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emos concluido un año más de trabajo, cerramos un nuevo ciclo al servicio de un país en el que creemos. A pesar de las dificultades económicas a nivel mundial, estamos convencidos de que las características más importantes para la cimentación de un banco sólido y solvente son nuestra responsabilidad y su confianza. Nuestro compromiso es permanente con quienes nos confían su patrimonio y con aquellos a quienes apoyamos mediante el crédito otorgado. Nuestra ética profesional se evidencia en todos los procesos y controles. Ratificamos a nuestros clientes, inversionistas y colaboradores, que en los momentos actuales mantenemos las mismas políticas prudentes y conservadoras que han forjado su certidumbre y aceptación, las mismas que se confirman en nuestros resultados, en un crecimiento ordenado y sostenido. Banco MM Jaramillo Arteaga es uno de los ocho bancos que integran el Grupo Promerica presente en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y Ecuador. Grupo Promerica es una de las más importantes redes financieras regionales, con más de US$ 3.000 millones en activos totales. Esta fortaleza complementa la lista de atributos que deben ser tomados en cuenta para su respaldo. Grupo Promerica ha decidido consolidar este vínculo internacional y unificar su imagen corporativa. En el transcurso del año 2009 renovaremos nuestra identidad visual.
Miramos hacia adelante. Continuamos con nuestro compromiso de apoyo al Arte Ecuatoriano. En esta ocasión queremos agasajar a nuestros clientes y amigos con la obra de uno de los más importantes grabadores del país: Hernán Cueva, artista quiteño de importante trayectoria, quien ha recibido reconocimiento nacional e internacional por la construcción de una obra coherente y de mucho carácter. Atentamente, Ricardo Cuesta Delgado Presidente del Directorio
Hernán Cueva, el grabador Tú nos dices que es niña al igual que animal. Tú nos dices: -Oigan lo que yo he trazado. Tú nos dices: -Miren lo que yo he oído. Tú nos dices: -Admiren lo que yo he percibido.
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ronto se cumplirán dos años de la Exposición Antológica que abrió en el Centro Cultural Metropolitano de Quito Hernán Cueva, ya desde hace rato una de las más sobresalientes personalidades del grabado nacional. Fue una muestra excepcional, tanto por la calidad como por la cantidad de las obras exhibidas, nada menos que 205. También por las dimensiones poco habituales para la estampación convencional. Una impresión (Transeúntes, punta seca-xilografía, del año 2000) alcanza los 2,40 por 1,20 metros. Sin olvidar que el arte puede manifestarse en cualquier tamaño, cabe mencionar esta particularidad porque puede dar un indicio de la magnitud del ímpetu y el vuelo plástico que tienta el artista. Abarcar el espacio, sobrevolándolo, inseminándolo con sus máculas, ensanchándolo y encogiéndolo, parecería ser su pertinaz ambición desde hace largas tres décadas. Repasa uno el catálogo de aquella retrospectiva y se sume en el vórtice de una fuerza ciclónica que traspasa todos los períodos y todos los motivos del grabador. La composición es explosiva, centrípeta casi siempre y cuando concede el poder de la concentración a las figuras, la sinuosidad con que serpentean las sume en el dominio del movimiento perpetuo. Sin duda es presa de un barroquismo atávico, que la austeridad de las tramas oscuras sobre los fondos claros no consigue mitigar. Hay dos asuntos que han determinado su oficio, el uno atinente a la decisión de ensimismarse en el grabado cuando mostraba atributos muy notables también para la pintura. Hojeo un artículo que escribí hace veinte años y me sorprende la reproducción de una magnífica Naturaleza muerta de 1986, obra de vibrante colorido y rasgos enérgicos que recuerdan los rotundos cuadros de expresionistas tan radicales como Emil Nolde. El color quedó para algunos grabados y para ejercicios pictóricos poco o nada conocidos
Jacques Mazérat: De Poesía – Hernán Cueva (1984) por el público. La elección ha sido inapelable y el resultado está a la vista: entrega total a la gráfica con resultados de primer orden. La otra cuestión se refiere al desentendimiento de cualquier compromiso ideológico o político aplicado a su arte, fiel a lo que pregonara en los comienzos mismos de su carrera, cuando afirmaba que “la obra de arte no se apoya en una corriente política” y que “como artista uno tiene que enfrentar la obra y la vida sin comprometerse con nada ni con nadie: uno debe tomar una actitud y decir lo que siente: yo pienso y obro así.” De hecho, una posición así de tajante –en la que ha perseverado– le ha conducido por rutas personales, no por ello exclusivas, pero si excluyentes de los antiguos clamores del ya para su tiempo casi olvidado Indigenismo. No del todo olvidado porque a él mismo le tocó ser testigo de las últimas batallas que dieron las corrientes terrígenas, tales como la pintura seudo naif, tildada también de mágico-realista, de Gonzalo Endara su colega de estudios en la Facultad de Artes de Quito y los cuadros de los pintores de Tigua, ellos sí auténticos naives, indígenas quichuas de la alta serranía, más artesanos que artistas. Sin embargo, no fue del todo inmune a la brega por una reconocible identidad nacional (andina, en verdad) en el arte, que una generación de artistas bastante anterior a la suya, la de los afamados precolombinistas, había impulsado a través de una pintura abstracta de formas inspiradas en diseños prehispánicos. Cuando iniciaba su trajinar acudió a los toros de pueblo, las vacas locas, los aricuchicos, sanjuanes y más personajes festivos de las aldeas serranas (para entonces más mestizas que indígenas) trabajados con tal arrebato expresionista que los colocaba en las antípodas de cualquier realismo. De hecho no describía escenas sino que aprovechaba figuras cargadas de atributos específicos para convertirlas en ráfagas de una tempestad huracanada. Lenin Oña
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a temática de alusión erótica es la que con más frecuencia ha abordado. A veces combinándola con la que trata de la naturaleza, consiguiendo a menudo una feliz complementación del aspecto estético y la evidente simbiosis que en la realidad aproximan a ambos principios. La fascinación que implica la tarea de armonizarlos y, conjugándolos, presentarlos como una imagen total y única ha dado singulares frutos como los que se observan en BailandoBailando 1 y 2, puntas secas de 1988, que aparecen como cabeza de una serie de larga duración, pues son obras programáticas que abren un proceso que se va a desarrollar en múltiples versiones. La pareja, quizás un Adán y Eva selváticos, entrelaza sus cuerpos en voluptuoso abrazo que transforma a las figuras en una especie de ofidio, como para repetir el mito bíblico, serpiente incluida, que más que inductora del pecado viene a ser algo así como la sombra o el alter ego de la especie humana. El tratamiento rudo, aunque no exento de cierto decorativismo cercano a lo primitivo o bárbaro, de lo que de suyo evoca delicadeza y primor, preservan a estos grabados, a todos los de la serie, de la asimilación a la estética del realismo occidental más conspicuo. La deformación intencionada de los cuerpos, a menudo envueltos en tatuajes, de sexualidad explícita y amenazante, con un toque de humor más que de picardía, remiten a remotos ancestros estéticos andinos, a la cerámica erótica de los mochicas peruanos, por ejemplo. Y desde luego a los cuerpos de Venus y Apolos amazónicos sobrevivientes -shuaras, cofanes, quichuas, huao, shipibos- poco o muy ataviados, decorados los rostros y partes de los cuerpos con los mismos diseños con que ornamentan la cerámica y los textiles. De
este modo afloran las sombras de los antepasados desconocidos y se pone en evidencia el contagio del “otro”, el indígena, tan próximo pero tan rechazado por los mestizos de las ciudades, cuanto más grandes y pobladas, más ajenas a las raíces americanas primigenias. Hernán Cueva no en vano completó su formación artística en Europa –Francia e Italia en particular– donde ha expuesto y ha sido galardonado. Es consciente, como lo prueba en su obra, de su identidad cultural y de que el arte no puede dejar de revelar lo que se es, de dónde se es y qué se quiere ser, lo que no contradice los alcances de la globalización en la que estamos sumidos. Resulta sintomático que en los últimos años afronte con entereza, y con la solvencia que le concede el dominio de su oficio, temas espinosos que tienen que ver con la crítica a la banalidad imperante en la sociedad actual, a la que le ha dedicado la incisiva serie Torta Televisiva. Es oportuno, entonces, volver a citar las estrofas de Jacques Mazérat, que dedicó su Poesía a nuestro grabador: Y luego también dices que la vida ha ganado, que ha surgido de nuevo. Tú nos dices tu país, tú nos dices Ecuador, tú nos dices tu orgullo de tener sangre india. Lenin Oña Septiembre de 2008
Los ensamblajes de Cueva
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na simple libreta de apuntes, una hojita con notas, el billete de moneda; pueden, de hecho son el pre-texto, el punto de partida para re-crear, para transformar. Esta posibilidad arbitraria, lúdica ¿por qué no? tiene en el fondo una importante acometida crítica, cuestionadora y, por supuesto, también una palpable dosis de creatividad. Un papel guardado desde quién sabe cuándo, el registro de unas notas de colegio, una hoja que se extravió en el tiempo, renace convertida en Noches de París. Del original solamente pervive la tinta borroneada, el azul y el rojo de algún pragmático registro, de alguna prosaica evaluación. La voluntad de transformación estampada por el grabador ocupa el espacio, lo dota de un tiempo otro, impone sucesos posibles, conjeturados o soñados; acaso inciertas fechas pobladas de imágenes capaces de traer a nuestro imaginario “las noches de París”. Idealizadas o vividas, se recrean en este marco secuencial que activa la memoria. Recuerdan por ejemplo aquellos grandes y siniestros cuadros que personifican el castigo, pero a diferencia de aquellos, en los grabados de Cueva, podemos sumergirnos en su paraíso terrenal concebido como gloria de una o muchas noches de color y oscuridad, de juego y erotismo, de placer y de dolor. El paraíso deseado revela su cara oscura, sus insospechados colores. Con aires de gran señora, inhóspita y seductora; enigmática
anfitriona de retorcidas callejuelas, se deja dibujar desde la profunda mirada de una mano que graba, vuelve tangible lo irreal y fragua en nuestra retina la fantasía de una noche parisina. Estas figuras bidimensionales, armadas desde la materialidad de una hoja de papel intervenida por la imaginación del artista, cobran volumen y peso, trazan la marcha de la punta seca que ha venido delineando una puesta de escenas, que teatralizadas por el color de la tinta, concede a las figuras la fuerza de personajes embebidos en su propia representación. Capta la mirada del lector y hace que volvamos una y otra vez sobre el paso del punzón, que repasemos el viaje del color, penetrante y significativo, traducido en escena voluptuosa y atrayente. El ensamblaje es un momento último en la obra de este artista, que crítico con el devenir social interviene a través del arte. Hace uso del artificio para irrumpir en objetos simbólicos, como un billete de moneda, insiste en su valor de cambio, los iguala en su precio y diversifica su carga simbólica. Los salpica de huellas y estampa rostros, cuyas estudiadas miradas y sonrisas se plasman en retratos pasajeros, en frágiles figuras, protagonistas de ficción; rostros vacíos de sentido y atiborrados de poder. Genoveva Mora Toral Octubre de 2008
Políptico, Monumentos, Iglesias de Quito 1989 Aguatinta-Aguafuerte 90 x 12 cm Edición /100
Corso Carnavalero-Variaciones 1988 Aguatinta-Aguafuerte-Buril 100 x 40 cm Edición 1/1
Sanjuanes Serie Personajes populares 1985 Aguatinta-Aguafuerte 40 x 40 cm Edición / 25
Danzante Huma Serie Personajes populares 1985 Aguatinta-Aguafuerte 40 x 40 cm Edición / 25
¡Tele pa Tía! Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
¿Peluche Se ría? Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
TV Clavado Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm
Semáforo Celeste Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
X Ditroit-Please Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
¡Labial Débora! Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
¡Mass medía! Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
TV Enajenado Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Ka-ma-su-sa Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Ford Mató Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Ecua-Full-ball Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Mala-barista-in-auto Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Ry-king de sintonía Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
¡Prima Ve-rá! Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Calentándome las orejas Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
Boca a boca – Boca-chico Serie Torta Televisiva 2006 Mixta 30 x 25 cm Edición / 50
El Grito Aguatinta, Aguafuerte, manera zuchero 20 x 20 cm Edición / 30
Pareja en el Edén Serie pareja en el Edén 1988 Mixta 25 x 20 cm Edición / 50
Bailando, Bailando 1 Serie Parejas 1988 Pirograbado 81 x 46 cm Edición / 50
Bailando, Bailando 2 Serie Parejas 1988 Punta Seca 82 x 54 cm Edición / 50
Pareja en el Edén 1 Serie pareja en el Edén 1988 Punta seca 25 x 20 cm Edición / 50
Pareja en el Edén 2 Serie pareja en el Edén 1988 Punta seca 25 x 20 cm Edición / 50
Pareja en el Edén 3 Serie pareja en el Edén 1988 Mixta 25 x 20 cm Edición / 50
Danza en el trópico Serie Parejas 1989 Punta seca 110 x 76 cm Edición / 50
Abrazo de la jungla Serie Parejas 1990 Punta Seca 115 x 50 cm Edición / 70
Travesuras extraordinarias 1 Serie Parejas 1990 Aguatinta-Aguafuerte-Punta seca 31.5 x 17.5 cm Edición / 100
Travesuras extraordinarias 2 Serie Parejas 1990 Aguatinta-Aguafuerte-Punta seca 29 x 18 cm Edición / 100
Capariche Serie Personajes populares 1985 Aguatinta 50 x 40 cm Edición / 25
¡Ascender… Ascender! Serie Personajes populares 1986 Aguatinta-Aguafuerte-Punta seca 50 x 40 cm Edición / 30
Mama Negra Serie Personajes populares 1986 Aguatinta-Aguafuerte-Punta seca 50 x 40 cm Edición / 30
Vaca loca Serie Personajes populares 1985 Aguatinta 50 x 40 cm II Edición / 25
Toros de pueblo Serie Personajes populares 1986 Aguatinta-Aguafuerte-Punta seca 50 x 40 cm Edición / 30
Impresión III 1987 Aguatinta-Aguafuerte-Buril 25 x 20 cm Edición / 50
Bici-Eros Serie Bici-eros 1997 Aguatinta-Punta Seca 25 x 20 cm Edición / 50
Ascenso Serie Bici-eros 1997 Aguatinta-Punta Seca 25 x 20 cm Edición / 50
Mordida de culebra Serie Bici-eros 1997 Aguatinta-Punta Seca 25 x 20 cm Edición / 50
Compenetrados Serie Bici-eros 1997 Aguatinta-Punta Seca 25 x 20 cm Edición / 50
Erosión Serie Naturaleza 1994 Aguatinta-Aguafuerte-Punta Seca 100 x 60 cm Edición / 50
Espóndilus Serie Naturaleza 1994 Aguatinta-Aguafuerte-Punta Seca 100 x 60 cm Edición / 50
Cortejo Serie Naturaleza 1994 Aguatinta-Aguafuerte-Punta Seca 100 x 45 cm Edición / 50
Inmersión Serie Muros-eros 1997 Aguatinta-Aguafuerte-Punta Seca 33 x 25.5 cm Edición / 50
Alto vuelo Serie Muros-eros 1997 Aguatinta-Aguafuerte-Punta Seca 33 x 25.5 cm Edición / 50
Globa-dolarización 2003 Dibujo-Tinta-Collage 240 x 70 cm Edición 1/1
Pez-cándida Serie Locos Motivos 2006 Aguatinta-Aguafuerte-Buril 117.5 x 50 cm Edición / 50
Reposo, el pecho sin reposo… Serie Precolombinos 1984 Aguafuerte-Aguatinta 19 x 13 cm Edición / 30
A veces Serie Precolombinos 1984 Aguafuerte-Aguatinta 13 x 10 cm Edición / 30 Nube spondilus
Noches de París 1994 Aguatinta-Aguafuerte-Punta Seca y Pastel 100 x 130 cm Edición / 50
Detalle de Manos Limpias 2001 Ensamble-Fotograbado-Témpera 240 x 100 cm
Detalle de In Good We Trust 2001 Ensamble-Fotograbado-Témpera 240 x 100 cm
In Good We Trust 2001 Ensamble-Fotograbado-Témpera 240 x 100 cm
Manos Limpias 2001 Ensamble-Fotograbado-Témpera 240 x 100 cm
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e mirada incisiva, observador, pausado en su diálogo y en sus tiempos, Hernán Cueva, uno de los grabadores más reconocidos en este país, llegó a la pintura luego de haber transitado por caminos diversos, “mi orientación fue primero religiosa, pero apareció la dama y ahí se acabó el seminario”. Sus primeros pasos universitarios los dio en la carrera de medicina, donde de manera indirecta incursionó en el dibujo, se ganaba sus reales dibujando para sus compañeros; a la mitad del semestre descubrió que había una Facultad de Artes. Tuvo como compañeros a Jaime Zapata y Marcelo Aguirre, dos importantes figuras de la plástica ecuatoriana. Entendió desde entonces que para salir adelante hace falta mucho temperamento y dedicación, que la pintura no es solamente cuestión de habilidad, sino de carácter. Al grabado –oficio de larga data que tuvo que probarse con siglos de trabajo para ingresar al ámbito de las bellas artes–, Hernán Cueva se acerca desde los primeros años de su formación, progresivamente va descubriendo la fascinación por trabajar la línea curva, a la que poco a poco dota de sensualidad, buscando sus formas, atravesado por el abstracto expresionista y el trazo de la línea ondulada que tanto lo seduce. Terminada su etapa formal de estudios, gana una beca para Italia –Peruggia– período en el que crece, no sólo personalmente sino en su destreza como pintor. Regresa al país con otra mirada, ávida por descubrir lo que somos; lo entiende ocupado por personajes únicos, protagonistas de rituales, los recrea y traslada a su trabajo. Toda esa representación simbólica se plasma en su serie de Fiestas Populares. Reinstalado en su espacio, Cueva es un grabador enamorado de su oficio, fascinado por la alquimia y la sorpresa que este quehacer conlleva. Corren los años ochenta, época prolífica en cuanto a exposiciones, participa activamente y el reconocimiento es inmediato. Varios son los premios que avalan su trabajo y le dan pauta para lo que viene. Recibe nada menos que en seis ocasiones el Primer Premio Nacional de Grabado, en los salones de Quito y Guayaquil, otras tantas en el segundo lugar y varias menciones. Todo esto desde mil novecientos ochenta y tres al dos mil uno. Ha participado en un extenso número de exposiciones, dentro y fuera del Ecuador. Esta valoración de su oficio no le hace perder perspectiva sino que refuerza su convicción de artista, “los mismos reconocimientos te hacen voltear la página y te comprometen, y muchas veces te presionan, pero al mismo tiempo son un reto”. La obra de Hernán Cueva ha venido consolidándose desde entonces, ligada como ocurre en todo creador, a lo personal, plasmado de una manera más bien críptica, “cada vivencia está encerrada en el papel”. El contacto con sus pares, el respeto al trabajo del otro, el
convencimiento de una búsqueda sincera, la constatación del compromiso y la saludable lucha con su propio arte, “a ratos me vence el material, me lleva por otros lados y de pronto alcanzo a vislumbrar algo que no imaginaba”. Recrea esa mirada que nace del interior, de la honestidad con que establece su conexión con el mundo, de su experiencia como docente y de la cotidianidad en estrecha relación con la naturaleza. El modo como Cueva concibe el mundo y su trabajo está marcado por su personal trayecto: la época del pintor en la ciudad, partícipe de la bohemia y el ambiente de los bares, espacios donde lo exclusivo no era solamente trasnocharse, sino un intenso intercambio de criterios, discusiones y análisis, un espacio parta compartir, así como para mantenerse atentos y críticos a los acontecimientos; cambia de manera radical cuando se instala en Tumbaco, descubre ahí la posibilidad del aislamiento, el contacto con la montaña, los paseos en bicicleta y las caminatas, que le proporcionan otras inquietudes, otros ritmos. Su trabajo se centra en el taller de su casa. Alterna su pintura con el oficio de profesor universitario. Tiene, además, una gran colaboradora en Susana, su esposa, quien le ayuda, sobre todo, en una parte del proceso que a él le disgusta, la impresión. Juntos han hecho un buen equipo de trabajo y de vida. Infaltables son, por supuesto, los referentes en su creación, Piranessi, Rembrandt, Goya y Picasso, no sólo por la gráfica, sino por todo su universo creativo; Bacon y Lynch como una muestra de ese entretejido de lenguajes; el modelo de Gauguin como ruptura con el arte de occidente; y entre los más cercanos, el respeto a la obra de Viteri, Maldonado, Guillermo Muriel, Pilar Flores; sin olvidar a Kart Muller y Galo Galecio y otros menos conocidos, pero no menos valiosos como Edmundo Gutiérrez y Karolys. El itinerario artístico de Cueva va desde las fiestas tradicionales y populares andinas, el mito de la pareja desde una mirada erótica, hasta un giro hacia una revisión más crítica del mundo actual, la aceptación de un mundo tecnológico, de la presencia de las industrias culturales, la creación de productos más atractivos, que irremediablemente, le dan pauta para el estudio y la reflexión, para entender el mundo y no perder la pasión por lo sensorial, por lo tangible; visto esto como la posibilidad de seguir modificando y transformando el arte plástico frente a la preeminencia de lo visual y “la incontinencia de imágenes que tienen a anular la historia del arte”, al mismo tiempo para entender la importancia de poder interactuar con otras disciplinas. Genoveva Mora Toral 10 de octubre de 2008
© Obra, Hernán Cueva © Catálogo, El Apuntador Ediciones, 2008 Derechos de la obra concedidos por el autor para la presente edición. Todos los derechos reservados: El Apuntador Ediciones. Av. Amazonas N25-23 y Av. Colón, Edificio España, 5to piso Of. 54. Teléfono: (02) 255 0443. Edición: Genoveva Mora Toral Textos: Lenin Oña Fotografía: Christoph Hirtz Diseño: Azuca, JLB Este libro es un regalo exclusivo de Banco MM Jaramillo Arteaga y Grupo Promerica: un reconocimiento al arte y sus protagonistas. Se terminó de imprimir en diciembre de 2008 en la Imprenta Ediecuatorial. Quito, Ecuador.