Brando Goodartist Jefferson Okaywriter
Solía aprovecharse de Migue, que siempre le había temido, porque era débil y un poco retraído (lo que sea que eso signifique).
Se burlaba de Betty porque tenía pecas (una marca de belleza que envidiaban las muñecas).
Y se reía de Poncho por su enorme tamaño, a pesar de que era menor que él por un año. Dani era un chico inquieto y un poco vulgar que desbordaba energía y amaba pelear. Y con un aura muy fina, no podía evitar, como parte de su rutina, a los demás molestar.
Y con el poder de su imaginación, el ratón emprendió su misión, transportando al pequeño Dani hacia una mágica dimensión.
Como castigo por portarse mal, su madre lo encerró en su cuarto y el pequeño Dani empezó a llorar. Pero al verlo sumido en su llanto, un pequeño ratón que lo vio llorando decidió enseñarle a Dani una valiosa lección.
Ya estando del otro lado, Dani vio algo curioso: un animal alado, con aspecto de oso.
—Mira muy bien —le dijo el ratón—: que es una Esfinge y no un oso. Una mujer con los pies de un león. ¡Un animal mucho más peligroso!
Y fue en ese momento que el animal se lanzó contra el pequeño, arrancándole el corazón en un movimiento. La Esfinge desapareció, y Dani se llenó de un horrible sentimiento.
—Oh, no te preocupes, por favor —le dijo al niño el ratón—. Yo te puedo ayudar a encontrar tu corazón. Vamos a buscar al rey. Seguramente él sabrá qué hacer.
—Mira bien —dijo el ratón otra vez—: que es un Centauro y no un hombre ordinario. Tiene el torso de un hombre y los pies de un caballo. —¿Buscan al rey? —preguntó el Centauro asomando su cabeza—. ¡Qué hombre horrible y despiadado! Si me ayudan con esta proeza, les mostraré el camino indicado.
Y después de andar un largo camino, detrás de una inmensa roca, encontraron a un hombre escondido.
—Mira, se parece a Migue —susurró conmovido el ratón—. Porque es muy tímido, pero tiene un gran corazón. Decidieron caminar más cerca de ella, al encontrar a la chica con cara de pena. —¡Mira bien: que es una Sirena! —exclamó el ratón al mirar la doncella.
—Hay una chica en el río de la que me he enamorado, y me invade un enorme vacío si no la imagino a mi lado. Pero temo que me rechace, si le pido que me abrace, porque tengo pies de caballo, y en un lugar no me hallo.
Les diré lo que quieran —confesó la Sirena—, si me dan la respuesta a este dilema. Me he vuelto completamente loca por el hombre escondido detrás de la roca. Pero no puedo decirle que me abrace porque en lugar de dos pies tengo una cola de pez y temo que me rechace Niño y ratón dejaron de escuchar, dieron media vuelta y volvieron atrás. Al escuchar de ellos su descubrimiento, el hombre decidió confesar sus sentimientos. La respuesta de la dama lo puso contento, y señaló a sus amigos el camino correcto.
Seguido de un rato vieron a dos nuevos seres corriendo hacia un lado: ¡dos hermosas mujeres! —Mira muy bien —dijo el ratón de repente— a esa que tiene cola de serpiente. Era una Lamia y la otra una Harpía, que con alas y plumas hacia ellos venía.
Llevaban días y noches enteras compitiendo y haciendo carreras. Y por más que acabaran desechas, no podían quedar satisfechas, Pues siempre tenían el mismo resultado y de eso ya se habían cansado: Siempre perdía la Harpía, aunque con todas sus fuerzas corría, y siempre ganaba la Lamia, que consideraba la trampa una infamia.
Si de esa manera logro vencer –le contestó la mujer—, les diré cómo llegar con el rey. Pero les advierto y les señalo que él es un hombre muy malo.
—Se parecen a Betty —dijo el ratón—. Las dos son honestas y de buen corazón. Si para correr eres mala, ¿por qué no usas tus alas? —sugirió el niño a la Harpía— Seguramente ganarías.
Y después de correr otra vez, sirviendo el ratón como juez, cambiaron su resultado, como lo habían deseado, y ganó la que nunca lo había logrado.
Y desde ese momento, las dos compañeras siguieron compitiendo de muchas maneras. Ganar y perder las hacía felices, y disfrutar de la vida sus distintos matices.
Y para no quedar con la duda, fueron a pedirles ayuda. —Si quieren pasar —el de un ojo les dijo—, tendrán que resolver este acertijo.
Siguiendo indicaciones de la Harpía, continuaron su travesía. Vieron a un hombre acostado, con un solo ojo y de peso pesado, durmiendo con delicadeza junto a un jinete sin cabeza.
“En un día de luna menguante, ¿qué pesa menos: el corazón o el cerebro?”. Respondan de manera elegante, y luego veremos, si su triunfo celebro.
—¡Ajá! Es una trampa —respondió Dani—, porque no hay luna en el día, sino en la noche. —Te equivocas —le respondió el de un ojo—. La respuesta es que el cerebro pesa más porque es el cerebro de una hormiga, y el corazón es el tuyo, que no tienes ninguno.
Y después de un buen rato, llegaron al sitio. —De aquí no pasamos, porque el rey es un hombre muy cruel, pero les deseamos suerte al tratar de enfrentarse con él. —Se parece a Poncho —dijo luego el ratón—, porque es enorme y de gran corazón.
A pesar de perder el acertijo, los dos extraños ayudaron a nuestros amigos. Y aunque el jinete sin cabeza no veía el camino, se desplazaba sin problemas con la ayuda de su amigo.
En ese momento, de un chasquido, todos los clones de Dani desaparecieron. Solo quedó uno, pálido y grande, que parecía ser un Vampiro. —Es el rey —dijo el ratón. Y contento de verlos llegar, el rey a ambos los hizo pasar.
Y al atravesar el jardín del inmenso castillo, un montón de niños iguales a Dani aparecieron frente a ellos, insultándose y golpeándose unos a otros sin parar. —Se parecen a ti —dijo el ratón—, porque son pequeños y les gusta pelear.
—Pero eso no está bien. Todos en el reino te desprecian. En lugar de quitarles a ellos sus corazones, comparte con ellos algo que tengas, y así todos te querrán de verdad.
—Soy amado por todos, pues a todos les he robado el corazón y aquí los guardo en este cajón.
Y Dani cayĂł en cuenta de que todos, a pesar de sus diferencias, tenĂan algo de humano en ellos.
Y asĂ lo hizo, y todos en el reino lo amaron.
Compartió su corazón con el rey y luego despertó de un profundo sueño.
Resultó pues que a la semana siguiente, Dani tuvo una fiesta de disfraces por su cumpleaños. Poncho y Betty y Migue asistieron y se disfrazaron de criaturas extrañas.
Y Dani se disculpรณ con todos y nunca volviรณ a molestarlos, y todos lo perdonaron y continuaron viviendo felices durante mucho tiempo. FIN