HONOR
Takeda Ryu había llegado, después de un largo viaje a su casa. Nada parecía haber cambiado desde su partida, unos meses antes. Pero él si había cambiado, en su interior, en su corazón. El encuentro con Kenshi Shiori le había hecho ver que existía otro mundo, además del de los Buke. Y el tiempo que había pasado con ella le había servido para ver lo que la guerra estaba haciendo en el pueblo. Venia, decidido a hablar con su padre, para que detuviera a los clanes e intentar que sus ambiciones guerreras no lastimaran más al pueblo, quienes sufrían. Miro y vio el viejo dojo, donde su padre, junto a sus hermanos, les había enseñado el Bushido, el camino del honor del guerrero. Estaba destartalado, seguramente por falta de cuidado. En él había algunos soldados, nuevos reclutas seguramente que estaban entrenando con yaris, katanas y naginatas, así como arqueros practicando. Continúo con su escolta, de la cual habían sobrevivido treinta al ataque de Kenshi. Fue una escaramuza, los orgullosos Buke Takeda contra un centenar de labriegos desarrapados, mal armados, pero dirigidos por una mujer que le había impresionado mucho, más de lo que creyó a primera vista. La admiraba y esa admiración se convirtió en algo más, cuando la trato durante las semanas que había estado en aquella aldea, pero ahora lo sabía a ciencia cierta, se había enamorado de ella. Y por ella se enfrentaría a su padre. El viejo Masa había salido, como siempre a recibirlo. Era uno de los criados más antiguos de la casa, lo conocía desde que nació y era para el cómo su segundo padre. Aquel anciano, que había servido a su padre durante años. - Ryu-san - dijo el hombre bajando la cabeza con vehemencia. - Masa me alegro de volver a verte- le contesto el joven-, ¿está mi padre? - Si, joven señor, su padre está en el salón de reuniones con los otros señores Buke, preparando la campaña.
Su padre era uno de los generales, y junto a él se reunían los viejos señores Buke, con uno de los cuales estaba preparando su compromiso con una de sus hijas. Dejo su caballo y decidido se dirigió a la sala de reuniones. Cuando entro allí vio a su padre y a los otros señores. Este parecía más demacrado, mucho más viejo y cansado que cuando partió a su misión. Y entonces recordó el intento de asesinato, cuando apareció el shinobi e intento matar a su padre. Recordó como este le hirió, pero aun así el anciano Takeda mato al ninja casi sin respiro. A raíz de aquello, su padre estuvo durante un tiempo recuperándose, pero como veía ahora, no lo estaba del todo. A su alrededor estaban los señores, dialogando con el sobre las estrategias a seguir para conquistar la provincia de Okunawa, ocupada por los pérfidos y traidores Kuge. Su padre, al verlo entrar, alzo la vista y hablo. - Ya has terminado tu misión hijo. - Si padre- dijo el joven avanzando y arrodillándose, como gesto de sumisión a un superior-, la misión fue un éxito, pero aun así he perdido a muchos hombres. - Cuéntanos hijo, como fue. - Encontré a Kenshi, después de varios meses buscándola. Está en una aldea apartada, protegiendo a la población. Nos atacó, ya que creía que éramos sus enemigos. Es brillante en el campo de batalla. - ¡Una mujer!- dijo uno de los señores-, las mujeres solo valen para dos cosas, tener hijos y cuidar su casa. - Mi señor Takemoto, esta vale para algo más- dijo Ryu con pasión. Aquello se le había escapado, no quería mostrarle a nadie sus sentimientos-. Organizo un ataque, usando tácticas propias de samurái, nos sorprendió y nos demostró que es una verdadera luchadora. Mato a veinte de mis hombres, así como la vi luchando, mató a cinco de forma ágil y certera, a uno le atravesó la garganta con una flecha a más de quinientos metros. - Hijo mío, si el Emperador la designo fue por algo. Yo la conocí estando en Palacio y era una joven inquietante, orgullosa para ser campesina, pero que seguía a rajatabla el código. Sigue contando, ¿le entregaste la carta?
- Si padre, se la entregue y la leyó, al principio se quedó como helada, pero pronto reacciono. Padre, no se unirá a nuestra causa, pero luchara contra los Kuge o quien haga daño a los campesinos, no importa si es Buke o Sohei. Al parecer se lleva bien con ellos, con los Sohei, ya que sus metas son casi las mismas, proteger a los inocentes. - ¿Sea unido a los Sohei? - No padre, no- dijo Ryu con determinación y en sus palabras había además devoción por ella-. Pero dice, como he dicho antes, que quien intente hacer daño al pueblo se tendrá que enfrentar a ella. Además quiere partir en una misión, encontrar al Emperador. - ¡Una locura propia de una mujer!- dijo otro de los ancianos señores¡el Emperador está muerto y el próximo Emperador debe de ser un Buke! Ryu no le contesto. Miro fijamente a su padre y al resto de los Grandes Señores. - ¡No la subestiméis por ser mujer!- dijo Ryu-. Es una gran mujer. - Te creo hijo, y no la subestimo. Retírate ahora, estarás cansado. - Si padre. Ryu se levantó y abandono la sala. Escuchaba a los señores como dialogaban con su padre. Él, en lo más profundo de su corazón sentía pena. No podía decirle aquello a su padre. Pero no podía engañarse. Fue a su habitación, pero antes se detuvo. Miro el patio de la casa. Y allí vio a su madre, quien junto con su hermana Sayumi cuidaba de las plantas. Su hermana, al verlo corrió hacia él. - Ryu, Ryu, por fin estas aquí- dijo la chiquilla abrazándose a él. Ryu le acaricio su cabeza, un gesto de cariño que le hacía muchas veces. Vio a su madre y tirando de él su hermana lo casi arrastro para hablar con ella. - ¿Cómo estáis, madre?- dijo Ryu casi arrodillándose- Bien hijo mío. Estaba preocupada, te has llevado mucho tiempo fuera. Te noto distinto- dijo ella al observarlo. - Estoy cansado, madre, la misión fue distinta a como padre había esperado.
- Ya, tú padre siempre igual. Pero por lo que veo tú si has encontrado algo inesperado. Ryu se turbo. -
Seguro que la encontraste, ¿no? Cuéntame algo de ella. Es una mujer- le contesto Ryu. ¿Solo eso, hijo mío? Es la mujer más valiente que he visto en mi vida- Ryu se envalentono-, es aguerrida, temeraria, es… - No sigas, Ryu. Te ha impresionado mucho, creo que demasiado, ¿no? Ryu vio en el rostro de su madre una sonrisa. Él le correspondió. - Ahora cuéntame más cosas de ella, de donde vive, como es. - ¿Por qué quiere saberlo, madre?- replico Ryu. - Quiero conocerla por tus ojos. Takeda Kenji no podía dormir. Le era imposible. Los Señores se habían ido y estaba solo en la sala de reuniones, mirando de forma distraída el mapa. Alejo la vista y cerró los ojos. Escuchaba el silencio, como su padre hacia años, cuando era un niño, le había enseñado. Los volvió a abrir y se dirigió, con paso decidido al porche. Desde que Ryu se había marchado, había pasado una estación. Los cerezos y almendros habían florecido y olor lo inundaba todo. Repasó, mentalmente el plan de batalla. Su hijo mayor, Kenji, había partido días antes con una fuerza de caballería combinada de mil hombres, para ocultarlos en los bosques de Okunawa. Raiko partiría con él, liderando una columna de quinientos ashigaru, armados con yaris y yumis. Él iría detrás, con mil quinientos samuráis, armados con yumis, katanas, naginatas y caballería ligera. El plan era sencillo. Soyuzuke, el general Kuge, al ver el contingente de tropas de Raiko, se enfrentaría a él. Este, se retiraría hacia las posiciones de su padre, quien lo estaría esperando con sus soldados. Y por la retaguardia, Kenji cerraría la trampa en la que se encontraba el Kuge.
No era una de sus mejores tácticas, pero serviría para ganar la provincia. Ya les había ordenado a los otros señores que no quería saqueos, que quería que los ciudadanos los vieran más como salvadores que como conquistadores. De sus hombres sabía que lo harían, los otros, no podía fiarse. - Hola, Ryu- dijo Takeda. Aquello, como siempre sacaba de quicio a Ryu. Pensaba que su padre tenía un ojo detrás de la cabeza. Cuando era un niño, pensaba esto y tenía incluso pesadillas. Ya estaba acostumbrado, pero algunas veces lo sorprendía. - Padre- dijo el chico. - Deberías de estar descansando, estarás cansado de tú viaje. - No podía dormir- le contesto-. Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para conciliar el sueño. Su padre sonrió, se dio media vuelta y vio el rostro cansado de su hijo. Noto algo extraño en él. No era el mismo desde que había regresado de su misión. - Me gustaría estar en la batalla- dijo Ryu. - Tienes otra misión hijo- replico el anciano-. Te dirigirás a los dominios del Señor Ozakuma. Quiero que conozcas a alguien. Ryu ya conocía el carácter de la misión, sin que su padre se lo contara. - Está bien, padre, hare lo que dice. - Bien. Allí conocerás a su hija, con quien te casaras en unos años. Es muy joven, tiene catorce años, así que esperaremos un tiempo. Pero el compromiso esta ya firmado y sellado. Debes de ir. Ryu se movió inquieto. - Bien- contesto Ryu nervioso y contrariado-, pensé que podría estar en la batalla. Su padre noto algo raro en su voz. Era como si no estuviera de acuerdo en algo. -
Tienes que contarme algo más de tú última misión- dijo el padre. Pregunta. Cuéntame algo de ella. Es valiente, su pueblo la sigue fielmente.
- No es eso precisamente lo que quiero saber. Pasaste mucho tiempo allí, una estación. - No hay mucho que contar. Después de la escaramuza, nos llevó a la aldea y allí estuvimos con los aldeanos. La lluvia nos impidió ponernos en marcha antes, ya sabe cómo es la estación lluviosa en Iruami. - Si, ya lo sé. Estuvisteis aislados. - Sí. Cazamos, vimos cómo estaban los campesinos. - ¿Hubo problemas? - No muchos, alguna escaramuza con los Kuge, nada importante. Los monjes Sohei se llevan bastante bien con los campesinos. - Es lógico hijo. La mayoría de ellos fueron en su día pueblo llano. ¿Y Kenshi?, que tal tu relación con ella. - Distante- mintió deliberadamente Ryu. Si su padre supiera la verdad, que pasaba mucho tiempo con ella, planificando ataques y que cada día que pasaba más cercano estaba a ella-. Es muy reservada. - La conocí en el Palacio. Decían que era de acero y con un corazón de piedra. - A mí no me dio esa impresión- dijo Ryu-. Es amable, educada y muy protectora de los que le interesan. Takeda sonrió, por fin había llegado a donde quería ir. Sabía que su hijo le había mentido antes. - No me lo esperaba de ella. Dijiste que no la conocías mucho. - Así…así era padre- titubeo Ryu, lo había pillado sin darse cuenta-. Lo sé por lo que me contaron los campesinos. - Bien- dijo su padre. Ryu había salido más o menos del acoso. Ahora sabía a ciencia cierta qué era lo que había cambiado a su hijo-. Muchas veces la primera impresión es la que cuenta. Creo que deberías de dormir un poco, así como yo también. - Como deseéis, padre. Ryu llego a su habitación. Era un cobarde. Debería de haberle dicho a su padre que amaba a Shiori. Solo le quedaba una salida. Se sentó y comenzó a escribir una carta.
El gallo canto y Takeda se levantó. Era su costumbre. Miro a su esposa que dormía. Su charla con Ryu le había resultado interesante. Su hijo ocultaba algo, eso era claro. Se vistió con un kimono, mientras se preparaba para realizar sus ejercicios matutinos. Aquel día era importante. Miro a la mesa y vio un sobre en ella, con su nombre. Por la forma de que estaba escrito sabía de quien era. Lo abrió y leyó su contenido. Por un lado, le invadió una tremenda ira. Le disgustaba que no se acataran sus órdenes. Pero también, por otro lado sabía lo que era el amor. Miro a su cama y vio a su esposa. Esperaba que Ryu fuera tan feliz como él lo había sido.