Cruz Lizárraga generalizó el gusto por la banda en México Antes no las querían en ningún evento social, ahora la buscan La banda no busca solo entretener, sino hacer bailar a las parejas Juan Lizárraga Tisnado NOROESTE-Mazatlán, 3 de febrero de 1984.“ Antes a las bandas no las querían en ningún evento social y ahora, las mejores fiestas en Durango, las mejores fiestas en Jalisco, las mejores fiestas en Monterrey, las mejores fiestas en Michoacán, las mejores fiestas en Nayarit, las mejores fiestas en todo México, se hacen con la banda”. Cruz Lizárraga es quien afirma lo anterior y no tiene empacho en decir que todo ello se debe a él, aun cuando no se le haya reconocido por las autoridades oficiales, pero sí por el pueblo. Sencillo, el hombre de El Recodo, quien de pasada inmortalizó e hizo famoso el nombre de su lugar de origen, nos platica en su hogar, en una sala donde se pueden observar un comedor de Concordia, sobre la pared una vitrina con multitud de trofeos y en una esquina de la casa una cantina: “Yo no tomo, pero quiero que mis amigos sean bien atendidos, por eso ves tanta botella ahí”. En su niñez y en su adolescencia, Cruz Lizárraga nunca pensó que alcanzaría el renombre que actualmente tiene. Le gustaba la música, sí, pero arriando vacas y cortando el pelo no podía llegar a ningún lado, menos con la oposición de su padre, quien no quería que fuera músico porque era un oficio poco decente. “Músico”, como que no suena igual a “ingeniero”, “arquitecto” o “licenciado”.
Matrimoniado a los 23 años de edad, compró un clarinete, a escondidas de su padre, en la “Mercería Alemana”, situada por la calle Ángel Flores, contraesquina de la Plazuela de Los Leones. Así nació la banda mazatleca. Sin leer papel pautado, “de oídas”, Cruz aprendió a tocar y formó su banda. Más introdujo innovaciones. Aunque la tambora era popular, tenía aún aires europeizantes, era música pausada. Cruz Lizárraga puso e impuso un nuevo estilo, un estilo diferente a las bandas de Culiacán y de Los Mochis. De principio, los clarinetes, suaves y azucarados, empezaron a tocar una octava más arriba y se le dio más agudeza. Luego, los platillos que tenían un papel de relleno, se convirtieron en explosivos. La tambora retumbó y la tarola se hizo más redoblante. Todos los instrumentos se aceleraron. Vibraba la trompeta y el bajo de pecho, que sonaba con mucho respeto, se volvió más ágil. Algunos músicos le reprochaban tales cambios a Cruz Lizárraga y le apodaban “El Bronco del Recodo”. El hombre le daba forma a la banda. Sustituyó el tambo de banda de guerra con que empezó, por una tarola de mayor tamaño que la que usaban las otras bandas, pues parecían tortillas de rancho. MÁS DE 50 DISCOS GRABADOS Era el músico travieso del folklore sinaloense. Cuando iba a grabar su primer disco, todos sus colegas se opusieron porque iba a “chotear” la música, además, la gente se iba a conformar con los discos y se les iba a terminar el trabajo. Rebelde a tales apreciaciones, Cruz Lizárraga hizo sus grabaciones con las canciones más conocidas de la tradición musical sinaloense: “El sauce y la palma”, “El niño perdido”, “Los sufrimientos”, etcétera. La música de tambora mazatleca se diferenció así de las múltiples tamboras del centro y norte del Estado y es la música más difundida en la República Mexicana y en los Estados Unidos. Cruz Lizárraga ha grabado más de 50 discos de larga duración, tan solo en RCA Víctor, sin contar los de la marca Tambora. Ha hecho múltiples giras por la República y presentaciones en la televisión.
NO HA CONTAMINADO EL FOLKLORE Hoy, Cruz Lizárraga ha integrado al repertorio de su banda una serie de melodías que pueden llamarse modernas, para lo cual le ha integrado otros aparatos como maracas, taroletas, bongós, güiros, por lo cual se le ha criticado, ya que, dicen, ha contaminado el folklore sinaloense. Al respecto cabe decir que no ha habido tal contaminación. Al contrario: la tambora ha asimilado nuevos ritmos. Tóquese música sinaloense con un conjunto moderno a ritmo de disco y sí habrá contaminación, pero mambo, una balada moderna, un rocanrol, un charlestón escuchado con la banda se convierte en parte de la música sinaloense. En todo caso puede decirse que la tambora ha “contaminado” a otros ritmos. Así, Cruz Lizárraga puede interpretar, al estilo sinaloense, un paso doble, un chachachá, una polka, un vals, una cumbia, una rumba, un danzón y hasta música clásica por descuido. La de la tambora es algo más que música alegre y Cruz Lizárraga ha aportado ese “algo más” para que se conserve viva la música bravía de Sinaloa. A su sombra se hizo famoso Luis Pérez Meza y los más destacados intérpretes de México han cantado con su banda. REPERTORIO ESTUDIADO Cruz Lizárraga estudia a su público. Como cualquier orquesta, la banda no pretende sólo entretener, sino hacer bailar a las parejas, para eso es que estudia la música de acuerdo a como reaccione la gente. En algunos lugares, lo primero que provoca es risa, más luego le agarran sabor. La variedad es la causa de su existencia, pues las orquestas desaparecieron, y las había en su tiempo. En Mazatlán se podría mencionar a la Orquesta Beltrán, la Orquesta Pánfilo de los Palos, Muralla, Gallardo. Estas orquestas desaparecieron o se convirtieron en bandas. Y no eran malas orquestas, pues las de México “se estrellaban” contra las locales. Sin embargo, la banda ha entrado a las reuniones sociales, es aceptada y las mejores fiestas son las que se hacen con las bandas. Sólo que no todas las bandas han alcanzado el éxito de la del Recodo.
Las más esperan en las esquinas de las calles recibir la ayuda de algún parroquiano para que lo deleite en una cantina. Esa es otra historia.
Don Cruz Lizárraga, toda una tradición sin el correspondiente crédito Juan Lizárraga Tisnado NOROESTE-Mazatlán, domingo 29 de marzo de 1987. Al borde los setenta años de edad (cumplirá 69 en julio próximo), Cruz Lizárraga sigue siendo el mismo hombre sencillo de su infancia en El Recodo y sus alrededores, el mismo que vendió aquella puerca en 48 pesos para darlos en abono por un clarinete que le costó 75 pesos. Nada han podido contra su sencillez los encantos del aplauso y la fama, la amistad de encumbrados personajes, el canto de las sirenas, el becerro de oro. Su energía es la misma. Siente, a pesar de todo, donde José Cruz Lizárraga Lizárraga, que las “fuerzas vivas” de Sinaloa no le otorgan el reconocimiento que merece, no monetario, sino de acreditar su nombre en actos realizados, hechos en nombre de Mazatlán, de Sinaloa, de México. Es que nadie como él ha hecho tanta promoción a nuestro estado en el extranjero con las constantes presentaciones que realiza a lo largo del año y desde 1962 y nunca se le reconoce… En verdad que hace falta un homenaje más a Crucillo. Nunca estarán de más los homenajes que se le hagan, en vida, al director-fundador-todo de la Banda El Recodo. Y se queja de injusticia: a los músicos nunca se les da el crédito que merecen al hacer una grabación, mucho menos se les paga lo justo. Esto lo dice porque últimamente los “grandes” han grabado con bandas, más la injusticia se
comete con todos los músicos, los de orquesta, los de mariachi, los de grupos modernos. De ello nos hablaba Cruz Lizárraga durante y después de un desayuno en su domicilio, rodeado de trofeos, diplomas, de recuerdos, como aquel primer clarinete, al tiempo que nos contaba algo de su anecdótica vida y terminó cuando nos regaló un folleto que le hizo Apolinar Valadez, en 1980, en un homenaje que le ofreció la Sociedad de Autores y Compositores de Sinaloa, para reforzar lo mismo que nos contó, ya que su memoria es privilegiada, no sólo para almacenar la escritura musical, sino de cada una de sus vivencias. “YO NO INVENTÉ LA TAMBORA” Cruz Lizárraga se jacta de haber impuesto su estilo, el que es reconocido a nivel internacional. La banda-tambora ya existía cuando nació, pero la música que tocaba era con estilo alemán y él la hizo alegre, sinaloense, bravía, “bronca”. Se le ha querido reprochar este cambio y argumenta que él no estuvo en contra, nunca se opuso, a que sobrevivieran estas bandas con antiguo estilo, pero la gente prefiere la música alegre, que suene la tambora, que se escuchen los platillos y el clarinete más vivo, octavado. Y las orquestas en general desaparecieron también, ¿por qué? Porque las bandas tambora las han sustituido, ya que lo mismo ejecutan canciones antiguas, valses, que música tropical, bullangueras, que las canciones de moda, que música clásica. SU MÚSICA Y LA POLÍTICA Cruz Lizárraga se empezaba a escuchar allá por 1960. Y en uno de sus primeros viajes a Estados Unidos, le tocó alternar con un grupo tropical que tenía mucho peque en ese tiempo: Mike Laure y sus Cometas. Los aplausos allá en Las Vegas fueron parejos, pero el grupo de música tropical tuvo su época. Cruz Lizárraga sobrevivió, se mantuvo y ha acrecentado su éxito. Fue siempre de menos a más, siempre hacia arriba, siempre hacia adelante, con dignidad a partir del estudio de la música y del trabajo constante, sobrio, ya que no sabe lo que es embriagarse sin subestimarse. Luis Pérez Meza, El Trovador del Campo, tenía su genio y su lenguaje, gustaba de imponerse, más no lo pudo hacer con Cruz Lizárraga aquella ocasión, también en Estados Unidos, cuando Pérez Meza dio otro tono, salió desentonado y pidió disculpas diciendo
que la orquesta se había equivocado, pero Cruz tomó el micrófono y aclaró que era el cantante el equivocado, pidió el tono de nuevo y no ha pasado nada. En 1958, Adolfo López Mateos, candidato del PRI a la presidencia de la república, lo llevó en su campaña por el estado y por Chihuahua y así nació una amistad que perduró siempre. Alfredo Valdés Montoya, gobernador durante 1968-1974, lo envió en una comitiva para despedir como gobernador de Baja California Sur a Hugo Cervantes del Río, de quien también se hizo su amigo. Leopoldo Sánchez Celis, su amigo “Polo”, también lo solicitaba frecuentemente para sus actos políticos y para sus fiestas. Sucedió lo mismo con Alfonso G. Calderón y con Antonio Toledo Corro. “A Labastida lo conozco poco”, nos dijo. UNA GRAN EMPRESA La banda El Recodo de Cruz Lizárraga es una empresa que da de bien comer a bastante gente que se ha sostenido y trabaja con números negros, principalmente por el trabajo y el ingenio que hay en ella, no porque se busque el lucro, pues de ser así hubiera fracasado, ya que la inversión mayor la hace Cruz Lizárraga y en verdad, muchas no son inversiones, sino regalo, derroche para beneficiar a sus amigos. Y la banda beneficia a otras bandas: Cruz Lizárraga tiene trabajo en exceso y sin ningún celo da “chamba” a otras bandas, se las manda a los amigos que solicitan la tambora en diferentes partes de la república. Su situación económica es holgada y sin embargo, vive en la colonia Juárez de Mazatlán. No será por largo tiempo. Ya bajo sus exigencias y dirección, construye una “casita” en Lomas de Mazatlán, para vivir a gusto. Ahí tendrá un pequeño espacio para sembrar un poco de maíz, calabaza, sandías… El caso es que no hay que olvidar el origen.