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darwin y el diseño: la respuesta agnóstica

Darwin había leído las obras de Paley, Evidences of Christianity y Natural Theology siendo estudiante en el Christ College cuando apenas tenía 20 años. Los argumentos le convencieron en su momento. Pero la contundencia de los datos observados en su viaje alrededor del mundo le hizo cambiar su modo de pensar. No solo argumentó en El origen de las especies contra las pruebas clásicas del «diseño», sino que elaboró un modelo alternativo basado en la selección natural. Este proceso, largo y doloroso, hizo tambalear no solo su fidelidad científica a los mayores, sino también sus creencias religiosas. La conciencia de un diseño chapucero, hizo que Darwin dudase de la existencia de un Dios que se le aparecía tramposo e incluso cruel. Nunca lo negó. Pero como él mismo escribió, «he llegado a ser un agnóstico»33.

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El agnosticismo de Darwin En 1858 aparecieron simultáneamente en la revista de la Linnean Society los trabajos de Alfred Russel Wallace (1823Ver el excelente trabajo del Dr. i. núñez de castro en la revista digital Tendencias21 de las Religiones (2009) www.tendencias21.net 33

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1913) y Charles Robert Darwin (1809-1882). Ambos, influidos por la obra de Thomas Robert Malthus, Un ensayo sobre el principio de la población (publicada originalmente en 1798), sobre los problemas demográficos humanos, conciben de forma independiente la idea de la «selección natural». Al año siguiente, en 1859, publica Darwin su célebre obra Sobre el origen de las especies por selección natural (On the Origin of Species by means of Natural Selection), en la que establece que, en la lucha por la existencia, los individuos que sobran en cada generación son eliminados por la selección natural. En el último párrafo de su obra, Darwin resume así su pensamiento: «Es interesante contemplar un enmarañado ribazo cubierto por muchas plantas de varias clases, con aves cantando en los matorrales, con diferentes insectos que revolotean y con gusanos que se arrastran entre la tierra húmeda, y reflexionar que estas formas, primorosamente construidas, tan distintas entre sí, y que dependen mutuamente de modos tan complejos, han sido producidas por leyes que obran a nuestro alrededor. Estas leyes, tomadas en su sentido más amplio, son: la de crecimiento con reproducción; la de herencia, que casi está comprendida en la de reproducción; la de variación por la acción directa e indirecta de las condiciones de vida y por el uso y desuso; una razón de aumento tan elevada, tan grande, que conduce a una lucha por la vida, y como consecuencia a la selección natural, que determina la divergencia de caracteres y la extinción

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de las formas menos perfeccionadas. Así, la cosa más elevada que somos capaces de concebir, o sea la creación de los animales superiores, resulta directamente de la guerra en la naturaleza, del hambre y de la muerte. Hay grandeza en esta concepción de que la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, infinidad de las más bellas y portentosas formas».

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Sin entrar en detalles que nos alargarían en exceso, cabe señalar que Darwin aceptaba, erróneamente, la herencia de los caracteres adquiridos y que no sabía cómo se producía realmente la herencia entre generaciones. De hecho, en 1868 exponía su teoría equivocada de la pangénesis en su obra La variación de los animales y plantas por la domesticación. Es interesante señalar que en las primeras ediciones de su obra El origen de las especies, Darwin no utiliza nunca el término «evolución» y que soslaya, casi en absoluto, el problema evolutivo del hombre. En realidad, solo en el antepenúltimo párrafo del libro indica que: «En el porvenir veo ancho campo para investigaciones mucho más interesantes... Se proyectará mucha luz acerca del origen del hombre y sobre su historia». Doce años más tarde, en 1871, aborda ya el problema evolutivo humano en su obra El origen del hombre (The descent of man and selection in relation to sex), y al año siguiente (1872) en su libro The expression of the emotions in man and

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animals expone la idea de que solo hay diferencias de grado entre el psiquismo humano y el de los animales34.

La Autobiografía de Darwin: el drama de la duda

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¿Pero cuáles fueron los sentimientos religiosos más profundos de Charles Darwin? ¿Qué papel desmpeñó él en la controversia en torno a su obra, pretendida por él mismo como obra puramente científica? ¿Quiso Darwin realmente fundar una especie de movimiento cultural y filosófico? ¿Tenía Darwin una sólida formación religiosa y filosófica que le permitiera entrar en discusión con la filosofía y la teología de su época? Desgraciadamente Darwin tampoco encontró respuestas a sus dudas en la teología anglicana de su época, bastante poco crítica y muy convencida de su verdad; basta leer el título de uno de los libros de texto que tuvo que estudiar Darwin durante el tiempo de estudiante de teología en Cambridge de 1829-1831. En aquellos años Darwin estudió las Evidences of Christianity. Su autor era el gran teólogo anglicano William Paley. El mismo Darwin reconoce en su Autobiografía, rememorando sus años de estudiante, que este libro, y otro de Paley, Natural Theology, los conocía a fondo y que su lógica interna le producía un gran deleite, al estudiar estos textos, tanto como leyendo a Euclides. Ha transcurrido un siglo largo después de la muerte de Darwin y todavía su crisis religiosa es materia de controversia; algunos han querido ver en Darwin uno de los creadores del naturalismo y ateísmo científico. Pero no es así. Darwin Para más información sobre la obra de Darwin, se puede consultar: http://darwin-online.org.uk 34

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soslayó el tema religioso. En una carta a su amigo el doctor Abbott (6 de Septiembre de 1871), unos diez años antes de morir, Darwin le decía que su mala salud le había impedido «sentirse con fuerzas para reflexionar intensamente sobre el tema más profundo que puede ocupar a una mente humana». Su hijo insiste en la sensibilidad de su padre y su instinto en no querer herir a nadie en materia religiosa. Darwin siempre afirmó el contenido científico de su obra, a la que no consideró una obra ni siquiera de filosofía natural; mucho menos pensó en las implicaciones teológicas de la misma. «Hasta cierto punto no me siento inclinado a pronunciarme públicamente sobre temas religiosos, pues no creo haberlos meditado con suficiente profundidad que justifique la divulgación de mis ideas». En una carta posterior del 16 de noviembre de 1871, ante la presión del doctor Abbott de que escribiera algo para el Index, Darwin repite las mismas ideas. «En ningún momento soy un pensador o escritor rápido: cuanto haya hecho en ciencia se ha debido exclusivamente a largas reflexiones, paciencia y laboriosidad. Por lo demás, nunca he meditado mucho de una forma sistemática sobre la religión en relación con la ciencia, ni sobre moral en relación con la sociedad». A pesar de la resistencia de Darwin en no hacer confesiones de su religiosidad o de sus sentimientos religiosos, es verdad que en la Autobiografía y el epistolario aparece frecuentemente la confesión de su intimidad religiosa, problema del que nunca se separó. Darwin se describe a sí mismo como un «agnóstico» (agnostic), nunca como un ateo. «No puedo pretender aclarar en lo más mínimo estos abstrusos problemas. El misterio del principio de todas las cosas es insoluble para nosotros, y yo, al menos, debo contentarme con seguir siendo un agnóstico».

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Y solamente tres años antes de su muerte, en una carta escrita en 1879 a Mr. J. Fordyle y publicada por este en 1883 en sus Aspects of scepticism, nos vuelve a repetir Darwin su actitud espiritual: «en mis fluctuaciones más extremas, jamás he sido ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios. Creo que en términos generales (y cada vez más, a medida que me voy haciendo más viejo), aunque no siempre, agnóstico sería la descripción más correcta de mi actitud espiritual». Y frente a la pretensión del Dr. Aveling, que en su libro The religious Views of Charles Darwin trataba de demostrar el ateísmo de Darwin, puesto que, para Aveling, agnóstico y ateo eran términos equivalentes, Francis Darwin expresamente reivindica para su padre el calificativo de agnóstico, para quitar toda connotación de agresividad que, en opinión del hijo de Darwin, tenía la palabra ateo [pág. 252]. Dado el carácter de Darwin, tal como se manifiesta en su Autobiografía, cualquier connotación de agresividad o militancia no encaja con su temperamento solitario, taciturno y retraído en su refugio de Down. Es necesario bucear en la Autobiografía (en la edición no censurada por la familia) y en la colección de cartas de Darwin para sacar algunas conclusiones sobre su pensamiento en materia religiosa. El temperamento de Darwin no era dado a las controversias ideológicas, y este talante se desprende de toda su obra. Este texto es significativo: «He intentado componer el relato de mí mismo que viene a continuación como si hubiera muerto y estuviera mirando mi vida desde otro mundo»35. ch. darwin, Autobiografía, Selección de Francis Darwin, Tomo I (Alianza Editorial, Madrid, 1977) pág. 41. 35

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Los recuerdos fueron escritos al dictado por sus hijos sin intención alguna de que se publicaran jamás. Fueron escritos estos relatos autobiográficos como un recuerdo de familia. El mismo título que él le puso nos habla de su intimidad: Recollections of the Development of my Mind and Character (Memorias del desarrollo de mi pensamiento y carácter). Las páginas fueron dictadas a sus hijos durante una hora cada tarde. Después de la muerte de Darwin, su hijo Francis Darwin publicó una versión abreviada en 1892 de la primera edición de 1887, que tiene el título de Life and Letters. La edición de 1892 es la que vulgarmente se conoce como la Autobiografía. Es interesante observar que esta edición fue censurada por su esposa Emma, que no quiso publicar por cierto pudor algunas cosas. En una nota introductoria el mismo Francis Darwin escribe:

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«Se comprenderá fácilmente que en una narración de carácter personal e íntimo, escrita para su esposa e hijos, se presenten pasajes que deben omitirse aquí; no he considerado necesario indicar dónde se han hecho tales omisiones». Tuvieron que pasar muchos años para que una nieta de Darwin, Nora Barlow, publicara íntegro el manuscrito original, incluso con las notas al margen, autógrafas, de la mano de la esposa de Darwin. En lo que se refiere al pensamiento religioso de Darwin, a sus dudas y angustias internas, su esposa censuró bastantes puntos que hemos intentado recoger para sumergirnos, lo más profundamente posible, en el interior de Charles Darwin e intentar contemplar su crisis religiosa. Con ocasión del

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bicentenario de Darwin, se ha publicado una edición no censurada de la Autobiografía en la que se recuperan los párrafos censurados (que se ponen en negrita)36.

Historia de una duda de fe El siguiente texto (parcialmente censurado por su esposa) manifiesta sus dudas de fe ya en el viaje alrededor del mundo: «Durante aquellos dos años me vi inducido a pensar mucho en la religión. Mientras me hallaba a bordo del Beagle fui completamente ortodoxo, y recuerdo que varios oficiales (a pesar de que también lo eran) se reían con ganas de mí por citar la Biblia como autoridad indiscutible sobre algunos puntos de moralidad. Supongo que lo que les divertía era lo novedoso de la argumentación. Pero, por aquel entonces, fui dándome cuenta, poco a poco, de que el Antiguo Testamento, debido a su versión manifiestamente falsa de la historia del mundo, con su Torre de Babel, el arco iris como signo, etcétera y al hecho de atribuir a Dios los sentimientos de un tirano vengativo, no era más de fiar que los libros sagrados de los hindúes o las creencias de cualquier bárbaro. En aquel tiempo se me planteaba continuamente la siguiente cuestión, de la que era incapaz de desentenderme: ¿resulta creíble que Dios, si se dispusiera a revelarse ahora a los hindúes, fuese a permitir que se le vinculara a la creencia en Vishnú,

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Ch. Darwin, Autobiografía (Edición no censurada) (Laetoli, Pamplona, 2009). 36

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Shiva, etcétera, de la misma manera que el cristianismo está ligado al Antiguo Testamento? Semejante proposición me parecía absolutamente imposible de creer». Darwin se considera difusamente teísta: «Para convencerse de la existencia de Dios hay otro motivo vinculado a la razón y no a los sentimientos y que tiene para mí mucho más peso. Deriva de la extrema dificultad, o más bien imposibilidad, de concebir este universo inmenso y maravilloso —incluido el ser humano con su capacidad para dirigir su mirada hacia un pasado y un futuro distantes— como resultado de la casualidad o la necesidad ciegas. Al reflexionar así, me siento impulsado a buscar una Primera Causa que posea una mente inteligente análoga en algún grado a la de las personas; y merezco que se me califique de teísta».

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Aunque más adelante, se declara agnóstico: «No pretendo proyectar la menor luz sobre problemas tan abstrusos. El misterio del comienzo de todas las cosas nos resulta insoluble; en cuanto a mí, deberé contentarme con seguir siendo un agnóstico». El texto siguiente expresa bien su estado confuso de alma: «En cuanto a mí, creo que he actuado de forma correcta al marchar constantemente tras la ciencia y dedicarle mi vida. No siento el remordimiento de haber cometido

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ningún gran pecado, aunque he lamentado a menudo no haber hecho el bien más directamente a las demás criaturas. (…) Puedo imaginar con gran satisfacción que dedico a la filantropía todo mi tiempo, pero no una parte del mismo, aunque habría sido mucho mejor haberme comportado de ese modo. Nada hay más importante que la difusión del escepticismo o el racionalismo durante la segunda mitad de mi vida».

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Dudas y perplejidades sin esperanza Charles Darwin es una de esas figuras a las que hay que referirse de forma obligada cuando se habla del supuesto conflicto biología y religión37. Si bien es verdad que Darwin, por no pertenecer a la Iglesia católica, no tuvo conflictos institucionales con ella, pero como hijo de la Iglesia de Inglaterra padeció, en parte, el rechazo de esta. ¿Cuáles fueron esas fluctuaciones y dudas en materia religiosa a las que tan a menudo se refiere Darwin? Hay una anécdota muy curiosa en la vida de Darwin que él mismo nos cuenta y que ha sido publicada en la Autobiografía censurada. Su padre fue ciertamente incrédulo, según refiere el mismo Darwin, pero antes de casarse su padre le aconsejó que nunca le mostrara a su mujer las dudas religiosas para salvar la paz matrimonial, porque muchas mujeres sufren terriblemente dudando de la salvación de sus maridos. Gran parte de estas ideas están tomadas del excelente trabajo de i. núñez de castro: http://www.tendencias21.net/Darwin-mantuvo-una-posicionagnostica,-respetuosa-y-prudente-frente-a-lo-religioso_a3022.html 37

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De manera sistemática he agrupado estas dudas y fluctuaciones del espíritu de Charles Darwin utilizando la Autobiografía completa que editara la nieta de Darwin Nora Barlow y la reciente traducción española38. 1. El escándalo del sufrimiento y del mal en el mundo. Tal vez fuera la experiencia personal del dolor en sí mismo y en su familia (la muerte de su hija le afectó mucho) lo que hiciera dudar a Darwin de la bondad y providencia divinas. Sus propias palabras revelan una gran sensibilidad por otra parte: «Pero, más allá de las adaptaciones infinitamente bellas con que nos topamos por todas partes, podríamos preguntarnos cómo se puede explicar la disposición generalmente beneficiosa del mundo. Algunos autores se sienten realmente tan impresionados por la cantidad de sufrimiento existente en él, que dudan —al contemplar a todos los seres sensibles— de si es mayor la desgracia o la felicidad, de si el mundo en conjunto es bueno o malo. Según mi criterio, la felicidad prevalece de manera clara, aunque se trata de algo muy difícil de demostrar. Si admitimos la verdad de esta conclusión, reconoceremos que armoniza bien con los efectos que podemos esperar de la selección natural. Si todos los individuos de cualquier especie hubiesen de sufrir hasta un grado extremo, dejarían de propagarse; pero no tenemos razones para creer que esto haya ocurrido siempre, y ni siquiera a menudo. Además, otras consideraciones nos 38

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(edición no censurada) (Laetoli, Pamplona,

2009).

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llevan a creer que, en general, todos los seres sensibles han sido formados para gozar de la felicidad». Y más adelante:

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«Nadie discute que en el mundo hay mucho sufrimiento. Por lo que respecta al ser humano, algunos han intentado explicar esta circunstancia imaginando que contribuye a su perfeccionamiento moral. Pero el número de personas en el mundo no es nada comparado con el de los demás seres sensibles, que sufren a menudo considerablemente sin experimentar ninguna mejora moral. Para nuestra mente, un ser tan poderoso y tan lleno de conocimiento como un Dios que fue capaz de haber creado el universo es omnipotente y omnisciente, y suponer que su benevolencia no es ilimitada repugna a nuestra comprensión, pues, ¿qué ventaja podría haber en los sufrimientos de millones de animales inferiores durante un tiempo casi infinito? Este antiquísimo argumento contra la existencia de una Causa Primera inteligente, derivado de la existencia del sufrimiento, me parece sólido; mientras que, como acabo de señalar, la presencia de una gran cantidad de sufrimiento concuerda bien con la opinión de que todos los seres orgánicos han evolucionado mediante variación y selección natural». Para Darwin este era un sólido argumento contra la existencia de una Primera Causa inteligente. Por otra parte, el sufrimiento de los animales inferiores era para él una prueba de que todos los seres orgánicos se han desarrollado a través de la variación y de la selección natural.

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2. En segundo lugar, la fe de Darwin flaqueó al experimentar la fragilidad de los argumentos de Paley a favor de un «diseño» y un «diseñador». La imagen de un Dios necesario se desvanece en la mente de Darwin y cobra fuerza la sensación de vacío: «Aunque no pensé mucho en la existencia de un Dios personal hasta un período de mi vida bastante tardío, quiero ofrecer aquí las vagas conclusiones a las que he llegado. El antiguo argumento del diseño en la naturaleza, tal como lo expone Paley y que anteriormente me parecía tan concluyente, falla tras el descubrimiento de la ley de la selección natural. Ya no podemos sostener, por ejemplo, que el hermoso gozne de una concha bivalva deba haber sido producido por un ser inteligente, como la bisagra de una puerta por un ser humano. En la variabilidad de los seres orgánicos y en los efectos de la selección natural no parece haber más designio que en la dirección en que sopla el viento. Todo cuanto existe en la naturaleza es resultado de leyes fijas. Pero éste es un tema que ya he debatido al final de mi libro sobre La variación en animales y plantas domésticos, y, hasta donde yo sé, los argumentos propuestos allí no han sido refutados nunca».

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Y más adelante: «Cualquiera que crea, como creo yo, que todos los órganos corporales o mentales de todos los seres (excepto los que no suponen ni una ventaja ni una desventaja para su poseedor) se han desarrollado por selección natural o supervivencia del más apto, junto con el uso o el hábito,

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admitirá que dichos órganos han sido formados para que quien los posee pueda competir con éxito con otros seres y crecer así en número».

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3. En tercer lugar, las dudas de fe de Darwin se acentúan al no querer aceptar la interpretación literal de los textos bíblicos del Antiguo Testamento y la literalidad de los milagros del Nuevo Testamento. «Por este tiempo, (son los tiempos de juventud, del viaje a bordo del Beagle), gradualmente llegué a considerar que el Antiguo Testamento por su manifiestamente falsa historia del mundo, con la Torre de Babel, el arco iris, como una señal, etc. y por atribuir a Dios los sentimientos de un tirano vengativo, no era más verdadero que los libros sagrados de los hindúes o las creencias de cualquier bárbaro». Para Darwin, las narraciones de los milagros parecen contradecir las leyes naturales y sobre todo lo que hoy llamaríamos la crítica textual. Probablemente Darwin se contaminó de la crítica liberal de su época. Para él era imposible que pueda probarse que los evangelios, con sus múltiples diferencias en detalles importantes, detalles demasiado importantes al parecer para él, hayan sido escritos por testigos oculares de los acontecimientos. Sin embargo, no aparecen en los escritos de Darwin huellas de lecturas que le influenciaran para dudar de la veracidad de los evangelios. Lo cierto es que estas dudas llegaron a calar en él, y según él mismo nos cuenta: «llegué poco a poco a no creer en el cristianismo como revelación divina». Darwin matiza, con fina psicología, cómo la increencia (disbelief) se fue apoderando de él a paso lento, pero fue finalmente completa. «El proceso fue tan lento que no sentí ningún dolor». Hemos de señalar aquí,

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que el objeto de esta increencia en este momento de la vida de Darwin no es la existencia de Dios, sino el cristianismo como religión revelada. Más adelante tendremos ocasión de ver su opinión sobre el cristianismo. 4. Otro de los grandes escándalos que hicieron a Darwin dudar fue el hecho del castigo eterno que se desprende de una lectura primaria de sus textos. El castigo para aquellos que no creen, entre los que Darwin colocaba a su padre, sus hermanos y muchos de sus amigos, le parecía incompatible con sus sentimientos y por ello tendía a rechazar la religión. Escribe:

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«El hecho de que muchas religiones falsas se hayan difundido por extensas partes de la Tierra como un fuego sin control tuvo cierto peso sobre mí. Por más hermosa que sea la moralidad del Nuevo Testamento, apenas puede negarse que su perfección depende en parte de la interpretación que hacemos ahora de sus metáforas y alegorías. No obstante, era muy reacio a abandonar mis creencias. Y estoy seguro de ello porque puedo recordar muy bien que no dejaba de inventar una y otra vez sueños en estado de vigilia sobre antiguas cartas cruzadas entre romanos distinguidos y sobre el descubrimiento de manuscritos, en Pompeya o en cualquier otro lugar, que confirmaran de la manera más llamativa todo cuanto aparecía escrito en los Evangelios. Pero, a pesar de dar rienda suelta a mi imaginación, cada vez me resultaba más difícil inventar pruebas capaces de convencerme. Así, la incredulidad se fue introduciendo subrepticiamente en mí a un ritmo muy lento, pero, al final, acabó siendo total. El ritmo era tan

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lento que no sentí ninguna angustia, y desde entonces no dudé nunca ni un solo segundo de que mi conclusión era correcta. De hecho, me resulta difícil comprender que alguien deba desear que el cristianismo sea verdad, pues, de ser así, el lenguaje liso y llano de la Biblia parece mostrar que las personas que no creen —y entre ellas se incluirá mi padre, mi hermano y casi todos mis mejores amigos— recibirán un castigo eterno. Y esa es una doctrina detestable». 88

Una doctrina tal merece para Darwin un fuerte calificativo: «detestable» (damnable). El párrafo en que se hace esta afirmación fue censurado de su puño y letra de las ediciones primeras de la Autobiografía por la esposa de Darwin («No me gustaría que este párrafo fuera publicado. Me parece demasiado crudo», escribe su esposa al margen del manuscrito). 5. El tema de la predestinación también tambaleó la fe de Charles Darwin. En una carta al doctor Asa Gray en julio de 1860 le dice: «Unas líneas más sobre leyes deliberadamente constituidas y resultados no previstos. Veo un pájaro que quiero comer, cojo mi escopeta y lo mato; lo hago de manera preconcebida. Un hombre inocente y bueno se encuentra bajo un árbol y lo mata un rayo. ¿Cree usted (y de verdad me gustaría saberlo) que Dios mató a ese hombre de manera preconcebida? Muchas o la mayoría de las personas así lo creen; yo no puedo, y no lo creo».

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Según Darwin, no hay contradicción entre las ideas científicas y la religión Es interesante hacer notar aquí que el mismo Darwin no vio contradicción ninguna, ni dificultad, desde el punto de vista teórico entre la creencia en Dios y la teoría de la evolución por selección natural, que él había propuesto como explicación al hecho biológico del origen de las especies. Baste este testimonio. Un estudiante alemán escribió a Darwin para que le diera su opinión sobre la posibilidad de compaginar la teoría de la evolución y la creencia en Dios. Contesta su hijo por enfermedad de Darwin y dice: «Él (Darwin) considera que la teoría de la evolución es bastante compatible con la creencia en un dios; pero que usted debe recordar que cada persona tiene un concepto diferente de lo que entiende por Dios», escribe en la Autobiografía. El joven volvió a insistir en una carta posterior y Darwin respondió de nuevo: «La ciencia no tiene nada que ver con Cristo excepto en la medida en que el hábito de la investigación científica hace que una persona sea cautelosa a la hora de admitir pruebas». Darwin, pues, estaba convencido de que su crisis religiosa no se desprendía de su descubrimiento científico. De lo que sí estaba convencido era del cambio necesario de la imagen de la divinidad, que la explicación del hecho evolutivo por selección natural impondría al hombre. Es interesante observar que como hemos dicho antes la intención primaria de Darwin era puramente científica, no quería mezclar conceptos provenientes de la filosofía natural y menos de la teología en su obra. Incluso el término «evolución» tomado de la filosofía de Spencer no aparece hasta la sexta edición de El origen de las especies.

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La búsqueda de sentido

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Podemos preguntarnos, a pesar de estos pensamientos que le hicieron dudar de la fe en el cristianismo, ¿qué mantenía el espíritu religioso de Darwin en profunda zozobra? El que Darwin recurra varias veces en su Autobiografía y en su epistolario al problema religioso planteándoselo con toda seriedad nos revela que el problema le preocupaba, que no le era ajeno y, también, que no lo tenía resuelto. A sus amigos confesaba: «Estoy y siempre permaneceré en una perplejidad sin esperanza». Sin ninguna duda, fue el llamado argumento teleológico sobre la existencia de Dios el que no le dejaba la conciencia en paz, a pesar de haberse esfumado su fe religiosa, como él mismo confesó. Una vez más la honestidad de Darwin y su pasión por la verdad aparecen en las contradicciones internas reflejadas en sus cartas y Autobiografía: «Otra fuente de convicción de la existencia de Dios relacionada con la razón y no con los sentimientos me parece de mucho más peso. Es la que se deduce de la extrema dificultad o más bien de la imposibilidad de concebir este inmenso y maravilloso universo, incluyendo al hombre con su capacidad de reflexionar sobre el pasado y el futuro, como un resultado del ciego azar o de la necesidad». En un trabajo clásico de D. Ospovat, publicado en la década de los setenta, se analiza detenidamente la idea darwiniana de diseño conjugada con la de selección natural y la idea de Dios en Darwin. El autor llega a las mismas conclusiones que nosotros: «Si ordenamos cronológicamente las varias afirmaciones

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hechas por Darwin sobre Dios, la creación, diseño, plan, leyes, etc., tal como las he discutido, emerge una imagen de un desarrollo consistente de la religiosidad de Darwin desde la ortodoxia de su juventud hasta el agnosticismo de sus últimos años». Pero ni siquiera en estos años pudo Darwin solucionar sus dudas profundas sobre el ciego azar como origen de todo el universo.

Conclusión Charles Darwin, al final de sus días, a los 74 años, tranquilo, sin ningún remordimiento, se enfrentó a la muerte: «no tengo ningún miedo a morir», pudo decir. Dadas las dimensiones de nuestro trabajo nos hemos limitado a estudiar la crisis religiosa personal de Darwin y sus intentos de solución. Queda por estudiar en profundidad la influencia de la teología de la época en la formulación del paradigma evolucionista, tentativa realizada en parte por Michael Ruse: «por lo tanto está claro que la evolución, y aun la selección natural, se originaron tanto gracias a la teología de la época como a pesar de la misma»39. En los primeros años del siglo xxi, las posturas contra el Diseño Inteligente se han radicalizado. Para algunos autores, como el biólogo Richard Dawkins o el psicólogo Daniel Dennett es precisamente el hecho del orden natural lo que demuestra que Dios no existe. La ciencia se pone al servicio del ateísmo. Será el contenido del capítulo siguiente.

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M. Ruse, La revolución darwinista, la ciencia al rojo vivo (Alianza Universidad, Alianza Editorial, Madrid, 1983) pág. 339. 39

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