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Capítulo VI. ¿Qué es el incesto geográfico?
from Elizabeth Horowitz
by Kosmic Bluez
¿Puede parecer la paternidad espiritual como un “yo ideal”?
También es posible elegir como padrino o madrina a un miembro de la familia o a una persona externa sobre la cual el padre o madre puedan proyectar su “yo ideal”, es decir lo que desearía ser el padre o madre en el mejor de los casos. Recuerdo el caso de una mujer joven que eligió por madrina de su hijo a una mujer cuya situación social es muy superior a la suya, que disfruta de una gran libertad personal porque no tiene hijos a su cargo, y cuyo poder financiero es considerable. Estos diversos aspectos reflejan la situación ideal en la cual le gustaría a la madre colocarse, si su árbol genealógico no le hubiese impuesto a toda costa tener un hijo y criarlo sola.
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¿El desfase de generación puede existir en la paternidad espiritual?
Puede existir un desfase importante de generación y por lo tanto de edad en el seno de la paternidad espiritual, lo mismo que puede existir diferencias de medio social, educación y capital financiero. En un caso que recuerdo ahora, el padrino era un primo hermano de la madre y la madrina una tía de segundo grado no consanguínea. Comprendemos que para el hijo, la disparidad de ambas situaciones podrá impedirle experimentar su nexo espiritual como una unidad. Padrino y madrina otra vez están elegidos dentro de la familia, ambos del lado paterno aunque en generaciones que no tienen lazo directo entre ellas.
En resumen, ¿qué pasa cuando padrino y madrina, elegidos fuera de la familia de origen cortan cualquier relación con los padres de su ahijado?
Causan un daño importante a su ahijado y ahijada, dado que se sustraen a una responsabilidad al nivel de la paternidad (espiritual). Reanudar los nexos participa de la sanación del árbol genealógico.
Capítulo VI. ¿Qué es el incesto geográfico?
¿Existen varias formas de incesto?
Sí, abordé el tema en mi libro anterior4 y me gustaría desarrollarlo porque me parece esencial. Primero, hay que hablar de una forma de incesto que me parece ser, además, el verdadero incesto sexual, la forma más arcaica del incesto, o sea el incesto de territorio o incesto geográfico.
¿Puede Vd. explicárnoslo?
4 Liberarse del destino familiar, Dervy 2000.
Sí, es una forma de incesto que consiste, una vez adulto, a seguir viviendo cerca de su familia, o incluso en su ciudad natal. El incesto de territorio (geográfico) consiste en permanecer, de adulto, en el territorio de nuestros ancestros y de nuestra familia. A veces, se vive en casa de sus padres o a proximidad, en la misma ciudad, el mismo pueblo, la misma comarca. Uno intenta adueñarse del lugar con tanta más fuerza que es el único elemento tangible que nos vincula con el grupo familiar, porque el inconsciente percibió temprano a qué punto nuestra familia de origen no conseguía establecer ningún nexo auténtico con nosotros. Los trastornos del vínculo crean siempre una atadura redoblada. Esto nos lleva a ocupar, con obstinación a veces, este territorio de las orígenes pasando sistemáticamente sus vacaciones con su familia o en una casa que les pertenece, con la dulce esperanza de comprar este bien familiar. Ocupar el territorio de los antepasados es también chocar con sus límites, así no existe energía disponible para la diferenciación: se vuelve a ir en lo que ya está conocido con la esperanza muy inútil e ilusoria de adueñarse otra vez del amor de sus padres.
¿En qué circunstancias deberíamos dejar el lugar de los orígenes?
Primero, se debería dejar el lugar de los orígenes no para huir de su familia, sino después de haber meditado sobre el hecho durante algún tiempo. Dejar el lugar, sin haber meditado en ello y estar interiormente desapegado, puede ser peligroso. Hay que evitar actuar bajo un momento impulsivo. Se ven algunas personas trasladarse a centenares de kilómetros después de un conflicto familiar, en cierto modo la puesta a distancia en estas circunstancias no modificó realmente nada. Sólo puede ser un recurso último frente a una familia destructora, y piense que existen.
¿Está Vd. haciendo la hipótesis que para tener mejor éxito económicamente, sentimentalmente y profesionalmente, es a veces fundamental dejar la ciudad en donde hemos nacido, la ciudad en la cual hemos crecido o la ciudad en donde vive nuestra familia?
Sí, absolutamente; cuando todo va mal, existe una primera cosa por hacer o sea dejar el territorio de los ascendentes. Cuando hablo de territorio, hago la suposición que nuestros antepasados tuvieron una zona de influencia y quedarse indefinidamente puede ser fuente de dificultades, a veces también de problemas de salud.
¿Por ejemplo?
Recientemente, una dama me contaba que su marido estaba volviéndose dependiente de la cama. Entonces, le pregunto “¿en dónde viven Vds.?” y me contesta ella que vive con su marido en una casa que, en realidad es una casa de familia que perteneció a los antepasados de su marido. Entonces hacemos el nexo entre el principio de la enfermedad de su marido y su instalación en esta propiedad familiar. Habitar no es un acto inocente…
¿Parece que quiera decir que este regreso a los orígenes puede conllevar verdaderas enfermedades?
Sí, como todas las formas de incesto. Pero constaté que frecuentemente hay un vínculo entre el hábitat y la aparición de problemas de salud. Frecuentemente hay un nexo con una casa, un negocio o una finca que pesa en la vida cotidiana y nos vincula con el pasado familiar. El lugar representa frecuentemente nuestra última esperanza de establecer un nexo real, tangible, de seguridad, con nuestro árbol genealógico. Los seres viven y mueren pero el lugar queda. Parece presentar la fuente de seguridad última.
¿Podríamos decir que el hábitat es de alguna manera una extensión del cuerpo?
Sí, es el motivo por el cual deberíamos cuidar de vivir en un lugar que será realmente personal. En caso contrario, podemos estar corporalmente poseídos por la historia de nuestra familia, el lugar es el último receptáculo de las influencias genealógicas, de los secretos de familia y de las experiencias insatisfechas. Así, no sólo es perjudicial morar de adulto en el territorio de los orígenes sino que aún es más delicado volver allí después de haberse marchado.
¿Tiene Vd. ejemplos de casos concretos a través de su consulta?
Sí, tuve numerosos casos de personas que dejaron a sus padres y que, luego, volvieron a habitar en la misma ciudad que su familia o incluso que reintegraron su ciudad natal. Además existe un deseo de volverse dueño, se oye decir: “Sí, pero vuelvo a mi ciudad, es mi comarca…”
¿Podría Vd. citar un caso preciso encontrado en consulta?
Sí, se trata de una persona de treinta años que, después de haberse instalado en París, volvió a vivir en su comarca de origen en donde había nacido, donde había ido al instituto, en donde había encontrado a sus amigos. No pudo evitar volver a sus orígenes y este regreso lleva en sí los gérmenes de la regresión, como todo regreso hacía lo que ya está conocido y vivido. Dio luz a un hijo y éste nació con problemas de sordera.
¿Piensa Vd. realmente que los problemas de salud de su hijo se deben al hecho que la pareja se instaló a proximidad de su propia familia?
En cierto sentido, sí, no puedo impedirme ver aquí un nexo. Naturalmente, pueden existir otras causas a la sordera desde un punto de vista genealógico. Pero este incesto geográfico no está sin consecuencias. Cada forma de incesto lleva en sí un alcance psicológico y/o físico. Se opina equivocadamente que el lugar nos ofrecerá más posibilidades.
Pero frecuentemente, se produce lo contrario, es decir que este regreso no nos dará más que lo que la familia de origen nos había propuesto. Si se desea vivir como los miembros de nuestra familia, este regreso hacía los orígenes nos dará plena satisfacción, nos fortalecerá en la idea que esta acción es positiva y que estuvimos acertados en reintegrar nuestra base de existencia.
¿En su opinión, podría tratarse de un deseo infantil?…
Sí, es la búsqueda de una seguridad, sólo el lugar de los orígenes parece proponernos una seguridad, el lugar no cambia, las mismas casas ven sucederse las generaciones. La tierra y la piedra simbolizan un tipo de permanencia.
¿Qué pasa cuando se vuelve a comprar una casa de familia?
Tengo el ejemplo de una pareja cuya esposa acaba de volver a comprar con muchos esfuerzos, una propiedad de familia. Decidió comprar la casa de sus abuelos maternos con los cuales vivía porque sus padres ya vivían con ellos. Este regreso hacía el pasado corresponde al deseo inconsciente de seguir vinculándose con los ascendentes. En este caso es porque los abuelos eran dominantes y los padres, que vivían bajo su techo, totalmente inmaduros. ¿Pero, es una solución? Personalmente, no lo pienso, porque hay muchas probabilidades que esta instalación corresponda a un período desgraciado y estéril sobre todo en el caso en que los antepasados estarían idealizados como guardianes de un orden moral y proveedores de una seguridad material.
¿Por así decirlo, es toda la historia social del siglo XIX que parece Vd. poner en entredicho?
Es un punto de vista que puedo comprender. Pero lo que quizás era valedero en siglo XIX ya no lo es en el siglo XXI.
Se observa, dígame si me equivoco, que número de consultantes vivieron con sus padres en el domicilio de los abuelos paternos o maternos?
Sí, totalmente exacto. Las razones son numerosas, a veces permanecemos una cuota de tiempo suplementario con los padres cuando hemos sido dejados en la infancia o la adolescencia, cuando eran preferidos hermanos y hermanas. Es la sensación de carencia que nos mantiene en el domicilio de los padres. Podemos quedarnos en casa de los padres una cuota de tiempo equivalente, por ejemplo, a una diferencia de edad que se tiene con un hermano o una hermana.
¿Tendría Vd. un ejemplo?
Sí, es el caso de una mujer que tuvo una hermana nacida once años después de ella, esta hermana se volvió rápidamente la niña preferida de los padres.
En edad de trabajar, su padre le encuentra un puesto en la administración. Está en deuda con su padre y debe quedarse porque a partir de entonces, sus padres le piden abonar gran parte de su salario para ayudarles a pagar la casa en donde viven. Quedará once años más cerca de ellos. Se casa y vuelve a vivir once años más con sus padres, pensando seguramente que debe recuperar once años de alquileres que ella abonó. Ve Vd. el modo en que la diferencia de edad entre las dos hermanas rige los acontecimientos de la vida. La hija de esta señora también volvió a vivir con los padres de su madre durante algunos años.
¿Quería añadir un comentario sobre esta historia?
Quería insistir en los efectos perversos de la preferencia instalada entre los hijos y el modo en que la diferencia de edad, que ya es una forma de agresión, se transforma conscientemente en un precio a pagar y el modo en que uno pide reparación. Esto nos mantiene en el incesto de territorio, uno está literalmente poseído por la historia familiar durante décadas.
¿Qué edad tenía la persona en el momento en que por fin dejó a sus padres?
Tenía cuarenta y dos años, una edad que se quedará como una huella en sus descendientes.
¿Y para la generación siguiente justamente, cuál es el programa instalado?
La hija de la señora tiene cuarenta años, no tiene hijos, seguramente porque habiendo sido educada en casa de sus abuelos, existe una confusión al nivel del parentesco, espera inconscientemente ser más mayor para tener uno, a media distancia entre la imagen de la madre y de la abuela. Podría ser que quede embarazada o de a luz a los cuarenta y dos años, la edad de su madre en el momento en que por fin dejó a sus padres de modo definitivo.
¿Entonces, vivir en casa de sus abuelos, no es del todo inocente?
No, naturalmente.
¿En el caso que acabemos de tratar, por cuáles razones el marido de esta mujer aceptó vivir con sus suegros?
Esto convenía al marido porque en el momento de su boda, ya era huérfano; en el fondo, él buscaba imágenes de padres; a él le convenía perfectamente vivir con su mujer y sus suegros, y ellos, por su parte, eran felices porque sólo habían tenido hijas, su yerno podía parecer como un hijo…
Sí, aparentemente, esto convenía a todo el mundo…
Está Vd. acertada en decir aparentemente, porque en el fondo, todo el mundo está en una trampa genealógica. La esposa porque está presa de la preferencia de sus padres
por su hermana, que la obliga a quedarse con ellos, el esposo porque se siente huérfano de sus padres, los padres en el fantasma de tener un hijo en casa… En este caso, recuerdo un detalle, el padre del esposo había muerto un dieciséis de junio y la madre de la esposa había nacido un dieciséis de junio…
En el fondo, nada se produce al azar…
Pienso ser la última persona en poder probarle una tesis contraria! La realidad se presenta como un programa genealógico altamente organizado y es precisamente a través de las coincidencias de edad y de fechas que uno se da cuenta que existe en acción una intención subyacente, no siempre es negativa pero más vale conocerla para no ser su víctima.
Volvamos un instante a nuestro punto de salida, el incesto geográfico. Vd. parece decir que volviendo al lugar, la historia familiar vuelve a poseernos.
Sí, hallarse a proximidad de los ascendentes, es también participar de su neurosis. Cada vez que volvemos al territorio de los antepasados, estamos confrontados con sus problemáticas no resueltas (amores frustrados, vocaciones no realizadas, fallecimientos prematuros, enfermedades, neurosis de fracaso, neurosis financieras, neurosis de clase, violencias físicas y morales, miedos y secretos…)
En conclusión, más vale ser vigilante cuando uno vuelve, aunque sea puntualmente, en el “territorio familiar”.… ¿Vuelve Vd. al lugar en donde creció?
Prácticamente nunca, por los motivos que le acabo de explicar.
Sus conceptos son contrarios a lo que suele admitir generalmente, siempre se aconseja volver a los orígenes, es incluso una actitud que se estimula.
Recuerde Vd. que lo que más frecuentemente está admitido de modo colectivo tiene muchas probabilidades de estar carente de cualquier base. En general, la proposición inversa es incluso la que tiene todas probabilidades de funcionar. La opinión pretende que es mejor vivir cerca de los suyos dentro de los límites de lo que se conoce y reconoce. Se aconseja fácilmente pasar sus vacaciones en su comarca, incluso en su casa de familia cada verano durante décadas…. También se aconseja elegir a un cónyuge que no sea demasiado apartado del grupo familiar. Cuando obedecemos a estos imperativos, dejamos de ser singulares y volvemos al estado de no – diferenciación que caracteriza el incesto. Es la razón por la cual, cuando uno se halla en situación de fracaso financiero, profesional o afectivo, la primera cosa que contemplar es apartarse geográficamente de su familia y no revelar nada de sus proyectos personales.
¿Por qué motivos?
Cuantas veces vi a pacientes que, empezando una relación sentimental o un proyecto profesional, informaban inmediatamente a su familia! Sin saberlo, corrían al fracaso.
Para ser realmente personales, para los proyectos que realmente cuentan para nosotros, se necesita un tiempo de gestación en el secreto. La necesidad de una elaboración interior es la garantía de la madurez. Guardar el silencio de cara a la familia es el signo de cierta realización.
Dice que aún es más delicado volver a un lugar después de haberse marchado; ¿ tendría Vd. otro ejemplo en mente?
Sí, esto me recuerda varios relatos de vida en los cuales algunas personas del árbol genealógico habían emigrado a los Estados Unidos. Cuando la emigración no es obligada, se trata de un loable esfuerzo para diferenciarse. Cambiando de continente, a veces de nacionalidad y de apellido, la distancia con los acondicionamientos originales va creciendo. Gracias a una nueva destinación, el propio destino también se encuentra ampliamente modificado. Observen que existe un lazo fonético entre las palabras destino y destinación. Pienso en los casos de quienes emigraron pero volvieron a Europa, algunos para solventar asuntos familiares, y no regresaron a Estados Unidos.
Vd. me había contado el caso de un hombre que había emigrado a Estados Unidos y que había tenido que volver…
Sí, la familia suya que se había quedado en Europa le había llamado porque debía supuestamente arreglar papeles administrativos referente a una herencia, de tal modo que nunca volvió a marchar. Su familia le llamó justo cuando tenía una excelente situación en los Estados Unidos, era chófer en el barrio de negocios de New York y se encontraba a los hombres más afortunados de América a principios de siglo. Sus hijas iban a casarse felizmente con americanos, su nueva vida se vió parada bruscamente por un telegrama de su familia.
¿Y qué pasó?
Todo el mundo volvió a Europa; esto era la trampa genealógica. Uno de sus descendientes que viene en consulta, encuentra serios problemas de trabajo. Le expliqué que el esfuerzo para diferenciarse se había interrumpido con este regreso inesperado y le aconsejé irse algún tiempo a Estados Unidos.
¿Por cuáles motivos exactamente?
Porque el impulso creativo de la familia se paró allí, es en América que había conocido el principio de un éxito. Es necesario pasar otra vez por el continente Americano para reanudar el curso de una historia que la familia de origen se apresuró a interrumpir.
¿Tendría Vd. otro ejemplo de estrategia familiar para romper esta apertura hacía lo nuevo geográfico y cultural?
Sí. Acabo de leer la biografía de Paul Gauguin. Y voy a citar un trozo que se refiere al tema que estamos tratando. A doble título. Después del nacimiento de Paul Gauguin que sucedió en el momento de los acontecimientos de 1848, su padre tuvo el deseo de emigrar a América del Sur. En sí, no era mala idea, pero confiaba con ir a Perú, país en el cual su mujer tenía lazos familiares. En efecto, el tío en segundo grado de ésta residía allí como ciudadano algo importante. Era el descendiente de una familia de aristócratas españoles, rico e influyente; uno de sus hijos iba a ser presidente de la República del Perú. Después de llegar a las costas de Chile, el padre de Gauguin murió de una ruptura de anevrismo durante una escala en el estrecho de Magellan. Constatamos en un primer tiempo los efectos nefastos de este regreso a los orígenes, efectos cuanto más nefastos que la familia de su mujer era mucho más poderosa que él – mismo, socialmente. Su suegra, la madre de su mujer era la famosa Flora Tristan, egeria del socialismo. Fue pues muy peligroso cruzar los mares para desear integrarse en un clan tan poderoso, y en consecuencia desapareció inmediatamente. Su viuda, la madre de Gauguin, se instaló algunos años en el Perú en donde vivió en un entorno maravilloso, al albergue de la necesidad, hasta el día en que la llaman otra vez de Europa de modo urgente para arreglar la herencia de su suegro, el padre de su marido fallecido. Regresó a Francia, en Orléans, y durante este período de tiempo, su tío en segundo grado instalado en el Perú, que la había recibido tan bien, murió. Como lo dijo más tarde su hijo Paul Gauguin, estuvo muy equivocada de volver. La trampa genealógica se cerró, perdió la herencia peruana ya que no estaba allí. Muy pronto la familia conoció días difíciles.
¡No hubiese tenido que volver!…
No sólo los padres de Paul Gauguin no hubiesen tenido que intentar reunirse con una parte de la familia en Lima, sino que no hubiesen debido volver a Francia, el país que habían dejado. Se trata aquí de un doble caso de incesto geográfico. En mi opinión, hubiese sido deseable emigrar a un lugar virgen de cualquier experiencia familiar, sobre todo frente a una familia tan poderosa, sin jamás pensar en volver a instalarse en Francia.
Hay que situarse otra vez en el contexto social, histórico y económico de la época, incluso cultural… No hay que olvidar que hasta la Primera Guerra mundial, era muy común que los hijos casados vivan en la casa familiar con sus padres e, inversamente, cuando los padres se hacían mayores, iban a vivir a casa de sus hijos…
Sí, pero las soluciones que propongo no pueden referirse al pasado, se refieren al presente. Hoy diferenciarse de su familia de origen aparece como una verdadera posibilidad; en cambio hasta la Segunda Guerra mundial, los papeles sociales y familiares eran mucho más fijados y por lo tanto limitados. La segunda mitad del siglo XX vio realizarse las promesas contenidas en la ley de la separación del la Iglesia y del Estado de 1905-1907.