Cualquiera llamaría a esto que hacen los socialistas, “traición”, pero ahora viene la parte que requiere más constancia, hacerle comprender a la gente que para que la democracia avance la izquierda debe votar izquierda y no socialdemocracia. Los partidos de izquierda nacieron con la idea primigenia de defender a los trabajadores de los abusos del capital, y por eso es necesario que estén, para hacer políticas sociales, para sacarnos el desasosiego de creer que no se puede vencer, o luchar hasta que nadie pueda, nunca más, amenazarnos con el miedo a perder nuestro puesto de trabajo. La próxima cita con las urnas, será en las municipales, cada uno tiene que hacer su parte, la prensa interpretar el momento que vivimos, los movimientos sociales denunciar los excesos de los poderosos y los partidos de izquierda asumir en sus programas aquellos puntos que deben neutralizar la corrupción, y proteger al pueblo con políticas sociales y protección social, del miedo generalizado que promueven los socialdemócratas y los liberales.
3 La Corrupción En Los Ayuntamientos Todo el mundo parece dispuesto a hablar de propuestas políticas, algunas de ellas que no piensan cumplir en ninguno de los casos. La energía popular, sin embargo, intenta comprender porque nadie enfoca la política desde prioridades inaplazables, como la corrupción, la impunidad de los corruptos o la imposibilidad de descabalgar gobernantes que se dedican a hacer lo contrario de lo que prometieron. En este sentido, debemos entender que nunca la han dado al pueblo la mayoría de edad, y que seguimos en un sistema político en el que algunos creen que pueden hacer lo que quieran dando explicaciones en televisiones de plasma, muy ocasionalmente y diciendo muchas mentiras. Sin duda, si este tipo de gobernantes es lo que se mueve entre la política española, el nivel es muy bajo -una vez más queda demostrado que no existe la relación que algunos pretenden entre lo que cobran los políticos y su nivel cultural, moral, o de conciencia de Estado-. La cuestión de que debemos pagar bien a los políticos para tener a los mejores en política debemos zanjarla desde la izquierda, porque el capitalismo paga bien a los suyos, pero esos mismos, son lo menos representativo de la protección social que debemos exigir, piden la privatización de los servicios públicos y nos quieren poner en manos de multinacionales que pagan esos desorbitados sobresueldos a los que los sirven adecuadamente desde políticas liberales. El dinero se funde de nuevo con la política, y no parece que a los que han estado haciendo su fortuna en el seno de algún gran partido, eso les produzca algún tipo de vergüenza, se sienten con las espaldas cubiertas y normalizan una situación que el pueblo, desde sus sacrificios, detesta. Todos los campos de la política, desde el gobierno central, los gobiernos autonómicos y los gobiernos locales, parecen tocados por intereses ocultos, que no dudan en poner el dinero delante del olfato de algunos políticos que se prestan a ello, para conseguir favores que en ocasiones necesitan salvarse la ley, o directamente piden que la cambien. La más clara manifestación de esta conducta en los ayuntamientos son sórdidos casos urbanísticos de los que finalmente nadie se responsabiliza. Quiero decir, por poner un ejemplo suficientemente gráfico, que hay licencia de obra que algunos han concedido para hacer construcciones ilegales, cuando un juez decide que hay
que demoler esa obra, el ayuntamiento dice que no se puede porque es tan grande que el ayuntamiento no tiene dinero para pagar las indemnizaciones. Es decir, que el que firmo la licencia ni aparece, nadie sabe nada, no hay responsables. Y esto sería grave si esos grandes edificios que suelen responder a grandes negocios, fueran unos pocos, pero desde luego, parece una conducta generalizada. La siguiente vuelta de tuerca, nos lleva a recordar que ha habido manifestaciones vecinales para proteger a vecinos que han hecho una ampliación en sus casas y le llegan las máquinas para tirarles las casas, ahí no existe piedad, ante el sofoco y la indignación general. ¿Por qué suceden estas cosas? Porque nadie paga por sus errores, por su mala fe, por sus corruptelas o por no cumplir sus contratos. Las facultades que algunos políticos demuestran para eludir contratos, o las leyes, o sus responsabilidades con sus votantes, están directamente relacionas con las amistades poderosas con las que se entienden, y sus discursos, que pretenden romper todas las reglas, contratos, compromisos y todos los derechos de otros, a cambio de la mejora de sus negocios. Las ciudades se desvían de su civilizada ordenación al servicio del ciudadano, cuando su crecimiento se pone al servicio, nuevamente, de los posibles negocios que se pueden hacer con ellas. El periodo que siguió a la dictadura se caracterizó por un gran desarrollo del ladrillo, del cemento, de la construcción -a veces en reservas ecológicas, a veces a pie de playa, a veces vulnerando el plan general en alturas y zonas verdes, a veces recalificando...), y de las infraesctructuras tales como autovías, vías férreas para trenes de alta velocidad, o aeropuertos sin aviones. Tanto las recalificaciones, como otorgar obra pública, como facilitar la posibilidad de instalarse en terrenos protegidos por tratarse de reservas naturales, parecía al alcance de los políticos. A todo esto debemos añadir que haber bajado el precio del suelo inició el boom de la burbuja económica que aún hoy muchos años después padecemos, y que seguiremos padeciendo en forma de paro en el sector y frenazo de empresas auxiliares a la construcción, durante al menos, unos veinte años más. Nada de todo lo que se expone es normal, nada debe pasar por serlo, aunque los poderes públicos se hayan empeñado en hacer que así lo parezca. Pero no por temer desafiar lo políticamente correcto debemos evitar la crítica, muy al contrario, ha llegado el momento de llamarle a las cosas por su nombre y a los corruptos, al fin, hacerles sentir la vergüenza y el escarnio público. Y según mi propio punto de vista, urge cambiar las leyes, para que los que cometan delitos económicos, fraude, corrupción, evasión de capital, blanqueo de capital, etc. paguen con penas ejemplares y de cárcel, y que no puedan ser rescatados de su pena por indulto alguno. Llevan cerca de tres años los liberales en el poder, con escándalos semejantes sobre los hombros, prometiendo transparencia y que iban a solucionar estos problemas, y me parecen tres años perdidos. Siguen apareciendo casos de corrupción, los corruptos siguen llenándose de razón y a algunos a los que la prensa presenta como escándalo público siguen en política y toreando a los jueces como auténticos matadores de toros. No podemos poner al lobo a cuidar de las ovejas, y encima confiar en que no vaya a ser capaz de controlar su voracidad. La notable influencia de los poderes económicos llevó en algún caso a colocar en listas municipales de partidos de derecha a empresarios de la construcción, o en su lugar, a presidentes de federaciones de empresarios; en tal situación, ¿cómo hemos de sorprendernos de que la política sea un instrumento para abrir camino a delitos económicos y empresariales? Los ayuntamientos son especialmente sensibles a las corruptelas, porque su ámbito es reducido y en pequeñas ciudades y pueblos todos los poderes se conocen hasta el punto de la amistad y de ir juntos los domingos a tomar el vermouth. En algunos pueblos, la reedición de alcalde durante décadas los convierte en auténticos caciques, que tienen un chiringuito montado al que es imposible conocerle todas las aristas y ramificaciones. No es tan extraño, pues, llegar a un pueblo y encontrar alternando en el casino, a las fuerzas vivas, a los personajes más influyentes, a las fuerzas del orden, a la iglesia y a los empresarios, alrededor del alcalde, que puede ser también el cacique, al que hay que acudir cuando alguien necesita que se le haga un favor. Nada paraliza más a las clases populares que el desánimo. La creencia en el fracaso no permite avanzar. Desean saber de antemano que el éxito es seguro, y eso es un terrible error, porque nada surge o aparece de pronto, como un milagro, o el resultado de un conjuro. Eludir la responsabilizar de tomar partido es la mitad del triunfo ajeno, por eso se esfuerzan en contarnos historias
magníficas de las virtudes del capitalismo, y el derrumbe que producen las ideologías de izquierda. Debemos desengañarnos, nada va a darnos la seguridad del triunfo político en las urnas, la democracia no es infalible, ni premia la justicia social con puntos extra, nada funciona así. O te crees que perteneces a la clase trabajadora y votas en conciencia o te dejas ir, y el orgullo de creerte lo primero debería ser suficiente. Los liberales sólo ganan si la izquierda se abstiene, se desanima o se deja convencer por sus teorías de destrucción de la economía. Militar en la clase social en la que se ha nacido no depende de una victoria electoral, es mucho más que eso. Uno es consciente en algún momento que la constancia del movimiento obrero es más fuerte que cualquier discurso del comisario europeo de economía, y que después de jubilarse, aún cuando su vida laboral haya terminado, deberá seguir militando y envejeciendo con sus ideas, porque no hay nada mejor que eso. En este punto debemos tomar la figura de algunos de los líderes liberales más venerados por sus partidarios y por su clase, ir desmenuzando sus ideales, sus motivos, sus amistades, su forma de vestir y como se han ido convirtiendo poco a poco en divas, debemos observar sus intentos por aprender a jugar golf, por descansar en hoteles de lujo, en su interés por ser aceptados en clubs finolis, y tendremos a lo que nos conduce su política. Tanto su ambición, como su forma de trepar debe hacernos una idea de que el capitalismo de amiguetes nace de la codicia, y de los complejos del que huye de su origen. Nunca pensaron que llegarían tan alto, probablemente tuvieron que intercambiar algunos favores antes de llegar ahí, y estar en las fiestas indicadas en los momentos adecuados, el sentido de la oportunidad es más importante para ellos que el mérito y el orgullo de sentirte en tu clase. Veamos de nuevos esa imagen en nuestra mente, ese individuo repeinado y vestido para jugar al golf en un complejo hotelero de lujo, y sintamos vergüenza por él, aunque esté ahí para cerrar algún buen negocio. Todas las distancias entre estos seres y sus miedos, y ser capaces de reconocernos como clase trabajadora son insalvables. Algunos socialdemócratas han renegado de su clase, han aspirado a ser nuevos ricos, y se han comportado como codiciosos capaz de venderse, de vender su alma, y de vender su clase, y todos ellos han entrado a acordar y ofrecer mayorías al juego liberal del miedo. La aversión que produce el miedo no parece suficiente para ellos, y siguen en esa idea en los parámetros de crear la inseguridad al pueblo llano, en todos los órdenes de su vida. Es por estos motivos entre otros que es necesario recuperar las alcaldías para los ciudadanos. En los planes de las ciudades hay que establecer zonas verdes, carriles para bici, zonas peatonales, plazas, barrios dotados de todos los servicios, mercados, pequeño comercio, parques, zonas deportivas, y espacios para los ancianos. El sentido de la ciudad debe estar presente en el alma del ayuntamiento. Sin embargo, hoy se trata de hacer más y más aparcamientos subterráneos, el nuevo negocio a favorecer en busca de una mordida necesaria. Para eso hay que eliminar espacios en superficie, y los que queden someterlos al cobro por horas. El alcalde que no tenga un amigo que le construya aparcamientos, en la cultura liberal y socialdemócrata, es menos que nada. Falta por decidir a que modelo de ciudad se aspira, y escoger entre los modelos ya conocidos de ciudades imperiales, con grandes monumentos de generales, emperadores y conquistadores, o de otra parte, aquellas respetuosas con las tradiciones populares, sus fiestas paganas y religiosas, su gastronomía, y su cultura. Y bueno, no se trata de que surja un Gamonal en cada ayuntamiento que carece de servicios, y se dedica a hacer negocios con los aparcamientos, pero resulta una señal de que los pueblos deben votar a aquellos políticos dispuestos a mantener a raya a los que piden favores a cambio de negocio. Si actuamos políticamente contra las ciudades modelos, tendremos que denunciar a los que ponen pinchos debajo de los puentes con el objeto de no permitir que allí duerman los sin techo, lo siguiente puede ser cerrar los barrios de señoritos con un control de aduana, y dotarlos de guardias de seguridad armados que hagan la ronda por la noche. Sólo si nos inundamos de política seremos capaces de perdonarnos por haber consentido tanta corrupción, pero ya llegó la hora. Se trataría de una situación compleja, para la que necesitamos lideres honrados que no aspiren a hacer fortuna; líderes que no crean que su misión en la vida es hacer dinero. Esta es la difícil tarea para la que no nos sirve el modelo de animal político que viene interviniendo en la relación entre lo que debe ser un buen gobierno y los ciudadanos. Así, se nos presentan nuevas caras, jóvenes, con un tono de voz que parece que buscar sobresaltarnos, y los
resultados de las encuestas y las primeras citas electorales, son positivos, entonces debemos preguntarnos, ¿qué tienen para haberle agradado a la gente, a los votantes potenciales? Y la respuesta desde mi punto de vista es, que establecen una relación de confianza con el pueblo. Los ciudadanos creen que pueden confiar en ellos, con la infalible confianza que sus planteamientos generan, y eso ayuda a despreciar aún más tanta corrupción y mentirosos como hemos soportado. El alivio que se nos presenta al creer en un nuevo orden de cosas en el que no tendremos que rescatar más bancos, ni alimentar más bolsillos de los que los hunden y se van con sus coches y mansiones, cubiertos de la más sórdida impunidad. Algunos se preguntarán si es posible hacer cambios tan profundos sin que el sistema económico dé su aprobación, y la respuesta es que hay que intentarlo. Sin prisas pero con las ideas claras, sin romper nada de forma irreparable, pero actuando en favor del pueblo. No vamos a ir a un sistema soviético que nos aísle, pero podemos decirle al mundo que podemos nacionalizar hasta el 50% de la banca, con la intención de tener las espaldas cubiertas, si el sistema capitalista vuelve a fallar, y en ese caso, muchos pensamos así, no se rescatarían más bancos. Hay países que ya contemplan este sistema, y nadie debe hacernos creer que es imposible, y que debemos competir con los USA con su mismo sistema, es decir, el capitalismo salvaje. Aún hay algo importante que decir acerca de los rescates a la banca y que no nos debe de ser ajeno. Puede que no hayamos aprendido, de hecho, de las declaraciones de los políticos más en la continuidad del sistema corrupto, se trata de fallos sistémicos y parece que aceptan que haya que rescatar bancos canda cierto número de años. Asumen los fallos del sistema como propios, y aceptan pagar la factura de los errores privados de los banqueros con dinero público. Desde el momento en que lo aceptan dejan de pensar en una forma de evitar que vuelva a suceder. La ansiedad por ganar elecciones, llevan pues a los ayuntamientos a trucos que tienen que ver también con la realción de los políticos y los banqueros. Querrían tener “barra libre” y casi es así. Hay alcaldes que en los dos años antes de las elecciones realizan cambios muy caros en las ciudades, ponen monumentos, abordan obras monstruosas, retocan las calles, arreglan aceras, y para eso necesitan libertad de crédito bancario. El truco consiste en endeudar el ayuntamiento hasta niveles desconocidos, y ganar las elecciones, o por el contrario, el que llegue como nuevo alcalde, debe asumir sus obligaciones con los bancos, con las arcas vacías, sin apenas poder hacer cambios, atado en el presupuesto, y sin posibilidad de renegociar la deuda para poder, en su caso, arrastrar aún algo más para seguir gastando.
4 Hay Un Modelo De Ciudad Liberal, Que Duele Nos corresponde en este momento caracterizar los modelos de ciudad, tener claras las diferencias, porque es el primer paso para terminar dando forma a un modelo social que respete a los débiles, a las minorías y las tradiciones. En esencia, la cultura popular se respeta a sí misma, y se construye al margen de modas y políticas, eso también debemos tenerlo en cuenta. Podemos decir que la ciudad se construye por barrios, y que todos ellos giran alrededor de reglas y signos de identidad propios. En la frialdad de las nuevas tecnologías, de las grandes y carísimas construcciones protegidas por guardias de seguridad, se distancian los hombres y se pone en situación de incomodidad a los más humildes; no es extraño que muchos de los moradores de los arrabales, sólo se sientan cómodos en sus barrios, al fin, construidos por ellos mismos a la medida de sus necesidades. Soportar la carga social de ser considerado un delincuente potencial por haber nacido en un suburbio, suele generar
conflictos que al final buscan de los alcaldes una posición sencilla: “si no están dispuestos a invertir en el barrio en forma de canchas deportivas, guarderías, centros culturales, para mayores etc., permitan al menos que los barrios se desarrollen en libertad”. Por la forma que se le da a las ayudas, en ocasiones ineludibles -pongamos el caso de una emergencia por catástrofe, tal como fue en los USA el huracán Katrina, y a pesar de las reticencias que tienen los liberales en ayudar al pueblo necesitado y aunque tardaron en llegar, al final movilizaron todas las fuerzas en socorro de los afectados- podemos adivinar cual es el sesgo de los gobiernos liberales. También de la historia aprendemos que es obligación de los gobiernos de las naciones o de las ciudades, prestar ayuda en el caso de desastres naturales, o accidentes de dimensiones catastróficas. Supongo que nadie puede llegar a relacionar la falta de reacción, o de operatividad o cuando las fuerzas de rescate llegan tarde, con una gestión liberal de este tipo de crisis orientada al ahorro, o a promover que el pueblo sea el primero en implicarse con sus propias fuerzas. Debido a la crisis más dura que recordamos, los comedores sociales se están organizando desde asociaciones de vecinos, religiosas, humanitarias, asociaciones de barrio, escolares, etc. y en este tejido, empezamos a echar de menos la sensibilidad de los gobiernos liberales, y la falta de motivación de los ayuntamientos. Pero, aún más importante que comprender la forma de pensar y reaccionar de este tipo de gobernantes, es reconocer que su compromiso con su ideología es tan firme, que jamás crearían estructuras que alivien este dolor. Y es por eso, que prefieren subvencionar directamente a las familias, y hacer un cálculo somero de lo que se gastarán, en logar de abrir los comedores escolares. Huyen de las estructuras populares como de una peste medieval, esa es la triste verdad. A partir de todo lo que conocemos, y de esa reacción en contra de montar las estructuras necesarias que ayuden a dar forma a los barrios, como pueblo llano, debemos pormenorizar todas ocasiones en que la omisión de ayuda se ha realizado y sobre qué ha sido, o sobre qué se ha producido, con la esperanza de que en el futuro podamos darle una solución más rápida y lógica que el pasado. Para este fin, la memoria popular es necesaria, y seguir incidiendo en las estancias políticas con las necesidades de los barrios, nunca renunciando, nunca dejándose desmoralizar por reiteradas negativas, si lo que se pide es justo habrá quien responda en algún momento. Demagogia es decir me sobran unos miles de euros y con eso cumplo con los barrios, lo difícil es adquirir el compromiso de crear estructura y mantenerla en el tiempo. Es importante darle una forma mínima de desarrollo en infraestructuras a los barrios más deprimidos, de forma que cualquiera pueda verlos como lugares posibles, lugares con futuro, y en los que se puede invertir y ayudar a hacerlos mejores. Los barrios que no cumplen con esas condiciones mínimas de servicios, no parecen aptos para los inversores, y lo que es peor, a algunos los abandonan premeditadamente porque los constructores, (no quisiera decir como buitres) los tienen estudiados, añadidos a sus “planes”, y están a la espera del momento, para poder desahuciar, echar a los vecinos, demoler y construir urbanizaciones. Los que realizan estas prácticas saben que los barrios más deprimidos representan un dulce bocado para ellos, y eso es debido a que todo allí les resulta más barato, desde las indemnizaciones, al precio del suelo. Los ayuntamientos, debemos ser conscientes de ellos, mueven mucho intereses de planes, de grandes construcciones, de obras monumentales, en las que en ocasiones, no entran las necesidades de los ciudadanos, incluso en algunos casos se los plantea como un obstáculo. Los ayuntamientos con pretensiones de gran negociado se descubren con relativa facilidad. En un primer momento lo llenan todo de carteles con representaciones de urbanizaciones, el gran triunfo del alcalde, su sueño, su consagración. Como si desde niño, en su pueblo o en su pequeña ciudad, hubiesen imaginado un desarrollo semejante, edificios y edificios de colmenas, y en sus alrededores, campos con césped, fuentes, aparcamientos, canchas de basket o piscinas municipales. Pero la contradicción se produce porque todas esas instalaciones si suponen una estructura que hay que mantener, contratar empleados que gestionen las piscinas, corten el césped o limpien todo el complejo cada día. Cada vez la idea les parece mejor, los constructores les están muy agradecidos porque con esas instalaciones y el nivel burgués que se propone en ellas, se podrán vender los pisos a buen precio. Les resulta compensador el trabajo realizado, las eternas comidas de trabajo en las que tuvieron que discutir todos los aspectos de la urbanización, lo de menos era quien pagaba,
aunque siempre pagaban los constructores. Las instituciones están a salvo, ha sido un gran trabajo, que además supondrá una cantidad adicional para las arcas púbicas; nada que añadir de los paquetes por las molestias, si se trata de uno de esos casos de corrupción en los que hay sobres y paquetes para todos. Si no es así, quedará la satisfacción por el sueño de la infancia realizado. Precisamente, uno de esos días en que saldrían de una reunión de trabajo de un restaurante con los constructores, los alcaldes se encuentran con una manifestación en la puerta, lo que les resulta muy molesto, y por eso no quieren saber de qué va. La desintegración de los planes, el efecto limpieza se puede ver en peligro, si este tipo de cosas pone en evidencia que se lo han gastado todo en dejarle bonito el entorno a los que quieren vender pisos nuevos, y se han olvidado de los viejos barrios, que podrán esperar otros veinte años, porque se organizan a su modo. Eso es lo que los barrios izquierdosos llaman el tejido social, y el alcalde se reafirma en su idea, “pues que se organicen solos, que les saquen la mitad del equipo de limpieza y que esa mitad la deriven a la urbanización”. Para algo se tiene la cabeza, y esos alcaldes no han llegado hasta donde han llegado por ser precisamente cortitos, son listos demás. Es habitual imaginar escenas parecidas para cualquier libre ciudadano de nuestra maltratada península, han visto con sus propios ojos como las urbanizaciones crecían y se extendían como una plaga, y ahora también saben que dos millones de parados no encontrarán trabajo en al menos otros quince años, el tiempo en que se calcula que se tardarán en vender los millones de pisos vacíos que heredamos de la burbuja inmobiliaria, y el juego financiero que la creó. ¿Alguien duda de la parte innoble que jugaron los ayuntamientos en ese fenómeno? En momentos muy concretos, la política se vuelve racista y populista, y ese es el momento en el que un alcalde hace la promesa de liberar su ciudad de inmigrantes, y si son africanos y con piel negra, entonces el racista empieza a gustarse y a crecerse. Prometer más trabajo para los oriundos porque se van a “deshacer” de los inmigrantes, mantiene la interdependencia con aquellos que prometieron echar a los judíos de Alemania como mejor solución para la falta de trabajo. Todas las trabas, incomodidades, recortes de servicios, y represión contra los inmigrantes, tienen un objeto, cumplir con aquellos votantes a los que se les prometió un puesto de trabajo porque, con la ley en la mano, eso sí, echarían a los “ilegales”. Se creen lo que predican, pero no serán nunca capaces de disminuir ni un ápice el fenómeno de la inmigración, porque la única justicia que se les permite a los desposeídos de la tierra (siempre ha sido así) es la que ellos mismos buscan. Piensan los que no creen en la fuerza de la gente, que no tiene nada, que son pobres y desposeídos, que podrán eliminarlos de los barrios de sus ciudades, pero no calculan que el que no tiene nada, no deposita su talento, su inteligencia, su fuerza y su salud a la suerte, porque sólo puede confiar en si mismo. Se habló ya en el pasado de que tipo de gobernante necesitamos, de cual de los modelos conocidos podía ser el mejor, y eso vale para los presidentes, pero también para las alcaldías. Mientras unos son prudentes y van montando su gobierno como un cuidadoso puzzle tridimensional, que va cogiendo altura, y en el que cada nueva pieza que se mueva puede hacer caer todo el resto, otros, por desgracia, se dedican a tocarlo todo, a moverlo todo, como niños dispuestos a romper su juguete. Estos son los que creen que todo lo que se hizo antes está mal hecho, y hay que cambiarlo y ponerlo a su forma, porque tienen mucho que criticar de otros que estuvieron antes. Apenas llegan al poder se ponen manos a la obra, se diría que más que construir llegan para desestabilizar, destruir, cambiarlo todo, y desoyen la vieja máxima de que el mejor legislador es el que no legisla. Y tampoco es no tocar nada, sino dar respuesta comedida a las nuevas necesidades de las ciudades, sin cambiarlo todo por mucho negocio que represente. Los que dicen que hay actitudes que obstaculizan el crecimiento, en su mayor parte, suelen ser empresarios que sueñan con algún pelotazo. Darle a los empresarios todo lo que piden, es ponernos una y otra vez al borde de la burbuja, el abismo con el que aspiran destruir las relaciones laborales. Los empresarios se caracterizan por su avidez, por la insaciable necesidad de ganar hasta romperlo todo, esa distinción no les beneficia, al contrario, tenemos la profunda convicción de que nos destruirían si fuéramos un obstáculo en sus planes: el despido libre con el que sueñan, es tan sólo una pequeña muestra de su carácter, sacarse del medio sin piedad cualquier cosa que estorbe sus planes. Tal expectativa de poder los lleva a desesperar y no son pocas las condenas por actos que pretenden comprar
voluntades por encima de los derechos generales. Todo el negocio retenido entre los favores de paredes de despachos de gobierno, suele ser un negocio que vulnera el bien común y favorece intereses particulares. En ese proceso de amistad, la buena opinión que tienen los políticos de estos prohombres, los lleva a sacarse fotos con ellos, a pedirles consejo y, en ocasiones, hacer amistades para toda la vida. ¿Es legítimo creer estrechar tanto la política? Posiblemente no, y desearíamos a los políticos en contacto con el pueblo llano, escuchando sus quejas, pero ellos aspiran a relacionarse con gente importante en la creencia de que se les puede pegar algo de la importancia ajena. Muy al contrario de lo que podamos creer, no todos los políticos son así, algunos convienen en sus partidos cobrar sueldos acordes con los sueldos de los trabajadores, y eso es muy revolucionario porque rompe el sentido capitalista de la política. Es decir, al renunciar a cobrar sobresueldos, a seguir trepando como único sentido de la vida, a competir por más y más sueldo aunque ellos suponga destruir toda oposición, el sentido capitalista de competir hasta morir, se ve seriamente dañado. Nos hemos escandalizado, no hace mucho, de escuchar de alcaldes que se ponían su propio sueldo, y que decidían cobrar más que un diputado, en ocasiones he escuchado que algunos han cobrado más que un presidente del gobierno, ¿debemos soportar esto?
5 El Enemigo En Casa Originalmente todo ciudadano se fía de su nuevo alcalde, le supone una voluntad positiva para hacer todo lo necesario, todo lo apropiado para favorecer la buena marcha de la ciudad. La diferencia entre la voluntad popular y las decisiones políticas, es que, de forma general, suelen surgir pormenores que nunca conoceremos, y es una lástima que así sea. Nadie puede imaginar cuantas cosas se nos hna ocultado desde que la democracia es nuestra forma de gobierno. Los secretos y los documentos destruidos, o catalogados como materia sensible y reservada. Nunca estará a nuestro alcance, porque nos consideran menores de edad, no preparados para tomar las decisiones importantes y sometidos a la tutela de un poder pactado. Muchos de estos secretos se deben a actuaciones que han perjudicado a los ciudadanos, pero alguien consideró que no quedaba más remedio que hacerlo. Por ejemplo, si el gobierno supiera que las antenas de telefonía pueden producir cáncer prohibiría que se pusieran en los tejados, aún más imposible se me hace imaginar que aprobaran una ley que expropie los tejados y ordene poner estas antenas a la fuerza; claro que los alcaldes y los gobiernos tienen que velar por la salud de los ciudadanos en primer lugar, eso sí, a menos que consideren que es necesario para el interés de un sector que consideran estratégico para el desarrollo del país. Es decir, esas cosas pasan, y a veces pasan con demasiada frecuencia. El mundo, al girar incansable, no puede observar lo que sucede en los márgenes, los apuntes secundarios, que en ocasiones son imprescindibles. Cada una de las decisiones que se conocen acerca de los grandes peligros, los que ponen contra las cuerdas a la humanidad entera, son decisiones por las que nunca nos preguntarán. La proliferación nuclear o el calentamiento global, no pueden hacer que el mundo deje de dar vueltas, ni siquiera que lo haga a una velocidad más amable. Aquí llegamos plenos de razón, pero aparentemente confundidos, si aceptamos que son temas que nos pillan muy lejos, que no tienen nada que ver con nosotros, o que no podemos hacer nada al respecto. Nos distinguimos como gente pequeña, que piensa poco de ellos mismos, que se tiene en menos que nadie y que aporta poco al sentir general, y esa distinción no nos beneficia. Lo que no podamos hacer, no debemos contentarnos con dejarlo para los que vienen detrás, no creo que el
mundo lo resista. La proliferación nuclear, puede llevar a no mucha distancia de algunos pueblos, la instalación de una central nuclear, o lo que sería aún peor la instalación de un cementerio de residuos atómicos en el mismo pueblo, porque un alcalde considere que lo que le pagan al ayuntamiento por aceptarlo es un trato ventajoso. Cualquier empresa contaminante que se instale en un municipio sin contar con la aprobación de los vecinos debería ser considerado un acto delictivo. No podemos decir que la ausencia de consultas a los ciudadanos, sobre temas que le afectan directamente, forma parte de la descomposición de un sistema que sabe, que si pregunta va a tener que dar marcha atrás a muchos de sus negocios y planteamientos. Y no podemos decir que se trata de la descomposición del Estado porque en los términos de aceptarse en comunión y comunicación con las mayorías siempre las rehuyó, siempre se negó a preguntar y proponer referendums (tan raros por estas tierras). Da coraje que el mundo pueda funcionar así, pero se pueden hacer cosas para cambiarlo, y la primera es proponer candidatos con un tono diferente a lo que nos vienen acostumbrando. Creo que empezamos a desconfiar que los gobiernos se cubren de una apariencia democrática pero nunca tuvieron intención de saber qué opina el pueblo acerca de sus negocios. En los ayuntamientos, sin embargo, todo debería suceder con más discreción. Se podría discutir si la proximidad al ciudadano podría realmente influir en el descaro con que se hacen algunas cosas, o al menos, la prensa local, pues el trámite tan cercano suele estar en boca de todos. Aquí tampoco vamos a tener suerte porque cuanto más de cerca les toca la noticia más miedo les infunde; los periodistas locales -créanme que me duele reconocerlo-, o se ponen al servicio de los caciques a los que posiblemente conocen personalmente, o temen perder su trabajo porque los periódicos suelen nutrirse de las ayudas y la publicidad que éstos aportan. Tal vez no se trata absolutamente de que la prensa esté comprada con esas ayudas, pero debemos reconocerlo, en algunos casos es todavía peor, compran las radios, las televisiones, los periódicos, cualquier cosa que pueda expresar una opinión. Por fortuna, los ciudadanos libres siempre encuentran los medios para seguir contando la verdad, y sacarla de la sombra a la que la condena la prensa burguesa. Cada uno de los miembros de los ayuntamientos, si esos personajes fueran sensibles a todo lo que conocemos, y que sin duda ellos nos podrían aclarar en una dimensión más amplia, deberían actuar como controladores de las estancias superiores, y por su propia dignidad y buen nombre. Quiero decir con esto, que algunos que están a la sombra de los que realmente deciden, al final serán juzgados por la mente popular y puestos al mismo nivel que los otros. Cuando un caso de corrupción surge en mitad de la tormenta, el pueblo hace sus juicios, y aunque no haya pruebas, los que con su presencia y apoyo hayan estado justificando los entramados y chiringuitos que generan, serán puestos a la misma altura y su nombre igual de menospreciado. Si la corrupción sucede es porque mucho de los que rodean a los corruptos miran para otro lado, cuando debían contarlo a la prensa. En el girar de los ojos y en el girar de la cabeza, existen precedentes históricos terribles, aunque no del todo interpretados. Así pues la ascensión del fascismo sólo se explica desde la gente inocente que se desentiende de la política y la corrupción. Pero aunque la política se alimenta no sólo de la indiferencia de los demás, sino de la maldad manifiesta y la perversión de los nuevos ricos trepadores, debemos reconocer que incluso los que se dicen en la oposición entregan con demasiada facilidad el poder. Y aún más, cuando la izquierda está en el poder, uno tiene la impresión de que no toma decisiones realmente revolucionarias, de que intentan no molestar. Es como si nos convencieran de que lo mejor para el pueblo es poner el poder en manos de los millonarios, y que ellos se ocupen de mantener los equilibrios y que puedan seguir incidiendo en la desigualdad, en la conservación de sus riquezas y en la ostentación, mientras los servicios más elementales de nuestras ciudades siguen en precario. La visión que pretende eliminar la desigualdad no se hará efectiva a un corto plazo, ni a la largo plazo, en lo que a las grandes fortunas se refiere, pero hay algo más importante que está al alcance de nuestra mano y eso si se lo debemos censurar a los poderosos que se oponen a ello; se trata de la igualdad en los mínimos de vida, en lo que depende de sobrevivir con dignidad, en tener los servicios básicos cubiertos y en exigir para ellos el trabajo digno (y luchar contra el trabajo que no respeta al trabajador), lo que se ha dado en llamar “La Condición Humana” y tiene que ver con la obra de Hannah Arendt y la anterior de Malraux, y la idea que los
dos exponen acerca de que los humanos tienen que vivir vidas humanas. Cualquiera que proponga leyes, políticas, prohibiciones, normas laborales, que vayan contra la dignidad mínima y el respeto que se le debe a los seres humanos por el mero hecho de serlo, estará situándose a la altura de los indeseables y los genocidas. Los servicios municipales no se pueden negociar bajo presupuestos, son los que son y se necesita el dinero que se necesita. Podrían hacernos pensar, ya lo intentaron en otras ocasiones, que no hay dinero, que no es suficiente, cuando quieren decir que no tienen dinero para algunas cosas, pero que los excesos burgueses se lo siguen llevando todo. El ritmo del desarrollo lo marcan las infraestructuras burguesas, no las necesidades populares. Los comedores sociales no son una prioridad, para los que construyeron aeropuertos inútiles, autovías que no se usan, los que sustituyeron los trenes de cercanías por el AVE, los que llenan nuestras ciudades de aparcamientos porque creen que el ciudadano al que se deben es el que tiene auto (como un señal mínima de aburguesamiento), los que dicen que el dinero público debe estar para favorecer el desarrollo empresarial, y construir las infraestructuras necesarias que les hagan falta. En esta situación de estancamiento de las instituciones a la que nos quieren destinar, surgen las voces que piden consultas populares sobre los temas importantes que nos importan, e influyen en nuestras vidas, y en el caso de los ayuntamientos, esa influencia es directa. Cuanto más analizamos las condiciones de vida que otros proponen para nosotros más insoportables nos parecen algunos gobernantes. He conocido un caso de gente que vendía sus pisos a mitad de precio en una zona de viviendas sociales, estas viviendas estaban sujetas a las condiciones de compra y tampoco se podía hacer negocio con ellas, pero resultaría imposible porque muy cerca les pusieron una fábrica de productos químicos. La paciencia de la gente es interminable, y hubiesen seguido esperando y pidiendo que se la quitaran algún día de allí, si los fallecimientos por cáncer no se hubiesen disparado. Fue una reacción inmediata, cuando el cáncer se empezó a extender, y los fallecimientos se multiplicaban, la mayoría de los propietarios de viviendas sociales, decidieron poner a la venta sus pisos a precios irrisorios, y aún así no conseguían venderlos. Nadie quería una vivienda, aunque fuera regalada, si eso suponía vivir en un lugar contaminado, ¿ustedes que harían? Es el efecto Chernobyl, una ciudad fantasma a la que nadie irá a vivir porque el aire está envenenado. Mientras todo esto sucedía la fábrica de productos químicos seguía trabajando y los concejales miraban para otro lado, aunque posiblemente, en algunos casos, estos afectados eran parientes suyos. Desde el punto de vista político, nos debemos dirigentes que no antepongan el negocio, ni siquiera el desarrollo al bienestar de la gente, por humilde que sea. Más la paciencia de la gente tiene límites catastróficos, todos hemos oído de los suicidios que se multiplican en casos de crisis, y últimamente en el terrible fenómeno de los desahucios, que nos llegan desde la burbuja inmobiliaria de la que ningún político se responsabiliza. Nos viene resultando indispensable una buena descarga de honradez, para variar, y alcaldes que sean conscientes de que su primer cometido es el de defender al pueblo llano de los poderosos, que anteponen su codicia y sus beneficios, a la salud de las buenas gentes. Por cierto, en ocasiones estos beneficios empresariales se defienden con la fuerza, y la violencia hace su aparición cueste lo que cueste, Seguramente a ustedes también se les ha quedado grabada aquella imagen del Pocero, levantando una herramienta contra unos periodistas que grababan una fallida zona residencia; arremetió contra ellos para que no vieran los edificios vacíos, y otros a medio construir. El efecto de la violencia en los cuerpos empresariales les hace presumir en ocasiones que están dentro de la ley, y sobre la persecución a la que someten al pueblo habría mucho que hablar. Pero además, en los últimos tiempos estamos asistiendo a que algunos piquetes de la última huelga general, deberán entrar en la cárcel, por acciones como arrojar un bote de pintura en una piscina, y eso también me parece violencia. Tanta violencia es la del río que se desborda como la del cauce que lo presiona. Estamos viviendo el tiempo crucial de volver a exigir respeto por el pueblo y los trabajadores, y el sistema debe decidir que si le interesa la paz social y el sistema sindical -por mucho que les moleste a los empresarios tener a sindicalistas en las empresas fiscalizando cada una de sus acciones-, deberán dejar de meter en la cárcel a gente que lucha por sus ideales, no por sobresueldos, ni por hacer fortuna en la política. Podremos desprender a la política de estos interesados y al fin definir que penas deben pagar los delitos económicos, porque los corruptos deben pagar, desde el gobierno
de la nación, pero también en las alcaldías. En cualquier parte del mundo los gestores de lo común pueden tener la tentación de intentar vender lo que no es de nadie, los ríos, el sol, el aire. La idea de lo público va mucho más allá de todos los negocios posibles imaginables. La protección del negocio de las energías fósiles, ha llevado a la proposición de impuestos a los que, de forma particular, generen energía eléctrica para consumo propio, o también a la venta de ríos, o más cerca, su gestión. Quizá podríamos hablar de la gratuidad de la energía, porque sabemos que el viento y el sol, son suficientes para producir toda la energía necesaria, pero de momento la protección de los gobiernos sobre los grandes negocios de las energías es manifiesto. Se intenta, por ejemplo, la privatización de la gestión del agua pública; en tal caso, no es difícil imaginar que en caso de un verano seco, los dueños de esa gestión decidan dar preferencia al riego de los campos de golf de los grandes hoteles, o a las enormes piscinas de los burgueses del área. También los ayuntamientos son culpables del tipo de desarrollo que proponen para sus ciudades, desde las más sucias con trabajo industrial para todos, hasta las más señoriales, en las que los ciudadanos sólo encontrarán trabajo como, mayordomos, jardineros o guardias de seguridad en las grandes mansiones. Nadie está valorando en lo suficiente la opinión de los ciudadanos, nadie está contando con ellos para decidir el desarrollo, y el tipo de ciudad que se desea. Los alcaldes liberales lo tienen muy claro, para ellos, la opinión del pueblo no cuenta, y si para el desarrollo de la ciudad hace falta instalar una fabrica de productos químicos, que arroje a la atmósfera todo tipo de sustancias nocivas, tengan por seguro que jurarán y perjurarán que no se puede probar ninguna enfermedad tenga relación con la fábrica. Del mismo modo, podemos acercarnos a la realidad que supone tener un gobierno con una política energética que responde a los intereses de lobbys determinados. Todo el mundo sabe que el lobby nuclear es muy poderoso, y que aspira al gran negocio que supondría venderle y construirle centrales nucleares a todos los gobiernos emergentes. La energía es el negocio más grande del mundo, con consumos infinitos (mientras el hombre exista consumirá energía), y algunos afirman que mientras las energías fósiles no se agoten ninguna otra energía, aunque sea gratis será bien recibida. Los USA por su parte consumen tanta energía que han decidido que todas son necesarias, y su dependencia del petróleo es tan grande que tienen que comprarle petróleo hasta sus enemigos ideológicos, lo que no les resulta nada agradable. Hace poco hemos sabido que el gobierno Rajoy está haciendo prospecciones petrolíferas cerca de canarias y baleares, y que eso puede provocar mareas negras y la destrucción de fauna marina, lo que causaría un daño irreparable al turismo. Estos pelotazos animados por los lobbys energéticos, son lo más parecido al pelotazo de la burbuja inmobiliaria. Todos los grandes negocios y pelotazos económicos, terminan por chupar las posibilidades del desarrollo sostenible. La burbuja inmobiliaria creó cerca de tres millones de desempleados y millones de pisos vacíos que condenan el sector por veinte años más. El empleo en España, por falta de imaginación de nuestros dirigentes, se reduce a turismo y construcción, si continúan con las prospecciones petrolíferas, ahora destruirán el otro sector estratégico más importante, el turismo; y nos parecía imposible que pudieran hacerlo en la confianza de que el sol no nos iba a fallar, pero la amenaza que supone un cuerpo político que responde a los intereses de los lobbys nos hace comprender que nada está a salvo. En este juego los alcaldes juegan su papel, y los que son del mismo partido en el gobierno no se atreven a enfrentarse a sus jefes, lo que les hace ir contra la opinión de los ciudadanos que los han elegido. Los alcaldes saben muy bien que sus municipios viven del turismo, comprenden perfectamente que el negocio del gas y del petróleo sólo beneficia a unos pocos y que la mejor opción son las energías renovables, y aún así no se atreverán a llevarle la contraria. De todo esto deducimos que el empleo no depende de los grandes planes y delirios de políticos mediocres, sino del desarrollo sostenible del tejido social. Sabemos que el país puede crecer, y la macroeconomía funcionar sin que eso afecte al empleo y podemos así continuar con seis millones de parados, a los que tendríamos que sumar los cuatrocientos mil emigrados del último año, lo que no debería suponer un orgullo para un gobierno que se comporta con absoluta irresponsabilidad. Los alcaldes deberían ser expertos en tejido social y como protegerlo, pero están al servicio de grandes partidos, que a su vez están al servicio de lobbys muy poderosos, y eso destruye el pequeño empleo, el de las PYMES, que al fin son las que sostienen el empleo.