Asaltados o asaltantes: municipalismo y movimientos sociales en la coyuntura electoral

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por Juan Cruz López

MUNICIPALISMO

ASALTADOS O ASALTANTES: MUNICIPALISMO Y MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA COYUNTURA ELECTORAL

1.- CRUZ LÓPEZ, JUAN: «Crisis y fracturas: brechas para la acción política constructiva del anarquismo», en Estudios, nº 2; 2012, pp. 27-33.

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su enésima transfiguración y bien dispuesto para, acaso una vez más, digerir de un solo bocado el novísimo menú de contradicciones que se alumbran en su seno. Fuera de ahí, y sacudido diariamente por el torbellino de noticias que dan cuenta de la decrepitud del régimen, el ciudadano medio ―educado socialmente en la cultura del individualismo de consumo y el delegacionismo político― pareciera desconfiar de cualquier fórmula organizativa que implique una impugnación del sistema de gobernanza actual, lo que, a nuestro modo de ver, se evidencia en el contraste entre la percepción social de los políticos y los amplios porcentajes de participación en los procesos electorales que, a cada tanto, evidencian los tácitos consensos imprescindibles para el normal funcionamiento del sistema parlamentario actual1. En este contexto, el análisis estratégico de la situación presente elaborado por algunos sectores de los movimientos sociales que han formado parte del ciclo de movilizaciones al que hacíamos referencia anteriormente, ha favorecido que, en consecuencia con las tradiciones electoralistas de las que bebe buena parte de su militancia, se halla fermentado un discurso que, si bien legitima la labor de intervención polí-

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Resulta imposible otear el panorama político actual sin seguirle el rastro a la crisis económica que desde 2007 sacude la economía mundial. En el Estado español, su correlato de reformas y ajustes estructurales ha dado forma a una profunda revisión del marco político, social y laboral en el que viven millones de personas, profundizando las diferencias de clase y acabando, aunque no de cuajo, con los sueños de progreso permanente y bienestarismo a ultranza socializados por los ingenieros del consenso a través de sus medios de desinformación durante el ciclo económico del boom del ladrillo. En el terreno, mucho más prosaico, de la política parlamentaria, el gobierno en mayoría absoluta del Partido Popular ha permitido la puesta en marcha de todo un programa de reformas de carácter neoliberal que contaron con la oposición a pie de calle de importantes sectores de la sociedad (asambleas de base, colectivos profesionales, mareas ciudadanas, etc.), principiando con ello un interesante ciclo de movilizaciones a través de las cuales se han ido implementando nuevas formas, y no tan nuevas, de intervención política en las que el modelo organizativo de carácter asambleario ha recuperado el protagonismo que ya tuvo en otros momentos de mucha mayor efervescencia social (pensamos, por ejemplo, en el ciclo movilizatorio de finales de los años 70). Sea como fuere, la multiplicación de los colectivos y asambleas de base, la consolidación de los espacios de convergencia política, la proliferación de centros sociales y la paulatina, aunque también dificultosa, federación política de algunas de estas iniciativas (pensamos, por ejemplo, en la vertebración del movimiento por la vivienda en su amplio espectro), no deja de percibirse como un guiño insurgente, como un conato de resistencia al pareciera que irrefrenable avance del capitalismo postindustrial, fortalecido por

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tica de los movimientos sociales, aspira a multiplicar la capacidad de transformación de los mismos asaltando las instituciones y, por tanto, poniendo en pie disímiles herramientas de participación electoral que, a corto plazo, ensayarán su puesta a punto en las elecciones municipales que en el Estado español se celebrarán en 20152. Según como se mire, podría ser harto difícil o, por el contrario, muy sencillo, hacer una puesta en común de las características fundamentales de los distintos ingenios electorales puestos en pie por los actores políticos comprometidos con la estrategia del asalto a las instituciones. En un principio, se nos antoja que su compromiso con las reglas del juego democrático parte del convencimiento ético de que el sistema de gobernanza parlamentario, y sus instituciones, es apropiado para dirimir los asuntos del común, de la res publica. Así, y a falta de un cuestionamiento integral de la normatividad vigente, se aspira a poner pie en las instituciones con dos finalidades prioritarias: 1) adecentar la casa (menos corrupción, más transparencia y participación), 2) trasvasar poder a los movimientos sociales y, en ese sentido, empoderarlos desde arriba, facilitándoles recursos, legitimando sus discursos y, quizá en última instancia, otorgándoles parcelas de autoridad para, llegado el caso, autogestionar políticamente determinados espacios para los que se reclamen competentes. Teniendo en cuenta las limitaciones de este esbozo y asumiendo las inesperadas derivas del proceso puesto en marcha, sería injusto obviar que esta estrategia ha conseguido movilizar, aun en los pueblos más pequeños, a un gran número de personas que hasta ahora habían permanecido al margen de la participación activa en la arena política. Por otro lado, las opciones que se reclaman del municipalismo han logrado acumular fuerzas recogiendo la experiencia militante de cientos de personas formados políticamente al calor del 15M y sabiendo utilizar el capital

simbólico de un buen puñado de personalidades3 de los movimientos sociales que, al amor de la querencia ajena y quizá intoxicados por el resultadismo, han dado el paso de fortalecer las candidaturas electorales que reclaman ganar la ciudad para los de abajo. A lo que se aspira ―digámoslo claro y con perdón de la expresión― es a estar donde se parte el bacalao, tomando el poder desde lo más cercano y revertiendo la composición de fuerzas en el terreno institucional para, desde el diálogo permanente con los movimientos sociales, acelerar los cambios necesarios para dar la vuelta a la tortilla y, de una vez, arrebatar la gobernanza al capital, poniendo la estructura política al servicio del pueblo, es decir, al servicio del interés general de la ciudadanía. Todo esto, dicho tal que así, pareciera actualizar el catecismo político de cualquier opción de izquierdas que bebiera del marxismo. ¿Pero es que no es así? Bajo nuestro punto de vista, causa sorpresa, cuando no estupor, que determinadas lecturas estrechas de la ecología social o el municipalismo libertario4, se estén utilizando como base teórica para dar forma a la enésima versión actualizada de la estrategia electoral de organizaciones y partidos de izquierda que en su reciente devenir político poco deben a los postulados de autonomía y federalismo que se hallan en la base de las tesis municipalistas5. Que Murray Bookchin no reniegue de la participación en los procesos electorales de carácter local, no lo justifica, y que la estrategia de asalto a las instituciones sea secundada por un sector importante de los movimientos sociales, tampoco. II En este caso, no se trata de patrimonializar6 ningún concepto teórico ni de limitar las posibles lecturas (y relecturas) de unos textos cuya permeabilidad se antoja clave para dar frutos como los que están dando7;

2.- Nos referimos con ello a las candidaturas agrupadas bajo la marca Ganemos y, a pesar de que no concurran finalmente a las elecciones municipales del siguiente año, a las candidaturas de la marca Podemos (cuyo estreno en la arena política española es inminente). 3.- Quizá sería injusto recurrir a la palabra líderes. 4.- Resulta imprescindible acercarse a la obra del anarquista norteamericano Murray Bookchin para tener una visión más detallada de los postulados de la ecología social o el municipalismo libertario. Algunos títulos a tener en cuenta serían Historia, civilización y progreso, La ecología de la libertad o Seis tesis sobre municipalismo libertario. 5.- No es un secreto los estrechos vínculos que guarda la marca Ganemos con Izquierda Unida. Al igual que tampoco se ignora el importante papel jugado por Izquierda Anticapitalista en la puesta en marcha de Podemos. 6.- Entiéndase este concepto como el intento de hacer suya cualquier idea o teoría por parte de una corriente política determinada. 7.- El Confederalismo Democrático, por ejemplo, como modelo de organización aplicado en la región kurda de la Rojava (Kurdistán sirio), es buen ejemplo de las aplicaciones prácticas de las teorías de Bookchin. Aquí para saber más: http://www.todoporhacer.org/elconfederalismo-democratico-un-acercamiento-al-conflicto-kurdo


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impone sus intereses y obliga a transigir con sus demandas. Precisamente por ello, planteamos que todo proyecto de transformación que tome como referente la capacidad de intervención política de los movimientos sociales, debe aspirar a construir un sistema de gobernanza, ya no solo paralelo al institucional, sino enfrentado al mismo y, por tanto, que asuma desde primera hora la necesidad de deslegitimar las estructuras de participación de las que, históricamente, se ha dotado el enemigo para hacer valer sus bazas. No obstante, sabemos que hay una brecha evidente entre las formas de acción política que devienen del parlamentarismo y aquellas otras que, fuera del foco, transforman la realidad de otra manera (de espaldas a las instituciones y, a veces, en contra de ellas). Por otro lado, tampoco es inusual que se establezcan puentes de unión entre ambas formas de entender el juego del qué hacer. De hecho, esta interconexión ayuda en ocasiones a que haya un trasvase de fuerzas de un lado a otro de ―si se nos permite el símil musical― ambas escenas, lo que al cabo supone una hibridación de los discursos y las estrategias muy connatural a nuestro tiempo, en el que las formas tradicionales de encuadramiento político de los sectores populares, la forma partido y la forma sindicato, arrastran una crisis de legitimidad que parece insuperable9 y que, en cierta forma, es extensible a todas las estructuras organizativas (como las asociaciones de vecinos) a través de las cuales a vehiculizado sus demandas la clase trabajadora en los últimos cuarenta años.

8.- Pensamos, como no podía ser de otra manera, en el análisis del poder realizado por Michel Foucault. En ese sentido, se nos antoja imprescindible la lectura del clásico contemporáneo Vigilar y castigar. 9.- De hecho, los partidos políticos y los sindicatos se sitúan entre las instituciones peor valoradas por la ciudadanía en los barómetros del CIS. Ver: http://www.cis.es/ 10.- Para el caso, resulta interesante la lectura del artículo «Los movimientos sociales frente al ascenso de Syriza y la izquierda parlamentaria» publicado en Diagonal: https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/24233-movimientos-sociales-frente-al-ascenso-syrizay-la-izquierda-parlamentaria.html

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Hibridación, decimos, que en el terreno de la praxis acaba por esbozar dos amenazas para los movimientos sociales que se han de enfrentar de forma ineludible10: la ruptura de la unidad de acción y la institucionalización de sus propuestas. En el primer caso, y volviendo a la situación actual, pensamos que la aparición de las candidaturas electorales de carácter municipalista está restando fuerzas a la lucha política, social y laboral de base. No cabe duda de que la puesta en marcha de una herramienta electoral que plantea disputar la hegemonía

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según nuestra opinión, se trata, más bien, de hacer una lectura completa de las tesis municipalistas que, por un lado, rehúya de los planteamientos cortoplacistas tan al gusto de los profesionales de la política y, por otro, permita analizar en profundidad la solidez de algunos planteamientos que parecieran adolecer de una obsolescencia inevitable. Nos explicamos. Resulta difícil entender que discursos en apariencia superadores, de carácter radical y que se reclaman, incluso, revolucionarios, convivan y den fuste a una estrategia electoral cuyo análisis del poder nos parece desfasado y algo obtuso. Defender a día de hoy que el poder, tal que así, reside en las instituciones, implica no haber tomado en cuenta lo mejor del análisis político y social vinculado a las teorías críticas de la modernidad8. Ampararse en una visión estática del poder (el poder reside en las instituciones) impide negar la base relacional de toda relación de poder. Según lo dicho, deberíamos tener claro que si, a día de hoy, las instituciones tienen poder es porque en el proceso de construcción social de las mismas, alguien se lo ha otorgado. Continuando con este razonamiento, parece improbable que, haciendo caso al discurso público de alguno de los líderes de las candidaturas municipalistas, se pretenda vaciar de poder a las instituciones participando en ellas y, por tanto, legitimándolas. No es una frase hecha. A nuestro modo de ver, y según un análisis del poder que toma de base su carácter relacional, la única manera de vaciar de poder a las instituciones es fortaleciendo los movimientos sociales autónomos a las mismas. Además, la lectura descontextualizada de los postulados del municipalismo libertario emprendida por estos nuevos actores políticos, obvia en gran medida la interpretación clásica de la estructura del Estado defendida por los anarquistas. En ese sentido, una lectura de las tesis municipalistas ajustada a su marco teórico, tendría en cuenta el carácter social, no neutral, de toda institución política. Por eso mismo, no se puede plantear que las instituciones, en este caso, los ayuntamientos, sean tecnologías de gestión política neutrales. Los cabildos municipales, como institución, forman parte de un sistema de gobernanza con inercias propias, que delimita sus competencias,


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política en el ámbito municipal a los llamados partidos de la Troika (PP y PSOE fundamentalmente), exige una inversión de esfuerzo militante que, no queda otra, se acabará restando de la confrontación de base. De hecho, la misma articulación de la estrategia electoral, con todo su correlato de elaboración de listas, designación de candidatos y planificación de campañas, ya supone un distanciamiento insuperable entre la militancia a pie de calle de los movimientos sociales y aquellos que han decidido tirarse al barro de la arena electoral. En ese sentido, entendemos que este proceso propicia la generación de fracturas, debilita el potencial de movilización y, se quiera o no, acaba por adormecer las luchas11. En el segundo caso, la institucionalización de los movimientos sociales, la amenaza se plantea sobre todo para aquellos que conservan una visión impugnadora del conjunto del sistema político y que, por tanto, no conciben la toma de posiciones de los movimientos sociales como un fin en sí mismo, sino como un paso ineludible para, por un lado, socavar el poder de las instituciones hegemónicas y, por otro, articular desde la base un modelo organizativo que ponga en pie nuevos sistemas de gobernanza política, antagónicos al régimen, sin duda, pero dotados del necesario potencial de cambio para enfrentar el reto de la autogestión en tiempos de un previsible colapso12. A partir de aquí, y teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, creemos se evidencia una, no por sabida, menos interesante realidad que permea la existencia de todos los espacios de confluencia política, de los cuales, los movimientos sociales no dejan de ser un ejemplo más. Nos referimos a la diferenciación, con toda su escala de grises de por medio, entre los actores políticos que asumen las reglas del juego parlamentario y aquellos otros que, no transigiendo a las mismas, las impugnan desde fuera, apostando por un modelo no predeterminado de autoorganización que desborda el marco institucional. Unos y otros, según cómo se mire, pueden asumir sin mayor riesgo algunos postulados del municipalismo libertario esbozado por Bookchin y que en el Estado español cuenta con precursores de la talla de Felipe Alaiz13. Decíamos que pueden asumir algunos

postulados, pero no todos, ya que, al menos para nosotros, las tesis del municipalismo libertario solo pueden entenderse en su conjunto y en toda su profundidad, si su lectura se realiza tomando como referencia el marco teórico en el que se inscriben, el del anarquismo social, y teniendo en cuenta la pluralidad de referencias históricas que ilustran la teoría y de las que, por ejemplo, ya tomó nota el mismo Kropotkin en El apoyo mutuo o El Estado y su papel histórico. IV Dicho esto, ahora cabe preguntarse hasta qué punto los sectores de los movimientos sociales no transigentes con la estrategia electoralista pueden servirse de una propuesta política, el municipalismo, cuya interpretación se haya tan mixtificada en el contexto político actual y que, al mismo tiempo, no ha contado históricamente con demasiadas simpatías en el movimiento anarquista organizado en el Estado español. Bajo nuestro punto de vista, antes que eso, se necesita apostar con convicción por la plena autonomía de los movimientos sociales. Y junto a ello, construir una cultura política que genere identidades nuevas y en la que, le pese a quien le pese, la política de organizaciones no merme la capacidad de intervención política de las asambleas y colectivos que, desde la base, sirvan de apoyo a la lucha social de los de abajo y, como decíamos con anterioridad, permitan construir un sistema de gobernanza nuevo, no solo al margen de las instituciones democráticas sino socialmente construido contra ellas14. A partir de ahí, cualquier sueño emancipatorio definido, puesto en negro sobre blanco sobre el papel, debe confrontarse con la crudeza de la experiencia práctica. Es precisamente ahí donde, bien leído, aporta el municipalismo algunas claves que no dejan de resultar interesantes para el planeamiento a medio plazo de una estrategia de intervención política tendente a contrabalancear el poder de las instituciones del capitalismo. En ese sentido, y renunciando de antemano a dejarse arrastrar por cualquiera de las supuestas direc-

11.- Llegados a este punto, consideramos oportuna la lectura de la «Postura de CNT ante la Asamblea Ciudadana de Córdoba y la posibilidad de una candidatura a las próximas municipales» que se puede leer en http://www.cnt.es/noticias/c%C3%B3rdoba-postura-de-cnt-ante-la-asamblea-ciudadana-de-c%C3%B3rdoba-y-la-posibilidad-de-una 12.- El siglo de la gran prueba, de Jorge Riechamnn, publicado por Baile del Sol, se nos antoja una lectura interesante para vislumbrar el panorama que se nos abre en las próximas décadas. 13.- De Felipe Alaiz podemos destacar su obra Hacia una Federación de Autonomías Ibéricas. 14.- Aquí recomendamos la visualización de la charla ofrecida por Carlos Taibo bajo el título: ¿Tomar el poder o construir la sociedad desde abajo? , en https://www.youtube.com/watch?v=mYSRIyZr5VA


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Gamonal, en Burgos, hablan muy positivamente de la capacidad de autodefensa de una asamblea de barrio que, en un momento clave, sabe adoptar las medidas oportunas para hacer valer sus intereses. No solo eso, a día de hoy, experiencias de este tipo ponen el foco en la necesidad de entrar de lleno en una pelea que, al menos por nuestra parte, se nos antoja perentoria por su especial complejidad: disputarle a las administraciones su legitimidad para hacer o deshacer en todo lo concerniente a la planificación urbanística. Efectivamente, la toma de conciencia colectiva en nuestros barrios pasa, de forma ineludible, por enfrentar los problemas derivados de la planificación urbana. No se trata, por tanto, de entrar en el juego de la micropolítica presupuestaria, sino de hacer valer los intereses de la gente en la pelea por el espacio público. En ese sentido, la lucha por el territorio empieza dentro de la ciudad. Asumimos buena parte de la crítica antiurbana de las corrientes antidesarrollistas, pero no podemos obviar que detrás de las tramas especulativas y los procesos gentrificadores hay un sinnúmero de víctimas cuyo coste vital en muchos casos es inasumible. Por eso mismo, sería interesante fomentar análisis críticos de los procesos de urbanización que nazcan de los propios afectados; análisis que, a su vez, sirvan de base para la movilización e intervención política de los centros sociales, las asambleas vecinales y los colectivos de vivienda que operan en cada barrio.

15.- Ver De la autodeterminación al municipio libre, en http://www.nodo50.org/fella/pub/b5/b5autodeter.php 16.- En este punto, y como posible ejemplo, recomendamos la visualización de la charla ofrecida en el local de CNT-Aranjuez por Kostas Jasanis y Mario Tursunidis y que llevó el título de Movimientos alternativos en la actual crisis griega http://www.cnt.es/noticias/aranjuezcr%C3%B3nica-v%C3%ADdeo-y-fotos-acto-informativo-griegos?page=3 17.- Sobre comunalismo o municipalismo de base, ver http://lahaine.org/pensamiento/comunalismo_base.htm

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Finalmente, y apuntados ya algunos aspectos que consideramos relevantes a la hora de entrever posibles cauces de acción política autónoma y transformadora para los movimientos sociales, no queremos obviar un hecho diferencial que, a nuestro modo de ver, dificulta la divulgación y puesta en práctica de las tesis del municipalismo libertario en el Estado español, esto es, la inveterada inexistencia de organizaciones de carácter anarco-comunista en suelo peninsular. Efectivamente, serían las organizaciones que se reclaman del anarquismo social y organizado, aquellas que beben del anarco-comunismo clásico, las que, en líneas generales, tendrían planteamientos más cercanos al municipalismo (o, más concretamente, al municipalismo de base17, es decir, aquel que renuncia ex-

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ciones revolucionarias que, estructuradas en comités o grupos de afinidad libérrimos, pretendan dirigir a las masas por el camino de la Revolución, las clases populares pueden echar mano del acervo experiencial heredado de anteriores periodos de conflictividad para, en esta situación de espera, poder empezar a pergeñar lo que Luis Andrés Edo llamó el Municipio Paralelo15. Desde luego, la del anarquista de Calpe no ha de ser una proposición menor. Para empezar, permitiría lanzar un debate a propósito de la posible federación de colectivos y asambleas dispuestas a romper con el sistema de gobernanza cimentado en el parlamentarismo. Por otro lado, promovería una toma de conciencia relacionada con los asuntos cercanos que, ya en primera instancia, facilitaría la politización de buena parte de la ciudadanía no movilizada. Sin duda alguna, este redimensionamiento del campo de acción política de la gente de a pie, favorecería la articulación de un programa de objetivos cuyo progresivo cumplimiento reforzaría la confianza en la capacidad de autoorganización política de los de abajo. A partir de ahí, no se antoja descabellado intuir la paulatina consolidación de una cultura política de individualidades bregadas en la pelea por lo común, sin cuya base resultaría implanteable la reaparición de una conciencia colectiva nueva (menos egoísta, menos delegacionista, más proclive a soñar). Siguiendo con este planteamiento, no cabe duda de que una de las tareas prioritarias de los movimientos sociales antagonistas al estado de las cosas actual, ha de ser, antes que nada, trabajar por la emergencia de una ética política distinta, menos sectaria, menos politizada, más apegada a lo comunitario, a los valores de apoyo mutuo y solidaridad incondicional. Una ética insurgente que, bajo nuestro punto de vista, fermenta poco a poco en todas las luchas de base y que, podemos sospechar, crecerá conforme se vayan multiplicando los espacios de autogestión política, los colectivos de acción directa, las asambleas de barrio, los grupos de apoyo mutuo, los centros sociales, las redes informales de solidaridad, etc16. En ese aspecto, la deseable revitalización de las luchas vecinales puede jugar un papel importante en la dinamización de los movimientos sociales cuya acción se desenvuelve en el marco de la ciudad. Experiencias de lucha como las del barrio de


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peligro del aislamiento de los mismos. Un debate de carácter transversal que sirva para dirimir objetivos, establecer lazos de unión entre sectores afines a las opciones superadoras y permita alumbrar una nueva conciencia política que posibilite imaginar alternativas de gobernanza nuevas. Bajo ese prisma, revisitar las tesis del municipalismo libertario, actualizando sus propuestas y contextualizando debidamente su teoría, se nos antoja útil en el camino a recorrer, teniendo en cuenta que no hay soluciones fáciles ni tampoco programas políticos que nazcan con certificado de excelencia práctica. Sea como fuere, y ya acabamos, el tiempo dirá hasta qué punto ha servido para algo el pretendido asalto a las instituciones. Por nuestra parte, nos resulta complicado entender qué de bueno tiene para los movimientos sociales esa apuesta electoral. Lo dicho, ya lo veremos pues.

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plícitamente al recurso electoralista). En el Estado español, la organización que históricamente mejor ha podido representar dicha tendencia fue el grupo Askatasuna, ligado a la revista del mismo nombre, y que durante su primera época (hablamos de mediados de los años 70) se planteó como embrión de una organización anarco-comunista vasca cuyo proyecto político tomaba como referente, entre otros muchos, el municipalismo libertario18. Actualmente, y salvando las distancias entre épocas y actores, ha sido la organización Procès Embat, de reciente creación, la que ha tomado el relevo en el intento por poner en pie una organización de carácter anarco-comunista cuyos objetivos son: 1) la construcción del poder popular a través de la consolidación de organizaciones sociales fuertes y estables, 2) la socialización del poder político a través de la consecución de un modelo de organización cercano a la democracia directa, y 3) la superación del capitalismo a través de la implantación de un modelo de socialismo plural19. Más allá de lo anterior, sea por la debilidad de este tipo de organizaciones, sea por la falta de aplicabilidad de los postulados del municipalismo libertario en las circunstancias actuales (desconocimiento de la teoría, disenso en la interpretación de sus conceptos, etc.), no parece muy cercana la asimilación por parte de los movimientos sociales de un programa de intervención política cercano al municipalismo de base, es decir, aquel que renuncia a cualquier vía de participación electoral. Eso no quita que, bajo nuestro punto de vista, sea necesario establecer un debate serio a propósito de la tensión siempre presente entre las posibilidades de institucionalización de los movimientos sociales y el

18.- CARMONA PACUAL, Pablo César: Transiciones. De la Asamblea Obrera al proceso de Pacto Social (Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid: 2004). 19.- Ver https://procesembat.wordpress.com


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