Dimensión humana

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Iré y lo sanaré (Mt 8,7) – Acompañamiento al enfermo


Iré y lo sanaré (Mt 8,7) – Acompañamiento al enfermo

SALUD INTEGRAL – DIMENSIONES DEL SER HUMANO

Existen numerosas dimensiones cuando del ser humano se trata, sin embargo, para el tema que nos ocupa, estudiaremos únicamente cinco de ellas, consideras las más importantes a tratar en materia de salud. • Dimensión Corpórea: es la dimensión donde se revelan los sentidos de la persona: puede ver, puede sentir, puede hablar, puede expresarse de alguna manera, puede revelar lo que siente y lo que necesita. • Dimensión Intelectual: esta dimensión es diferente a la inteligencia, en ella se desarrolla la forma como la persona comprende a los demás, como trata de comprenderse a sí mismo y se reconoce como ser racional, la forma en que piensa, las ideas y el conocimiento que tiene y que puede dar a conocer. • Dimensión Emotiva: esta dimensión enmarca los sentimientos, las emociones, las pasiones, la calidad de las relaciones interpersonales, la capacidad de amar a otros y de amarse a sí mismo, de comprender a otros y comprenderse a sí mismo. • Dimensión Espiritual: es la dimensión unificadora de nuestra existencia, en ella existen las creencias y los valores (es importante distinguirla de la religión que se profesa).


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• Dimensión Social: esta dimensión difiera de las cuatro anteriores en el sentido que trasciende de forma más explícita hacia el exterior de la persona, es decir, lo que hay de la piel hacia afuera, abarca su relación con una entidad divina (Dios), su relación con los otros (familia, amigos, comunidad) y finalmente su relación consigo (sí mismo como persona). En otras palabras, esta dimensión se refiere a la forma como el exterior afecta el interior de la persona, mientras que las cuatro dimensiones anteriores se refieren a la forma como la vida interior de la persona afecta su relación con el exterior.

¿Qué sucede con cada una de estas dimensiones cuando la persona se enferma? • Dimensión Corpórea: se debe atender esta dimensión cubriendo sus necesidades básicas, es decir, primero conocer el padecimiento y de qué manera éste afecta los sentidos de la persona enferma (puede ver, puede oír, puede hablar, puede caminar, puede comer solo, puede asearse e ir al baño solo, puede salir de casa). Luego conocer sus necesidades materiales (¿toma sus medicamentos? Sí, no, porqué; ¿tiene lo necesario para estar cómodo? Colchón antiescaras, silla de ruedas, bastón, pato, andadera, oxígeno, etc; ¿tiene alguien que lo cuide? (lo necesita 24 horas o por ratos). En fin, esta dimensión permitirá conocer físicamente a esa persona que se va a acompañar, también permitirá saber si necesita que se le ayude a conseguir medicamentos, instrumentos médicos, apoyo en su cuidado, etc, todo lo referente a su padecimiento particular. De esta manera será mucho


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más fácil enfocar el apoyo en el resto de las dimensiones. Si eres agente de pastoral, esta dimensión será la prioridad en las primeras visitas; si eres enfermero o médico, debes acercarte a los familiares de la persona hospitalizada e irla descubriendo, si es un familiar al que estás ayudando, el diagnóstico médico y la convivencia ayudarán a cubrir por completo esta dimensión. • Dimensión Intelectual: esta permite saber si la misma persona puede participar activamente de su proceso de curación, de formación, de sanación. Aquí hay que descubrir ¿le gusta y puede leer? se le puede sugerir alguna lectura motivadora; ¿le gusta leer, pero no puede? se podrá dedicar algún tiempo a leerle aquello que le gusta; ¿le gusta hablar y narrar sus experiencias? es una ocasión ideal para dedicarse a la escucha y el aprendizaje, pues esa persona es quien vive su padecimiento y nadie lo conoce mejor. Jamás se debe dejar de lado esta dimensión, pues hace sentir a la persona que aún puede ser útil. • Dimensión Emotiva: esta dimensión se enfoca en la forma como la persona ha estado llevando su enfermedad, aquí hay que escuchar y permitir a la persona expresarse, difiere de la dimensión intelectual, en el hecho de que la persona quiere hablar acerca de sus emociones y sentimientos, es un momento de desahogo, tal vez de lágrimas, de expresar su soledad e impotencia frente a lo que está viviendo. Ahí es cuando, luego de escuchar, conocer y comprender, el acompañante puede aportar su apoyo dándole ánimo y subir su autoestima, según sea su dimensión espiritual, se pueden compartir lecturas bíblicas,


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oraciones, frases motivadoras, música relajante, historias de superación… todo aquello que creamos conveniente para esta persona en particular. Recordemos que cada persona es única y como tal debe ser tratada. • Dimensión Espiritual: entramos en esta dimensión respetando sus creencias, lo primero es saber si cree o no en Dios, si profesa alguna religión, si esa religión es o no cristiana. Y con base en eso hay que enfocar los esfuerzos de acompañamiento espiritual. Por ejemplo, no se puede obligar a rezar el santo rosario a una persona que no es católica, o decirle que confíe su dolor a Dios si la persona no cree en la existencia de Dios. Esto, al igual que las demás dimensiones, se irá descubriendo a través de la escucha atenta, tanto del enfermo, como de sus familiares. Esta es -junto a la dimensión emotiva- la parte más profunda y a veces confusa de la persona. Conociendo esta dimensión se podrá recomendar un tipo apropiado de lectura, música, oraciones, entre otros. • Dimensión Social: en esta dimensión se busca facilitar el contacto del enfermo con la familia y su entorno, hay que conocer qué tan involucrada y afectada está la familia con la situación de enfermedad que están viviendo, bien sea en casa o el hospital.

Aquí, el

acompañante (cuidador, agente de pastoral, médico, enfermero) puede servir de mucho apoyo a los familiares que a veces se sienten desorientados y sin saber qué hacer o cómo actuar ante esta clase de situaciones, pues hay ocasiones en que la persona enferma se aísla,


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porque se siente una carga para su familia, se siente inútil o quisiera poder dejar de molestar, y este comportamiento puede resultar frustrante para los familiares.

De hecho, si el enfermo no puede

interactuar porque se encuentre de alguna forma incapacitado, el trabajo del acompañante se enfocará en apoyar a la familia, atendiendo las mismas dimensiones que hemos mencionado.

Paráfrasis de la Carta Apostólica Salvifici Doloris de Juan Pablo II, que habla del “sentido cristiano del sufrimiento humano”:

Dolor, sufrimiento y muerte parecen extraños en un mundo hipertecnológico, científico y eficientista. En un contexto de “sanidad de la existencia”, de una búsqueda casi enfermiza del bienestar físico y psicológico, el sufrimiento permanece como una de las experiencias más dramáticas e inevitables que la persona encuentra en su vida. Es un “dato” humano: donde hay dolor está el hombre, y donde está el hombre hay dolor. El sufrimiento resulta un enigma difícil de interpretar ya que no encuentra un lugar en la lógica humana, escapándose de una comprensión plena, permaneciendo como un evento siempre nuevo que hay que mirar, aceptar y asumir una y otra vez.


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