Lcf#12

Page 1


Conocí a Guillermo cuando tenía diez años. Estábamos en clase de alternativa a la religión, que por aquel entonces se denominaba estudio, por lo que el profesor, con buen criterio, nos daba tiempo libre para hacer lo que quisiéramos, siempre y cuando no diéramos mucha guerra. Apenas cursábamos la asignatura seis personas, y yo era nuevo en el colegio, por lo que no pude evitar fijarme en un par de compañeros que pasaban la hora dibujando cómics, con los que clase tras clase, terminé trabando una gran amistad. Uno era evidentemente el autor de los relatos contenidos en este fanzine, el otro es la mano detrás de las ilustraciones que lo acompañan. Desde entonces, he visto a Guillermo esculpir, escribir guiones de cine, formar parte de grupos de música como Flying Ladies, incluyendo el ejercer de director de los videoclips Fucked for Life, Carta abierta a Ciudad Frontera y Aburridos como tardes de domingo, y escribir varios relatos, que es lo que hoy nos ocupa. Carlos ha hecho del diseño su profesión, y con bastante éxito además, como demuestran los galardones obtenidos por sus carteles, etiquetas y animaciones. No me cabe duda de que en estas páginas veremos ejemplos de su calidad como ilustrador. 2

Así que cuando me propusieron escribir un prólogo para esta edición del fanzine La Chimenea, tuve sensaciones encontradas. Los artistas siempre han sido ellos, y una persona de ciencias puras como yo quizás no era la mejor elección. Aunque me apetecía, no me sentía muy preparado para aceptar el encargo, al fin y al cabo no he escrito nada en mi vida, así que confieso que siento un cierto vértigo ante el hecho de que personas desconocidas acaben leyendo este texto. Me asaltan las que sospecho son las preguntas típicas del primerizo: ¿Y si leo esto dentro de un año y me parece una bazofia? ¿Será mi reflexión sobre los relatos una auténtica chorrada? ¿Toda esta historia de los amigos de la infancia no será manida y empalagosa a partes iguales? Por suerte o por desgracia, tras un periodo de procrastinación, aquí estamos escribiendo. Pesó más el otro lado, el halago de ser invitado a participar. Al fin y al cabo, soy sin duda el que menos se expone, y si a alguien le aberra cualquiera de las partes de este fanzine, siempre podremos hacer nuestra la cita de Wilde: “Lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien”.

Fijando la vista en los relatos, creo que podemos extraer algunas características más o menos comunes en ellos. Todos resultan algo inquietantes, están impregnados de una cierta turbiedad que se concreta en varios elementos, siendo quizás el más importante de ellos la violencia, no necesariamente física. Pero no esa violencia visceral producida por un momento de furia, sino la violencia premeditada, en ocasiones obsesiva, decidida en frío, que la hace aún más pavorosa. También el control es un tema recurrente y fuente de esa violencia. Será habitual encontrar personajes que quieren imponer su voluntad sobre otros en nombre de instituciones o concepciones mayores que ellos, como la familia o la justicia. Algunas veces, dichos personajes pertenecerán a diferentes esferas o clases sociales, hecho que condicionará el modo en que se relacionan y será especialmente perceptible cuando viertan opiniones sobre sus antagonistas. Espero que disfruten. Honestamente, creo que lo harán.

Rodrigo Velilla


Como dos gotas de sangre

- Tienes que poner más de las normales, y no de esas mierdas de sabores.- dijo mientras bregaba con la cafetera. El repartidor no escuchó al Solysombra, se limitó a levantar la mano a modo de despedida y subió al camión que, aparcado en doble fila frente al bar, lucía nuevo logotipo. Ahora debía pertenecer a otra casa, a una multinacional o algo así, aunque en el fondo nunca me ha importado el mundo de los aperitivos mas allá de si están o no pasados de fecha. El vehículo tartamudeaba al arrancar, síntoma de que sus propietarios habían lavado la cara a la empresa, pero que las desgastadas entrañas del vehículo seguían dolorosamente intactas. Di un sorbo al café con leche observando a través de la cristalera cómo desaparecía el camión. El bar del Solysombra estaba vacío. Solamente un anciano tomaba una copa enfrascado en la lectura del periódico. Unos días atrás el Solysombra había despotricado sobre los modernos envases de patatas fritas y ya esperaba el momento en que volviese a la carga. En el fondo era una excusa más para hablar de algo, sobre lo mal que funcionaba todo en general, y su negocio en particular. -No me jodas Santa, que estas patatas son para los críos- sujetaba una pequeña bolsa de colores llamativos.- ¿Ves muchos por aquí?

Me llaman Santa, aunque mi nombre de verdad, el que me puso mi madre, es Miguel. Miguel Bonasanta. Debe ser una castellanización de un apellido italiano. Por lo menos eso me había dicho hace muchos años un entrenador que tuve; le gustaba eso de Bonasanta, decía que tenía gancho, que los apellidos extraños estaban rodeados de un halo misterioso y se recordaban con facilidad. Claro que él se llamaba Alejandro Fernández. Cuando era más joven odiaba eso de Santa, pero reconozco que al final terminó por gustarme mi mote; puede que Santa suene un poco ridículo, y más ahora que todo el mundo conoce al dichoso Santa Claus, Papá Noel o como se llame, pero siempre será mejor que llamarse Pérez. O como esa cantante que ha ganado recientemente un programa de jóvenes talentos musicales. Charo. No me jodas. ¿Quién ha decidido que el nombre artístico de la muchacha sea Charo? ¿Pretende ser Charo la nueva reina del pop? ¿Qué clase de managers, agentes o publicistas la asesoran? En fin, a mi entrenador no le faltaba razón. No hay mucho más que saber acerca de mí, nombre aparte; sólo que cuando era un poquito más joven el boxeo era una de mis pasiones. Me dedico a nada, a lo que sale. Siempre he aprovechado el físico que Dios me dio y que mi entrenador se encargó de pulir: metro noventa y cinco centímetros y ciento y pico kilos que he alquilado como portero de tugurios infectos y afamadas 3


discotecas, de segurata en todo tipo de establecimientos y eventos. No vivía mal, pero digamos que un día me cansé y me puse por mi cuenta. En líneas generales podría decirse que procuro dar cobertura a ciertas transacciones, asegurar intercambios y solucionar discrepancias entre seres humanos con diferentes pareceres. La gente que me conoce en el mundillo (llamo de esta forma a la gente que vive en, por, y de la calle) recurre a mí para contarme sus cuitas y yo entonces les hago un presupuesto rápido. A veces es un poco arriesgado, y reconozco que no es un trabajo que cualquiera pueda desempeñar: mi envergadura actúa como elemento disuasorio en la mayoría de los casos, pero claro, hay momentos más complicados, más delicados, que requieren gran templanza porque de lo contrario, acabarías transformado en un psicópata o algo parecido. Es cierto que utilizo la violencia y la intimidación, pero nunca he matado a nadie, y eso, valorando detenidamente los ambientes que frecuento, es un mérito tremendo. - Voy un momento al estanco, ahora vengo. Crucé la calle hurgando en mis bolsillos hasta dar con el importe exacto para adquirir un paquete de tabaco. No soy un fumador empedernido pero malgasto demasiadas horas con el Solysombra desde que trabajo intermitentemente. Utilizo el bar como 4

un centro de operaciones o cuartel general; cualquiera que me conozca y necesite algo de mí, bien sea por trabajo o porque quiera ver mi cara bonita, sabe dónde encontrarme. Al Solysombra no le molesta demasiado este lucrativo aprovechamiento que hago de su local porque, a pesar de mi volumen, soy una persona discreta que no quiere problemas con nadie. Cuando mi memoria y la cuenta corriente me lo permiten, le pago algo de dinero por las posibles molestias ocasionadas; soy parte interesada y no quiero llevarle a la bancarrota. Hay que ser agradecido en esta vida y al Solysombra le conozco desde la escuela. En la licencia que cuelga de la pared tras la barra puede leerse el nombre de Antonio Morales Romanos, aunque creo que nadie le ha llamado así jamás. Nadie que le conozca, al menos. El apodo le viene de una antigua historia de juventud, cuando se lo montó para salir con dos tías a la vez. Teniendo en cuenta cómo suelen terminar torciéndose estas cosas, el muy sátiro no lo hizo tan mal: de lunes a viernes salía con la chica de su barrio y los fines de semana se dedicaba, más en cuerpo que en alma me temo, a complacer a una chica que había conocido en alguna discoteca. Como nada dura eternamente, un día las mujeres descubrieron el pastel; que el bueno de Antonio en realidad era un fraude y que a lo mejor ni siquiera se llamaba Antonio. Todo se desmoronó como


un castillo de arena. Unos conocidos del barrio comenzaron a llamarle muy acertadamente Solysombra aludiendo a la pigmentación del cabello de sus víctimas y, durante mucho tiempo, todos los que le conocíamos le pinchábamos diciéndole: “Qué, Antonio, ¿has quedado con Sol o con Sombra?”. No le afecta que le llamen así, al contrario, yo creo que en parte se enorgullece de la hazaña. Más de una vez hemos discutido acerca de los orígenes de nuestros apodos, comparándolos, pero tiene la batalla perdida de antemano; el mío es una contracción de mi apellido que tiene connotaciones sagradas, y el suyo, además de la evidente referencia etílica, se lo había ganado haciendo el cabrón. De vuelta en el bar encendí un cigarro, cogí una revista de curiosidades científicas y me senté en un taburete. Antonio (cuando no quiero vacilarle, le llamo por su nombre, o también Toni) se acercó rápidamente. - Han preguntado por ti. No presté atención, no estaba demasiado rumboso aquella mañana. Según un reciente estudio de la universidad de Kentucky, la cerveza no es la culpable de que proliferen abultados y fláccidos vientres

entre la población. Podemos dormir tranquilos; ahora su consumo se recomienda, acompañado de una equilibrada dieta mediterránea, para reducir el riesgo de afecciones de todo tipo. Lo que es la vida. - ¿Quién? - Una mujer. –levanté la vista extrañado-. Quiere hablar contigo. Le he dicho que ibas a volver enseguida pero ha preferido esperarte fuera- el Solysombra se encogió de hombros despectivamente porque interpretaba que la mujer había menospreciado su bar, lo que constituía un agravio milenario. Un todoterreno enorme aguardaba frente a la cristalera pero no alcanzaba a ver su interior. Puse dos euros sobre la barra y salí raudo a satisfacer mi creciente curiosidad. Me asomé por la ventanilla del vehículo. Al percatarse de mi presencia, la mujer activó el elevalunas y el cristal descendió lentamente. - ¿Es usted Bonasanta? La voz aterciopelada apenas se escuchaba a causa del ruido provocado por el tráfico y ajetreo matutinos. Asentí. Me pareció que la mujer estaba asustada, atrincherada dentro del coche. - Entre, haga el favor. 5


Tiré el cigarro al suelo e hice lo que me dijo, no sé muy bien por qué. Normalmente no acostumbro a subirme a vehículos desconocidos así, a lo loco, pero la intriga era tal, que obedecí como un autómata. Me sentía como en una película de espías. ¿Y si es una trampa?, preguntó una parte de mí en algún lugar de mi cabeza. Una parte de mí muy estúpida, por otro lado. El vehículo era espacioso, no tuve problemas para sentarme cómodamente; se notaba que era un coche caro. A mí me gustan los coches lujosos por su gran tamaño. Si son lujosos, son caros; si son caros, suelen ser grandes, y si son grandes, puedo entrar en ellos. Ya ven, es pura necesidad. - ¿Qué le parece si hablamos en un lugar más tranquilo? Qué me iba a parecer. - Como quiera, no tengo nada que hacer ahora mismo. En pocos minutos llegamos a un polígono cercano y la mujer se detuvo frente a un pabellón en alquiler. Jugueteaba dando con los dedos pequeños golpecitos al volante en un vano intento de calmar sus nervios. Yo esperaba impaciente por que me dijera algo; la atractiva idea inicial del juego de espías se había esfumado. Miraba por la ventana y solo veía una desangelada área de servicio. 6

- Me han hablado bien de usted, que hace bien su trabajo… - ¿Quién? - Preferiría reservarme ese dato por ahora y explicarle la situación que me ha llevado hasta usted. Hablaba pausadamente, suave. Se giró para alcanzar un bolso del asiento trasero y pude observarla con más detalle. Era bastante mayor que yo. Las arrugas en las comisuras de los párpados delataban a una mujer bien entrada en la cuarentena, aunque su rostro todavía se mantenía fresco y lozano; victorioso de las acometidas que empezaban a devastar sus manos y, probablemente, el vulnerable nacimiento del cuello que ocultaba bajo un elegante fular. Buscó en el interior del bolso y me entregó una fotografía. Una pareja se divertía en la feria. Parecían enamorados, o novios; él rodeaba con el brazo a una joven que sostenía una nube de algodón de azúcar. Intenté, sin conseguirlo, buscar algún parecido entre mi interlocutora y los fotografiados. -Son mi hermana y su marido. La chica de la feria era sensiblemente más joven, no hubiera sido descabellado pensar que fuera su hija. Percibí que la hermana


mayor me leía el pensamiento y no parecían agradarle mucho mis cábalas; creo que estaba harta de las confusiones que producía la diferencia de edad entre ambas. -Viven juntos desde hace unos años, y bueno, me expreso muy mal porque estoy un poco nerviosa… Simplemente me gustaría saber si puede hacer lo que voy a pedirle. -Si es tan amable de decírmelo… Comenzó a respirar profunda y apresuradamente. Tuve la sensación de que el ataque de ansiedad o la crisis nerviosa eran inminentes y la idea no me agradaba. Nunca me había visto inmerso en una situación parecida; normalmente las personas con las que acostumbro a hacer negocios destacan por ser bastante expeditivas y no marear la perdiz inútilmente retrasando lo inevitable. Saben lo que quieren, y lo quieren rápido además. - ¿Puede darle un susto al hijo puta ése? Miré la fotografía de nuevo. Daba aprensión tener en la mano un pedacito de felicidad del sujeto, mientras, al mismo tiempo, su cuñada te pedía que le amasaras un poco el cráneo. -¿Por qué? ¿Qué clase de susto?

Respondió que no le apetecía recordar situaciones desagradables, y que había puesto por escrito toda la información que yo pudiera necesitar, a saber; un relato pormenorizado sobre el cúmulo de desgracias que le habían conducido a actuar de tal manera, alguna fotografía más y un anticipo. Lo del adelanto no lo entendí muy bien; se notaba que la hermana mayor había visto muchas películas, pero aún así estaba un poco verde en el tema, un nivel amateur muy peligroso para ella. ¿A quién se le ocurre escribir el odio que profesas a tu cuñado, meter la carta en un sobre junto a una suma de dinero y dárselo al primer individuo que se topa contigo? ¿Y si voy a la policía? Yo podría ser policía. Su candidez me conmovió mientras hablaba de su hermana y me ofrecía un gran sobre marrón que no dudé en coger. La hermana mayor señaló un número de teléfono en la solapa del sobre; me dijo que la llamara si me invadía cualquier duda y para confirmar que aceptaba el encargo. Arrancó y permanecimos en silencio durante el viaje de vuelta a la ciudad. Al llegar a la altura del bar del Solysombra, detuvo el vehículo en doble fila. Nos despedimos y le dije que esperara mi llamada, tanto si me convencía el asunto como si no. El tráfico se había intensificado así que me acerqué hasta el paso de cebra de la esquina. Mientras esperaba a que el semáforo cambiase a verde, fijé la vista en el número de teléfono del sobre marrón. 7


****** Dos mil quinientos euros. Resoplé abrumado al volver a contar los billetes. Durante los diez minutos escasos que separan mi casa del bar del Solysombra había reflexionado sobre el caso en cuestión y estaba convencido de no aventurarme en un asunto que, aunque sencillo en un principio, no me reportaría demasiadas alegrías económicas. Además la hermana mayor era un cóctel cebado de odio y desesperación a partes iguales, una bomba móvil sin programar que podía estallar en el momento menos oportuno llevándose por delante cualquier cosa que tuviera a su lado. Esa cosa podría ser yo, así que prescindiría de leerme su relato y de la suma de dinero. Me conformaba con no verla nunca más, pero la mujer me había puesto mucha pasta delante y toda la clarividencia que se apoderó de mí durante el paseíto anterior se fue por el desagüe en un santiamén; una reveladora luz eclipsada por dos mil quinientos pavos que bien valían un vistazo rápido a la novelita de marras. La tía era abogada o algo así porque se había explayado lo suyo. Haré una síntesis escogida: la hermana pequeña contrajo matrimonio hacía cuatro o cinco años con un tipo al que su familia no aceptaba, un tal Fernando Monsalve Hernáiz. Su hermana mayor la avisó en muchas ocasiones de que Fernando no 8

era de fiar, cito textualmente: “No se daba cuenta de que el patán ese quería promocionar económica y socialmente emparentándose con alguien de los nuestros”. Qué fina ella y qué mal sonaba eso de los nuestros. ¿Quiénes eran ellos? ¿Los ricos? ¿Los elegidos? Un esbozo infantil de clan de endogámico abolengo atravesó fugazmente mis pensamientos. Ya intuía por dónde iban los tiros; la niña se había casado con un pobre diablo y en la azotea de papá saltaron los plomos. ¡Pum! Además, según su hermana, el tipo la calentaba de lo lindo cuando le apetecía; debía propinarle buenas tocatas a juzgar por las repulsivas palabras que le dedicaba: “Reptil miserable, rata cobarde, ser vil, aprovechado y mezquino”. De todo menos guapo. Se había pasado de castaño oscuro el fulano y la familia puso en marcha la maquinaria requerida para recuperar a su hijita pequeña por las malas; un plan orquestado por el patriarca, seguramente, pero que la hija mayor, en plan Richelieu, se encargaría de materializar. La esposa de Monsalve se encontraba actualmente de vacaciones con unas amigas, por lo que su hermana consideraba esta situación una oportunidad ideal. En este punto de la historia entraba yo. Sólo tenía que darle una buena paliza al marido, de las de hospital: “No se corte a la hora de machacarlo; no le planteará mucha resistencia por lo que los riesgos son mínimos. En cuanto al resultado final, no queremos una tragedia, bastará con administrar el


grado de violencia que usted convenga para estos casos”. No aclaraba la hermanita el fin ulterior de mi intervención, aunque sólo un memo no se percataría de que mi encuentro con Fernando Monsalve significaba un humilde ladrillo en un monumento a la venganza meticulosamente planeado. Si luego pretendían convertir su vida en un infierno no me importaba en absoluto. Siempre que fuera por otras vías, claro está. Para entonces ya habría trincado el resto de la pasta. Marqué el número garabateado en el sobre marrón mientras observaba detenidamente el rostro de mi futuro saco de boxeo en una de las instantáneas adjuntas. Fernando sonreía ufano, sentado en una terraza del paseo marítimo de algún lugar. Aquella fría noche no se veía un alma por la urbanización Cerro Sol. Eran aproximadamente las diez menos cuarto y Fernando debía estar a punto de llegar a su domicilio, un chalet discreto con un amplio jardín. Todos los días, hacia las diez, abandonaba el gimnasio, donde se curtía durante un par de horitas tras salir de la oficina en la que trabajaba. La puerta de su casa me pareció el sitio idóneo para abordarlo; aunque había seguridad privada, la barriada era lo suficientemente grande como para no cruzarse a la solitaria patrulla de guardas jurados. Además todo iba a discurrir rápidamente; un ataque relám-

pago en toda regla. Apuré las últimas caladas del cigarrillo, lo apagué contra la suela de mi bota y guardé la colilla en el bolsillo de la cazadora. El motor de un vehículo en alguna calle adyacente me alertó de que mi víctima se acercaba. Me situé frente a la verja de su domicilio, oculto tras un monovolumen, el más alto de los vehículos estacionados. El taxi se detuvo donde yo había previsto, y de su interior salió Fernando Monsalve, no había duda. El conductor extrajo del vehículo una pequeña maleta que apoyó en el pavimento. Se despidieron y el taxi desapareció. Qué señorito, Fernando Monsalve. Para ser (en palabras de su queridísima cuñada) un muerto de hambre, enseguida se había acostumbrado a lo bueno. Me extrañó que no entrara en casa, que no hiciera ademán de sacar las llaves. Parecía esperar a alguien. Sacó el teléfono móvil con la finalidad, supongo, de comunicarse con alguna persona, pero no le dio tiempo al muchacho porque, para entonces, yo ya me había situado sigilosamente a su espalda, desde donde le propiné un derechazo directo al occipucio. El teléfono saltó por los aires y Monsalve no se derrumbó, se tambaleó aturdido. El resto transcurrió sencillamente, sin titubeos: le empujé del hombro para encararme correctamente y descargué media docena de puñetazos más. El rostro de Monsalve reventó sin contemplaciones y, esta vez sí, el muñeco se desplomó junto al murete de piedra que delimitaba su jardín. Habrían 9


transcurrido escasos veinte segundos desde el inicio de la agresión, por lo que aún podía dedicarle unos cuantos golpes más, para subir nota. Acurrucado y balbuceante, Monsalve se arrastraba como un limaco intentando alcanzar a saber qué. Cuatro patadas en las costillas fueron el colofón. Me agaché para recoger su cartera con el fin de simular un robo, más que nada por precaución. Miré a ambos lados de la calle; seguía desierta. Tranquilamente comencé a caminar, quitándome los guantes de cuero y la capucha, hacia la parada del autobús. Si me daba algo de prisa podía tomar el de en punto. Cené abundantemente. Era un restaurante nuevo en el centro, italiano pero con una buena carta de comida tradicional. Espaguetis con almejas, medallones de ternera, ensalada césar y cuajada. Fenómeno. Se lo recomendaría a alguien, pero creo que al Solysombra no le iba a hacer mucho tilín la idea de cenar en territorio enemigo, así que me reservé el consejo para otra persona que pueda disfrutarlo en toda su plenitud. Pedí la cuenta, no sin antes acudir al servicio. A mi vuelta, y a pesar de que el comedor estaba prácticamente colapsado, ya habían dejado la factura en mi mesa. ¡Qué rapidez, qué efectividad del servicio para cobrarte! Rebusqué en mi cazadora y saqué la cartera para pagar. Al resultarme extraña al tacto, 10

la mire y caí en la cuenta. Era la cartera de Fernando Monsalve, todavía no me había deshecho de ella. Sonreí y la abrí por curiosidad. Cuarenta euros y un montón de tarjetas de crédito y publicitarias de empresas variadas. De repente, lo vi. Ahí estaba el DNI de Fernando Monsalve y todo era correcto; su cara correspondía con la que había destrozado tres cuartos de hora antes, apellidos Monsalve Hernáiz, todo perfecto. Todo menos una palabra. Donde debería aparecer FERNANDO ponía LUIS. Luis Monsalve Hernáiz. Empecé a ponerme nervioso. ¿Había molido a palos a la persona equivocada? Intenté desterrar ese pensamiento de la memoria pero todo apuntaba a una respuesta afirmativa. Por eso no entró Luis Monsalve a su casa, porque no era su casa. Seguramente esperaba a que su hermano llegara del gimnasio, y como se retrasaba, de ahí la llamada telefónica. ¿Por qué la mujer no me advirtió de que Fernando Monsalve tenía un hermano gemelo? Es probable que ni lo supiese siquiera. Me acababa de meter en problemas. De todas formas tenía guasa el asunto. Miraba el rostro de Luis Monsalve en el DNI. Clavados. Dos gotas de agua, los muy cabrones. Pagué la cuenta y antes de encaminarme al bar del Solysombra, arrojé la cartera al contenedor en el que un empleado del restaurante depositaba grandes bolsas de basura.



El regalo

El sonido del timbre inquietó a Jaime. Eran las cuatro de la madrugada y no podía dormirse. Al día siguiente no tenía que madrugar, era domingo y no importaba demasiado su desvelo; no era inusual que el insomnio se apoderara de él después de que Claudia se durmiera. Aprovechaba esos momentos para continuar leyendo alguna novela que Claudia le había regalado aunque solo fuera en apariencia. El libro era una pantomima, no le interesaba lo más mínimo; lo utilizaba como pantalla de sus pensamientos reales. Se llamaba Eva, o por lo menos eso ponía en su buzón. La vio por primera vez hacía unos seis meses cuando fumaba tranquilamente un cigarro después de comer, en la terraza. Lo hacía todos los días puesto que a Claudia no le gustaba que fumara en el interior del piso. Allí estaba ella, regando un par de macetas en el bloque de enfrente. Era joven, estudiante posiblemente. No se había percatado de su existencia antes y desde aquel primer contacto Jaime la observaba a diario a la misma hora. Al principio era pura coincidencia, luego curiosidad, y al final se convirtió en una necesidad. Todas las noches mientras simulaba leer, pensaba en nuevas formas de observarla, en cómo provocar encuentros casuales en el barrio. Empezó por memorizar sus horarios para amoldarse a ellos en 12

la medida que pudiera, a pasar más tiempo de la cuenta en el supermercado patrullando los pasillos repletos de productos, a mirar escaparates ante los que nunca se hubiese detenido antes. Sentía una obligación constante de saber de ella; qué hacía, qué amaba o repudiaba. Pero Jaime no encontraba la fórmula que le permitiera establecer un contacto más directo sin abordarla, permaneciendo en el anonimato. Entonces llegó su cumpleaños y Claudia le regaló unos prismáticos para amenizar sus escapadas dominicales a la montaña. Eran de buena marca, voluminosos y robustos; demasiado para el entorno urbano en el que Jaime los pensaba utilizar. Podría escudriñar a Eva desde el interior de su casa, sin exponerse en la terraza apostado como un vigía. De otro modo, levantaría suspicacias entre el vecindario, o peor aún; Eva podría descubrirle. El timbre volvió a sonar y Claudia se revolvió a su lado. Jaime comenzó a temblar, aterrorizado, y a elucubrar sobre la identidad de la persona que se hallaba ante la puerta de su casa. ¿Se había percatado la muchacha de su vigilancia? Desterró el pensamiento de la memoria con rapidez pues era muy cuidadoso y nunca se mostraba más de lo corriente. Ade-


más durante los últimos días no había notado ningún cambio significativo en el comportamiento de la joven; seguía manteniendo la persiana alzada día y noche, se desenvolvía con la naturalidad habitual en el salón de su casa y no recibió visitas extrañas más allá de los amigos, los ligues habituales y un técnico de la compañía telefónica que instaló un módem y un router en una pequeña consola del rincón. Todo parecía normal pero, ¿y si no lo era? ¿Y si todo era una mascarada para atraparle? Jaime solamente lograba ver la terraza y el salón de la casa de Eva, desconocía qué estaba ocurriendo en el resto de las estancias. Podía haber urdido un plan en otra habitación de la casa, incluso hablar con la policía o con cualquiera y sin embargo mostrarse absolutamente normal en el salón. Era retorcido pero no descabellado. Comenzó a tranquilizarle la idea de lo complicado que resultaría para una persona que se siente acosada, actuar de forma idéntica a cuando no tenía conciencia de ser perseguida. Algún mínimo detalle la hubiese delatado, al fin y al cabo, la contemplaba desde hacía un semestre y conocía sus dinámicas en la intimidad. Jaime se tensó de nuevo, casi había olvidado que alguien estaba llamando a su puerta a las cuatro de la mañana y los rostros de

los amigos de Eva atravesaron su pensamiento como en una rueda de sospechosos. ¿En cuál confiaba más? ¿A quién se lo habría contado? ¿Cuál de ellos se había armado de valor para presentarse en su domicilio? Y lo peor de todo, ¿podría Claudia enterarse de su espionaje de alguna manera? ¿Le estaban observando sin que se diera cuenta? El timbre volvió a interrumpir el diluvio de preguntas que hostigaban a Jaime. Cada vez tenía más claro que se trataba de alguien del entorno de Eva. Claudia empezaba a despertarse y Jaime ya tenía claro lo que iba a hacer; se dio media vuelta y se cubrió con la manta hasta el cuello. Comenzó a fingir ronquidos y cerró los ojos. Claudia se había sentado en el borde de la cama y sonó de nuevo el timbre. Jaime sentía la mirada de Claudia pero sabía que no le iba a despertar porque su mujer era una chica decidida y valiente. Oyó los pasos descalzos en el parqué del pasillo y la voz sonámbula preguntando por su identidad al sujeto al otro lado de la puerta. Jaime abrió los ojos y se maldijo. ¿Por qué tuvo que ir esa chica a vivir allí? Su barrio no era un barrio barato cercano a la universidad. Pensó en los prismáticos. ¿Por qué no le regaló una maquinilla de afeitar como hace todo el mundo? 13


Morirse nunca viene bien

Sebastián Colomé despertó y el rostro de su víctima estaba proyectado en una pantalla de cine. De su frente manaba abundante sudor; intentó evitar el escozor que le producía en sus adormilados ojos pero las argollas de las esposas a su espalda le impedían mover las manos. Sebastián no entendía nada de lo que estaba ocurriendo; se hallaba amordazado y esposado en una cómoda butaca, rodeado de un limbo de oscuridad total con la imagen de la muchacha como solitario punto luminoso. Comenzaba a atragantarse y se revolvió para zafarse de la mordaza sin éxito. Al mover sus pies, un leve tintineo le advirtió de la inutilidad de malgastar las fuerzas incorporándose. La muchacha sonreía en la pantalla y a Sebastián le pareció la fotografía típica de una orla universitaria o similar. A juzgar por el aspecto de la mujer, el momento en que fue tomada no debía distar mucho de la noche en que la vio por primera y última vez. La imagen se desvaneció lentamente hasta desaparecer y Sebastián notaba cómo se le aceleraba el pulso. Se había comenzado a reproducir un vídeo doméstico, una fiesta de cumpleaños. En la esquina inferior derecha aparecía, sobre la imagen, la fecha de grabación: 25 / 05 / 1998. La película se congeló y el fotograma mantenido de la niña protagonista de la fiesta empezó a causarle náuseas. 14

La luz se encendió de golpe. Tardó un buen rato en recuperarse del violento fogonazo y aún más en intentar descifrar por qué se encontraba en el centro de un salón de proporciones desmedidas, con sendas tribunas en los laterales. Las gradas estaban repletas de gente que le observaban sin pestañear. Bajo la pantalla de cine, el estrado se hallaba vacío; a diez metros de Sebastián, un hombre joven vestido de manera elegante portaba un micrófono. -Señores, señoras… No es preciso señalar a estas alturas la importancia que el día de hoy tiene para nuestra familia. Han sido más de cinco años de espera; cinco años en los que la llama del recuerdo de mi hermana ha permanecido intacta en nuestra memoria y nos ha fortalecido frente a las adversidades, injusticias y trabas de las que hemos sido objeto. Pero si algo hay de lo que nuestra familia pueda enorgullecerse, eso es la abnegación para completar cuantas complicadas empresas se nos presenten. El lema “recuerda y serás recordado” que nuestros antepasados hicieron valer, sigue vigente en estos convulsos días caracterizados por los flagrantes atropellos a la dignidad y la justicia.


El locutor hizo una pausa y en las tribunas estallaron los aplausos. Sebastián buscó con la mirada algún agente de policía, de Guardia Civil o lo que fuera, pero no vio ninguno. El hombre joven pidió calma a los espectadores y prosiguió. -Hoy nos encontramos aquí reunidos para juzgar a Sebastián Colomé Muñoz por la violación y asesinato de mi hermana Patricia Schumann. Cinco años atrás un tribunal lo dejó en libertad por falta de pruebas en un acto de burla sin precedentes en nuestra historia. Ante tal dislate no podíamos bajar los brazos y abandonar la lucha resignados, lamentando la incompetencia de unos engranajes judiciales tan frágiles, que hasta el criminal de más baja estofa puede chancear. Nuestro espíritu emprendedor y activo no podía permitir esta pusilanimidad de las autoridades, su torpeza al extraviar pruebas de vital importancia para encarcelar a un hombre al que, el día del juicio, le tocó la lotería. Un hombre sanguinario y cruel que asesinó a una muchacha indefensa con saña inusitada. Pero en estos cinco años de libertad que Sebastián ha disfrutado, nosotros no hemos cejado en el empeño de buscarle allá donde se encontrase. Nos ha costado mucho, porque Colomé sabía lo que había hecho, sabía que era culpable…- miró a Sebastián, que

seguía buscando con la mirada funcionarios o policías apostados en la gigantesca habitación, sin saber si se encontraba en un mal sueño- Lo encontramos en Brasil, descansando plácidamente… No voy a perder más tiempo en el preámbulo ya que ustedes querrán volver pronto a sus hogares y dormir sabiendo que el mal ha sido reparado. Que entre La Madre. Sebastián pensaba en las playas brasileñas y en el rostro ensangrentado de Patricia Schumann; aquellos ojos de los muertos, sorprendidos de que algo así pudiera ocurrirles. Por un pasillo lateral entraron un grupo de ocho personas que soportaban un palanquín sobre el que se asentaba una anciana. El público se incorporó al unísono. La anciana se situó con su séquito en el estrado y Sebastián pudo observarla con detalle; su rostro surcado por infinitas arrugas le daban el aspecto de una persona de doscientos años, de sus fosas nasales nacían dos sondas que desembocaban en una bombona de oxígeno. El hermano de Patricia tomó de nuevo la palabra. -Madre, tus hijos han traído al causante de nuestros desasosiegos y cuitas, con la certeza de que su insondable sabiduría pondrá fin a nuestros sufrimientos. He aquí Madre a Sebas15


tián Colomé Muñoz, asesino de mi hermana Patricia, que era hija suya, como yo y todos los aquí presentes. Confiamos en que usted, Madre, nos permita acabar con esta injusticia terrible, con esta ofensa a nuestra sangre. Escucharemos y acataremos su veredicto sea cual sea. Siempre a su lado. La Madre alzó su retorcido y escuálido brazo lentamente, señalando a Sebastián. El maestro de ceremonias hizo una reverencia y se dirigió hacia el acusado. -Sebastián Colomé Muñoz, ¿violó y asesinó a Patricia Schumann la noche del 16 de abril de 2007? Dos personas se acercaron y retiraron la mordaza del acusado. Sebastián sabía que no era una pesadilla, sabía que nada de lo que dijera iba a salvarle; ya tuvo suerte una vez, en el otro juicio. El hombre acercó el micrófono a sus labios. -Sí. ¿Me van a matar? El hombre miró a La Madre que asintió de manera casi imperceptible. 16

-Ha sido declarado culpable de la violación y asesinato de Patricia Schumann, señor Colomé. Se procederá a su ejecución en breves instantes, tras un receso de diez minutos. El método por el cual se le administrará la pena de vida es el habitual en estos casos; cada uno de los asistentes le asestará una única puñalada, tal como dejaron escrito nuestros antepasados. Si quiere dedicar unas últimas palabras a rezar una oración… Sebastián dirigió su mirada a la imagen estática en la pantalla de cine. - Qué voy a decir. Nunca viene bien morirse.



Lo comprendo y deseo continuar

Mira como se ríe, la hija de la gran puta. Has conseguido alguno de tus sueños, se te nota en la cara. Te habrás casado con algún bobalicón retrasado y ahora eres una pija de esas que dirige museos o galerías de arte; te pasearás moviendo el culo, pisando fuerte y segura sobre unos zapatos caros, mostrando todas esas mierdas a paletos opositores a modernos. Tic, tac, tic, tac. No está mal para una hija de guardia civil. Joder, ¡qué asco! ¿Qué demonios es esto? ¿CAVA? Abrir enlace en una pestaña nueva. Centro Artístico Valle-Alto, dependiente de la Junta de ****. Nada más ni nada menos. A ver, el Centro. Click. Historia no, que me aburro. Equipo. Click. No me lo puedo creer, ¡si eres la directora! Una zorra de altos vuelos que se codea con los mandamases… Desde luego, qué suerte la tuya, no sabes ni hacer la ó con un canuto y ahí estás, encabezando el staff del sitio más guay en muchos kilómetros a la redonda. Tus padres estarán orgullosos, y también tu hermana. ¡Ay, tu hermana! Ella estaba mucho más buena que tú… ¡Ostia, qué risas! ¡Cómo te jodía! También la buscaré, pero de momento ella no es mi objetivo principal; seguro que encontraría razones de sobra para sacarle las tripas, al fin y al cabo, comparte tu sangre… Pero he de ceñirme al plan inicial, debo elaborar un esquema de trabajo minucioso, seguir 18

las reglas que me he impuesto. Y tu hermana, cariño mío, no iba a nuestra clase. A ver, que me estoy desviando del tema. Ya te tengo. ¿Qué exposiciones van a tener lugar en el CAVA próximamente? Voy a hacer más de trescientos kilómetros para ver la cara que pones cuando te introduzca dos palmos de acero en el estómago, y quiero que sea algo especial, que la visita me sirva también para ver algo interesante y aprovechar el fin de semana. No he estado nunca en ****, pero me han dicho que no es muy grande, que se puede ver en el día y que se come muy bien. Aquí, Exposiciones. Click. Into the Darkness. Del 2 de Febrero al 15 de Marzo. Me viene fatal, y al artista este, Joachim Szolle, no lo conoce ni su puta madre. No me convence. Esta tiene mejor pinta; ¿Qué hacen las actrices porno cuando no hacen porno? El reparto de una película para adultos desde una mirada diferente. Jonathan Franklin Dallas. Fotógrafo. Traducido al cristiano; las guarras pintándose las uñas y leyendo a Kafka mientras esperan el turno de ser folladas. ¡Ja, ja, lo que te decía! Ampliar imagen. Click. Ahí tienes a la gachí pensativa, sentada al borde de la cama, a punto de resolver la conjetura de Poincaré sin bragas, que tiene más mérito que lo del ruso ese. Seguro que la muestra es interesante, las fotos parecen buenas, intimistas, sin carnaza, pero


tengo miedo de que me decepcione un poco y me deprima; una vez has visto como funciona el truco, la magia deja de serlo, se acaba. Del 20 al 30 de Marzo. Me la apunto. Ahora estoy contigo de nuevo, cariño, un poco de paciencia. Primero tengo que dejar zanjada la cuestión instrumental de una vez por todas. Según tu perfil de Facebook, eres una experta en el barroco y en Caravaggio, escribes libros y eso. Una perita en dulce, chica, me planteas nuevos retos y yo lo agradezco. No sabes lo aburrida que es la gente normal; a tu antecesora, Minerva Gil Fernández, la que se sentaba detrás de mí y delante de ti, mi primera víctima, le tuve que asestar cincuenta vulgares puñaladas porque solo le gustaba cocinar. Por eso tú me motivas más; siempre creíste poseer algo que los demás no teníamos, un aura especial. Vamos a ver en esta página, seguro que encuentro alguna cosita que pueda satisfacernos a los dos. Marcadores. Click. Sharped Steel. e Ultimate Sword Company. Click. Abrir en una pestaña nueva. Click. El asesinato tiene que sorprender a la vez que adaptarse a las circunstancias de cada uno, entroncar con el yo verdadero de la

víctima, crear un vínculo con aquello que realmente ama. No hay nada más antiestético que morir durante una pelea tabernaria o acribillado a balazos en una acera. Eso no tiene personalidad. En general no me gustan las armas de fuego, son instrumentos poco creativos; logran su cometido, es cierto, pero no te permiten disfrutarlo plenamente. Son como follar con preservativo. Trasladándolo al mundo laboral, un disparo en la cabeza equivaldría, en términos de excitación, a ocho horas de oficina, mientras que unas estocadas con un sable prusiano de 1852 podrían equipararse a ganar el Oscar ante un abarrotado y rendido Teatro Kodak. No sé si me explico. Products. Click. Sable napoleónico de 1830, espada china de guerra, sable de la caballería pesada estadounidense de 1860, espada vikinga, espada normanda, sable austríaco de 1902, shamshir… ¡Qué maravilla! Un momento… Aquí está, la encontré: espada larga italiana (1610 aproximadamente).Caravaggio llevaría una muy parecida a esta. Es ideal para ti, perfecta, aunque va a ser complicado transportarla; creo que no me dejarán acceder al CAVA con ella en la mano. En fin, ya puliré los pequeños detalles más adelante, cuando llegue el momento. Se me están ocurriendo un montón de cosas a raíz de todo esto. Estaría muy bien recrear algún cuadro del tipo este, Caravaggio, pero a mi estilo. Una rein19


terpretación. Abrir una pestaña nueva. Click. Google. Carabaggio. Intro. Quizás quisiste decir: Caravaggio. Click. Caravaggio- Wikipedia, la enciclopedia libre. Click. Michelangelo Merisi da Caravaggio, nacido en Milán el, bla, bla, bla. Introducción, Biografía… La crucifixión de San Pedro; difícil aunque vistosa, seguro que te convertías en la reina del museo, colgada en la pared, desangrada boca abajo… La muerte de la virgen no tiene sentido con lo puta que eres, La flagelación de Cristo es demasiado típica, tampoco me interesa un homenaje a una cofradía… Aquí parece que comienza lo divertido: “…en Nápoles fue víctima de un intento de asesinato, por personas desconocidas. Primeramente hubo rumores en Roma acerca de «la muerte del famoso artista Caravaggio» y más tarde se supo que había salvado la vida, pero tuvo serias heridas que le desfiguraron el rostro. Al recuperarse realizó Salomé sostiene la cabeza de Juan el Bautista, mostrando su propia cabeza en el plato.” También pintó David con la cabeza de Goliat, y después Judith cortándole el pescuezo a Holofernes. ¡Qué obsesión con separar cabezas del cuerpo! Parece un rasgo característico del pintor, aunque claro, tú sabrás más que yo de eso. Pues sí, creo que ya lo tengo, amor. Te vas a quedar sin cabeza. Además 20

me lo voy a currar, me apetece invertir un poco los papeles para ser más blasfemo si cabe; yo me pido una mezcla de Judith y Salomé, y tú serás la Bautista. ¡Y puedo disfrazarme! Un buen psicópata travestido, como Norman Bates. Ingredientes para una persona; una espada italiana del siglo XVII, una bandeja de plata (o un bol o recipiente amplio), un atuendo de campesina barroca y –esto lo pones tú- sesenta kilogramos de zorra. Y ya está. Otra más para mi blog. La nueva orla del instituto está quedando muy bien. Nueva pestaña. Click. Marcadores. Click. Inicio >> NUEVA ORLA. Curso 1999 / 2000 >>. Click. Todavía es una versión beta, un boceto. No lo tengo abierto al público y sólo puedo verlo yo; hasta que no termine mi obra no dejaré que nadie la admire. La pena es qué tendré que ponerle algún filtro de contenido para adultos; lo comprendo y deseo patatín, patatán. Número uno. Click. Minerva Gil Fernández. La verdad es que las fotos me quedaron un poco oscuras, podría retocarlas un poco más con PhotoShop. Cosas de las prisas. Te ves bien Minerva, pese a llevar ese chándal barato. Debí haberte dejado cambiarte de ropa, que te pusieras algo más elegante la noche de tu final, pero los desenlaces vitales son así, te pillan cuando te pillan, siempre


tan injustos… Sería estupenda la existencia de una especie de –perdóname la broma- tiempo muerto para poder acicalarse un poco y marcharse de este mundo por la puerta grande, tener una salida digna. Esta foto quedó chula, con tu retrato de recién casada detrás; los buenos tiempos que te abandonaron rápidamente. He leído en la prensa que han arrestado a tu exmarido, al pobre hombre. Más vale que tenga una coartada convincente o creo que se va a comer un buen marrón porque, según tengo entendido, tu relación actual con él no debía ser muy amistosa que digamos. De ser un cabrón a ser un asesino hay un mundo, pero el ansia de venganza de la colectividad juega a mi favor. Lo peor de ser una víctima –aparte de palmar, claro- es que te conviertes en algo muy maleable. Todo el mundo quiere sacar tajada, los buitres se adjudican los muertos por las razones que convengan. Todos somos Fulanito. Es repugnante pero cierto, y a mí, para qué vamos a engañarnos, me facilita mucho las cosas. A Minerva la ha matado su exmarido, un horrible asesino de mujeres, porque el cabrón no soportaba que ésta hubiera rehecho su vida; ya lo estoy viendo… ¡Ja, ja! A ver si en su justa demanda de explicaciones por la detención, suelta de paso un par de hostias a algún madero y se convierte en una persona muy violenta. Miel sobre hojuelas. Pues eso, aclarar y retocar las fotos de Minerva. ¿Qué pasa?

Oh no. La maldita conexión. Esto pasa por robar Internet a los vecinos. Bueno, cariño, ya hemos adelantado bastante trabajo. Enseguida nos volveremos a encontrar y te convertirás en la Número dos. ¡Las cinco de la mañana! ¡Cómo vuela el tiempo cuando estás en el ordenador! Madre mía… Cerrar pestaña. Click. Caravaggio y la madre que lo parió…Cerrar pestaña. Click. Italian Long Sword (1610 aprox.)… Cerrar pestaña. Click. CAVA. ¿Qué hacen las actrices porno cuando no hacen porno? El reparto de una película para adultos desde una mirada diferente. Jonathan Franklin Dallas. Hombre, yo sé lo que hacen los actores porno cuando no hacen porno: ver porno. Cerrar pestaña. Click. Facebook. Ingrid Rodríguez Fuentes. Directora del CAVA. Nos vemos, corazón mío. Cerrar pestaña. Click. 21




La Chimenea Fanzine # 12- Junio del 2013 Especial monogrรกfico Guillermo Moracia (www.incitatusblog.wordpress.com) Portada e ilustraciones de Carlos Tobes (www.carlostobes.com) Insultos, injurias y colaboraciones a lachimeneafanzine@gmail.com, por favor. www.facebook.com/LaChimeneaFanzine


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.