Estimados Clientes y Amigos:
© Obra, Paula Barragán www.paulabarragan.com © Naranja Vertical, El Apuntador Ediciones, 2011 Derechos de la obra concedidos por la autora para la presente edición. Edición: Genoveva Mora Toral Textos: Alfonso Espinosa, Genoveva Mora Fotografía: Pepe Avilés, Pablo Cuvi, Christoph Hirtz y Dolores Ochoa Diseño: Azuca, JLB Ediciones El Apuntador info@elapuntador.net • www.elapuntador.net Este libro es un regalo exclusivo de Banco Promerica. Es un reconocimiento al arte y sus protagonistas. Se terminó de imprimir en diciembre de 2011 en Ediecuatorial, Quito, Ecuador. •
on mucho entusiasmo hacemos llegar a ustedes, una vez más, la obra de una artista ecuatoriana, en esta ocasión se trata de Paula Barragán, creadora de mirada inquieta, colorida y al mismo tiempo profunda. Banco Promerica sigue con su compromiso de impulsar, apoyar y difundir el arte pictórico ecuatoriano. Este no es solo un regalo festivo sino la invitación a valorar desde varias perspectivas la expresión y sensibilidad transcrita en estas páginas. Naranja Vertical muestran la fuerza y la sensibilidad de Paula Barragán, quien desde distintos lenguajes artísticos, borrando y delimitando fronteras, escribe, a través de su pintura, sobre aquello que nos retrata y nos concierne. Barragán es una creadora versátil; ella afirma poner toda su energía, por igual, en cada reto que encara. No es casual que hayamos elegido una artista con esta fuerza creativa
capaz de entregar todo de sí en cada trabajo. Nos sentimos identificados con esta posición, el equipo de Banco Promerica se esfuerza todo el tiempo por encontrar soluciones creativas y dinámicas que beneficien a nuestros clientes. Esta filosofía nos ha llevado a obtener en este año cinco premios al mejor servicio, otorgados directamente por nuestros clientes, a través de la encuesta anual del Índice Nacional de Satisfacción de Clientes 2011, efectuada por Corporación Ekos. Creemos en nuestro país, seguiremos trabajando para fortalecer el sistema económico, parte esencial del progreso y bienestar de la sociedad. Las dificultades serán siempre una oportunidad para crecer. El apoyo al arte es parte de nuestra misión y convicción, por una sociedad libre que se expresa, precisamente, mediante el arte. Deseamos a ustedes un magnífico año 2012, Ricardo Cuesta Delgado Presidente Ejecutivo
Naranja Vertical el arte orgรกnico de Paula Barragรกn
El color es un medio para ejercer influencia directa sobre el alma: el color es la tela, el ojo el macillo, y el alma es el piano con sus cuerdas. Wasily Kandinsky
ué ganas de ser un insecto para caminar por dentro de los cuadros de Paula Barragán! Sería una feliz araña tejiendo mi tela en sus grabados, en los más oscuros. Habitar como cualquier cosa pequeñita que vuele, una mariquita en blanco y negro, por ejemplo, entre los paisajes de tinta china que ella ha dibujado. Hasta se pudiera ser mosca molesta para esos personajes que, alguna vez, habitan en sus cuadros. Transformado en insecto, los jardines de Paula Barragán se me ofrecen exuberantes y monocromáticos, sus óleos en cambio son minerales. Anotemos con letra de hormiga que hay una tensión entre los espacios de esta obra aún en avance y búsqueda, aunque cargada de hallazgos. Un contraste entre el territorio del dibujo donde la figura recreada se reconoce, y esa zona de colores intensos donde lo que ha germinado es una abstracción que renuncia del todo a la perspectiva, que apuesta por la organización del espacio del cuadro en espacios de color.
Cada tela es una piedra recortada, seccionada para tener de ella ya no el pedruzco sino una lámina delgadísima. Si la luz o la mirada la atraviesan, en cada segmento de la roca proyectada encontramos la historia, parte de la historia, del mundo. Y si se tiene suerte, si se sabe recoger las rocas en el lugar adecuado, puede ser que entre el testimonio de las edades de la Tierra se cuele un vestigio de vida, un fósil, una huella dejada por un aliento. Es solo una forma de decirlo: quizá por identificar la emoción que provocan estas telas, su exigencia al ojo para mirar atento, su pedido de paciencia para entender, para observar otra vez y encontrarse con un paisaje abierto, con una grieta que nos brinda apoyo para escalar la pared a seis patas y recorrer ora un lugar terso y liso, ora un pedregoso azul de gruesa textura. Cada tela es un despliegue de decisiones de la artista, que no representa directamente nada, que no está imitando a la realidad sino que propone una nueva, que existe en esta bidimensionalidad rigurosa, en cromáticas que no van más allá de cuatro colores por tela, matizados. Si bien lo dominante son obras de color fuerte, siempre texturado, siempre orgánico, casi siempre tienen también este blanco pintado,
que nunca es blanco de verdad pero que irrumpe, luminoso, ante los verdes o los negros, entre marrones y ocres, este espacio ganado al color, articulado con la obra por una misma textura que, como las líneas de la palma de la mano, ofrece sentidos a quien quiere leerlos. Todo se mueve dentro de estos óleos, que pueden recorrerse también como mapas de territorios vistos desde el aire: los colores de lo vivo detenidos y cruzados por líneas rectas, la presencia de la razón y la necesidad humana de ganar tiempo para ir de un sitio a otro, para estar en todas partes a la vez. Todo se desplaza, o parece estar a punto de hacerlo. Solo un equilibrio magnífico, obra de la sabiduría de la pintora, consigue que estas piezas telúricas yuxtapuestas, con tantos bordes encontrados, no estallen y se sujeten unas a otras. Cada cuadro sorprende como un vitral, por la sensación orgánica, natural que provocan. Esta cualidad de cosa viva los vuelve próximos; más de uno hay que me deja con vértigo, con un regusto de angustia, de estar viendo lo que quedará, lo que en verdad somos: una materia recompuesta sobre la materia, un accidente de la energía. Son cuadros que, a su manera, celebran la arcilla original, la materia que en sí misma está viva.
Vuelvo al insecto. Recorro las grietas de las telas, a veces negras, a veces rojas, abiertas muchas veces como primitivos intentos de grafía infantil. Hay una apuesta por la intuición (que no desdeña a la inteligencia, sino que la libera) sobre la razón, y las decisiones de la artista tienen más que ver con una necesidad orgánica de equilibrar o dividir la obra que con un cálculo racional. En la misma medida, el sentido de los cuadros se abre, se multiplica. Es un territorio listo para ser descubierto. egún informa el sitio web de Paula Barragán, la mayoría de su obra en óleo ha sido expuesta y vendida en la galería Multiple Impressions, de New York, con la cual trabaja la artista desde 1994. Kate McCutcheon, directora de la galería, dice sobre la obra de Paula: “Como en una división calidoscópica de contrastes y relaciones, los lienzos están saturados con energía de vida. Paula pinta en muchas capas, cada capa parte de la historia que será develada en diferentes maneras y en diferentes tiempos en la pintura. En cada instancia hay solidez, cada parte se convierte en indispensable para el todo”. La distancia genera nostalgia, esa melancolía de extrañar lo de uno. Cuando la sonda espacial
Voyager fue lanzada al espacio, la cargaron con testimonios de la cultura humana: nos interesa, como especie, esa continuidad en el otro que es la memoria. Cuando eres de Quito y vendes un cuadro en New York ha de pasar lo mismo, quieras que no. Algo de eso hay en las telas de Barragán, que entre sus varias veladuras y capas revela, delicadamente, apuntes de dibujos, ciertos trazos que asoman como ecos de la memoria de la artista, como resonancias de su propia biografía o imaginación: un barco sugerido bajo un fondo celeste, dibujos fitomorfos, algún bosquejo de figura humana… Estos apuntes apenas insinuados tienen la potencia de lo original, de lo recién descubierto: son como los primeros dibujos del niño, la representación primera que hace del mundo, de las cosas. También tienen un gusto como de trazo hecho sin pensarlo demasiado, automático, línea de color que surge fluidamente desde el inconsciente. En este sentido la obra de Paula Barragán es de las que acumulan, en estos trabajos al óleo, colores intensos y formas enérgicamente orgánicas, línea y geometrías del grabado y del dibujo que surgen como palimpsestos, como fantasmas o espíritus que no pueden apropiar-
se de la obra, pero sí la habitan. Son como antiguos grabados de la artista viniendo a visitarla en este otro lugar, más colorido. ¿Será la misma Paula habitando ahora así estos espacios? ¿O esta obra, con los poderes maravillosos del arte, es de las que funciona como un espejo, donde el espectador, para construir un sentido, para alcanzar el goce, debe jugar con sus propia historia, con su propio recuerdo? ¿Se ofrece, capa bajo capa de óleo, como una invitación para adentrarnos en nosotros mismos, significando esos colores, esas formas, de acuerdo con la propia biografía? ay otra lectura, claro, menos intimista. Mirar estos óleos y sus capas superpuestas como paisajes, como una acumulación de cortes temporales que se resignifican en la medida en que se relacionan. ¿No funciona así la memoria, vinculando el guiso de hoy y su albahaca con una caminata en Europa y con la cocina de la abuela, todo al mismo tiempo? Los cuadros, entonces, serían ventanas abiertas a la mirada sobre el pasado, ventanas cuyo vacío se va impregnando de cada escena que el recuerdo va invocando. No es un recuerdo angustiado, desesperado por encontrar alguna clave perdida,
no es un psicoanálisis. Es contemplación del vida, de lo vivo en su variedad y nimiedad, en su fascinante serenidad por transformarse y seguir siendo, por cambiar permanentemente y hallar nuevas formas y modos de seguir siendo la vida. La obra de Paula se abre entonces más profunda. Hay, sí, un goce de la forma y el color, el disfrute del artista, de su poder para decidir y ser creador en el territorio de la obra. Pero hay una necesidad no tanto de comunicar, cuanto sí de narrar y dejar fijada una mirada sobre el lugar y el tiempo que nos tocó en suerte. Cuadros como Solsticio (p. 21) y Lucas en los Andes (p. 21 y 22) dan cuenta de esta posibilidad de abrir la comprensión de la obra hacia fuera, tanto como hacia adentro, de la obra como mensaje, sereno y consciente del cambio constante, hacia un mundo que desespera por tener algo permanente de qué aferrarse. Hay un espíritu lúdico en los óleos de Paula Barragán. Hay un duende jugando, una risa de niño, una pureza verdadera. No una pureza
de arte puro, de arte que se ha vuelto extraño para el mundo y desde esa atmósfera distante se manifiesta; hay en estas abstracciones una frescura de cosa recién hecha, recién dicha. La inteligencia de estas obras, su posibilidad de ser comprendidas y disfrutadas, pasa entre otras cosas por una aceptación del espectador a contagiarse de esa lúdica contenida en todas las obras. Cada cuadro es como la suma de muchas piezas, el juego es combinarlas, ajustar cada vez otro relato posible con elementos que son cada vez los mismos. Estos óleos tienen el mismo poder para captar nuestra atención que los juegos de los niños: hay un universo completo resolviéndose en las canicas sobre el patio, hay espacios y tiempos insospechados en el corazón de cada cuadro de Paula. En esta interpretación, el héroe de la historia (o su villano) es uno mismo, siempre que acepte el juego, que sea parte de este territorio transformador, que al volvernos, por ejemplo, un insecto pequeñito, nos libera y nos permite dotar de sentido a la realidad.
¿Cuál es nuestra inocencia? ¿Cuál es nuestra culpa? Todos estamos desnudos, nadie está a salvo. Maraianne Moore l arte es el fruto de un estropicio en la mirada. El artista tiene ojos, como todo el mundo, y mira la realidad, que es la misma. Entre el ojo y el mundo, la mirada sirve de puente y enlace sensitivo, sensual, carnal, con esa realidad inaccesible, externa, ajena. Algo allí tiene venido a menos el artista, o venido a más. Mira más, descubre más. Contarnos eso se vuelve su necesidad y su motor de vida, compartir con los demás eso diferente que su mirada le ofrece es su razón de ser. No es un anhelo abstracto ni una cosa ideal, es una urgencia vital, como respirar. Cuando dejas de hacerlo te da un dolor, justo acá… Los grabados de Paula Barragán son, quizá, la joya de su trabajo como artista. Como los mejores rockeros, que han desarmado sus guitarras para que suenen como ellos quieren, Paula la artesana del grabado se ha dejado llevar por
el espíritu más aventurero para encontrar modos propios de usar esta técnica venerable. El grabado tiene una larga tradición, es oficio de orfebres y es una posible estrategia moderna para la democratización y desacralización del arte. La posibilidad de los originales múltiples, de múltiples copias únicas, abre posibilidades interesantísimas para el autor que, como Barragán, empieza a concebir series específicas desde la materia: qué papel, qué tintas… Decisiones sobre el material, para un trabajo de artista sostenido por una tarea de artesano. Los grabados de Paula Barragán son paisajes personalísimos, sea de un terreno baldío, sea del alma que reclama en su simpleza un vuelve acaso imposible. Son exploraciones en la percepción que su mirada estropeada de artista le da del mundo: descubre seres imposibles, ya hablaremos de ellos, y reconstruye en sus placas espacios agobiados, normalmente cercados, cerrados. Son cápsulas de vida en las cuales se aprecian a veces casas por montoncitos, a veces un perro vago, perezoso. Casi siempre dejan la sensación de lugares cerrados y pequeños, pero vacíos. En otras, el uso del color, moderadísi-
mo, manejado casi como último recurso, establece cierto dramatismo en las placas. Hay algo de precolombino, cierto sabor rupestre en el lenguaje del grabado de Barragán. Sus exploraciones en aguafuerte y en otras técnicas del grabado incluso le comprometieron la salud por la abundancia de químicos tóxicos empleados. Literalmente, Paula puso el cuerpo, y quizá algo de eso se siente en las placas: hay, como en toda la obra de esta artista, un sentido orgánico de la obra, en cada obra. No es que el tema sea necesariamente naturalista, que a veces lo es: incluso en los paisajes interiores, en sus estampas más anímicas o psicológicas, cada una de las obras tiene una unidad y vibración de entidad viva, hay un constante movimiento interno en los cuadros, logrado con la organización y delimitación del espacio dentro de la obra. Los grabados de Paula Barragán laten, se proyectan y ocupan el espacio, se lanzan también hacia el vacío interno del espectador, hacia su propia carencia de sentido, para interrogarlo y proponerle, quizá con humor o ternura, una reconciliación con la materia, con el mundo. Estos grabados son buenos lugares para encontrarse.
Todas las cosas que un artista debe ser: poeta, explorador de la naturaleza y filósofo. Paul Klee aula Barragán, como dibujante, revela dos caras nuevas. Si cierta timidez, cierta distancia se percibe en los óleos y en el grabado (puedo estarme equivocando en esto), en los dibujos hay un hambre de mundo, una necesidad de inventariarlo todo, desde las semillas variadas hasta un pájaro muerto y, a la vez, hay un escozor narrativo, ese bichito que le pica al novelista y no le deja dormir y lo obliga al insomnio ante la máquina de escribir. Su dibujo comparte un mismo código visual con sus serigrafías (otra técnica del grabado en la que ha explorado). Hay algún rastro de las tipografías psicodélicas de los años 70, una marca de los lenguajes publicitarios. Nada de esto está pegado superficialmente, sino evocado, después de un proceso de apropiación que ha convertido a esos recursos en caminos propios para la artista. Tinta china sobre papel japonés, de vez en cuando, poco color en lugares específicos. El resultado son obras de potente impacto en la vista del espectador, laberintos de luz y sombra que describen el
mundo con serenidad, con mucho humor e irreverencia, con alegría. Y no es que Paula esté retratando un imaginario mundo ideal, como esas plazas sin perros ni cables del maestro Muñoz Mariño: la dibujante no deja escapar detalle y dispone generosamente toda la información al alcance de su público. i en los comics eróticos del francés Guido Crepax el dibujo permite ver sin horrorizarse los placeres de la Justine de Sade, en los dibujos de Paula Barragán un mundo tremendo es retratado con gracia e ironía. A veces será la ciudad la que sea recogida en la tinta: atiborrada, cercada por el volcán, es Quito llena de noche y de noctámbulos. Pero más frecuentes son los dibujos de estampidas de seres casi mitológicos, la aparición de una vegetación feraz entre la cual surgen pájaros, tigres, caballos… Y también mujeres, hombres, de cuerpo entero o con sus cabezas y sus ojos solamente. La vida, tal y como la está mirando el ojo dañado de Paula Barragán, se alimenta de la vida. Hay un sentido de ciclo, de circularidad y retorno permanente en estos dibujos. Una vez más, tal vez de modo más evidente en cuanto que más figurativo, el carácter orgánico de la obra de Barragán queda en evi-
dencia, como un valor hondo de su trabajo como artista. Es en estos dibujos, donde ha renunciado a la materia como tema y vuelve a la figura como asunto, es donde más matérica es nuestra pintora. Usando solo la tinta china y el papel, en el marco de juegos cromáticos restringidos al máximo es donde más alto llega a ser el latido vital de esta obra. En esta bidimensionalidad exigente es donde más volumen y movimiento alcanza. uando iba a exponer varios dibujos de gran formato en la galería El Conteiner, la artista comentó sobre sus motivos y sus procesos: “Mis dibujos exploran la carrera del ser humano hacia sus metas inalcanzables, o representan las aventuras y desventuras de mi generación. Trabajo con temas que
me dan espacio para manifestar mis experiencias y mi manera de ver a los demás: animales, actos, personas sin cabeza o sin cara, que viven así dentro de cuatro paredes, con trabas físicas, o económicas, o timidez excesiva. Y que en ciertos casos, como el mío, cuando nos hacen asustar, expulsamos tinta como los calamares para poder huir. Porque los animales son como humanos y los humanos somos animales en el fondo, y así, con esa visión, cuento las historias de una vida a la que me atrasé, en la que no alcancé a cumplir mis deseos y mis ideas de cómo debía ser. Pero no todo es angustia y desencanto porque en el acto de dibujar, como en el acto de vivir, una va descubriendo días de sol, olores, colores, toda la alegría de estar viva y aquí, pintando o comiendo eso, unos deliciosos calamares en su tinta”.
Un collage de vida y color etratar es aguzar la mirada. Hacerlo con palabras es intentar trasladar aquello que vemos y percibimos al papel. Asimismo ocurre con la artista, Paula Barragán ha pasado gran parte de su vida transcribiendo sensaciones, olores y sabores al papel, en distintas manifestaciones; también las ha tejido, literalmente, en colores y tramas en sus alfombras repletas de arquitectura natural. Su primer viaje al mundo del arte lo realiza probablemente muy pequeña cuando vivían a lado de Folklore Olga Fisch, o en esa visitas a las que le llevaba su padre, a su taller de escultura o al de Jaime Andrade y de Oswaldo Viteri. Sin embargo su recuerdo más formal está marcado por los talleres de arte de el Ejido, ahí siente que su timidez disminuye y puede hablar a través del dibujo; disfruta, participa en concursos, se relaciona con otra gente y le cautiva esa circunstancia. Terminado el colegio va a París al pre-universitario en Atelier de Sevres, a pesar de la expectativa no siente que está en el lugar correcto, allí gobiernan demasiadas reglas, y eso no es precisamente el arte para Paula. Por ello cuando llega a Nueva York y se encuentra con una
escuela mucho más libre empieza a caminar por donde ella quería y creía. Corren los años noventa y Paula regresa a Nueva York, trabaja para la galería Multiple Impressions, momento en que la tecnología digital invadía también el campo del arte y, el grabado, en alguna medida, tenía que competir con aquellas propuestas, de modo que deciden (como galería) que la pintura era la opción. Paula acepta el reto y el lienzo aparece como el soporte que le demanda un nuevo aprendizaje, surge entonces su colección de óleos. De vuelta en Ecuador realiza sus primera exposición en la galería de D’Art, de María Emilia Zapata, más adelante lo hará en La Galería de Betty Wappestein, con una propuesta mucho más gráfica, más en la línea del diseño. En ese lapso es importante la colaboración con su amigo de universidad, Carlos Zapata, quien trabaja como arquitecto en Nueva York, aprecia, recomienda y decora con las alfombras diseñadas por Paula, que en su abstracción reproducen el color y la textura andina. En Quito compartirá espacio con el GrafiK, taller de grabado manejado por Carlos Rosero, esta
experiencia se convierte en valioso aprendizaje dado que son muchos los artistas que formaron parte de él. Paula será una de las fundadoras de la Asociación de Grabadores del Ecuador, luego Estampería Quiteña de cuya directiva fue parte hasta el inicio de este año. En los años 90 recorre el Ecuador, trabajando con Pablo Cuvi como directora de arte para sus libros Artesanías del Ecuador y Ecuador viva la fiesta. De ese periplo por el mundo de la artesanía se nutre para su trabajo personal. Desde su carrera de diseñadora gráfica aprendió y comprendió la disciplina, los límites, la comunicación, y curiosamente, fue también la oportunidad para encontrar su libertad creativa. Un día de esos empezó a combinar, a fusionar. De pronto una serigrafía se convertía en afiche y éste se transformaba en grabado. Grabó por muchos años, lo sigue haciendo eventualmente, admite que es un trabajo intenso, físicamente exigente, quizá por eso en un momento se complació con la pintura, cuyo resultado en el lienzo es inmediato. “Plasmo en el lienzo y ese lienzo me devuelve algo, esa conversación se va volviendo compleja aparecen conflictos… En cambio con el dibujo es fácil contar una historia, con esos seres fantás-
ticos yo ya sé que están conteniendo y lo que estoy queriendo decir”. Paula encontró en la colagrafía una posibilidad de grabado más amigable en cuanto a técnica, este hallazgo está evidenciado en Toctes. Con ellos descubre maravillada ese mundo fabuloso que le confirma, cuando a pretexto del proyecto empieza a coleccionar semillas, que la naturaleza es increíblemente perfecta, y a pesar de ello, una invitación constante a recrearla. Su trabajo, como dice Paula, ha sido por épocas, momentos para pintar, otros para dibujar, grabar, tejer, diseñar, ilustrar. Y es precisamente la ilustración uno de los “pretextos” para llegar al dibujo. Alguna vez que presentaban un libro ilustrado por ella, cayó en la cuenta que sus dibujos se quedaban encerrados en las páginas y sintió la necesidad de crecerlos, sacarlos a la pared de esa sala donde la gente se reunía. Nacieron entonces esos grandes trazos que empezaron a construir un universo amplio y diverso, un fascinante bestiario, así lo nombro y así lo han denominado antes, a esa colección de seres que emergen de la mano y la imaginación de Paula Barragán. El Pobre Diablo constituyó, en su momento, el espacio para exponer de manera distinta, pintaba escenografías para conciertos de jazz, y aunque era un
trabajo gratuito, le dio la oportunidad de mostrar su talento y su propuesta. Las paredes grandes la confieren la oportunidad de “medirse” con esos seres que nacen de su tamaño, y en cierto modo la desafían. Al parecer el dibujo es su niño mimado y su posibilidad de escape, de regocijo; un camino hacia la simbología y la creación de un cosmos solitario, lúdico, poblado de seres con mil caras, de máscaras que evidencian y esconden estados de ánimo y de vida. Cuerpos que metamorfosean en animales hermosos y humanos temibles. Sinuosidad de línea que se transforma en selvas de color, a veces estupenda y alegre, otras oscura y desafiante. Paula recuerda con cierta nostalgia los años en que todo se diseñaba a mano, ese largo tiempo que implicaba la minuciosa tarea
Premios:
de recortar, pegar, ensamblar; un verdadero collage de imaginación y artesanía. Ella viene de una familia donde el arte vive y se manifiesta en el diseño, la danza, la arquitectura, la escritura. Su andar ha estado repleto de motivos para vivirlo. El reconocimiento a su trabajo ha estado presente a lo largo de su carrera, varios premios a la ilustración de libros y diseño. Exposiciones dentro y fuera de Ecuador. Su obra no ha concluido, su día a día sigue lleno de proyectos. Cada mañana se levanta y camina a su taller, situado en pleno Guápulo, lugar donde siguen naciendo y renaciendo dibujos, pintura y diseños. También su reducto para disfrutar la soledad que se transforma en arte. Genoveva Mora Toral
• Primer Premio, Bienal de soportes no convencionales, Quito, 2007 • Primer Premio, categoría ilustración, Bienal Nacional de Diseño, Quito, 2004 • Primer Premio, categoría libro, Bienal Nacional de Diseño, Quito, 2002 • Primer Premio, Bienal Nacional del Afiche, Quito, 1994 • Primer Premio Grabado, Salón de Arte Ciudad de Quito, 1994 • 2003 Nappa Gold Award, al libro “Spicy Hot Colors” • 2002 Best of the Best List, Chicago Public Library al libro “Love to Mama”
ÓLEOS PICO Y PLACA, tinta china y témpera sobre papel, 2 x 1.14 m, 2011
ANÉMONA, serigrafía, 70 x 60 cm, 2009
CAMINO DE LA SEDA, detalle, óleo sobre lienzo, 140 x 43 cm, 2009
LA MIRADA DEL OTRO, detalle, óleo sobre lienzo, 1 x 1.20 m, 2000
BUENOS DÍAS ECUADOR, óleo sobre lienzo, 85 x 60 cm, 2002
QUEBRADA DEL AJÍ, detalle, 140 x 60 cm, 2010
FERROCARRIL del sur, óleo sobre lienzo, 85 x 60 cm, 2009
CIGARRO DE MI ABUELA, óleo sobre lienzo, 60 x 60 cm, 2009
GRABADOS PLUTÓN, óleo sobre madera, 25 x 25 cm, 1998
EL PORTUGUÉS, óleo sobre lienzo, 85 x 60 cm, 2006
INVERNAL, óleo sobre lienzo, 35 x 25 cm, 2002
CIRUGÍA, serie de cuatro, óleos sobre lienzo, 60 x 60 cm, 2000
BAMBUSA, aguafuerte, a la poupée, 12 x12cm, 2000
ESPACIO II, aguafuerte, a la poupée, 25 x 30.5 cm, 1989
VÍA LÁCTEA, aguafuerte, a la poupée, chine-collé, 50 x 13 cm, 1989
CASA EN EL AIRE, aguafuerte, a la poupée, chine-collé, 50 x 15 cm, 1989
MARTES, óleo sobre lienzo, 85 x 60 cm, 2006
ALBAHACA, óleo sobre lienzo, 60 x 60 cm, 2005
FERROVIARIA, óleo sobre lienzo, 85 x 60 cm, 2009
ESPERANDO, óleo sobre lienzo, 30 x 50 cm, 1998
UNDERGROUND, aguafuerte, chine-collé , 18.5 x 18.5 cm, 2009
VUELVE III, aguafuerte, chine-collé, 20 x 20 cm, 1989
FURIAS, aguafuerte, a la poupée, 12 x12 cm, 1990
ESPINA DORSAL, aguafuerte, a la poupée, 14 x 18 cm, 1999
SOLSTICIO ECUADOR, óleo sobre lienzo, 102 x 60 cm, 2005
LUCAS EN LA SIERRA, óleo sobre lienzo, 102 x 60 cm, 2002
ATACAMES TONIC, óleo sobre lienzo, 85 x 60 cm, 2009
SUBMARINO, óleo sobre lienzo, 60 x 60 cm, 2003
Horas de Polvo aguafuerte, aguatinta, chine-collé , 30 x 45 cm, 2007
PAJARITO, xilografía, 30 x 45 cm, 2007
RÍO COCA, xilografía, 50 x 38 cm, 2004
VOLCÁN PICHINCHA, xilografía, 50 x 38 cm, 2001
DIBUJOS toctes Parte de la serie de 75, colagrafía 38 x 56 cm, c/u 2004
CAJA DE PANDORA, tinta china y témpera sobre papel, 3 x 3 m, 2005
MIRANDO CNN, boceto, lápiz sobre papel, 22 x 32 cm, 2002
MIRANDO CNN, tinta sobre papel, 2.50 x 1.06 m, 2003
EL RESTO DE NUESTRA VIDA, proceso, tinta china y témpera sobre papel, 2.09 x 1.14 m, 2011
EL RESTO DE NUESTRA VIDA, tinta china y témpera sobre papel, 2.09 x 1.14 m, 2011
BAILE DE ARROZ QUEBRADO, tinta china y témpera sobre papel, 2.42 x 1.14m, 2011
EL AGRADO, tinta china y témpera sobre papel, 1.90 x 1.14m, 2010
IT’S A RAT RACE, tinta y témpera sobre papel, 5 x 1.06 m, 2006
CONDOMINIO EL PARAISO, tinta china y témpera sobre papel, 3 x 3 m, 2006
CALAMARES EN SU TINTA, tinta china sobre papel, 2 x 2 m, 2006
NADADOR, tinta china y témpera sobre papel, 3 x 3 m, 2006
LÁGRIMAS DE COCODRILO, tinta y témpera sobre papel, 1.05 x 1.80 m, 2009
SECRETO A VOCES, tinta china y témpera sobre papel, 2.42 x 1.14 m, 2011
CHASQUIS, tinta china sobre papel, 41 x 51 cm, 2010
MANO CHAO, tinta china y collage sobre papel, 41 x 51 cm, 2011
CANDIDATO PRESIDENCIAL, 1. boceto, lápiz sobre papel, 20 x 10 cm, 2. tinta china sobre papel, 1.80 x 1.02 m, 2004
VOLCÁNICA, tinta china y témpera sobre papel, 3 x 3 m, 2005
VIENES VOLANDO, tinta china y témpera sobre papel, 0.92 x 1.95 m, 2009
LA TINTORERA Y YO, proceso, tinta china y témpera sobre papel, 2.04 x 1.92 m, 2009
SALA DE ESPERA, tinta china y témpera sobre papel, 92 x 2.65 m, 2009
REUNIÓN DE CONDOMINIO, Parte de la serie de 12, tinta china y témpera sobre papel, 50 x 40 cm, c/u, 2010
DESCONCIERTO DE JAZZ, tinta china y témpera sobre papel, 2.54 x 2.14 m, 2008
LA TINTORERA Y YO, tinta china y témpera sobre papel, 2.04 x 1.92 m, 2009
COLÓN CAMAL, lápiz sobre papel, 8 x 1 m, 2000
TAGUA, serigrafía, 42 x 48 cm, 2006