Dimensión pastoral del sacramento de la Penitencia D. José Domingo González Pérez. 1. Introducción El papa Benedicto XVI, en una homilía suya pronunciada en el marco de una celebración eucarística con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica el 15 de abril del año pasado decía lo siguiente: Reflexionemos también sobre otro versículo: Cristo, el Salvador, concedió a Israel la conversión y el perdón de los pecados [Hch 5, 31] —en el texto griego el término es «metanoia»—, concedió la penitencia y el perdón de los pecados. Para mí, se trata de una observación muy importante: la penitencia es una gracia. Existe una tendencia en exégesis que dice: Jesús en Galilea anunció una gracia sin condición, totalmente incondicional; por tanto, también sin penitencia, gracia como tal, sin condiciones humanas previas. Pero esta es una falsa interpretación de la gracia. La penitencia es gracia; es una gracia que reconozcamos nuestro pecado, es una gracia que reconozcamos que tenemos necesidad de renovación, de cambio, de una trasformación de nuestro ser. Penitencia, poder hacer penitencia, es el don de la gracia. Y debo decir que nosotros, los cristianos, también en los últimos tiempos, con frecuencia hemos evitado la palabra penitencia, nos parecía demasiado dura. Ahora, bajo los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, vemos que poder hacer penitencia es gracia. Y vemos que es necesario hacer penitencia, es decir, reconocer lo que en nuestra vida hay de equivocado, abrirse al perdón, prepararse al perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación, de la transformación, este dolor es gracia, porque es renovación, es obra de la misericordia divina. Estas dos cosas que dice san Pedro —penitencia y perdón— corresponden al inicio de la predicación de Jesús: «metanoeite», es decir, convertíos (cf. Mc 1, 15). Por lo tanto, este es el punto fundamental: la «metanoia» no es algo privado, que parecería sustituido por la gracia, sino que la «metanoia» es la llegada de la gracia que nos trasforma1.
A mi humilde entender, este texto, aunque no posee gran relevancia dogmática (es una homilía), pone sin embargo de manera magistral el telón de fondo para hacer una justa reflexión pastoral acerca de la situación y la praxis actual del sacramento de la penitencia en la sociedad y en la Iglesia contemporánea. Confesarse, hoy más que nunca, ha de ser realizar experiencia de gracia y de perdón. Una experiencia de gracia y de perdón que, a su vez, ha de llevar a la persona a una corresponsabilidad consecuente con la gracia que le precede y acompaña también en este camino de permanente de «metanoia», de conversión, que es la vida cristiana y que como hitos significativos en el camino, se manifiesta con toda claridad cada vez que nos acercamos al sacramento de la Penitencia. Ahora bien, si por un lado son interesantes acentos como éste de Benedicto XVI, por otro, nos encontramos con la dificultad práctica de materializar, no ya la dimensión penitencial del sacramento de la confesión, sino el ejercicio global del mismo. Dicho más simplemente: ¿Por qué la gente ya no se confiesa? ¿Por qué la preocupación 1
BENEDICTUS XVI, Concelebración eucarística con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica. Homilía del Santo Padre Benedicto XVI (15-04-2010), www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/ homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100415_pcb_sp.html, [acceso 27-02-2011].
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