Samba kabricivic

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SAMBA y otra catarsis paname単a

Pablini Kabricivic


Gacetilla Itinerante de Divulgación Lisérgica Año I Número 0 antes del fin del mundo Primera edición impresa en México Sale cuando se hace

Edición, corrección y confusión de esta Porfía: Pablo Kabra

Todos los derechos y los izquierdos cedidos al anonimato cultural. Permitida su reproducción sin fines de lucro. Toda coincidencia con la realidad es mera paranoia del lector

Críticas, aportes y contacto: capitan_pelusa@hotmail.com Si te quedaste con las ganas: lacasitadelvasco.blogspot.com


En el comienzo Llegamos a esta parte del viaje, y dicen, los que saben, que todo viaje tuvo, alguna vez, un principio. Dependerá pues, de ti, querido lector, decidir una vez emprendida la aventura, observarte en tu recorrido, pensar que tan lejos querrás llegar, que distancias podrás sondear, con que velocidad te desplazarás, con que certeza estarás convencido de que ya estás en camino. La vida se manifiesta en todo tal cual lo percibimos; los acontecimientos se suceden y se interpretan acorde a la experiencia personal, creando mundos paralelos, en los que la realidad y la ficción se delimitan como categorías artificiales y complementarias. La libertad es tener conciencia de la creación y participación directa e indirecta en esos mundos colectivos, tan disímiles y convergentes a la vez. Esto no es una revista, ni un periódico, ni un diario de viajes, ni el comienzo de nada: no es nada de eso y también lo es todo. Es la acción del que escribe frente a una experiencia, real o ficticia, que siente la necesidad de atestiguar en el papel una situación, un estado de ánimo, comunicándolo; es la reacción del que lee y complementa el viaje: un protagonista, que bien podría ser malabarista en cualquier esquina de Lima, un intelectual tomando notas y fumando en un bar cualquiera, un saxofonista o bien un narcotraficante acorralado en una favela de Rio De Janeiro. Así es como esto sigue (por no decir insulsamente que comienza), como la vida: una historia en la que todos somos cómplices. Kabricivic



Samba Este me tiene. No se va a mover hasta que me dé. Sí, está ahí; casi puedo escuchar su respiración, riéndose entre dientes, porque sabe que me tiene y quiere jugar conmigo como si fuera un animal, esperando a que asome a la cabeza para meterme la muerte entre las cejas. ¿Cómo hacen para aparecer así estos maricones? ¡Son como fantasmas! Así de ganas tienen de vernos bien muertos. Ni los barriletes los ven cuando asoman el hocico como un rayo, y entonces mejor estar despierto o te volviste un cadáver decorando los pasillos de la favela. Uno más para la colección del barrio, como Leandro. Pobre Leandro, lo abatieron feo, lo dejaron hecho un colador. Pintaste todo el suelo de escarlata, eh Leandro. Te liquidaron igual que como me dijiste que iba a pasar alguna vez. Y yo nunca te creí y ahora estamos los dos acá, jodidos. Porque este no me va a dejar hasta que me vea muerto, como vos. Porque para eso vino, para llevarnos a los dos, Leandro. Y de verdad que me tiene acorralado. Sabe que fuí yo el que le dí aquella vez y me quiere ajusticiar. No lo maté porque llevaba puesto el chaleco y por eso al gato le queda todavía una vida más. Tendría que haberle abierto la cabeza como a una calabaza, pero me equivoqué y ahora estoy aquí, atrapado, sambando con mi enemigo al ritmo de las balas, sin escapatoria. Sabiendo que le herí el orgullo y eso es lo que más le enfurece. Porque para él es como si ya lo hubiera matado, y por eso lo único que puede pensar es en ver mi cuerpo sin vida en el piso. Por eso no me va a dejar ir. Ver a un negro flaco sin más ropas que unas bermudas y un par de ojotas, blandiendo una 9 frente a su


cuerpo y disparándole a quemarropa, repitiendo la escena de su muerte una y otra vez en la película de su cabeza lo volvió loco. Alguien como él no puede permitirse pensar en otra cosa que no sea terminar con mi juego. Por eso sigue ahí, tirándome mientras sigo escuchando las balas que rebotan a mi lado, dispuesto a llevarme en una mortaja de la manera que sea. ¿Pero por qué no se mueve? Si sabe que me queda una bala sola. O quizás no, o no quiere arriesgarse. Quizás este negro le da un poco de miedo, o al menos está siendo cauteloso, porque sabe que aunque haya sido solo por un momento, tuve su vida colgando de mi gatillo. Pero ahora me tiene, carajo. Me tiene y no me deja salir. Y no hay un solo lugar a donde correr. Sería el suicidio salir hacia campo abierto, le estaría dando una razón para que me fusile. Pero ya no sé hace cuanto tiempo que estoy aquí, con los balazos rozándome la piel, acercándome más a Leandro en cada disparo. Pueden haber pasado días ya, años tal vez. Y yo sigo aquí, al igual que mi pareja de baile, esperando los dos el momento justo, sin movernos un centímetro. ¿Por qué no me liquida? ¿Qué estará esperando? Puede que esté aguardando a que vuelvan los refuerzos que subieron hacia el morro a buscar al Cherife. Si es así, puedo darme por muerto. ¡Maldita sea, si tuviera un par de balas más al menos me llevaría alguno conmigo! Pero no creo que esté esperando a nadie. No, esto es personal. Es entre él y yo, nadie más; así quiere él que sea. Quiere darse ese placer, mirarme a los ojos antes de disparar y ver mis sesos desparramados por todo el lugar, hacerme saber que tiene mi vida en la palma de su mano. ¡Carajo!, necesito oler un poco, necesito estar bien despierto. Por suerte tengo la bolsa que iba a venderle a Hermildo; no creo que él vuelva a meterse nada por la nariz nunca más. Escuché su grito cuando lo alcanzó el plomo mientras se dirigía a refugiarse


cuando ellos llegaron. Fue demasiado tarde. Y tarde, por estos lados, significa una sola cosa. Así de cercana está la muerte para nosotros: uno escucha el alarido del que fue alcanzado por alguna ráfaga y ya sabe de quién se trata. Es un sonido tan particular que a veces asusta. No puede tratarse de otra persona que no sea la que fue ejecutada, es como si uno cantara su funesta canción de su despedida. Y ahora siento que ha llegado mi turno de cantar o hacer que mi enemigo lo haga. No tengo más opciones, no tengo más remedio: una bala y dos canciones. De nada más vale la espera, es el momento. A todo o nada, como lo ha sido siempre, con la sangre inquieta en las venas. Aprieto la pistola y me arrimo un poco más al borde. Siento mi respiración pesada e intento calmarla; puede oír los latidos de mi corazón. Una gota de sudor cae pesada desde mi cien, bajando por mi mejilla para caer en el asfalto y rajarlo; tengo mis ojos abiertos como dos persianas, atentos a lo que se viene, listos para brillarle a la muerte una vez más. Despejo mi cabeza para poder ver lo que me espera al asomarme desnudo ante mi verdugo o mi victima; siempre fue lo más importante para mí. Me acerco por última vez al borde, lo más cercano posible al vacio. Estoy listo, no tengo miedo. Ahí voy, una vez más, a buscar lo que me pertenece.... Bang. Buenos Aires, 2009



Inspirado en un tema de C. Mingus y una conversación de Dean Moriarty, a 180 km/h, en cualquier carretera norteamericana. Sólo el intelectual conoce la aventura frente a la palabra desconocida; la elucubración , el vértigo, la divagación constante entre polos ignotos .Y detrás de cada palabra una llave y un barrote. Sólo quien se haya desnudo, contento, inmerso en la sopa de letras de la vida comprende la paranoia del saber y la perseverancia de su búsqueda. Sale como un bólido de luz hacia una carretera intransitable, una autopista intestinal colapsada de nimiedades, sentidos, dobles sentidos, razones. Se convierte en un Satélite Natural y aprende el ritmo logarítmico de la muerte. Todo ahí, entre A-Z, avenida por el caos de la dicción, sin senda para peatones, ni lugar donde frenar porque el eje se desplaza en espiral sin punto fijo, hacia abajo, y flota atrapado entre las palabras. Y ahora hay un saxo. Un saxo laqueado cortando la oscuridad. Un teatro, tal vez. El humo baila entre luces tenues. Alguien está soplando. Su cara y sus manos, son irreconocibles, relucen como el ébano y se funden con los dorados y plata y el azul del humo. Gotas de sudor caen. De su cara, del saxo. Él sigue soplando y ahora están sucediendo cosas en el aire. El ambiente está espesa; la gente lo nota, transpira. El saxo comparte una nota larga, se comprime y dispara balas de éxtasis. Otra bocanada, desde el abdomen, y una nota nueva más prolongada que la anterior. Y el ritmo acelera. El cuarto flota en esperma de ballena. Los otros vientos suben el pulso, y los dedos de ébano comienzan recorrer el saxo vez más rápido, como chispazos de chocolate de un dorado perla. Bajan, suben, vuelven, van, sin detenerse. El tipo sopla y sigue buscando, descubre continentes, se arroja a océanos, se equivoca, se ubica, sigue en su incesante exploración. Y


de repente lo encuentra. Lo encuentra y sopla y magrea al saxo que transpira empapado de placer. Ahora va de nuevo, más rápido , crea edificios colosales y los derriba hasta hacerlos añicos y volver a crearlos, nunca uno igual al otro. La gente lo siente, comienza a sudar. De la boca del saxo comienzan a salir piernas, de a pares, envueltas en una placenta pegajosa. La gente comienza a a transformarse en una gelatina viscosa que desborda el lugar. El saxo empieza a vomitar letras, letras pringosas que salen empelidas desde su metálica matriz. El tipo intenta, forma frases, historias, consigue conversaciones tan absurdas e inauditas que destacan en la luz diáfana. Las letras salen a borbotones de la boca del saxo, y ahora números, como un río loco del álgebra cuyo caudal se desbordó. Trata de ordenar pero el torrente es tan desbocado que de A a B y H y Z hay miles de millones de puestos intermedios. Sopla combinaciones matemáticas irreversible que conoce y no volverá a ver porque ya no se puede parar y la gente también lo sabe y todo se encuentra tan saturado que los poros comienzan a respirar caos y el saxo BIM PAM BUUM se detiene un segundo arremete BANBIRUNSARAMPAN y todo está justificado y el flujo no puede cortarse, porque el viaje ya es seguro y no hay vuelta atrás. La pluma vuela sola y no hay necesidad de detenerse entre los números y letras y caras e instrumentos y visiones. No hay necesidad frente a la eternidad misma donde TODO está pasando aquí…cuando todo está pasando AHORA. Panamá, 2011


Dise単ado e impreso en Buenos Aires, 2015 en los talleres de Derrames editorialderrames@gmail.com



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