14 minute read
II Un labrego en el “arrastre”
II. Un labrego en el “arrastre”
“¡En nada, eu pasei de labrego a mariñeiro do “arrastre”!, comenta contundente Manolo al inicio del encuentro. A los trece años, ya ayudaba en las labores del campo a su padre, que trabajaba como jornalero en casi todas las tierras cultivadas de Crecente (Pontevedra). De marzo a junio, sin descanso, preparaban los campos, labraban, sulfataban, sembraban… con el inestimable empuje de una pareja de bueyes. Trabajo duro, mal pagado y con escaso futuro, tal como se demostraría con el paso ineludible del tiempo. Así discurrió la niñez y la adolescencia de Manolo por aquel bonito concelloque contaba por entonces con poco más de cinco mil habitantes. Separado de Portugal por el río Miño, ofrecía una zona norte montañosa de hermosas panorámicas, y unos verdes valles descendentes hasta el río. Clima frío a lo largo de casi todo el año, y bastante calor en los meses de verano. José Manuel Domínguez Álvarez, Manolo, nació en Crecente (Pontevedra) en 1955, y después de andar por los montes y campos de la aldea en sus labores de campesino, se traslada a Viladesuso (Oia-Pontevedra) en 1974, con diecinueve años, para iniciar un cambio de vida radical. Su padre, Manuel Domínguez Rodríguez, natural de Crecente, se había casado con la portuguesa Isaura Domínguez Álvarez, que llegaba con catorce años al pueblo, procedente de Viladraque (Melgaço), una pequeña aldea situada al otro lado del río Miño. Tuvieron dos hijos, Fernando (1946) y Manolo (1955). Al fallecer su marido, Isaura se encuentra demasiado sola en aquella aldea, sin lazos familiares que la sujetasen allí. Es entonces cuando se deshace de todas sus pertenencias en el pueblo, y decide trasladarse con su hijo menor a Viladesuso, donde vive el otro hijo, Fernando, casado y al cabo de un tiempo, con cuatro hijos. Trabajaba por entonces en Vigo, en la fábrica de “Trevinca”, y años después pasaría a los frigoríficos de “Pescanova” en Chapela.
Advertisement
Es así como la parroquia de San Miguel de Viladesuso (Concello de Oia), con menos de 500 habitantes, será el destino de Manolo durante los próximos cinco años, en los que comienza oficialmente su vida laboral. Es evidente que el nuevo pueblo es mucho más pequeño que el anterior, pero en cambio ofrecía mejores expectativas de trabajo en sus alrededores.
Iglesia de San Miguel de Viladesuso.
A poco de llegar, comienza a trabajar de camarero en el “Restaurante Mar y Cielo” del Monte de Santa Tecla (A Guarda), donde lo inician en el oficio. Más adelante pasa al “Restaurante Rocamar” en Baredo, y luego a “Casa Naveira” en Baiona.
“Restaurante Mar y Cielo”, en el Monte de Santa Tecla (A Guarda), donde trabajó Manolo una temporada de verano, de mayo a octubre, de 1974.
En el “Restaurante Rocamar”, en Baredo (Baiona), trabajaría Manolo durante dos años, de 1974 a 1976.
“Casa Naveira”, en el centro de Baiona.
<<De “Rocamar” pasé al “Naveira” -recuerda Manolo, porque había cogido una novia en Baiona, y así estaba más cerca de ella. Al poco tiempo nos dejamos. Estuve en el “Naveira” hasta 1979, tres años en total, hasta que embarqué por primera vez. >>
Sin asentar su futuro como camarero, es en 1979, con 24 años, cuando José Manuel Domínguez Álvarez se lanza a la aventura de la mar, en principio como prueba, y luego para el resto de sus días. Se enrola en el “Punta Cotolino”, un barco del cerco de Castro Urdiales (Cantabria) con base en Vigo. Y así fue como un labrego, llegado de los montes y de los campos de la Galicia interior, inicia una vida marinera que se prolongaría hasta 2011, momento de su jubilación, después de pasar treinta y dos años por los mares del mundo.
El “Punta Cotolino” de Castro Urdiales, entró en servicio en 1969. Construido en “Astilleros Ondarroa”, fue adquirido en los ochenta por la armadora “Freiremar”.
Faenaban “al palangre” por la costa de Andalucía y Canarias, y andaban al mero, al congrio… a lo que cayese. En su estreno como pescador, permanecería en el “Punta Cotolino” durante tres años. En 1982, Manolo se embarca en el arrastrero “Andino 82”, de “Freiremar”, armadora con la que permanecerá unido a lo largo del resto de su vida de marinero. Desde entonces, ha pescado “al arrastre” por todo el Océano Atlántico, desde la gélida zona norte hasta la cálida zona africana, pasando por la costa sudamericana. En Marruecos y
Mauritania, al pulpo y al choco; en Angola a la merluza negra; llega hasta Las Malvinas a la pota; por Namibia a la merluza; y para finalizar su recorrido completo por el océano, pesca en Terranova al fletán durante sus diez últimos años de pescador.
Un barco de “Freiremar” navegando por el Atlántico.
Logo de la armadora gallega “Freiremar”, con base en Las Palmas.
Del “Andino 82”, pasó al “Ciudad de Arucas” y más tarde al “Puerto de Arrecife”,arrastreros con base en Las Palmas, como el resto de los barcos de la armadora.
El choco.
Mapa de África, con la totalidad de los países, zonas de pesca y puertos principales a donde acudía la flota de “Freiremar” a faenar.
El pulpo.
Pescando merluza negra por Angola.
Merluza negra.
En 1982, en su recorrido por todos los barcos de “Freiremar”, Manolo se cambia al “Frescachón”. Pasa al cabo de cuatro años al “Ouadane III”, en el que embarca en el puerto de Nuadibu (Mauritania) en abril de 1986. Permanece en este barco hasta marzo de 1990.
Mapas de Angola y Mauritania.
Vuelve al “Frescachón”en abril de 1990, en el que faena hasta 1993. Desembarca en enero en Angola, por enfermedad.
Mapa de las Islas Malvinas, donde faena gran parte de la flota española del arrastre.
<<En 1991, pescando pota en las Islas Malvinas a bordo del “Frescachón” -recuerda Manolo, estábamos trabajando el peixe en el parque de pesca, cuando un tremendo golpe de mar revienta las escotillas y daña un costado del barco. Tuvimos que mantenernos de popa -de proa entraba el agua- para que el jefe de máquinas pudiese soldar las averías. Luego cogimos la ruta a España para reparar los desperfectos, en total dieciocho días de navegación. >>
Pota, también conocida por lura.
En noviembre de 1993, ya recuperado de su enfermedad, regresa a la mar en el “Puente de la Ramallosa”, uno de los buques donde más tiempo estuvo, ocho años en total, hasta 2001.
Libreta de Inscripción Marítima de José Manuel Domínguez Álvarez.
<<En este barco iba como contramaestre del frío, y el patrón nos repetía continuamente: “Si el pescado no está bien preparado y acondicionado en sus cajas, no lo quieren al llegar a la lonja… o si lo quieren, es pagándolo muy poco. Nos jugamos la marea”. En esta época, solíamos desembarcar en Las Palmas. En alguna ocasión nos mandaron a pescar a Namibia con licencia del calamar, aunque en realidad íbamos a “robar peixe” (merluza). >>
En junio de 2001, trasladan a Manolo al “Festeiro”, un arrastrero nuevo, recién construido en “Astilleros Cardama” de Bouzas (Vigo), que la compañía se dispone a dedicar a la pesca del fletán por Terranova y Groelandia, y a la cabra, también conocida por escarapota, por Islandia. Será el destino definitivo de Manolo durante los últimos diez años de su vida de marinero. El 18 de abril de 2011, desembarca en Vigo, para jubilarse a los cincuenta y seis años.
El buque arrastrero “Festeiro”, construido en 2001 por los “Astilleros Cardama”, de Bouzas (Vigo), para la armadora “Freiremar”.
Detalles del buque FESTEIRO: Código: 24942
CFR ESP000024942 IMO 9218002 IRCS EAOA Matrícula 3GC-1-4-00 Alta en RGFP 28/05/2001 Estado Alta Definitiva (desde el 06/02/2002) Eslora total 64,70 m Arqueo GT 1387,00 Potencia 1342,29 kW (1825,0 CV) Material del casco Acero Puerto base 82100 - Las Palmas - Puerto de la Luz (CANARIAS) Censo por modalidad ARRASTREROS CONGELADORES DE NAFO
El “Festeiro”, en pruebas de navegación por la bahía de Vigo.
El marinero José Manuel Domínguez Álvarez, a bordo del “Festeiro”, a la espera en Vigo del aprovisionamiento del buque. (Archivo familia Domínguez Álvarez)
<<El arrastre es el peor oficio de la pesca -comenta Manolo. En Canadá llegamos a estar faenando durante sesenta horas sin descanso. Al cabo de unos años, de catorce que éramos en cubierta cuando empezamos en el “Festeiro”, tan solo quedamos dos marineros, Carlos “O Becho”, de Baiona, y yo. Los demás, uno tras otro, fueron abandonando el barco. Seis meses de mar por uno de vacaciones, en unas condiciones climáticas demasiado duras, y con un trabajo intenso y permanente. Cada lance ocupaba cuarenta y dos horas sin parar. Primero, separando las distintas especies que podían venir en la red; luego, preparando pieza a pieza, sacándole la cabeza y el rabo, y disponiendo el pescado debidamente para su posterior venta. De ello dependía en gran manera el precio que se pagaría en lonja. Fletán, cabra, mendo, raia, bacalao… debían prepararse cuidadosamente, separando cada especie. Resultaba agotador. También es verdad, que por entonces ya íbamos en camarotes de cuatro, con aire acondicionado, comedor de marineros, TV para ver películas en el tiempo de descanso… >>
Fletán blanco, conocido así por el color blanco del otro lomo.
<<Además de los lances, de la selección y preparación del pescado… debíamos reparar las redes, y dejarlas a punto para el próximo lance. Trabajábamos siempre, sin parar. Solo había algún descanso cuando íbamos en ruta. >>
Red del arte de pesca “al arrastre”.
Pesca “al arrastre”.
<<En 2001, cuando llegamos a Terranova -explica Manolo-, había más de cincuenta barcos “al fletán”, de tal forma que una compañía petrolífica situaba un petrolero en la zona para abastecer a toda la flota. Después fueron descendiendo el número de licencias, y acabaron suprimiendo el abastecimiento en alta mar. El problema era que no podíamos ir a puerto a cargar gasoil, ya que si lo hacíamos, nos revisaban elbarco de arriba a abajo.
El “Festeiro” tenía capacidad para 1.500 toneladas de pescado, y tan sólo licencia para 500 toneladas al año, que en realidad se pescaban en un mes. En los diez años que faenamos por aquellos mares, solo acudimos a puerto en dos ocasiones. Una a Saint John´s, a recoger a un biólogo; y otra a San Pierre andMiquelón, a depositarel cadáver de “Cho”, un cangués de veinticinco años que tristemente se había ahorcado a bordo. En ambas ocasiones conseguimos que no nos revisaran el barco. >>
El “Festeiro”, navegando por los mares de Terranova.
Arreglando las redes en el “Festeiro.
Mapas de Terranova.
<<De todas maneras -continúa Manolo con la explicación, no nos librábamos de tener de vez en cuando a bordo la visita de un biólogo y un controlador, que permanecían entre nosotros durante tres meses. Lo vigilaban todo: tipo de pescado en las bodegas, tamaño de las capturas, si se respetaban las licencias depesca, cantidad de toneladas… Al cabo de unos días de su estancia en el barco, casi siempre se llegaba a un acuerdo con ambos… El “Festeiro” tenía cuatro bodegas, dos a la vista, y
otras dos ocultas. En las descargas en puerto se recurría a muelles privados, para salvar así el exceso de captura. >>
Vigo, 2001. El “Festeiro”, haciendo pruebas de mar por la bahía. Al fondo, el puente de Rande. A la derecha, superpuesto en un curioso montaje, el torso de José Manuel Domínguez Álvarez. (Archivo familia Domínguez Álvarez).
Vigo, 2001. Manolo, a bordo del “Festeiro”.
Arriba, el arrastrero “Festeiro”, navegando por la ría de Vigo. Abajo, atracado en el muelle de Bouzas (Vigo).
Terranova, 2010. Un marinero de Camelle (Camariñas), reparando la red en el
“Festeiro”.
<<En “Freiremar”, se contrataban entre la tripulaciónafricanaa marineros senegaleses, marroquíes… pero la dureza de la pesca en Terranova, en aquellos diez años que estuve, era tan brutal, que tan sólo la aguantó un ghanés. Teníamos un patrón de pesca, Perfecto López López, natural de Marín, bastante exigente. Nos decía siempre lo mismo: “Se debería cobrar según se trabaje, no todos por igual”. Los marineros africanos no pasaban de un par de mareas, por unas razones u otras, dejaban el barco. Además del tremendo trabajo, el frío no lo soportaban. Con aquel patrón se trabajaba duro, pero también se pescaba mucho, y por lo tanto se ganaba buen dinero. >>
Redes y arte de la pesca “al arrastre”.
Capturas de la pesca “al arrastre”.
La pesca “al arrastre” es el arte más debatido de todos los existentes en el mundo. Al emplear una red lastrada que barre el fondo del mar, captura todo lo que encuentra a su paso, y se hace tremendamente dañina para los fondos oceánicos. Se lleva por delante cientos de algas, arrecifes y todo tipo de especies de bajo valor para la pesca, esquilmando los fondos marinos de una manera brutal.
Es un problema candente en todas las cumbres medioambientales del planeta. Este método industrial de pesca es cuestionado con enorme dureza. En la mayoría de los países, la pesca “al arrastre” se encuentra regulada en extremo, y prohibida en algunas zonas de los océanos. También la poca selectividad en las capturas es motivo de fuerte polémica. Un porcentaje muy alto del pescado capturado en el “copo” de la red, es devuelto al mar, la mayoría ya muerto.
Escenas de las capturas de la pesca “al arrastre”.
El “Festeiro”, en período de pruebas por la ría de Vigo.
Bouzas, 2020. El “Festeiro”, saliendo de “Astilleros Cardama” con rumbo a Terranova.
Última Libreta de Inscripción Marítima de José Manuel Domínguez Álvarez.
José Manuel Domínguez Álvarez se jubila en abril de 2011. No quiso permanecer en el arrastre ni un minuto más. Ya contaba con las cotizaciones suficientes para su pensión máxima, a pesar de que la armadora no empezó a cotizar por sus marineros como barco congelador hasta 1988.
Último desembarco de José Manuel Domínguez Álvarez: en Vigo, del buque congelador ”Festeiro”, y en 2011.
A estas alturas de su vida, julio de 2021, con sesenta y seis años de edad, Manolo lleva diez felizmente jubilado. Cuando le pregunto por un hipotético regreso al pasado, y un posible inicio de su vida de nuevo, su respuesta sin dudar un instante es breve y tajante:
Si importante es la “largada” de la red en el mar para el inicio del “cerco”, aún lo es más su recogida para que no sufra desperfectos. La red de un atunero suele medir entre 1.600 metros de largo por 240 de ancho. En el grupo de marineros siempre hay dos o tres rederos para reparar pequeñas roturas, pero si el daño es grande, el barco se ve obligado a ir a puerto para resolver la situación, y perder así varios días de pesca.