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Transporte de fuerza sin hilos por la electricidad
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Penetró después su inteligencia luminosa en las siniestras y negras regiones de los contagios; y tanta luz proyectó, que llegó á ver las misteriosas márgenes del negro mar de la nada, y flotando en él vió al microbio, punto mínimo de vida en la extensión dél no ser.
Ya lo hemos dicho: la ciencia á que Pasteur se dedicó no es de nuestra competencia; pero también lo hemos dicho: hay entre todas las ciencias una profunda y recóndita fraternidad. Y nunca hemos podido pensar en la gran obra realizada por Pasteur, sin pensar á la vez en los dos grandes creadores del cálculo infinitesimal, bajo sus dos aspectos considerados, ya bajo el aspecto de lo infinitamente pequeño, ya bajo el aspecto de la llamada teoría de los limites-. quiero decir, sin pensar en New ton y Leibnitz. El gran geómetra inglés y el gran matemático germano abrieron un nuevo mundo al introducir en la ciencia las cantidades infinitamente pequeñas. Luis Pasteur ha abierto también nuevos horizontes al introducir en la fisiología y en la medicina lo infinitamente pequeño de la vida.
Las matemáticas se han renovado por aquel concepto sublime, mediante el cual parece que se busca el germen de toda cantidad. De un lado, la nada; del otro lado, lo infinitamente pequeño: y por la acumulación de infinitamente pequeños las cantidades finitas.
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Y las leyes de las cantidades finitas, que sondas de la ciencia que pudiéramos llamar positiva, las que vemos y medimos, las que están al alcance de nuestro sentido, reducidas constantemente por el cálculo integral á otras leyes más sencillas, á las leyes de los infinitamente pequeños, que son leyes de mera proporcionalidad.
Revolución fué ésta enorme en el campo de las matemáticas puras y aplicadas. De un lado, las matemáticas tradicionales de los griegos, versando, casi siempre, sobre cantidades finitas, sobre sus medidas y sus relaciones; y, cuando más, algunos esfuerzos parciales, más ó menos indecisos, para penetrar en el mundo de do infinitamente pequeño. La nota dominante, sin embargo, fué ésta: lo finito; como fué esta también la nota del arte griego.
Para lanzarse á lo infinitamente grande y de lo infinitamente grande á lo infinitamente bueno, fué preciso que viniese el Cristianismo, con sus expansiones prodigiosas, que hacen abrir brazos en la cruz hacia el perdón, que elevan ójivas que parece que van á abrirse hacia el cielo y que forjan almas que se abren en lo infinito.
Esto, como hemos dicho, y en el terreno de las matemáticas puras, del lado alládeNewtony Leibnitz. ' Del lado acá, después de creado el cálculo infinitesimal, con sus dos grandes ramas, la ciencia moderna con sus prodigiosos descubrimientos de gran-
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des leyes que abruman á la inteligencia y la deslumbran con esos resplandores de hermosura que toda gran ley lleva consigo: resplandor de hermosura, siquiera se aplique á conceptos tan abstractos como el concepto geométrico del espacio ó el concepto analítico de la cantidad.
Pues todo esto puede aplicarse, con las debidas modificaciones, á la gran obra realizada en Fisiología y en Medicina por Pasteur; y que nos perdonen las personas competentes en esta materia la intru sión que hacemos por esta sola vez en campo que no es el nuestro, bajo el influjo de las semejanzas y analogías que vamos exponiendo.
Sí; como Newton y Leibnitz traen á la ciencia el elemento infinitamente pequeño de la línea, de la superficie, del volumen, de la cantidad en general, sea cantidad abstracta, sea cantidad física, que es como si dijéramos—y perdónesenos la comparación—el microbio de la geometría y del álgebra, así Pasteur, en sus prodigiosos trabajos experimentales y también teóricos, ha traído á la ciencia médica y á la ciencia fisiológica con sus microbios algo así como el elemento diferencial de la vida; porque ¿qué es el microbio sino una vida infinitamente pequeña? ¿qué es sino la diferencial del vivir?
Si á los descubrimientos de Pasteur se agregu el estudio de los organismos considerados como conjunto de celdillas; si en la celdilla se descompone
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todavía el protoplasma en sus elementos, ¿qué otra cosa se hace sino crear todo el cálculo diferencial^ de la biología? ¿Toda la teoría de los elementos infinitamente pequeños contenidos en los seres que viven?
Y si, por el contrario, desde estos elementos, partiendo de sus leyes, que deben ser sencillas y primitivas, se va ascendiendo por integraciones sucesivas hasta el ser finito y hasta sus leyes finitas también, ¿qué otra cosa se hace que crear lo que pudiera llamarse el cálculo integral de la biología ?
Por eso creo yo, aunque me declaro incompetente en estas materias, que los trabajos de Pasteur y de sus numerosos y brillantes discípulos sobre fermentaciones, contagios y microbios, no son más que parte de una ciencia soberana que el siglo ÍX está llamado á crear: monumento inmenso, aún envuelto entre nieblas, pero cuyas grandes portadas ya se van dibujando, y hacia las cuales se dirigió Pasteur desde joven, guiado por el maravilloso instinto del genio.
Quiso la muerte impedirle la entrada, y hubo un momento en que se detuvo y cayó herido por una cruel parálisis;, pero arrastrando sus miembros, siguió hacia adelante el sabio sublime, y traspasó su puerta y penetró en el edificio, y en él ha encontrado sepulcro inmortal.
Reseñen las personas competentes la parte técnica de esta gran obra.
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ü. nosotros nos basta con las indicaciones generales que preceden sobre el carácter de los imperecederos trabajos del admirable sabio.
Agreguemos aún que la obra de Pasteur ha sido eminentemente experimental. Ya lo dijo Renán en su discurso de la Academia, contestando al de Pasteur. Copiemos sus elocuentes palabras:
«Monsieur de Maistre representa la ciencia mo- ♦derna bajo la figura de un hombre con vestido des- ♦filachado, cargados los brazos de instrumentos y de ♦libros, pálido á fuerza de trabajos y veladas, man- »diado de tinta y caminando por el camino de la ♦verdad, siempre con la cabeza baja y con la frente ♦ surcada de álgebras. Monsieur Pasteur, en cambio, ♦ha abandonado la ciencia abstracta por la ciencia ♦real, y ha hecho bien; porque la Naturaleza es más ♦rústica que urbana, quiere que se trabaje sobre sus ♦ elementos materiales, y ama las manos callosas y ♦sólo besa las frentes pensativas.»
Sí; Pasteur fué un trabajador infatigable, de manos casi callosas y de frente pensativa.
Sirvan estas desordenadas líneas de respetuoso tributo de admiración á la memoria del sabio inmortal, del hombre honrado y del trabajador sublime que tanta vida y tanta energía intelectual encerraba en sí, que la muerte tuvo que herirle de muerte dos veces, y necesitó más de veinte años para que el segundo golpe fuese mortal.
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Mató su cuerpo; su gran obra y sus grandes trabajos son haces de luz, y no hay guadaña que lo siegue; que por donde la guadaña pasa, creyendo estúpidamente que ha cortado algo, los manojos luminosos vuelven á unirse.
La luz, como su germen, son eternos, y campos y praderas, con rayos de luz por espiga, no admiten siega.
UK DISCURSO DE ME. W. CROOKES
En la Sociedad para las investigaciones psíquicas, establecida en Londres, pronunció no hace mucho el eminente físico Mr. Crookes un discurso por todo extremo curioso, que se ha publicado después en los Anales de Ciencias 'psicológicas y que se ha reproducido en la Reme Scientijique del 15 de Mayo del año corriente.
El objeto del discurso es poner en evidencia el carácter puramente relativo de todos los conocimientos humanos.
Que varíen nuestras condiciones físicas, aun dentro de las leyes actuales de la Tsaturaleza y el mundo se nos trasforma y se transforman casi todos nuestros conocimientos científicos.
Este es el tema.
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Para demostrarlo, Mr. Crookes realiza una serie de experiencias imaginarias.
Toma un observador, un sabio, de los que andan por el mundo, sean muchos ó pocos los que por el mundo anden, y, antes de ponerle en presencia del Cosmos, lo modifica convenientemente.
Primero lo hace pequeño, muy pequeño, del tamaño de un pulgón, menos aún, del tamaño de una pulga. Y ya tenemos un sabio chiquitito.
Pues con este sabio chiquitín emprende una serie de observaciones y de experiencias.
En segundo lugar lo agranda desmesuradamente, de modo que el sabio en cuestión llega á ser un gigante, llega á ser un titán.
Y así tenemos preparado un sabio enorme.
Como antes con el pequeño, ahora con este sabio gigantesco emprende Mr. Crookes en su imaginación otra serie de experiencias, tan estrambóticas pero tan interesantes como las anteriores.
Por último, dejando al sabio non el tamaño que tiene, pequeño ó grande, poco importa, modifica más ó menos sus sentidos; no totalmente, no es necesario. Basta, por ejemplo, que cambie la velocidad de transmisión dé las sensaciones.
Y aquí empieza otra tercera serie de estudios experimentales.
Las tres series de experiencias imaginarias, dan el siguiente resultado: que éstos tres sabios, el dimi-
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ñuto, el gigantesco y el de sensaciones perezosas, verán al universo bajo formas distintas, completamente distintas de las que nosotros vemos, y aunque lleguen á las mismas verdades que nuestros sabios han descubierto, llegarán en un orden de todo punto diverso.
Por de contado, que si estos hombres no son sabios, si se contentan con las apariencias externas, si son seres vulgares, se figuran un mundo que en nada se parecerá al nuestro.
Es imposible que dé cuenta á mis lectores del curiosísimo discurso del sabio inglés; pero no resisto al deseo de recordar algunos de sus ejemplos.
Empieza Mr. Crookes por colocar al sabio chiquitito sobre una hoja de col.
Observatorio es este que no parece digno de un sabio, por microscópico que sea; pero no me creo autorizado para variar las condiciones de la experiencia.
En la col lo puso el inglés, y en la col le dejo yo.
Caminando por la verdosa planicie, nuestro inteligente pigmeo ve una enorme esfera cristalina; se acerca, la golpea, procura romperla, pero no puede. Decididamente es una esfera de cristal.
Pues, nada de eso; es una gota de rocío, una gota de agua en suma; la tensión superficial es la que le da apariencia de solidez.
Si el sabio es hombre de conciencia, escribirá en su diario: «El agua se presenta en la Naturaleza en.
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forma sólida». Y cuenta que no se trata de hielo, sino del ag'ua líquida.
Supong-amos que á fuerza de golpear en la cutícula de la gota de rocío, logra romperla; pues el agua se precipitará sobre el hombrecillo, lo envolverá, lo retendrá por adherencia, y cuando se forme la nueva gota, el sabio quedará, ó sepultado en lo interior, ó con la cabecita y los pequeños brazos fuera, manoteando en el aire y prisionero y empotrado en la esfera cristalina. ¿Le ha sucedido jamás á un sabio de los nuestros aventura semejante? El homúnculo seguramente se daría por muerto; y, sin embargo ¡cosa extraña!, la esfera de cristal empezaría á disminuir poco á poco, y al fin toda ella se evaporaría, dejando al sabio en seco y á su prisionero en libertad. ¿Se ha visto nunca cosa semejante en este mundo en que vivimos, que es, á pesar de todo, ese mismo mundo que pintamos ó que pinta Mr. Crookes? ¡Una roca aprisionando blandamente á un hombre! ¡Y luego desvaneciéndose y dejándole á sus anchas y á su voluntad! ¡Eocas que se deshacen! ¡Rocas que aprisionan como pólipos cristalinos! ¡Rocas que se evaporan!
Siguiendo al sabio minúsculo en sus estudios y en sus viajes exploradores de naturalista en miniatura, supongamos que llega á un charco, que ha de pare- cerle mar inmenso, y que observa que aquella sus-