1650 - Herido en su orgullo

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HERIDO EN SU ORGULLO (NUEVA VERSIÓN) Aquella mañana, el capitán se había dirigido a la taberna. Era una de esas que había en los arrabales de Matriz. Era oscura y mal oliente, así que el tabernero se extrañó al verlo allí. Vestía una túnica que ocultaba su uniforme de la Guardia del Obispo, pero no podía ocultar su espada, la cual tintineaba a cada paso que daba. Nada le importaba ya que su objetivo estaba sentado en una de las mesas. Era un hombre joven, que vestía lo que en otro tiempo fueron unas prendas de noble, pero ahora estaban roídas y manchadas, por sudor, vómito y algo de sangre. Tenía el pelo largo, sin arreglar y el rostro estaba cubierto por una pelusa que indicaba la edad del joven. No aparentaba más de veinticinco, pero en aquel estado parecía incluso mayor. El capitán se acercó a la mesa y se sentó con él. -

¡Tabernero!- dijo con voz ebria- ¡más vino!, trae más vino, pero del bueno, no de ese aguado y agrio que me sirves siempre.

El tabernero se fue acercar, pero el capitán lo negó con la cabeza. -

Hernando, soy yo Luis, tu amigo Luis- dijo el capitán. ¿Luis?, ¿Qué Luis?, no conozco a nadie con ese nombre.

El estado de Hernando era lamentable. Nunca lo había visto así. Bueno, sí, pero nunca había caído tan bajo como en aquel momento. Delante de si tenía a Hernando de Maura, hijo del noble, don Roberto de Maura y Gandía, Señor de Iberia. Eso había sido antes, antes de todo lo que le paso. Lo conocía desde pequeño, ambos habían jugado juntos, habían sido amigos de juergas y habían compartido alguna que otra prostituta. Pero eso había sido antes, antes de entrar en la Guardia del Obispo. Hernando había tenido suerte desde pequeño. Al contrario que su familia, la de Hernando eran nobles. La de él era rica, no podía negarlo, y de hecho se codeaban con toda la nobleza de la antigua corte, pero la del chico eran de rancio abolengo. Su genealogía se perdía en el tiempo, su blasón estaba en los libros de heráldica y el antiguo rey les había dado ducados y condados como pago por sus servicios. Pero todo eso desapareció. Ahora solo estaba Hernando. Un cumulo de desgracias lo habían llevado allí. Su familia se había arruinado, más que nada por la intransigencia de su padre. El noble don Roberto tenía tres hijos, Roberto, el mayor, Ana la hija y el pequeño Hernando. Estaba casado con doña Ana de Lucena, una señora también noble de Andalusia. Los dos vivieron felices durante años, con sus hijos y eran muy conocidos en la capital del Reino. Todo hasta el día en que su hijo mayor, Roberto, decidió alistarse en los Tercios de Del Alba. Aquello enfureció al padre. Desheredo a su hijo mayor, que era un idealista. Si hubiera sido Hernando, no hubiera pasado nada, pero su hijo mayor, su heredero, quien debería de tomar el linaje y mando de su casa, no.


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