Rueda Rudge 65 - Club de Automóviles Clásicos

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IN MEMORIAM HUGO DULBECCO Y MAURICIO BRAMSON Fueron dos de mis mejores amigos a lo largo de medio siglo. Cuando me incorporé a nuestro Club, era muy joven y me encandilaba la personalidad de aquellos que lo habían creado. Me toleraban, a pesar de mi inexperiencia, y mi relación con ellos era de respeto y agradecimiento. Pero a medida que el Club crecía, se incorporaban muchos de los que – compartiendo la afición por el automovilismo histórico – se convertirían en mis mejores amigos. Conocí a Hugo Dulbecco en 1971, en una de aquellas reuniones informales previas a la organización definitiva del Club. Enseguida pude apreciar su calidad humana, su simpatía y su enorme generosidad. Una vez, le comenté que me faltaba la manija de arranque de mi MG TC y cuanto me convendría tenerla para arrancarlo en frío sin forzar la batería. De inmediato me llevó a su taller y me dijo: –­ ”La manija la va a hacer usted! con el mejor acero, el que uso para los ejes de mis distribuidores de encendido. Yo le voy a indicar cómo”. Con gran paciencia, me enseñó a doblar el metal para darle la forma adecuada, perforar el extremo para que pase la pequeña clavija, soldarla y terminar todo prolijamente. Mejor que hecho en Abingdon. ¡Nunca fui más feliz! Así era Hugo. Siempre dispuesto a ayudar a sus amigos. Tenía un lindo phaeton Hudson cuando me confió que le habían ofrecido un Ford T con una carrocería

especial muy extraña. Pensaba que era un invento local, pero yo recordé haber visto una carrocería igual en un libro de Floyd Clymer, en mi biblioteca. Se la mostré y tuve que insistirle para que se animara, pero resultó ser el Ford T más interesante que he conocido: rara cruza entre un T y un Zeppelin. Mauricio Bramson llegó un poco más tarde. En 1975, por dificultades económicas, me había visto obligado a vender mi querida Cisitalia 202. Amaba a ese auto. ¡Estaba convencido que era el más lindo del mundo!. En seguida me la compró Antonio Mieres, pero como pronto se fue del país para radicarse en el Uruguay, supe con cierto disgusto, que a su vez la había vendido antes de viajar. Un día llegué al Club y me recibió Lory Barra diciéndome: “Enrique, vino un australiano. Dice que es el que compró tu Cisitalia”. Estaba prevenido y seguro que ese tipo no me iba a resultar simpático. Algo así como conocer la nueva pareja de la ex novia. Pero Mauricio se acercó amablemente y empezamos a hablar de la Cisitalia, y de autos sport. Pronto, me sentí feliz de que mi autito estuviera en sus manos. Al rato, me había contado todo sobre sus autos y sus experiencias en Australia. Conocí su High Wheeler, absolutamente auténtico aunque nunca supe si era

Fotos: Colección E. Escobar Tonazzi

un Tudhope, un Black o un Mc Intire. Luego el FN y más tarde el Anasagasti. Pronto descubrí todo lo que compartíamos y ya éramos amigos. Hugo Dulbecco, había venido de Gualeguaychu, proveedor de partes para competición, se destacaba por su modestia y su llaneza. Y su amor por los autos viejos... En cambio, Mauricio venía de la Universidad de Edinburgo, y había tenido “el lote de autos usados más grande de Sidney”. ¿Se podía creer que era un guitarrista flamenco, que practicaba la hipnosis?. Sus fascinantes historias, su simpatía y su amor por los autos viejos... No es fácil escribir sobre amigos como Hugo y Mauricio, cuando se toma conciencia de que ya no están. Seguramente hay, entre quienes comparten este recuerdo, algunos que los conocieron mejor, que vivieron con ellos momentos más importantes. Pero creo que hablo por todos cuando digo con sentimiento, que los voy a extrañar. Enrique Escobar Tonazzi

Fotos: Colección E. Escobar Tonazzi


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