Mama Casset

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Biblioteca de Fot贸grafos Africanos

Mama Casset


Portada: African Photo Derecha: Escaparate de Comptoir photographique del AOF de Dakar




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Mama Casset



Mama Casset Maestro del retrato Por Pascal Martin Saint Leon y Jean Loup Pivin

Autorretrato de Mama Casset



African Photo

Aromas intensos y cargados invaden las imágenes, los suaves roces de telas superpuestas, almidonadas y glaseadas provocados por los gestos preciosistas se deslizan entre las risas sofocadas. Estamos frente a grandes damas, pertenecientes a la burguesía y a la aristocracia senegalesa. Estas saben apreciar semejante consagración del imperecedero papel fotográfico que las inscribe en este gran libro dedicado a la elegancia de reinas y princesas, todas originarias de una corte real e imaginaria a la vez. Posan tal y como Mama les solicita: ya sea con la gracia innata y calculada de un gesto o de una sonrisa, la presencia afirmada de una amante o la seducción de la mujer fatal, aunque siempre con una dignidad que nunca es traicionada. Representan a una mujer que no puede ser ignorada, que sabe valorar al poderoso y al amante y, sobre todo, a sí misma. Y cuando los hombres, igualmente elegantes y distinguidos, posan a su lado, no lo hacen como si fueran los dueños, sino que muestran su respeto y admiración, en ocasiones incluso su ternura. La confianza y complicidad entre el fotógrafo y su «sujeto» prevalece sobre todas las cosas. En 1920, siendo muy joven –apenas tenía 12 años–, Mama Casset (nacido en 1908 en Saint-Louis, Senegal, y fallecido en 1992 en Dakar, Senegal) es introducido en el mundo de la fotografía en Dakar por un amigo de su padre, el fotógrafo francés Óscar Lataque. La fotografía de esa época es principalmente la de los estudios europeos que fotografían tanto el país como su interior con el propósito de vender al mundo entero las fotografías de una África «pintoresca, profunda y salvaje». La población urbana es representada únicamente a través de los «beneficios de la colonización», dedicada a construir progreso y modernidad. La burguesía africana y los habitantes de las ciudades rara vez son objeto de representación pública, excepto cuando forman parte de lo exótico o de lo cómico. Sin embargo, las imágenes de una burguesía moderna y orgullosa son también una realidad, principalmente en los círculos de esta clase social y, si en ocasiones son tomadas por fotógrafos occidentales, la mayoría de las veces son los alumnos africanos convertidos en verdaderos fotógrafos los que las hacen. Sin embargo, estos no serán reconocidos hasta una época reciente, en la década de los noventa, cuando muchos ya han fallecido. A principios del siglo XX, en la misma época en que vivió Mama Casset, varios fotógrafos de Saint-Louis en Senegal, como Meissa Gueye (1892-1982) o Mix Gueye


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(1906-1992), rivalizan en el arte de retratar esta burguesía en las que figuran las bellas signaires de las imágenes tomadas por nuestro autor en Dakar. Las signaires (nombre derivado del «senhora» portugués) son mujeres que jugaron el papel de esposa «local» de administradores, funcionarios y ricos comerciantes europeos durante su estancia en Senegal y que adoptaron un comportamiento ampliamente occidentalizado. De generación en generación desde el siglo XVII, las signaires se convirtieron en mujeres pudientes de negocios, de porte aristocrático. La familia de Mama Casset disfruta de una situación económica holgada. Su padre fue el primer policía del África Occidental Francés (AOF) –se suele mencionar que tenía el registro nº.1–. A los diez años nuestro autor abandona Saint-Louis –la capital administrativa– y se traslada a Dakar, la dinámica capital económica. En la escuela, conoce a muchas de las futuras personalidades del ámbito político y artístico, como el escritor Birago Diop; amistades que conservará durante toda su vida. Al final de la escuela primaria Mama Casset empieza a trabajar en el Comptoir photographique de l’AOF, dirigido por el francés Tennequin, al mismo tiempo que le presenta a su hermano Salla Casset a Óscar Lataque para que lo sustituya como aprendiz. Mama Casset ya se dedica a fotografiar a los suyos aunque no tenemos ninguna imagen de la época. Nuestro protagonista no deja pasar la oportunidad de alistarse en el Ejército del Aire francés, siendo asignado al servicio fotográfico principalmente para realizar la cobertura aérea del África Occidental Francés. Efectúa por entonces numerosos reportajes fotográficos como los del rey de Marruecos Mohamed V, que nuestro autor recordará con orgullo. Tampoco sabemos nada de estas fotografías anónimas cuyo propietario es el ejército francés, igual que de numerosas otras imágenes de esta época en la que Mama Casset descubrió toda esta parte de África, que va desde Mauritania a Dahomey (Benín), saciando de esta manera su gusto por los viajes. Cercano a corrientes religiosas musulmanas –que no son integristas–, nuestro autor continúa viajando a través del mundo mediterráneo en su tiempo libre, desde Marruecos hasta Líbano. Arabia Saudita, país que visita con motivo de su peregrinación a La Meca, es uno de sus destinos. Se considera un simple creyente, comprometido con la hermandad influyente de los Tidjani, descendientes del Profeta. Es el fotógrafo del morabito de dicha confra-


El morabito Sérigne El Hadj Malik Sy posa delante del retrato de su padre (de la hermandad de Tidjani de Marruecos, descendientes del Profeta)

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ternidad en Senegal, Sérigne El Hadj Malik Sy, así como de su hijo, y participa en la organización de numerosas peregrinaciones al santuario de la medina de Fez, un lugar que incluso hoy sigue disfrutando del aprecio de los senegaleses. Mama Casset asume de forma pacífica el ejercicio de su religión, sus ganas de vivir, su curiosidad por el mundo y su amor por la mujer. En 1942 abandona el ejército debido a la Segunda Guerra Mundial y a la derrota francesa. Al año siguiente, Mama Casset abre su estudio fotográfico en la esquina de la calle San Blaise Diagne y la calle 31, en pleno centro de la Medina, el barrio turístico y comercial de Dakar. Su sobrino Amadou-Mahtar M’Bow, un intelectual que se convertirá en director general de la Unesco y con el que siempre mantendrá contacto, la bautiza con el nombre de African Photo. El éxito del estudio fotográfico no se hace esperar, la capacidad de Mama Casset para las relaciones, su talento y su audacia satisface al medio social del que proviene y que constituye una parte esencial de su clientela. Su creciente fama se encargará de aumentar el espectro de sus clientes que, desde el poderoso hasta el más humilde, siempre tendrán las puertas del estudio abiertas de par en par. Tras la independencia de Senegal en 1960 su estudio fotográfico prospera, mientras que los de los fotógrafos europeos resultan cada vez más escasos. Aprovecha esta oportunidad para abrir un segundo estudio en M’Bour, en la costa al sur de Dakar. Realiza el retrato oficial del presidente Léopold Sédar Senghor en 1960, mientras que su estilo se desarrolla gracias a su musa predilecta: su última esposa. Una doble desgracia tronca el destino del gran Mama Casset que reina por aquel entonces en Senegal dentro de la práctica de la fotografía de estudio: pierde la vista «debido a los flashes de magnesio de su juventud», según afirma él mismo, lo cual le obliga a suspender su actividad fotográfica en 1983. Un año después es víctima de una nueva fatalidad ya que un incendio destruye su estudio y gran parte de sus archivos. Únicamente se salvan las fotos de álbumes de las familias de Dakar (con formatos que van desde los 9x13 cm a los 24x30 cm) marcados con el célebre sello African Photo. La dificultad a la hora de valorar al artista proviene de este hecho: tratar de atribuirle el papel que tuvo en la historia de la fotografía senegalesa y africana a través de las pocas imágenes disponibles. ¡Pero menudas imágenes!


Léopold Sédar Senghor, 1960. Retrato oficial del presidente de Senegal

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Nos queda sin embargo un pequeño consuelo: Mama Casset, maestro del blanco y negro que sentía predilección tanto por las panorámicas como por el laboratorio, no conocerá la generalización del color. «No puedo más que deplorar la muerte de la fotografía, cuyo certificado de defunción fue firmado por el advenimiento del color y los laboratorios automáticos», afirmaba al igual que muchos otros fotógrafos de su generación. El declive de los estudios fotográficos es un hecho en toda África, la prosperidad de la que todavía gozan hasta mediados de la década de los setenta se vuelve precaria en una década. Se trata de un fenómeno global causado por una reorientación técnica, artística y profesional del medio que la irrupción de lo digital volverá a revolucionar posteriormente. Mama Casset habría caído en el olvido si el fotógrafo senegalés Bouna Medoune Seye no hubiese querido dedicarle un homenaje en vida, mediante una importante exposición celebrada en la Galería 39, dentro del marco del Mes de la Fotografía de Dakar de 1992. Mama Casset no llegará a ver la materialización de dicho evento: fallece unas semanas antes de la inauguración. Inmediatamente después, en octubre de 1992, nuestro autor ocupará un lugar relevante en la exposición La Revue Noire y los fotógrafos africanos, del Centro Wallonie-Bruxelles de París. Este evento constituirá uno de los hitos en la búsqueda de reconocimiento de la fotografía africana. Dentro del ámbito de los fotógrafos de estudio de África, el estilo de Mama Casset es muy personal: confiere a las imágenes un dinamismo totalmente novedoso, debido a la inclinación del cuerpo o del encuadre –ajustado, en


La segunda esposa de Mama Casset, la musa

ocasiones en contrapicado–. Su obra, conocida por numerosos fotógrafos de África Occidental como los malienses Malick Sidibé y Seydou Keita, marca la estética del retrato fotográfico caracterizada a la vez por una nueva libertad y un rigor de la puesta en escena. Se evita todo decorado exótico y se opta por instalar una simple cortina con el fin de privilegiar la composición de las poses preciosistas y reafirmar la personalidad de cada uno. Nos encontramos frente a un retratista al que le gusta autodefinirse como «artista», afirmación con la que pretende expresar su distancia con la representación de la realidad a la que la fotografía induce. Trata de reflejar a través de su trabajo mucho más que un momento; la eternidad de cada uno. Sus imágenes están tan difundidas que pintores de souwère (pintura sobre cristal) como Gora M’Bengue, uno de los más conocidos, se inspiran tanto de ellas como de su estética, lo cual constituye una influencia constante dentro del imaginario popular senegalés, vigente incluso en la actualidad. Una prueba, por si hubiera dudas, de la contribución de Mama Casset al ámbito de las formas. París, mayo 2011




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