Febrero 2014 Número 06
Fuera de campo Derivas del espectador cinematográfico
Erick Beltrán, Rodrigo Fresán, José Luis Guerin, Javier Pérez Andújar, Sergi Puyol, Iván Pintor Iranzo, Sergi Sánchez…
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la central / febrero 2014
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El desierto está creciendo
Índice Literatura Cómic Dossier Ensayo Arte y Artes escénicas Infantil y juvenil Inclasificados
Créditos Editor Ediciones de La Central, 2014 Coordina Fani Manresa Núria Solsona
«El desierto está creciendo. ¡Ay del que alberga desiertos!», sentenció Nietzsche. Y Hannah Arendt añadió: «Lo más peligroso es permitir que el desierto invada el oasis». «El totalitarismo» –observó– «es como una tormenta de arena generalizada y persistente que no admite la existencia del oasis». En la futilidad de nuestra vida tardomoderna, las ráfagas de arena golpean con fuerza destructiva los límites del oasis, ese espacio en el que se refugia el pensamiento, lugar último para lo íntimo y lo sensible. La aceleración progresiva del mundo, la fascinación por la tecnología y la sobreabundancia de información, la mercantilización de cada fragmento de nuestras vidas, la generalización de los valores más cínicos y brutales como los únicos posibles, son todas transformaciones cuyos efectos observamos a veces no sin fascinación; pero, sobre todo, son las modalidades de esa especie de «totalitarismo suave» que poco a poco se ha ido imponiendo.
Sergi Puyol
Por eso la lectura y el libro son tan necesarios. Testimonian un mundo que viene de lejos; nos permiten mantener a raya los envites de lo efímero y lo insignificante. Leer es sobre todo un gesto de resistencia. Puede pensarse que la lectura, sea de un texto o de una imagen, representa el grado máximo de la pasividad: la mente en blanco del voyeur mudo y prisionero que contempla cómo se despliega ante sus ojos la obra producida por otro. Pero nada más lejos de la verdad: el lector y el espectador son ante todo creadores, viajeros que metamorfosean la obra leída, cazadores furtivos que despiezan y recomponen el texto en un bricolaje efímero de resultados únicos e imprevisibles. En este número hemos querido aproximarnos a unas figuras, el lector y el espectador, que dan cuenta de nuestra propia condición; comprenderlas mejor tal vez nos ayude en la urgente tarea de encontrar una vía para la resistencia creativa.
Por lo demás, se suele observar que también nuestro mundo libresco sufre de hipertrofia y sobreabundancia. Es lugar común quejarse de las demasiadas novedades. Pero no lo haremos nosotros: ¡con qué avidez nos sumergimos en los catálogos y folletos que anuncian las nuevas publicaciones! Nunca nos parecen suficientes, nada nos produce mayor satisfacción que descubrir un autor hasta ahora desconocido y ¡con cuánta ansiedad leemos la contraportada del último libro de aquel autor cuya obra anterior tanto nos gustó!; desechamos y descartamos sin piedad, despejamos las arenas invasoras de lo banal y lo apresurado, buscamos las palabras pulidas y repulidas con esmero y los libros editados con oficio. Así es el «mal de los libreros». En realidad nos consideramos unos privilegiados y, con Borges, nos sentimos orgullosos no de los libros que hemos escrito, sino de aquellos que podemos recomendar de lector a lector.
Redacción Ramón Andrés Sílvia Aymí Alberto Berzosa Lucía Boned Neus Botellé Ignacio Caballero Jesús Casals Álex Cerrudo Ana Cibeira Luis de Dios Joan Flores Marta Hereu Noemí Jiménez Elena Martín Marc Navarro Elisabeth Massana Cristina Pérez Mireia Pérez Meritxell Ral Antonio Ramírez Marta Ramoneda i Molins Susana Sánchez Armando Sousa Mireya Valencia
Diseño gráfico Hermanos Berenguer Impresión Rotimprés D.L: B.7077-2014
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John Dos Passos Iniciación de un hombre: 1917 Gallo Nero, 2014 pvp: 16 €
literatura
La Gran Guerra Un réquiem
Jean Rouaud Los campos del honor Anagrama, 2014 pvp: 14.90 €
Gaziel De París a Monastir Libros del Asteroide, 2014 pvp: 17.95 €
David Vogel Una novela vienesa Minúscula, 2014 pvp: 22 €
propuesta
Introitus. En 1914, Europa vivía una muy buena época cultural y social gracias a los largos años de paz. Las últi mas guerras se habían librado lejos de las fronteras y habían pasado casi desapercibidas para los ciudanos de a pie. El Imperio austrohúngaro destilaba arte y literatura a ritmo de vals; las noches vienesas eran de teatro, música y fiesta; Francia era el centro de las vanguardias artísticas. Parecía imposible que algo acabara con todo eso. Un paraíso estable que queda plasmado en obras como La marcha Radetzky de Joseph Roth, en la que la familia Trotta nos muestra con gran melancolía el auge y caída de su Imperio; o El mundo de ayer, en el que Stefan Zweig nos cuenta su bonita juventud truncada por la guerra. Dies Irae. Pero un punto conflictivo en los Balcanes dio un pistoletazo al heredero al trono austrohúngaro, Francisco Fernando, y a su mujer, el 28 de junio de 1914. Al mes, Europa estaba en guerra. Ese verano fue especialmente apacible y lo que vino después fue el infierno en la tierra. Pensaron
que iba a ser una guerra rápida, que traería un orden restablecido. Los jóvenes emocionados corrían a alistarse para servir a su patria y confiaban en celebrar esa Navidad con sus familias. Con el primer bombardeo se derrumbó la visión del mundo que les habían enseñado. Cuatro largos años, que no todos superaron, dejaron un rastro de sangre y tinta que resalta el dolor de los combatientes. «Nunca hubo tanta inocencia». El verso de Philip Larkin resume muy bien el espíritu de todos los ciudadanos que vieron la posibilidad de la guerra como otro de los muchos bailes que se celebraban en la plácida Europa y que podría traer cambios importantes y positivos en un breve periodo de tiempo. Ese sentimiento, visto desde nuestra perspectiva, es estremecedor: ¿cómo tantas personas podían albergar esa idea respecto a la guerra? Guillaume Apollinaire fue un entusiasta de la guerra. En las cartas que le escribe a su amante desde la primera línea de combate dice así: «Lou, querida, yo no me aburro nunca, pues la guerra me parece tan divertida como la paz». Un obús nada
simpático le hirió de gravedad en el cráneo, aunque murió víctima de la gripe española (un último azote a la diezmada población europea) dos días antes de finalizar la guerra en 1918. En Las aventuras del buen soldado Švejk, Jaroslav Hašek relata su visión de la guerra a partir de Švejk, ciudadano declarado inútil mental y que se ve envuelto en el conflicto desde el principio. Acusado del asesinato del heredero al trono por predecir la guerra en Europa, Švejk protagoniza una sátira negra con un planteamiento basado en el absurdo. Rex tremendae. Y de repente una línea de trincheras con nombres acogedores atravesaba Francia. Allí fueron todos: boches o fritzs, se enfrentaban a tommies y doughboys en los campos arrasados de los poilús. Artesanos, estudiantes, mineros, campesinos, abogados, médicos cambiaron sus aperos por la bayoneta y la pistola. ¿Qué interés podía tener un zapatero francés en atacar a un zapatero alemán? Ninguno, a no ser por los tratados que firmaron sus Estados. Los submarinos
Jorge Ibargüengoitia Maten al león
Jorge Ibargüengoitia Maten al león RBA, 2013 pvp: 19 €
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El 27 de noviembre de 1983, un Boeing 747 que cubría el vuelo ParísBogotá con escala en Madrid se estrellaba en Mejorada del Campo por un error en la maniobra de aterrizaje del piloto. Únicamente sobrevivieron 11 pasajeros. Entre los 181 muertos se encontraban varios escritores invitados por García Márquez a la capital colombiana con motivo del Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, donde se rindió homenaje a cuatro de los fallecidos
en el siniestro: los escritores Marta Traba, Ángel Rama, Manuel Scorza y Jorge Ibargüengoitia. Este último se subió al avión con el manuscrito de una novela que se quemó debido a la explosión provocada por el accidente. Se ponía así fin a la vida y a la carrera novelística de un escritor que había vivido siempre ajeno al movimiento del «boom», por más que Augusto Monterroso había intentado incluirlo en el circuito. Y es que Ibargüengoitia es uno de los
escritores latinoamericanos más importantes del siglo XX, aunque su nombre no sea de los más conocidos. Abandonó los estudios de Ingeniería para dedicarse a escribir, primero como dramaturgo y luego como novelista y cronista de México, sobre los vicios del poder político y militar, el gran argumento literario latinoamericano. Cabe destacar Los relámpagos de agosto (1965) o Maten al león (1969), ambientado en una imaginaria isla caribeña llamada
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literatura
alemanes provocaron el hundimiento del transatlántico británico Lusitania en 1915; esto conmocionó la opinión mundial y Estados Unidos se decidió a intervenir enviando sus tropas a Francia. Compañía K, de William March, recoge un buen puñado de retratos de los componentes de esa compañía. John Dos Passos puso por escrito su experiencia bélica en Iniciación de un hombre: 1917. La idea que prevalece en los escritos de los que estuvieron en las trincheras llenas de barro, ratas y piojos es que ya no sabían el motivo de esa lucha desgastadora y cruel que los estaba matando a millares. No hay poesía en el frente. Aunque muchos fueron los poetas en las líneas de combate, entre ellos Wilfred Owen, que dejó sus poemas en el papel y la vida al caer abatido pocos días antes del armisticio. La batalla del Somme supuso un antes y un después en la producción literaria; el dolor y el desengaño que produjo la masacre volvió la mirada hacia los responsables de tanta muerte. Ernst Jünger hizo un trabajo monumental recopilando minuciosamente su día a día en la Guerra. Tempestades de acero es su mejor ejemplo; escrita con poco más de veinte años, supone una Bildungsroman plagada de situaciones que sobrepasarían a cualquier joven que buscaba refugio en sus libros y sus camaradas.
Shandy, no tiene ningún problema en leer al enemigo. Confutatis. Se despliega la camaradería, algo que le puede salvar la vida a uno. Comer y dormir prevalecen como valores primordiales, al igual que poseer un buen par de botas. En Estallidos y bombardeos, el pintor y escritor Wyndham Lewis critica las fiestas que continuaban en las ciudades inglesas mientras sus soldados morían en Francia. La película Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, podría pasar por un documental de guerra en el que se anteponen los intereses políticos y personales de los altos mandos a costa de ataques suicidas que causan miles de bajas en las compañías. Lacrimosa. Remarque escribe Sin novedad en el frente, su experiencia puesta en boca de su protagonista. Hay dolor y miedo en las trincheras, nostalgia y lloros de unos niños que se hicieron viejos en pocos meses y que nunca más serían jóvenes. El miedo; Gabriel Chevallier titula su experiencia con la palabra que flotaba siempre sobre todos aquellos combatientes que cada día se jugaban la vida dentro y fuera de las trincheras: miedo a morir, miedo a ser herido, miedo a agonizar, miedo a no volver a casa, terror absoluto. Todos luchaban valientemente atemorizados.
Recordare. Los soldados recuerdan sus vidas antes de la batalla; los permisos les resultan extraños, la gente no entiende lo que es el frente y añoran a sus camaradas de trinchera con los que comparten una complicidad que solo la proporciona un juego en el que la muerte es partícipe. Los soldados llevan en sus mochilas libros que les acompañan; los británicos prefieren su literatura nacional: Thomas Hardy, Shakespeare, Joseph Conrad. Ernst Jünger lee Rojo y negro y Tristam
Hostias. «Solamente con nosotros se hacen las batallas. Somos nosotros el material de la guerra. La guerra solo necesita el cuerpo y el alma de los simples soldados». El fuego, de Henri Barbusse, es un documento de la vida del soldado en las trincheras francesas. Respetó el lenguaje de sus camaradas, ya que de otro modo se habría perdido su espontaneidad. Lo mismo hizo el británico Frederic Manning en Her Privates We: luchó cuatro meses en el
Arepa (con su p ropia mitología sobre la expulsión de los españoles), donde un dictadorcillo de tres al cuarto, que se hace pasar por demócrata, trata de perpetuarse en el poder asesinando al líder de la oposición. En una suerte de Fuenteovejuna fracasada, los ciudadanos de la isla tratan de asesinar al presidente con repetida torpeza. El relato refleja la farsa que esconde siempre el juego político, y eso nos recuerda a las teóricas democracias parlamentarias actuales, que en rea-
lidad enmascaran las ansias de poder de dirigentes en busca de un cargo vitalicio y del manejo de las leyes a su antojo. La fluidez de los diálogos, la antiheroicidad de sus personajes y las puntillas irónicas y sutiles del narrador son magníficas muestras del estilo de Ibargüengoitia, que RBA está recuperando en parte gracias al entusiasmo del periodista Enric González, que en 2007 escribía: «Hoy vamos a terminar enseguida: si no ha leído a Jorge Ibargüengoitia, com-
Somme y pensó que era importante preservar la jerga de los soldados. Dalton Trumbo no luchó en el frente, pero puso voz a Johnny ( Johnny cogió su fusil) un mutilado norteamericano que se vio arrancado de su pueblo y de los brazos de su novia para llegar a un campo minado que lo privó de todo menos de cerebro. Sin brazos, sin piernas, ciego, mudo y sordo, solo puede pensar y reflexionar sobre cómo ha podido llegar a este estado debido a la voluntad de sus mandatarios. Benedictus. Surge una nueva figura en el periodismo: el corresponsal de guerra. Los reporteros cubrían las zonas de conflicto y enviaban las crónicas a sus periódicos. Así, Gaziel escribió para La Vanguardia unos textos que siguen plenamente vigentes en estilo y contenido. Edith Wharton vivía en París cuando estalló la guerra; no tuvo ningún problema en conseguir un coche y dejar a un lado a las ricas protagonistas de sus novelas, que se aburren en NY para recorrer el frente, descubrir los pueblos arrasados y visitar los hospitales de campaña. El resultado: Francia combatiente. Al igual que Gaziel, recoge esos primeros momentos de confusión al declararse la guerra, en el que turistas residentes en una misma pensión pasaron a ser enemigos por voluntad de sus gobiernos. Los testimonios de mujeres que hicieron de enfermeras, como Vera Britain y Mary Borden, ofrecen el punto de vista del sufrimiento de los cuerpos heridos que cuidan. Agnus Dei. «La tarea del futuro será borrar este presente». Así dijo Barbusse y así hizo el hombre; borró aquel presente y lo magnificó con otra carnicería más perfeccionada, la Segunda Guerra Mundial, pero como diría Jacques el fatalista: eso es otra historia.
Jean Améry Los náufragos Pre-Textos, 2014 pvp: 22 €
Dambudzo Marechera La casa del hambre Sajalín, 2014 pvp: 17 €
Sławomir Mroz˙ek Baltasar (Una autobiografía) Acantilado, 2014 pvp: 23 €
Goffredo Parise El patrón Sexto Piso, 2013 pvp: 19 €
Neus Botellé
pre alguno de sus libros y léalo. Es muy probable que no encuentre nada en las librerías españolas, lo que demuestra, una vez más, que la vida puede estar muy bien, pero el mundo está muy mal».
Alexandr Pushkin El prisionero del Cáucaso Acantilado, 2014 pvp: 10 €
Jesús Casals
A.A.V.V. Cuentos de detectives victorianos Alba, 2014 pvp: 34 €
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literatura
Selva Almada
Claude Jolyot de Crébillon
John Barth
Ladrilleros
La noche y el momento
El plantador de tabaco
«Describir puntualmente esa sociedad en ese o en cualquier otro momento, excede los recursos del historiador o del biógrafo. Solo los escritores que necesitan poco la verdad, y no tienen respeto por ella –los poetas y los novelistas–, pueden hacerlo, pues este es uno de los casos en que no existe la verdad. Nada existe. Todo es un espejismo, una emanación.» V. Woolf Orlando, «Cuatro»
Vicente Valero Los extraños Periférica, 2014 pvp: 16.75 €
Alejandro Zambra Mis documentos Anagrama, 2013 pvp:16.90 €
Julio Cortázar Cortázar de la A a la Z Alfaguara, 2014 pvp: 24.50 €
En Historia de cronopios y de famas, Julio Cortázar afirma que aquellos no quieren tener hijos porque lo primero que hace un cronopio recién nacido es insultar groseramente a su padre, en quien oscuramente ve la acumulación de desdichas que un día serán suyas. La obra de Selva Almada viene a constatar el temor de los personajes de Cortázar; las miserias y sufrimientos de los hombres pasan de padres a hijos, acrecentados en esta ocasión por las duras condiciones de vida y la influencia en el carácter de las personas de una tierra dura, seca, espinosa y polvorienta. Con un lenguaje que nos acerca a los suburbios de cualquier ciudad del interior de Argentina, la autora nos muestra cómo el ambiente hostil y la miseria van acompañando a dos muchachos que con trece años ya se han convertido en adultos, abandonando los juegos propios de la infancia para adentrarse en el trabajo, la bebida, el juego, el sexo y la violencia latente del mundo adulto; aquel terreno lejano donde sus padres naufragaban diariamente, se ha convertido en su universo cotidiano. Arrancando bocados de tierra para construir sus ladrillos, los hijos heredan de sus progenitores el desprecio y la envidia que un día fueron suyos; las cuentas pendientes se acaban saldando. Paralelo a esta realidad se desarrolla un escenario onírico que nos acerca al Pedro Páramo de Juan Rulfo, donde la vida se conecta a la muerte, tan cercana para unos personajes que han vivido y crecido de manera vertiginosa en un escenario baldío y desolado. Luis de Dios
Durante el siglo XVIII, la corte de Versalles se verá inundada por la publicación de un sinfín de obras de tema libertino. Desde las narraciones galantes o mundanas (Diderot, Voltaire) hasta las más brutales y anticlericales (Marqués de Sade), el ideario literario se puebla de sexualidad y erotismo para disfrute de las clases acomodadas y desesperación, más o menos hipócrita, de gobernantes y eclesiásticos. Impresores, autores y editores son perseguidos y castigados por la distribución de libros que en el mercado alcanzan cifras ridículamente altas, así como elevadas son las penas de martirio y hoguera destinadas a los infractores considerados más perniciosos. La noche y el momento, traducida por Lydia Vázquez Jiménez, es una novela dialogada en la que sus dos protagonistas, Cidalisa y C litandro, declarada pareja de libertinos, repasan entre sábanas y forcejeos velados las convenciones de su vida galante repleta de afectación y apariencia. «Tenéis que añadir al arte de engañar a los demás –proclamaba otro personaje de Crébillon– el de penetrar en sus secretos; y tratar siempre de descubrir lo que realmente son fuera de lo que quieren aparentar». Los protagonistas de la novela, que podrían considerarse precursores de la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont, de Pierre Choderlos de Laclos, retratan en su conversación de una noche un mundo de costumbres libertinas asociado, inevitablemente a la impostura y el decoro social dictados, en desigual medida, a hombres y mujeres por la regencia. Ignacio Caballero
Ebenezer Cooke (c. 1665-c. 1732) fue un gentleman inglés que heredó una plantación de tabaco en la colonia de Maryland. Fruto del viaje que efectuó a esas posesiones, de sus experiencias, reales o ficticias, y de la intrincada situación política de las colonias británicas de ultramar, escribió un poema, en forma de sátira clásica, titulado The Sotweed Factor (1708). En 1960, John Barth, autor de dos novelas de corte realista, publica El plantador de tabaco, protagonizada por el personaje real, que relata la aventura de su viaje a la colonia, su implicación en las luchas por las posesiones de ultramar, en los propios territorios pero también en Londres, y los intentos de sublevación de los nativos americanos y los esclavos importados de África, a la vez que emprende la composición de un poema épico en el que piensa recoger, al estilo clásico, la historia de ese territorio. Ese poema, que va componiendo a lo largo de su estancia, se llamará, una vez terminado, «The Sotweed Factor». ¿Ficción sobre ficción sobre ficción? Es posible, pero también un homenaje a la tradición narrativa europea; Sterne, Cervantes, Rabelais y Grimmelhausen extienden su alargada sombra sobre la novela de Barth, que escribe, en pleno post modernismo, una novela al estilo del siglo XVII con un protagonista del siglo XVII, pero con los recursos estilísticos del siglo XX, y que da preponderancia al acto de narrar sobre la historia misma que se narra: un verdadero homenaje del postmodernismo al premodernismo. Joan Flores
Miguel Delibes Mi querida bicicleta Ken, 2014 pvp: 12 € Ladrilleros Mardulce, 2013 pvp: 17 €
la central / febrero 2014
La noche y el momento Cabaret Voltaire, 2014 pvp: 16.95 €
El plantador de tabaco Sexto Piso, 2013 pvp: 34 €
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literatura
Carta de la lectora
Wajdi Mouawad Ánima
Brane Mozetic Banalidades Penélope Lively Moon Tiger Contraseña, 2014 pvp:18.50 €
Conocido por el público teatral por su tetralogía La sangre de las promesas, que incluye la aclamada Incendios, Wajdi Mouawad recorre la geografía de una América desconocida en esta magnífica novela. Sirviéndose de múltiples voces narrativas, el autor canadiense de origen libanés relata la trayectoria vital de Wahhch Debch, quien un día llega a casa y descubre que su mujer ha sido brutalmente asesinada. Descontento con la actuación policial y empujado por un deseo de demostarse a sí mismo que no ha sido él quien ha matado a su esposa, lo deja todo para encontrar al asesino y analizarlo, en busca de una paz que poco a poco descubrirá relacionada con mucho más que con la tragedia que acaba de vivir. La búsqueda lo llevará al corazón de las reservas de indios, donde aprenderá –y gracias a él, también nosotros– una parte importante de la historia de América que no se acostumbra a contar y que le permitirá reencontrarse con su pasado y su infancia en los campos de refugiados palestinos. La animalidad del crimen que le ha llevado a cruzar América, la brutalidad humana que irá encontrando en su viaje y el recuerdo de su pasado se contraponen al rico mundo animal que puebla la novela y que sirve para recordarnos que vivimos en un mundo de depredadores y que quizás nosotros seamos los peores. Escrita en el transcurso de diez años, con un trabajo de investigación minucioso, y descrita como un laberinto por su riqueza y complejidad, Ánima es una lectura que no os podéis perder. Elisabeth Massana
propuesta
En poco tiempo, he leído la obra de dos autores de los que no sabía nada y me han parecido creadores de excepción. Curiosamente, ambos libros han sido publicados por Adriana Hidalgo, una editorial argentina que, por lo que veo, tiene un gusto y una capacidad de selección poco común. Se trata, por un lado, de los Cuentos completos de John McGahern. Con su escritura nos sumergimos en la vida cotidiana de la Irlanda rural de la mano de unos personajes que quieren sobreponerse al asfixiante ambiente religioso, social, político y sexual que les rodea, dentro del cual, su desesperación queda siempre soterrada. El retrato de este constreñimiento incide en la latente violencia del quehacer de los protagonistas: no podía ser de otro modo, dado, que él siempre quiso escribir sobre lo que conocía. En tres palabras: d esconcierto, perturbación y melancolía. Por otro lado tenemos El secreto del pasado de Rudy Kousbroek: pequeñas estampas provocadas a partir del fogonazo de una fotografía, siempre en blanco y negro. No se trata de describir cada imagen, sino que, de modo ligero y sin solemnidades, este autor holandés deja el generador listo para que los recuerdos, sus gustos y su modo de entender la vida campen sin recato. En dos palabras: nostalgia y lucidez; una más: curiosidad, mucha curiosidad. Me he dado cuenta de que no es la primera vez que esta editorial me permite descubrir memorables obras literarias: ya me ocurrió con Martes del bosque de Andreas Maier, Lord de João Gilberto Noll, y también con Alissa Walser. Ilusa de mi, pensaba que ya no quedaban descubrimientos por hacer… ¡Claro que quedan!
«Amor u odio. Cuando algo cuesta, cuando uno se dedica a cincelar la identidad propia –mudando el lugar, no poniéndoselo fácil, ¿a cuál de los mundo debería pertenecer?, leyendo la soledad de otros, sabiendo que la ficción no salva acaso cura– uno se convierte en un lector, una lectora valiente. Mozetic no es para tibios, no es para domingos, no es fácil ni curioso. No provoca risa aunque escribe desde el (buen) humor del superviviente a las batallas cotidianas. Escenas narcóticas de amor desordenado. Testimonios que hilan banalidad y consciencia: besos de chicos y el descubrimiento de los hombres; uniforme militar de padre y masculinidad férrea; la locura de las mujeres y la belleza de la nieve que llena el vacío y la desesperanza que respira el poemario. Con un estilo directo como un tiro al pecho de un amante, crudo y culto, el poeta esloveno enlaza con los beats, Verlain, los libertinos franceses del XVII y Catulo –explica Luis Antonio de Villena en el prólogo– y convierte la caída en transgresión homoerótica hecha palabra explícita, despertándonos del letargo de leer el cuerpo como metáfora, pero sin engañarse: también es posible la deshumanización en la libertad de los márgenes. Mozetic se nombra autor de literatura gay y devuelve así a la mesa el debate literario: ¿hace falta etiquetar el deseo? Respondiendo que lo que puede ser cool a este lado del mundo líquido, en el otro es silencio. E indica cómo recorre él este lado del espejo, en este diario febril y nocturno, que es forma de vida.
António Lobo Antúnez Sobre los ríos que van Mondadori, 2014 pvp: 20.90 €
Christine Angot Una semana de vacaciones Anagrama, 2014 pvp: 12.90€
Penelope Fitzgerald La flor azul Impedimenta, 2014 pvp: 21.95 €
John McGahern Cuentos completos Adriana Hidalgo, 2014 pvp: 23 €
Ana Cibeira
Marta Ramoneda i Molins
Ánima Destino, 2014 pvp: 19 €
Brane Mozetic Banalidades Visor, 2013 pvp: 10 €
Rudy Kousbroek El secreto del pasado Adriana Hidalgo, 2013 pvp: 16 €
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cómic
Jason
Joe Sacco
El gato perdido
Aisha Franz Planeta Tierra
La Gran Guerra Paolo Bacilieri La vida soñada del capitán Salgari Norma, 2014 pvp: 20 €
Étienne Davodeau Rural! La Cúpula, 2014 pvp: 15 €
Audrey Spiry En silencio Diábolo, 2013 pvp: 19.95 €
Derf Backderf Mi amigo Dahmer Astiberri, 2014 pvp: 18 €
Álvaro Enrigue Macanudo 9 Mondadori, 2014 pvp: 12.90 €
La batalla del Somme fue una de las más terribles libradas durante la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre los dos bandos. Comenzó el 1 de julio de 1916 y este fue un día especialmente sangriento para el bando británico, alcanzándose las 19.249 bajas. Cuando Joe Sacco recibió la llamada de Matt Weiland, el recién nombrado editor de W.W. Norton & Company y también ex compañero de piso de Joe Sacco, y le planteó la posibilidad de retomar una idea loca que habían tenido quince años atrás –dibujar un gigantesco panorama del Western Front–, Sacco, tras diez años realizando reportajes gráficos de conflictos en Palestina y Bosnia, pensó: No quiero dibujar más escenas de guerra. Pocos segundos duró esa reflexión, y el interés de Sacco por el comportamiento humano alimentó una respuesta afirmativa por la que ahora debemos dar las gracias. La Gran Guerra es una ilustración de 7,3 metros de largo que narra los hechos acontecidos durante las 24 horas del primer día de la batalla del Somme desde el punto de vista del ejército británico. El nivel de detalle del trabajo de Sacco permite tomar una distancia con los hechos que resulta abrumadora. La ilustración viene acompañada de un texto del historiador Adam Hochschild y de una leyenda que sirve para interpretar algunos de los momentos vividos ese día, desde que amanece en el Château de Beaurepaire, cuartel general de Douglas Haig durante la batalla, hasta que vuelve a amanecer en el lado del bando alemán, percibiéndose hasta qué punto podía ser mortífera la guerra moderna. Mireia Pérez
Santiago García Beowulf Astiberri, 2013 pvp: 25€
la central / febrero 2014
La Gran Guerra Mondadori, 2014 pvp: 23.90 €
Una noche lluviosa, un detective y un gato perdido. Así empieza el nuevo cómic del maestro de la elipsis John Arne Saeteroy, más conocido como Jason. El noruego ha querido dar un paso más allá en su recurrente exposición de la soledad y de las carencias humanas. El detective Danny Delon encuentra un gato negro perdido y se dirige a la dirección indicada en un cartel para devolverlo. Una joven abre la puerta, abraza al gato y pide a Danny que pase para invitarlo a un café. En tres emotivas viñetas, Danny se enamora de la joven librera propietaria del gato negro. Mejor que en su referente, El sueño eterno de Raymond Chandler. Ya está, parece que la gran búsqueda ha terminado. Danny y la joven Charlotte conectan de una manera insuperable y se citan para cenar. Charlotte no acudirá a la cita y desaparecerá sin dejar rastro. A partir de este momento, Danny deberá lidiar con un sinfín de personajes, a cual más hermético y siniestro, para resolver su nuevo caso, que en realidad nada tiene que ver con lo único que le importa y le atormenta. El final de la historia es, sin duda, Jason en estado puro, un giro inesperado que evidencia la soledad y la imposibilidad de sus personajes para alcanzar la felicidad. El trazo limpio y estático de Jason siempre trasciende a la narrativa, y su vuelta al blanco y negro, reforzado con algún rastro de sepia, no es gratuita. La atmósfera detectivesca de esta su última historia requiere de la ausencia de artificios, y nadie como Jason para construir viñetas como auténticos planos cinematográficos con esencia noir.
Aisha Franz (Führt, 1984) utiliza la excusa de una discreta visita alienígena para hablar del aislamiento y la soledad a la que se enfrentan tres mujeres dentro de un mismo hogar: una madre que vive con la losa de una decisión equivocada que cambió su vida para siempre; la hija mayor, que empieza a tontear con chicos y a aceptarse a sí misma; y la hija pequeña, que se niega a crecer y a salir del cascarón de la infancia. Aunque esta premisa suena introspectiva e intimista, Planeta Tierra está muy lejos de ser una narración deprimente. No solo sorprende la fluidez del gesto de la autora a la hora de enfocar sentimientos, memorias y remordimientos, sino que la lectura de este librito de pequeñas dimensiones y apariencia naif termina resultando una delicia. Planeta Tierra alberga en su interior una triple catarsis que llega suavemente, meciéndote en los algodones con los que Franz difumina el trazo de lápiz. Cuesta no empatizar y encariñarse con las protagonistas, sus miedos y sus decisiones. Se trata de un tebeo redondo y muy recomendable. M.P.
Sílvia Aymí
El gato perdido Astiberri, 2014 pvp: 16 €
Planeta Tierra La Cúpula, 2014 pvp: 16 €
dossier: fuera de campo
El espectador cinematográfico: hipnosis y emoción
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Akira Kurosawa Conversaciones con Akira Kurosawa Confluencias, 2014 pvp: 12 €
propuesta
En 1891, Edison presentaba en la Federación de Clubs de Mujeres un nuevo invento: el kinetoscopio. Era una máquina de visión individual con 15 metros de película donde las imágenes transcurrían en bucles continuos, y su construcción se basaba en la teoría de la persistencia retiniana elaborada por Peter Mark Roget. El kinetoscopio usaba el mismo sistema para la generación de imágenes que el que usaría el cinematógrafo de los Lumière, pero, a diferencia de este, su disfrute era individual. El porqué de situar el nacimiento del cine cuatro años más tarde, coincidiendo con la presentación del invento de los famosos hermanos, responde a la condición colectiva del cinematógrafo: la colectividad se sitúa de esta forma en la génesis del cine. El cine nace como un arte colectivo y público, y como tal se ha considerado desde entonces. Pero esta colectividad innata en el propio dispositivo se disipa en cuanto se inicia la proyección. En el momento de sumirse en la oscuridad, la sala desvanece a la masa y confronta al espectador con su propia individualidad. Tal y como afirma Derrida en «El cine y sus fantasmas» (Artes de lo visible): Hay, en el origen de la creencia en el cine, una extraordinaria conjunción entre la masa –es un arte de masas, que se dirige al colectivo y recibe representaciones colectivas– y lo singular –la masa está disociada, desatada, neutralizada. Parapetado en la oscuridad, el individuo se encuentra solo, cautivo de la pantalla. Surge entonces el espectador, un sujeto difuso, una suerte de ser pasivo y ocioso, anónimo, sin rostro, hipnotizado. El espectador cinematográfico encarna casi a la perfección al hombre alienado de la modernidad, a través de tres de sus atributos fundamenta-
les: el anonimato –la sala está oscura y el rostro del espectador oculto–; su pertenencia a una masa –esta colectividad iniciática–; y un estado de ensoñación que define al espectador y al hombre moderno. Este efecto hipnótico que la proyección ejerce, del que hablan Benjamin, Barthes y Bellour, es fundamental para describir la relación del espectador con el cine. Barthes, en «Salir del cine» (Lo obvio y lo obtuso), lleva esta fascinación hipnótica por la proyección más allá de la misma: presupone un estado previo, prehipnótico, como si antes de entrar en la sala, ya estuvieran reunidas las condiciones clásicas de la hipnosis: vacío, desocupación, desuso; no se sueña ante la película y a causa de ella; sin saberlo, se está soñando antes de ser espectador. El espectador se presenta como un flâneur, un ser que vaga errático y absorto por la ciudad, un hombre ya alienado antes de comenzar la proyección. Pero la representación del espectador como un ser pasivo, un cuerpo vacío desprovisto de la capacidad de conocer y del poder de actuar, como dice Rancière, incurre en una paradoja interna que el propio Rancière define como la paradoja del espectador. Aplicada al teatro, pero transmutable al cine, la paradoja del espectador reza: no hay teatro sin espectador (no hay cine sin espectador). El espectador constituye una parte esencial de la experiencia fílmica, si no la determinante. Y, a juzgar por la deriva actual del cine, esto parece haber sido demostrado: el espacio –la sala de cine– ha mutado y puede llegar a desaparecer; el celuloide –materia prima– está siendo sustituido por soportes digitales; las pantallas varían, en forma y composición. Es el espectador quien resta inmutable, a la espera de la proyección.
Esta paradoja sitúa al espectador en un lugar privilegiado de la cinematografía, imposible de relacionar con un cuerpo inerte sin participación en la experiencia fílmica. ¿Cuál es entonces su función dentro de dicha experiencia? Según Bellour, es él quien da sentido a la película a través de sus propias emociones («Lo grande no es la imagen, sino la emoción que provoca» dice Godard). Aún en estado hipnótico, sentado en la oscuridad, escurrido en su butaca, el espectador completa la experiencia fílmica, proyectando sus propias vivencias, sus recuerdos y emociones. No parece casual, entonces, que la cinefilia moderna, iniciada por los Cahiers y entendida como el amor hacia el cine y la construcción teórica de una cultura alrededor de él, parta de esta emoción individual, de una pulsión primaria y emocional del espectador hacia el cine. Porque el cine siempre se ha pensado y teorizado desde dentro, desde la posición del espectador. ¿Desde dónde podría hacerse, si no? Parece necesario entonces, en este momento fantasmagórico en el que se encuentra ahora el cine –desprovisto de su soporte natural y de su espacio habitual– volver la vista y el foco hacia el espectador, partiendo de él para reencuadrar el cine como práctica cultural y construir un corpus teórico que sustente su nuevo estatus. No hay que olvidar que teoría viene del griego theorós, es decir, espectador, el que observa. De la pasividad atribuida al espectador a la acción del teórico no hay, pues, más que un pequeño paso. Si es que ha habido distancia alguna vez.
Antònia Escandell Tur Chris Marker y La jetée Jekyll & Jill, 2013 pvp: 22 €
Jacques Derrida Artes de lo visible Ellago, 2013 pvp: 25 €
Raymond Bellour El cuerpo del cine Sangrila, 2013 pvp: 26 €
Roland Barthes Lo obvio y lo obtuso Paidós, 2009 pvp: 20 €
Elena Martín
Jacques Rancière El espectador emancipado Ellago, 2010 pvp: 15 €
dossier: fuera de campo
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Jean Luc Godard Film Socialisme (DVD) Cameo, 2012 pvp: 14.40 €
La imagen siguiente Iván Pintor Iranzo
Matt Zoller Seitz The Wes Anderson Collection Abrams, 2013 pvp: 32.80 €
Sangrila nª18-19 Theo Angelopoulos 2013 pvp: 22 €
John Carpentier Ultimátum a la Tierra Macnulti, 2013 pvp: 19 €
Robby Müller Cienmatography JRP Ringier, 2014 pvp: 14.10 €
V.V.A.A. On Jack Smith's Flaming Creatures Granary Books, 2014 pvp: 24.60 €
la central / febrero 2014
invitado
Existe un grado cero, un cenit secreto del cine que se alcanzó en la pintura del siglo XVI, cuando Michelangelo Merisi, Caravaggio, hizo al observador partícipe de sus gestos suspendidos, y de cada rostro pintado, un nudo concreto de la historia. Con las telas de Caravaggio, la cámara oscura que empleaba para encuadrar el mundo se convirtió en el contraplano del lienzo, del proyector. Todavía no había sido inventado el celuloide para dar caza a las imágenes –macchina da presa, se llamaría siglos después la cámara cinematográfica en Italia– pero acababa de ser creado el lugar del espectador en ese espacio de montaje que media entre la cámara y la proyección. El semblante descompuesto de Enrique IV encarnando a San Mateo o la cabeza cortada del propio pintor, como un Goliat vencido por su propia versión adolescente, comparecen ante el espectador con la misma fuerza que el grito mudo del pequeño Edmund en Germania Anno Zero (1948), de Rossellini; la potencia fisionómica de Ana Magnani en Mamma Roma (1992), de Pasolini; o la mirada extinguida de Emmanuelle Riva en Amour (2012), de Haneke. Quizá porque el vídeo digital, como el espectador, es una forma de mediación, una memoria interpuesta, la larga nómina de aplazamientos y desplazamientos entre la pantalla y su contracampo que constituye la historia del cine, puede ser hoy reordenada, cambiada a cada instante. «Traer de vuelta la duración», el mantra que repite Jean-Luc Godard en Film Socialisme (2010) es también recuperar la hermandad tutelar que ha acompañado al espectador durante décadas: la espera, el deseo y la aparición, la certeza de que la verdadera imagen está aún por venir. Si, por una parte, hoy es posible hacer pelí-
culas sin el contraplano de la cámara –como el propio Godard ha demostrado– por otra, el vídeo revela a cada instante que su semilla no es cámara oscura, sino la tecnología de grabación sonora. Nada es más afín a una cámara de vídeo que un micrófono, en el que la direccionalidad domina sobre el marco y el encuadre. Si la imagen no arrastra ante ella al observador, como sucede con los lienzos de Caravaggio, sino que lo envuelve y lo sumerge, ¿cómo se puede fabular sobre la imagen siguiente? ¿Cuál es, en definitiva, el lugar del espectador en esta era en la que campo y contracampo, cámara y proyector, han quedado comprimidos en el smartphone o las tabletas? En la última película de Philippe Grandrieux, White Epilepsy, la hechura vertical del encuadre confunde un formato que la tradición pictórica reserva para los trípticos religiosos con las proporciones de la pantalla de un iPhone. Esa configuración, que en manos del videoartista Bill Viola sirve para explorar cómo se cargan de tiempo los pathos gestuales de la pintura del Renacimiento, se convierte para Grandrieux en una manera de mostrar las pulsaciones de energía que sostienen la imagen. «Incluso más significativos que las profundas estructuras de la vida son los puntos de ruptura, su brusco o largo deterioro», asegura Godard en Film Socialisme. La lentitud de un cuerpo femenino atacando a un hombre en la oscuridad, irguiéndose sobre él en una veintena de movimientos escanciados en torno a un ritual enigmático, da paso a uno de los momentos más significativos del cine contemporáneo: el instante de oscuridad antes de que estalle, como un flash blanco, la imagen quemada de una mujer con la boca ensangrentada. Ese único rostro vampírico en
una película hasta ese momento sin ojos ni bocas ni respuesta alguna convoca el horror mismo de la experiencia de ver. ¿Y si la verdadera amenaza, el verdadero horror, no fuese la oscuridad, la ausencia de imagen sino su aparición, el instante en que campo y contracampo, cámara y proyección dejan atrapado al espectador sin posibilidad de escapar? Así como la pintura a partir del siglo XVI aparece huérfana sin sus marcos tallados en madera o escayola, la nueva distancia entre el espectador y la memoria del cine parece hacerlo menos partícipe de la espera, de la resurrección que contiene cada imagen. Desbordado el marco original, el lugar del espectador en el cine no ha quedado negado por el digital, sino que ha pasado a constituir otra forma de pensar el tiempo, una forma de pensar entre las imágenes. Quizá desde ese intervalo oscuro que propone Grandrieux, a medio camino entre el cine y la p erformance, es posible rastrear el territorio del espectador. Junto a las pequeñas pantallas portátiles, ese segundo hogar del cine que es el museo permite, además, imaginar una trama secreta a través de la cual cineastas como Grandrieux, Godard, Weerasethakul, Kawase, Kiarostami, Guerin, Lacuesta o Serra se preguntan cómo volver a cambiar el mundo hasta su reconocimiento, cómo cercar la experiencia invisible del espectador.
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dossier: fuera de campo
El espectador infinito
Sergi Sánchez Hacia una imagen del no-tiempo Universidad de Oviedo, 2013 pvp: 25 €
Sergi Sánchez
invitado
1. En Los ilusos, León, el protagonista, un director en busca de una historia que contar, contempla estupefacto el final de Vive l’amour de Tsai Ming Liang, y solo escuchamos el llanto desconsolado de una actriz iluminando el rostro de su único espectador. En Berberian Sound Studio, un ingeniero de sonido llega contratado a un estudio, en la Italia de los años setenta, para sonorizar un giallo satánico que solo percibimos a través de sus ojos, y de la realidad sonora que suplanta un plano visual que, pérfidamente, se nos oculta. Ni una sola imagen de la pantalla, de lo que se proyecta en ella. Lo mismo ocurre en Shirin, en la que Kiarostami cuenta la historia de amor triangular que sustenta un poema persa del siglo XI únicamente a través de la banda de sonido de la filmación, que permanece fuera de campo, y del rostro cambiante de sus espectadoras. Lejos queda en la memoria el bellísimo plano de Vivir su vida, en el que Anna Karina reproduce el llanto de Renée Falconetti en La pasión de Juana de Arco en el interior de una sala de cine. En 1962, el cine podía ser el espejo de la vida. ¿Cómo puede serlo en 2014? El contraplano de todas esas imágenes de espectadores es un fuera de campo abisal. El contraplano, en definitiva, somos nosotros, los responsables de imaginar una pantalla múltiple que no nos da una sola versión de la realidad, sino que se expande como un virus en nuestras retinas. 2. A Jacques Rancière le gusta hablar del concepto de espectador emancipado, pero ¿emancipado de qué? De la caducidad del tiempo, de las barreras que, en una sala de cine, impiden que el público interactúe con la película que está viendo. Con la aparición del VHS, el cinéfilo creyó ver la
luz: por fin podía rebobinar, pausar y adelantar sus películas favoritas, volver a ellas cuando quisiera, tener una filmoteca en casa. No contaba, claro, que la cinta de vídeo se deteriora con el polvo, con el maltrato que los cabezales ejercen sobre ella. El vídeo ocupa un espacio y envejece; las arrugas no tardan en aparecer sobre su piel. A su lado, el digital es poco menos que un formato inmortal, ligero, casi ausente, y su consumo en el ordenador, en la tableta o en el móvil es portátil y efímero, y nos permite cambiar de pantalla, acceder a varias imágenes a la vez, convertir nuestra mirada en una mirada de insecto; mil ojos pendientes de mil planos que manipulamos a nuestro antojo, que remezclamos y descargamos simultáneamente. Podemos ser productores, distribuidores y exhibidores de nuestras imágenes, pero también de las ajenas, apropiándonos de ellas, poniéndolas al mismo nivel de las que hemos filmado. Ser un espectador fractal o múltiple, o aquel cuerpo sin órganos que soñaba Deleuze, un cuerpo que no es organismo, caótico e inestable, que se revela contra las estructuras impuestas, contra los límites. Un espectador que existe más allá del acto de mirar. 3. El pasado 18 de enero, Richard Brody publicaba una entrada en su imprescindible blog The Front Row, en la edición digital de The New Yorker, sobre las mutaciones en la crítica de cine en la era Internet. Explicaba que se había visto obligado a visionar la versión restaurada de Portrait of Jason de Shirley Clarke en el ordenador, y cuando, días después, había podido verla en pantalla grande, su percepción emocional del filme había cambiado por completo. Se preguntaba cuál sería la cantidad
de películas que había visto en DVD o en links que, disfrutadas en cine, se habrían convertido en otra película, cubierta de matices, que en un consumo individual podrían mutar (sin ser mejores ni peores, solo distintas) en la pequeñez de un encuadre portátil. El texto de Brody evidencia que estamos en un periodo de transición, en el que la convivencia del consumo de cine en salas convencionales y en un variado abanico de soportes tecnológicos está consolidando un cambio de paradigma, y aún estamos inmersos en el proceso de entender en qué consiste y qué significa, y qué ocurrirá cuando lo que era una alternativa se transforme en un modelo, en un culto a seguir a rajatabla. Ni queremos ni podemos ser apocalípticos: el cine no ha muerto, simplemente ha aceptado la realidad de sus metamorfosis. Es posible que, en un futuro no muy lejano, la exhibición en salas se reserve para el nuevo cine de atracciones y el resto de películas se proyecte en un circuito que empiece en los museos, que estalle en los festivales de cine on-line y las plataformas de video-on-demand y se cargue de sentido en una gran pantalla mosaico que, como en Minority Report, nos permita una operación de montaje personal e intransferible con un golpe de dedo. Para entonces, el espectador será infinito, o no será.
Sergi Sánchez Películas clave de ciencia-ficción Ma non troppo, 2007 pvp: 14.90 €
Sergei Eisenstein Memorias inmorales Donostia Zinemaldia, 2014 pvp: 23 €
Carlos Losilla Carné de baile Donostia Kultura, 2014 pvp: 19.70 €
César de Vicente Hernando Erwin Piscator: Teatro, Política, Sociedad Asociación Directores, 2013 pvp: 23 €
Neil Labute Lovely Head and Other Plays Overlock, 2014 pvp: 13.90 €
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dossier: fuera de campo
José Luis Guerin La Dama de Corinto TF Editores, 2011 pvp: 35 €
José Luis Guerin Innisfree / Tren de sombras / Unas fotos en la ciudad de Sylvia (DVD) Avalon, 2008 pvp: 22.30 €
André Bazin ¿Qué es el cine? Rialp, 2006 pvp: 22 €
Jean Mitry Estética y psicología del cine. Las estructuras Siglo XXI, 2004 pvp: 29.50 €
Paulino Viota Obras, Works, Oeuvres. 1968-1982 (DVD) Intermedio, 2014 pvp: por determinar
la central / febrero 2014
Lettre #1 José Luis Guerin
invitado
Lettre #1 Dimanche, le 24 Février Cher Raymond, Dado que han sido unas correspondencias entonces cinematográficas las propiciadoras de nuestro encuentro, me permito formular el texto para Trafic bajo esta forma. Te escribo desde San Antonio de los Baños, Cuba, donde me encuentro tutelando los films de tesis con los que los alumnos de la Escuela de Cine culminan tres años de estudios. Aunque nunca estudié cine en la escuela –el cine representaba el reverso de la escuela, y mi vivencia cinematográfica es esencialmente solitaria–, nada me impide soñar como propios estos proyectos de graduación. A través de su experiencia pienso en la mía y constato cómo las diferencias más relevantes se derivan de nuestro ejercicio previo como espectadores. No es tanto el cine que hemos visto y las propiedades miméticas que puedan desprenderse como las formas de digerirlo, de establecer
Julien Donada Les Visionnaires (DVD) Lowave, 2013 pvp: 20.23 €
vínculos con otras experiencias, de proyectarse en ellas. En fin, es cuestión de vivencia ante todo. Y esta viene dada a través de unos tiempos, de unos intervalos de duraciones variables en los que se gesta casi todo: el intervalo que separa el deseo de ver una película de su resolutivo visionado. El acceso al cine no era simple –costaba dinero, estaba prohibido a menores…–; el acceso a las películas, en particular, solo podía responder a un puro azar en contraste con la accesibilidad al libro. En este contexto, el deseo por una película podía demorarse semanas, meses, años o quedar indeterminadamente suspendido bajo la apariencia de una fotografía en la marquesina de un cine o en la edición de una Historia del Cine profusamente ilustrada. Una película, mucho antes de encarnarse como tal, empezaba siendo una fotografía con un «pie de foto»: La carreta fantasma, Bajo los techos de París, Umberto D, Hallelujah the Hills… Aún después de vistas, su instantánea citación me reenvía a esa
Yuki Kawamura Grandmother / Senko (DVD) Lowave, 2013 pvp: 25.29 €
foto que virtualmente las representó durante un buen tiempo. En estas esperas hoy casi finiquitadas se gestó mi apropiación del cine, mi tránsito entre ser espectador y otra cosa. En paralelo, ciertos textos sobre películas se revelaban con un potencial de ensoñación equivalente al de las fotografías. A menudo, tras su propuesta reflexiva a través de indicios brillantemente expuestos, uno podía apropiarse de estas películas aún no vistas. Los textos podían tener procedencias variadas e incluso contradictorias: Bazin, La historia del cine experimental de Jean Mitry, Praxis del cine de Noël Burch… pero tenían esa cualidad común como textos reemplazadores de imágenes susceptibles de generar nuevas imágenes. Cuando el azar de un ciclo en la TV de los setenta, en una sesión de cine-club o de Filmoteca nos traía una de aquellas películas, podía constatar el desajuste entre la película y mi fantasía previa a partir de ella, a partir de ciertos indicios. Consecuencia de este intervalo sostenido es tam-
Chris Marker / Pierre Lhomme Le joli mai (DVD) Arcadès Europe, 2013 pvp: 29.45 €
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dossier: fuera de campo
bién la predisposición a la revelación: la expectación ante la promesa de aquella imagen postergada alcanza su culminación en los inolvidables segundos previos frente a la pantalla en blanco, cuando aún todas las imágenes son posibles. Diría que la revelación con propiedad únicamente se da después de ese tiempo que no solo ha sido eliminado sino que a veces llega a invertirse: cuántas veces recibimos películas en DVD que «tenemos que ver» sin haberlas deseado previamente, sin saber siquiera de su existencia o sin que esta despertara la curiosidad necesaria para verlas. Cierto que me llegaron algunas sorpresas por esta vía, pero no es ese el modo que predispone a la gran revelación. Y aun aceptada la evolución tecnológica como garante democratizador de las películas –aún bajo la forma de l'ombre d'un film–, no puedo sino reafirmarme como hijo de una anomalía que me dio una identidad en mi modo de desear y, por tanto, de abordar el propio cine. Permíteme en este punto abrir una brecha a la Antigüedad que aun a riesgo de la impostura creo que permite ver mejor las cosas, desde otra perspectiva. En el pasado clásico, a la figura literaria que describía objetos de arte se la conocía como écfrasis. El término valía por igual para obras de arte existentes o imaginarias, ya que su temprana utilización suele convenirse en los grabados del escudo de Aquiles en La Ilíada. Esa figura alcanzaría su apogeo con la descripción de pinturas del mundo clásico, en particular las que llevó a cabo Plinio el Viejo dentro de su enciclopédica Historia Natural en la que tuvo a bien incluir el libro dedicado a la historia de la pintura como parte de la naturaleza.
Raymond Depardon La vie moderne (DVD) Arcadès Europe, 2013 pvp: 23.55 €
Pocas de sus descripciones son presenciales, respondiendo la mayoría a una evaluación y catalogación sobre la tradición oral que mantenía vivas las imágenes e historias de pintores que según ellos culminaron un arte sin equivalentes: una auténtica época dorada de la pintura encarnada en esta escuela helénica a la que catástrofes naturales, expolios y avatares bélicos redujeron a la nada –las esquemáticas siluetas en cerámica serían otra sintaxis, que en poco se relacionaría con el arte referido–. Leda y el cisne de Glaución de Corinto; El rapto de Europa de Antifilo; Afrodita de Zeuxis; Paisaje con sátiro de Protógenes; Venus saliendo del mar de Apeles, el pintor que captaba el movimiento de los relámpagos… son algunas entre los centenares de imágenes invisibilizadas pero no olvidadas, vitales como acicate en la producción de imágenes a partir del Renacimiento: Botticelli, Tiziano, Rafael y Rembrandt, Velázquez… responden a este vacío semántico con un torrente de nuevas imágenes. Paradójicamente, las pinturas helénicas procedían también en su mayor parte de textos literarios, de modo que al desaparecer, generaron nuevos textos asimismo generadores de nuevas imágenes. En este fecundo trenzado entre palabra e imagen, uno está en el derecho de preguntarse si cabe buscar la simiente en la pintura helénica o en sus divulgadores latinos, con Plinio el Viejo y Filóstrato a la cabeza. Del mismo modo que frente a ciertos legados cinematográficos cabe interrogarse sobre si la autoría procede de los cineastas que los realizaron o de lo que fueron capaces de ver en ellos los maestros de la moderna écfrasis: Bazin, Daney, Hashumi…
A.A.V.V Aux origines du cinema scientifique et de la photographie (DVD) Arcadès Europe, 2013 pvp: 20 €
descubrieron y supieron formular cosas que otros no vieron a partir de obras que sí son visibles, a veces formuladas desde el reverso de las propias obras (El travelling de Kapo obra de Rivette & Daney se situaría como emblemática écfrasis de nuestro tiempo; nunca vi Kapo de Pontecorvo). Gracias, camarada Raymond por permitirme relacionar aquí mis intervalos con las écfrasis del pasado que modestamente me llevan a imaginarme como parte de una trama. Mientras fantaseo con situarme cinematográficamente frente a esos mismos textos en los que se buscaron los pintores durante generaciones, descubro una imprevista yuxtaposición entre palabra e imagen en la pantalla desde la que te escribo y en donde estoy viendo reflejados a un grupo de muchachos que cargan una cámara por el prado en busca de la distancia adecuada para un encuadre. Desde la brisa caribeña, Amitiés,
Patti Smith Tegiendo sueños Lumen, 2014 pvp: 11.90 €
Hans Ulrich Obrist A Brief History of New Music JRP Ringier, 2012 pvp: 20.60 €
José Luis Guerin
Leroi Jones Black Music La Caja Negra, 2013 pvp: 22 €
Mark Lewisohn Tune in. The Beatles, all these years Knopf, 2014 pvp: 33.70 €
Joshua Oppenheimer The Act of Killing (DVD) Cameo, 2014 pvp: por determinar
Ulrich Seidl Paraíso, amor, fe, esperanza (DVD) Cameo, 2014 pvp: 22.50 €
dossier: fuera de campo
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Cuando los directores miran: de la cinefilia al reciclaje
François Truffaut El placer de la mirada Paidós, 1999 pvp: 18 €
Jean-Luc Godard Historia(s) del cine La Caja Negra, 2007 pvp: 24 €
A.A.V.V. Desmontaje: film, vídeo, apropiación, reciclaje Generalitat Valenciana, 1993 pvp: 6 €
Jean-Yves Jouannais Artistas sin obra Acantilado, 2014 pvp: 22 €
Francisco Calvo Serraller La novela del artista Fondo Cultura Económica, 2014 pvp: 20 €
John Berger Cataratas Gustavo Gili, 2014 pvp: 12 €
la central / febrero 2014
propuesta
Resulta bastante habitual que los directores cinematográficos no sean simplemente creadores de películas sino también espectadores apasionados que, a pesar de su oficio (nada que ver con «en casa del herrero…»), conservan intacta en su mirada la ilusión por el cine, lo que les lleva a un inagotable consumo de imágenes e historias. Esta paradójica condición, que hace del cineasta, además, un cinéfilo –y en ocasiones también un arqueólogo o un historiador–, tiene como consecuencia, por lo general, dos tipos de actitudes diferentes. En primer lugar se encuentran aquellos directores que dejan por un instante sus cámaras a un lado para ponerse a escribir sobre cine y exponer sus gustos y opiniones fílmicas en tanto que espectadores, como o curre, por ejemplo, con realizadores tan distintos como François Truffaut en El placer de la mirada, José Luis Garci en sus libros Mirar el cine y Noir, o John Waters con Majareta y Modelos de conducta. Pero también puede ocurrir que quien escriba lo haga a modo de reflexión sobre la historia del cine de un modo más profundo, aunque siempre dejando ver al lector la presencia de su mirada personal, su huella de espectador, sobre ciertas obras y corrientes fílmicas. Tal es el caso de Alexander Kluge en 120 historias del cine o de Jean-Luc Godard con sus míticas Historia(s) del Cine. Al lado de quienes deciden mostrarse como contempladores de películas mediante la escritura, se sitúan los directores que van más allá y manifiestan en sus filmes su gusto por ver y pensar el cine, así como su pasión por las imágenes que componen la historia del séptimo arte, incluyéndolas de distintas maneras en sus obras a través de la técnica del reciclaje. Esta práctica consiste en la recuperación de imágenes de películas ajenas y se
trata de un recurso habitual en el cine de vanguardia, que, por tanto, encuentra sus orígenes durante los primeros años del siglo XX y llega hasta la ac tualidad. La historia del reciclaje cinematográfico ha sido ampliamente estudiada en diversos textos, e incluso algunas instituciones artísticas de primer nivel como el Museo Reina Sofía, por citar solo un ejemplo, le han dedicado ciclos retrospectivos completos. Entre las diferentes publicaciones que abordan el análisis del reciclaje desde los inicios del pasado siglo, merece la pena mencionar a vuela pluma cuatro de ellas, dado el rigor de sus textos y la multiplicidad de ángulos con que enfocan esta técnica. Me refiero concretamente a Desmontaje: film, vídeo/apropiación, reciclaje; Metraje encontrado; Piedra, papel y tijera y Found Footage: Cinema exposed. En estas obras queda claro cómo, a lo largo de más de cien años de historia del cine, el reciclaje ha sido usado de múltiples maneras y con diversos significados. Entre estos usos destacan la pura experimentación de las películas de Man Ray, tal como queda reflejado de manera sobresaliente en el libro A Cinematic Artist: The Films of Man Ray; y las reflexiones históricas acerca de la historia del cine con una clara intención didáctica, como puede verse en las ya citadas Historia(s) del cine de Godard. Pero la reapropiación de imágenes de otros, puede emplearse también como un método para elaborar complejas reconstrucciones de la sociedad del espectáculo, como hizo Guy Debord en sus filmes –véase el excelente libro La fabrique du cinéma de Guy Debord–, o para configurar metáforas complejas de ancestrales construcciones socioculturales como hizo Alexander Kluge en películas como La patriota o El ataque del presente al resto de
los tiempos, ambas incluidas en el pack de DVD Integral Alexander Kluge. Todos estos nombres corresponden a autores de referencia del panorama experimental del pasado siglo; sin embargo, el reciclaje es una técnica que continúa atrayendo a los cineastas más jóvenes. Por este motivo me gustaría concluir citando tan solo dos ejemplos, de los muchos posibles, de jóvenes directores españoles en cuya obra se observa una clara reapropiación cinéfila. El primero de ellos es Fernando Franco, que emplea imágenes de Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, de Chantal Akerman, en su pieza Les variations Dielman, incluida en el DVD Muestra Itinerante de Cine Playtime 2007-2012. Y en segundo lugar destaca el cortometraje Ya viene, aguanta, riégueme, mátame, de Los Hijos, que se incluye en el DVD Los Materiales, y en el que los autores no recuperan imágenes propiamente dichas, sino espacios y sensaciones de clásicos del cine español. Como puede verse, los directores nunca miran el cine en balde. Ya sea escribiendo o integrándolo en sus obras, al pasar por sus ojos las películas continúan su vida transformadas en un cine de otro tipo que, en última instancia, es siempre fruto de su admiración por las imágenes y del amor que profesan al hecho cinematográfico en sí mismo. Alberto Berzosa
dossier: fuera de campo
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Rostros Javier Pérez Andújar
Pietro Citati Leopardi Acantilado, 2014 pvp: 25 €
invitado
No sé si me gusta el cine, ni siquiera si lo entiendo. Creo que estoy más preparado para comprender la fotografía, que es más como el libro porque no se mueve. Películas he visto bastantes, pero menos que mucha gente capaz de ver dos y tres diarias. Para mí, una al día es una proeza que no pasa de una semana. Se me olvida que quería ver películas y acabo leyendo. Soy más de leer que de la imagen. Encuentro mucho más sencilla la lectura. Para leer basta con reconocer un puñado de caracteres, signos de escritura –en mi caso alrededor de veintiocho– y seguirlos en sus vidas cruzadas a través del libro hasta que se acaban las páginas. Con los otros caracteres, con los personajes de las películas, todo se me vuelve más complicado porque creo que no soy capaz de reconocer rostros. Seguro que hay un nombre para esta anomalía cognitiva, (que san Oliver Sacks me perdone) pero no sé cómo se le dice a eso. El caso es que veo una cara al principio de una película y me quedo con ella hasta que desaparece porque pasan a otra escena, a hablar de otra cosa. Entonces, cuando vuelve a salir ese actor, ya no sé quién es. Se me ha olvidado y le tengo que preguntar a mi mujer: «¿ese es el protagonista?». Una vez leí en una novela de Kurt Vonnegut que a él le ocurría lo mismo. Igual era mentira, y se trataba solo de un recurso literario. Pero muchas veces el único recurso es ser uno mismo. Qué ilusión me da siempre tener los mismos defectos que los escritores a los que admiro. Ya, lo malo une a las personas como género y es lo bueno lo que nos diferencia como individuos. En aquel libro –creo que era El desayuno de los campeones–, Vonnegut contaba que estaba haciendo autoestop y que lo recogió un camionero. Pues bien, durante el viaje no se atrevía a mirar
por la ventanilla porque cada vez que volvía la cabeza se le olvidaba la cara del conductor. «¡Eso es lo que me pasa a mí desde pequeño!», me dije al leer esa escena. Cuando mi madre me mandaba a pedir número en el ambulatorio, se me olvidaba siempre la cara del viejo que estaba delante, y me fijaba en su chaqueta, en su gorra, en sus zapatos, en el bastón que llevaba, para tener alguna referencia; sin embargo, al volver para recoger los papelitos con el número, a veces los viejos se habían cambiado de chaqueta (sí, claro, era en plena Transición) o se habían dejado la gorra en casa, y ya no sabía quién me había dado el turno. Nadie era quien había sido hasta hacía un rato. ¡Cuánto admiro a la gente que es fisonomista! En mi caso, pobre del actor cuya cara yo pueda recordar. Es porque le ocurre algo en ella. No, ahora en serio. Es así, pero peor. Solo identifico caras de antes. Pocas, pero todas antiguas. Quizá la primera que me aprendí fue la de Humphrey Bogart. Por eso me gusta tanto este actor; porque en seguida sé quién es. Siempre he sabido quién es. Es el tipo que está ahí, muchas veces dentro de nosotros, y que nos sale a través de ese actor que se llama como él. En Bogart, la gabardina, el sombrero..., todo lo que he buscado en la gente para identificarla, resulta profundamente secundario. Su pelo planchado, su frente ancha igual que una mesa de billar, esa sonrisa como si se hubiera comido media luna, sus ojos oscuros (¿eran como oscuros, no?) y tristes. Todo eso, en otra cara, lo hubiera olvidado igualmente. Pero en él, hay algo que me hace retenerlo. Asimilarlo. Y eso que asimilo antes una uve doble que un rostro. Lo mismo me ocurre con los actores españoles. Al margen de Pepe Isbert, Rafaela Aparicio, José Luis
ópez Vázquez, y pocos más, no soy L capaz de identificar sus caras. Al resto lo he visto, lo he conocido demasiado t arde. Creo que este problema (admito que lo es) está relacionado con otro que también padezco, pero que es en cierto modo gastronómico. Sí, digo que no soy capaz de identificar los rostros de los actores de menos de sesenta o setenta años por la misma razón que no me gustan el mango, ni los lichis, ni el sushi, ni nada de eso. Simple y llanamente porque antes no estaban. Igual que Manolo Escobar era un hombre de campo, yo soy un hombre de antes. No me gusta comer nada que no haya comido de pequeño. Quizá al romano Claudio lo envenenaron por algo así, por comer de todo. ¡Y qué facciones las del actor que lo interpretaba en la serie de televisión! Es algo terrible: ya podría tener Claudio la cara familiar de los julioclaudios, que para mí su verdadero semblante será el de Derek Jacobi. ¡Menudo rostro tan característico el de este Claudio! Desde entonces, esa cara ya ni siquiera le pertenece al propio Derek Jacobi. Acabo de mirar en la Wiki una foto suya para comprobar que no me equivocaba de nombre, y me ha salido un tipo con un bigote blanco que se parece bastante a un amigo mío de Santa Coloma, pero en nada al actor de Yo, Claudio. He tenido que leer, que fiarme de las palabras de nuevo, de la escritura siempre, para confirmar, para saber. Tengo que verlo por escrito, porque si no lo leo, no lo creo.
Christopher Maurer Federico García Lorca en Nueva York y la Habana Galaxia Gutenberg, 2014 pvp: 29.90 €
Walter Benjamin Baudelaire Abada, 2014 pvp: 23 €
Susan Sontag La conciencia uncida a la carne Mondadori, 2014 pvp: 21.90 €
Matsuo Basho Sendas Oku Atalanta, 2014 pvp: 18 €
Miguel de Cervantes El coloquio de los perros Nórdica, 2014 pvp: 16.50 €
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Mark Blyth Austeridad.Historia de una idea peligrosa Crítica, 2013 pvp: 22.90 €
Doug Saunders Ciudad de llegada Debate, 2013 pvp: 22.90 €
Richars Sennet El extrangero. Dos ensayos sobre el exilio Anagrama, 2014 pvp:14.90 €
Inigo Domínguez Crónicas de la mafia Lisbros del K.O., 2014 pvp: 18.90 €
ensayo
Enzo Traverso
Axel Honneth
El final de la modernidad judía
El derecho de la libertad
Estudiar la historia intelectual judía del siglo XX implica asumir la importancia de Hannah Arendt y su «lugar singular e inclasificable tanto en la teoría política como en la cultura judía contemporánea». Además de un resumen (necesario) de la obra filosófica de la pensadora alemana, lo que hace Enzo Traverso en las páginas de El final de la modernidad judía es recorrer las diferente fases del pensamiento judío contemporáneo, matizando sus especificidades geográficas, particularmente en el caso alemán. En este sentido, el historiador italiano explica también cómo el antisemitismo y la búsqueda de emancipación por parte de este «pueblo paria» van moldeando su desarrollo hasta la nefasta aparición del Tercer Reich y la posterior creación del Estado de Israel. Es por lo tanto a mediados de siglo cuando se observan los cambios que llevarán a ese «giro conservador», también motivados por un desplazamiento geográfico, y que tendrán como consecuencia última la metamorfosis de la judeofobia en islamofobia. La fluida narración de Traverso es una historia cultural y del pensamiento judío contemporáneo donde el autor analiza el papel de muchos de sus intelectuales y que funciona como una guía para comprender todo el proceso que llevó al final de su modernidad. Armando Sousa
Mathew Goodman Ochenta días El País-Aguilar, 2014 pvp: 17 €
Amelia Valcárcel Sexo y filosofía Horas y horas, 2013 pvp: 11 €
la central / febrero 2014
El final de la modernidad judía Universidad de València, 2013 pvp: 18.50 €
Las teorías contemporáneas de justicia se encuentran vaciadas de realidad social. Este es uno de los diagnósticos críticos con los que Axel Honneth inicia esta obra que es ya, por la magnitud de su alcance teórico, una obra imprescindible no solo a nivel académico, sino para cualquiera que aún crea en la posibilidad de la materialización de la libertad a través de la justicia. Partiendo de la fundamentación moral de la concepción de justicia, indaga en las implicaciones normativas de la noción de reconocimiento, señalando la desconexión actual de los estudios sobre justicia, en los que los principios normativos no incluyen el necesario análisis de la sociedad. Honneth se sirve de la Filosofía del Derecho de Hegel y actualiza su reconstrucción de la teoría de la justicia a partir de los elementos estructurales propios de las sociedades contemporáneas. Se trata, en definitiva, de caracterizar una justicia en tanto que análisis de la sociedad. La legitimidad de los órdenes sociales está en los valores éticos centrales que las instituciones, las prácticas y, en definitiva, los miembros de una sociedad comparten (el concepto de eticidad en Hegel). Desde tales premisas sobre la articulación de la filosofía moral y la teoría de la sociedad se constituye un juicio crítico en relación a si en dichas prácticas sociales institucionalizadas se da, de hecho, la realización de estos valores, y en qué medida. En la primera parte, Honneth se pregunta por el valor ético fundamental en nuestras sociedades, y cuál su núcleo central. Aparece entonces uno de los conceptos claves de esta obra: la idea de libertad en tanto que autonomía del individuo. Esta idea es importante, porque el horizonte ético de la justicia ya no es la apelación a un supuesto orden natural, el bien común, ni siquiera la voluntad del pueblo, incluso si se analiza desde la perspectiva
histórica de la luchas sociales; la idea que subyace es la de autonomía individual. De los tres modelos de libertad que distingue y caracteriza a través de sus fines –la negativa, la reflexiva y la social–, Honneth se para en esta última como modelo, más allá del propuesto por Hegel, que hace posible concebir la libertad como algo más que una aspiración subjetiva, que empuja a la realidad a amoldarse a los criterios de la libertad. Se cristalizarían entonces los valores en aquellas instituciones que fomentaran el reconocimiento recíproco, donde la realización de los propios deseos se diera a condición de la realización de los del resto. Del estudio de las esferas de acción determinantes para la libertad, la jurídica y la moral, se concluye que aún trabajan con nociones incompletas de libertad. Con el examen de las esferas de libertad social en las relaciones personales, el mercado y la construcción de la voluntad democrática, Honneth avanza hacia un análisis que en algunos casos subraya las implicaciones normativas positivas que, por ejemplo, han llevado el reconocimiento recíproco en el ámbito personal. En cambio, en este análisis del devenir histórico de la libertad social, los mecanismos institucionales que garantizan el ejercicio de la libertad social han sido desmontados, tanto en la esfera del consumo, como en la del trabajo. En la última parte, Honneth destaca que la democracia existe cuando los principios de libertad institucionalizados en los diferentes ámbitos de acción se realizan verdaderamente en las prácticas y los hábitos. Honneth hace una contribución inestimable con El derecho de la libertad, reubicando el problema de la libertad y su facticidad dentro del marco de la crítica reconstructiva, superponiendo la teoría crítica y su verdad en el campo social. Cristina Pérez
El derecho de la libertad Katz, 2014 pvp: 25 €
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ensayo
Christopher Clark
Anne Applebaum El telón de acero Lumen, 2014 pvp: 29.90€
Los sonámbulos
Los aficionados a la historia contemporánea estamos de enhorabuena: el centenario de la Gran Guerra nos trae un puñado de obras maestras. Y muy brillante ha de ser una nueva obra para destacar entre los más de 25.000 libros e investigaciones publicadas en torno a los orígenes, el desarrollo y las consecuencias del conflicto; es el caso del libro del historiador de Cambridge Christopher Clark. Fruto de una impresionante indagación académica, el autor despliega un relato minucioso y ágil sobre la génesis de la Primera Guerra, logrando que el lector nunca se pierda en la intrincada jungla de nombres, fechas y lugares. Como tantos otros historiadores, Clark se pregunta cómo fue posible que Europa, en la cima de su gloria, se enfrascara en un conflicto tan tremendamente autodestructivo, que causó veinte millones de muertes y provocó el desmoronamiento de tres grandes imperios. El libro se abre con el macabro crimen que, en 1903, acabó en Belgrado con la vida del rey Alejandro y su esposa Draga; entraba así en acción la Mano Negra, organización paramilitar del irredentismo serbio que durante la siguiente década impondrá su agenda expansiva y sanguinaria en los Balcanes y en 1914 será responsable de planificar el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. Clark sitúa así el epicentro del conflicto en las opciones que se abrieron con la retirada del Imperio otomano del sureste europeo, en un complejo juego de estrategias en el que se implicaron de lleno Austria-Hungría y Rusia, bajo la mirada atenta de Inglaterra, Francia y Alemania. Transcurrida la primera década del siglo, las alianzas entre las grandes potencias se desplazan hasta configurar dos bloques abiertamente enfrentados;
los compromisos entre unos y otros eran de tal alcance que no dejaban ya ningún resquicio para resolver cualquier conflicto menor por la vía pacífica. Más que por las causas profundas y las grandes temas, el autor se preocupa por los individuos y los acontecimientos; plantea que la búsqueda de una nación culpable o de unas causas primeras –la ambición imperialista de los prusianos y su temor al creciente poder ruso, la descomposición del imperio austrohúngaro por la acción corrosiva de los nacionalismos, el protagonismo de los mandos militares en detrimento de los políticos, la fascinación mítica por la guerra misma– oculta más que esclarece la complejidad de la toma de decisiones dentro de unas estructuras de poder inestables y fracturadas. La identificación de una o varias naciones responsables implica suponer que había funcionarios capaces de diseñar unas estrategias coherentes y llevarlas a la práctica; cuando, de hecho, el problema era la imposibilidad de alcanzar una visión de conjunto, y el hecho notable de que ninguno de los implicados tenía la menor pista sobre las intenciones ya no solo de sus enemigos, sino también de sus aliados más próximos. Ni siquiera en las democracias, Francia e Inglaterra, víctimas de las intrigas y la competencia entre facciones que perseguían objetivos divergentes, existió algo así como una dirección coherente, resuelta y sostenida; para Clark, los protagonistas de 1914 avanzaban «… como sonámbulos, vigilantes pero ciegos, angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo». Sonámbulos es una crónica detallada de cómo las múltiples posibilidades para la paz fueron descar-
tándose semana a semana, día tras día, hasta que el 4 de agosto de 1914 no quedaba ya ninguna. Interviene lo contingente, la estupidez y la miopía humana, la obcecación, los prejuicios y el orgullo de unos actores atrapados en los personajes que representan; en suma, se trata de la complejidad de la acción humana. No lograremos identificar un culpable porque la guerra no fue un crimen, sino una tragedia. Antonio Ramírez
Joseph Kessel La guerra está aquí al lado Alfaguara, 2014 pvp: 15 €
Ricardo Artola La Primera Guerra Mundial. De Lieja a Versalles Alianza Editorial, 2014 pvp: 19.99 €
Luciano Canfora El mundo de Atenas Anagrama, 2014 pvp: 29.90 € Sonámbulos Galaxia Gutenberg, 2014 pvp: 29 €
En los últimos meses en Inglaterra, Francia y Alemania se han publicado decenas de obras en torno a la Primera Guerra Mundial. La riqueza de los archivos ha permitido algunas ediciones tan notables como: Joan C. McKeown Gabinete de curiosidades griegas Crítica, 2014 pvp: 22.90 €
Nigel Jones Peace and War: Britain in 1914 Head of Zeus, 2014 pvp: 31.90 €
V.V.A.A. Été 14. Les derniers jours de láncien monde Seuil, 2014
Jacques Le Goff (coord.) Hombres y mujeres de la Edad Media Galaxia Gutenberg, 2013 pvp: 30€
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ensayo
Lev Tolstói Simone Weil La condición obrera Trotta, 2014 pvp: 25 €
Harry Mulisch El juicio a Eichmann. Causa penal 40/61 Ariel, 2014 pvp: 19.90 €
François Cheng El diálogo Pre-Textos, 2014 pvp: 10 €
Serge Latouche Hecho para tirar Octaedro, 2014 pvp: 12 €
Rémi Brague En medio de la Edad Media Pau Faus, 2014 pvp: 24 €
Contra aquellos que nos gobiernan
No hay literatura sin ideología, acostumbran a fijar los críticos posmarxistas. Al conde Tolstói la inquietud política le pintó los últimos años, una vez agotadas las reservas de vodka. Acaudalado, exitoso y excomulgado, sus intereses se tornaron espirituales. Abandonó la pompa, volvió a la aldea, se mezcló con campesinos y se dejó morir en un retiro de sandalias y franela asceta. De esta etapa de redención surgen sus textos más desobedientes. Sus referencias al arte, el naturismo o la pedagogía libertaria lo auparon como discreto referente anarquista y tipo extraño en Yásnaia Poliana. El brete existencial le hizo raspar los contornos totémicos de cristianismo y socialismo. En su retiro ya no era capaz de explicarse cómo los obreros se ahumaban en las calderas de las factorías pudiendo salir a trotar entre liebres. Apeló con frecuencia a la dignidad de los trabajadores, y su protesta ante el capitalismo quedó igualada frente al desconcierto que le producía la izquierda utópica. A Marx lo leyó sin liturgia, abandonado ya a las proclamas de Gandhi, Emerson o Thoreau. Según la teoría socialista, los trabajadores acabarán por apoderarse de los medios de producción. Entonces estarán bien alimentados y vestidos, con todos los domingos a su disposición, y con tantos medios para distraerse, que no habrá nadie que prefiera el ancho horizonte de los campos y la compañía de los animales, a la perspectiva de ladrillos y chimeneas de la ciudad. Es el ludismo agrario y bucólico del Tolstói más abstemio. Una crítica en retirada, un azote al progreso en clave prebolchevique.
Aldolfo Chaparro Amaya Pensar caníbal
He aquí una de esas verdaderas oportunidades para desprenderse intelectualmente de la herencia colonial. Este elaborado estudio nos permite comprender la complejidad del fenómeno caníbal en las sociedades amerindias y su sentido metafórico, vinculado a la colonización y al poscolonialismo. La antropofagia sirve también de pretexto para una recapitulación histórica del pensamiento indígena. A través de un ejercicio filosófico posestructural, se deriva la hipótesis de una «pulsión caníbal» común, a partir de la cual se describen diferentes procesos de subjetivación de estas sociedades, según el momento histórico en relación a la Conquista, y se identifican distintas tipologías de canibalismo. Este particular recorrido nos ofrece una interesante explicación de por qué unas comunidades fueron aniquiladas, otras absorbidas y algunas se mantuvieron al margen del aparato colonial, e incluso por qué una cierta pulsión del mismo carácter sigue presente en los distintos sujetos. Aquel pensamiento indígena proscrito y estigmatizado emerge en este ensayo como protagonista del universo amerindio, como herramienta principal del pensamiento crítico poscolonial y como potencial de un cambio de perspectiva intelectual. En esta irónica vuelta de tuerca, el autor propone un esquema cognitivo, partiendo del pensar caníbal, que reconceptualice la noción de naturaleza y de lo propiamente humano, para extrapolarlo a un ámbito de pensamiento más universal. Démosle, pues, esta oportunidad al saber.
Michel Foucault La inquietud por la verdad
Estos textos arrojan luz a la perspectiva sobre la vida y la obra del pensador francés y, aunque lo hacen desde diversas ópticas (entrevistas, prefacios, conferencias), la mirada del propio Michel Foucault es el inequívoco faro que ilumina los fragmentos de su extensa red conceptual. Aquí descubrimos las motivaciones que tejieron su trabajo, las preguntas que originaron sus líneas de investigación, sus proyectos intelectuales. Mucho más allá de eso, el Michel Foucault que se descubre en estas páginas nos habla de su vida, sus estancias en Túnez, Polonia, Suecia, y de las marcas que estas experiencias dejaron en su pensamiento, así como su punto de vista sobre la recepción de sus obras en Francia. Podemos saber cómo fue gestándose el proyecto de la historia de la sexualidad; su intenso trabajo en desarrollar las relaciones de poder, verdad y sí mismo; la cuestión de las relaciones que mantenemos con los «juegos de verdad» en el saber científico, donde somos a la vez objetos y sujetos. En definitiva, se trata de unos textos fragmentados pero absolutamente reveladores de esa inquietud por la verdad que se convierte en el motor de toda la obra de Michel Foucault, una indagación minuciosa que en él se reviste de humildad, pero sobre todo de una brillante lucidez. Cristina Pérez
Marta Hereu
Álex Cerrudo
Arturo Leyte El paso imposble Plaza y Valdés, 2013 pvp: 17 €
la central / febrero 2014
Contra aquellos que nos gobiernan Errata Naturae, 2013 pvp: 14.50 €
Pensar caníbal Katz, 2013 pvp: 21 €
La inquietud por la verdad Siglo XXI, 2014 pvp: 22.90 €
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ensayo
Frances Stonor Saunders La mujer que disparó a Mussolini
F. Stonor Saunders, periodista e historiadora inglesa, nos cuenta la triste historia de Violet Gibson, una aristócrata angloirlandesa que en 1926 intentó asesinar a Mussolini disparándole con un revolver en plena calle. ¿Por qué una mujer de alta alcurnia como Violet querría matar a Mussolini, un hombre que por aquel entonces era bastante popular en Gran Bretaña? ¿Formaba parte de un complot para derrocar al dictador fascista? ¿O era una pobre enferma mental de tendencias homicidas? Violet era una mujer de salud delicada y carácter retraído que pertenecía a una de las familias protestantes y unionistas más influyentes de Irlanda y que acabó siendo nacionalista irlandesa y convirtiéndose al catolicismo. La autora nos cuenta su historia de forma meticulosa, con cariño, y junto a su relato esboza una pequeña historia cultural de la mujer y de su salud mental, y nos explica la historia de Mussolini y de los inicios del fascismo en Italia. Violet fue educada en una sociedad victoriana en la que el rol de la mujer se encontraba bien determinado. Muchas mujeres lucharon por escapar de ese molde, algunas con mejor fortuna que otras, y también muchas acabaron víctimas de diagnósticos que hoy nos parecen delirantes. Violet se apasionaba por la política internacional, pero el mundo no le daba muchas opciones para intervenir en él ni para cambiarlo. La frustración de su condición la llevó, sin duda, a la inestabilidad, pero, ¿era ella la única enferma? ¿Quién resultaba más peligroso, Violet Gibson o Mussolini?
Werner Fuld
Simón Elías Barasoain
Breve historia de los libros prohibidos
Alpinismo bisexual
Es sorprendente la cantidad de vicisitudes en las que un objeto en apariencia tan inofensivo como un libro se puede llegar a encontrar. Pero un libro esconde la palabra e incluso el verbo creador, lo que lo ha llevado a ser valedor, en algunos momentos de su historia, de una nefasta reputación y persecución. El escritor y crítico literario Werner Fuld nos presenta un original recorrido por alguno de los más importantes ejemplos de holocaustos bibliográficos. Modos y causas que llevaron al intento de erradicación de algunos de los libros más singulares de la historia. Desde las famosas listas negras de la Inquisición, prohibiciones de regimenes dictatoriales de obras inmorales y degeneradas, la existencia de depósitos secretos de libros infames en bibliotecas y archivos –delicia de cualquier arqueólogo bibliófilo–, hasta el deseo del propio autor de la destrucción de su obra como censura primigenia. Kafka instó a eliminar cualquier rastro de su presencia en esta vida a través de la quema de toda su obra. Pero por suerte, como en este caso y en otros tantos, debemos agradecer las falsas promesas de familiares, amigos y editores. Los libros prohibidos no son un mito; en la actualidad algunos estados prohíben obras sin que les tiemble el pulso. Otros países, abanderados de la libertad y de pensamiento mojigato, prefieren hacerlo de una manera más sutil para salvaguardar nuestras débiles mentes. No obstante «las ideas tienen más fuerza que las leyes».
Eugenio Trías El hilo de la verdad Galaxia Gutenberg, 2014 pvp: 19 €
¿Qué demonios tiene que ver el sexo con la escalada? Barasoain cuenta en su haber con algunas de las más imponentes cimas del mundo, así que no hay lugar para la objeción cuando en estas páginas afirma que, tambaleando a 2.000 metros de altura o hacinados en una tienda bajo el estruendo de la tormenta, cuando el éxito y la incertidumbre penden de la misma cuerda que nuestros compañeros de aventuras, solo podemos tomarnos ese riesgo compartido como una de las más nítidas manifestaciones del acto amoroso, al margen de los géneros, las filias y las fobias. Evitando la crónica hiperbólica y el anecdotario al uso, el libro de Barasoain propone una aproximación inédita a la escalada, más allá de los tópicos que rodean este deporte. Esta es también la historia de una renuncia sin garantías: la de aquellos que abandonan la anodina comodidad para abandonarse al azar y abrazar la adversidad de una naturaleza inclemente, en majestad. Los apuntes «del natural» de Barasoain se despliegan ante nosotros como un recuento de visiones interiores esparcidas sobre amplios paisajes, a una distancia que le permite retomar el discurso de lo cotidiano sin tapujos, sin sentimentalismos ni fanfarronerías. El humor y el absurdo aparecen en este antimanual como el necesario contrapunto a la voz épica y grave desde la que tradicionalmente se transmiten el conocimiento y las experiencias aprehendidos allá en las cimas.
Michael Pollan Cocinar Debate, 2014 pvp: 22.90 €
Edward O. Wilson Cartas a un joven científico Debate, 2014 pvp: 14.90 €
David Jou El laberinto del tiempo Pasado y presente, 2014 pvp: 22 €
Frans de Waal El bonobo y los diez mandamientos Tusquets, 2014 pvp: 19 €
Marc Navarro
Noemí Jiménez
Mireya Valencia
La mujer que disparó a Mussolini Capitán Swing, 2014 pvp: 21 €
Breve historia de los libros prohibidos RBA, 2013 pvp: 21 €
Alpinismo bisexual Pepitas de calabaza, 2014 pvp: 12 €
Melanie Joy Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas Plaza y Valdés, 2013 pvp: 13 €
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Estrella de Diego Rincones de postales Cátedra, 2014 pvp: 15 €
José Jiménez Crítica en acto Galaxia Gutenberg, 2014 pvp: 26 €
Alberte Pagan Andy Warhol Cátedra, 2014 pvp: 18 €
Ambroise Vollard Retratos de Cézanne a Picasso Casimiro, 2014 pvp: 7 €
Rowe Colin / Leon Satkowski La arquitectura del sXVI en Italia Reverte, 2014 pvp: 39.50 €
arte y artes escénicas
Georges Bataille
Gloria Vilches
Geoff Dyer
Lascaux o el nacimiento del arte
¡Ay de mí!
Pero hermoso
La naturaleza del arte, el momento en que aparecen sus primeras manifestaciones o el papel que este juega en la formación de la condición humana, son algunas de las grandes preguntas que sobrevuelan este ensayo que Georges Bataille escribió en 1955, no muchos años después del descubrimiento de las pinturas paleolíticas de Lascaux. El asombro, y esa emoción «fuerte e íntima» que le producen las pinturas en su primera visita a la cueva, se traducen aquí en un recorrido sistemático por la misma, donde el verdadero interés reside en el planteamiento de una hipótesis, cuando menos, atractiva: la aparición del arte como manifestación íntimamente ligada a la formación de la humanidad. Esta humanidad, en cuanto negación de nuestra condición animal, está fundada firmemente en el desarrollo de la técnica y la paralela aparición de la prohibición o el tabú. Pero es solo a partir del momento en que aparece un ánimo de superación de estas prohibiciones, de transgresión, cuando reconocemos a nuestros primeros antepasados. Aunque no oculta la función mágica de las pinturas, su intencionalidad relacionada con la caza, el arte para Bataille es principalmente juego y esa voluntad de prodigio implícita a la naturaleza del ser humano, algo que ya apreciaba en el hombre de Lascaux. Por lo tanto, Bataille considera este, y no Grecia, el momento decisivo de aparición del arte, un arte nuevo, que compara con el de los momentos más creativos de la historia, y sobre el que un Picasso profundamente impresionado sentenció: «No hemos inventado nada.» Ramón Andrés
Juhani Pallasmaa La imagen corpórea Gustavo Gili, 2013 pvp: 24.90 €
la central / febrero 2014
Lascaux o el nacimiento del arte Arena libros, 2013 pvp: 16 €
Gloria Vilches (Valencia, 1978) ha empezado recientemente su andadura musical en el dúo Matrimonio; ella canta y acompaña con la percusión todavía tímidamente. En lo que Gloria ya ha recorrido un largo camino es en el collage, práctica que también tiene mucho de armonía y de compromiso. Su primer libro ¡Ay de mí! Un álbum de collages de Gloria Vilches es, a la manera de Carmen Martín Gaite en su Visión de Nueva York, un libro autobiográfico. Ella misma lo define como un diario personal de su estancia en Barcelona, donde vive desde 2008. El diario-collage, igual que una carta o un álbum de fotos, nos conduce siempre a un espacio íntimo. En sus obras, Gloria rememora, para no olvidarlas, las experiencias importantes de la vida. Pegamento, tijeras y revistas viejas, materiales sencillos para observarse en el dolor, en la alegría, y construir con eso. ¡Ay de mí! es un lamento, un quejido en la intimidad de la noche. Caer, detenerse, entender, componer. Un acto de amor y de entusiasmo en el que los retazos casan, igual que casan dos voces. A veces solo los ojos, a veces solo una mano… La artista reconstruye fragmentos de su vida y reclama nuestra sensibilidad, porque el dolor, como la alegría, es una experiencia de todos. Este libro es el segundo título publicado por Romboide, una editorial de tiradas cortas afincada en Valencia. Allí coincidí hace poco con el editor, quien revisaba en la mesa de al lado la maqueta de su próximo libro. Proyectos pequeños que se gestan en bares pequeños. Lucía Boned
¡Ay de mi! Romboide, 2014 pvp: 15 €
Este libro es una playlist. Acercamos la aguja al surco. Dyer arranca cada tema con un sampler: Ellington, Young, Powell, Mingus, Baker, Webster, Monk, Pepper. Están todos. Pero lo que venimos a escuchar aquí no son solo los clásicos del jazz, sino sus covers. Versiones biográficas narradas en duerme vela, que mezclan ficción y realidad al hilar lo leído y lo imaginado, lo sucio y lo bello, lo negro y lo americano, el humo del río y el reflejo del cemento, convirtiendo esta parte fundamental de la historia de la música en stories con minúscula, tatuajes para melómanos. Y lo consigue tras adoptar el es tilo de esta forma musical, la improvisación. Primero en cuanto al argumento, ya que presenta el momento histórico en que se construían las piezas de un diálogo entre la tradición de músicos precedentes y la innovación de los jóvenes creadores. Pero también respecto al punto de vista y de partida de la narración porque, como «samplea» en el epílogo al Steiner de Presencias reales, «las mejores lecturas sobre arte son arte», y este texto NO es una reseña crítica sino una respuesta literaria a esta música. En este trabajo del 91 en edición original y ganador del S omerset Maugham del año siguiente, el escritor descubre lo intergenérico, que de ahí en adelante constituiría su poética; el mestizaje narrativo que la crítica ha calificado como «genredefying» definirá sus siguientes trabajos, llegando a su apogeo en Zona (Random, 2013), donde a partir del Stalker de Tarkovsky reescribe la historia, convirtiendo en papel la pantalla. Ana Cibeira
Pero hermoso Mondadori, 2014 pvp: 16.90 €
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infantil y juvenil
Kitty Crowther Poka y Mina. El fútbol
A Mina le encantaría jugar al fútbol. Lo desea con todas sus fuerzas. Poka la inscribe en el equipo del barrio e incluso le compra unas fantásticas zapatillas porque Mina está segura de que así jugará mejor. «Si me las compras te querré hasta el fin del mundo y más allá». Pero no es tan sencillo. Mina necesitará disciplina y mucho entrenamiento para conseguir ser una buena jugadora. De nuevo, Kitty Crowther nos envuelve en una historia bien contada que emociona por igual a niños y mayores, haciendo gala, una vez más, de una ilustración de trazo muy sencillo pero llena de detalles, en simbiosis perfecta con el texto que la acompaña. El mensaje, como siempre en sus libros, es perfecto, sin ningún aderezo ni moralina: la constancia y el esfuerzo nos llevan a conseguir lo que nos propongamos, como le ocurre a Mina.
Margarita del Mazo y Guridi
Sofía Rhei El joven Moriarty y la planta carnívora
Las gafas de ver
Carlitos es muy pequeño y está enamorado de su compañera Inés, para la que nuestro protagonista es invisible. Tras hacer todo lo posible por llamar su atención, la ocasión le llegará cuando a Inés le pongan gafas de ver. Aunque lo que va a ocurrir ni Carlitos se lo espera. Un fantástico álbum sobre el primer amor, el sufrimiento de no ser correspondido contado con el sentido del humor que caracteriza a Margarita del Mazo. Resulta perfecto el tándem que hace aquí la autora con un grande de la ilustración: Guridi, tierno y divertido a la vez. Un libro imprescindible para recordar primeros amores o para descubrirlos. S.S.
Susana Sánchez
Aviso a todos los Holmes adictos… ¿Queréis saber cómo era el eterno rival de Sherlock a los ocho años? Sofía Rhei nos lo cuenta en esta segunda aventura, donde el antagonista de Sherlock va tomando consciencia de sí mismo y de su vocación de villano. Ya sabemos cómo James Moriarty y su insoportable hermana Isabella acaban con la paciencia de los adultos con sus interminables retos y travesuras. Sabemos cómo comparten juegos, trastadas y castigos con el hijo de su jardinero John Watson; y en esta segunda entrega, veremos como un viaje a Londres puede convertirse en una alucinante aventura. ¿Quién ganará la apuesta y se quedará con el regalo de la tacaña tía Charity? ¿Quién es ese estirado niño virtuoso del violín? ¿Qué tiene que contarle Julio Verne a Moriarty? Y lo más importante, ¿de dónde sale la planta carnívora más grande del mundo?.
Emilia Lang El árbol de los zapatos Walrus, 2014 pvp: 12 €
Marta Altés Soy un artista Debate, 2014 pvp: 14.90 €
Laura Ljungkvist Art While You Eat MoMA / Chronicle Books, 2014 pvp: 10.70 €
Sílvia Aymí Jordi Sierra Fabra Seis días de diciembre Plaza y Janés, 2014 pvp: 17.90 €
Poka y Mina. El fútbol Los cuatro azules, 2013 pvp: 11.75 €
Las gafas de ver La fragantina, 2013 pvp: 14.50 €
El joven Moriarty y la planta carnívora Fábulas de Albion, 2013 pvp: 17 €
Tomi Ungerer Adelaida La editorial Kalandraka ha recuperado Adelaida, uno de los libros clásicos e inolvidables de Tomi Ungerer (Estrasburgo, 1931). Adelaida es una canguro valiente y un poco distinta del resto: tiene unas alas que le permiten ver el mundo como si fuera un pájaro o un avión. Un día se despide de su familia y emprende el vuelo junto a un piloto amigo suyo. Con él visitará un sinfín de lugares asombrosos, hasta que llega a París y decide quedarse allí. En París no es
fácil coger un taxi ni pasar la aduana, pero un amable caballero, el señor Mario, la ayudará a vivir en una ciudad donde se convertirá en una artista, en una heroína y en una canguro enamorada. Adelaida, publicada en 1959, forma parte de una pequeña serie de libros protagonizados por animales (Émile, Críctor, Rufus y Orlando), historias ingenuas y humorísticas que contrastan con otros trabajos del mismo autor de carácter político y
crítico-social. Ungerer es uno de los escritores europeos más internacionales y ha recibido premios como el Hans Christian Andersen, en el año 1998, y el Premio Europeo de Cultura, en 1999. Su ciudad natal, Estrasburgo, acoge el Museo Tomi Ungerer, donde uno puede conocer toda su obra, desde las ilustraciones para niños hasta su trabajo para adultos. Meritxell Ral
Tomi Ungerer Adelaida Kalandraka, 2014 pvp:15 €
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inclasificados
Los libros de La gran belleza de Paolo Sorrentino
X Libris Rodrigo Fresán
Roma es el escenario donde trans curre La gran belleza, la última película de Paolo Sorrentino, una Roma trasnochada y crepuscular que recuerda a la de La dolce vita, pero sobre todo a la de Roma, la película de Fellini estrenada en el 72: una ciudad esplendorosa y decadente, que se corroe noche tras noche, de una belleza y un pasado tan deslumbrantes que hacen de la ciudad actual una simple parodia. Por esta nocturna Roma deambula, en la película de Sorrentino, el escritor Jep Gambardella (un deambular errático que recuerda al del protagonista de El fuego fatuo, la novela del francés Pierre Drieu La Rochelle, a través de las calles de París). Como la propia ciudad, Gambardella se encuentra en un momento crepuscular de la vida: la madurez le ha alcanzado y él continúa abandonándose a una vida de placer. Se ha convertido, gracias a una especie de pacto fáustico, en El Rey de los Mundanos; una mundanidad que se materializa estéticamente en el film a través de un kitsch grotesco, un lujo barato que sirve para retratar a una sociedad en decadencia. Lo que Gambardella busca en realidad, como sabremos más adelante, es un momento sublime –la gran belleza–, que lo redima de esta mundanidad, de una existencia vacía «Esta es mi vida, y no es nada. Flaubert quería escribir una novela sobre la nada. Puedo escribirla yo, ¿no?». La presencia de la Iglesia en la película se va haciendo más evidente a medida que avanza el metraje y no hace sino remarcar esa distancia entre la mundanidad que rodea a los protagonistas y la búsqueda de la trascendencia de Gambardella. Finalmente, el encuentro con el momento sublime del escritor se acabará vertebrando a través del pasado y la memoria, a través de la evocación de su primer amor. Porque, como dice Plotino en De lo sublime, «nada hay tan sublime como una pasión noble». Elena Martín
la central / febrero 2014
INTRO. Pueden llamarlo X Libris, que no es lo mismo que ex libris: del latín, expresión que significa algo así como «De entre los libros de…», etiqueta y tatuaje que se pega en la parte interna de la cubierta o se sella en la primera página; señal de pertenencia, marca de territorio, escudo de armas o refrán dinástico, anagrama de apellido, imágenes que van de lo erótico a lo macabro, ADN y gen, transferencia y –desde el tiempo de los faraones– truco mágico sin ilusión tramposa por la que la obra del autor pasa a ser parte de la vida del lector y todo eso. BIG BANG. Se llama X Libris y no Ex Libris entonces. X de expediente clasificado. X de mapa del tesoro. X de radiactivo y mutante y conflictuado superhéroe de la Marvel Comics. X de nombre y origen desconocido y –como canta David Bowie– sórdidos detalles más adelante. Y, sí, hay días en los que, con cierto esfuerzo mental y concentración física, X Libris casi consigue creerse a sí mismo y sentirse como un personaje inolvidable. Porque, reconozcámoslo, su origen es más que digno de ser contado. X Libris no nació con la cabeza envuelta en la placenta (como David Copperfield) pero aun así le está dado el ver visiones e invocar fantasmas mucho más vivos que los mortales. Porque, de acuerdo, la leyenda urbana asegura que Tom Waits nació en la parte trasera de un taxi. Pero los entusiastas de estas cosas no suelen completar la anécdota: Tom Waits nació allí, sí; pero en el estacionamiento de un hospital al que su madre acudía a dar a luz. Interesante, pero no tan interesante. En cambio X Libris –quien, digámoslo también, tiene mejor voz que Tom Waits– nació en una librería, entre las secciones de autoayuda y bricolaje. El libresco día de Sant Jordi. Y nadie va a una librería a dar a luz. Y, mucho menos, aprovechando la ino currente inmensidad de una librería de grandes superficies (¡oh!, a X Libris le hubiese gustado nacer en The Strand o en Shakespeare & Co. o en La Central o en la edad dorada de Fausto; pero su madre no era una lectora de fondo sino
más bien de cien metros planísimos y de best sellers más sellers que best), cortar el cordón con los dientes y abandonar allí a su bebé recién escrito. Pero así fue y así llegó X Libris a este mundo: como huérfano decimonónico, pero más bien realista y sucio. EL RESPLANDOR. De ahí que X Libris, tantos años después de haber sido encontrado y adoptado por una, eso sí, muy dickensiana pareja de bibliotecarios, experimente una extraña vibración cada vez que entra en una librería. Algo así como uno de esos dones no del todo deseados que tienen los protagonistas de El resplandor y Doctor Sueño de Stephen King. Pero en lugar de ver muertos, X Libris ve inmortales. Dentro de los libros. De entre los libros de tantos y de tantas. Y en todas y cada una de las librerías del mundo como si estas fuesen sus hogares, sus dulces hogares. Para X Libris, la lectura del ensayo de Jorge Carrión es algo así como un álbum de familia con un montón de parientes a los que le falta conocer y reconocer. Pero hay tiempo, se dice X Libris. PESADILLA. Esta capacidad para entrar y salir de entre las páginas, claro, no siempre es placentera y en ocasiones se vuelve algo más pesadillesco que la habitación 217 del Overlook Hotel. Ayer, sin ir más lejos, X Libris –enredado en las sábanas del insomnio– vio cómo los corderos que intentaba contar para conciliar el sueño se convertían, uno a uno, hasta ser miles, en feroces y lupinos lectores de La verdad sobre el caso de Harry Quebert de Joël Dicker entusiasmados por explicarle por qué ese era el thriller más genial que habían leído desde la genial Trilogía Millennium de Stieg Larsson o algo por el estilo. Se veía y se oía que eran seres a los que les gustaba repetir muchas veces el adjetivo genial. Y X Libris les juraba que intentó leerlo pero… Entonces, cuando pensó que había conseguido callarlos y reducirlos, vio como esos mismos corderos mudaban ahora en unánimes críticos literarios finde añeros asegurándole que En la orilla de
Rafael Chirbes era lo más importante que había ocurrido en el paisaje novelístico desde vaya uno a saber cuándo o desde hace unos doce meses. X Libris consiguió calmarlos jurándoles que iba a leerlo cuando bajase la marea, la marea de ellos y el mareo que le provocaban. Y así, por fin cerrando los ojos, X Libris recordó los tiempos en los que la gracia y el placer y el privilegio pasaba por leer aquello que nadie estaba leyendo y cuidarlo como se cuida un secreto que se revela y se comparte solo con los seres muy pero muy queridos. MALA GENTE. Pero cómo querer –se pregunta sin respuesta; ahí, junto a la mesa de los libros de arte hay otro– a esos cretinos que desenfundan sus móviles en librerías y fotografían libros para, después, comprarlos más baratos on-line. O ni siquiera eso: mejor piratearlos. Porque la cultura es para todos y debe ser gratuita y bla-bla-bla. X Libris –es verdad– supo robar muchos libros durante su juventud, en tiempos unplugged y en los que el hurto era algo casi dandi y deportivo. Pero lo suyo era un arte y por amor al arte. Y también compraba libros. Muchos. El robo ocasional era cometido cuando X Libris no tenía dinero pero sí tenía muchas ganas de leer ese libro que necesitaba poseer porque se sentía poseído por la necesidad de meterse ahí dentro. Ahora no. Ahora estos corsarios electrificados acumulan por acumular. Apenas leen. Lo suyo es pura descarga y carga. X Libris contempla a este cretino capturando portadas como si se tratasen de mariposas rusas (el basurilla ni siquiera hace el esfuerzo de tomar notas en una libreta) y ahí va, tan concentrado en su pantallita que no repara en la escalera que desciende a sus pies y X Libris no le dice ni le advierte de nada y lo contempla caer, escalones abajo, irreparable, pero sin soltar su móvil que apenas usa como teléfono y que recién ahora descubrirá que, además, sirve para llamar a una ambulancia. POLVO. De salida, X Libris coge un libro sin mirarlo y lo abre al azar y lee: «Una biblioteca con libros cubiertos de polvo. Polvo doméstico que, en un 90%, no es otra cosa que materia muerta desprendiéndose de seres humanos y que, dicen, es factor clave para la buena conservación de los libros. Así que no desempolvarlos del todo ni demasiado seguido y, ah, justicia poética y justicia literaria: nosotros nos deshacemos para que los libros se mantengan enteros y del polvo de nuestras historias venimos y al polvo sobre los libros volvemos.» Y X Libris –siempre entre libros– deja el libro en su sitio y sale de esa librería solo para así poder entrar en otra librería.
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Erick Beltrán Apparition of Units
Apparition of Units es el título de una plataforma interactiva en la que, a modo de archivo, Erick Beltrán (México D.F., 1974) reúne una selección de imágenes y diagramas. Una metodológica disección de un amplio espectro de ideas que acogen lo micro y macro y que, como en un libro, se organizan en capítulos o apartados.
Beltrán propone una relectura de las estrategias desde las que abordar una posible definición del sujeto contemporáneo en tanto que «unidad». Conceptos asociados al desarrollo del proyecto moderno como progreso, proceso o visibilidad, aparecen aquí como la manifestación de un diálogo entre el yo y lo múltiple o el original
y la copia. Un discurso en constante redefinición que encuentra en esta interfaz virtual, y en la ilusión participativa, un formato idóneo desde el que exponer la negociación entre el individuo y su representación. www.apparitionofunits.net Marc Navarro