El deseo y la ciudad. Cap. I

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CAPÍTULO I

E

nero de 2014. Uno de mis compañeros, activista del movimiento vecinal ya veterano, insinúa que el inicio de la revuelta es seguro. Los jirones de niebla avanzan lamiendo el asfalto. El fantasma del comunismo no recorre el barrio pero Marx está presente, no en las fábricas ni en los puestos de trabajo sino en los cuerpos; economía de la producción, sí, pero de la deseante. Producción de nuevas tierras, eso es también la revuelta. No se trata de cuanta gente haya aquí ahora mismo, ni de si ese número supone una cantidad amenazante, la masa, para los cuerpos policiales que esperan órdenes. Más que la extensión de la protesta, se trata de la intensidad. Los ojos de mi camarada brillando como los iris y cambiantes de un lago. En este preciso momento es como si se repitiera aquel tiempo cuando no éramos capaces de rebelarnos… pero en este preciso instante ya nos encontramos preparados. Pasado y futuro se han repetido para diferenciarse en el momento de la decisión; la diferencia, no permanecer pasivos mientras la ciudad cerrada sigue extendiéndose; acción directa. Hay que insistir en otra línea, en una orientación revolucionaria que abra precisamente los espacios sociales a una lógica no oposicional, pues siguiendo esa lógica sólo pueden participar quienes resulten rentables en la competición o posean capital suficiente para poder participar en los circuitos de intercambio de la ciudad. Visto hoy, en 2018, el conflicto vecinal de Gamonal supone un estudio de caso que entra dentro de lo que nuestro autor de referencia para este trabajo, Deleuze, consideraba como el terreno más apropiado para el análisis 13


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