Revista La Casona Año IV Enero-Marzo 2015 Número 11

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Í NDICE

Consejo del Centro Eugenio Garza Sada A.C. David Garza Lagüera Federico Garza Santos Alicia Navarro Garza Alejandra Rangel Hinojosa Alberto Villarreal Alejandro Camelo • Ernesto Canales Rogelio Sada Director General Francisco Suárez Warden Director Editorial • César Salinas Márquez Jefa de Información Mariana Sánchez Tamez • Jefa de Diseño Karla Treviño • LA CASONA AÑO IV NUM 11 Enero –Marzo 2015 La Casona es una publicación trimestral • Editada por el Centro Eugenio Garza Sada A.C. Calle Cerro del Obispado 603 Colonia Obispado Monterrey Nuevo León, México 64060 T +52 (81) 5980 1000 • www.cegs.mx info@cegs.mx Reserva de Derechos al uso exclusivo • No. 04-­‐2013-­‐032012111400-­‐102. ISNN: 2007-­‐6827. Ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor Responsable de la última actualización de este número: César Salinas Márquez Calle Cerro del Obispado 603, Colonia Obispado Monterrey, Nuevo León, México

CIEN, miembro de la Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privadas…………...……………………… 2 Manuel Gómez Morin y Eugenio Garza

Sada,

una

amistad

indisoluble….…..………………………. 3 Eugenio Garza Sada y su ingreso al MIT en 1910……………………........... 16 Valentín

Rivero:

empresario

pionero en Nuevo León….…….….. 23 De un caballero a otro caballero, Manuel L. Barragán a Don Francisco G. Sada…….………………………….…... 25 Archivo

Histórico

Fundidora

Parque Fundidora.………………….. 27 “Monterrey me pareció una nueva Babilonia”……………………………….. 35

Las opiniones expresadas por los autores, no reflejan necesariamente la postura de la Institución editora ni del editor de la publicación

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CIEN, MIEMBRO DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS PRIVADOS Mariana E. Sánchez Tamez Centro Eugenio Garza Sada msanchez@cegs.mx Desde febrero del 2014, el Centro de Información Empresarial de Nuevo León (CIEN) es miembro de la Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privados A.C. La AMABPAC se constituyó en abril de 1994, con el objeto de promover y difundir el invaluable acervo histórico de México que se conserva en archivos y bibliotecas privados. El 4 de marzo de 2014, personal del CIEN acudió por primera ocasión a una reunión general de la asociación, celebrada en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín AC., ubicado en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, en Ciudad de México. En dicha reunión se presentó formalmente el CIEN ante los miembros de la AMABPAC, entre los que destacan: Archivo Histórico de la Escuela Bancaria y Comercial, Biblioteca Carlos Prieto, Centro de Estudios de Historia de México CARSO y Fomento Cultural Banamex; también asistió a la reunión la directora del Archivo General de la Nación, Mercedes de Vega Armijo.

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MANUEL GÓMEZ MORIN Y EUGENIO GARZA SADA, UNA AMISTAD INDISOLUBLE César A. Salinas Márquez Centro Eugenio Garza Sada csalinas@cegs.mx

Manuel Gómez Morin llamó Generación

de 1915 a los mexicanos nacidos entre el ocaso del Porfiriato y la época posrevolucionaria, quienes para ese año emblemático eran estudiantes o recién egresados. Expuso que si bien estos jóvenes no tenían una ideología única o navegaban bajo una sola bandera, compartían la intención de actuar en beneficio de la sociedad, teniendo “la exigencia interior de hacer algo, y el impulso irreprimible a cumplir una misión”.[1] Para ellos la realidad era evidente: el México en el que habían crecido sus padres y abuelos ya no existía, por lo que tuvieron que proponer nuevas ideas para el país. Fue así como destacaron en distintas trincheras, sin estar necesariamente de acuerdo, y contribuyeron a crear instituciones en los ámbitos público y privado dentro de una nación que transitaba a una época distinta. En este cambio, algunos hombres de la época asumieron grandes responsabilidades desde temprana edad, respondiendo a las problemáticas nacionales con propuestas

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concretas y la creación de instituciones que estimularan el crecimiento económico y el bienestar social. Dos de ellos fueron, sin duda, Manuel Gómez Morin y Eugenio Garza Sada, cuyas vidas se entrelazaron desde su juventud, el primero como abogado, maestro, ministro de gobierno y político, y el segundo como un destacado empresario que impulsó obras educativas, culturales y sociales. Origen y familia Manuel Gómez Morin y Eugenio Garza Sada nacieron en el norte de México durante la misma década, el primero en Batopilas (Chihuahua) el 27 de febrero de 1897, y el segundo en Monterrey (Nuevo León) el 11 de enero de 1892. Ambos tenían ascendencia española y sus familias se habían dedicado al comercio, aunque la del regiomontano comenzó a invertir en la industria y sus caudales eran más 4

significativos.[2] Las familias Morin y Garza se preocuparon especialmente de la educación de sus hijos, por lo que Manuel estuvo en colegios católicos como Progreso y Del Sagrado Corazón, además del Palmore que era sostenido por protestantes, teniendo un acercamiento a las ideas de los jesuitas de la época. Por su parte, Eugenio estuvo en el Colegio San Juan de Saltillo que era dirigido por jesuitas y en el Colegio Hidalgo de Monterrey. Pero no toda su educación fue en escuelas religiosas, pues Gómez Morin continuó su preparación en la Ciudad de México al ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria y a la Escuela de Jurisprudencia, en la que se graduó como abogado en 1919; posteriormente tomó cursos de economía en la Universidad norteamericana de Columbia.[3] Mientras tanto, Garza Sada hizo sus estudios en Estados Unidos, pasando por la Western Military Academy (Alton, Illinois), la Chauncy Hall (Boston) y

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finalmente el Massachsetts Institute of Technology (MIT), en donde se graduó como Ingeniero Civil en 1914. Las familias Gómez Morin y Garza Sada se

distinguieron

por

ser

tradicionalmente católicas, por lo que Manuel y Eugenio fueron practicantes de esta fe en el ámbito privado, es decir, sin fanatismos ostentosos. Sin embargo, sus creencias hicieron que no tuvieran compatibilidad con ideologías como el socialismo y aún menos con el comunismo, y que en su lugar propusieran constantemente la cooperación de clases en lugar de cualquier teoría que estipulara su confrontación. Al respecto, dos momentos clave en la vida de nuestros personajes fueron la participación activa de Eugenio en la manifestación anticomunista de Monterrey el 5 de febrero de 1936,[4] en la que fue arrestado y llevado al campo militar, y la declaración de Manuel en contra de la implementación de la educación socialista en el país debido a su convicción católica, lo cual le trajo muchas críticas en marzo del mismo año.[5] Ambos hombres se casaron en la década de 1920. Manuel contrajo nupcias con Lidia Torres Fuentes en enero de 1924 y tuvo con ella cuatro hijos: Juan Manuel, Gabriela, Mauricio y Margarita;[6] mientras que Eugenio se casó en 1921 con Consuelo Lagüera Zambrano, con quien tuvo ocho hijos: Eugenio, Alejandro, Alicia, Consuelo, Gabriel, Marcelo, David y Manuel.

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Amistad Garza Sada y Gómez Morin fueron grandes amigos. Manuel contaba ya con buena fama como abogado para los años 20, por lo que el empresario Isaac Garza, padre de Eugenio, se acercó a su despacho para contratarlo como consultor en sus negocios por lo menos desde 1924.[7] Tiempo después la asesoría del chihuahuense se volvió más constante, al grado de que lo invitaron a Monterrey a conocer en persona a los directivos de la Cervecería Cuauhtémoc en abril de 1928.[8] Esa fue la primera vez que nuestros personajes tuvieron contacto, y a partir de entonces los directivos del Grupo Garza Sada cruzaron correspondencia con Gómez Morin para ser asesorados; entre ellos destacaron Luis G. Sada, Virgilio Garza Jr., y los hermanos Roberto y Eugenio Garza Sada. Las consultas se volvieron tan cotidianas que en ocasiones el chihuahuense no quería cobrarles y tenía que ser convencido por los regiomontanos de recibir sus honorarios, convirtiéndose en su consejero de cabecera.[9] Al poco tiempo la relación entre Eugenio y Manuel trascendió el ámbito laboral para convertirse en una amistad, tanto que los hijos del empresario recuerdan que su padre a nadie contestaba el teléfono en casa salvo a Gómez Morin, con quien solía charlar largo y tendido. Incluso el abogado y el empresario se hicieron “compadres de bautizo”, y para 1933 las familias Gómez-­‐Garza eran muy cercanas y convivían en algunas vacaciones, días de campo y visitas en las casas de unos y otros.[10] Además, ambos compraron juntos una propiedad en Nuevo León, llamada El Aguacatal, en la que se cosechaba pero también servía para esparcimiento.[11]

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La correspondencia entre Manuel y Eugenio revelan una amistad forjada a través de los años, permitiéndose entre ellos algunas notas de humor (poco común para ambos personajes que eran reconocidamente serios). En marzo de 1936, por ejemplo, el empresario invitó a Gómez Morin a Corpus Christi (Texas) para descansar e ir de pesca, garantizándole que en la última expedición había atrapado sábalos enormes, enviándole como prueba una fotografía donde aparecía Garza Sada sujetando un pescado gigante. El abogado se excusó diciendo que no podría acompañarlos, y desconfiando de la dudosa imagen, les dijo que en la capital podrían retratarse junto a King Kong o caminando sobre un volcán, pero que por lo pronto se conformaría con “verlos en fotografía, pescando ballenas con caña”.[12] 7

Como bien explicaba Gómez Morin, los miembros de la generación de 1915 no siempre estaban de acuerdo, y en muchos casos Manuel y Eugenio discreparon

en

temas

como

la

orientación de la educación superior de México, que el primero sugería que tuviera más apego a las humanidades y el segundo a lo científico, técnico y tecnológico. Por otro lado, en la cuestión empresarial el abogado proponía constantemente modelos organizativos que estaban en boga en el mundo, pero el regiomontano alegaba que no le gustaba tomar medidas radicales, sino emprender los cambios gradualmente tomando en cuenta las circunstancias del país.

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Pese a ello su trato nunca rompió la cordialidad. En enero de 1956, por ejemplo, el empresario le escribió a Gómez Morin: “posiblemente le dé a usted la impresión de ‘contreras’

ya

que

objeto

sin

excepción

todos

los

párrafos

de

su

memorándum”,[13]explicándole su postura sobre las ideas económicas aplicadas en Estados Unidos, a lo que el abogado contestó: “¿qué pasaría en el mundo si no hubiera ‘contreras’”?[14] Casi al final de sus vidas la correspondencia de nuestros personajes se volvió menos extensa porque para la época ya habían cambiado las cartas por las llamadas telefónicas, y teniendo mayor tiempo disponible preferían hablar a viva voz. Muestra clara de esos años menos ajetreados es el artículo que Eugenio envió a Gómez Morin en mayo de 1969, titulado “Los viejitos inservibles” que describe la dificultad que tienen los hombres mayores de 50 años para ser 8

“útiles” a una sociedad que los hace menos por no ser tan jóvenes. Sabiendo que ambos eran personas mayores, Manuel contestó: “Estupendo. Sobre todo para los que sabemos de sobra – por el exceso de años-­‐, el concepto. ¿Y ‘los viejecitos inservibles’ de más de 70? A veces dan sorpresas”. [15] Hombres de transición Tanto Manuel como Eugenio formaron parte de una generación de transición. Nacidos durante el positivismo del Porfiriato, época en la que los suyos habían prosperado en relativa paz, vivieron luego los tiempos convulsos de la Revolución Mexicana en el que les pareció todo desorden y caos. En este período los intereses de ambas familias se

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vieron afectados por las acciones de revolucionarios, pues los partidarios de Venustiano Carranza confiscaron en abril de 1914 la empresa insignia de los Garza Sada (Cervecería Cuauhtémoc), orillándolos a huir a Estados Unidos.[16] Un año antes, en 1913, Manuel Gómez Morin y su madre tuvieron que trasladarse a la Ciudad de México debido al inicio del movimiento constitucionalista, y en 1915 un ataque del ejército de Francisco Villa a Parral, Coahuila, provocó un incendio que disminuyó el patrimonio de esta familia, pues ahí tenían los saldos del negocio que vendieron en Batopilas.[17] Aunque no condenaban sus ideas sociales, Manuel y Eugenio consideraron que la revolución mexicana fue un periodo de desorden y excesos en el que se impuso la violencia. Morin consideraba que el movimiento fue un “turbulento desbordar de apetitos. Venganzas y saqueos; homicidios, robos, violaciones […] un resorte mal ajustado por una disciplina inadecuada”[18], y además consideraba que el gobierno posrevolucionario era corrupto, ineficiente e inmoral. Por su lado, Garza Sada creía que la Revolución no había logrado mucho porque se basó en la violencia y llevó al poder a grupos que no tenían claro qué hacer con el país.[19] Sus propias experiencias de vida les habían hecho pensar que el desorden no generaba más que caos en todos los ámbitos sociales, por lo que era mejor establecer instituciones justas y funcionales antes de permitir nuevas acciones revolucionarias. Ambos creían que la revolución mexicana había creado un grupo político que la tomó como bandera, y que en poco tiempo había demostrado ser corrupto. En opinión de Gómez Morin, las acciones revolucionarias destruyeron la mayoría de las instituciones y prácticas del porfiriato, y lo que el país necesitaba era entrar a una etapa

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constructiva que dotara al país de nuevas estructuras económicas, políticas, sociales y culturales con las que pudiera funcionar dentro de un nuevo contexto histórico.[20] Fue por ello que Eugenio y Manuel participaron en la creación de empresas, organismos intermedios,

instituciones

educativas,

asociaciones civiles y otras instituciones, en lo que Gómez Morin se volvió el ideólogo principal, y Garza Sada el ingeniero que proponía, enriquecía, creaba y hacía operar eficazmente algunas de sus propuestas, o recibía asesoría para los proyectos propios. Aunque Gómez Morin trabajó por su cuenta para el sector público y privado, formando nuevas instituciones estatales y empresariales, también participó en conjunto con Garza Sada en proyectos para mejorar la estructura y manejo de empresas del Grupo Monterrey, como Cervecería Cuauhtémoc y Orión, y otras como Valores Industriales S.A. (VISA)[21] y Hojalata y Lámina S.A. (Hylsa)[22]fueron esbozadas por Gómez Morin. Además, la estancia de Manuel como rector de la UNAM en 1933 permitió que obtuviera gran experiencia en el manejo de una institución de educación superior, por lo que pudo asesorar a Eugenio en la creación y manejo del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), desde antes de su fundación en 1943 y a lo largo de las décadas siguientes.[23] Casi cuarenta años como asesor y amigo de los Garza Sada hicieron que Manuel fuera considerado una pieza indispensable en el esquema de negocios de esta familia, y en sus vidas privadas. Dicha relación perduró hasta el fallecimiento Gómez Morin, quien en julio de 1969 renunció como Consejero del Grupo Monterrey. Conmovido por la noticia, Eugenio le escribió al chihuahuense, a nombre de los consejeros:

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“No podemos aceptar la renuncia de una persona que, como usted señor Licenciado, no sólo ha sido consejero, a cuyo carácter sí podría renunciar, aunque le repetimos tampoco lo aceptamos, sino que además de haber sido nuestro amigo de tanto tiempo, ha sido en realidad parte de la organización que esperamos sea, como hasta ahora, indisoluble”.[24] Sin embargo, la salud del abogado tuvo complicaciones desde 1969 y lo obligaron a disminuir sus actividades.[25] Poco después, don Manuel falleció el 19 de abril de 1972, y don Eugenio culminó su vida al año siguiente, el 17 de septiembre de 1973; ambos terminaron su existencia todavía revisando proyectos. La mística de dos hombres Aunque Manuel era propiamente un intelectual y Eugenio tenía el perfil de ingeniero, ambos eran asiduos lectores, contando en sus hogares con un amplio estudio en el acostumbran pasar horas en leyendo. Las bibliotecas de uno y otro nos hablan de los temas que les interesaban: política mexicana, asuntos económicos, problemáticas sociales contemporáneas, ideologías en boga como el socialismo y el comunismo, postulados de la doctrina social de la Iglesia, pero también otros como jardinería, psicología e historia. El intercambio de libros y artículos entre nuestros personajes fue un asunto constante, con títulos en español e inglés.[26] Cabe destacar que ambos tuvieron una mística muy parecida, profundamente influenciada por los preceptos de la doctrina social cristiana y definida por el convencimiento de un claro sentido de propósito. Practicaron un mismo ideario

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definido por el respeto a la dignidad humana, la lucha por la libertad, la defensa de la propiedad privada, la preocupación social de mejorar la condición de vida de los mexicanos, la orientación a la acción antes que a las palabras, la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, el desapego a los bienes materiales y el cultivo de los bienes espirituales del estudio y la generosidad. Guiados por estas ideas, los miembros de la generación de 1915 heredaron al país un sinnúmero de importantes instituciones, empresas y organismos, algunas de las cuales todavía permanecen en funcionamiento. Si bien algunos de ellos nunca tuvieron contacto o establecieron posturas abiertamente opuestas entre sí, otras vidas se entrelazaron para reunir su talento en el México contemporáneo. Ejemplo claro de ello fue la amistad entre Manuel Gómez Morin y Eugenio Garza Sada, cuyo legado los ha trascendido hasta nuestros días. En pleno siglo XXI, la vida y obra de 12

estos dos hombres continúa siendo una fuente valiosa de ideas y ejemplos aplicables a nuestro país. Conscientes de ello, los familiares de ambos personajes han rescatado los archivos y bibliotecas personales del abogado y el empresario regiomontano, creando asociaciones civiles: el Centro Cultural Manuel Gómez Morin (Ciudad de México) y el Centro Eugenio Garza Sada (Monterrey). Como sus inspiradores, estas instituciones se han vinculado para difundir las ideas de los dos miembros de la generación de 1915. Referencias [1] Gómez Morin, Manuel. 1915. México, D.F.: Editorial planeta, 2002, pp. 19-­‐23.

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[2] Castillo Peraza, Carlos, “Vida y obra de Manuel Gómez Morín”, en Castillo Peraza, Carlos (comp.), Manuel Gómez Morin, constructor de instituciones (antología). México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 7. [3] Ibid., p. 16. [4] Anónimo. Manifestación anticomunista, 5 de febrero de 1936. Aparecen: Manuel L. Barragán, Eugenio Garza Sada y otros. Fototeca del Centro de las Artes, Fondo Pérez-­‐ Maldonado, foto 14482. [5] Carta de Manuel L. Barragán a Manuel Gómez Morin (MGM) sobre las declaraciones de éste último al respecto de su fe católica, Monterrey, 17 de marzo de 1936, Archivo Manuel Gómez Morin (AMGM), Sección Personal, Universidad Nacional, Rectoría, Correspondencia. [6] Castillo Peraza, Op. Cit., p. 15.

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[7] Carta de J. W. Argüello a la Cervecería Cuauhtémoc, 18 de junio de 1924, AMGM, Correspondencia, expediente 356/1235 [8] Carta de MGM a Roberto Garza Sada (RGS) sobre su visita a Cervecería Cuauhtémoc, México, D.F., 11 de abril de 1928, AMGM, Sección Abogado, Asesoría a individuos, serie Roberto Garza Sada. [9] Roberto Garza Sada le escribe a Gómez Morin: “Usted comprende que siendo los abogados tan poco ordenados en manejar sus cobranzas, no tendríamos ninguna libertad de estarle pidiendo a usted constantemente su opinión sobre nuestros negocios y haciéndole consultas como lo hemos venido haciendo hasta hoy”. Carta de RGS a MGM sobre sus honorarios, Monterrey, 10 de octubre de 1940, AMGM, Personal, Correspondencia Roberto Garza Sada, vol. 359, exp. 1240.

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[10] Carta de RGS a MGM sobre asunto familiar, Monterrey, 20 de noviembre de 1933, AMGM, Sección abogado, asesoría a particulares, serie Roberto Garza Sada. [11] Carta de Eugenio Garza Sada (EGS) a MGM sobre propiedad en común, Monterrey, 31 de julio de 1941, AMGM, Sección abogado, Asesoría a individuos, serie Eugenio Garza Sada. [12] Carta de MGM a EGS sobre cancelación de viaje a Corpus, México, D.F., 23 de marzo de 1936, AMGM, Personal, Correspondencia, serie Eugenio Garza Sada. [13] Carta de EGS a MGM en respuesta al memorándum sobre la organización general de las compañías, 7 de enero de 1956, AMGM, sección Personal, Correspondencia, serie Eugenio Garza Sada. [14] Carta de MGM a EGS relativa a la organización general empresarial, 18 de enero de 1956, MGM, sección Personal, Correspondencia, serie Eugenio Garza Sada. [15] Artículo “Los viejecitos”, carta de EGS a MGM, 21 de mayo de 1969, Monterrey, Archivo Eugenio Garza Sada (AEGS), Correspondencia, expediente 22. [16] Flores, Óscar, “Monterrey en la Revolución, 1909-­‐1923”, Monterrey, UDEM, 2010, p. 91. [17] María Gómez explica que la afectación de las rentas de los Gómez Morin se debió a un incendio provocado por el ejército villista, en Gómez Mont, María Teresa, Manuel Gómez Morin, 1915-­‐1939, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 36. Carlos Castillo narra este episodio: “En los primeros años de su vida en la capital, Manuel y su madre padecieron apuros económicos. Por efectos atribuidos al movimiento armado perdieron su renta y Manuel tuvo que trabajar para sostener a su madre”, en Castillo Peraza, Op. Cit., p. 8. [18] Góme Morin, Op. Cit., p. 16.

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[19] Entrevista a José Emilio Amores, Monterrey, 19 de septiembre de 2011. [20] Ibid., p. 11. [21] Proyecto de Escritura constitutiva de Valores Industriales, México, D.F., AMGM, Personal, Correspondencia con Virgilio Garza Jr., vol. 357, exp. 1237. [22] Carta de RGS a MGM sobre la posibilidad de crear una empresa de hojalata, Monterrey, 26 de agosto de 1941, AMGM, Personal, Correspondencia Roberto Garza Sada, vol. 359, exp. 1240. [23] Carta de MGM a Bernardo Elosúa sobre la creación de una nueva universidad, México, D.F., 2 de diciembre de 1941, AMGM, Otras instituciones, Enseñanza e Investigación Superior A.C., expediente 6903. [24] Carta de EGS a MGM sobre la renuncia del abogado al Consejo de las empresas del Grupo Monterrey, Monterrey, 30 de julio de 1969, AEGS, Correspondencia, exp. 130. [25] “Nota biográfica de Manuel Gómez Morin”, en página oficial del Centro Cultural Manuel Gómez Morin. Consultado el 11 de diciembre de 2014. Disponible en http://ccmanuelgomezmorin.org.mx/ccmgm/doctos/1.Biografia.pdf;jsessionid=2CAA 03D588E111BD1F6708E11BD6ABCA. [26] Eugenio Garza Sada envío un artículo sobre escritura maya a Manuel Gómez Morin, mientras que éste le mandó el libro “Enjoyment of Laughter”. Carta de EGS a MGM sobre artículo de escritura maya, Monterrey, 4 de junio de 1935, AMGM, Personal, Correspondencia, serie Eugenio Garza Sada, y Agradecimiento por el envío de libro a MGM, Monterrey, 4 de enero de 1938, AMGM, Personal, Correspondencia, serie Eugenio Garza Sada.

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EUGENIO GARZA SADA Y SU INGRESO A MIT EN 1910 Gabriela Recio Cavazos gabrielarecio@yahoo.com A finales del siglo XIX México se encontraba inmerso en un proceso de cambios y transformaciones económicas. La aparición de mejores medios de comunicación como el ferrocarril y el telégrafo le dio oportunidad a las ciudades de comunicarse con mayor agilidad y menores costos, dando como resultado que el país se desarrollara a niveles no vistos con anterioridad. Igualmente, el sistema financiero comenzó a ofrecer mejores servicios a sus clientes abonando al desarrollo de medios de pagos más atractivos, e incidiendo positivamente en la puesta en marcha de nuevos comercios e industrias. Monterrey, ciudad natal de Eugenio Garza Sada, no se mantuvo ajena a estos cambios, ya que con las nuevas líneas

de

ferrocarril

que

se

construyeron se convirtió en un punto nodal al conectar a la Ciudad de México con el sur de los Estados Unidos; y asimismo enlazar el comercio procedente del Golfo de México con el Pacífico.

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En 1880, al inicio del Porfiriato, México contaba con 963 kilómetros de vías férreas, lo que permitió transportar aproximadamente a un millón de pasajeros y 250 mil toneladas de carga. En cuestión de servicios telegráficos se contaba con 196 oficinas que ofrecían dicho servicio y los mensajes transmitidos fueron aproximadamente 212 mil. La nación no contaba con un sistema financiero desarrollado, ya que solamente un banco el Banco de Londres y México ofrecía servicios financieros. Treinta años más tarde ya existía una red ferroviaria con casi 20 mil kilómetros que transportó aproximadamente cerca de 18 millones de personas y 14 millones de toneladas de carga. Además, 520 oficinas de telégrafos transmitieron 4.8 millones de mensajes y 35 bancos con concesión federal más las sucursales regionales de éstos, abrieron sus puertas. Eugenio Garza Sada nació en Monterrey el 11 de enero de 1892 en una etapa de importantes transformaciones económicas. Su padre, Isaac Garza Garza, formaba parte del círculo de los más importantes empresarios e industriales de la ciudad. Dos años antes del nacimiento de su hijo, junto con José A. Muguerza Crespo, Francisco Sada Gómez y Joseph Schneider, Garza estableció la Cervecería Cuauhtémoc, que llegaría a ser pieza fundamental del desarrollo industrial regiomontano del siglo XX. Además de participar en la fundación de una de las empresas cerveceras más importantes del país, tuvo vínculos relevantes en el desarrollo de otras grandes empresas compañías como se aprecia en el cuadro 1.

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Cuadro 1. Empresas. Compañía Minera Dolores

Compañía Minera Norias de Baján

Compañía Minera el Carmen

Banco Mercantil

Compañía El Barco

Fábrica de Cartón de Monterrey

Compañía Minera del Norte

Compañía Ladrillera Unión

Compañía Tipográfica de Monterrey

Compañía Minera El Porvenir

Empresa Editorial Monterrey

Compañía Minera La Providencia

Compañía Minera La Salvadora

Compañía Minera San Rafael

Compañía Minera Gran Cuadra

Compañía Minera San Francisco de la Soledad

Fábrica de Vidrios y Cristales Monterrey Fuente: Alex M. Saragoza, The Monterrey Elite and the Mexican State, 1880-­‐1910, University of Texas Press, Austin, 1988, Table 6, pp. 44-­‐48.

Al participar de lleno en la pujante industria de Monterrey y tener como referente los modelos industriales de Texas, a Isaac Garza le quedó claro que para que las empresas en Monterrey tuvieran acceso y pudieran implementar la tecnología de punta de los Estados Unidos y Europa, era necesario que las generaciones que en un futuro tomarán las riendas de los negocios regiomontanos, contaran con una formación técnica de alta calidad. En 1910 las opciones de educación superior que existían para los jóvenes mexicanos no eran amplias ni variadas. En una nación con 15 millones de habitantes en donde el 71.3 por ciento de la población vivía predominantemente en localidades con menos de cuatro mil habitantes y en la cual el 72.3 por ciento de la población mayor a 10 años no sabía leer ni escribir, las opciones eran escasas. Si bien, en el estado de Nuevo León

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las cifras eran comparativamente mejores: el 54 por ciento de la población mayor a 10 años era analfabeta. En 1900 la inscripción anual total en las instituciones que ofrecían una carrera profesional en México fue de 9 mil 757 alumnos. En la ciudad de México la oferta fue más variada que en el resto de los estados, al contar con escuelas de Jurisprudencia, Medicina, Ingeniería, Comercio y Administración, Agricultura y Veterinaria, Bellas Artes, Música y Normal para Profesores. Aun cuando la capital contaba con la mejor escuela de ingenieros del país, en el periodo 1895-­‐1908, se matricularon 157 jóvenes en promedio por año y solamente 17 obtuvieron su título cada año. Si bien, para finales del siglo XIX en la ciudad de Monterrey existía una escuela de ingenieros, en 1900 cerró sus puertas ante la falta de estudiantes. Así, las opciones para los jóvenes habitantes de Nuevo León se circunscribían a la Escuela de Jurisprudencia, la Escuela Normal de Profesores, la Escuela Profesional de Señoritas y Curso de Comercio y Ensayes. Ante las necesidades que diariamente se le presentaban a Isaac Garza en el manejo de sus fábricas y debido a la escasez de jóvenes con conocimientos técnicos, se dio a la tarea, desde épocas tempranas, de buscar una preparación técnica de alta calidad para sus hijos. Isaac Garza sabía que para que adquiriesen estos conocimientos debería buscar opciones en instituciones extranjeras, ya que él mismo, con tan solo 12 años, fue enviado a España en donde a los 15 años obtuvo el título de perito mercantil del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Santander en 1869. Isaac envió a sus hijos varones a Saltillo a estudiar la primaria al Colegio San Juan, dirigido por Jesuitas, y en 1906 Eugenio regresó a Monterrey para continuar su

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preparación académica en el Instituto Científico de la Sagrada Familia, conocido como el Colegio Hidalgo. Posteriormente, Eugenio realizó sus estudios de preparatoria en la Western Military Academy en Illinois, Estados Unidos, y en Chauncy Hall en Boston, Massachusetts, asistió a cursos para estar en condiciones de presentar el examen de admisión del Massachsetts Institute of Technology (MIT).

Para poder ser admitido en MIT, en 1910, se debía cumplir con varios requisitos. El examen de admisión consistía en acreditar las siguientes materias: Álgebra, Geometría Plana (Plane Geometry), Geometría Sólida (Solid Geometry), Física, Francés, Alemán, Inglés e Historia. Además, se debía demostrar que el alumno tenía una fuerte preparación en dos de las siguientes optativas: Francés intermedio, Alemán intermedio, Español, Latín, Inglés, Historia, Química, Dibujo mecánico y Artes mecánicas o Biología. También debía comprobar que contaba con experiencia en prácticas de laboratorio, para lo cual se les pedía a los estudiantes que presentasen los cuadernos utilizados en sus prácticas de las materias que cursaron en la preparatoria. A principios del siglo XX la población estudiantil extranjera en MIT era pequeña y aquella proveniente de México mucho menor. En 1910 MIT contaba con mil 506 alumnos de los cuales el 6.8 por ciento provenían del extranjero. Los grupos más numeroso de estudiantes de otros países eran el de China (27%), Canadá (18%) y

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México (9%). Es importante señalar que la mayoría de los jóvenes extranjeros eran aceptados como “alumnos especiales”, esto significaba que cursaban algunas materias que ofrecía el instituto pero no las necesarias para obtener un título. En 1910 solamente dos mexicanos fueron aceptados como estudiantes regulares: Eugenio Garza Sada y Augusto Dario Caballero; y como alumnos especiales: Ignacio L. Corcuera de Guadalajara y Alfonso Cross Lamargue de Matamoros. Cuando Eugenio ingresó a MIT a estudiar Ingeniería Civil ya se encontraba ahí Juan Garza, quien cursaba su tercer año de Ingeniería Mecánica, y Javier G. Sada en su segundo año, abocado a convertirse en ingeniero de Minas y Metalurgia. Tanto Juan como Javier eran oriundos de Monterrey y al menos en 1910 compartieron residencia con Eugenio en 16 St. James Avenue de la Ciudad de Boston. Eugenio ingresó el 28 de septiembre de 1910 a MIT y el 9 de junio de 1914 obtuvo su título de “Bachelor of Science in Civil Engineering”. Junto con Armando González Longoria, originario de Cuba, escribió su tesis titulada “An Experimental Investigation of a Method of Measuring the Velocity of Water in Open Channels by Means of a Moving Vane” que fue presentada en mayo de 1914 al Departamento de Ingeniería Civil como parte de los requisitos necesarios para obtener su título. Además de sus estudios, el joven Eugenio participó en actividades extracurriculares al ser miembro de la Sociedad de Ingenieros Civiles y en 1913 fue electo como representante del Club Latinoamericano.

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Al finalizar sus estudios, Eugenio no pudo regresar a Monterrey, ya que entre 1914 y 1916 la familia Garza Sada estuvo exiliada en el estado de Texas debido a que los ejércitos revolucionarios incautaron la Cervecería Cuauhtémoc, propiedad de la familia. Se desconoce qué actividades realizó en esos años ya que fue hasta 1919 que ingresó a laborar en el Departamento de Estadística de la Cervecería y en 1925 ya era gerente del Departamento de Ventas de la empresa. A lo largo de los años, Eugenio continuó colaborando con MIT, ya que asesoró al departamento de Admisiones sobre posibles candidatos que contasen con la preparación para llevar a buen término sus estudios. Es por ello que de 1949 a 1954 fue designado secretario honorario de dicha institución.

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VALENTÍN RIVERO: EMPRESARIO PIONERO EN NUEVO LEÓN César Salinas Márquez Centro Eugenio Garza Sada csalinas@cegs.mx Valentín Rivero Álvarez fue un comerciante y empresario, quien tuvo importantes negocios en Nuevo León durante el siglo XIX. Nació el 14 de febrero de 1817 en Gijón, Asturias (España) pero arribó a Monterrey desde muy joven. En esta ciudad comenzó a trabajar para el comerciante español Francisco de la Penilla, haciendo gala de la educación mercantil que recibió en el Puerto de Burdeos, uno de los más activos del mundo. Después de años de arduo trabajo, Rivero reunió su propio capital, y en 1843 fundó la casa comercial Valentín Rivero e Hijos Sucesores. En 1845, el comerciante se casó en Tampico con Octavia Gajá, con quien tuvo 11 hijos: María Higinia, José Valentín, María Modesta, José María, Víctor, Manuel G., Juan Bautista, Ramón, Eugenio Antonio, María Antonia Eusebia y María de los Ángeles. Como

otros

Monterrey,

empresarios

Valentín

impulsó

en la

educación profesional de sus hijos. El futuro de la industria dependía del buen manejo técnico y gerencial de los capitanes de empresa. Tres de sus

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hijos estudiaron en Europa, Valentín (París), Manuel (Londres) y José (Viena). Al regresar a Monterrey, ellos se encargaron de los negocios de su padre. Después de su éxito como comerciante, Rivero decidió invertir su capital en la industria, siendo pionero al fundar las primeras fábricas textiles de Nuevo León: La Fama (1854) y El Porvenir (1871). La Fábrica de Hilados y Tejidos el Porvenir se instaló en el municipio de Santiago, Nuevo León, y según el educador Pablo Livas, fue la primera industria nuevoleonesa que funcionó con electricidad y tuvo la primera línea telefónica. Gregorio Zambrano y su familia fueron socios importantes de la fábrica El Porvenir, hasta que en 1879 don Valentín les compró sus acciones. Rivero realizó otras adquisiciones, como la fábrica de almidón El Hércules (1891) y Los Molinos de Jesús María (1896), completando así su esquema de negocios. Valentín Rivero murió el 29 de julio de 1897, dejando un legado empresarial que continuaron sus hijos, en especial Valentín Rivero Gajá. La Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey conserva el Archivo Personal de Valentín Rivero, y el Centro de Información Empresarial (CIEN) conserva documentos, imágenes y otros materiales relacionados a sus actividades empresariales.

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DE UN CABALLERO A OTRO CABALLERO, MANUEL L. BARRAGÁN A DON FRANCISCO G. SADA [Don Manuel L. Barragán, el regiomontano ilustre, escribía entonces estas palabras a otro ilustre nuevoleonés ya desaparecido, don Francisco G. Sada, alma maestra de la Cervecería que ya para entonces -­‐1940-­‐ era punto generador de la grandeza regiomontana. Estas fueron sus líneas]. Veinticinco años antes de que hubiera Legislación Federal sobre el trabajo en México; es decir, veinticinco años antes de que funcionaran agrupaciones sindicales en nuestro país, de que existieran escalafones y de que se registran presiones gremiales, tuve la fortuna – porque es una gran fortuna encontrar una genuina escuela de trabajo-­‐ de principal a prestar mis servicios bajo las ordenes de don Francisco G. Sada, llegando a ocupar, palmo a palmo, desde jornalero, los puestos de Mensajero, de Taquígrafo, de Corresponsal, de Secretario Provisional del Gerente y por último, de Jefe del Departamento de Publicidad de la empresa que regenteaba. Veinticinco años antes de que hubiera Legislación Federal sobre el Trabajo en México, don Francisco G. Sada costeó, primero, los estudios comerciales locales y más tarde, los cursos por correspondencia que hicieron posible mis constantes ascensos, desde jornalero hasta la Jefatura de uno de los Departamentos más dinámicos, más costosos y mas importantes de la Cervecería Cuauhtémoc, S.A. Al cumplir ésta cincuenta años de vida bajo la dirección infatigablemente personal de don Francisco G. Sada, pecaría yo de ingrato, si no recordara con tal motivo, lleno

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de gratitud y lleno también de admiración y de cariño, a este auténtico capitán de industria que ha hecho de sus vida una cátedra viviente de perseverancia, de serenidad, de energía y de trabajo, y que, con su ejemplo, ha contribuido eficazmente a poblar de chimeneas el solar nativo y otras muchas regiones de la patria, como símbolos del México que progresa, que se civiliza, que se afana y que se eleva hacia las cumbres. Manuel L. Barragán

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ARCHIVO HISTÓRICO FUNDIDORA PARQUE FUNDIDORA, O.P.D.

Alberto Casillas Archivo Histórico Fundidora alberthlewis@gmail.com

La conformación del Archivo Histórico Fundidora surge a partir de la iniciativa e intereses del Parque Fundidora y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, quienes se dieron a la tarea de rescatar la documentación histórica que generó la extinta Fundidora Monterrey, S.A., declarada en quiebra el 9 de mayo de 1986. El rescate documental inició en agosto de 1990 y fue realizado por un grupo de estudiantes del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras bajo la supervisión de Banobras, institución encargada de la liquidación del personal de Fundidora Monterrey, S.A. La recolección documental se llevó a cabo en el plazo de un año (Agosto 1990-­‐Agosto 1991) en empresas filiales que pertenecieron a la extinta acerera, como: Internacional de Aceros, Aceros Planos,

Dravo

de

México

y

Centro

de

Procesamiento de Información. Finalmente, el origen del Archivo Histórico Fundidora (AHF) se realizó en base a la cesión en comodato de la documentación histórica por parte del Archivo General de la Nación el 6 de mayo de 1991.

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En un principio el espacio físico destinado como depósito para este importante acervo, fue el sótano del edificio conocido como Oficinas Generales, interior de Parque Fundidora. Actualmente se ubica desde el 2006 en tres espacios de la antigua Escuela “Adolfo Prieto”, interior de Parque Fundidora. A mediados de 2010 se efectuó un convenio colaboración entre la Fototeca Nuevo León y el Parque Fundidora para digitalizar

el

acervo

fotográfico

compuesto por poco más de 44 mil imágenes entre positivos y negativos, los cuales pueden ser consultados a través del portal de Conarte. Por otro lado, en 2013 se solicitó al Archivo General del Estado de Nuevo León su apoyo para el proyecto de digitalizar parte del Archivo de Fundidora Monterrey, consistente en planos, documentos, libros y periódicos en coordinación con personal de Parque Fundidora y la Escuela “Adolfo Prieto” a través del Centro de las Artes, quien ha proporcionado el espacio físico para dicho. Realizar los trabajos de valoración y selección documental del acervo. 1. Conocer plenamente al sujeto histórico, la naturaleza de sus actividades, componentes y operaciones. 2. Conocer el contenido del acervo, es decir, las series documentales y las actividades a que corresponden cada uno. 3. Promover el mejoramiento de los servicios archivísticos de la extinta Fundidora Monterrey.

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4. Realizar los trabajos de investigación y selección documental, así como asesorar en esta materia a investigadores, estudiantes y personal que labora en Parque Fundidora. 5. Difundir por cualquier medio de comunicación, el Archivo Histórico Fundidora, logrando con ello, un acercamiento entre dicha dependencia y los estudiantes e investigadores. ¿Qué podemos encontrar en el Archivo Histórico Fundidora? La información documental más frecuentada por los usuarios del Archivo Histórico Fundidora es la correspondiente a las publicaciones internas de la empresa, las cuales tienen un desarrollo interesante. De 1925 a 1931 la Sociedad Recreativa Acero editó una revista llamada Colectividad. En ésta se escribía sobre temas de interés general como salud, seguridad, autoestima, poesía, historia, crónicas sociales y también sobre siderurgia. Las fotografías de la época impresas en esta revista, el estilo de redacción y hasta las viñetas nos muestran un tiempo muy distante, lleno de alegría, respeto y esperanza. El consentido de los impresos de Fundidora Monterrey, indudablemente es el Anuario Previsión y Seguridad, anunciado como “almanaque anual para el taller, el hogar y el campo mexicanos”. La Fundidora Monterrey y en especial don Adolfo Prieto, siempre se preocuparon por la difusión de la cultura de prevención de accidentes entre los trabajadores de Fundidora.

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Es por ello que durante la década de los años 30, a don Manuel L. Barragán se le encomienda reorganizar la Sociedad Cooperativa Acero. Ésta impartía servicios básicos a bajo costo y además contaba con una revista semanal para la prevención de accidentes conocida como CYPSA, que se distribuía gratuitamente entre obreros y empleados. Posteriormente don Manuel decide cambiarla por el “Almanaque de Previsión y Seguridad” editado por él mismo y distribuido por todo el país y el extranjero cada año, desde 1937 hasta 1969. Durante este mismo tiempo se editaba el periódico “Preví” (1945-­‐1964), una publicación interna de la Compañía Fundidora que trataba asuntos sociales, culturales, deportivos y sobre el personal de la compañía y sus familiares. Periódicos de los que se cuentan con menos volúmenes, pero que igual reflejan los intereses de los obreros de Fundidora Monterrey son: el “Difundidor” (1978-­‐1985), “Sidermex” (1980-­‐1982) y “Noticreto” (1982-­‐1983). Otro

rubro

muy

importante

para

la

investigación social es el área de la Fototeca que cuenta con más de 35 mil fotografías históricas entre positivos y negativos, sobre la vida industrial, social, educativa, cultural y deportiva de la Compañía Fundidora a lo largo de sus 86 años de existencia, como empresa privada y paraestatal. En este acervo iconográfico se encuentran fotografías firmadas por autores como Guillermo Kahlo, Refugio Z. García, Manuel N. Cantú, B. López, Eugenio Espino Barros, Lauro Leal, Federico Espinosa, entre otros. Así como imágenes anónimas relativas al cierre de la empresa acerera, como lo son el desmantelamiento de Fundidora Monterrey y los inicios del Parque Fundidora que abarca hasta la década de los 90’s.

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Las imágenes con que cuenta la Fototeca van desde funcionarios de la empresa, visitas a Fundidora, obreros, Escuelas “Adolfo Prieto”, deportes, talleres y departamentos de la empresa, minas, etcétera, Y se divide en seis fondos generales que son: •

Dirección

Relaciones Públicas

Relaciones Laborales

Prestaciones y Servicios

Producción

Grupo Fundidora

El área documental de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey comprende los años de 1924 a 1986. Su clasificación está condicionada al proceso productivo de la empresa, quedando de la siguiente forma: Dirección General AHF 1. Ampliaciones y Mejoras. 2. Consejo de Administración. 3. Jurídico Legal (Contratos, Convenios Inconformidades). 4. Correspondencia. 5. Eximbank.

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6. ILAFA (Instituto Latinoamericano del Fierro y Acero). 7. Planes de Expansión. 8. Informes y Publicaciones de Dirección General. 9. Prestación Social (Esc. Adolfo Prieto, Fracc. Buenos Aires y Cooperativa Acero). Administración AHF 1. Contabilidad. 2. Nacional Financiera. Relaciones Industriales AHF 1. Capacitación y Adiestramiento. 32

2. IMSS. 3. Cuadros Organizacionales. 4. Seguridad y Accidentes. Empresas Filiales AHF 1. Agua Industrial. 2. Fábrica de Ladrillos Industriales FLIR. 3. Gas Industrial. 4. Hierro y Acero del Norte. 5. Tubacero.

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6. COPSA. 7. Tubería Nacional. Producción AHF 1. Minas. 2. Hornos Altos. 3. Aceración. 4. Laminación Otro importante acervo es la planoteca, conformada por más de 20,000 planos de diferentes medidas y características que se pueden apreciar en el material de que están hechos, por ejemplo: los planos de lino y tinta, los de papel herculene, albanene y calca para finalmente terminar con los numerosas planos de copias heliográficas en papel bond. El registro documental de este acervo está comprendido entre los años de 1900 a 1980. Por el momento, el Archivo Histórico Fundidora ubicado en el inmueble denominado “Escuelas Adolfo Prieto” solo puede ser consultado físicamente en su aspecto documental, previa cita y digitalmente en su fondo iconográfico dentro del portal electrónico de la Fototeca Nuevo León, sección “acervos”. El horario es de lunes a viernes de 9:00 a.m. a 3:00 p.m. previa cita y con un oficio institucional para ingresar al acervo. La persona responsable del acervo es el Lic. Alberto Casillas Hernández.

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Fondo Guillermo Kahlo Las fotografías que Guillermo Kahlo tomó sobre la Cía. Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey en la primera década del siglo XX refleja la tecnología de la época y las actividades industriales que realizaban los técnicos extranjeros y sus aprendices: los mexicanos. Gracias a las imágenes, podemos interpretar las condiciones sociales, laborales y tecnológicas que nos permitirán producir nuevos trabajos historiográficos, empleando las fuentes escritas y orales que se apoyan en las fotografías. El fotógrafo más que captar con su lente un acontecimiento importante, enfoca sin saber, una determinada realidad que enmarca a los actores sociales de la producción. Lo que permite a la fotografía aportar una historia social y, a la vez, una historia de la tecnología industrial de la época. Fondo Eugenio Espino Barros 34

En 1930 se instala en Monterrey, en esta década tuvo su primer contacto con la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, S.A., la cual habría de fotografiarla durante más de 20 años. Su colección fotográfica se caracteriza por la amplia recopilación cronológica de las obras de ampliación y expansión de la acerera regiomontana desde mediados de la década de los 30’s hasta 1948, así como el primer y segundo plan de expansión y modernizada que la Compañía Fundidora realizó durante los años de 1958 a 1968.

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MONTERREY ME PARECIÓ UNA NUEVA BABILONIA César A. Salinas Márquez Centro Eugenio Garza Sada csalinas@cegs.mx Las personas acostumbran tener un concepto específico de su entorno y de los lugares que visitan. Cada espacio físico se asocia no solamente a lo que se percibe con los sentidos (lo que se ve, se escucha, etc.), sino con la interpretación y el significado que se le da según el contexto histórico, político, social, cultural y económico del observante y del objeto observado. La mayoría de las percepciones individuales son socializadas, es decir, compartidas con otras personas a través de pláticas o crónicas escritas. Con el tiempo, los paisajes que son coincidentes en más de un individuo se generalizan, formando parte de la identidad de una sociedad. En el caso de Monterrey, a partir de 1880 el territorio adquirió una imagen urbana esencialmente ligada a la industria. La instalación de fábricas en el territorio cambió la apariencia del espacio, provocando que la sociedad se viera imbuida en una dinámica de crecimiento, la cual fue interpretada con discursos de orgullo local. A continuación exponemos algunos extractos escritos por viajeros e intelectuales que contribuyeron a crear y difundir este paisaje industrial de Monterrey.

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Enrique Gorostieta, 1896 [1] [L]os primitivos pobladores cambiaron pronto la espada por la reja; el hierro que mata por el hierro que fecunda y se dedicaron tranquilamente, aunando sus esfuerzos, a la producción de la riqueza […]. Aquí donde no existen almenadas torres ni góticos castillos, sino ingenios, talleres y fábricas. ¿Por qué, pues, el pueblo que hace tres siglos era menos numeroso que una de sus escuelas de ahora, no ha de llegar en su día al apogeo de poder y de gloria que ofrecen su carácter y sus antecedentes? Nemesio García Naranjo, 1897 [2] Me pareció que las chimeneas eran incontables, y la fantasía amplificó el cuadro que tenía ante mis ojos. Y Monterrey me pareció una nueva Babilonia. Adolfo Dollero, 1910 [3] En Monterrey por lo general todos visten de una manera decente: el obrero y el artesano demuestran bienestar y tienen un aspecto de dignidad y de decoro personal, dignos de nota […], el obrero de Monterrey no solo viste mejor, sino que se alimenta mejor, se emborracha rarísimas veces, y sabe cumplir con sus deberes y con las obligaciones que contrae. Ricardo Arenales, 1919 [4] ¡Qué desear para ti, gran ciudad, sino que te descubras a ti misma, y te levantes aún más que tus desnudas montañas, y te hagas universal, y te hagas eterna! Tus ojos pueden desgarrar la neblina del tiempo. Es hora […]. Siempre adelante, fuerza viva, milagro de claridad, atalaya del alma latina, que resistir puedes las más duras borrascas del Norte. ¡Oh, mi ciudad-­‐símbolo!

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Ricardo Elizondo, 1930 [5] Económicamente Monterrey era sólido, su imagen nacional de pujanza, pero íntimamente seguía siendo provincia feliz de suaves noches. Pueblo grandote, achaparrado, de calles estrechas y zonas de comercio donde todo había y de todo se encontraba, como en bazar. A mediados de esa decena un aire de bonanza se siente en la ciudad. Viejas áreas suburbanas son las nuevas áreas habitacionales. El usado cordón paralelo de hierro-­‐tranvía de mulas, es arrancado junto con las baldosas negras en las canteras del Topo Grande, en su lugar el concreto y el asfalto uniformaron las calles. Monterrey creció y se subió a las lomas del sur y derramó caseríos, negocios y empresas por las llanuras del norte. Y en un universo de productos de fluir constante, como el tiempo, como el palpitar del corazón, surgen el cemento y el ladrillo y la pintura, y tubos y harinas y telas, vidrios, peltres y focos. La ciudad se convirtió en máquina certera, la ciudad jamás se detendría. 37 Graham Green, 1930 [6] Llegar a Monterrey era como regresar instantáneamente a Texas, del otro lado de la frontera […]. El hotel era norteamericano, las habitaciones eran norteamericanas; uno se sentía menos extranjero que en San Antonio. Era una ciudad de lujo, preparada para recibir a los norteamericanos que se dirigen a la ciudad de México. Robert Hugh, 1949 [7] Monterrey es muy similar a una ciudad americana, de hecho en todo el trayecto por esta espléndida carretera el camión era el único toque realmente mexicano, parecíamos estar en los Estados Unidos. Nuestro hotel en Monterrey no podía haber sido más lujoso, y podía haber estado en Nueva York, y la misma sensación tenía de sus calles. Su bullicio y movimiento eran completamente extranjeros a los de México, el verdadero México del sur.

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Kirk Marett, 1942 [8] Monterrey es en importancia el segundo centro industrial de México, y fuera de aquí en la pare alta y baja están muy bien enterados de esto. El chofer del primer taxi que tomamos no perdió tiempo en decirnos –en inglés americano-­‐ la cantidad de fábricas que existían en este Birmingham mexicano y cuán pronto Monterrey sería la ciudad más importante de la República. Monterrey zumbaba como una colmena gigantesca bajo la presión de su frenética industria. Alfonso Reyes, 1942 [9] El regiomontano, cuando no es hombre de saber, es hombre de sabiduría. Sin asomo de burla pudiera afirmarse que es un héroe en mangas de camisa, un paladín en blusa de obrero, un filósofo sin saberlo, un gran mexicano sin posturas estudiadas para el monumento, y hasta creo que un hombre feliz. 38

Mauricio Magdaleno, 1943 [10] Los hijos de Monterrey reconocen un culto que es el único, en la historia, que cifra jerarquía perdurable: el del trabajo. México todo, por sus cuatro rumbos cardinales, tiene en Monterrey ejemplo saludable, Monterrey es el conglomerado humano que prueba más eficazmente la realidad de las virtudes del mexicano. Ciudades como Monterrey, serán las que en el futuro resuelvan sin asperezas los complicados capítulos del problema social de nuestros días, porque la riqueza fundada en el trabajo es bien de todos. Enorgullece el ejemplo de Monterrey, por tratarse de gente de la más pura cepa mexicana. No podrá decir ningún desencantado que el mexicano es inepto para crear civilización, industria y tesón disciplinado, porque allí está Monterrey para demostrarlo […]. Frecuentemente el zafio se refiere a Monterrey como a un lugar donde lo mexicano ha extinguido el calor de su tradición. Los puristas de la miseria, el

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pulque y la mugre, se figuran que allí donde reinan la limpieza, la prosperidad, el trabajo y la disciplina, se han perdido esenciales acentos nacionales. José Vasconcelos, 1943 [11] En primer lugar, Monterrey es México, muy mexicano, sólo que no es mexicano a la antigua; por encima de la casta del usurero que va a la iglesia y esconde el capital procedente de explotar el latifundio. Monterrey es mexicano en el grado en que México se está haciendo pueblo moderno y próspero. ¡Grado bien reducido el de nuestro desarrollo, pero al fin, es Monterrey la ciudad que representa con más realidad ese tipo limitado de nuestro progreso industrial! […]. Dentro de nuestro territorio, es Monterrey el ejemplo de nuestra capacidad de consumar el tránsito de la agricultura feudal a la industrialización. De suerte que es el perfil del México futuro lo que se está conformando en Monterrey. Hasta la fecha ha sido el sur de México el productor del talento nacional en artistas, escritores y profesionales […]. De suerte que pronto veremos en la República no sólo el espíritu de empresa; también el talento para las artes, las profesiones, se manifestará en Monterrey. Monterrey, que antiguamente no llegaba ni a provincia, disfruta, en cambio, del brío de la novedad y la creación […]. Se ha hecho solo, se ha hecho pronto. ¡Con vigor que no esconde cierta barbarie y que por eso mismo promete darnos algo que no sea repetición, sino creación y renovación de lo mexicano! Raúl Roa, 1955 [12] En los suburbios, el humo de las fábricas – “incienso del trabajo”-­‐ ascendía en morosos arabescos. Dos cerros grisáceos, el de la Silla y el de la Mitra, empinados contrafuertes de la Sierra Madre, montaban la centinela en el abra estrecha del inmenso valle. La gente de Monterrey […] no obstante su sutil tristeza, es, por lo común, enteriza, locuaz y expansiva. Si la montaña inhibe, encaracola y confina, el desierto es como el mar: incita a salirse de sí y a volcarse al mundo.

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Raúl Rangel Frías, 1946 [13] Nada más mexicano que el ranchero de la frontera, cuyo tipo físico y psicológico quedó sellado en el siglo XIX. Se asemeja, aunque menos vistoso, al charro del Bajío; la pobreza de su indumentaria se realza con la talla vigorosa y flexible del jinete; su coraje y nobleza están influidos del trato con el ganado; es sobrio como la tierra y ha acomodado su vida a los riesgos de la escaramuza con el salvaje, los bandoleros o los fiscales, que acechan el botín, asaltan la diligencia o celan el contrabando. José Alvarado, 1956 [14] Monterrey es ahora una ciudad adolescente. Ha dejado, por ventura, de ser aquella niña, un poco asustada, engreída con sus juguetes desproporcionados […]. Ahora, como adolescente, sueña […]. Un grupo de muchachos puros, rebeldes y desesperados, con el difícil pecado de la inteligencia a cuestas, combaten con la lealtad, el provincialismo y la torpeza […] y todo un racimo de muchachas florece cada noche, cada tarde, en todos los jardines de Monterrey. Adolescente ciudad a quien brillan las pupilas, resplandece un busto fragante y ondula al viento su cabellera de acero, vidrio y crítica; despierta a todos los temblores del mundo y con un alma mexicanísima frente al viejo Cerro de la Silla, que sigue dando su imponderable lección de sobriedad […] ¿Por qué algunos regiomontanos de la época niña de la ciudad no habrán aprendido esa lección del Cerro, severo, grande, bello y sobrio? Mariano Salas Picón, 1949 [15] Las miles seiscientas fábricas y talleres de Monterrey, el tesón de sus gentes y el orgullo con que cuentan la aventura que ganaron al desierto, me parecen uno de los signos más optimistas de México.

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Manuel González Gómez, 1955 [16] Y es esta nuestra característica distintiva. El regiomontano se enfrente a la vida con un temple de ánimo actual, ve los problemas, sean del orden que se quiera, desde un punto de vista contemporáneo. Es en esto profundamente distinto al resto de las provincias mexicanas, que parecen deslizarse ensoñadoramente por la existencia vuelta la cara hacia usos y costumbres del siglo pasado. Lo anterior, unido a nuestra ahora insignificante participación en la vida nacional, parece destinar a Monterrey a dar una nueva y vigorosa expresión de lo mexicano. Guillermo Díaz-­‐Paja, 1956 [17] Le estimulaba, además, la voz popular de ser Monterrey “la Barcelona de México”. Tienen, en efecto, los hombres de esta ciudad el favor de una fama de industriosos y el disfavor de una leyenda de tacaños. Lo cierto es que se les considera como los habitantes de mayor cultura, seriedad y eficiencia de toda la República. Jack Kerouac, 1957 [18] Entrar en Monterrey era como entrar en Detroit. Se avanzaba entre los grandes largos muros de las fábricas. Pero el ambiente era distinto: se veían burros al sol sobre la hierba y extensos barrios de casas de adobe, con miles de ociosos en las puertas […], extraños comercios donde se podía vender cualquier cosa y aceras atestadas por una humanidad que recordaba a Hongkong. Georges Londeix, 1964 [19] La ciudad crecía, avenidas de ocho carriles se abrían entre los barrios pobres, y estos seguían sin calles; nacían nuevas fábricas; ciudades residenciales se creaban de golpe […]. La ciudad se extendía como el miedo, por ondas insensibles y amenazantes, en todas direcciones”.

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Referencias. [1] Enrique Gorostieta, “El tercer centenario de la fundación de Monterrey”, 1896. [2] Nemesio García Naranjo, “Imagen de Monterrey en 1897”. [3] Adolfo Dollero, “Visión de Monterrey en 1910”. [4] Ricardo Arenales, “Elogio de la ciudad, 1919”. [5] Ricardo Elizondo Elizondo, “Monterrey, 1930”. [6] Graham Green, “Caminos sin ley, años 30”. [7] Robert Hugh, “Un testigo ocular en México, 1949”. [8] Kirk Marett, “Un testigo ocular en México, 1949”. [9] Alfonso Reyes, “Los regiomontanos, 1942”. [10] Mauricio Magdaleno, “Monterrey, 1943”. [11] José Vasconcelos, “Monterrey Promesa, 1943”. [12] Raúl Roa, “Jardín en la estepa, 1955”. [13] Raúl Rangel Frías, “Teoría de Monterrey, 1946”. [14] José Alvarado, “Monterrey, Ciudad adolescente, 1956”. [15] Mariano Picón Salas, “Una ciudad en la estepa, 1949”. [16] Manuel Morales Gómez, “Nuestra Encrucijada, 1955”. [17] Guillermo Díaz-­‐Plaja, “Alcance a Monterrey, 1956”. [18] Jack Kerouac, “En el camino, 1957”. [19] Georges Londeix, “La disgrace, 1964”.

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