La lógica del don
La lógica del don
Francesc Torralba
La lógica del don FRANCESC TORRALBA
Los rostros de Dios SANTIAGO MONTERO (Coordinador)
Los rostros del mal INSTITUTO U. CIENCIAS DE LAS RELIGIONES
> colección Expresar Religioso
Somos don y estamos hechos para el don. Solo en ese movimiento de exteriorización radica la felicidad. Comprender la propia existencia desde la lógica del don significa percatarse que el fin esencial de vivir consiste en dar lo que uno es, en exteriorizarlo, pues solo de ese modo se enriquece cualitativamente la realidad, se hace más bella, más plural, se continúa el proceso creativo del mundo. Para ello, resulta indispensable indagar lo que uno es, cuáles son sus dones y sus capacidades.
Francesc Torralba
Estamos llamados a dar lo que somos, a revelar lo que llevamos dentro al mundo y a los otros.
La lógica del don
Francesc Torralba
FRANCESC TORRALBA Nació en Barcelona en 1967. Estudió filosofía en la Universidad de Barcelona y teología en la Facultad de Teología de Cataluña. En la actualidad es Profesor de la Universidad Ramon Llull de Barcelona e imparte cursos y seminarios en otras universidades de España y de Sudamérica. Forma parte de varios comités de ética. Actualmente es director de la cátedra Ethos de ética aplicada en la Universitat Ramon Llull, Director del Ramon Llull Journal of applied Ethics y Presidente del Consejo Asesor para la diversidad religiosa de la Generalitat de Cataluña. En 2011 fue nombrado por Benedicto XVI consultor del Consejo Pontificio de la Cultura de la Santa Sede. Su pensamiento se orienta hacia la antropología filosófica y la ética. Está esencialmente preocupado por articular una filosofía abierta al gran público que pueda alternar profundidad y claridad al mismo tiempo. A lo largo de su trayectoria profesional ha recibido muchos premios de ensayo y ha publicado más de cincuenta libros de filosofía sobre temas muy variados.
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El valor de un hombre deber铆a juzgarse en funci贸n de lo que da y no de lo que recibe. Albert Einstein
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FRANCESC TORRALBA
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isbn 978-84-938324-7-6 © 2012-Ediciones Khaf Grupo Editorial Luis Vives Xaudaró, 25 28034 Madrid-España tel 913 344 883 - fax 913 344 893 www.edicioneskhaf.es
dirección editorial Juan Pedro Castellano edición José R. Díaz Gijón proyecto visual y dirección de arte Departamento de imagen y diseño gelv diseño de cubierta Mariano Sarmiento coordinación de producción y maquetación I+D de soportes editoriales gelv impresión Edelvives Talleres Gráficos Certificado ISO 9001 Impreso en Zaragoza, España depósito legal: Z-4244-2011
Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
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PRÓLOGO
En este ensayo nos proponemos explorar la lógica del don. La expresión lógica del don se refiere tanto a un modo de concebir la realidad como a un modo de afrontar el reto de existir. Incluye tanto una ontología como una ética. Es de orden descriptivo y de orden propositivo. Nuestra finalidad no consiste solo en describir la realidad desde la perspectiva del don. Proponemos, además, un ethos, una ética vital que radica en vivir conforme a la lógica del don. Decir lo que es el ser constituye la misión fundamental del filósofo, pero también le corresponde proponer un modo de existencia, una ética, una orientación en el arduo ejercicio de existir. A esto los griegos lo denominaban filosofía práctica. Partimos del supuesto antropológico de que estamos hechos para el don, de que estamos llamados a dar lo que somos, a revelar lo que llevamos dentro de sí al mundo y a los otros. Somos constitutivamente don y estamos llamados a ser don para los otros. El ser es la fuente de todo don y vivir conforme al ser es darse. La teleología del don está inscrita en el mismo ser humano porque somos don, un don que puede llegar a ser consciente
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de su existencia y vivir conforme a la lógica que le ha dado su ser y su vida. Somos don y estamos hechos para el don. Partimos de la tesis de que solo en ese movimiento de exteriorización radica la felicidad. Es libre la persona que puede donar lo que es en sus adentros, la que puede expresar en el mundo su riqueza y creatividad interior. Es feliz la persona que da lo que es y observa que, gracias a ese don libremente donado, mejora, ostensiblemente, el mundo que le rodea. Concebir la realidad como don significa comprenderla como algo que ha sido dado, que está ahí, que podría no estar, pero que no nos pertenece como si fuera un objeto o una cosa. La realidad no es puesta por el sujeto. Se manifiesta, se expresa, se da de múltiples modos. Comprendemos algo de ella, pero no es creada por la mente de la persona. Frente a ella caben distintos modos de reacción. La pluralidad de modos de recibir el don de la realidad es manifiesta en la vida. Se puede adorar el don, contemplarlo, venerarlo, pero también se puede actuar sobre él, cultivarlo, transformarlo, desarrollarlo. Y no cabe duda de que el don recibido también puede ser objeto de corrosión, de disolución o de explotación. Comprender la propia existencia desde la lógica del don significa percatarse de que el fin esencial de vivir consiste en dar lo que uno es, en exteriorizarlo, pues solo de ese modo se enriquece cualitativamente la realidad, se hace más bella, más plural, se continúa el proceso creativo del mundo. Para ello, resulta indispensable indagar lo que uno es, cuáles son sus dones y sus capacidades. En esta filosofía, el conócete a ti mismo délfico que, posteriormente, se hizo suyo Sócrates, adquiere todo su significado.
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Solo puedo dar lo que estoy llamado a dar, si comprendo quién soy y cuáles son mis talentos. Partimos de la tesis de que la felicidad radica, esencialmente, en poder dar lo que uno es, en verter inteligentemente los propios talentos y transformar, de este modo, la realidad. Para practicar el don uno tiene que superar barreras de distinta magnitud y dimensión, pero sabiendo que la principal es el ego, el verdadero obstáculo al don. El ensayo que presentamos se divide en dos partes. En la primera se explora la noción filosófica de don y sus expresiones fundamentales. Existir es un don, pero también lo es la naturaleza recibida, esto es, la esencia. Nadie ha hecho méritos para existir, pero tampoco para ser como es, para disponer de su peculiar naturaleza. Está, además, el don del otro. No existimos solos. Están los otros. El otro no es una creación intelectual de mi inteligencia, ni una construcción de la imaginación. El otro es don, es presencia inquietante. Está ahí, se da, se manifiesta, se expresa, lucha por su libertad, reivindica su singularidad en el mundo. Concebir al otro como don es radicalmente distinto de concebirle como objeto, posesión o instrumento. Esta concepción introduce un modo de relación fundada en el respeto, en la atención, en el cuidado y en la benevolencia. Está el don excelso que suscita la experiencia de lo sublime, pero también está el don amargo, el drama que irrumpe gratuitamente en la propia existencia y que la altera profundamente. El don, como el ser, se dice de muchas maneras. El don amargo es gratuito, pero no es deseado. Adviene, pero desearíamos que no tuviere lugar. Se presenta como un huésped inesperado en la puerta de casa y no podemos echar-
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lo porque se impone con toda su gravedad. Está ahí, espera ser recibido y, aunque sea un huésped incómodo, se hace un hueco en la casa y la corroe desde dentro. Puedo ignorarlo, puedo despreciarlo, puedo gritarle, puedo violentarme, pero haga lo que haga da igual, porque está ahí. El don amargo adopta una pluralidad de formas: desde el fracaso, el desamor, la enfermedad y el dolor hasta la desgracia, la muerte del ser amado y la muerte de uno mismo. En una filosofía del don, uno debe preguntarse qué tipo de aprendizajes puede hacer una persona del don amargo. ¿Qué enseña? ¿Por qué irrumpe? ¿Cuál es su fin? No hay un equilibrio de dones en la vida humana. La asimetría o la desproporción son inherentes a la existencia de las personas. Uno se encuentra, de golpe, en una cama de hospital, sin saber por qué. Otro se siente dotado de un espíritu imaginativo, sin haberlo deseado, que le impulsa a crear una bella ficción literaria. Se puede decir, sin temor a ser irreverente, que la vida no es justa. Existir no es justo, puesto que uno no ha hecho nada para existir, pero tampoco ha hecho méritos para ser como es. Uno recibe dones bellos que la vida regala, pero también encaja dones amargos que no esperaba, ni deseaba para sí. No existe orden, ni proporcionalidad en tal distribución. Unos, como el justo de Job, reciben dones amargos sin entender el motivo. Job no merecía esa cadena de sufrimientos y, sin embargo, los padece. Otros, a pesar de su maldad, son receptores de dones bellos que malogran con sus actos. No existe justicia distributiva en la vida humana. Algunos recibieron mucho, otros no recibieron nada. Algunos hospedan, permanentemente, dones amargos; otros han envejecido
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sin experimentar jamás la amargura de vivir. Cada cual está llamado a dar sus talentos, pero solo uno mismo puede llegar a saber lo que puede dar. No es justa la lógica del don, porque el don es gratuito. No se puede comprender desde la estricta aritmética. En la filosofía del don que proponemos en este libro esbozamos una idea de felicidad que vincula directamente esta experiencia a la práctica de la autodonación. Partimos de la idea aristotélica de que todo ser humano, por el mero hecho de serlo, desea ser feliz, pero entendemos que tal deseo solo se colma cuando uno da al mundo lo que es, cuando practica la donación de sí mismo. Contra la tesis establecida en el imaginario colectivo según la cual la felicidad consiste en recibir bienes, afirmamos que la condición para ser feliz radica en vaciarse para darse. La felicidad, entendida como práctica de la recepción, no satisface. Más bien se diría que produce hastío existencial, un sentimiento de vacío. Lo que colma es, paradójicamente, el proceso de vaciarse. Terminamos esta primera parte mostrando cómo la liberación del ego es la condición de posibilidad de la vida feliz, pues el ego actúa como una barrera que censura la dinámica del don, castra el deseo primario de darse. El ego es como una especie de jaula invisible que coarta y censura la dinámica del don que es inherente al ser humano, como a todo ente natural. En la segunda parte del ensayo se abordan distintas expresiones prácticas del don. Sin ánimo de ser exhaustivos y, menos aún, de articular un tratado sistemático sobre el don, nos proponemos identificar algunas manifestaciones vitales del mismo.
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El don se manifiesta de múltiples modos en la vida cotidiana, tanto en el plano privado como en el público, pero a menudo queda oculto tras un tupido velo. Si uno no es capaz de rasgar ese velo y vislumbrar lo que se oculta detrás de él, llega a la conclusión de que la única lógica que rige el mundo de los seres humanos es el cálculo, el interés personal, el utilitarismo craso y raso. Y, sin embargo, una mirada más penetrante permite argumentar que no es así. En el primer capítulo de esta segunda parte comparamos la razón instrumental con la lógica del don y tratamos de mostrar cómo, más allá de la noción de razón interesada y estratégica, existe una racionalidad abierta al don, donde la raíz del pensar no está en el interés personal o grupal, sino dar lo mejor de uno mismo a los otros. Siguiendo con esta reflexión al hilo argumental de Caritas in veritate de Benedicto XVI, nos preguntamos si es posible una nueva concepción de la economía a partir de la lógica del don. Posteriormente, abordamos la relación entre don y rastro. Partimos del supuesto de que solo queda de nosotros lo que damos. Lo que preservamos secretamente para nosotros, lo que intentamos salvar para no perder, es, paradójicamente, la raíz de nuestra perdición. El don exterioriza la persona, de tal modo que su singularidad se manifiesta a través de lo revelado y permanece ahí más allá de su desaparición. El don se convierte, entonces, en la huella, en el rastro testimonial de que hubo un tiempo en el que existíamos. Perdonar es una de las más bellas manifestaciones de la lógica del don, una operación de la voluntad y de la inteligencia que hace posible el nacimiento de un nuevo vínculo, liberado ya de las heridas de la memoria. Perdonar es dar la posi-
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bilidad de empezar otra vez, de sanar las dolencias del alma con un acto de la voluntad. Es el don gratuito por excelencia, porque no nace por reacción, sino libre del resentimiento y del rencor. Educar es una práctica universal que, desde la lógica del don, adquiere un renovado significado. Desde esta perspectiva, lo que convierte a un ser humano en verdadero educador no es lo que sabe, lo que domina o lo que recuerda; es la voluntad de dar cuanto ha aprendido a lo largo de su experiencia vital. El educador da lo que sabe, lo que ha aprendido, lo que ha asumido a lo largo de su experiencia vital. El educando da que pensar al educador con sus preguntas, con sus interrogaciones, con sus dudas e incomprensiones. Da al educador la posibilidad de enseñar mejor, de esmerarse en la transmisión de sus conocimientos. El educador da, pero el educando también, en la medida en que da al educador la posibilidad de conocerse mejor a sí mismo y medir la calidad de su arte. En la última parte del libro abordamos el don del cuidar y mostramos cómo esta actividad es vital para el desarrollo y el mantenimiento de la vida humana incipiente. El ser que soy ha subsistido a la intemperie porque fue receptor de cuidados y de atenciones. Por eso, el cuidar es, en sentido activo, una tarea, pero, en sentido pasivo, un don, sin el cual ningún ser humano puede subsistir en este mundo. La morada no solo expresa ese constructo arquitectónico que nos salvaguarda de la intemperie; también es ese ámbito de acogida donde uno empieza a ser. Por ello, la morada, el hogar, es también una expresión de la lógica del don. Finalmente, para terminar el ensayo se explora el principio de gratuidad, su legitimidad filosófica y su condición de posi-
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bilidad. Se parte del supuesto de que el ser humano es un ser hecho para el don, capaz de actos libres, gratuitos, liberados de la lógica del cálculo y del espíritu instrumental. Mostramos cómo la verdadera libertad es la gratuidad, porque es una libertad que se ha liberado del fruto de la acción, del cálculo de rentabilidad. Identificamos, igualmente, qué dificultades y obstáculos halla la persona cuando opta por vivir conforme a este principio.
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Morgovejo, 9 de agosto de 2011 Festividad de Santa Edith Stein
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Francesc Torralba
La lógica del don FRANCESC TORRALBA
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Somos don y estamos hechos para el don. Solo en ese movimiento de exteriorización radica la felicidad. Comprender la propia existencia desde la lógica del don significa percatarse que el fin esencial de vivir consiste en dar lo que uno es, en exteriorizarlo, pues solo de ese modo se enriquece cualitativamente la realidad, se hace más bella, más plural, se continúa el proceso creativo del mundo. Para ello, resulta indispensable indagar lo que uno es, cuáles son sus dones y sus capacidades.
Francesc Torralba
Estamos llamados a dar lo que somos, a revelar lo que llevamos dentro al mundo y a los otros.
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Francesc Torralba
FRANCESC TORRALBA Nació en Barcelona en 1967. Estudió filosofía en la Universidad de Barcelona y teología en la Facultad de Teología de Cataluña. En la actualidad es Profesor de la Universidad Ramon Llull de Barcelona e imparte cursos y seminarios en otras universidades de España y de Sudamérica. Forma parte de varios comités de ética. Actualmente es director de la cátedra Ethos de ética aplicada en la Universitat Ramon Llull, Director del Ramon Llull Journal of applied Ethics y Presidente del Consejo Asesor para la diversidad religiosa de la Generalitat de Cataluña. En 2011 fue nombrado por Benedicto XVI consultor del Consejo Pontificio de la Cultura de la Santa Sede. Su pensamiento se orienta hacia la antropología filosófica y la ética. Está esencialmente preocupado por articular una filosofía abierta al gran público que pueda alternar profundidad y claridad al mismo tiempo. A lo largo de su trayectoria profesional ha recibido muchos premios de ensayo y ha publicado más de cincuenta libros de filosofía sobre temas muy variados.