Se lamentaba el “diablo” en el “Cerro de la Cruz” + Ahora está rodeado de residencias Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 5 de diciembre de 1981. ¿Por qué está una cruz y se llama así, “Cerro de la Cruz”, a la gran roca situada casi en las faldas del “Cerro del Vigía”? Porque así lo quiso la fe popular. Quién sabe cuándo, alguien instaló ahí una cruz rústica y pequeña, de acero. En 1940, una centella deshizo el símbolo religioso, pero los vecinos la construyeron más grande y en 1941 hicieron los escalones y arriba, sorteando el peligro, llegaban los fieles a rendirle ceremonia el “Día de los Albañiles”, el “Día de la Cruz”. Aparte de significar lo anterior, el Cerro de la Cruz es un atractivo turístico, pues desde la cima se ofrece una panorámica esplendorosa de Mazatlán, su mar, sus edificios y era un rincón sentimental de los enamorados. Había sido, porque hoy es propiedad privada y adorna el hermoso patio de una residencia cuyas bardas rodean al cerro, aunque sus propietarios, de quienes la gente dice son caritativos, no niegan el paso a nadie. SE LAMENTABA EL DIABLO En una de las viviendas contiguas al cerro vive María Zatarain Osuna, quien junto con Silverio Rodríguez, tuvo su domicilio 19 años al pie de la cruz, platicaba lo anterior. Era ese lugar, antes, varias decenas de años antes, el corazón de Mazatlán. Ahí enfrente estaba el muelle y la cruz era el mirador de su llegada. Había gigantescos y frondosos pinos que sombreaban las humildes viviendas de madera de los alijadores y estibadores. Era, y sigue siendo, un barrio tranquilo, lleno de escalones. Al otro lado estaba el panteón municipal, que sería después el de la Plazuela de los Burros y lo que son ahora los tres panteones municipales. A los muertos no debe haberles parecido el doble entierro y dicen que se oían constantemente lamentos en el cerro. De ahí surgió la instalación de la cruz y la leyenda. Ambos resaltaron la obra de Chon Monteón y el Güero Caguagua, quien se daba tiempo, después de cargar y descargar barcos, para pedir la cooperación del vecindario y arreglar y adornar la cruz. Después del golpe de la centella, él la reconstruyó y le puso escalones. Ahí está, en uno de los escalones, la leyenda “Por el pueblo se icieron (sin “h”) el 21 de mayo de 1941”.
Al subir y sentir la altura, uno se pregunta cómo es que no hubo accidentes cuando hacían ceremonias religiosas en la cumbre. Pero así fue. El diablo se calló, la cruz, con todo y cerro es de propiedad particular, pero sigue siendo un atractivo y un símbolo de la fe religiosa del pueblo, del pueblo marinero.