Enfermeras

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LA LABOR DE LA ENFERMERA ES DETERMINANTE: VIZCARRA Hoy, su día social Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 6 de enero de 1981. Los hospitales, por más pulcros que sean sus pisos y paredes, tienen siempre algo de tétricos. Visitarlos no es nunca agradable y sí un fastidio cuando por convalecencia urgente u ordinaria se ha de ocupar una de sus camas. Los pacientes, al llegar al lugar donde van a ser hospitalizados, tienen su primer contacto con el médico, quien los examina, les hace el diagnóstico y determina el tratamiento.

Pero después, su único contacto, no hacia la sociedad, sino hacia el mundo, es la enfermera. Ella batallará con sus males, ella alumbrará las tinieblas que produce la soledad del hospital en el ánima de las personas. Sobre la enfermera pende la responsabilidad de la salud, de la vida del enfermo. Ella deberá administrarle sus medicamentos en la hora y en las dosis adecuadas; antes, le preparará el paciente al médico, ya con la anestesia, ya psicológicamente, ya con unas palabras cariñosas para reanimarlos.


El doctor Raúl Vizcarra Piña, director de la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social en Mazatlán, afirma: "Dentro de la medicina institucional, la labor de la enfermera en la atención de los enfermos es determinante. Se trabaja en equipo, pero ella es la que está más en contacto con el enfermo. En las clínicas y sanatorios particulares (en algunos, conste) se les ha reducido a simples secretarias, más ahí también sobresale por su humana ayuda al prójimo. La labor de la enfermera destaca más en las instituciones de la Cruz Roja, cedazos por donde pasan casi todas las desgracias en la salud del hombre, pues con su bandera ha participado en la ayuda de los heridos de guerras, terremotos, temblores, epidemias, etcétera. Las enfermeras en México, maternales personas (aunque también hay del sexo masculino), blanco aliciente, compañera de batalla del enfermo en su lecho, celebran hoy su día.

LA ENFERMERA, ÁNGEL GUARDIÁN DE LA SALUD Julia Ruiz y Dolores Castillo, toda una vida de abnegación dentro de un hospital Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 6 de enero de 1982. Mejilla que siente las bofetadas que la vida asesta en la salud de los hombres, son las enfermeras, apostólicas mujeres de blanco que hoy, Día de Reyes, celebran su día. Ellas, en los hospitales y en las calles, entregan a través del tiempo, su vida a quienes se les escapa de su organismo, por enfermedad o por accidente, y encuentran consuelo cuando su entrega fructifica y el desgraciado se recupera. Y ahí, inconfundibles, en las entrañas sangrientas del dolor hospitalario, están estos duendecillos benignos. No podían estar en otro sitio: ¿qué son las joyas hermosas antes de ser oro, sino fango duro?, ¿de dónde, sino de la tierra fétida saca sus colores la flor y su dulzura la fruta?, ¿y de dónde, sino del tenebroso y oscuro seno maternal surge el ser humano entre alaridos y desgarramientos? Ahí están, en los hospitales, en las antesalas de la vida o de la muerte. Julia Ruiz Castillo y Dolores Trujillo han dedicado su vida, toda, al prójimo en estas lides. Sirvan ellas, sus vidas, como ejemplo.


LA MADRE JULIA Julia Ruiz nació en El Fuerte, Sinaloa y en 1939 llegó a Mazatlán, cuando ya había trabajado en un sanatorio particular de Guadalajara, desde niña, en intendencia.

Trabajó allá en Jalisco, en el Hospital Refugio y en la Casa de Salud Josefina, donde se hizo de su vocación como enfermera, en su primer contacto con los enfermos y los dementes. Al llegar a Mazatlán ingresó como voluntaria al Hospital Militar donde trabajó, gratuitamente, durante siete años y fue hasta 1946, después de una visita al hospital de Puebla y de haber trabajado en el Hospital Civil, cuando se le tomó en cuenta en el Hospital Militar. Le dieron la plaza después de siete años de sacrificios. Fue un pasado triste, que se compensó con su estadía en el hospital del Seguro Social desde 1962, de donde hoy se encuentra jubilada. Así, otorgó más de cuarenta años al pendiente de los pacientes, brindándoles su apoyo y atención, su protección y su cariño.


“Cuando era joven, lloraba y después de ver tantas tragedias, ya no me duelen tanto, pero no es que me haya vuelto insensible”, dice la madre Julia (ahora veremos por qué le dicen “madre”) y tiene razón: codearse con el dolor ajeno, al contrario de insensibilizar, hace que se sienta más en uno este dolor, pero lo que sucede es que se aprende a controlar el alma. Estaba ayer, Julia, en su domicilio, con nueve nietos y dos hijos suyos. Nunca se casó, nunca tuvo vida conyugal; desde joven adoptó niños huérfanos y regalados. Fueron cinco que le han dado más de 20 nietos y un bisnieto, además de que tiene adoptados a dos niños ahora. Jubilada como está, no vive más que para ellos. Siempre ha vivido más que para ellos, siempre ha vivido para consuelo de otros. DOLORES TRUJILLO

Dolores Trujillo llegó a Mazatlán más tarde, en 1945, de Sonora. Había recibido algunos cursillos de enfermería y como auxiliar de esto había trabajado en Rosario y participado en una campaña de vacunación, antes de entrar al Hospital Civil.


En 1964 empezó a trabajar para la Secretaría de Salubridad y Asistencia, en el Centro de Salud de Mazatlán y ahí la encontramos ayer, en espera de una pronta jubilación. Su experiencia como enfermera ha sido valorada, pues ha estado en los departamentos de hospitalización, en quirófanos, en laboratorios, etcétera y hoy en el departamento de Neumología, dando confianza a los enfermos de tuberculosis. Tocó a esta mujer participar en campañas de vacunación. Lo hizo aquella vez en que la gente se mostraba renuente a recibir la anti-variolosa porque rumores infundados decían que castraba y los campesinos la recibían con los machetes en ristre. Pero pudieron más las armas del ejército y de los judiciales que obligaban a la vacunación. Aún recuerda cuando sitiaron a Concordia. Son dos muestras de esta bella actividad del hombre. Hoy día de Reyes, día de la reina de la salud es, porque las enfermeras festejan también.


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