#soyMaestro. De tuit en tuit
#soyMaestro
Las redes sociales..., «un universo en el que encontramos al Profe Ramón, con su particular visión de la educación, con su filosofía de enseñanza y de vida».
#soyMaestro De tuit en tuit Ramón Rodríguez Galán @Profe_RamonRG
Ramón Rodríguez Galán
Ser maestro va más allá de la profesión, es un estilo de vida.
#sM
> colección Expresiones
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RAMÓN RODRÍGUEZ GALÁN @Profe_RamonRG
#soyMaestro DE TUIT EN TUIT
isbn 978-84-15995-31-9 © 2019-Ediciones Khaf Grupo Editorial Luis Vives
dirección editorial Juan Pedro Castellano
Xaudaró, 25 28034 Madrid - España
edición Isabel Izquierdo
tel 913 344 883 - fax 913 344 893
proyecto visual y dirección de arte Departamento de Diseño GE
www.edicioneskhaf.es
diseño de colección Mariano Sarmiento producción y maquetación Área de producción editorial GE impresión Edelvives Talleres Gráficos. Certificado ISO 9001 Impreso en Zaragoza, España depósito legal: Z 1036-2019
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PRÓLOGO
Nos toca vivir una época en la que las redes sociales, para bien y para mal, van ganando relevancia en el día a día de las personas, convirtiéndose actualmente en importantes espacios de debates, comentarios, y exposición de diferentes puntos de vista de casi cualquier cosa que esté de actualidad, de casi cualquier noticia que ocurre en el mundo. Una sociedad particular la de las redes sociales, en la que, en ocasiones, se pierde un poco (o un mucho) el respeto y la tolerancia, diluyéndose la comunicación en una nueva vertiente digital y, a menudo, poco personal. Pero también hay ocasiones en las que se convierten en algo absolutamente maravilloso, que nos permite comunicarnos como hasta hace muy poco era prácticamente impensable. Una sociedad en la que las redes sociales mandan, y mandan mucho. Sin embargo, justo ahí, en las redes sociales, en un espacio en el que a priori nadie imaginaría, se está forjando una auténtica revolución educativa. Miles de docentes de todas partes del mundo han coincidido en una idea mágica, una idea única, una idea increíble. Una idea que ha cambiado el concepto de educación, que la ha llevado más allá, que la está haciendo infinita. La idea de compartir su trabajo, sus proyectos y sus propias ideas más allá de los muros de sus colegios, compartirlos para siempre, para todos. Para que cualquier docente pueda usar y colaborar en esas ideas, mejorarlas, enriquecerlas, llevarlas a su terreno y su realidad. Miles de docentes que han entendido el uso de las redes
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sociales con un fin solidario y generoso, el de compartir recursos, el de debatir de educación, el de generar ideas que hacen de nuestra profesión algo cada día mejor, que la convierten en algo universal, redes sociales en las que docentes de todo el mundo, codo a codo, trabajamos como jamás hubiéramos soñado. Un universo en el que encontramos al Profe Ramón, con su particular visión de la educación, con su filosofía de enseñanza y de vida, porque, como él dice: «ser maestro va más allá de la profesión, para convertirse en un estilo de vida». Pero el gran inconveniente, la velocidad con la que se suceden las cosas en el mundo digital. Las ideas publicadas en redes sociales se mueven a la prontitud que dictan las propias redes sociales, que es alta, muy alta. Ideas que, en un corto espacio de tiempo, quedan en el olvido, en el vasto disco duro interminable de una red social. Ideas que corren el peligro de perderse, de no ser transmitidas a más personas, de no llegar a más colegios, de no beneficiar a más personas. Ideas increíbles que pueden no llegar a tiempo a la persona oportuna. Este libro nace con una idea, con una responsabilidad, con una misión. Recoger todas las ideas de un profe, de un maestro, y rescatarlas de la fugacidad de una red social, para salvaguardarlas en la eternidad de un libro. Ideas que nunca tendrán fecha de caducidad, ideas que, ahora sí, podrán llegar a todos, y todos podrán llegar a ellas cuando lo necesiten. Les habla, a partir de ahora, un simple maestro.
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EL NACIMIENTO DE UN MAESTRO
Creo que siempre he sido maestro, pero también creo que me llevó unos años saberlo, al menos hasta que realmente entendí lo que significa ser maestro. Porque de la idea que tenía en mi cabeza hasta que por fin pude ver la dimensión real del oficio iba un mundo, un mundo que, afortunadamente, descubrí pronto. Y cómo no, en el cole. Porque ser maestro va de formación, por supuesto. De estar preparado, de estudiar, de sumar experiencias, de leer mucho, de investigar, de observar y aprender de compañeros y alumnos, de compartir. Porque un maestro lo va siendo cada día un poquito más. Porque un maestro nunca termina de serlo del todo, siempre está en continuo aprendizaje. El maestro siempre tiene hueco en su mochila para una experiencia más. Pero es que ser maestro también va de otra cosa, algo que puede ser difícil de explicar, algo que es más fácil sentir. Es lo que voy a intentar, que lo sintáis, soy consciente del reto que supone, espero conseguirlo. Existe una tradición que se viene practicando en muchos coles de todo el mundo desde hace años, la semana de los oficios. Durante unos días familiares de los alumnos vienen al cole, a las aulas, a contarles su experiencia profesional, cómo les llego la vocación, porqué les gusta su trabajo, en qué consiste. Seguro que, de niño o de mayor, has participado en alguna actividad de este tipo; son geniales, a mí me encantan, porque
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durante unos días el cole se llena de mamás, abuelos o tíos que nos traen un poquito de su mundo a la clase, y se establece una relación maravillosa. En una de las ediciones, hace ya unos años, vino una mamá a contarnos en qué consistía su trabajo, que, por cierto, lo hizo muy bien, era veterinaria, y nos contó los entresijos de su profesión y cómo había logrado convertirse en lo que siempre había querido ser. Una charla deliciosa que logró captar la atención de los niños, hasta que nos fuimos al recreo. Antes de salir de la clase, Lucía, de siete años, se quedó intencionadamente la última, para preguntarme algo que la tenía muy intrigada. Su cara era el reflejo de la más absoluta perplejidad, estaba realmente desconcertada. Y me hizo la pregunta que cambió mi vida: «Profe, ¿tú de qué trabajas?». Por supuesto y de inmediato, una enorme sonrisa iluminó mi cara, por la ocurrencia, me pareció sencillamente genial. Solo al alcance del ingenio y la inocencia de una niña de siete años. De hecho, ya estaba deseando comentarles la anécdota a mis compañeros, seguro que se iban a reír conmigo. Sin embargo, mientras bajaba las escaleras camino del patio, con la mano de Lucía agarrada a la mía, las risas iniciales por la ocurrencia se fueron transformando en una profunda reflexión, porque seguía viendo en su carita que realmente ella no entendía ni sabía de qué trabajaba yo. Lucía desconocía cuál era mi oficio. Y fue entonces, de golpe, bajando las escaleras al patio, cuando entendí la dimensión tan excepcional de esa pregunta, me di cuenta de que Lucía no percibía mi tiempo con ella en clase como un trabajo para mí, para ella era una convivencia de lo más natural, para ella yo era parte de su vida, sin más. Me detuve unos minutos, me agaché hasta tener mis ojos a la altura de los suyos, y le expliqué mi trabajo. Le conté que yo
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pasaba muchas horas preparando mis clases, que las actividades y los juegos que hacíamos con sus compañeros salían del trabajo previo que hacemos los maestros, que tenía que preparar muy bien mis explicaciones para que ellos lo entendieran todo y que además les resultara divertido e interesante, le conté que debía estar muy atento tanto a ella como al resto de sus compañeros para darme cuenta rápido si alguien estaba triste, si alguien se quedaba solito en el recreo, si alguien molestaba a otro, y que así les iba educando y enseñando cosas necesarias para la vida. Y le dije que por todo eso que hacía con ellos en clase, al final del mes, me daban un dinerito para poder vivir y pagar las facturas. Y lo entendió, pero aún seguía algo perpleja, pues era la primera noticia de todo eso para ella. Fue el momento en el que ella se dio cuenta de que yo estaba allí haciendo mi trabajo. Pero qué trabajo, qué privilegio de trabajo. Aunque eso vendrá luego. Cambió mi vida, y el primer cambio fue en la mirada, no tanto en la forma de mirar, sino en la perspectiva desde dónde hacerlo. Desde entonces me propuse ver más allá, me propuse mirar desde su punto de vista, ver el mundo que ella veía. Miré desde sus ojos y vi que para ella yo era ese adulto que les enseñaba cosas, que jugaba con ellos, que se tiraba al suelo a hacer el bruto, que ponía voces raras y cantaba ópera, que les hablaba de superhéroes y los comparaba con ellos. Era todo eso, con todo lo que supone, pero sin más. Así de sencillo, así de natural. Ella no percibía que yo estaba allí trabajando, simplemente estaba allí, conviviendo con ellos. No era una relación laboral, era una relación de amor, de cariño, de cercanía, de familia. Y entonces entendí qué significa ser maestro. Entendí la enorme responsabilidad que conlleva, entendí que un maestro
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mira el mundo desde su punto de vista, pero también desde la mirada de sus alumnos, porque solo así entenderá qué es lo que necesitan en cada momento. Porque un maestro ejerce desde la necesidad de sus alumnos. ¿Sabéis qué descubrí? Que a mí eso nadie me lo había explicado nunca. Ni en la universidad, ni mis compañeros más veteranos, ni los muchos libros que me había leído, ni las ponencias o charlas a las que asistí. Al igual que cualquier maestro, yo dedicaba, y dedico, horas a formarme en diferentes metodologías, investigaba juegos nuevos y actividades para hacer en clase, ingeniaba personajes para que las explicaciones les resultaran atractivas, daba mil y una vueltas a la evaluación para que fuese lo más justa y personalizada posible, y tantas cosas más, de ese inmenso trabajo que llevan a cabo los maestros de manera invisible, de ese enorme trabajo que casi nadie ve, que casi nadie conoce, solo los maestros y los que conviven con ellos. Pero todas esas horas de trabajo, de repente, quedaron en un segundo plano. Para los niños no era eso lo importante, ni mucho menos, para ellos lo primero, antes que todo lo demás, era yo. No eran mis conocimientos, ni mis horas de investigación, ni mi preparación de las clases. No, en absoluto. Para ellos lo primero era yo. Era mi forma de ser, mi forma de hablarles, mi forma de ponerme de rodillas para estar a su altura y hablar de tú a tú, mi forma de bromear constantemente, mi forma de cantar muy mal adrede para que se metieran conmigo. Todo eso que no preparaba, todo eso que hacía sin pensar, que formaba parte de mí, todo eso que salía del corazón. Todo eso era lo primero para ellos. Y al fin lo entendí, y fue cuando supe que yo siempre había sido maestro, pero no lo sabía, hasta entonces. Y nació el maestro.
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UNA ETIQUETA QUE SÍ MOLA
De niño siempre fui muy inquieto, costaba tenerme sentado en una silla más de un minuto, y a medida que fui creciendo, no cambié en absoluto, y ahora sigo siendo un adulto igual de inquieto, con ganas de aprender, de descubrir, de investigar, de abrir siempre nuevas puertas para ver dónde me llevan. Un maestro inquieto y curioso, que un día, en julio de 2015, decidió entrar en Twitter, a ver qué se cocía por allí. Me creé una cuenta como profe, con un perfil exclusivamente profesional, con una idea sencilla: compartir. Pensé que igual sería una tontería, que quizá no encontrase compañeros que malgastasen su tiempo en comentar sus cosas de profes en las redes sociales. Que igual estaría solo. Un profe en Twitter, no sé yo. ¿Sabéis cuando pasa justo todo lo contrario de lo que piensas? Pues eso exactamente. Así fue. No solo no estaba solo, no solo no era el único profe curioso e inquieto, sino que encontré enseguida cientos de docentes que compartían sus ideas, de manera altruista, de la manera más generosa posible, regalando su trabajo, sus actividades, sus proyectos, para que otros docentes pudieran usarlos, y para que muchos niños de este país se beneficiaran de todo ese precioso movimiento. Docentes que no miraban únicamente por sus alumnos, docentes que eran capaces de pensar que podía haber muchos otros alumnos que podrían aprender a partir de su idea, de su trabajo.
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Así que, visto lo visto, más decidido que nunca, comencé a publicar, a responder, a debatir y, sobre todo, a agradecer. Aconsejan que uses etiquetas en tus publicaciones para que los que las lean puedan clasificarlas de manera rápida y así saber si es de su interés. Ya tenía mi primera misión como tuitero, pensar una etiqueta, un hashtag, que me definiera, que sintetizase un poco la intención de mis publicaciones, pero también quise ir un poco más allá, quería que fuese como una especie de firma personal para las redes sociales. Y yo, que no soy amigo de las etiquetas, sin embargo, pronto encontré una que me gustó. Bueno, gustarme es quedarme corto, me enamoró: #soyMaestro No podía ser más sencillo. Una etiqueta que me define, de la que me siento orgulloso. Para mí es un honor que me llamen maestro. La idea me vino enseguida a la cabeza, y no dudé ni un instante, tenía mi etiqueta, y lo sabía. Desde que llegué a las redes sociales, como Profe Ramón, firmo todas las publicaciones con esta etiqueta, porque creo que es lo que mejor me define. Algo muy sencillo, solo son dos palabras, pero creo que lo dicen todo. Es lo que soy, sin más, pero con todo lo que conlleva. Y comencé a publicar tuits. Abrí mi corazón de maestro y dejé salir lo que allí había, sin filtros, y comencé a escribir. Y de eso va este libro, de las andanzas de un profe, de un maestro, que escribe en Twitter sus cosas de maestro, que pone su corazón en cada palabra, que lo mezcla con ilusión, con su humilde experiencia, con las ganas inmensas de dignificar esta profesión y darle el valor que se merece, de aportar mi pequeño granito de arena para colocar al maestro en el sitio que merece.
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el alma de un maestro, de tuit en tuit Hasta hace poco Twitter solo permitía ciento cuarenta caracteres, después lo dobló a doscientos ochenta, que dan para mucho, pero que, inevitablemente, obligan a dejar cosas en el tintero, pues no todo se puede sintetizar tanto. Y aunque se trata de un gran ejercicio de resumen y síntesis, cosa que agradezco, es igual de cierto que a veces es imposible desarrollar una idea todo lo que me gustaría, y me quedo con esa sensación de no haber podido transmitir toda la intención que, al idear el tuit, tenía en la cabeza. Y como los tuits siguen vivos en Twitter, solo tienes que buscarlos y podrás interactuar con ellos. Ahora, sin necesidad de dejar cosas en el tintero, tendré la oportunidad de desarrollar un poquito más mis ideas, mis inquietudes, mi punto de vista. Podré expresar lo que siento al ser maestro. Pero siempre con el reto personal de seguir yendo al grano. Y os lo contaré todo viajando a través de nueve grandes capítulos: • Vida de maestro. De nuestra profesión, de lo que me hace sentir. • Nuestros alumnos, la razón de todo. De todo lo que llegan a inspirarme, de todo lo que llegamos a hacer por ellos. • Métodos, estilos y demás, o no. «Cada maestrillo tiene su librillo», o eso decían. • Una clase de anécdotas. Momentos divertidos, sorprendentes, que quedan en nuestra memoria y van dando forma al maestro que somos. • Mirando más allá de las notas. De todo lo que nuestros alumnos son capaces de hacer, y que a veces no vemos.
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• Compañeros que te cruzas por el camino. Aprender de la experiencia de compañeros, un aprendizaje que no tiene precio. • Fechas especiales, momentos oportunos. Esos días señalados en el calendario escolar. • Cosillas rescatadas del tintero. Un poco de aquí y un poco de allá, ideas y reflexiones que hacen al maestro. • Un final que no lo es. Porque esta profesión nunca termina. Un maestro, un corazón que os habla. Gracias por estar ahí.
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VIDA DE MAESTRO
Un maestro se sabe espejo donde sus alumnos se miran, un maestro cuida cada palabra con mimo, estudia cada gesto, observa cadsa comportamiento, no es ejemplo solo con lo que habla, lo es en su trato con los niños, en su forma de decir las cosas, en sus movimientos y expresiones. #soyMaestro
el de cuando haces magia
Cuando haces magia, vives aventuras, juegas sin parar, cantas, bailas, aprendes, compartes cosas increíbles, vives a tope, haces malabares, manualidades, escribes, recitas, riegas las plantas, convives, ríes, lloras, te agotas… Pero siempre quieres volver a empezar. #soyMaestro
El día a día del cole, resumido, sencillo, directo. Siendo maestro, ¿qué mejor manera de empezar a escribir un libro? Qué mejor manera de poneros en situación, de describir mi paisaje diario. Qué mejor manera de que entréis en este mundo singular, y que desde ahí comencéis a leer, intentando haceros ver lo que yo veo, desde los ojos de un humilde maestro.
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Y para empezar bien de verdad, hagámoslo en el mundo de la escuela, en el aula y sus habitantes. Los niños y todo lo que son capaces de hacer. Los niños y la magia. En un aula con niños pequeños siempre hay magia, siempre. En ocasiones aparece por sí sola, sin buscarla, sin intención de que aparezca, pues ya se encargan ellos de hacerlo. Los niños son especialistas en sorprendernos a cada instante, son capaces de convertir un momento cualquiera en algo mágico y especial, un momento único que quedará para el recuerdo. Aunque la magia también es cosa del maestro y la maestra, por supuesto, los docentes son auténticos especialistas en crear ambientes mágicos donde los niños, además de aprender, se divierten y disfrutan, consiguiendo generar un aprendizaje realmente significativo para ellos. Igual lo habéis escuchado alguna vez. A mí, en ocasiones, me lo han dicho. La frase siguiente: «Al cole se va a aprender, y punto». ¡Pues claro! Ahí estamos todos de acuerdo, por supuesto que al cole se viene aprender, y punto. Pero ojo a ese punto, porque ese punto es infinito, como las maneras de aprender. Infinito como las maneras de enseñar. Pues claro que al cole se va a aprender, porque todo lo que sucede en un cole es aprendizaje, más allá de lecciones, explicaciones, actividades y libros de texto. Más allá también hay aprendizaje. Compartir, convivir, aprender a respetar y a tolerar. Gestionar las emociones, la frustración, los nervios, la alegría desbordante. Observar a los amigos, no dejar que ninguno se quede solo, preocuparse por sus compañeros. Es aprendizaje, del que sirve para todo, del que enseña para la vida, del que educa, del que forma a personas.
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Voy a seleccionar una palabra de las que ya ha aparecido: ‘convivir’. O vivir, sin más. Porque es, en definitiva, lo que hacemos en el cole, vivir. Unos con otros, cada uno con lo suyo, como decía una compañera. El cole, como cualquier otro ambiente en el que nos desenvolvamos, se reduce a una convivencia. Convivimos con nuestros alumnos, con nuestros compañeros, con las familias de los niños, con los vecinos del barrio. Todos tratamos de encajar, y de vivir. Y, por qué no, de hacer felices a los demás y ser felices nosotros mismos. Con una ligera peculiaridad, y es que en un aula no se puede vivir sin más, a un aula no se va a estar y punto, un aula no va de eso, sabes que no. En un aula se vive a tope, se magnifica cada pequeño logro, se multiplican las emociones, se corean los éxitos, se aplauden las ocurrencias. Es inevitable, es lo normal, es la vida en un colegio. Por eso no es una convivencia al uso, por eso no es una vida al uso, porque aquí todo se vive de manera diferente. Porque la vida en un colegio la marcan los niños, que son el motor de todo, el eje principal, el núcleo que le da sentido a todo y para el que todo debe funcionar. Y ya sabéis que el mundo de los niños es pura energía. El mundo de los niños es de todo menos predecible. Ahí encontramos la magia. Ahí vive el maestro. Maestros y maestras, en sus clases, ante sus alumnos, son capaces de ejercer mil profesiones en un día. El maestro, ante sus alumnos, se convierte en mago, en malabarista, en artista, en cantante, en actor, en costurero, en arquitecto, en policía, en todo. Porque eso es un maestro, lo es todo. Y más para sus alumnos. Un maestro, ante sus alumnos, es escritor, es poeta. Un profesor no lee cuentos, los recita, los vive, los siente. Para que sus alumnos lo sientan con él.
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Un maestro se emociona. Ríe con sus alumnos, llora con sus alumnos. Comparte cada día muchas emociones; tantas, que entre ellos se genera un vínculo indestructible, único, mágico. La relación entre maestro y alumnos es algo que, como suele decirse, hay que vivir, porque no se puede explicar con palabras. Las emociones se multiplican. Un maestro termina cansado, muy cansado, pues lo da todo por sus alumnos. Termina agotado porque eligió una profesión exigente, como la que más. Pero un maestro siempre está deseando volver a empezar. ¿Locos? Puede que sí, pero bendita locura.
el del mejor recurso que puedes llevar al aula
El mejor recurso que puedes llevar al aula eres tú. Ningún recurso sustituirá jamás la experiencia, la paciencia, el cariño, el conocer con detalle a cada niño, la pasión que contagia, la actitud que levanta cualquier ánimo. Ningún recurso educa desde el , tú sí. #soyMaestro
La educación está viviendo una auténtica revolución —como hacía años que no vivía—, sobre todo por las nuevas maneras de comunicación que aparecen y que nos permiten conectar con docentes de todo el mundo. Este nuevo espacio de encuentro nos permite conocer métodos, estilos y actividades nuevas y diferentes para llevar a nuestras aulas. Encontramos un auténtico tesoro repleto de herramientas y recursos que compañeros de todo el mundo ponen a nuestro alcance, a un solo clic, a un solo toque del dedo. Esto es bueno, muy bueno. Pero hay
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que manejarlo con precaución. Son muchos los factores que entran en juego, todos intentan aportan su particular granito de arena a los cambios que la educación está experimentando. De ahí que haya que medir con precaución cada paso que damos. A esto le añadimos la más que extendida sensación de que los alumnos que habitan hoy día nuestras aulas no son como los que las habitaban hace no tantos años. Dicen que los alumnos han cambiado, que ya no funcionan igual. Yo pienso algo parecido, pero con matices. Me explico. Lo que sí ha cambiado, y es evidente, es la sociedad en la que nuestros alumnos viven con respecto a la que viví yo, por ejemplo, cuando tenía su edad, no tanto por la escuela a la que van, que eso no ha cambiado demasiado. Y es justo ahí donde quiero llegar. Un cambio significativo ha sido el mundo de las atracciones y distracciones que tienen los niños. Un mundo infinito que les ofrece mil y una maravillas, tan sencillas de alcanzar que están en la palma de la mano. Algunas aficiones se mantienen, aún vemos niños jugando a lo que nosotros jugábamos, pero cada vez menos, han cambiado mucho sus aficiones, sus intereses, sus gustos, su manera de pasar el rato, su manera de pensar. Es un gran cambio que debemos tener muy en cuenta los maestros, su percepción de la realidad, su mundo, la sociedad en la que viven no se parecen a lo que vivimos nosotros. Plantear una educación como la que recibimos nosotros, sin añadir nada más, sin modificar nada, sin replantear nada, es ofrecer una educación incompleta, pues no va a tener en cuenta la realidad de nuestros alumnos. Y la educación debe despegar justo desde ahí, desde su realidad.
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Una realidad que ha cambiado demasiado, en gran parte debido a la tecnología, que está transformando a gran velocidad la sociedad en la que vivimos todos, nuestros niños incluidos. Docentes y alumnos nos hemos visto envueltos en un tsunami tecnológico que lo ha revolucionado todo, conducta humana incluida. De repente, prácticamente sin avisar, y sin tiempo de reacción. Y nos hemos encontrado con una infinidad de recursos educativos que, sumados a los que ya existían, han convertido la elección en algo muy difícil, pues el abanico donde elegir es interminable, y siempre encontramos un recurso nuevo, una dinámica diferente, una aplicación que no conocíamos, que nos encanta, que nos ayudará mucho en clase, que beneficiará a nuestros alumnos, en una espiral sin fin. Pues en este extraño y nuevo panorama, es cuando lo he tenido más claro que nunca. Yo sí que he encontrado el recurso definitivo. Un recurso que jamás fallará, que nunca pasará de moda, que siempre dará a su alumnado lo que necesita, en cada momento, en cada situación, ante cada problema que surja. El mejor recurso que jamás encontrarás para ellos. Toma buena nota, que ahí va el secreto: el mejor recurso para tus alumnos eres tú. Ningún recurso sustituirá jamás la experiencia, la paciencia, el cariño, el conocer con detalle a cada niño, la pasión que contagia, el espíritu que levanta cualquier ánimo. Ningún recurso educa desde el corazón, tú sí. Jamás lo olvides.
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Las redes sociales..., «un universo en el que encontramos al Profe Ramón, con su particular visión de la educación, con su filosofía de enseñanza y de vida».
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