RUEDA RUDGE 33
¿Cómo comienza tu vínculo con los automóviles? A los ocho años, con los modelos a escala de Dinky. Tenía de todo: Jaguar D, Alfetta … Aún los conservo. ¿Eras un niño prolijo que los guardaba en la repisa, o los usabas para jugar? Los usaba en las calles de hormigón con juntas de asfalto de Martínez, donde vivíamos, lanzándolos a ver cuál llegaba más lejos. Los “preparaba” con guardabarros recortados, reemplazaba los ejes originales – que eran de acero blando y se torcían – por otros hechos con rayos de bicicleta y los cargaba con peso, agregándole perdigones de plomo y masilla (¡el Mercedes y el Lagonda aún los tienen!). A los fórmulas no los toqué, los guardé originales.
PETER EDBROOKE EL HOMBRE DEL MOVIMIENTO CONTINUO El móvil perpetuo, hipótesis de tantos físicos, parece personificado en nuestro socio. Nacido en 1939, fue fundador del CAC y aún hoy es un activo piloto y custodio de autos clásicos. Por Dick Alexander, Alec Daly y Guillermo Sánchez Bouchard
El comienzo de la historia: “El Lincoln (era de los buenos), el Pontiac, el Auto Unión (que se defendía bastante bien) y sobre todo el Lagonda, que era un campeón … (en la foto, en segunda fila). ¿Mi favorito? La Ferrari con los colores argentinos.”
Los autos siempre me gustaban pero a los nueve años me mandaron de pupilo al colegio Blair House de Los Cocos, Córdoba y luego estuve dos años y medio en el San Jorge de Quilmes. A los trece años me fletaron de pupilo a Inglaterra, donde hice cinco años del secundario y luego los cuatro años de la Facultad, donde me incliné hacia la ingeniería mecánica.
¿Ibas a ver carreras de autos? ¿Quiénes eran tus ídolos? Siempre fui más bien aficionado a Ford, por lo que generalmente hinchaba por los hermanos Gálvez (mi primo David, en cambio, era partidario de Fangio y los Chevrolet, y nos peleábamos bastante seguido). Vivíamos cerca del Bajo, y por allí pasaban a fondo los participantes del Grandes Premios de Turismo Carretera después de haber largado desde la sede central del Automóvil Club y mis padres me tenían prohibido ir a ver a “esos locos”, pero me escapaba para ubicarme en la “S” en subida frente a la capilla. También recuerdo haber ido a Márquez para ver las pruebas de ablande de las Maserati Grand Prix de las Temporadas Internacionales. La primera carrera que vi fue la de Retiro 1947, llevado en un Austin 7 cerrado por Coco Ricci, que estaba casado con mi tía más joven. Otro tío me llevó a las de Palermo. En cambio mi padre, que era muy deportista, gimnasta en el colegio, practicó rugby y cricket no tenía atracción por los autos. ¿Y en Inglaterra? Cuando estaba pupilo en el colegio recién empezaba la televisión; había un aparato en la cocina y con algunos compañeros buscábamos la forma de infiltrarnos para ver el Grand Prix. El que más recuerdo es el del ´56, ganado por Fangio con la Lancia-Ferrari. Hinchaba por él y por Stirling Moss, que para mi era el más completo porque manejaba cualquier auto que le dieran. Allá compré mi primer auto, una coupé Morris 8 de 1937. Estaba muy mal de carrocería, que reparé hasta dónde pude, y el motor estaba deshecho, por lo que finalmente lo desmonté. Como durante el invierno allí es imposible trabajar a la intemperie, lo fui llevando pieza por pieza al escritorio de mi habitación de la universitario. Cuando lo terminé de armar no podía levantarlo y entonces recurrí a un compañero jugador de rugby para volver a instalarlo en el auto. Lo vendí cuando encontré un Austin 7 cerrado, dos puertas, que estaba íntegro; hasta tenía la cortinita trasera. Fui su segundo dueño; antes había pertenecido a dos señoras de bastante edad que durante la guerra lo habían guardado en un garaje, montado sobre ladrillos. Le hice unos cuantos kilómetros, pero primero tuve que hacerle algunas modificaciones, sobre todo en los frenos delanteros. Cuando estábamos terminando los estudios y llegaba el momento de elegir un trabajo, visitamos la fábrica Aston Martin, en la época de David Brown; ellos buscaban ingenieros jóvenes, me entusiasmé y llegué