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Los orígenes
I. Los orígenes
“Ó que non foi quén de facelo de vivo… fíxóo despois de morto… ¡trintanove anos máis tarde do seu pasamento!... e ben morto que estaba… ¡e o fixo!” . En sus últimas voluntades, el tío Rodolfo siempre insistía a los suyos en su firme deseo de que llevaran sus restos a enterrar “na Terra”, en su Galicia natal. Pero en aquellos días de 1980 en los que falleció, la familia no pudo atender los deseos del padre, y consideró que el imponente Panteón Social del “Centro Gallego”, ubicado en el gigantesco cementerio bonaerense de La Chacarita, había de ser un lugar más que adecuado para el reposo de sus restos. El tío Rodolfo siempre anheló regresar a Galicia. Cuando tenía nueve años, sus padres, Felisa Chamochín y Perfecto Prada, hubieron de emigrar a Argentina, y desde entonces, el hijo tan solo dispuso de una fugaz visita siendo muy joven. Luego, ya de adulto, no pasaron de tres sus esporádicas y cortas estancias “na Terra Nosa”, como él -y los galeguistas- la llamaba. Nacido en 1892, en la pequeña aldea ourensana de Os Peares, la ruina que azotó a la familia como consecuencia de un salvaje incendio que destruyó por completo su próspera hospedería y su almacén de venta, los dos rentables medios de vida, dio con todos sus miembros en Buenos Aires, tras
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las tres duras semanas de navegación por el Atlántico, para más tarde recalar en Mendoza, donde contaban con parientes. Corría el 1901. Más de dos millones de gallegos emigraron a América entre la última década del siglo XIX y la primera del XX. Argentina, Uruguay, Venezuela, Cuba, México… se convirtieron en los destinos más habituales para aquella marea de gentes que no encontraban posibilidades en Galicia. ¿Qué se habría llevado el pequeño Rodolfo de su tierra ourensana a tan corta edad? Mucho no podía ser. Tan sólo recuerdos de niño: la escuela de don Roque, sus tiempos de monaguillo con don Servando, los juegos infantiles con los amigos por el monte, los baños en el río, algún viaje desde Barra de Miño a Ourense en “a leiteira”, el cruce del Miño en la barca de David, el barquero… Pero seguro que aquella apasionada galeguidade de la que hizo gala sin descanso a lo largo de su vida, le acompañó siempre grabada a fuego en su alma desde la misma cuna, y por supuesto, sin él advertirlo en su niñez. Volvió a Galicia por primera vez nueve años después, en 1910, cuando sus padres lo mandaron a estudiar a Ourense en el Colegio de los Maristas y en la Academia Villar. Tenía dieciocho años y regresó a Mendoza con casi veinte. En este tiempo cabe suponer que el amor a “Terra Nosa” se hubo de encender de nuevo con tal fuerza, que su galeguismo quedó ya prendido para nunca jamás apagarse. Tras el retorno a Mendoza, con la buena preparación adquirida en Galicia, no tardó demasiado en encontrar un prometedor trabajo en el “Banco
Anglo Hispano-Americano”, en el que permaneció durante diez fructíferos años, alcanzando una notable madurez laboral. En 1918, fue trasladado a la sede central del banco, en Buenos Aires, y nada más llegar, comenzó a participar en las actividades que organizaban los galeguistas de la capital. Y desde entonces hasta hoy mismo, noviembre de 2019, su predicamento político y su infinita labor en pro de “ a Terra”, “da Terra Nosa” decía él con la mirada encendida, todavía perduran con máxima vigencia.
Buenos Aires, 1915. Rodolfo Prada Chamochín, a los veintitrés años. (Archivo de la familia Prada Alliende).
Según las notas de que disponemos, tan solo pudo regresar a Galicia en tres ocasiones más: la primera en 1931, antes de la Guerra Civil; la segunda, en 1948, en plena postguerra; y la tercera,
en 1963, a los sesenta y ocho años de edad, quizás a modo de despedida de la familia y de “a Terra”, y ya con el régimen franquista más próximo a finalizar. La primera, en 1931, visitó Pontevedra para intervenir en la constitución del “Partido Galeguista”, en su condición de presidente del grupo de Buenos Aires, que se quería adherir así con su presencia al nuevo partido. Allí tendría el tío Rodolfo su primer contacto directo con algunos de los grandes intelectuales de Galicia, entre ellos, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. En ese instante, nacería la honda amistad y mutua admiración que se profesaron el resto de sus vidas. En su visita de 1948, parece evidente que el tío Rodolfo cometió una imprudencia que le pudo acarrear graves consecuencias, ya que el régimen franquista, de lleno en la postguerra, campaba a sus anchas por encima de la leyes y de la justicia, y persiguiendo a todo aquel que en el pasado no fuera de sus mismas ideas. Rodolfo Prada pudo haber sido uno de los miles de represaliados del gobierno de Franco. <<Anunciado el viaje desde Buenos Aires -escribíamos en “Tiempos de Mamá Felisa”-, una semana antes de la llegada del tío a Vigo, su hermana Daría recibía la visita de la Policia Secreta franquista para hacerle toda clase de averiguaciones sobre Rodolfo Prada Chamochín. La proximidad que mantenía con los líderes galeguistas exiliados en Buenos Aires, era conocida con todo detalle por los servicios de inteligencia nacionales. Fue poner el pie en suelo español, y encontrarse sometido de
inmediato a una vigilancia permanente e ininterrumpida, que no finalizaría hasta que salió para Argentina desde el Aeropuerto de Barajas. Y eso, a pesar de que su hermana y su cuñado, que alojaban a Rodolfo en su propia casa de la Calle del Progreso, se declararon siempre franquistas incondicionales -paradojas de la vida-, y no planteaban la más mínima duda sobre su lealtad al régimen del dictador. Yo era un niñito de siete años, y aún me acuerdo a la abuela Daría de cómo tenía que informar con puntualidad extrema a la policía de cada uno de los desplazamientos y cambios de domicilio que hacía Rodolfo en su estancia en Galicia. Fue tanta la vigilancia que hubo de sufrir en aquel corto espacio de tiempo -poco más de quince días, que la abuela Daría llegó a hacer cierta amistad con los agentes policiales, a los que convidaba de vez en cuando a tomar algo en casa… con el ruego parejo de que dieran un trato considerado a su hermano. También contaba la abuela, que desde unos días antes de la llegada de Rodolfo, hasta el mismo día de su marcha a Buenos Aires, ella acudía cada mañana a la iglesia de María Auxiliadora a poner una vela a la Virgen, para que desde el cielo tuviera a bien proteger a su hermano, y no dejara que la policía lo detuviera en cualquier momento. En este tiempo, del miedo que tenía, Daría no era capaz de conciliar el sueño. >> Más de uno pensará por qué vengo a recordar esto en la actualidad, que ya no viene a cuento, que sucedió hace muchos años, que son historias finiquitadas… Pero tengo que hacerlo, pues los aconteci-
mientos futuros de los que hablaremos darán para meditar a mucha gente -entre ellos a mí- que no comparte las ideas políticas de la actual derecha dirigente…. heredera en gran manera del franquismo… de aquellos comportamientos que en su día podían haber acabado con el tío Rodolfo sin demasiadas preguntas… Y ahora, muchos años después, al recibir tantos homenajes -deberían ser liderados por el galeguismo, no sabemos si el homenajeado los hubiera aceptado en vida con su total complacencia. Transcurridos quince años desde el viaje anterior, el tío Rodolfo viene de nuevo a “Terra Nosa” en julio de 1963, con más brevedad que la otra vez, y con la amorosa compañía de Manolita, su esposa. El régimen franquista había remitido parcialmente de la tremenda represión de la posguerra, y la democracia se imaginaba más cercana. Aún habría que aguardar doce años más.
Santa. María de Oia (Pontevedra), 1963. Rodolfo Prada Chamochín. (Archivo de la familia Lama Prada).
Un día, paseando con el tío por el puerto de Vigo, atracaba en el muelle un gigantesco trasatlántico lleno de turistas… “De ese mismo muelle salí yo con mis padres para Buenos Aires. Ahora ya no hay emigrantes para llenar esos barcos”, me dijo. Le expliqué algo que él ya debía de saber, que los gallegos seguían emigrando, aunque en la actualidad lo hacían a países de Centroeuropa… “O dicía Castelao -me comentó- que os galegos buscamos o pan onde sexa”. Antes de regresar a Buenos Aires, el tío le confesó a la familia que había encontrado a Galicia con una franca mejoría, y que dejaba sus más fervientes deseos y parabens para que continuase en línea ascendente.
Santa María de Oia (Pontevedra), 1963. Rodolfo Prada y su esposa, Manolita Fraga. (Archivo de la familia Lama Prada).
El 3 de noviembre de 1980, fallecía en Buenos Aires nuestro querido tío-abuelo Rodolfo Prada Chamochín, a la edad de ochenta y ocho años. Murió en el Hospital del “Centro Gallego”, a causa de un paro cardíaco, en la misma sala de espera a la que acudía a la consulta de su médico. A su multitudinario entierro en el cementerio de La Chacarita asistieron muchas autoridades argentinas, la Embajada de España en su totalidad, dirigentes y exdirigentes del “Centro Gallego”, del “Centro Orensano”, del “Centro Lucense”, del de Pontevedra, cientos de gallegos residentes en la capital… y desde Galicia llegaron millares de testimonios de solidaridad y de pésame. Sus restos mortales reposaron en el Panteón Social del “Centro Gallego”, muy cerca del nicho que guardaba el cadáver embalsamado de “seu irmao”, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. En la capilla del Panteón -“con un magnífico retablo en granito gallego del inolvidable escultor Asorey, realizado en su taller de Santiago de Compostela”, según redactaba él mismo en una de sus colaboraciones en la prensa gallega con motivo del histórico entierro de Castelao- se rezaron las últimas plegarias por su alma, en galego por supuesto, y oficiadas por el sacerdote, también gallego, R.P. Villamarín, gran amigo del tío. Las voces de la “Coral del Centro Gallego” le acompañaron en este adiós…
Buenos Aires, Panteón Social Cemeterio de La Chacarita. del “Centro Gallego”, en el
El 5 de noviembre de 1980, el diario “La Prensa” de Buenos Aires publicaba esta nota necrológica del fallecimiento dos día antes de Rodolfo Prada Chamochín, y de su solemne entierro en el Cementerio de La Chacarita.
La prensa española, en este caso el diario “El País”, también recogió el día 6 de noviembre de 1980 el fallecimiento de Rodolfo Prada Chamochín en Buenos Aires.