ASPECTOS RELIGIOSOS
CONCLUSIÓN del Capítulo VIII “Aspectos Religiosos” de una encuesta a 4.200 jóvenes colombianos hecha por los salesianos. La Delegación de Educación de la Arquidiócesis de Bogotá colaboró en la interpretación de los resultados. CONCLUSION:
Hace algunos años, E. Schillebeeckx hacía esta grave afirmación: “la razón primordial de que nuestras iglesias se vacíen parece residir en que los cristianos estamos perdiendo la capacidad de presentar el evangelio a los hombres de hoy con una fidelidad creativa, imaginativa, con una humildad evangélica – junto con sus aspectos críticos -, como una buena noticia… Y, ¿quién querrá escuchar lo que ya no se presenta como una noticia alentadora, sanadora, fecunda especialmente si se anuncia en un tono autoritario, arrogante, intransigente invocando el evangelio?”. Tiene razón el teólogo de Nimega. “el verdadero problema de la dogmática es el contexto contemporáneo de la Palabra de Dios”. Necesitamos “fidelidad creativa”, llegar al corazón a través de la imaginación y “sencillez evangélica” para presentar el evangelio como “buena noticia” para el hombre de hoy, que es un hombre en búsqueda. No basta seguir repitiendo monótonamente la doctrina cristiana como la gran verdad de la salvación. Para evangelizar, es necesario introducir en la vida concreta de las gentes una experiencia que pueda ser percibida como sanadora y salvadora. Si el evangelio es “buena noticia”, se ha de hacer notar como nueva y como buena. Y debe constituirse en instancia crítica de la sociedad y de la historia. Los evangelios revelan que la salvación será considerada como buena nueva solamente en tanto en cuanto se manifieste aquí y ahora en favor de todos los seres humanos concretos especialísimamente de los empobrecidos y excluidos. Servicio y novedad están presentes en el núcleo de la predicación de Jesús. Si Jesucristo es salvador, las personas han de poder encontrar en él, no solo una salvación futura, lejana y desdibujada, sino también algo bueno para vivir ya ahora. Algo que la ciencia, la técnica o el progreso no pueden proporcionar. “Solo a través de experiencias concretas y del testimonio existencial es posible hacer el mensaje cristiano accesible y real hoy”. Benedicto XVI ha denunciado “la anemia de la fe de los creyentes como el aspecto más grave de la actual crisis religiosa y ha advertido “que un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario que lo es meramente por tradición o por herencia”. Esta encuesta muestra que actualmente hay una diferencia grande entre nuestros jóvenes y lo que sucede en Europa. Karl Rahner escribió: “La tarea
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o aquel articulo de fe, sino de la fe misma, de la posibilidad de creer. La fe de hoy se caracteriza por ser una fe en peligro”. ¿Nuestros jóvenes de Colombia no corren el peligro por una falta de una seria educación en la fe de llegar a lo mismo que está sucediendo en Europa. Lo que pedía el gran teólogo holandés es que se llevara a la práctica lo enseñado por Juan XXIII el iniciar el Concilio Vaticano II: “Una cosa es la sustancia de la antigua doctrina, del “depositum fidei” y otra es la formulación de su revestimiento. Y es eso lo que se debe – con paciencia si es necesario – tener en cuenta, midiéndolo todo en formas y proporciones de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral” “La esposa de Cristo prefiere usar más la medicina de la misericordia que la de la severidad. Cree que satisface mejor las necesidades de hoy mostrando la validez de su doctrina que repitiendo condenaciones”. Lo reafirmó Paulo VI al terminar el Concilio cuando bellamente expuso que “la antigua parábola del Samaritano se ha convertido en el modelo de espiritualidad del Concilio”. Benedicto XVI en su primera carta encíclica nos dice “la parábola del Buen Samaritano es el criterio de comportamiento…. El programa del cristiano, el programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús es un corazón que ve dónde se necesita el amor y actúa en consecuencia”. La parábola del Buen Samaritano en Dios es acción: un Dios que ve, se conmueve, se acerca; un Dios que sana, cura, libera; un Dios que nos enseña que quien no cambia la tierra, no cree en el cielo. Se trata por tanto de transmitir los contenidos del “depositum fidei” de forma renovada, creativa, sin perder la identidad cristiana pero sin mantener las categorías que pertenecen a una sociedad pasada, diferente de la actual. Cambio de paradigma respetando el contenido original. Esto obliga a un replanteamiento y una hermenéutica renovadora de la tradición, a la reflexión crítica sobre el mundo, la sociedad, la Iglesia, en una palabra sobre la vida. La Buena Nueva del Evangelio necesita ser adaptada y aplicada a las condiciones históricas. Ese sigue siendo el reto del cristianismo, insertase en la cultura postmoderna y renovarse para poder ser actual y evangélica al mismo tiempo. Ahí es donde se juega el papel de la Iglesia en el siglo XXI. Claramente lo dijo Benedicto XVI “En un contexto consumista la fe debe ser presentada de modo atractivo e imaginativo a una sociedad que dispone de diversas
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recetas para la realización humana”. “A la teología le corresponde hacer creíble las doctrinas, actualizar y hacer comprensibles las verdades de fe, para poder acoger la salvación de Dios”. Claramente lo proclamó Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi No. 20 “La ruptura entre evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas”. La crisis no parece ser de fe sino de cultura. Una crisis no tanto de verdad y de epistemología cuanto de ética y de imaginación. Para terminar viene al caso la anécdota narrada por el Papa Ratzinger. Cuando los Obispos alemanes hablaban sobre la temática a tratar en el Vaticano II un anciano Obispo tomó la palabra y afirmó “en el Concilio tenéis que hablar sobre todo de Dios. Esto es lo más importante.” Benedicto XVI evocaba esta historia para poner de manifiesto que la crisis del cristianismo europeo no es tan solo una “crisis eclesial”, sino, una “crisis de Dios” haciendo suyo el diagnóstico de J. B. Metz “la crisis de Dios se ha cifrado eclesiológicamente” un diagnóstico que tradujo a un principio metodológico “el discurso sobre la Iglesia es el discurso sobre Dios, y solo así es verdadero”. A este respecto un gran teólogo del tiempo del Concilio decía “la Iglesia debería ser, más bien un apéndice, un corolario de lo que decimos sobre Dios. Cuando esto se haga tendrá más goce en el mundo”. En el último Sínodo de Obispos se habló mucho de una “Iglesia humilde, cercana y compasiva” ¿Aprenderemos quienes formamos la Iglesia esta apremiante lección?