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Opinión
Tú, ¿te comprometes?
Por: Mtra. Alma Delia Esquivel Martínez.
almaeskimar@gmail.com.mx
El compromiso va de la mano de habilidades, cualidades, talentos o virtudes con los que estamos equipados.
La simple palabra pone de nervios a más de uno. Según la RAE (Real Academia Española) es una obligación contraída, la palabra dada. En el camino de la historia, en Grecia, el compromiso se entendía como el acto libre entre personas que se obligan a cumplir en cierta situación. Tiempo después con los caballeros de la edad media, los señores feudales se manifiestan con nobles sentimientos de lealtad ante el rey; al grado de ofrecer incluso la vida y entregarse con valentía en las batallas.
Jean Jacques Rousseau, habla en el contrato social de las obligaciones de los ciudadanos, y del compromiso que adquieren ante la comunidad a la que pertenecen. Maquiavelo plantea en el príncipe, que una de las cualidades del gobernante es mantenerse fiel a su palabra. Aunque por mucho que mienta, debe aparentar sinceridad en lo que expresa.
¿Qué significa el compromiso para el mexicano?
Actualmente, ¿basta con la palabra empeñada, hay que sostener un acuerdo firmado para cumplir a cabalidad un compromiso adquirido? Aquí es donde empieza la falta de comprensión del tema. En otro momento, bastaba la palabra de honor: “Los hombres no se rajan”, eso era suficiente para cumplir con empeño el acuerdo establecido. Hoy firmas un documento, incluso con testigos como responsabilidad a un acuerdo.
Compromisos hay infinidad, en lo cotidiano la puntualidad para una cita: “sin falta ahí estoy”, cumplir con una llamada prometida: “nos marcamos”, no es sencillo cumplir. Pretextos hay miles, con el confinamiento parecería que el tráfico, la lluvia, el bache, no funcionan, pero dejan su lugar a otros como: “me quedé sin señal”, “no te escuchas”, “no puedo entrar a la sesión”; sigue habiendo excusas para no cumplir.
Si en las cosas pequeñas sucede, con mayor razón, cuando son cuestiones de envergadura: el compromiso matrimonial, hacerse cargo de la responsabilidad de un hijo, el pago pendiente a las tarjetas de crédito y muchos más etcétera. Anteriormente, los niños de corta edad tenían respuestas –excusas- como: “el perro se comió la tarea” y eran capaces de matar a la abuelita para buscar comprensión y disculpa en el interlocutor. Hoy se excusan: “no hice la tarea por el estrés, profe”.
Este tipo de diálogos, tienen que ver con “procrastinar”. Dejar para mañana, tener a la mano respuestas simplonas, “al ratito”, “si, ya voy”, “dame cinco minutos para enviar el documento”.
El compromiso va de la mano de habilidades, -lo que somos capaces de hacer- cualidades, talentos o virtudes con los que estamos equipados y que hacen eficiente el cumplimiento del compromiso, por ejemplo: responsabilidad, res-
peto, voluntad.
¿Quién se encarga de enseñar estos valores, cómo se adquieren y desarrollan?
El compromiso empieza con la responsabilidad en casa. Desde edad temprana, se deben involucrar en el cumplimiento de las dinámicas domésticas a hombres y mujeres por igual. Es ahí donde los llamados micro machismos se han normalizado: “esa es tarea de mujeres”, “calladita te ves más bonita”, “esto es cosa de hombres” y otras bellezas de expresiones que ponen de manifiesto la desigualdad y la inequidad en la crianza. Al crecer, la imagen debilitada y desvalorizada de la mujer, la expone a ser tratada con poco respeto.
Es claro que en casa, son los adultos quienes están a cargo de la crianza; pero si los padres ya no acompañan a los hijos por la responsabilidad del trabajo fuera de casa, entonces el asunto se complica. Los infantes quedan a cargo de adultos mayores que hacen lo que pueden por evitar incidentes y “alimentar” a los pequeños, sin mayor responsabilidad que esa. Es decir, que la realidad escapa a su comprensión y son ellos los que aprenden del uso de tecnología ¡de sus nietos! Los papeles se invierten en la relación, al no ser más imágenes de autoridad, porque se consideran ignorantes y no son respetados como se debiera.
El crecimiento se acompaña de responsabilidades acordes a la edad, como tender la cama, ayudar en la cocina, estar a cargo de las obligaciones personales que irán creciendo poco a poco. Es así como se forma una persona responsable, sin embargo, no en la mayoría de los casos.
Responsabilidad personal
En una empresa, una persona con falta de compromiso, desarrollará su trabajo sin creatividad, con desgano y miles de pretextos para ausentarse, llegar con retraso, postergar entregas y no dar resultados. Le encanta el “radio pasillo”. Es decir, será un gran portador de rumores, chismes y maledicencia, al tiempo que provocará un ambiente laboral desfavorable.
La falta de compromiso impactará también el respeto a las leyes y reglamentos, desde quien conduce un auto sin cumplir con el reglamento, quien entra al cine con la función empezada y todavía grita “ya llegué”, quien da mordida por estacionarse en lugar prohibido, no cumplir con su derecho a votar en tiempo de elecciones, tirar basura o no recoger las heces de su mascota.
Siguiendo esta línea, la falta de compromiso repercute en la persona y en el contexto donde se desenvuelve, ya que perjudica el desarrollo honesto de sí mismo, familia y sociedad en general.
Vale la pena observarse con autocrítica, detectar si personalmente hay actitudes de ese tipo que se realicen y no ser consciente. De existir esas debilidades, siempre hay formas de cambio, mejora y búsqueda de crecimiento personal para convertirse en un mejor ser humano y mejor ciudadano.